Jos 2:1 andad, reconoced la tierra, y a J
Jos 6:2 he entregado en tu mano a J y a su rey
1Ki 16:34 en su tiempo Hiel de Bet-el reedificó a J
2Ki 2:5 hijos de los profetas que estaban en J
Mat 20:29; Mar 10:46 al salir ellos de J, le seguía
Luk 18:35 acercándose Jesús a J, un ciego estaba
Luk 19:1 habiendo entrado Jesús en J, iba pasando
Heb 11:30 por la fe cayeron los muros de J después
Jericó (heb. Yer îjô, «ciudad de la [diosa] Luna» o «lugar de fragancia [fragante]»; gr. lerijo). Ciudad importante en el valle del Jordán, a veces llamada «Ciudad de las Palmeras»* (Deu 34:3; Jdg 1:16; 3:13; 2Ch 28:15). Está situada a unos 8 km al oeste del río, a unos 13 km al norte del Mar Muerto, y a unos 24 km en línea recta al noreste partiendo de Jerusalén (fig 161), al pie de los montes de Judá, en la cresta superior del valle del Jordán. Está a unos 250 m b.n.m., pero a unos 140 m sobre el lecho del río. Tiene un clima casi tropical, de modo que las palmeras y, en tiempos modernos, los bananos crecen sin dificultad (fig 393). Mapa VI, E-3. Aunque las excavaciones muestran que Jericó es una de las ciudades más antiguas del mundo, no se la menciona en ningún registro ancestral fuera de la Biblia. Cuando los israelitas invadieron Canaán, como estaba sobre el camino principal este-oeste, fue el primer objetivo de conquista en la Palestina occidental, la tierra prometida, y Josué indicó que debía ser dedicada a Dios como una ofrenda (Jos 6:17-19). El relato de la caída de Jericó es bien conocido. Algunos hombres fueron enviados desde el campamento al este del Jordán para espiar la ciudad. Recibieron hospitalidad en casa de Rahab, que los protegió y les ayudó a escapar cuando los habitantes de Jericó los buscaban. Como recompensa por su ayuda y por su fe en el Dios de Israel, los espías le prometieron salvar su vida y su propiedad, promesa que después cumplieron fielmente (2:1-22; 6:22, 23, 25). Luego del cruce del Jordán, los israelitas acamparon en Gilgal, cerca de Jericó (5:10), y marcharon alrededor de la ciudad una vez por día durante 6 días. El 7º día la rodearon 7 veces y luego, a una señal de las trompetas, todos gritaron. Cuando los muros de esa gran fortaleza cayeron (6:8-21), los israelitas entraron en la ciudad, mataron a todos sus habitantes (excepto a Rahab y a su familia) y quemaron todo (excepto algunos objetos preciosos para uso del santuario; vs 1-21, 24). Después, Josué pronunció una maldición sobre cualquiera que la reconstruyera (v 26). Aunque la ciudad no fue reconstruida hasta el tiempo de Acab, la gente debió haber vivivo en la vecindad, porque se siguió usando el nombre Jericó (2Sa 0:5). En la división del territorio, Jericó estaba en el límite entre Efraín y Benjamín, y fue asignada a Benjamín (Jos 16:1,7; 18:12, 21). Cuando Eglón, rey de Moab, oprimió a los israelitas al principio del tiempo de los jueces, tomó Jericó de ellos (Jdg 3:13). Los enviados de David, al regresar de su visita al rey de los amonitas (quien los insultó afeitándoles la mitad de la barba), quedaron en Jericó hasta que la barba les creció otra vez (2Sa 0:5; 1Ch 19:5). En el tiempo de Elías, Hiel reconstruyó la ciudad, cayendo así bajo la maldición de Josué y perdiendo 2 de sus hijos (1Ki 16:34). En tiempos de Elías una comunidad de profetas vivía allí (2Ki 2:4, 5, 15, 18), y más tarde Eliseo sanó su manantial (vs 19-22; fig 187). Un siglo más tarde, Jericó fue el escenario de la liberación de los cautivos de Judá tomados por el ejército del rey Peka de Israel (2Ch 28:15). En los últimos días del reino de Judá, el ejército babilónico capturó a Sedequías cerca de esta ciudad (2Ki 25:5; Jer 39:5; 52:8). La gente de Jericó también habría sido llevada cautiva, porque 345 descendientes de sus anteriores habitantes volvieron del exilio con Zorobabel (Ezr 2:34; Neh 7:36). Algunas personas de Jericó ayudaron a Nehemías a reconstruir el muro de Jerusalén (3:2). Se menciona otra vez a Jericó en el período de los macabeos, cuando Báquides, el general sirio, reparó sus fortificaciones (1 Mac. 9:49-50). Antonio la dio a Cleopatra como ciudad de invierno. Cuando Herodes el Grande la recibió más tarde como regalo de Augusto, la hermoseó, construyó en ella un palacio y una fortaleza llamada Cipros detrás de ella; Herodes el Grande murió allí. 275. Las zanjas de los excavadores en el montículo de la Jericó del AT (visto desde el oeste). Jesús pasó por la Jericó del NT (Luk 19:1), que estaba al sur y al este de la ciudad del AT, a la entrada del Wâd§ Qelt, por el cual ascendía el camino que llevaba a Jerusalén. Fue el hogar del publicano Zaqueo, de cuya hospitalidad gozó Jesús, y cuya conversión está registrada en los vs 1-10. En las proximidades de la Jericó del NT Jesús sanó al ciego Bartimeo y a su compañero (Mat 20:29-34; Mar_617 10:46-52; Luk 18:35-43). La ciudad moderna de Jericó, llamada Erîkh~, fue fundada en el tiempo de los cruzados, y está al este de la Jericó del NT y al sudeste de la del AT. Por causa de su gran importancia bíblica e histórica, el lugar recibió la atención de varias expediciones arqueológicas. El sitio de la ciudad del AT ha sido identificado con Tell esSultân, en el borde norte de la Jericó moderna (figs 275, 276). En 1868, Charles Warren hizo exploraciones preliminares que no aumentaron materialmente nuestros conocimientos. Desde 1907 hasta 1909, Ernst Sellin y Carl Watzinger excavaron partes del montículo, pero encontraron que sus ruinas eran muy confusas y habían sido modificadas por edificaciones posteriores y por la erosión. Como la arqueología palestina todavía vivía su infancia, las conclusiones de estos eruditos fueron insatisfactorias, y más tarde tuvieron que ser modificadas cuando exploraciones en otros sitios mostraron que sus interpretaciones de ciertas evidencias no se podían sostener más. John Garstang, que excavó Jericó desde 1930 hasta 1936, descubrió un cementerio de la Edad Tardía del Bronce, lugar de entierro de los habitantes de Jericó hasta más o menos el 1350 a.C., como lo indican los sellos egipcios hallados en él. Los restos de las fortificaciones de la ciudad eran tan confusas que algunos de sus muros fueron identificados erróneamente, como lo aclararon excavaciones posteriores. La interpretación de la historia arqueológica de la ciudad que dio Garstang es ahora obsoleta y no necesita repetirse aquí. Desde 1952 hasta 1957, Kathleen M. Kenyon excavó Jericó usando los métodos científicos más actuales. Descubrió otro cementerio, con tumbas de la Edad Media del Bronce, incluyendo equipos funerarios como mesas de madera, bancos, platos, alimentos en recipientes, telas, canastas, etc. (fig 458), todo en un sorprendente estado de conservación por causa de la filtración de gases venenosos que mataron las bacterias e impidieron que estos antiguos materiales se desintegraran, cosa que no ha ocurrido en otros lugares de Palestina. Las excavaciones del montículo mismo expusieron a la luz niveles de ocupación de tiempos muy tempranos. Mostraron que Jericó era una ciudad mucho tiempo antes que hubiera vasijas de cerámica. En realidad, parece ahora que sus muros y torres son los más antiguos descubiertos en el Cercano Oriente. La ciudad fue destruida varias veces, pero se descubrieron los restos de por lo menos 7 muros sucesivos del período de la Edad Temprana del Bronce (3er milenio a.C.): el último de ellos fue destruido por un terremoto. En ese tiempo la «ciudad» tenía unos 230 m de largo y no más de 76 m de ancho. En la Edad Media del Bronce, el período de los hicsos, se había ampliado a una longitud de unos 260 m y a un ancho de unos 130 m, y estaba rodeada por un enorme muro de piedra con un talud inclinado. Esta fue destruida por uno de los reyes egipcios de la dinastía 18ª (s XV a.C.). No se encontró nada de los muros de la Edad Tardía del Bronce, que sería el que cayó en tiempos de Josué. Desafortunadamente, las fuerzas del hombre y de la naturaleza parecen haber destruido los niveles superiores del montículo a tal grado que no queda prácticamente nada de esa época. La excavación de Kenyon desenterró sólo una olla pequeña de barro cocido, en una porción de un nivel de piso, que databa de la Jericó de Josué. Al pie del montículo aparecieron algunas de las últimas estructuras de Jericó, construidas durante la Edad del Hierro (después del 1200 a.C.). 276. Suburbios de la Jericó moderna, la «Ciudad de las palmeras», vistos desde el montículo de la Jericó antigua. Aunque los resultados de las excavaciones han sido muy interesantes para el arqueólogo, y han arrojado luz sobre la historia temprana de la ciudad, desafortunadamente han contribuido con muy poco que sea de interés directo para el estudiante de la Biblia. Sin embargo, los cementerios de Jericó han mostrado que dejaron de usarse como lugar de entierro en el s XIV a.C., lo que se puede considerar como evidencia de que la ciudad no pudo haber sido destruida mucho más tarde que entonces. Véase la fig 275. Una porción de la Jericó del NT, Tulûl Abã el-Alâyiq, fue excavada en 1951 y 1952 por la American School of Oriental Research [Escuela Norteamericana de Investigaciones 618 Orientales] de Jerusalén, bajo la dirección de J. L. Kelso y J. B. Pritchard, y otra vez por E. Netzer de la Universidad Hebrea de Jerusalén (1972-1974). Las excavaciones descubrieron partes del magnífico palacio de invierno de Herodes, que tenía una fachada de cerca de 100 m de largo, y un estanque, probablemente el que usó para ahogar a su cuñado, el sumo sacerdote Aristóbulo III. Bib.: John Garstang y J. B. E. Garstang, The Story of Jericho [La historia de Jericó], 2ª ed. (Londres, 1948); S. H. Horn, The Ministry, febrero de 1954, pp 29-31 (con referencias bibliográficas exhaustivas); Kathleen M. Kenyon, Digging Up Jericho [Excavando Jericó] (Nueva York, 1957); EAEHL II:550-564; FJ-AJ xvi.5.2; FJ-GJ i.2.4, 9. Sobre las excavaciones de la Jericó del NT véase J. L. Kelso et al., AASOR 29, 30 (1955); J. B. Pritchard, AASOR 32, 33 (1958); E. Netzer, IEJ 25 (1975):89-100; G. Foerster y G. Bacchi, EAEHL 11:551-575.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
ciudad de la luna. Una de las ciudades más antiguas del mundo, en Cisjordania, a unos siete kilómetros al occidente del río Jordán, en el límite septentrional del mar Muerto, a unos 244 metros bajo el nivel del mar, por lo que su clima es tropical. Esta ciudad, a través de su historia, ha sido varias veces destruida y reconstruida. En los comienzos del siglo XX se encontraron unas murallas, cerca de la actual J., que seguramente corresponden a la primera ciudad de la época natufiense, una cultura del mesolítico que se estableció aquí ca. el 9000 a. C.La ciudad es conocida, también, desde las primeras menciones en la Biblia, como †œciudad de las palmeras†, Dt 34, 3; Jc 1, 16; 3, 13; 2 Cro 28, 15. En la conquista de la tierra de Canán, Josué envió desde Sitín dos espías a explorar la ciudad de J., donde los protegió la prostituta Rajab, pues fue notada su presencia en la ciudad; ellos se comprometieron a respetar la vida de esta mujer y la de sus familiares, con tal de que no los denunciara, Jos 2. Tras pasar el Jordán, los israelitas acamparon en Guilgal, al oriente de J., Jos 4, 19; y celebraron la Pascua en los llanos de J., Jos 5, 10. Luego viene la conquista de la ciudad, que estaba amurallada, la cual fue rodeada durante siete días, siete sacerdotes llevaban el Arca y siete trompetas. Al séptimo día le dieron siete vueltas a las murallas, tocaron la trompeta y el pueblo prorrumpió en clamores, el muro cayó y el pueblo se lanzó al asalto. J., entonces, fue consagrada al anatema, sólo Rajab y los de su casa conservaron la vida, según les habían prometido los espías. Josué maldijo la ciudad y al que se atreviera a reconstruirla, Jos 6; 12, 9. J. fue reconstruida unos 500 años más tarde, en el siglo IX a. C., bajo el reinado de Ajab en Israel, por Jiel de Betel, 1 R 16, 34.
En el año 586 a. C. Sedecías, último rey de Judá, fue capturado en J. por los caldeos, cuando huía de la toma de Jerusalén, y fue llevado ante el rey Nabucodonosor II, a Riblá, donde fueron degollados sus hijos en su presencia, y al rey de Judá le sacaron los ojos y fue conducido a Babilonia, 2 R 25, 1-7.
Herodes el Grande gobernador de Judea, llevó a cabo en J. varias obras, pues la hizo su capital de invierno del reino, se reforzó sus murallas, construyó varios palacios, un anfiteatro y otros edificios. Aquí murió este rey.
En J. Jesús llevó a cabo algunos de sus milagros: saliendo de la ciudad les devolvió la vista a dos hombres ciegos, Mt 20, 29-34. Igualmente, aquí le devolvió la vista al mendigo ciego, hijo de Bartimeo, Mc 10, 46-52; Lc 18, 31-34. En J., en su último viaje a Jerusalén, encontró Jesús a Zaqueo, jefe de los publicanos, en cuya casa se hospedó el Señor, Lc 19, 1-10. Jerjes I, rey persa, de la dinastía aqueménida, 486-465 a. C., hijo y sucesor de Darío I, su madre se llamaba Atosa, hija de Ciro II el Grande.
En el 485 a. C. sofocó una rebelión en Egipto y convirtió a este país en satrapía persa. Durante tres años construyó una gran flota y organizó un numerosísimo ejército para castigar a los griegos por ayudar a las ciudades jonias, en el 498 a. C., y por derrotar a los persas en Maratón, en el año 490 a. C. Se dice que Jerjes cruzó el Helesponto mediante un puente hecho de barcas de más de un kilómetro de largo y que abrió un canal en el istmo del monte Athos. En la primavera del año 480 a. C., e iniciándose la segunda Guerra Médica, Jerjes marchó con sus fuerzas a través de Tracia, Tesalia y Lócrida. En el paso de las Termópilas, Leónidas I, rey espartano, y su ejército defendieron el lugar, en el año 480 a. C., retrasando a los persa durante diez días. Posteriormente, Jerjes siguió hacia el ítica e incendió la ciudad de Atenas, ya abandonada por los griegos. Pero, Temístocles, general ateniense, aniquiló la flota de Jerjes, con un número menor de barcos, en la batalla de Salamina. J. se retiró al Asia Menor dejando el ejército en Grecia al mando de su cuñado Mardonio, quien fue derrotado y muerto por los griegos en la batalla de Platea, y los persas abandonaron Grecia. Tras estos fracasos militares, se dieron varios alzamientos en las satrapías persas, así como intrigas en corte, y el rey J. fue asesinado en el año 465, al igual que su hijo mayor Darío, en una revuelta palaciega, Persépolis. Le sucedió en el trono su hijo menor Artajerjes I., 465-424 a. C. J. es identificado con el rey Asuero, transcripción hebrea de J., del libro de Ester. J. I y su hijo Artajerjes I son los dos reyes que se mencionan en Esd 4, 6, cuando la obstrucción samaritana a la reconstrucción del Templo, tras la vuelta del destierro en Babilonia.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
(heb., yereho, yeriho, gr. Iericho, ciudad de la luna). A Jericó también se le conoce con el nombre de la ciudad de las palmeras (Deu 34:3), y está ubicada a 8 km. al oeste del Jordán y a 12 km. al norte del mar Muerto, unos 250 m. bajo el nivel del mar. Su clima es tropical, con mucho calor durante el verano.
Hay tres Jericós. La ciudad mencionada en el AT estaba situada sobre un monte a unos 2 km. al noroeste de la ciudad moderna. La Jericó del NT está en las cercanías pero sobre una elevación más alta. La Jericó moderna tiene una población de más o menos 10.000 personas de una descendencia racial bastante mezclada. Jericó es probablemente la ciudad más antigua en el mundo.
Su lugar estratégico en uno de los vados del Jordán, controlaba la antigua ruta comercial del este. Jericó controlaba el acceso a la región montañosa de Palestina desde la transjordania.
Jericó entra por primera vez a los anales bíblicos cuando es visitada por dos espías, y conquistada por Josué (Josué 6). La ubicación de la ciudad hizo que su conquista fuera la clave para la invasión de la región montañosa central. La ciudad fue dedicada a Dios, totalmente destruida y quemada, excepto los objetos de metal que se encontraron en ella (Jos 6:17-19). Sólo se salvaron Rajab y su familia, porque ella había protegido a los espías (Jos 6:22-23, Jos 6:25). Josué pronunció una maldición sobre el lugar para que nadie la volviera a edificar (Jos 6:26).
Jericó fue reedificada por Jiel de Betel durante la época de Acab (c. 850 a. de J.C.; 1Ki 16:34). Aparentemente se convirtió en un lugar importante durante la era del reino dividido. Se le menciona en relación con el ministerio de Eliseo (2Ki 2:5, 2Ki 2:18; 2Ki 25:5; 2Ch 28:15; Ezr 2:34; Neh 3:2; Neh 7:36; Jer 39:5).
En el tiempo de Cristo, Jericó era un lugar importante produciendo muy buenos ingresos a la familia real. Dado que el camino de los vados del Jordán a Jerusalén pasaban por Jericó, ésta se convirtió en un paraje para los peregrinos galileos que iban a Jerusalén, y para quienes llegaban por el sur de Perea para evitar contaminarse por el contacto con los samaritanos. De ahí que Jesús pasara por Jericó en varias ocasiones. Cerca de ahí están los supuestos sitios de su bautismo (en el Jordán) y sus tentaciones (en el monte Quarantania, al oeste de la ciudad). Cerca de la ciudad fue donde Jesús sanó a Bartimeo (Mar 10:46-52) y a uno o dos otros ciegos (Mat 20:29-34). La conversión de Zaqueo ocurrió ahí (Luk 19:1-10), y es una de las narraciones más gráficas en los Evangelios. En la parábola del buen samaritano (Luk 10:29-37) el viajero fue atacado mientras viajaba de Jerusalén a Jericó.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
Tal vez es Jericó la ciudad más antigua de Palestina; en cualquier caso es la más antigua de las ciudades conocidas de Palestina. Su nombre podría significar †œCiudad de la Luna,† y habría estado consagrada a un viejo culto lunar.
La ciudad está situada a 28 km al nordeste de Jerusalén y a 250 m bajo el nivel del mar, teniendo un clima tropical (†ciudad de las palmeras,† Jue 3:13); ello explicaría también su temprano asentamiento. Los siete estratos sucesivos de asentamiento certifican:
1. Una ciudad de la fase más antigua del último neolítico (fase protoneolítica), cuya construcción puede datarse entre el 8000 y el 7000 a.C. Las excavaciones han sacado a luz casas redondas; indicio tal vez de que los constructores de la ciudad copiaban instintivamente las formas de la naturaleza.
La conexión entre unas culturas prehistóricas y cercanas a la naturaleza y el primer estrato de población en Jericó se confirma, además, por testimonios aún más antiguos, que han de datarse en el mesolítico; es decir, en una época anterior al 8000 a.C.: armas e instrumentos de caza, y sobre todo los instrumentos de pedernal, que en su elaboración evidencian un tipo que pasa del mesolítico (20000-8000 años a.C.) al neolítico (8000-4500 a.C.) y ciertos restos de instrumentos que sin duda hay que interpretar como destinados al culto. Toda esa serie de pruebas permite la conclusión de que los cazadores de finales del mesolítico tenían un lugar de culto en la fuente de Jericó, que después, en el VIII milenio precristiano, condujo al primer asentamiento.
2. Una ciudad de la fase tardía del neolítico (hacia el 6800 a.C.), con casas cuadradas y sellos digitales sobre los ladrillos de construcción.
Las dos ciudades de la época de la piedra fueron, según parece, mayores que los asentamientos de la edad del bronce, certificados por los estratos superiores de la excavación. Los testimonios abundan en todo el recinto de norte a sur.
Un muro de piedra natural parece haber rodeado ya a la ciudad más antigua, en todo o en parte.
El asentamiento neolítico más antiguo se extendía ciertamente hasta la llanura. La colina no es una elevación natural del suelo, sino que parece deberse exclusivamente al material de derribo de asentamientos posteriores.
3. Una ciudad construida hacia el 2000 a.C. con muros de adobe (edad del bronce medio).
4. Una ciudad edificada hacia el 1700 a.C. (bronce medio) con muros de ladrillo levantados sobre un zócalo de piedra natural, dentro de los cuales quedaba la fuente; ese asentamiento podría remontarse a los hicsos; los muros estaban rodeados también con un foso de agua. Se calcula que el tiempo de su destrucción fue hacia el año 1550 a.C.
5. Hacia el 1500 a.C. se levantó una ciudad con doble muralla, teniendo el muro principal una anchura Deu 3:5 m. ésa debería de ser la muralla que rodeaba a Jericó cuando los israelitas penetraron en Canaán. Sin embargo, parece que la tal muralla fue destruida ya hacia el 1400 a.C.
6. Una ciudad de la época del hierro i (1200-900 a.C.).
7. Un estrato superior del hierro n (a partir del 900 a.C.).
Sin duda, el nombre de †œJericó† no se ceñía sólo a la ciudad fortificada. Las fortificaciones de la ciudad servían también de refugio a la población de los alrededores, que vivía en el llano y que así mismo pertenecía a Jericó.
Al tiempo de la conquista del país la toma de Jericó, con sus imponentes fortificaciones, fue para los israelitas que llegaban (Jos 5; 6) como una señal de que Yahveh estaba con ellos. La entrada, que la Biblia identifica con la entrada al mando de Josué, se sitúa adecuadamente hacia el 1200 a.C. Por otra parte, el cuarto muro probablemente ya había sido destruido hacia el 1400. Lo cual plantea una verdadera aporía histórica, que hasta ahora no se ha logrado resolver. Martin Noth ve en el relato de la destrucción simplemente una narración etiológica, nacida más tarde: los muros de Jericó estaban destruidos y en las narraciones (posteriores al 1200 a.C.) la destrucción se atribuyó a Josué y a sus gentes. Pero también podría ser, naturalmente, que la destrucción de Jericó perteneciera a la tradición de otra tribu, a la tradición de algunas tribus de Lía, que ya habían penetrado en Canaán desde aproximadamente el 1400 a.C. Y, finalmente, aún podría ocurrir que excavaciones ulteriores proporcionasen nuevos materiales en favor de la interpretación bíblica.
El reino del norte pretendió para sí la ciudad de Jericó. Y el rey Ajab la hizo fortificar. Pero más tarde Jericó pasó a Judá, como se podría concluir del hecho de que algunos deportados a Babilonia regresaron después a Jericó (después del 536 a.C.). Es decir, que debieron de ser anteriormente habitantes de la ciudad deportados al tiempo de la destrucción de Jerusalén, o poco antes, y no en 725-722 a.C., en la destrucción del reino de Israel.
En la época posterior al exilio babilónico, y también en tiempos de Jesús, Jericó tuvo una fuerte colonia sacerdotal.
La Jericó del NT quedaba a unos 2 km al suroeste de la ciudad antigua. Allí construyó Heredes el Grande un palacio de invierno, con un parque y grandes estanques. Un hipódromo y un teatro formaban parte de la nueva ciudad. Fue sin duda una ciudad helenístico-romana más que una ciudad judía.
Aquella Jericó fue, en los tiempos de las tetrarquías que siguieron al reino de Herodes el Grande, la ciudad fronteriza ente Judea y Perea, con una importante oficina aduanera; el jefe o uno de los jefes de la misma fue Zaqueo (Luc 19:1).
Fuente: Diccionario de Geografía de la Biblia
(ciudad luna).
Ciudad a 8 kms. del Jordán y a 11 del Mar Muerto, a 240 m. bajo el nivel del mar; es un oasis en el desierto, cerca de Jerusalén. Se cree que es una de las ciudades más antiguas del mundo.
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
Se dan varias interpretaciones para el nombre de J. Algunos eruditos coinciden en decir que significa †œciudad de la luna†. Es la más antigua ciudad de Israel. Situada en una amplia llanura del valle del Jordán, al pie de la subida donde comienzan los montes de Judá, teniendo del otro lado el sistema montañoso de Moab (Deu 34:1). Está a unos 250 m por debajo del nivel del mar, regada por buenas aguas y con una temperatura cálida agradable, cosas que hicieron muy atractivo el sitio desde tiempos inmemoriales. Se fundó originalmente a un km al NO de donde está la J. moderna.
Los israelitas, al terminar la peregrinación por el desierto, †œacamparon en los campos de Moab, junto al Jordán, frente a J.† (Num 22:1). Los espías enviados por Josué recibieron la protección de †¢Rahab, que vivía sobre la muralla. Siguiendo instrucciones divinas, Josué dirigió al pueblo a dar vueltas a la ciudad. En un momento dado, †œel pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas … y el muro se derrumbó†. Rahab y su familia, sin embargo, fueron librados. La ciudad fue totalmente destruida, y se lanzó una maldición sobre quien intentara reedificarla (Jos 2:1-24; Jos 6:1-27). Es muy discutida la fecha exacta de estos acontecimientos.
J. ha sido destruida y reconstruida muchas veces en el curso de su historia. Después de la conquista quedó en el territorio de la tribu de Benjamín (Jos 18:21). Permaneció con escasa población durante muchos años, aunque hay una referencia a una †œciudad de las palmeras†, que se identifica con J., que fue conquistada por el rey moabita †¢Eglón en tiempos de los Jueces (Jue 3:13). En tiempos de David se refugiaron allí los embajadores que fueron ultrajados por Hanún (2Sa 10:5). En los días de Acab fue levantada de nuevo por †¢Hiel †œa precio† de la vida de dos de sus hijos, cosa que algunos interpretan como sacrificios humanos (1Re 16:34). Elías, antes de ser arrebatado, fue con Eliseo a J. (2Re 2:4). Los cautivos que hizo †¢Peka, rey de Israel, fueron devueltos a Judá llevándolos hasta †œJericó, ciudad de las palmeras† (2Cr 28:15). Allí fue hecho preso el rey †¢Sedequías cuando intentaba huir de los caldeos (2Re 25:5). Trescientos cuarenta y cinco †œhijos de J.† regresaron del exilio (Esd 2:34) y †œvarones de J.† trabajaron en la restauración del muro (Neh 3:2). El Señor Jesús visitó a menudo la ciudad. Allí curó a dos ciegos (Mat 20:29-34), uno de ellos llamado †¢Bartimeo (Mar 10:46) y logró la conversión del publicano †¢Zaqueo (Luc 19:1-10).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
tip, CIUD ARQU
ver, EXODO, PEREGRINACIí“N POR EL DESIERTO, EGIPTO, EXODO, FARAí“N, HICSOS, HETEOS
sit, a2, 413, 422
vet, Importante ciudad del valle del Jordán (Dt. 34:1, 3), en la ribera occidental del río, a unos 8 Km. de la costa septentrional del mar Muerto, y aproximadamente a 27 Km. de Jerusalén. Jericó se halla en la parte inferior de la cuesta que conduce a la montañosa meseta de Judá. La ciudad era conocida como la ciudad de las palmeras (Dt. 34:3; Jue. 3:13); la primera mención en las Escrituras se da en relación al campamento de los israelitas en Sitim (Nm. 22:1; 26:3). La situación de Jericó, ciudad muy fortificada, le daba el dominio del bajo Jordán y de los pasos que llevaban a los montes occidentales; la única manera de que los israelitas pudieran avanzar al interior de Canaán era tomando la ciudad. Josué envió a dos espías para que reconocieran la ciudad (Jos. 2:1-24), el pueblo atravesó milagrosamente el Jordán en seco, y plantaron las tiendas delante de la ciudad. Por orden de Dios, los hombres de guerra fueron dando vueltas a la ciudad, una vez por día, durante seis días consecutivos. En medio de los soldados, los sacerdotes portaban el arca del pacto, precedida por siete sacerdotes tocando las bocinas. El séptimo día dieron siete veces la vuelta a la ciudad; al final de la séptima vuelta, mientras resonaba el toque prolongado de las bocinas, el ejército rompió en un fuerte clamor, las murallas se derrumbaron, y los israelitas penetraron en la ciudad. En cuanto a la fecha, sería alrededor del año 1403 a.C. (cf. EXODO Y PEREGRINACIí“N POR EL DESIERTO). La ciudad había sido proclamada anatema. A excepción de Rahab, que había dado refugio a los espías, y su familia, todos los demás habitantes fueron muertos. El oro, la plata, los objetos preciosos, entraron al tesoro de Jehová. Josué lanzó una maldición contra quien reconstruyera la ciudad (Jos. 5:13-6:26). Fue asignada a Benjamín; se hallaba en los límites de Benjamín y Efraín (Jos. 16:1, 7; 18:12, 21). Eglón, rey de Moab, hizo de ella su residencia en la época en que oprimió a los israelitas (Jue. 3:13). En el reinado de Acab, Hiel de Bet-el fortificó la ciudad; en el curso de esta fortificación perdió, o sacrificó, a sus dos hijos, en cumplimiento de la maldición de Josué (1 R. 16:34). Durante el ministerio de Eliseo había en Jericó una comunidad de profetas (2 R. 2:5). Elías, al ir a ser arrebatado al cielo, atravesó Jericó con Eliseo (2 R. 2:4, 15, 18). En Jericó fueron puestos en libertad los hombres de Judá que habían sido hechos prisioneros por el ejército de Peka, rey de Israel (2 Cr. 28:15). Los caldeos se apoderaron de Sedequías cerca de Jericó (2 R. 25:5 Jer. 39:5 52:8). Después del retorno del exilio, algunos de sus habitantes ayudaron a construir los muros de Jerusalén (Neh. 3:2). Báquides, general sirio, levantó los muros de Jericó en la época de los Macabeos (1 Mac. 9:50). Al comienzo del reinado de Herodes los romanos saquearon Jericó (Ant. 14:15, 3). Después Herodes la embelleció construyendo un palacio y, sobre la colina detrás de la ciudad, levantó una ciudadela que llamó Cipro (Ant. 16:5, 2; 17:13, 1; Guerras 121, 4, 9). La parábola del Buen Samaritano se sitúa sobre el camino de Jerusalén a Jericó (Lc. 10:30). La curación del ciego Bartimeo y de su compañero tuvo lugar en el camino de Jericó (Mt. 20:29; Lc. 18:35); Zaqueo, a quien Jesús llamó para hospedarse en su casa y darle la salvación, moraba en Jericó (Lc. 19:1, 2). Jericó se halla a casi 240 m. por debajo del nivel del mar Mediterráneo, en un clima tropical, donde crecían las balsameras, la alheña, los sicómoros (Cnt. 1:14; Lc. 19:2, 4; Guerras 4:8, 3). Las rosas de Jericó eran consideradas extraordinariamente bellas (Eclo. 24:14). La antigua Jericó se elevaba muy cerca de las abundantes aguas llamadas en la actualidad ‘Ain es-Sultãn; ésta es indudablemente la fuente que Eliseo sanó (2 R. 2:12-22; Guerras 4:8, 3). La Jericó moderna, en árabe «Er-Riha», se halla a 1,5 Km. al sureste de la fuente. Arqueología: Ernst Selin y la sociedad Deutsche Orientgesellschaft (1907-1909) iniciaron allí excavaciones sobre el montículo llamado Tell es-Sultan. Fueron continuadas muy extensamente por John Garstang (1930-1936); en 1952 fueron reanudadas por Kathleen Kenyon y por las escuelas de arqueología de Inglaterra y EE. UU. Fue Garstang quien descubrió la evidencia de los muros caídos, y esta evidencia fue fotografiada por él y por posteriores investigadores. Los muros habían caído de dentro hacia afuera. Sus fundamentos no habían sido minados, sino que debieron ser derrumbados por un potente temblor de tierra. También había evidencia de un violento incendio de la ciudad. La revisión de Miss Kathleen Kenyon de esta identificación en base a la cerámica asociada con la cronología de Egipto no tiene en cuenta la necesaria revisión de la estructura cronológica de la historia de Egipto (Véanse EGIPTO, EXODO, FARAí“N, HICSOS, HETEOS, etc.). En base a la revisión de Velikovsky y Courville, la destrucción de Jericó concuerda perfectamente con todos los detalles físicos de la destrucción y con los restos arqueológicos, y no se puede objetar a la identificación efectuada por Garstang en 1930-1936, ni a la fecha de 1400 a.C. Los restos correspondientes a la conquista correspondían a una doble muralla de ladrillos, con un muro exterior de 2 m. de espesor, un espacio vacío de alrededor de 4,5 m. y un muro interior de 4 m. Estos muros tenían en aquel entonces 9 m. de altura. La ciudad, muy pequeña, estaba entonces tan superpoblada que se habían construido casas en la parte alta de la muralla, por encima del espacio vacío entre las dos murallas (cf. la casa de Rahab, Jos. 2:15). El muro exterior se hundió hacia afuera, y el segundo muro, con sus edificaciones encima, se hundió sobre el espacio vacío. Así, la arqueología nos da, en realidad, una evidencia totalmente armónica con el relato de las Escrituras. Bibliografía: Courville, D. A.: «Is a Fixed Chronology of Egypt back to c. 2000 B.C. Mistaken?», en Creation Research Society Quarterly, vol. 11, n. 4, marzo 1975, págs. 202-210; mismo autor: «The Exodus Problem and its Ramifications» (Challenge Books, Loma Linda, California, 1971); Velikovsky, I.: «Ages in Chaos» (Doubleday, Garden City, N.Y. 1952).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
[023]
Ciudad de la cuenca baja del Jordán, ya cerca del mar muerto. Arqueológica es una de las más antiguas ciudades del planeta. Y sus primeros restos amurallados se remontan tal vez al VIII milenio a de Cristo, lo cual la situaría antes del período neolítico y anterior a la historia bíblica. Los datos la convierten en la ciudad conocida más antigua del mundo. Con toda seguridad los primeros restos de muralla en la llamada ciudad B son del 2000 antes de Cristo.
El lugar privilegiado que ocupa, 250 mts. bajo el Mediterráneo, aseguran un clima tropical (palmeras, dátiles, calor y abundancia de agua). Por eso fue signo de fertilidad y desahogo y se presenta en la Escritura como la primera presa del nuevo pueblo nacido del desierto (Jos. 3.13), arrebatada a los moabitas.
Herodes edificó en ella sus palacios preferidos de descanso y en ella murió. Jesús también la conoció y en ella se localizan varios relatos evangélicos (Luc. 19.1 y Mt. 20.30)
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Ciudad situada a 7 Km. al oeste del Jordán y a 10 Km. al norte del mar Muerto, en un oasis muy fértil. Cae dentro de la depresión geográfica conocida con el nombre de fosa del Jordán y está situada a unos 250 m. bajo el nivel del mar Mediterráneo. Al lado y al sureste de la antigua ciudad cananea, conquistada por Jerusalén, Herodes el Grande construyó una ciudad nueva, que es la Jericó del N. T. En Jericó, Jesús curó a unos ciegos (Mt 20, 29-33; Lc 18, 35-43) y comió en casa de Zaqueo (Lc 19, 1-10).
E. M. N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
Jericó era una ciudad amurallada como a 8 Kms. al oeste del Jordán y 9 Kms. al norte del mar Muerto, y 30 Kms. al noreste de Jerusalén. No estaba muy lejos el lugar donde Israel acampó antes de que cruzaran el Jordán, cerca del monte Nebo, desde donde se podía ver la «ciudad de las Palmeras» (Deuteronomio 32:49;
34:3). Estaba situada en el llano, pero al oeste estaba cerca del pie de las montañas, de tal manera que los espías protegidos por Rahab, pudieron alcanzarlas muy fácilmente. Josefo describe a Jericó como un llano fértil. Parece que la mayoría está de acuerdo en que la antigua ciudad estaba situada como a 2 Kms. al noroeste del Jericó moderno donde hay un montículo de 365 ms. de largo por 15 ms. de alto, el cual sostiene cuatro montículos más pequeños. Estaba en la porción dada a Benjamín y era un lugar donde se juntaban los peregrinos que no querían pasar por Samaria al ir o volver de Jerusalén.
La ciudad romana estaba sobre la base de las montañas occidentales en un plano más alto que la antigua Jericó. En el tiempo de Cristo era un lugar muy importante, que pagaba grandes tributos a la familia real. Ahora es una pequeña y sucia aldea, en donde viven unas cuantas familias en chozas miserables, quizá esto se debe al clima tórrido que hay alrededor del mar Muerto. Todavía se pueden ver ruinas de albañilería romana, especialmente los restos de doce acueductos que anteriormente llevaban el agua de las montañas de Judea y la distribuían sobre el llano de Jericó. Algo de esta albañilería fue reparada en la edad media e hizo posible que pudieran obtener productos tales como trigo, cebada, mijo, higos, uvas y caña de azúcar.
En el sitio de Jericó antiguo hay una gran fuente de donde brota agua cristalina, actualmente hay un estanque bien construido y un hotel donde los visitantes pueden
pasar la noche. No hay muchos visitantes que se hospeden allí, pero miles de peregrinos van de Jerusalén a Jericó y al Jordán cercano, muchos de ellos con el propósito de bañarse en el Jordán. El camino de Jerusalén a Jericó todavía está infestado de ladrones quienes se esconden en las cavernas y aparecen de repente como hacían en el tiempo de Cristo y el buen samaritano.
Israel fue contado aquí, Números 26:3, 63. Dios habló a Moisés, Números 31:1.
La ciudad amurallada gobernada por un rey, Josué 2:5,15. Fueron enviados espías, Josué 2.
Fue tomada por Josué, y maldijo a la persona que la reedificara, Josué 5:13-6:27.
El pecado de Acán, Josué 7.
La forma como fue tomada la ciudad hizo que otros reyes temieran, Josué 10:1-
Pertenecía a Benjamín y a Manasés, Josué 16:1-7; 18:12-21.
Reedificada por Hiel de Bet-el, 1 Reyes 16:34 (a pesar de la maldición de
Josué, Josué 6:26).
Elías y Eliseo y la escuela de profetas, 2 Reyes 2:4-18.
Indignidades a los mensajeros de David, 2 Samuel 10:1-5; 1 Crónicas 19:1-5.
Eliseo purificó las aguas, 2 Reyes 2:19-22.
Aquí aprehendieron a Sedequías, 2 Reyes 25:5; Jeremías 39:5; 52:8. Israel devolvió los cautivos y el botín de Judá por la vía de Jericó, 2 Crónicas 28:1-15 (versículo 15).
La conversión de Zaqueo, Lucas 19:1-27.
Cristo devuelve la vista a Bartimeo y a su compañero, Mateo 20:29-34;
Marcos 10:46-52.
Fuente: Diccionario Geográfico de la Biblia
(posiblemente: Ciudad de la Luna).
Primera ciudad cananea que los israelitas conquistaron al O. del Jordán. (Nú 22:1; Jos 6:1, 24, 25.) A la ciudad antigua se la identifica con Tell es-Sultan (Tel Yeriho), cerca de 22 Km. al ENE. de Jerusalén, mientras que la Jericó del primer siglo se sitúa en el cercano Tulul Abu el-`Alayiq. Jericó tiene un clima subtropical debido a hallarse situada a unos 250 m. por debajo del nivel del mar, en el valle del Jordán. En la actualidad en esa región se cultivan naranjas, plátanos e higos, y, al igual que en tiempos antiguos, aún medran las palmeras.
Las primicias de la conquista de Israel. Después de cuarenta años de vagar por el desierto, los israelitas llegaron a las llanuras de Moab. Desde allí Moisés ascendió al monte Nebo y vio la Tierra Prometida, con Jericó (la †œciudad de las palmeras†) y su llanura en primer término. (Nú 36:13; Dt 32:49; 34:1-3.)
Tras la muerte de Moisés, Josué envió dos espías a Jericó. Rahab los ocultó, de modo que no los descubrieron. Después se escaparon de la ciudad descolgándose por una cuerda a través de la ventana de la casa de Rahab —situada sobre el muro de Jericó—, y se escondieron por tres días en la cercana región montañosa. Luego vadearon el Jordán y volvieron al campamento israelita. (Jos 2:1-23.)
El rey y los habitantes de Jericó debieron sobrecogerse de temor cuando se enteraron o fueron testigos del represamiento milagroso del Jordán, que por entonces bajaba crecido, y de que dicho represamiento había permitido a los israelitas cruzar sobre suelo seco. Más tarde, aunque se circuncidó a los varones israelitas y tuvieron que recuperarse antes de estar en posición de defenderse, nadie se atrevió a atacarlos mientras estuvieron acampados en Guilgal. Los israelitas también observaron la Pascua sin incidentes en la llanura desértica de Jericó. (Jos 5:1-10.)
Más tarde, un príncipe angélico se le apareció a Josué cerca de Jericó y le explicó el procedimiento que tenía que seguir para tomar la ciudad, que †œestaba bien cerrada a causa de los hijos de Israel†. Las fuerzas militares israelitas obedecieron las instrucciones, y durante seis días marcharon una vez al día alrededor de Jericó seguidas por siete sacerdotes que tocaban continuamente los cuernos; detrás iban los sacerdotes que llevaban el Arca y al final, una retaguardia. Sin embargo, el séptimo día marcharon alrededor de la ciudad siete veces. Cuando tocaron los cuernos en su última vuelta alrededor de Jericó, el pueblo lanzó un fuerte grito de guerra y las murallas de la ciudad empezaron a desplomarse. (Jos 5:13–6:20.)
A continuación, los israelitas entraron rápidamente en Jericó y dieron por entero a la destrucción a sus habitantes y a todos sus animales domésticos. No obstante, debido a la bondad que Rahab demostró al esconder a los espías, se la conservó con vida tanto a ella como a los parientes que habían permanecido dentro de la casa, que estaba sobre la parte del muro que no se había desplomado. La ciudad entera fue quemada y solo se llevó al santuario de Jehová el oro y la plata. (Jos 6:20-25.) Sin embargo, un israelita llamado Acán robó una barra de oro, algo de plata y un vestido de buena calidad, y lo escondió debajo de su tienda, lo que le acarreó la muerte a él y a toda su familia. (Jos 7:20-26.)
Referencias históricas posteriores. Las ruinas de Jericó llegaron a ser parte del territorio de Benjamín, que limitaba con Efraín y Manasés. (Jos 16:1, 7; 18:12, 21.) Parece ser que no mucho tiempo después se asentó en ese lugar algún tipo de poblado, que el rey moabita Eglón capturó y retuvo bajo su dominio durante dieciocho años. (Jue 3:12-30.) En tiempos del rey David seguía habiendo un poblado en Jericó (2Sa 10:5; 1Cr 19:5), pero Hiel el betelita no reconstruyó la ciudad hasta el reinado de Acab. La maldición profética que Josué había pronunciado más de quinientos años antes se cumplió. Cuando Hiel colocó el fundamento, perdió a su hijo primogénito, Abiram, y cuando puso las puertas, a su hijo menor, Segub. (Jos 6:26; 1Re 16:34.)
Durante todo este período, algunos de los †œhijos de los profetas† residieron en Jericó. (2Re 2:4, 5.) Después que Jehová se llevó a Elías el profeta en una tempestad de viento, Eliseo permaneció en Jericó durante un tiempo y saneó el suministro de agua de la ciudad. (2Re 2:11-15, 19-22.) Se dice que el agua de `Ain es-Sultan (que según la tradición es la fuente que Eliseo saneó) es dulce y buena, y riega los huertos de la moderna Jericó.
En la época del inicuo rey Acaz de Judá, Jehová permitió que los ejércitos israelitas comandados por el rey Péqah infligieran una derrota humillante a la infiel Judá, pues mataron a 120.000 soldados y se llevaron cautivos a 200.000 de sus habitantes. Sin embargo, Oded, el profeta de Jehová, se encontró con los ejércitos victoriosos y les advirtió que no esclavizaran a los cautivos. Por eso, vistieron y alimentaron a los cautivos, y después los llevaron a Jericó y los liberaron. (2Cr 28:6-15.)
Tras la caída de Jerusalén en 607 a. E.C., el rey Sedequías huyó hacia Jericó, pero los babilonios lo alcanzaron y capturaron en las llanuras desérticas de Jericó. (2Re 25:5; Jer 39:5; 52:8.) Después de la liberación del exilio en Babilonia, hubo 345 †œhijos de Jericó† entre los que volvieron con Zorobabel en 537 a. E.C., y al parecer se establecieron en esa ciudad. (Esd 2:1, 2, 34; Ne 7:36.) Más tarde, algunos de los hombres de esta ciudad ayudaron a reconstruir el muro de Jerusalén. (Ne 3:2.)
Jericó fue uno de los lugares donde Jesús efectuó su ministerio a finales del año 32 y principios de 33 E.C. Cerca de allí curó la vista del ciego Bartimeo y de su compañero. (Mr 10:46; Mt 20:29; Lu 18:35; véase BARTIMEO.) También fue en Jericó donde Jesús se encontró a Zaqueo, y después estuvo en su casa como invitado. (Lu 19:1-7.) Con anterioridad, cuando estaba en Judea, Jesús dio la ilustración del buen samaritano, y en ella mencionó el camino que iba de Jerusalén a Jericó. (Lu 10:30.) La historia antigua corrobora que en ese camino eran frecuentes los asaltos.
¿Han hallado pruebas los arqueólogos de la destrucción de Jericó en tiempo de Josué?
Entre 1929 y 1936, el profesor John Garstang dirigió una expedición inglesa a Tell es-Sultan, donde halló una ciudad que había sido incendiada y cuyos muros habían caído. Identificó a esta ciudad con la Jericó del tiempo de Josué y situó su destrucción en una fecha cercana a 1400 a. E.C. Aunque en la actualidad algunos doctos aún concuerdan con las conclusiones de Garstang, otros interpretan los hallazgos de manera diferente. El arqueólogo G. Ernest Wright escribe: †œLos dos muros que rodeaban la parte más elevada de la ciudad antigua, que Garstang […] creía haber sido destruidos por un terremoto y un incendio en tiempos de Josué, resultaron ser del tercer milenio y representar tan sólo una parte de los catorce muros o lienzos de muro edificados sucesivamente durante aquel período†. (Arqueología bíblica, 1975, pág. 114.) Muchos piensan que queda poco, si acaso algo, de la Jericó de la época de Josué pues las primeras excavaciones eliminaron lo que podía haber quedado del tiempo de su destrucción. El profesor Jack Finegan observa: †œPor lo tanto, ahora ya no queda casi nada en el lugar que permita determinar la fecha en que Josué conquistó Jericó†. (Light From the Ancient Past, 1959, pág. 159.)
Por esta razón, muchos eruditos fechan la caída de Jericó sobre la base de pruebas circunstanciales, y las fechas que sugieren abarcan un período de unos doscientos años. En vista de tal incertidumbre, el profesor Merrill F. Unger expone con acierto: †œLos eruditos tienen que extremar su cautela para no otorgar indebida autoridad a las fechas e interpretaciones de los arqueólogos. Las amplias divergencias que existen entre las autoridades competentes demuestran sin lugar a dudas que las fechas y conclusiones derivadas de los hallazgos arqueológicos suelen depender de factores subjetivos†. (Archaeology and the Old Testament, 1964, pág. 164.)
Por lo tanto, el que las interpretaciones de los arqueólogos no concuerden con la cronología bíblica que señala el año 1473 a. E.C. como la fecha de la destrucción de Jericó no es razón para preocuparse. Las diferentes interpretaciones de Garstang y otros arqueólogos sobre Jericó ilustran la necesidad de ejercer cautela a la hora de aceptar el testimonio arqueológico, aunque parezca confirmar o contradecir el registro bíblico y su cronología.
[Ilustración en la página 62]
Excavación de los muros de la antigua Jericó
Fuente: Diccionario de la Biblia
I. El nombre
El significado original del nombre Jericó es dudoso. Resulta más simple, tomar el heb. yerı̂ḥô como si perteneciera a la misma raíz que yārēaḥ, ‘luna’, y relacionarlo con el primitivo dios-luna Yariḥ o Yeraḥ de los semitas occidentales. Cf. los comentarios de Albright en Archaelogy and the Religion of Israel,
II. Ubicación
La Jericó del AT generalmente se equipara con el montículo actual de Tell es-Sultan, unos 16
III. Historia
a. Antes de Josué
(i) Comienzos. La historia de Jericó es virtualmente un resumen de toda la historia arqueológica de Palestina entre
(ii) Período histórico primitivo. A partir de ca. 3200 a.C. Jericó estuvo nuevamente habitada como aldea con muros y torres de la edad del bronce primitiva, época en la que fueron fundadas localidades que más tarde serían famosas (p. ej. Meguido), contemporáneas de la era de las pirámides de Egipto y la civilización sumeria en Mesopotamia (DUJ, pp. 167–185; AHL, pp. 101–134; W, cap(s). 5; GSJ, pp. 75–88 cuidades I y II). Pero ca. 2300 a.C. Jericó pereció violentamente a manos de recién llegados desprovistos de cultura, que finalmente repoblaron el lugar (edad del bronce media I, según Albright; edad del bronce intermedia primitiva/media, según K. M. Kenyon, cf. DUJ, pp. 186–209; AHL, pp. 135–161). Estos pobladores se fusionaron con los cananeos de la edad del bronce media propiamente dicha (ca. 1900–1600/1550 a.C.). Bíblicamente se trataba del período de Abraham, Isaac, y Jacob; los restos de la Jericó contemporánea ilustran gráficamente sobre la vida diaria de los vecinos cananeos/amorreos de Abraham que vivían en aldeas. Las tumbas se han preservado mejor que los maltrechos edificios de la ciudad. Condiciones atmosféricas peculiares han permitido la conservación de espléndidas piezas de alfarería, mesas de madera de 3 y 4 patas, banquetas y camas, cajas con incrustaciones de huesos para guardar artículos varios, cestería, platos con frutas y trozos de carne, dagas y brazaletes de metal (DUJ, pp. 210–232 [ciudad], 233–255 [tumbas]; AHL, pp. 162–194; GSJ, pp. 91–108). Para la restauración del interior de una casa de Jericó, véase DUJ, cubiertas. Para reconstrucciones de la ciudad amurallada sobre su montículo, véase Illustrated London News, 19 de mayo de 1956, pp. 554–555; cf. AHL, pp. 188,
b. Jericó y el Antiguo Testamento
(i) La invasión de Josué. Después de
(ii) De Josué a Nehemías. Durante siglos no se hizo esfuerzo alguno por reconstruir el montículo de la ciudad de Jericó, por temor a la maldición de Josué (Jos. 6.26), pero todavía se frecuentaba el manantial, como también el oasis, en donde quizás existía un caserío. En la época de los jueces, Eglón rey de Moab ocupó temporariamente el oasis (Jue. 3.13), y los enviados de David se quedaron allí un tiempo, después de haber sido ultrajados por Hanún de Amon (2 S. 10.5; 1 Cr. 19.5); el “blocao” puede haber sido un puesto de guardia en este período (s. X a.C.: Albright y Wright, citados por Tushingham,
c. La Jericó del Nuevo Testameto
En la época del
En los alrededores de la Jericó del NT Cristo curó a unos ciegos, incluido Bartimeo (Mt. 20.29; Mr. 10.46; Lc. 18.35). Zaqueo (Lc. 19.1) no era el único judío rico que tenía su casa en este distingido distrito. La inmortal historia del buen samaritano se desenvuelve en la angosta carretera infestada de bandidos que va de Jerusalén a Jericó (Lc. 10.30–37).
IV. Bibliografía
a. En castellano
°K Kenyon, Arqueología en Tierra Santa, 1960; G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975, pp. 112–115; W. F. Albright, Arqueología de Palestina, 1962, pp. 83–112;
b. Otros
Sir Charles Warren cavó pozos en Jericó alrededor de 1868 con poco resultado. La primera excavación científica que se llevó a cabo allí fue la de Sellin y Watzinger (Jericho, 1913), pero no pudieron fechar correctamente los elementos que encontraron. Aparte de sus errores sobre la “Jericó de Josué” (véase
Detallados informes preliminares de las excavaciones de K. M. Kenyon entre 1952 y 1958 aparecen en PEQ 84, 1952, a 92, 1960; BASOR 127, 1952, pp. 5–16; BA 16, 1953, pp, 45–67, y 17, 1954, pp. 98–104. Para una instructiva (y humorística) relación general véase W = M. Wheeler, The Walls of Jericho, l956 (edición en rústica, 1960). El mejor relato general y detallado es DUJ = K. M. Kenyon, Digging Up Jericho, 1957 (totalmente ilustrado), complementado para los períodos más primitivos por AHL = K. M. Kenyon, Archaeology in the Holy Land, 1960. El primer tomo de la publicación definitiva es K. M. Kenyon y otros, Jericho I, 1960 (sobre tumbas). El fondo general y un resumen pueden leerse en G. L. Harding, The Antiquities of Jordan, 1960, pp. 164–174. Para la Jericó del NT, véase sup. III. c) y un buen trabajo sobre el trasfondo en Mowry, BA 1952, pp. 25–42. Para bibliografía general, cf. E. K. Vogel, Bibliography of Holy Land Sites, 1974, pp. 42–44; para un trabajo panorámico cf. EASHL, 2, pp. 550–575.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico
Tres ciudades con este nombre han ocupado sitios sucesivamente en la misma vecindad.
I. Una ciudad de Canaán tomada y destruida por Josué después del paso del Jordán (Josué 6). El establecimiento de los israelitas en las industrias de la “ciudad de las palmeras” dio nacimiento al Jericó de Benjamín (Jos. 18,21), que fue por algún tiempo dominada por Eglón, rey de Moab (Jueces 3,12), y en la cual los emisarios de David se escondieron cuando habían sido avergonzados por Janún, rey de los amonitas (2 Samuel 10,5). Pero cuando, bajo Ajab, la Jericó cananea había sido restaurada por Jiel de Betel (1 Reyes 16,34), los israelitas se instalaron allí. Fueron visitados por Eliseo, quien purificó las aguas del arrollo (2 Rey. 2,18-22). Trescientos cuarenta y cinco hombres de Jericó, que regresaban del cautiverio repoblaron su ciudad nativa (Esdras 2,34; Nehemías 7,36). Habiendo caído en manos de los sirios, fue fortificada por Báquides, para proteger a Judea en el lado este (1 Mac. 9,50). Esta Jericó estaba situada en Tell-es-Sulthán, cerca de la Fuente de Eliseo (‘Ain-es-Sultàn), que fluye a una distancia de cerca de dos millas al noroeste de ez-Ribá, la moderna Jericó. Excavaciones hechas en ese lugar en 1907-08 trajeron a la luz una muralla que medía algunas 840 yardas de circunferencia, una citadela con doble muralla del período cananeo, moradas israelitas del tiempo de los reyes, y alguna alfarería post-exílica (Mitteil. der deutschen Orient. Gesellschaft zu Berlin, December, 1908, no. 39; «Revue Biblique», 1909, 270-79).
II. La antigua Jericó, cerca del arroyo, había desaparecido completamente cuando Herodes fundó una nueva Jericó hacia el punto donde el arroyo de Kelt y el camino a Jerusalén emergen de las montañas. Protegida por el fuerte de Cyrpos, poseía palacios reales, vastas reservas, un hipódromo y un anfiteatro (Josefo, «Bell. Jud.», I, XXI, 14; XXXIII, 6, 8; «Antiq. Jud.», XVI, V, 2). Herodes murió allí; luego su hijo Arquelao embelleció los palacios y mandó a construir nuevos acueductos para traer agua a los jardines de palmeras (Antiq. Jud., XVII, XIII, 1). Fue en los portones de esta Jericó que Cristo curó a los dos ciegos (Mateo 20,29-34), sólo uno—Bartimeo—según Marcos (10,46) y Lucas (18,35), y fue aquí donde vio al publicano Zaqueo (Lc. 19,1-5). El Khìrbet Qaqûn, el Birket Mûsâ, unos pocos montículos artificiales, son los restos visibles de la segunda Jericó, la cual, antes de ser destruida completamente, sirvió por algunos días como un campamento romano (Bell. Jud., VIII, 2; IX, 13).
III. Una tercera Jericó llegó a existir en los jardines regados por la Fuente de Eliseo, y donde, además de las palmeras, crecía la alheña, bálsamo, mirra (Bell. Jud., IV, VIII, 3), el sicómoro, el plátano, etc. Según el mapa de la Mâdabâ, fue una ciudad importante y sede sufragánea de Cesarea Marítima. Sus obispos conocidos son Januario (325), Macer (381), Eleuterio (415), Juanes (518), Gregorio (536), Basilio (800) (Le Quien, , «Oriens Christianus», III, 646-50). Justiniano estableció aquí una gran caravanera (Procopio, «De Ædif.», V, 9). Durante las Cruzadas, Jericó fue un beneficio adjunto al Santo Sepulcro. La ciudad bizantina fue sucedida por el presente Ribà, que consiste de unas pocas hostelerías para peregrinos y turistas, y algunas quince chozas de juncos habitadas por árabes Ghawarneh. Hay también una iglesia griega (llamada el “Santuario de Zaqueo”) servida por dos monjes ortodoxos, una capilla latina y una mezquita.
Bibliografía: GEYER, Itinera Hierosolymitana (Viena, 1898); CONDER AND KITCHENER, Survey of West Palestine, Mem., III (Londres, 1883); GuéRIN, Samarie, I (París, 1874): ROBINSON, Biblical Researches in Palestine, I (Boston, 1856); RELAND, Palæstina (Utrecht, 1714).
Fuente: Abel, Félix Marie. «Jericho.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/08339a.htm
Taducido por Luz María Hernández Medina
Fuente: Enciclopedia Católica