HEREDERO, HERENCIA

Las palabras del AT que se traducen «heredero», «herencia», no llevan necesariamente el sentido especial de sucesión y posesión hereditarias, aunque se encuentran en leyes con respecto a la sucesión de la jefatura de la familia, con el control consiguiente de la propiedad de la familia (Gn. 15:3ss.; Nm. 27:1–11; 36:1–12; Dt. 21:15–17). Las raíces principales son nāḥal (la forma sustantiva, naḥălāh, aparece casi 200 veces) y yāraš. Ambas significan posesión en sentido general a unque la primera significa recibir la parte de uno por sorteo. Ḥēleq, «porción», tiene la misma idea.

En el AT es evidente un desarrollo del pensamiento y la espiritualización del concepto de herencia. Desde el principio la heredad prometida a Abraham y a su descendencia era la tierra de Canaán (Gn. 12:7; 15:18–21; 26:3; 28:13; Ex. 6:8). El hecho que Israel poseyera la tierra se apoyaba solamente en el don de Jehová y, aunque solamente entraron tras arduas luchas, no la poseyeron por esfuerzo propio (Jos. 21:43–45; Sal. 44:13). Aun más, la heredad debía ser dividida por suertes entre las tribus, teniendo tal sorteo la sanción divina (Nm. 26:52–56; 33:54; 34:13; Jos. 14:1–5; 18:4–9). La tierra iba a ser poseída para siempre (Gn. 13:15); sin embargo, el goce y posesión continua estaba condicionado a la fidelidad a Dios (Dt. 4:26ss.; 11:8, 9). Aunque entregada a Israel, la tierra seguía siendo heredad de Jehová, su especial porción de toda la tierra (Ex. 15:17; Lv. 25:23; 1 S. 26:19; 2 S. 21:3; Sal. 79:1; Jer. 2:7).

En forma paralela y desarrollando este concepto de la tierra como heredad de Jehová, está el pensamiento que Israel, a quien él escogió y puso en la tierra, era también su heredad (Dt. 4:20; 7:6; 32:9). De igual forma, Israel y particularmente los fieles de la nación llegaron a considerar a Jehová mismo, y no solamente la tierra, como su heredad (Sal. 16:5; 73:26; Lm. 3:24). Los levitas nunca tuvieron heredad sino a Jehová (Nm. 18:20–26). No obstante, no se perdió el pensamiento primitivo de posesión de la tierra, porque se contemplaba tal posesión en relación con el reino mesiánico (Sal. 37:9; Is. 60:21).

En el NT, «heredero», «herencia» es la traducción de klēronomos, klēronomia, y sus derivados (también se usa en la LXX para nāḥal y yāraš. Una idea tan básica en el Antiguo Pacto como herencia debe tener su contrapartida en el Nuevo Pacto. La Epístola a los Hebreos, en particular, muestra que como Israel recibió su heredad, así, en el Nuevo Pacto, el Nuevo Israel poseerá una mejor herencia. Además, como es de esperar, la herencia es «en Cristo». En Mr. 12:1–11, Cristo dice ser el heredero de Dios. Esto queda confirmado en Heb. 1:2 y está implícito en Ro. 8:17. Aquí, más claramente que nāḥal o yāraš, klēronomos incorpora el pensamiento de posesión hereditaria. Ro. 8:17 muestra que los que están «en Cristo» son coherederos con Cristo de la herencia. Mientras la herencia es suya por derecho, puesto que es el Hijo unigénito, el creyente llega a poseerla solamente por gracia, cuando es adoptado como hijo en Cristo Jesús.

La herencia es el reino de Dios con todas sus bendiciones (Mt. 25:34; 1 Co. 6:9; Gá. 5:21). Aunque en esta vida comienza el goce de la herencia, por cuanto el reino ya está presente, la plena posesión debe ser futura (Ro. 8:17–23; 1 Co. 15:50; Heb. 11:13; 1 P. 1:3, 4).

BIBLIOGRAFÍA

W.H. Bennett, «Heir» y Alex Martin, «Inheritance» en HDB; C.E.B. Cranfield, RTWB.

  1. Colin Craston

LXX Septuagint

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

RTWB Richardson’s Theological Word Book

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (290). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología