EXTRA ECCLESIAM NULLA SALUS

Esta fórmula latina expresa un principio teológico con el que se afirma la sacramentalidad salví­fica universal de la Iglesia. Se traduce: «fuera de la Iglesia no hay salvación». El axioma en cuanto tal está ya presente en Orí­genes y en san Cipriano como llamada a la unidad contra todos aquellos que se hacen culpables de cisma, de rebelión o de traición a la Iglesia. Posteriormente esta afirmación adquirió un sentido más incondicionado hasta tener una formulación completa con Fulgencio de Ruspe (468-533), recogida en 1442 por el concilio de Florencia: la santa Iglesia romana » cree firme mente, profesa y J predica que «ninguno de los que viven fuera de la Iglesia católica, no sólo los paganos», sino tampoco los judí­os, los herejes y los cismáticos, pueden participar de la vida eterna…» (DS 1351).

A pesar del carácter perentorio de estas afirmaciones, la Iglesia no ha aceptado nunca una aplicación unilateral y exclusiva del mismo. Más aún, el Magisterio ha considerado desviadas y erróneas algunas afirmaciones, como las de Jansenio, según el cual serí­a semipelagiano afirmar que Cristo murió por todos (cf. DS 2005), o de Ouesnel, para quien fuera de la Iglesia no habrí­a ningún don de gracia (cf. DS 2429). El axioma «fuera de la Iglesia no hay salvación n debe proclamarse, por tánto, en unidad dialéctica con el rechazo de la fórmula «ninguna gracia fuera de la Iglesia». Una declaración más reciente es la que se contiene en la carta del Santo Oficio del 8 de agosto de 1940, dirigida al arzobispo de Boston, con la que se condena la tesis rigorista que excluye de la salvación eterna a todos los no católicos (cf, DS 3866-3873).

Al valorar la condición salví­fica de cuantos no pertenecen a la Iglesia, sobre todo a partir del siglo XIX, el Magisterio y la teologí­a han hecho intervenir cada vez más la excusante de la ignorancia. En la encí­clica Mystici corporis (1943), pí­o XII afirma que no están excluidos de la salvación eterna los que están ordenados al cuerpo mí­stico de Cristo Redentor «por un cierto anhelo y deseo inconsciente’ (inscio quodam desiderio ac voto: DS 3821). Respecto a los que no tienen la posibilidad de conocer o de aceptar la revelación del Evangelio y de entrar en la Iglesia, con referencia -a la Gaudium et spes, 22, Juan Pablo II ha escrito: «Es evidente que hoy, como en el pasado, muchos hombres viven en condiciones socioculturales que no lo permiten, y a menudo han sido educados en otras tradiciones religiosas. Para ellos la salvación de Cristo es accesible en virtud de una gracia que, a pesar de tener una misteriosa relación con la Iglesia, no los introduce formalmente en ella, sino que los ilumina de forma adecuada a su situación interior y ambiental. Esta gracia proviene de Cristo, es fruto de su sacrificio y es comunicada por el Espí­ritu Santo: le permite a cada uno llegar a la salvación con su libre colaboración’ (Redemptoris missio 10).

M. Semeraro

Bibl.: J. Ratzinger,.¿Fuera de la Iglesia no hay salvación? en 1d., El nuevo pueblo de Dios Herder, Barcelona 1972, 375-399. K, Rahner, El cristianismo y las religiones no cristianas, en Escritos de teologia, Y, Taurus, Madrid 1963 135-156; íd» Los cristianos anónimos, en’ Estudios de Teologí­a, VI, Taurus, Madrid 1967 535-544; P. Damboriena, La salvación en las religiones no cristianas, BAC, Madrid 1973; J Dupuis. Jesucristo al encuentro de las religiones, San Pablo, Madrid 1989; F. A. Sullivan, Salvation outside the Church?, Londres 1992.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico