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Maquina para decapitar a los condenados a muerte, adoptada en tiempos de la revolución francesa, en 1792. Fue propuesta por el médico Guillotin y de él recibió su nombre, aplicado luego a cualquier cizalla. Se consideró más limpia y menos cruel que el macabro ahorcamiento del reo y la posterior ostentación del cadáver como escarmiento para delincuentes o rebeldes.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa