(-> Purim, Ester, Magníficat). El cambio de suertes (los de abajo arriba, los de arriba abajo…) constituye un fenómeno significativo de la experiencia bíblica, vinculado incluso a la fiesta de Purim de la que habla el libro de Ester (el rey engrandece a los judíos y destruye a los que querían matarles). Ese fenómeno, vinculado a la paradoja de Dios y de la salvación, aparece con frecuencia en el mensaje de Jesús («hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos»: Lc 13,30) y está en el fondo de las bienaventuranzas (Lc 6,20-26: «los hambrientos quedarán saciados»), pero ha sido recogido y elaborado de un modo temático en dos cantos, el de Ana y el de María. El Canto de Ana* celebra el triunfo de los pobres israelitas y la caída de los soberbios cananeos: «Los arcos de los fuertes fueron quebrados, y los débiles se ciñeron de poder. Los saciados se alquilaron por pan, y los hambrientos quedaron saciados. La estéril ha dado a luz siete hijos y la madre de muchos queda baldía» (1 Sm 2,4-5). Por su parte, María*, la madre de Jesús, ha proclamado la inversión de los tiempos mesiánicos: (1) Dispersa a los soberbios, abriendo así un mundo, un camino de vida, para los que no tenían poder o autoridad para actuar y conseguir sus objetivos. (2) Despide vacíos a los ricos y a los hambrientos los sacia de bienes, suscitando para ellos un mundo de abundancia y gozo compartido. (3) Derriba del trono a los poderosos y eleva a los oprimidos, transformando así las instituciones sociales anteriores. El problema de fondo de la inversión es su carácter y sentido. Ella puede ser efecto de una fatalidad, de un destino que cambia ciegamente los puestos y lugares de los hombres, elevando a unos y humillando a otros, sin más norma ni principio que la ciega fortuna, como han dicho una y otra vez los pensadores griegos de aquel tiempo. Pero ella puede ser también una expresión del cambio mesiánico de los tiempos: hasta ahora han dominado sobre el mundo los soberbios, los poderosos y los ricos; de ahora en adelante, desde ahora y para siempre, por obra de Dios, puede empezar un tiempo nuevo, el reino de los pobres, no para que todo siga igual (los de arriba abajo y los de abajo arriba) y todo retorne a lo anterior cuando muden las circunstancias, sino para que todo sea distinto, pues llega el Reino de la salvación definitiva de los pobres (como formula la esperanza del milenio* en Ap 20,1-6).
Cf. X. PIKAZA, La Madre de Jesils, Sígueme, Salamanca í990, 55-143.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra