EVANGELIZAR

DJN
 
La importancia que hemos dado a los evangelistas deriva de la misión que tení­an que cumplir: . Las actividades del Enviado, del que habí­a de venir, dentro de su pluralidad, alcanzan su culminación en la expresión siguiente pobres son (Mt 11, 5, respuesta de Jesús a los enviados por el Bautista, que se interesaba por su identidad). Jesús es el mensajero de la paz esperada para el tiempo final (cuando tuviese lugar la última intervención de Dios en la historia). La misión de Jesús consistí­a en evangelizar: la palabra trae consigo el Reino, el tiempo último de la alegrí­a escatológica, esperado desde los tiempos de Isaí­as. El Reino se hace presente y operante. La Palabra y el milagro, la predicación de la buena noticia y la resurrección de los muertos son los signos del tiempo mesiánico (Lc 4, 18. 43; 16, 16).

Evangelizar y anunciar-proclamar son sinónimos (= kai eúanngelisámenos tén tou Zeoú, dice Lucas). Todo el ministerio de Jesús se sintetiza en eso. Toda su vida fue anuncio del evangelio. Su nacimiento fue un evangelio (Lc 2, 10). La venida de Jesús a la tierra, su vida y su muerte, fue el gran mensaje de la paz. Su aparición, no solamente su predicación, toda su obra es definida con el recurso al verbo «evangelizar» (= eúanngelí­seszai). Es la paz (Ef 2, 14) y su aparición es la proclamación de la paz. El establece la paz entre Dios y el hombre y entre los hombres entre sí­.

La tarea de evangelizar convierte a quien lo hace en evangelista. Por eso Jesús es primer evangelista. El segundo serí­a el Bautista, que evangelizaba al pueblo (Lc 3, 18). El, en cuanto Elí­as, es evangelista (Lc 1, 17; Mt 11, 4; 17, 2). También el precursor del Mesí­as es evangelista. Su historia es el comienzo del evangelio.

Los discí­pulos, apóstoles y evangelistas constituyen un grupo de mensajeros (Rom 10, 15, ¡cuán hermosos los pies de los anunciadores de buenas noticias!). Esta cita del profeta Isaí­as (52, 7) no es aplicada al Mesí­as, sino a los mensajeros del evangelio. Y, apoyándose en la tradición judí­o-palestinense, según la cual los centinelas, los atalayadores (Is 52, 7), son testigos de la venida de Yahvé, Pablo les convierte en evangelistas. Ya en tiempos de Jesús los apóstoles son llamados y enviados como «evangelizadores y curadores» (Lc 9, 1-6), anunciadores del reino de Dios y realizadores de los signos indicadores del mismo. Estamos hablando de los terceros , en el sentido de evangelizadores.

El primer evangelizador-evangelista que aparece en escena y rompió las fronteras del judaí­smo fue Felipe (Hch 8, 12. 35. 40). Pablo se convierte en evangelista de los paganos (Hch 14, 7, 15. 21; 17, 8; Rom 15, 20). El fue llamado para llevar el evangelio a los paganos (Gal 1, 16). Esta es su gracia (= , Ef 3, 8). Con el verbo define toda su actividad de apóstol (1Cor 1, 17). Evangelizar no es sólo hablar y predicar, sino que implica un anunciar con pleno poder y fuerza. Los signos y milagros acompañan al anuncio del evangelio; son realidades inseparables; la palabra es operante y eficaz. El anuncio del tiempo de la gracia, del reino y señorí­o de Dios, crea un estado salví­fico y de bienestar. Esto es lo que significan las curaciones corporales, la reordenación del hombre según el plan de Dios (Mt 4, 23; 8, 35; Lc 9, 6).

En dos pasajes del N. T. Dios mismo se convierte en anunciador de la Buena Noticia. Es el cuarto evangelista. Dios anuncia la paz por medio de Cristo (Hch 10, 30). La palabra del anuncio de Jesús es la historia de su vida, de su muerte y resurrección. Y esta historia es el mensaje de la paz y de la alegrí­a divinas. Dios ha manifestado su plan salvador a sus siervos, los profetas del Antiguo y del N. T. (Hch 10, 7). Es una buena noticia porque anuncia la venida del Mesí­as, del reino de Dios, una vez que haya sido superado el dominio o reino anticristiano.

También los ángeles se hallan al servicio de la misma causa. Son los que aparecen quinto lugar. El ángel Gabriel anuncia a Zacarí­as el nacimiento del Bautista (Lc 1, 19); un ángel anuncia a los pastores el nacimiento del Salvador (Lc 2, 10). El mensaje, en ambos casos, es un evangelio porque anuncia la irrupción del tiempo ansiado de la salud, la presencia de la salvación mesiánica (G. Friedrich).

Llama la atención la ausencia tanto del nombre como del verbo -evangelista y evangelizar- en el evangelio de Marcos, en el evangelio y cartas de Juan, en la segunda carta de Pedro, en Santiago y en Judas. ¿Razón? Probablemente haya que verla en que el anuncio dramático y dinámico del tiempo de la salvación, tal como se manifiesta utilizando el verbo «evangelizar» (= úanngelí­seszai) no encaja en la escatologí­a «realizada» del evangelio. Por otra parte, el «evangelizar» se halla incluido en el conocido «secreto mesiánico». -> apóstol; ; misión; evangelio.

E Ramos

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret