IMPRECACION

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Expresión o fórmula con la que se condena, maldice o anatematiza un hecho, una persona o una comunidad. En principio tení­a cierto carácter religioso de conjuro, maleficio, sortilegio y ritual execratorio. En la mayor parte de los pueblos y en tiempos recientes, no es otra cosa que una maldición y un desahogo.

En moral se suele definir como la manifestación solemne del deseo de una mal para el prójimo. Evidentemente, en cuanto tal, se rige por la moral cristiana de la caridad y de la justicia, teniendo en cuenta que, ni aun en el caso de haber recibido un perjuicio del maldecido, se puede en lenguaje evangélico devolver mal por mal ni desear daño al prójimo.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

DJN
 
SUMARIO: imprecación en el antiguo testamento. Los verbos. Los sustantivos. La imprecación en la versión de los LXX. La imprecación en el cristianismo primitivo. El significado en los escritos paulinos.

Cuando hablamos de una palabra hemos de buscar su significado para que llegue a ser comprendida por nuestra mente y la describamos en el uso de nuestra conversación, de tal manera que nuestros interlocutores capten mediante el acto de la locución lo que quiere significar.

El significado es una necesidad para llegar a la comprensión exacta de la palabra o al menos a su carácter aproximado. Tengamos en cuenta que en este caso el término imprecación, anatema, procede de la lengua griega y de ésta se trasvasa a la lengua latina.

Necesariamente esta locución nos llevará a buscar los sinónimos y antónimos que ella misma tiene en nuestra propia lengua y por ende investigar qué significa en su acepción original. Pero, para nuestro propósito, nos interesa saber qué términos afines son usados por el Antiguo Testamento, es decir, en la Biblia hebrea, cómo tradujo dichos vocablos la Biblia griega, cual es la utilización de esta terminologí­a en los orí­genes cristianos primitivos y sobre todo cual es el significado en los escritos paulinos y en el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Se impone dar la acepción de la palabra en nuestra lengua. La imprecación consiste en la acción de imprecar, es decir, proferir palabras con las que se expresa el vivo deseo de que alguien sufra mal o daño. De ahí­, como ya hemos indicado que sea sinónimo de maldición y al mismo tiempo de condenación e improperio y por ende de anatema.

imprecación en el antiguo testamento
La Biblia hebrea contiene fundamentalmente dos formas de expresar la maldición y la imprecación contra alguien o algo, mediante los verbos y los nombres o sustantivos.

verbos
La Biblia hebrea usa una serie de verbos relacionados entre sí­. Estos son: ‘arar (maldecir). Este verbo expresa no sólo la acción de maldecir (Ex 22, 27; Nm 22, 6), sino la maldición de un individuo (Gn 9, 25) y también expresa la maldición a un animal (Gn 3, 17). El verbo en la forma piel significa también maldecir de manera universal (Gn 12, 3 Sal 62, 5; 109, 28) o maldecir a un hombre (Lv 19, 14) o ser maldecido por el nombre de YHWH (2 Re 2, 8), maldecir a los parientes (Ex 21, 17; Lv 20, 9), maldecir al magistrado (Ex 22, 27), maldecir al rey (2 Sa 16, 10; 1 Re 2, 8). En la forma pual también indica la maldición (Jb 24, 18; Is 65, 20). El verbo significa en la forma hiphil, de una parte «consagrarse a Dios» (Lv 27, 28; Miq 4, 13) y de otra «anatematizar» (Dt 13, 16; Nm 21, 2; Jc 1, 17). El mismo significa permanece en la forma hophal de este mismo verbo. El verbo expresa otra forma de maldecir, pero en el sentido de blasfemar el nombre del Señor (Lv 24, 16). El verbo manifiesta en la forma qal, es decir, la conjugación regular del verbo hebreo el mismo sentido de «maldecir», «llenar de imprecaciones» (Jb 3, 8; Prov 11, 26; 24, 24; Lv 24, 11; Jb 5, 3).

sustantivos
El sustantivo hebreo ‘a/ah significa «imprecación, execración, maldición», con tres sutilezas. La primera de ellas declara la cláusula imprecatoria que se suele añadir contra alguien (Prov 29, 24; Nm 5, 23; Dt 29, 18). La segunda indica mdtoní­micamente «pacto», «promesa», «juramento» (Gn 24, 41; 26, 28; Ez 16, 59). La tercera manifiesta de manera evidente «la injuria, el ultraje» (Is 24, 6; Dt 29, 19; Dn 9, 11). Otro sustantivo expresa la «anatematización», el «voto» (Zc 14, 11). Y metoní­micamente indica dos realidades. Una de ellas es el anatema contra una persona (Lv 27, 28), la otra, lo que se ofrece a Dios perpetuamente (Lv 27, 21; Nm 18, 14). Y también declara a la persona a exterminar o aquello que debe ser destruido por mandato de Dios (Dt 7, 26; 13, 18; Jos 6, 17).

imprecación en la versión de los LXX
El término serí­a la transcripción de la palabra griega que originariamente significaba las ofrendas religiosas que sustraí­das al uso profano se reservaban a los dioses, en cuyos templos se colgaban. Ese es el sentido que tienen algunos pasajes veterotestamentarios, donde aparece el término (Jdt 16, 23; 2 Mc 9, 16).

La palabra anatema es un neologismo griego e indica de una parte, exactamente lo que se ofrece y está reservado a la divinidad (2 Mac 2, 13; Judt 16, 9); de otra parte lo que se abandona a la ira de Dios, esto es, lo destinado a la destrucción o más bien subyace a la maldición. En la última acepción más que en una inscripción imprecatoria de Megara (s. 1-II d. C.), se encuentra sólo en los LXX, donde traduce la palabra hebrea (Lv 27, 28 s; Dt 7, 26; 13, 17; Jos 6, 17; 7, 11; Zc 14, 11).

Los LXX traduce la palabra anathema de la hebrea . Hay otros sustantivos que se alternan con anathema, palabras como (Is 34, ), exolethreuma (1 Re 15, 21), (Miq 7, 2), aforisma (Ez 44, 29).

La palabra hebrea significa un voto hecho a Dios, del que el hombre no puede desligarse, otras veces expresa la condena a muerte, sobre todo por causa de la idolatrí­a, infligida en nombre de Dios a particulares (Ex 22, 19) y más tarde a poblaciones enteras (Dt 13, 13-19), aunque posteriormente fue conmutada la pena por la confiscación de bienes (Esd 10, 8). Por ello, lo que es bandido viene sustraí­do a la esfera profana a las relaciones con los hombres y es consagrado únicamente a la destrucción.

También la Biblia griega contiene una serie de verbos que expresan las connotaciones de los verbos en lengua hebrea. Así­ el verbo significa «maldecir», «imprecar mal sobre». Este verbo traduce a los correspondientes hebreos na, qabab, qalal ‘arar (Gn 5, 29; Nm 22, 6; Dt 23, 4). También el verbo expresa «hablar contra uno», «denigrar», «acusar», «calumniar» (Nm 12, 8; 21, 5; Jb 19, 3). El verbo «maldecir» contiene dos connotaciones en dos pasajes neotestamentarios. El evangelista San Marcos presenta a Pedro realizando un juramento bajo maldición de sí­ mismo, para manifestar que no conocí­a a Jesús (Mc 14, 71). San Lucas refiere la decisión de muchos judí­os que habí­an pronunciado sobre ellos mismos la maldición de Dios (Hech 23, 12. 14). El evangelista San Mateo usa un verbo cuyo significado es «maldecir» o «ponerse bajo maldición» (Mt 26, 74).

imprecación en el cristianismo primitivo
La literatura cristiana de los orí­genes presenta el término «anatema» solamente en cinco pasajes de las cartas de San Pablo (Rm 9, 3; 1 Cor 12, 3; 16, 22; Gál 1, 8. 9). San Pablo se refiere no a una persona concreta, pues el mismo apóstol se autodenomina anatema, del mismo modo que nadie puede decir que Jesús es anatema, y de forma semejante aquel que no quiera al Señor. De otra parte el anuncio del evangelio, no puede ser distinto del predicado por el apóstol en la comunidad, pues si así­ fuera, quien lo anunciara serí­a un «maldito».

El empleo de este término en el primitivo cristianismo corresponde a la influencia que ha ejercido la Biblia griega en los inicios cristianos, en lo que a terminologí­a se refiere. Téngase en cuenta que la Biblia griega fue la Biblia utilizada por los primeros cristianos y también por todas las Iglesias cristianas, al menos hasta el siglo IV d.C. Por tanto, los primeros cristianos usaron los términos de la Biblia hebrea, traducidos por la Biblia griega de los LXX.

significado en los paulinos
El contenido de los escritos paulinos expresan el sentido de estos términos que ya hemos mencionado más arriba, referidos concretamente a los cinco lugares paulinos donde aparece la expresión.

A nuestro parecer el apóstol San Pablo realiza una relectura de la Vieja Alianza, y para ello toma algunos patrones, donde se proclama el señorí­o de YHWH sobre los demás dioses (Dt 7, 26; Jos 6, 17) y aplica a Jesucristo las mismas prerrogativas divinas que al Señor de Israel. Se trata de un pasaje de la primera Carta a los Corintios (1 Cor 16, 22). En este caso San Pablo, se vale del procedimiento gezerah sawah, es decir, el paralelo con otro pasaje veterotestamentario, en este caso el concepto fundamental es aquel de la consigna del juicio divino de aquel que es anathema porque es pecador y no reconoce el señorí­o de Jesús.

Otro pasaje expresado por el apóstol del mismo modo que los LXX, es decir, para designar el objeto de una maldición (1 Cor 12, 3), aunque es muy difí­cil entender la maldición de Jesús, emitida por el apóstol, porque es imposible por contradictorio que el cristiano, animado por el Espí­ritu Santo, pueda maldecir a Jesús, es decir, que él venga orientado por Dios. Es más comprensible pensar que el apóstol está combatiendo una maldición que se relaciona con la tendencia de los gnósticos que se mencionan en la misma Carta.

El apóstol también culmina su ataque tenaz contra aquellos que no quieren reconocer en Cristo la salvación (Rom 9, 3), del mismo modo que el libro del Exodo refiere a aquellos que no reconocí­an la soberaní­a del Señor (Ex 32, 32). El término anathema corresponde al término hebreo ‘arur. En ambos casos se trata de no romper la solidaridad con el pueblo por parte del mediador. La experiencia del Exodo se refiere a Moisés, mientras que en el pasaje de la Carta a los Romanos, Pablo expresa el deseo irrealizable de que recayera en él mismo, una maldición, -anatema-con tal que todos se salven.

En este mismo sentido indicamos también las dos referencias de San Pablo en la Carta a los Gálatas (Gál 1, 8. 9). Los gálatas son las ví­ctimas de una maquinación producida por los adversarios del apóstol. El mismo San Pablo censura la hipótesis de otro evangelio, allí­ donde los gálatas quieren reconocer otro evangelio, San Pablo ve solamente individuos que ponen el desorden y quieren falsear el evangelio de Cristo.

San Pablo pronuncia una maldición contra los que pretendí­an anunciar una buena noticia opuesta a la que San Pablo y los suyos han proclamado y que los mismos gálatas han recibido. De ahí­ que el mismo apóstol evita con cuidado referirse al término evangelio para cualificar el mensaje de aquellos que agitan contra él, porque es un solo evangelio, el de Cristo y él no puede atribuir el nombre de ningún evangelio a ninguna otra predicación. Por eso dice si alguno anuncia un evangelio diverso del que habéis recibido, sea anatema. Este término indica el castigo infligido a una persona que era expulsada del pueblo de Dios, porque no viví­a según la ley de Moisés. San Pablo por el contrario aplica la sanción a aquellos que querí­an jactarse de la ley como fuente de salvación, en detrimento del evangelio.

La Carta a los Gálatas presenta otro término «maldito» (Gál 3, 10). San Pablo cambia hypo Theou cuyo significado es «maldito de Dios» y aparece solamente dos veces en la Biblia de los LXX (Dt 21, 23; Sir 3, 16) en epikataratos «maldito» que es mucho más frecuente (más de cuarenta veces).

San Pablo cambia por dos motivos: evita el participio perfecto que expresa un estado durativo de maldición y el otro motivo es que la elección de tiene una relación verbal más exacto con la maldición de la Ley referida en el pasaje de la carta a los Gálatas. De esta manera, el apóstol manifiesta el hecho que Cristo ha tomado sobre sí­, la maldición de la Ley. —> anatema; maldición; excomunión.

Llamas

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret