JUAN, CARTAS DE

La Primera Carta de Juanevidentemente fue escrita por el autor del cuarto Evangelio. El autor no se identifica por nombre ni en la carta ni en el Evangelio, pero la iglesia primitiva atribuyó ambos escritos al apóstol Juan, lo cual apoyan las evidencias internas.

El propósito del autor es prevenir a los lectores en contra de los falsos maestros (gnósticos) que estaban tratando de desviarlos, y los exhorta a mantenerse firmes en la fe cristiana que han recibido y a cumplir conscientemente los deberes que surgen de ella, especialmente lo que tiene que ver con el amor fraternal.

Aun cuando 1 Juan no muestra las caracterí­sticas usuales de las cartas grecorromanas —saludo inicial, saludos finales, mensajes a individuos, etc.—no hay duda de que es una carta genuina. Es bastante probable que sea una carta pastoral o circular dirigida a las iglesias en la provincia de Asia, donde la iglesia era amenazada por los peligros de los cuales se le previene.

La Segunda Carta de Juan, al igual que 3 Juan, son similares en palabras, estilo, ideas y carácter a 1 Juan, y deben haber sido escritas por el mismo autor, quien se refiere a sí­ mismo como el anciano (2Jo 1:1; 2Jo 1:3 Joh 1:1). Ambas son muy breves y contienen el número de palabras justo que podí­an convenientemente escribirse en una hoja de papiro. La señora elegida y sus hijos (2Jo 1:1) puede referirse a una iglesia y a sus hijos espirituales o a un individuo en particular de nombre Kyria (gr., señora).

La Tercera Carta de Juanestá dirigida al muy amado Gayo (3Jo 1:1), a quien se elogia por caminar en la verdad y por ser hospitalario con los evangelistas. Después, el autor censura a otro miembro de la iglesia: al hablador y arrogante Diótrefes.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Estas cartas componen la última parte de las Escrituras inspiradas que se puso por escrito. Aunque el nombre del apóstol Juan no aparece en ninguna de estas cartas, los eruditos por lo general han estado de acuerdo con el punto de vista tradicional de que el escritor de †œLas buenas nuevas según Juan† y el de las tres cartas que llevan el tí­tulo de Primera, Segunda y Tercera de Juan son el mismo. Hay muchas similitudes entre ellas y el cuarto evangelio.
La autenticidad de estas cartas está bien probada. Su contenido armoniza con el resto de las Escrituras. Además, muchos escritores primitivos dan testimonio de su autenticidad. Parece que Policarpo cita de 1 Juan 4:3; Eusebio dice que Papí­as se refirió a la primera carta, al igual que Tertuliano y Cipriano, y esta carta también aparece en la Versión Peshitta siriaca. Al parecer, Clemente de Alejandrí­a conocí­a las otras dos cartas, Ireneo parece citar de 2 Juan 10, 11 y, según Eusebio, Dionisio de Alejandrí­a alude a ellas. Estos últimos escritores mencionados también testifican de la autenticidad de Primera de Juan.
Muy probablemente Juan escribió las cartas desde Efeso alrededor de 98 E.C., cerca del tiempo en que escribió su relato del evangelio. La frecuente expresión †œniñitos† o †œhijitos† parece indicar que las escribió cuando era ya de edad avanzada.

Primera de Juan. Esta carta está escrita más bien al estilo de un tratado, pues no tiene saludo ni conclusión. En el segundo capí­tulo, Juan se dirige a los padres, a los niñitos y a los jóvenes, lo que indica que no se trataba de una carta personal. Muy probablemente iba dirigida a una o más congregaciones, y, en efecto, aplica a la entera asociación de los que están en unión con Cristo. (1Jn 2:13, 14.)
Juan fue el apóstol que más tiempo vivió. Habí­an pasado más de treinta años desde que se habí­a escrito la última de las otras cartas de las Escrituras Griegas Cristianas. La era apostólica iba a terminar pronto. Años antes Pablo habí­a escrito a Timoteo que no estarí­a con él mucho más tiempo. (2Ti 4:6.) Le instó a seguir reteniendo el modelo de sanas palabras y a encomendar a hombres fieles las cosas que habí­a oí­do de él mismo para que estos hombres pudieran a su vez enseñar a otros. (2Ti 1:13; 2:2.)
El apóstol Pedro habí­a dado advertencia de que se levantarí­an falsos maestros de dentro de la congregación, y que introducirí­an sectas destructivas. (2Pe 2:1-3.) Además, Pablo habí­a dicho a los superintendentes de la congregación de Efeso (donde después se escribieron las cartas de Juan) que entrarí­an †œlobos opresivos† y no tratarí­an al rebaño con ternura. (Hch 20:29, 30.) Asimismo, predijo la gran apostasí­a y que aparecerí­a el †œhombre del desafuero†. (2Te 2:3-12.) En el año 98 E.C., la situación era tal como dijo Juan: †œNiñitos, es la última hora, y, así­ como han oí­do que el anticristo viene, aun ahora ha llegado a haber muchos anticristos; del cual hecho adquirimos el conocimiento de que es la última hora†. (1Jn 2:18.) Por consiguiente, la carta fue muy oportuna y de vital importancia para el fortalecimiento de los fieles cristianos como un baluarte contra la apostasí­a.

Propósito. Sin embargo, Juan no escribió simplemente para refutar las enseñanzas falsas. Su propósito principal era fortalecer la fe de los cristianos primitivos en la verdad que habí­an recibido, una verdad que contrastó a menudo con las enseñanzas falsas. Primera de Juan posiblemente se envió como una carta circular a todas las congregaciones de la zona. El uso frecuente que hace el escritor de la forma plural griega †œustedes† apoya este punto de vista.
Su argumento es lógico y vigoroso, como se verá en la siguiente consideración de esta conmovedora carta, que obviamente Juan escribió movido por su gran amor a la verdad y su aborrecimiento de la falsedad, su amor a la luz y su odio a la oscuridad.

Tres temas principales. En su primera carta, Juan trató de manera extensa tres temas en particular: el anticristo, el pecado y el amor.
Habló de manera muy franca sobre el anticristo: †œEstas cosas les escribo acerca de los que tratan de extraviarlos†. (1Jn 2:26.) Estos hombres negaban que Jesucristo fuese el Hijo de Dios que habí­a venido en la carne. Explicó que en un tiempo estaban en la congregación, pero que habí­an salido con el fin de que se pudiera mostrar que no eran de †œnuestra clase† (2:19). No eran de la clase leal y amorosa que †œtiene fe que resulta en conservar viva el alma†, sino de la clase †œque se retrae para destrucción†. (Heb 10:39.)
Algunos de los puntos sobresalientes en cuanto al pecado son: 1) todos pecamos, y los que dicen que no pecan no tienen la verdad y hacen a Dios mentiroso (1Jn 1:8-10); 2) todos tenemos que esforzarnos por no pecar (2:1); 3) Dios ha provisto un sacrificio propiciatorio por los pecados mediante Jesucristo, a quien tenemos como ayudante ante el Padre (2:1; 4:10); 4) los verdaderos cristianos no practican el pecado, no obran pecado, aunque a veces pueden cometer un acto pecaminoso (2:1; 3:4-10; 5:18), y 5) hay dos clases de pecado: el que puede ser perdonado, y el pecado voluntario y deliberado, que es imperdonable (5:16, 17).
Juan se explaya más en el tema del amor. Dice: 1) Dios es amor (1Jn 4:8, 16); 2) Dios mostró su amor al hacer que su Hijo muriese como sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, y también al hacer provisión por medio de Cristo a fin de que sus ungidos llegasen a ser hijos Suyos (3:1; 4:10); 3) el amor de Dios y Cristo nos pone bajo obligación de mostrar amor a nuestros hermanos (3:16; 4:11); 4) el amor de Dios significa observar sus mandamientos (5:2, 3); 5) el amor perfecto echa fuera el temor, quita la restricción de la franqueza de expresión para con Dios (4:17, 18); 6) el amor a los hermanos no solo es asunto de palabras, sino de hechos, dándoles de lo que tengamos si están en necesidad (3:17, 18); 7) cualquiera que odie a su hermano es homicida (3:15), y 8) los cristianos no deben amar al mundo ni las cosas que hay en él (2:15).

Segunda de Juan. La segunda carta de Juan empieza con las palabras: †œEl anciano, a la señora escogida y a sus hijos†. (2Jn 1.) Así­, de manera indirecta, Juan indica que él es el escritor. Era en verdad un †œanciano†, pues para este tiempo tendrí­a entre noventa y cien años de edad. También era anciano en sentido espiritual, y una †˜columna†™ de la congregación. (Gál 2:9.)
Algunos piensan que esta carta a †œla señora escogida† se dirige a una de las congregaciones cristianas, y que los hijos son hijos en sentido espiritual. Los hijos de la †œhermana† (2Jn 13) serí­an los miembros de otra congregación. Hay quienes, por el contrario, sostienen que esta carta se dirigió a una persona tal vez llamada Kiria o Ciria (†œseñora†, en griego).
Muchos de los argumentos de la segunda carta de Juan se encuentran en forma más detallada en la primera. Habla de la verdad que permanece en los que realmente la conocen, y de la bondad inmerecida y la paz de Dios. Se regocija porque algunos continúan †œandando en la verdad†, muestran amor los unos por los otros y guardan los mandamientos. Sin embargo, han salido al mundo engañadores, y el anticristo niega que el Hijo de Dios haya venido en la carne. (Compárese con 2Jn 7 y 1Jn 4:3.) En 2 Juan 10, 11, amplí­a la instrucción de su primera carta al mostrar la medida que deberí­an tomar los miembros de la congregación en el caso de aquellos que se adelantan a la enseñanza del Cristo y que vienen con una enseñanza propia o de otro hombre. Juan manda que no se les salude ni reciba en el hogar cristiano.

Tercera de Juan. La tercera carta la envió el †œanciano† a Gayo, con saludos a otros miembros de la congregación. Su estilo es epistolar. Tanto el estilo como el contenido son tan parecidos a la primera y la segunda cartas, que es evidente que las escribió la misma persona: el apóstol Juan. No se sabe con seguridad quién era Gayo. Aunque en las Escrituras se menciona a varias personas con este nombre, este puede haber sido otro Gayo, ya que la carta se escribió al menos treinta años después de Hechos, Romanos y Primera a los Corintios, donde también aparece el mismo nombre. (Hch 19:29; 20:4; Ro 16:23; 1Co 1:14.)
Juan exhorta a que se demuestre hospitalidad cristiana, y dice que cierto Diótrefes, a quien le gustaba tener el primer lugar en la congregación, no recibí­a con respeto los mensajes de Juan ni de otros que estaban en puestos de responsabilidad, ni tampoco demostraba ningún respeto por otros representantes viajeros de la congregación cristiana primitiva. Incluso querí­a echar de la congregación a los que sí­ recibí­an hospitalariamente a tales hermanos. Por lo tanto, Juan mencionó que si iba personalmente, como esperaba, corregirí­a este asunto. (3Jn 9, 10.) Recomendó a Gayo que atendiese a un hermano fiel llamado Demetrio, tal vez el portador de la carta, y le exhortó a que recibiese hospitalariamente a los que salí­an a edificar las congregaciones cristianas.
En las tres cartas se destacan consejos como: mantener la unidad cristiana, amar a Dios guardando sus mandamientos, evitar la oscuridad andando en la luz, mostrar amor a los hermanos y andar continuamente en la verdad. A pesar de su edad avanzada, este †œanciano†, Juan, fue una gran fuente de ánimo y fortaleza para las congregaciones de Asia Menor y para todos los cristianos que leí­an sus cartas.

[Recuadro en la página 142]

PUNTOS SOBRESALIENTES DE PRIMERA DE JUAN
Tratado vigoroso cuyo propósito es proteger a los cristianos de las influencias apóstatas
Escrito por el apóstol Juan cerca de 98 E.C., después de la Revelación y poco antes de su muerte

Cuidado con las falsedades que se difunden sobre Jesús
Quienes oyeron, vieron y tocaron a Jesús confirman que vino en la carne (1:1-4)
El que niegue que Jesús es el Cristo es un mentiroso, un anticristo; los creyentes ungidos conocen la verdad y no necesitan una enseñanza diferente (2:18-29)
Cualquier expresión inspirada que niegue que Jesucristo vino en la carne no procede de Dios; muchos falsos profetas han salido (4:1-6)
Cualquiera que niegue que Jesús es el Hijo de Dios rechaza el propio testimonio del Padre acerca de su Hijo (5:5-12)

Los cristianos no llevan vidas pecaminosas
Si evitamos la oscuridad y andamos en la luz, la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado (1:5-7)
Si cometemos un pecado, debemos confesar nuestro error, y se nos limpiará sobre la base del sacrificio de Jesús (1:8–2:2)
Los cristianos no practican el pecado; los que practican el pecado se originan del Diablo; los hijos de Dios buscan la justicia y evitan el pecado (3:1-12; 5:18, 19)
Se anima a los cristianos a orar por el hermano que cae en el pecado, siempre que no sea un pecado que †˜incurra en muerte†™ (5:16, 17)

El amor a Dios y a los compañeros cristianos nos protege
El que ama a su hermano anda en la luz y no tropieza (2:9-11)
Para tener el amor del Padre, el cristiano ha de hacer Su voluntad y evitar amar al mundo y los atractivos que este ofrece (2:15-17)
El amor verdadero a los hermanos muestra que se ha pasado de muerte a vida; si no mostramos amor a nuestros hermanos ayudándolos cuando están en necesidad, no tenemos el amor de Dios (3:13-24)
Los cristianos deben amarse unos a otros porque Dios es amor; amamos a Dios porque El nos amó primero; si un cristiano dice amar a Dios pero odia a su hermano, es un mentiroso (4:7–5:2)

[Recuadro en la página 143]

PUNTOS SOBRESALIENTES DE SEGUNDA DE JUAN
Carta dirigida a †œla señora escogida†, quizás una persona o posiblemente una congregación
Escrita por el apóstol Juan alrededor de 98 E.C.

Sigan andando en la verdad (vss. 1-6)
Juan y todos los demás que conocen la verdad aman a †œla señora escogida† y a sus hijos que están andando en la verdad
Juan la anima a seguir cultivando el amor
El amor significa andar †œsegún sus mandamientos†

Cuí­dense de los engañadores (vss. 7-13)
Los engañadores niegan que Jesucristo viniera en la carne
Los creyentes tienen que evitar a cualquiera que no permanezca en la enseñanza de Cristo; no deben recibir a tal persona en casa, ni siquiera saludarla; de otro modo, pueden hacerse partí­cipes de sus obras inicuas

[Recuadro en la página 144]

PUNTOS SOBRESALIENTES DE TERCERA DE JUAN
Carta inspirada dirigida a Gayo que es de provecho para todos los cristianos
Escrita por el apóstol Juan sobre 98 E.C., más o menos en el mismo tiempo que sus otras dos cartas

Estamos obligados a recibir hospitalariamente a los compañeros cristianos (vss. 1-8)
Juan se alegró cuando los hermanos viajantes le informaron que Gayo andaba en la verdad y del amor que demostró al recibirlos hospitalariamente
Somos †œcolaboradores en la verdad† si mostramos hospitalidad a los hermanos que van ayudando a otras congregaciones a favor del nombre de Dios

No sean imitadores de lo que es malo, sino de lo que es bueno (vss. 9-14)
Diótrefes, a quien le gusta tener el primer lugar, no quiso recibir nada de Juan con respeto
Se negó a recibir a los hermanos viajantes e intentó echar a quienes querí­an mostrarles hospitalidad
No imiten lo malo, sino lo bueno

Fuente: Diccionario de la Biblia

Mientras las cartas segunda y tercera son verdaderas cartas, la primera ha de considerarse más bien como un «manifiesto», como «un tratado destinado a toda la cristiandad, como una encí­clica dirigida a todos los creyentes» (W.G. Kümmel). Sin embargo, las cartas primera y segunda se relacionan entre sí­ temáticamente, mientras que la tercera trata de un agudo problema particular. Pero la doctrina de las tres cartas de Juan es de permanente validez e importancia para la teologí­a y la Iglesia.

1. Aunque en las cartas primera y segunda falten datos concretos, por ejemplo, respecto al remitente y al destinatario, se pueden conocer claramente los propósitos que han movido al autor, el cual muy probablemente se identifica con el autor del Evangelio de Juan. El actúa resueltamente contra determinadas opiniones heréticas sobre cristologí­a y ética, que se pueden compendiar así­: separan lo que está esencialmente unido, a saber, la unidad de Jesús de Nazaret con el redentor celestial y la unidad entre conocimiento (fe) y amor.

a) «¿Quién es el mentiroso, sino aquél que niega que Jesús es el Cristo?» (1 Jn 2, 22); «y todo espí­ritu que disuelve a Jesús, no es de Dios» (4, 3a). Esta negación y disolución la practica el hereje, el cual, por eso, según 4, 3b posee el espí­ritu del ->anticristo. A juzgar por 2 Jn 7 el hereje pertenece a los «muchos seductores que han aparecido (ya) en el mundo», los cuales «no confiesan que Jesús es Cristo venido en carne». Por el contrario la ortodoxia «confiesa a Jesucristo venido en carne» (1 Jn 4, 2b), «cree que Jesús es el Hijo de Dios» y que Jesucristo «ha venido por el agua y la sangre» (4, 15; 5, 5s). Por tanto, mientras la ortodoxia mantiene la realidad de la -> encarnación de la eterna «Palabra de la vida» (1, 1) en Jesús de Nazaret, mantiene la dura realidad de su cruenta muerte de cruz y su «manifestación» a Israel en el bautismo del Jordán (cf. Jn 1, 31), el hereje niega eso, deshaciendo así­ la unidad de Jesús con Cristo y el Hijo de Dios enseñada en la Iglesia «desde el principio»; el hereje «no permanece en la doctrina (tradicional) acerca de Cristo» (2 Jn 9). Por esta razón se dice a la comunidad: «Si alguien viene a vosotros y no trae esa doctrina, no le recibáis en casa ni lo saludéis. Pues el que lo saluda, comunica en sus malas obras» (2 Jn 10s).

b) El hereje como un pneumático libre invoca su gnosis privada («Yo le he conocido» [a Cristo], 1 Jn 2, 4a); pero no guarda sus mandamientos, y por eso es un mentiroso y la verdad no está en él (2, 4b). El hereje, orgulloso de su «conocimiento», no se siente, pues, ligado a los mandamientos del Señor, enseñados y transmitidos en la Iglesia. Afirma ciertamente que «está en la luz», pero en realidad está «en las tinieblas», porque no ama a sus hermanos (cf. 2, 9.11). La comunidad se sabe pecadora, y es exhortada a no pecar más; pero si ha pecado, también sabe que se le perdonan los pecados «a causa de su nombre» (1, 9; 2, 1s.12). El hereje, por el contrario, cree en su arrogancia haber dejado tras sí­ el pecado, siendo así­ ví­ctima de un gran engaño; por eso «laverdad no está en él» (1, 8) y hace a Dios mentiroso (1, 10). También la comunidad puede alegar el hecho de que ha «conocido» a Dios y a su Hijo (2, 3.13s); pero posee el criterio para el verdadero conocimiento en la conciencia de su condición pecadora ante Dios y de su sujeción a los mandamientos del Hijo, especialmente, al precepto del amor fraterno. Tal es el mensaje que ella ha oí­do desde el principio (3, 11; 2 Jn 5), y sabe que en el cumplimiento de ese mensaje ha pasado de la muerte a la vida (3, 14). Sólo el que ama a su hermano «ha nacido de Dios y le conoce», pues «Dios es amor» (4, 7s). También la unidad indisoluble entre amor y conocimiento pertenece a la doctrina tradicional.

2. En 2 Jn 9 el hereje, que no permanece en la doctrina de Cristo y sobre Cristo, es calificado de proágom («progresista»). El calificativo sin duda alude a su «libertad» frente a la tradición apostólica que pervive «desde el principio» en la comunidad de la Iglesia, ya sea en cuestiones de cristologí­a, ya sea en cuestiones de ética. La ortodoxia, que vive en «comunión» (koinoní­a) con los testigos apostólicos que vieron y oyeron a Jesús (cf. 1 Jn 1, lss), se caracteriza según 1 y 2 Jn por el hecho de que ella «permanece» en lo que ha sido enseñado «desde el principio» y lo conserva (cf. 1 Jn 2, 7. 24; 3 11; 2 Jn 5s). Por consiguiente, frente a las opiniones y doctrinas del «progresismo» herético, la comunidad es orientada inequí­vocamente hacia la tradición, que se remonta al principio de la Iglesia y tiene su origen último en la Palabra encarnada de la vida (1 Jn 1, is). Dicho de otro modo, en la primera y segunda carta de Juan se erige ya de manera consciente el principio de tradición contra la herejí­a. Y esa es una nota tí­pica del incipiente catolicismo primitivo, que presta atención al hecho de «mantener» incólume en la Iglesia la tradición apostólica. Pero la tradición – especialmente importante desde el punto de vista teológico – no se contrapone al «Espí­ritu», pues la verdadera posesión del Espí­ritu se manifiesta precisamente en la adhesión fiel de la comunidad a la doctrina tradicional (cf. 1 Jn 4, 1. 6; 3, 24; 5, 6c. 10).

3. La doctrina válida «desde el principio» no es la de un individuo, sino la de una comunidad. La primera carta de Juan lo subraya lingüí­sticamente no sólo con el concepto de koinoní­a, sino también, y todaví­a más, con la frecuente fórmula «nosotros», por la que el autor se solidariza con los testigos apostólicos que vieron y oyeron (cf. 1, 3: «os anunciamos lo que hemos visto y oí­do»; 1, 5; 4, 14: «y nosotros hemos visto y testificamos»; 4, 16: «y nosotros hemos conocido y creí­do»). Lo que ha sido atestiguado por los testigos que lo vieron y oyeron es la doctrina normativa, válida «desde el principio», que es necesario «conservar». La comunidad eclesiástica, que se sabe vinculada a la tradición apostólica, es así­ el cí­rculo ampliado del «nosotros»; quien se sitúa en él por la fe, afirma la tradición doctrinal de la Iglesia. El hereje, por el contrario, que no permanece en la «doctrina sobre Cristo» transmitida por el «nosotros» del circulo apostólico, resalta lingüí­sticamente su «independiente» gnosis privada mediante la formulación en singular: «Yo lo he conocido» (1 Jn 2, 4). Y con esto se sitúa conscientemente fuera del cí­rculo comunitario del «nosotros». Por consiguiente, su doctrina no tiene ningún carácter normativo.

4. En la tercera carta de Juan también se trata del problema de la comunidad eclesial, pero en otro aspecto. El «anciano» alaba en primer lugar a un cierto Gayo por la hospitalidad que ha practicado con los «hermanos» ambulantes (misioneros y predicadores); y le exhorta a que siga haciéndolo (1-8).

Por otra parte, el autor tiene que presentar una queja contra Diotrefes, director de una comunidad que no reconoce la autoridad del «anciano» y «no recibe a los hermanos; y a los que lo intentan, se lo prohibe y los arroja de la Iglesia» (9s). Aun cuando no es posible conocer exactamente la situación histórica del autor, que se esconde tras las insinuaciones de la carta, ésta enseña con toda claridad que en la comunión eclesial ninguna comunidad puede cerrarse frente a las otras; y que, por el contrario, una comunidad debe asistir a la otra con su buena disposición fraterna y su hospitalidad. Así­ es como el testimonio de la Iglesia en favor de la verdad merece el asentimiento del mundo. ¡Ninguna comunidad existe sólo para sí­! Gayo lo ha comprendido, pero Diotrefes no.

BIBLIOGRAFíA: R. Schnackenburg, Die Johannesbriefe (Fr 31965) (amplia bibliogr.); W. Thasing, Las tres cartas del apóstol Juan (Herder Ba 1973).

Franz Mufiner

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica