FELICIDAD, FELICIDADES

Estado placentero del ánimo que se complace en la posesión de un bien; goce completo, cuya duración, por inclinación natural, se desearí­a fuese permanente; satisfacción, contentamiento. Difiere, por lo tanto, del placer en sí­, cuya incidencia está sujeta a la casualidad u obedece a estí­mulos superficiales.
El vocablo hebreo ´é·scher (Sl 40:4) se traduce †œfeliz†, mientras que el verbo afí­n ´a·schár significa †œdeclarar feliz†. (Gé 30:13.) Ambos términos se emplean con relación a personas, por lo general para aludir al resultado de buenas acciones, como actuar con consideración hacia personas desfavorecidas o con temor reverente en relación con Jehová. (Sl 41:1; 112:1.) El término griego correspondiente es ma·ká·ri·os (feliz).
En 1 Timoteo 1:11 algunas versiones traducen ma·ká·ri·os por †œbendito† (BAS, ENP, HAR, NVI, Val). Otro tanto ocurre en 1 Timoteo 6:15 (Mod, NVI, VP). Sin embargo, †œfeliz† es una traducción más exacta del vocablo, pues la lengua griega tiene una palabra especí­fica para †œbendito†, eu·lo·gue·tós. Por eso, otras versiones utilizan en los citados textos †œbienaventurado† (BI, NBE, RH y otras) o †œfeliz† (1Ti 6:15, CP; CI; NM). Esto está en armoní­a con el hecho de que en las †œfelicidades† (conocidas generalmente como †œbienaventuranzas†, y que se hallan en Salmos, Proverbios y particularmente en el Sermón del Monte) se haya traducido la forma plural de ma·ká·ri·os por †œbienaventurados† (BJ, NC, Val y otras), †œdichosos† (CP, NBE, Sd, VP) y †œfelices† (BI, CI, DGH, ENP, LT, NM, RH, TNV).

Jehová y Jesucristo. Jehová es el †œDios feliz†, y a su Hijo Jesucristo se le llama †œel feliz y único Potentado†. (1Ti 1:11; 6:15.) A pesar de que la introducción de la iniquidad representó un desafí­o para el nombre y la soberaní­a de Jehová tanto en el cielo como en la Tierra (véase JEHOVí), El está seguro del cumplimiento de sus propósitos; no se puede hacer nada contrario a lo que su voluntad permite. (Isa 46:10, 11; 55:10, 11.) Su gran paciencia al permitir condiciones que podrí­a cambiar se ha debido a que tiene un propósito o fin definido en mira, y por ello es feliz. Pablo escribe a este respecto: †œDios, aunque tiene la voluntad de demostrar su ira y de dar a conocer su poder, toleró con mucha y gran paciencia vasos de ira hechos a propósito para la destrucción, a fin de dar a conocer las riquezas de su gloria sobre vasos de misericordia, que él preparó de antemano para gloria†. (Ro 9:22-24.)
Por esta razón, el salmista exclama: †œLa gloria de Jehová resultará ser hasta tiempo indefinido. Jehová se regocijará en sus obras†. (Sl 104:31.) El es el primer y mayor Dador, nunca cambia ni deja que su generosidad y su actitud misericordiosa y amorosa se vuelvan en amargura debido a la ingratitud de algunas de sus criaturas. †œToda dádiva buena y todo don perfecto es de arriba, porque desciende del Padre de las luces celestes, y con él no hay la variación del giro de la sombra.† (Snt 1:17.) Su hijo Jesucristo también es feliz debido a que confí­a plenamente en su Padre y hace siempre las cosas que le agradan. (Jn 8:29.) Incluso cuando pasó por pruebas y sufrió, Jesús tuvo contentamiento. (Heb 12:2; compárese con Mt 5:10-12.)

¿Cuál es la base para la felicidad verdadera?
Todas las felicidades prometidas en la Biblia están supeditadas a que exista una buena relación con Dios; todas ellas se realizan sobre la base del amor de Dios y el servicio fiel a El. Si uno se aparta de la obediencia a Jehová, no puede conseguir verdadera felicidad. Su bendición es esencial para ser feliz; es una de sus †˜dádivas buenas†™ y †˜dones perfectos†™.
La felicidad no se deriva de acumular riquezas o poder material. Jesús dijo: †œHay más felicidad en dar que en recibir†. (Hch 20:35.) Al que es considerado con el de condición humilde y disfruta de la felicidad de dar, se le promete: †œJehová mismo lo guardará y lo conservará vivo. Será pronunciado feliz en la tierra†. (Sl 41:1, 2.) Las cosas que contribuyen a la verdadera felicidad son: el conocimiento de Jehová, la sabidurí­a que proviene de El e incluso su corrección y disciplina. (Pr 2:6; 3:13, 18; Sl 94:12.) La persona que es verdaderamente feliz confí­a en Jehová (Pr 16:20), se deleita en su ley y anda en ella (Sl 1:1, 2; 112:1), observa lo justo (Sl 106:3) y teme a Dios (Sl 128:1).

Una nación feliz. Una nación entera o todo un pueblo puede ser feliz si verdaderamente sigue a Jehová como su Dios y obedece sus leyes. (Sl 33:12; 144:15.) Después de la administración justa de David y durante el tiempo en que el rey Salomón siguió la ley de Jehová, la nación de Israel se sentí­a segura y feliz, †œcomo los granos de arena que están junto al mar por su multitud, y comí­an y bebí­an y se regocijaban†. (1Re 4:20, 25; 10:8; 2Cr 9:7.) Esto demuestra la influencia que ejerce un dominio justo sobre una nación. (Compárese con Pr 29:2, 18.) Los judí­os nacionalistas pensaban que por ser descendientes carnales de Abrahán y Jacob, eran la †˜nación feliz cuyo Dios es Jehovᆙ (Sl 33:12), pero Jesús les aclaró lo que en realidad se requerí­a para la felicidad de la nación. Les dijo abiertamente que el reino de Dios les serí­a quitado y serí­a †œdado a una nación que [produjera] sus frutos†. (Mt 21:43.) Años después, el apóstol Pedro aplicó el término †œnación† a los engendrados por espí­ritu en unión con Cristo, diciendo: †œUstedes son †˜una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias†™ de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa†. (1Pe 2:9.)

Consejo de Cristo sobre la felicidad. Jesús empezó con fuerza su Sermón del Monte, enumerando nueve felicidades relacionadas con cualidades que llevan a una persona al favor de Dios, con la perspectiva de heredar el Reino de los cielos. (Mt 5:1-12.) Se ha de tener presente que en estas felicidades lo que le aporta a la persona la bendición de la felicidad no es la situación en la que se halla debido al tiempo y al suceso imprevisto, ni los actos puramente humanitarios que pudiera realizar. La verdadera felicidad se deriva de aquellas cosas que tienen que ver con la espiritualidad, la adoración a Dios y el cumplimiento de sus promesas. Por ejemplo, Jesús dice: †œBienaventurados los pobres de espí­ritu…† (NC), o, traducido de manera más entendible, †œfelices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos†. (Mt 5:3.) Luego sigue diciendo: †œFelices son los que se lamentan, puesto que ellos serán consolados†. (Mt 5:4.) Es obvio que Jesús no se refiere a todas las personas que se lamentan por cualquier razón. Es un lamento por el estado de necesidad espiritual, por su condición pecaminosa y las tristes consecuencias que de ella se derivan, y por el hambre y sed de justicia que padecen. Dios reparará en tales personas y las favorecerá con su bendición de satisfacción espiritual, pues Jesús promete: †œEllos serán saciados†. (Compárese con 2Co 7:10; Isa 61:1-3; Eze 9:4.)
En el libro de Revelación, Jesucristo proclama siete felicidades por medio de un mensajero angélico. (Rev 1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7; 22:14.) En su introducción dice: †œFeliz es el que lee en voz alta, y los que oyen, las palabras de esta profecí­a, y que observan las cosas que se han escrito en ella† (Rev 1:3), y termina con las siguientes palabras: †œFelices son los que lavan sus ropas largas, para que sea suya la autoridad de ir a los árboles de la vida, y para que consigan entrada en la ciudad [la Nueva Jerusalén] por sus puertas†. (Rev 22:14.)

Deleitarse en Jehová. En resumen: queda claro que aquellos que alcanzan la verdadera felicidad son los que constituyen la †œnación santa† de Dios (1Pe 2:9), así­ como todos aquellos que sirven y obedecen a Jehová de corazón en unión con esa nación. El salmista dijo: †œRegocí­jense en Jehová, oh justos, y den gracias a su santa mención conmemorativa†. (Sl 97:12.) Siglos más tarde, Pablo se hizo eco de esas palabras y dijo en una de sus cartas a la congregación cristiana: †œSiempre regocí­jense en el Señor. Una vez más diré: ¡Regocí­jense!†. (Flp 4:4.) En consecuencia, ni las riquezas ni la sabidurí­a, ni tampoco los logros ni el poder personal, conducen a la felicidad verdadera, sino solo el conocimiento de Jehová, cuyo consejo es: †œNo se glorí­e el sabio a causa de su sabidurí­a, y no se glorí­e el poderoso a causa de su poderí­o. No se glorí­e el rico a causa de sus riquezas. Pero el que se glorí­a, glorí­ese a causa de esta misma cosa: de tener perspicacia y de tener conocimiento de mí­, que yo soy Jehová, Aquel que ejerce bondad amorosa, derecho y justicia en la tierra; porque en estas cosas de veras me deleito†. (Jer 9:23, 24.)

Fuente: Diccionario de la Biblia