La fidelidad de Dios en el AT tiene un énfasis doble. Primero, él es absolutamente confiable, firmemente constante y no dado a arbitrariedades o caprichos. Su fidelidad es grande (Lm. 3:23), extensiva (Sal. 36:5), y duradera (Sal. 100:5). Se usan dos palabras para describir este atributo: ʾĕmet (que generalmente se traduce por «verdad», es decir, lo que es digno de confianza, y «fidelidad») y ʾĕmûnāh (que se traduce comúnmente por «fidelidad»), ambas derivadas de ʾmn que se refiere a una «firmeza», «fijeza». El nombre Roca (Dt. 32:4, 15; Sal. 19:14, etc.) representa esta firmeza.
Segundo, la fidelidad de Dios se revela en la lealtad de su pacto (Dt. 7:9), su amor siempre constante (ḥesed, que se traduce generalmente «misericordia» o «bondad»). La frecuente combinación de ḥesed y ʾĕmet (Gn. 24:27, 49; Ex. 34:6; Sal. 40:11, etc.) indica que ḥesed señala a una preocupación determinada y casi obstinada hacia su pueblo y pacto (cf. Sal. 136).
Los hombres fieles cumplen las responsabilidades en una manera constante (Pr. 13:17); su palabra es confiable (Pr. 14:5). Al descansar en Dios, el hombre justo gana la confianza y firmeza que no tiene en sí mismo (cf. Hab. 2:4, donde la RV60 traduce ʾĕmûnāh por fe).
El NT construye sobre el AT al afirmar que la fidelidad de Dios (pistis, en un sentido pasivo), no puede verse anulada por la infidelidad del hombre. El Dios fiel (pistos) garantiza a sus hijos la entrada a la gloria (1 Co. 1:9; 1 Ts. 5:24), el cumplimiento de sus promesas (2 Co. 1:18; Heb. 10:23; 11:11), el triunfo de los que sufren (1 P. 4:19), el perdón de los pecados confesados (1 Jn. 1:9). La fidelidad divina no está condicionada por normas externas: Dios tiene que ser fiel; él no puede negarse a sí mismo (2 Ti. 2:13).
En el NT, un hombre fiel hace su trabajo diligentemente, como un siervo (Mt. 25:21, 23), mayordomo (Lc. 12:42; 1 Co. 4:2), o testigo (Ap. 2:13). Varios de los acompañantes de los apóstoles fueron fieles en gran manera: Timoteo (1 Co. 4:17), Tíquico (Ef. 6:21; Col. 4:7), Onésimo (Col. 4:9), Silas (1 P. 5:12). Pablo miraba su comisión divina como una prueba de su fidelidad (1 Co. 7:25; 1 Ti. 1:12) y reafirmó su completa lealtad cerca de su muerte (2 Ti. 4:7). La fidelidad en el NT tiene tanto una parte incentiva como dinámica: el ejemplo genuino de Cristo (Heb. 2:17; 3:2; Ap. 1:5; 3:14; 19:11) y el fruto del Espíritu (Gá. 5:22, donde la fuerza pasiva de pistis está de acuerdo con las otras virtudes).
En las Epístolas Pastorales hay cinco declaraciones llamadas fieles porque son completamente dignas de confianza (1 Ti. 1:15; 3:1; 4:9; 2 Ti. 2:11; Tit. 3:8). Compárese las palabras «fieles y verdaderas» de Ap. 21:5; 22:6. Esta combinación recuerda la relación que encontramos en el AT entre fidelidad y verdad. A veces (cf. Ro. 3:7; 15:8; 1 Co. 5:8; 2 Co. 7:14; Ef. 5:9), «verdad» (alēzeia) parece reflejar el antecedente hebreo y podría traducirse «digno de confianza», «confiabilidad».
BIBLIOGRAFÍA
Arndt; C.W. Hodge en ISBE; H.H. Rowley, Faith of Israel, pp. 66, 67; N.H. Snaith, Distinctive Ideas of the OT, pp. 98–106.
David A. Hubbard
RV60 Reina-Valera, Revisión 1960
ISBE International Standard Bible Encyclopaedia
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (265). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología