INTERMEDIOS, SERES

(-> ángeles, dualismo, apocalí­ptica, demonios, espí­ritus). En sentido estricto, dentro de la religión israelita no hay lugar para intermediarios entre Dios y los hombres, como la Biblia ha puesto de relieve, con cierto sentido de satisfacción: «Porque, ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Yahvé, nuestro Dios, en todo cuanto le pedimos?» (Dt 4,7). Los israelitas han hablado con Dios cara a cara (Dt 5,4); por eso no necesitan acudir a la protección de ángeles o dioses como sucede en otros pueblos, a los que el mismo Dios puso bajo la protección de seres sagrados inferiores. Dios mismo se reservó para sí­ el pueblo de Israel (cf. Dt 32,8-9), para poder comunicarse de un modo directo con los israelitas. De todas formas, en un momento dado, los israelitas han acudido también a la ayuda de seres intermedios. En ese sentido podemos recordar que dioses, espí­ritus extraterrestres e incluso «ideas platónicas» tienen rasgos semejantes, pues se sitúan entre el hombre y Dios (o lo desconocido) y ejercen función de intermediarios, en un plano religioso (dioses), filosófico (ideas) o paracientí­fico (extraterrestres), tanto en sentido destructor o negativo como positivo. Parece que los hombres necesitan de ellos, pues se sienten inmersos dentro de un espacio dominado por seres desconocidos, de manera que les cuesta descubrirse co mo responsables de sí­ mismos (autores de su destino) y por otra parte (o precisamente por eso) el Dios trascendente (que es principio de libertad) da la impresión de abandonarles. Entre esos seres intermedios están los ángeles* o mensajeros sagrados que tienen rasgos de dioses y que han sido objeto de veneración muy extendida, pudiendo convertirse en poderes adversos o demonios. Ellos vienen a mostrarse a veces como ideas esenciales o condensaciones de la fuerza de este cosmos que aparece reflejada sobre todo en las estrellas. También podemos verles como extraterrestres, seres de otra condición, testigos de un nivel de evolución y grado intelectual distinto. La Biblia canónica ha sido muy cauta a ese nivel: ha silenciado a los seres intermedios y ha puesto de relieve la posibilidad de unas relaciones directas entre Dios y el hombre. Pero algunos de los temas básicos de la vida humana resultaban muy complejos y parecí­an irresolubles a partir de la figura de un Dios bueno; por eso hubo judí­os que acudieron a los seres intermedios (ángeles, demonios) y los vieron así­ como causantes de los bienes y males del mundo, especialmente entre el siglo V a.C. y el II d.C. Los judí­os «ortodoxos» iniciaron su Escritura y ordenaron su historia a partir de Gn 1-11 (en clave de diálogo del hombre con Dios). Otros, a los que se les llamará «heterodoxos», entre ellos muchos apocalí­pticos*, quisieron resolver los problemas de la vida a partir de la influencia de ángeles y diablos. La lí­nea divisoria entre unos y otros era difí­cil de trazar, pues no habí­a por entonces confesiones cerradas, sino grupos de judí­os que, al enfrentarse a la nuevas crisis (caí­da del imperio babilonio y del reino judí­o, imperio persa y helenismo…) y queriendo mantener (ratificar y recrear) su identidad, repensaron y solucionaron su historia en claves diferentes, poniendo en el centro de la experiencia religiosa el influjo positivo y negativo de unos seres intermedios de tipo espiritual, ángeles* y diablos*. En el Nuevo Testamento, el Apocalipsis aparece lleno de intermediarios o mediadores de Dios: entre ellos citamos a los ángeles (y espí­ritus), a los profetas y en cierto sentido al mismo Cristo (Cordero). Por su parte, el Dragón de Ap 12,1-5 tiene mediadores y ayudantes bien precisos: las dos bes tias y la prostituta con los reyes pervertidos de la tierra.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra