HIJO DE JOSE, HIJO DE MARIA

(-> anunciación, concepción por el Espí­ritu, genealogí­a, José, Marí­a, madre de Jesús). El tema de los orí­genes de Jesús ha interesado especialmente a los cristianos de origen judí­o, porque han querido entroncarle con las promesas de Abrahán y de David. También ha interesado a los cristianos helenistas, que han aceptado el origen judí­o de Jesús, pero han querido superar sus vinculaciones genealógicas. Desde ahí­ se entienden algunas formulaciones del Nuevo Testamento.

(1) Hijo de José. La tradición presenta a Jesús como «hijo del carpintero» (Mt 13,55) y como «hijo de José», en textos que evidentemente pueden entenderse en sentido figurado (¡el lector sabe que no es hijo de José!), aunque también pueden tomarse en sentido literal. Los evangelios de la infancia (Mt 1-2 y Lc 1-2) muestran con toda claridad que la paternidad de José ha de tomarse ante todo en sentido adoptivo, aunque ellos, en sí­ mismos, no se opongan a un tipo de paternidad biológica (que puede suponerse, al menos a nivel externo, en Lc 2,33). Más complejo resulta el tema en el evangelio de Juan. Parece inverosí­mil que Jn desconozca la tradición del nacimiento virginal de Jesús. Pero él quiere aplicar un tipo de nacimiento como ése a todos los creyentes, «que no nacen de la carne ni de la sangre, ni de la voluntad de varón, sino de Dios» (Jn 1,13). En ese sentido, a los ojos de Jn, todo verdadero nacimiento humano es virginal y todo hombre es hijo de Dios, naciendo, al mismo tiempo, de la carne-sangre-varón. Eso significa que, a su juicio, esos dos niveles de nacimiento de los hombres no pueden excluirse. Así­ se podrí­a decir de Jesús que nace de Dios, naciendo, al mismo tiempo, en otro plano, de la carnesangre-varón. En esa lí­nea se podrí­a añadir que Jn ha reaccionado en contra de las tradiciones de Mt 1-2 y Lc 1-2: Jesús no es Hijo de Dios por haber nacido de un modo virginal (como pueden nacer todos los hombres, en un plano simbólico), sino por ser el LogosHijo eterno de Dios (unir Jn 1,1 con Jn 1,14). Por eso puede incluir la palabra de Felipe: «Hemos encontrado a aquel de quien hablaron Moisés en la Ley y los profetas: a Jesús, hijo de José de Nazaret», a lo que responde Natanael: «¿de Nazaret puede surgir algo bueno?» (Jn 1,45-46). En ese mismo contexto se sitúa la pregunta de los que escuchan su sermón sobre el pan de vida, en Cafamaún de Galilea: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre, ¿cómo puede ahora decir «he bajado del cielo»?» (Jn 6,42). Estos temas han sido objeto de discusión entre los primeros cristianos y sus compañeros judí­os de Jerusalén, que arguyen: «¿Acaso puede el Cristo venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que ha de ser de la estirpe de David y provenir de Belén, la ciudad de David?» (Jn 7,41-42). Ciertamente, esas afirmaciones pueden entenderse en un sentido irónico: un lector que conozca y acepte como punto de partida las interpretaciones de Lc 1-2 y Mt 1-2 puede suponer que Jn ha permitido que todos (Felipe y los judí­os de Cafarnaún y Jerusalén) se engañen, pues Jesús no es hijo de José, ni nació en Nazaret de Galilea, sino en Belén. Esta ha sido la lectura tradicional de la Iglesia. Pero en perspectiva histórica y teológica, el evangelio de Jn podrí­a leerse de otra forma: en un nivel de carne, Jesús es hijo de José, de Nazaret, como saben sus amigos (Felipe, Natanael) y sus crí­ticos judí­os; pero en un nivel más hondo Jesús es Hijo eterno de Dios.

(2) Hijo de Marí­a. Disputando Jesús en Nazaret con sus paisanos, éstos preguntan: «¿De dónde le vienen a éste tales cosas? ¿Qué tipo de sabidurí­a es esta que se le ha dado? ¿No es éste el carpintero, el hijo de Marí­a y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanos aquí­ entre nosotros?» (Mc 6,2-3). Esta afirmación (es el hijo de Marí­a) resulta sorprendente. En el plano histórico suele decirse que Jesús aparece como Hijo de Marí­a porque José (padre fí­sico o adoptivo) habí­a muerto. Pero esta solución resulta por lo menos extraña en contexto israelita. Por eso es normal que algunos hayan pen sado que en la base de esa denominación metroní­mica (¡el hijo de Marí­a!) se esconde un tipo de origen o nacimiento irregular (virginal, ilegí­timo…). Pero eso son conjeturas. Lo cierto es que para dar nombre a Jesús, Marí­a ha debido de ser una mujer importante en el recuerdo de la comunidad. En ese contexto debemos añadir que Marcos sólo ha podido llamar a Jesús el hijo de Marí­a si ella ha sido conocida dentro de su iglesia. Sea como fuere, Marcos acepta el reproche de los nazarenos, y al definir a Jesús desde Marí­a está ofreciendo una pista cristológica y mariológica muy honda: la relación de Jesús con su madre rompe el esquema genealógico normal de la familia (que solí­a definirse desde el padre) y nos abre al misterio de un origen diferente. En ese mismo contexto ha de entenderse la relación de Jesús y de Marí­a con los otros hermanos, que aparecen más tarde, de un modo velado, como hijos de Marí­a, en el contexto de la muerte de Jesús y de su pascua (Mc 15,40.47; 16,1). Es evidente que Marcos ha dejado abiertos unos caminos de interpretación que siguen pendientes dentro de la Iglesia.

Cf. R. Brown (ed.), Marí­a en el Nuevo Testamento, BEB 49, Sí­gueme, Salamanca 1986; X. Pikaza, Los orí­genes de Jesús, Sí­gueme, Salamanca 1987.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra