(-> extranjeros, huérfanos, viudas). Una de las leyes más antiguas de la tradición israelita, contenida en el dodecdlogo* de la alianza de Siquem (27,1526), declara maldito a quien defraude en su derecho al forastero, huérfano y viuda (Dt 27,19), es decir, a los que normalmente no pueden gozar de los privilegios y las seguridades que ofrece una alianza entendida como garantía de vida. Excluidos son aquellos que no poseen tierra ni garantía legal, ni padres que los alimenten y eduquen (huérfanos*), ni esposo o familia que los acoja. Pues bien, conforme a la ley de Israel, ellos son privilegiados de Dios, «porque si me gritan yo los escucharé» (cf. Ex 22,20). Por eso hay que invitarles a la fiesta de Dios: «La celebrarás… tú y tus hijos y tus hijas y tus siervos y tus siervas, y el levita que está junto a tus puertas, y el forastero, huérfano y viuda que viva entre los tuyos…» (Dt 16,11). En este contexto, tienen que cesar las separaciones económicas y sociales que dividen al pueblo. Huérfanos y viudas, forasteros y levitas, siervos y siervas, han de participar en la Fiesta de Dios, que es comida común, mesa abierta para todos. Siguiendo en esa línea, el mismo Deuteronomio quiere que los propietarios dejen una parte de su cosecha a los más pobres: «Cuando siegues la mies de tu campo… no recojas la gavilla olvidada; déjasela al forastero, al huérfano y a la viuda y te bendecirá Yahvé tu Dios en todas las tareas de tus manos. Cuando varees tu olivar, no repases sus ramas; dejádselas al forastero, al huérfano y a la viuda… Cuando vendimies tu viña no rebusques los racimos; déjaselos al forastero, al huérfano y a la viuda; recuerda que fuiste esclavo en Egipto…» (Dt 24,19-22). En este contexto se citan los tres frutos principales de la tierra (trigo, olivo y viña). Frente a la codicia posesiva (tenerlo todo, aprovecharse de ello), el texto eleva el derecho de aquellos que sólo tienen voz para clamar a Dios desde su angustia (cf. 24,14-15). En esta experiencia de solidaridad y abundancia compartida, a partir de los dones del campo, se expresa el misterio de Dios y su alianza con los hombres: «Circuncidad el prepucio de vuestros corazones, no endurezcáis más vuestra cerviz. Porque Yahvé, vuestro Dios…, no es parcial ni acepta soborno, hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al forastero para darle pan y vestido. Y amaréis al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto (Dt 10,17-19). Este nuevo pasa je traduce en forma de amor la exigencia de ayudar a los huérfanos-viudasextranjeros. Más que la circuncisión externa (rito cultual) importa la social (amor a los necesitados), que rompe las fronteras sacrales del pueblo.
Cf. Ch. VAN HOUTON, The Alien in the israelite Law, JSOT SuppSer 107, Sheffield 1991; D. L. SMITH, The Religión of the Landless, Meyer-Stone, Bloomington 1989; K. L. SPARKS, Ethnicity and Identity in Ancient Israel. Prolegomena to the Stndy ofEthnic Sentiments and Their Expression in the Hebrew Bible, Eisenbrauns, Winona Lake 1998.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra