FRANCISCO DE ASIS, SAN

(1181-1226)
DicEc
 
Era hijo de un rico comerciante de telas de Así­s; fue bautizado con el nombre de Juan, pero luego se le llamó Francesco porque habí­a nacido, mientras su padre estaba en Francia. Tuvo una juventud más bien disoluta, pero tras ser herido en una guerra local, experimentó una conversión religiosa. Oyó una voz de un crucifijo en una iglesia medio en ruinas que le decí­a: «Francisco, ve y repara mi iglesia, que como ves está completamente destruida». Renunció a su herencia y se dedicó a reparar esta y otras iglesias. Vivió durante algunos años una vida de vagabundo y mendigo; luego se le unieron siete compañeros. Solí­an ir predicando el evangelio. Lo que distinguí­a la predicación de Francisco y sus compañeros de la de otros predicadores itinerantes era su ortodoxia doctrinal y su respeto a la autoridad de la Iglesia. El carácter laico del impulso inicial cambió con el tiempo: muchos de sus seguidores se hicieron clérigos; el mismo Francisco se ordenó diácono. Su Regula prima, la regla primitiva, obtuvo cierta aprobación papal en 1210. Mientras Francisco estaba de peregrinación en Tierra Santa su orden creció y necesitó una organización que el mismo Francisco no podí­a darle. Renunció a su papel rector, pero supervisó la redacción de una regla formal, la Regula bullata, aprobada por Honorio III en 1223. Siguió predicando, pero sin ningún cargo oficial en la orden. Cayó gravemente enfermo y murió en 1226, a la edad de cuarenta y cinco años. Fue canonizado en 1228 por Gregorio IX.

El movimiento carismático que se inspiró en Francisco fue una poderosa fuerza de renovación en la Iglesia. Su dedicación a la «hermana pobreza» fue una actitud contracultura] en el momento culminante de la Edad media. Con el tiempo la tradición franciscana vio cada vez con más claridad que no eran sólo las iglesias lasque necesitaban reparación, sino la misma Iglesia. En este aspecto, como en otros, la figura histórica de Francisco y las leyendas que se crearon en torno a él se fundieron y confundieron posteriormente.

Estas leyendas han de ser corregidas por una apreciación de la piedad profundamente cristológica de Francisco y por su eclesiologí­a implí­cita, que era una eclesiologí­a de servicio a la Iglesia en la pobreza, la predicación y la devoción a los sacramentos. Cuando se refiere a la Iglesia en sus escritos, lo hace con amor; sus imágenes son trinitarias, cristológicas y marianas. Está también su devoción a las Escrituras, pero no está claro hasta qué punto él y los primeros frailes tuvieron acceso directo a la Biblia misma.

Su orden, que en el momento de su muerte era todaví­a quizá más un movimiento que una institución, estuvo, tal como Francisco lo previera, estrechamente vinculada a la curia y al papa. Con el tiempo la orden franciscana sufrirí­a tensiones entre los que se aferraban a un ideal ascético más sencillo de pobreza absoluta y el grupo más moderado, representado por san >Buenaventura, que más tarde serí­a su superior general y que comprendió que, si la orden habí­a de servir a la Iglesia, no sólo necesitaba la libertad de movimientos que era caracterí­stica de los frailes, sino también una devoción a los estudios teológicos que sirviera de apoyo a su predicación misionera y evangelizadora. Como los dominicos, los franciscanos prestaron una gran ayuda a los papas combatiendo la herejí­a por medio de la predicación y siendo emisarios de paz entre las ciudades y Estados enemigos. La enormemente variada familia franciscana, compuesta por frailes, congregaciones religiosas y laicos, mantiene vivas en la Iglesia las profundas intuiciones de la espiritualidad franciscana.

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología