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Término que alude a la necesaria intercomunicación mundial, dadas las circunstancias sociales actuales y las posibilidades abiertas por las nuevas tecnologías. La palabra «globalización» se ha difundido ampliamente, aludiendo con ella a la superación de las fronteras tradicionales y a la forma más general de relacionarse los hombres en los terrenos económicos, raciales, sociales, ideológicos, incluso religiosos.
La palabra es sinónima de «universalización», «mundialización», «internacionalización». Se opone al concepto tradicional fragmentado de sociedad: hordas, tribus, aldeas, reinos, estados, incluso imperios. La historia se forjó de unidades que, a veces se aliaban y hacían pactos y en ocasiones se enfrentaban para tener más poder y se hacían guerras comerciales, ideológicas, militares.
La globalización se considera como un nuevo estilo de relación mundial: apertura, comprensión, promoción, incluso con una carga mística de solidaridad y humanidad. El término suele atribuirse a una publicación investigadora de Théodore Lewit, aparecida en Junio de 1983 en la revista «Harvard Business Review», titulada «The Globalization of Markets». Sin embargo es jactanciosa tal paternidad del término y de la idea, aunque este profesor la relacionara con la macroeconomía. En 1929 ya Ovidio Decroly publicaba un libro con el título «La función de la globalización y su aplicación a la enseñanza», tomando globalización en el sentido de integración de factores que influyen en un proceso interior. Además las idea de globalización en cuanto interrelación mundial se usaba ya por diversos autores en terrenos artísticos, sociales e incluso religiosos.
En el sentido social, la idea de globalización (internacionalización, intercomunicación) comenzó con la promoción de los medios de comunicación rápida en el siglo XIX: ferrocarril, telégrafo, barco, aviación. Se fue acelerando a lo largo del siglo XX: teléfono, aviación comercial, prensa masiva, conquista especial. Y anuncia resultar portentosamente eficaz en los comienzos del XXI.
Esos medios explosionan los intercambios comerciales y financieros, los intercambios culturales y de investigación, los avances tecnológicos. En los finales del siglo XX se multiplicó el discurso internacional en relación con la idea de la globalización, entendiendo por tal la concepción macroeconómica internacional que hace del mundo un campo abierto a la competencia, al intercambio y al progreso irresistible. En esa concepción, la fuerza de las grandes corporaciones se muestra en la capacidad de gestionar la producción, distribución y consumo de productos a nivel planetario. Todo el mundo se mueve, no sólo en función de sus capacidades adquisitivas, sino de sus ideas, de sus vínculos y de las propias capacidades de adaptación.
El problema de esta visión economicista del la globalización es el lugar que queda reservado para ideas, valores, ideales, incluso creencias religiosas, sino todo se entiende como producción y consumo, como rentabilidad. Elementos como arte, solidaridad, costumbres, trabajo, religión, filosofía, y cuantos valores humanos no sean cuantificables podrían quedar perjudicados en su comprensión y extensión en un esquema expresado en términos de mera rentabilidad macroeconómica.
Y contra este neopaganismo o neopragmatismo, el educador debe disponer la mente del alumno para que descubra que la verdad local y la universal.
Ambas verdades son compatibles. Lo universal no tiene que atrofiar lo particular. La amistad no tiene precio, la belleza no se mide con baremos, la felicidad está por encima de lo que se posee o de lo que se puede en un lugar.
Lo que si es conveniente resaltar en el terreno pedagógico es que en el mundo de hoy, vertiginosamente cambiante y masivamente intercomunicado, las fronteras lingüísticas, raciales y hasta económicas tienden hoy a desdibujarse, haciendo del mundo una «aldea global», término de Marshall Mac Luhan.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
SUMARIO: 1. Un fenómeno del que todos hablan. 1.1. Globalización tecnoeconómica. 1.2. Globalización sociopolítica. 1.3. Globalización cultural. – 2. Actitudes sociales y pastorales ante la globalización. 2.1. En el nivel tecnoeconómico. 2.2. En el nivel sociopolítico: 2.3. En el nivel cultural: – 3.. Mundialización versus globalización.- 4. En el horizonte, los inmigrantes.
1. Un fenómeno del que todos hablan
La palabra «globalización», al parecer, fue inventada por Daniel Yergin hace ya diez años. Pretendía describir un proceso que se manifiesta en un mundo hiperactivo y conectado 24 horas a las redes telemáticas, y que viene delimitado por tres fuerzas: a) movimiento alejado de los gobiernos, que se apoya en los mercados y en la privatización de las empresas públicas; b) desaparición de las fronteras nacionales con el surgimiento de las empresas transnacionales y organismos supranacionales como el Banco Central Europeo; c) la aparición de nuevas tecnologías que propician el mercado de los servicios.
Y, junto a estos aspectos técnicos, existen condicionamientos ideológicos y políticos: la caída del muro de Berlín ha dejado a la economía de mercado sin rivales.
Dicha globalización provoca diversos cambios: a) de aumento de coste, debido a las nuevas tecnologías y nuevos programas de investigación y desarrollo; b) la demanda de productos se unifica aún más; c) replanteamiento de estrategias eficaces de las empresas, en función del mercado; d) crecimiento asimétrico de la economía: algunos países son más ricos; y los pobres, más pobres.
En cualquier caso, la palabra «globalización» está en la boca de todos como una de los fenómenos más característicos de nuestro tiempo. El premio nobel de economía R. M. Solow, llegó a exclamar irónicamente: «Â¡Ah, sí, la globalización! Es una maravillosa excusa para muchas cosas» .
En cualquier caso, la globalización neoliberal supone un pensamiento único, un interés único, un poder único. Por eso, se entiende por globalización un proceso de interconexión financiera, económica, social, política y cultural que se acelera por las nuevas tecnologías de la información, por la victoria política del neocapitalismo y por el cuestionamiento de las grandes ideologías.
Globalización no es lo mismo que internacionalización (relación entre Estados), o que mundialización (los ciudadanos del mundo entero se benefician de bienes y valores compartidos por todos). La globalización hace referencia a determinadas personas y organizaciones (gubernamentales o no), que ostentan gran poder y son capaces de crear dinámicas complejas de relación (integración) y exclusión, según el grado y nivel de globalización que interese en cada momento.
La globalización puede tener, y de hecho tiene, diferentes niveles:
1.1. Globalización tecnoeconómica:
Se entiende por ello nuevas formas de producción, con dos características: a) desmaterialización, es decir, en los productos se paga más el marketing, la imagen, la publicidad, que el contenido, y b) desnacionalización, en cuanto los componentes se producen en diversos lugares del mundo.
Al mismo tiempo se habla de dos tipos de trabajadores: los autoprogramables (los dominan las nuevas técnicas de comunicación), y los genéricos o no especializados (de los cuales se puede prescindir individualmente, pero no en conjunto). Se ha dualizado mucho la clase trabajadora entre ocupados y parados, temporales y fijos, a tiempo completo y parcial, hombres y mujeres, trabajadores nativos e inmigrantes, legales y sumergidos, etc… Con lo que una sindicación para la defensa de los intereses del trabajador resulta prácticamente imposible.
El capital mismo ha cambiado: se habla de viejos ricos, nuevos ricos y fondos de inversión (capital obrero); y todo ello tiende a la concentración empresarial y a la anonimización del capital.
En resumen, se advierte una pérdida de autoridad económica de los estados: liberalización del comercio, y de los movimientos de capital.
1.2. Globalización sociopolítica:
Hoy existen tres grandes bloques políticos: EE.UU., Unión Europea, Japón-Sureste Asiático.
Está desapareciendo el Estado-Nación en favor del Estado-Red. Lo delatan fenómenos como la inmigración masiva, las comunidades virtuales de Internet, y los crecientes ciudadanos del mundo .
Se establecen alianzas a diversos niveles (estatales, regionales, subestatal…) que ponen en peligro las conquistas del Estado del Bienestar .
El fundamentalismo occidental o neoliberalismo (de Fukuyama y otros) ha hecho nacer, como reacción, otros fundamentalismos en los países en vías de desarrollo.
Los sindicatos y partidos políticos están en crisis. Han aparecido los nuevos movimientos sociales: preocupados por problemas concretos, pero de dimensión global (ecología, pacifismo, feminismo, cooperación Tercer Mundo, derechos humanos). Poseen organizaciones internas más democráticas y participativas que las tradicionales; actúan con dinámicas reivindicativas «festivas» (conciertos, ocupaciones, campañas…); actúan saltando los conductos diplomáticos oficiales y acarreando conflictos, a veces, estatales; actúan internacionalmente al margen de los Estados.
Aparecen los excluidos del sistema o «agujeros negros del neocapitalismo»: continentes enteros (como Africa), naciones, regiones, barrios de las grandes ciudades, o grupos sociales.
1.3. Globalización cultural:
Internet y la TV han ampliado el horizonte conceptual y de valores del ciudadano. Ya son posibles relaciones y culturas virtuales, con la confusión entre realidad y ficción.
Se ha implantado la cultura del consumismo global, de la que los niños y jóvenes son protagonistas, con el peligro de la recepción pasiva y meramente consumista.
2. Actitudes sociales y pastorales ante la globalización
2.1. En el nivel tecnoeconómico: Debemos superar las actitudes de rechazo (o fundamentalistas, tanto en el primero como en el tercer mundo), así como actitudes de aceptación incondicional (neoliberalismo). Se propone el discernimiento serio, es decir, valorar riesgos y oportunidades, con estas pistas: -reforzar y democratizar los organismos económicos internacionales; -promover uniones económicas regionales; -regular ecológica y fiscalmente los transportes; -condonar la injusta deuda externa: -introducir la responsabilidad social de las empresas; -fomentar pequeñas y medianas empresas; -crear y alimentar fondos de inversión éticos, discriminando a empresas ilegales; -aprovechar el consumo para ejercer y fomentar la solidaridad.
2.2. En el nivel sociopolítico: -Trabajar por la mundialización (defensa de derechos humanos, lucha contra las redes mafiosas e ilegales, políticas de redistribución de rentas…); -aprovechar la dimensión internacional de partidos y sindicatos para una política del diálogo; -fomentar las instituciones internacionales de defensa de derechos, tribunales, etc. -reforzar los movimientos (viejos y nuevos de solidaridad).
2.3. En el nivel cultural: -Colocar a la persona en el centro de las preocupaciones económicas, políticas y culturales; -aprovechar los nuevos movimientos y ONGs para una mayor conciencia ética; -reforzar los agentes e instituciones socializadores (familias, ONGs, centros educativos, grupos religiosos) para educar en valores, especialmente a niños y jóvenes; -educar como personas y como técnicos al mismo tiempo; -que las religiones sean capaces de dialogar entre ellas.
3. Mundialización versus globalización
Por las pistas señaladas en el apartado anterior, los movimientos solidarios entre pueblos prefieren hablar de mundialización y no de globalización, traducida en cooperación, respeto e igualdad de oportunidades para todos. Porque la globalización no será capaz de sacar de la pobreza a los 4.360 miññones de pobres que actualmente existen en el mundo, y porque una centralización creciente del poder de decisión puede escapar a todo control democrático. No olvidemos que el capital, en el neoliberalismo, se dirige hacia donde hay posibilidad de reproducirse y acumularse.
Pedro Casaldáliga y otros abogan por una «mundialización de la solidaridad y de la esperanza», porque nunca el mundo fue tan desigual y pobre; hemos pasado de los pobres a los empobrecidos, a los excluidos, a los sobrantes. Existe un billón y pico de personas con menos de un dólar por día, cuando bastaría cerca del 1% de la renta mundial para erradicar la pobreza mundial.
J. Ratzinger ha afirmado «que el nuevo orden mundial es egoísta, basado en el egoísmo de los más ricos y no en una filosofía del amor y de la solidaridad».
La mundialización supone, en contra de la globalización, la revolución de la solidaridad y de la comunión entre pueblos. Y debe llegar a lo cultural, económico, político y social. Un programa de este tipo comportaría, al menos, lo siguiente:
1. Garantizar el acceso a un consumo mínimo para todos.
2. Desarrollar y aplicar tecnologías sostenibles para ricos y pobres.
3. Hacer que el sistema fiscal y los precios sirvan para detener el daño ambiental y aumentar el consumo de los pobres.
4. Mejorar la educación y la información de los consumidores del Norte y del Sur.
5. Fortalecer los mecanismos internacionales para controlar los efectos del consumo a escala mundial.
6. Construir redes entre asociaciones y ciudadanos de diversos ámbitos: consumidores, ecologistas, lucha contra la pobreza, género, derechos humanos, etc.
7. Promover los mecanismos que garanticen la libre circulación de información y la participación política de los ciudadanos, dentro y fuera de fronteras nacionales.
4. En el horizonte, los inmigrantes
Unido a este tema, se sitúa el de la inmigración masiva, como fenómeno nuevo que conlleva inevitablemente la globalización.
Pastoralmente, y desde las reflexiones de Cáritas, nos atrevemos a señalar las siguientes pautas:
1) El saldo de la inmigración debe considerarse positivo, tanto para la economía de un país como para una cultura plural; y no constituye una carga económica para el país, sino todo lo contrario. Igualmente son conocidos los efectos dinamizadores que los inmigrantes aportan a sus países de origen, tanto en la economía como en el intercambio cultural y en los planteamientos democráticos.
2) Los inmigrantes deben entrar a formar parte activa de la sociedad. La estabilización progresiva del inmigrante es condición previa y uno de los elementos más favorables para culminar su proceso de integración, e implica disponer de viviendas estables (aunque el trabajo no lo sea), posibilidades de vida en familia, vinculaciones vecinales, participación política, e intercambio cultural y religioso.
3) Los derechos de los inmigrantes son los mismos derechos humanos. Cuando hablamos de integración de los inmigrantes se entiende como una apuesta para la construcción de una sociedad de todos, por todos y para todos en un marco de corresponsabildad que garantice al inmigrante el trato de ciudadano en igualdad de derechos y deberes.
4) En todo proyecto de inmigración ha de caber la posibilidad del retorno para lo que se han de prever ayudas.
5) Es necesario gestionar los flujos inmigratorios y cooperar al desarrollo de los países de procedencia, como medida complementaria de las políticas de inmigración. Significa solidaridad.
6) En cualquier caso, no es aceptable que, por no afrontar los problemas en su raíces, se acepten situaciones de emergencia permanentes, y se abogue por leyes policiales más que de integración.
7) Las comunidades cristianas, en este grave problema, y como un signo nuevo de los tiempos, deben tomar partido decidido, con propuestas y mediaciones concretas, por la atención integral al inmigrante.
BIBL. – J. F. MARíA I. SERRANO, La globalización, Cuadernos Cristianisme i Justicia, Barcelona 2000; CRISTIANISMO Y JUSTICIA, ¿Mundialización o conquista?, Sal Terrae, Santander 1999; F. J. VITORIA, Un orden económico justo, Cristianismo y Justicia, Barcelona 1999; AA.W., Multiculturalismo, Sal Terrae, Santander 1999; T. CATALí; Notas para una teología y una espiritualidad desde el cuarto mundo, Sal Terrae, Santander 1992; A. COMIN OLIVERES, La igualdad, una meta pendiente, Sal Terrae, Santander 1999; CíRITAS DE BURGOS, Pastoral de la Caridad para una nueva evangelización, Burgos 2000; CíRITAS ESPAí‘OLA, Cáritas y la integración de los inmigrantes, Madrid 2000.
Raúl Berzosa Martínez
Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios «MC», Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001
Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización