HERMANO, HERMANOS

La palabra aparece cientos de veces en el AT, casi siempre como la traducción de ʾāḥ. La palabra del NT es adelphos, que significa salido de la misma matriz.

  1. Uso en el AT. El uso más común es el del hermano de sangre, como en Gn. 4:2. Por extensión natural llegó a indicar la idea de una relación de sangre más amplia. Abraham habló de sí y de Lot como hermanos (Gn. 13:8). Con el surgimiento de la nación de Israel, el término llegó a significar conciudadano, miembro del mismo pueblo (Ex. 2:11). Ocasionalmente, miembro de una misma tribu (Dt. 18:7). También aparece como sinónimo de prójimo o vecino (Lv. 19:17). Aparentemente no se usó para los extranjeros que habitaban la tierra, aunque los israelitas estaban comprometidos a amarlos. En un pasaje (Gn. 29:4) parece haber un uso convencional, similar a nuestro «compañero» en conversación directa que busca mostrar familiaridad hacia el extranjero. No se dice nada respecto a una hermandad natural de todos los hombres, aunque se reconoce que todos vinieron del mismo Creador. El pecado hizo inseguro el lazo de una humanidad común. El fratricidio en la primera familia nos advirtió que se necesitaba un lazo más fuerte, el cual proveyó finalmente el evangelio.
  2. Uso del NT. En parte, este uso es similar al del AT. La palabra indica al miembro de una misma familia (Mr. 1:16); un prójimo (Mt. 7:3); un conciudadano (Ro. 9:3). Pero el uso más significativo se refiere a hombres que son llamados hermanos a causa de su membresía en el grupo cristiano. Pueden ser judíos o gentiles. Los requisitos no son lazos de sangre, o de familiaridad o de nacionalidad, sino solamente espirituales.

Es posible que el término «hermanos» o «hermandad» del antiguo Israel y tal como fue usado por el segmento más piadoso del pueblo, ya contenía las semillas del uso del NT, porque la relación de pacto de la nación escogida hizo que el lazo que unía a los israelitas fuese tanto religioso como natural. En el período interbíblico el término adquiere un significado especial en conexión con los fariseos, quienes se llamaban unos a otros ḥăḇērîm («hermanos») en constraste con la población común de Israel, y en forma particular distinguiéndose del Am Ha-Arets. Ellos estaban entregados a una observación estricta de la ley, con una preocupación sobresaliente por los diezmos y la veneración de los votos. De igual forma, los miembros de la comunidad de Qumrán usaron el término para llamarse unos a otros como ligados por el Nuevo Pacto. Estaban conscientes de ser una comunidad dentro de la entidad mayor del Israel nacional, de tal forma que el término es cuasi-esotérico. Con todo, uno detecta en estos casos un exclusivismo y apartamiento de la vida común de los hombres que el cristianismo pudo evitar a causa de su amplitud de criterio y evangelismo agresivo.

Jesús alabó dos criterios básicos. Si uno está preparado para hacer la voluntad de Dios, el Señor lo reconocerá como hermano (Mr. 3:34–35). Este lazo era más significativo para él que el vínculo natural, tal como el contexto lo demuestra. Una vez más, todos aquellos que reconocen a Jesús como su líder y maestro llegan a ser hermanos por ese reconocimiento (Mt. 23:8). Algunos intérpretes han visto una referencia nacional (sus hermanos los hijos de Israel) en el uso que Jesús hace de la palabra en Mt. 25:40, pero si esto fuera así, es la única vez que Jesús le da este uso. Este pasaje debe diferenciarse de otros en los cuales Jesús usó «hermano» para referirse a la relación que sus oyentes tenían unos con otros (p. ej., Mt. 5:22).

Por el libro de Hechos y las Epístolas es evidentemente claro que «hermanos» era la forma común de designar a los creyentes. Expresaba una relación entre hombres, mientras que «santos» expresa una relación hacia Dios. Frecuentemente, el término se usa solo, pero también leemos: hermanos en el Señor (Fil. 1:14), santos hermanos (1 Ts. 5:27), hermanos amados (Fil. 4:1), hermanos fieles (Col. 1:2), etc. Santiago es afecto a la frase «mis hermanos». La palabra se encuentra también en un discurso directo en el singular, cuando Ananías vino a ver a Saulo de Tarso (Hch. 9:17). Fácilmente se ve en esta palabra una comunicación de simpatía y amor hacia aquel que había estado empeñado en la persecución, sólo para ser repentinamente transformado. Onésimo, el esclavo, debido a que ahora era un hijo de Dios por la fe en Cristo, debía ser recibido como un hermano amado aun por su amo (Flm. 16).

De vez en cuando se acude al hecho de la hermandad como a una fuerza que regula la conducta. Uno puede ser compelido a ir a una corte con un incrédulo, pero hacerlo con un hermano es algo reprensible, sería como negar aquel vínculo de comunión y amor (1 Co. 6:8). Esta relación está tan íntimamente ligada con una más elevada relación con Cristo que pecar contra un hermano es pecar contra Cristo mismo (1 Co. 8:12). El amor es la característica distintiva de la hermandad cristiana (Jn. 13:34–35; 1 P. 2:17). Aparece cinco veces en el NT un término especial para este amor, filadelfia. Denota un afecto hacia los santos, distinto del que se debe a todos los hombres (2 P. 1:7).

Junto con el uso típico de la palabra para los creyentes, uno nota que en el comienzo del movimiento cristiano, los creyentes judíos no se sintieron inhibidos al usar el término para señalar a los judíos que no eran seguidores de Jesús (Hch. 3:17). Cerca del fin de su vida, Pablo todavía continuaba esta práctica (Hch. 28:17). Usó la palabra repetidamente cuando se defendió delante de los judíos (Hch. 22:1, 5; 23:1, 5, 6). Trataba de establecer armonía por cualquier medio legítimo.

Este doble uso de la palabra (para creyentes y para judíos inconversos) encuentra su explicación en Ro. 9:3. Aunque Pablo es cuidadoso al usar su lenguaje aquí, en este caso sus hermanos son sus parientes según la carne. Él está deseoso de enfatizar que las bendiciones que Israel recibió en el pasado de la mano de Dios naturalmente llevaban al don supremo: Cristo. Fue en este momento cuando los judíos creyentes y no creyentes vieron sus caminos separarse. Pero hasta este punto tenían mucho en común. Este pasaje muestra el deseo conmovedor de ver a estos conciudadanos abrazar a Jesús como su Mesías prometido, haciendo posible que pudieran recibirlos como hermanos en el Señor, hermanos en el sentido más elevado.

III. Uso subsecuente. La palabra es común en los padres apostólicos, especialmente en Clemente, Ignacio y la Didaché, siendo usada en el sentido específicamente cristiano. Al terminar el tercer siglo fue haciéndose menos común (A. Harnack, The Expansion of Christianity, II, p, 10), pero reaparece en la Edad Media (hermanos de la vida común), y varios grupos de la iglesia moderna han adoptado la palabra como parte de su nombre.

  1. Los hermanos del Señor. En cuanto a esta materia tan discutida, si eran medio hermanos (hijos de María), o hermanastros (hijos de José de un matrimonio anterior) o primos, véase el articulo de J.B. Mayor en HDB. Es posible que la referencia de Hechos 1:14 incluya hermanas. Véase Arndt, adelphos, 1.

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; H. von Soden en TWNT; C.H. Watkins en HDAC; J.H. Farmer, «Brotherhood», HDCG.

Everett F. Harrison.

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

Arndt Arndt-Gingrich, Greek-English Lexicon

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

HDAC Hastings’ Dictionary of the Apostolic Church

HDCG Hastings’ Dictionary of Christ and the Gospels

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (291). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología