ESCRIBAS

Saber leer y escribir en la antigüedad era un gran privilegio. El e. era una persona que se especializaba en trabajos relacionados con la escritura de documentos. Los que se dedicaban a este oficio eran empleados como funcionarios especiales para registrar las crónicas, redactar las cartas y comunicaciones de los reyes y personajes de importancia. Un e. bien entrenado debí­a ser capaz de preparar un documento de venta de una propiedad (Jer 32:10-14); una carta de divorcio (Deu 24:1-3); una petición al rey,o cualquier pieza de correspondencia. En Egipto el e. era una personalidad de alto rango. Los reyes de Judá e Israel tení­an sus e. Así­, en tiempos de David †œSeraí­as era e.† (2Sa 8:17). En tiempos de Ezequí­as era †¢Sebna (2Re 18:18). El e. de Josí­as se llamaba †¢Safán (2Re 22:3). El oficio se heredaba de padre a hijo. En 1Cr 2:55 se habla de †œlas familias de los e. que moraban en Jabes†. Esdras es descrito como †œe. diligente en la ley de Moisés† y †œe. versado en los mandamientos de Jehová y en sus estatutos a Israel† (Esd 7:6, Esd 7:11).

Después del exilio y tras cesar los profetas, hubo personas (al comienzo principalmente sacerdotes) que se dedicaban al estudio de la Torá, haciéndose expertos en ella, lo que les dio gran poder y preponderancia en la comunidad judí­a. En la época del Señor Jesús se les llamaba también †œdoctores de la ley† (Luc 5:17), con el tratamiento oficial de rabí­ o rabino. Su función era enseñar las Escrituras y las tradiciones. Por eso el Señor Jesús dijo: †œEn la cátedra de Moisés se sientan los e. y los fariseos. Así­ que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo† (Mat 23:2-3). Junto con los fariseos, los e. trataban siempre de tomar a Cristo en alguna palabra. éste los habí­a denunciado como †œhipócritas† (Mat 23:13-14, Mat 23:15, Mat 23:23, Mat 23:25, Mat 23:27, Mat 23:29). Y dijo que serí­a †œentregado a los principales sacerdotes y a los e., y le condenarán a muerte† (Mat 20:18).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, FUNC

vet, En el AT se aplica esta palabra al funcionario que estaba encargado de la correspondencia de un rey, del ejército, etc., lo que hoy recibe el nombre de secretario (2 S. 8:17; 2 Cr. 14:11; Est. 3:12; Is. 36:3, etc.). Se aplicaba también a los que copiaban y explicaban las Escrituras. Así­, Esdras era «escriba diligente de la ley», «escriba versado en los mandamientos de Jehová», aunque era también sacerdote (Esd. 7:6, 11; Neh. 8:1-13). En el NT se usa este término sólo en el sentido en que se aplica a Esdras, y los escribas son clasificados entre los principales sacerdotes y los ancianos. Se dice de ellos que se sientan en la cátedra de Moisés y que lo que ellos enseñan ha de ser observado; sin embargo, no deben imitarse sus obras (Mt. 7:29; 23:2, 13-33). Se proclaman muchos ayes en contra de ellos. Así­, aquellos hombres, que hubieran debido constituir un ejemplo para los demás, fueron públicamente denunciados porque con sus acciones negaban lo que enseñaban con sus palabras. No constituí­an una secta separada en la época del NT. Un escriba podí­a ser fariseo o saduceo. Cp. Hch. 23:9.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(-> rabinos, judaismo). En el principio de Israel están los profetas y sacerdotes, y con ellos los sabios que han ido fijando la experiencia de la novedad israelita de la vida. Pues bien, cuando ellos fijaron su experiencia y su ideal en libros y los libros tendieron a volverse canónicos, surgieron los escribas o letrados, una especie de casta ilustrada que vino a ser la autoridad central de la federación de sinagogas*.

(1) Judaismo, pueblo de escribas. Allí­ donde la Palabra de Dios se codifica como Ley (en la Biblia y Tradición), los escribas o intérpretes de esa ley se vuelven autoridad y así­ aparecen como «rabinos» (= grandes), pues transmiten y comentan, avalan y expresan la Ley de Dios para el pueblo. Así­ surgió en Israel una clase intelectual de letrados, que conocen Libro y tradiciones, formando escuelas de interpretación sagrada y dirigiendo la vida del resto de los israelitas. Según la tradición, el primero ha sido Esdras, a quien el mismo rey de Persia ha presentado como «sacerdote y escriba experto en la ley del Dios del cielo» (Esd 7,12; cf. Eclo 24,23-41; 39,1-11). Estrictamente hablando, los escribas, cuyas sentencias e interpretaciones empiezan a reunirse en la Misná y el Talmud, están relacionados con los sabios* y se han vuelto institución básica a partir del II d.C. Pero los sabios eran autoridad de la cultura, centrada en la experiencia de encuentro con Dios, mientras los escribas se vuelven autoridad legal, fijada en un texto sagrado, como palabra de Dios. Sabios y escribas (= rabinos) van unidos, pero el judaismo ha destacado a los segundos, que se han hecho su autoridad mayor, tras la caí­da del templo (70 d.C.). De esa forma ha surgido el rabinato. Pero no todos los judí­os concedí­an la misma importancia a los escribas, representantes de la religión del libro y de las normas legales. Algunos, como Jesús y sus primeros seguidores, se elevaron en contra de la autoridad de los escribas, buscando así­ un contacto más inmediato con Dios, una religión que desborda el nivel de la casuí­stica, de la disputa sobre los diversos sentidos de una tradición o de un texto. Por eso, el material de los evangelios sinópticos conserva una lista muy numerosa de disputas de Jesús con los escribas, a los que termina acusando de algún tipo de hipocresí­a (cf. sobre todo Mt 23).

(2) Jesús, escriba instruido en el reino de los cielos. Conforme a la tradición de los sinópticos, Jesús se ha opuesto a las tradiciones de los escribas, relacionados a veces con los sacerdotes y otras con los fariseos, por considerar que ellos han corrido el riesgo de convertir la religión en objeto de discusiones eruditas, algo propio de los especialistas. Aunque es posible que muchos de los textos de condena contra los escribas sean posteriores, es evidente que en el fondo de ellos se refleja la actitud y experiencia de Jesús, que no fue escriba, hombre de libro, sino profeta, hombre de autoridad personal y de encuentro directo con Dios. De esa forma, como otros fundadores religiosos, Jesús ha «liberado» la experiencia de Dios, desligándola del ritual de las interpretaciones escolares, para hacer posible que todos puedan encontrarse de un modo directo con el mismo Dios como Padre (cf. Mt 11,25-27) y de un modo inmediato con el prójimo en cuanto necesitado (cf. Lc 11,25-37). A pesar de ello, su crí­tica contra los escribas (que culmina en las grandes diatribas de Mt 23 par), no puede tomarse de un modo absoluto. Ciertamente, él no puede admitir en su discipulado a un escriba que busca seguridad (cf. Mt 8,18), pero puede decirle a un escriba que no está lejos del Reino (cf. Mc 12,34). Siguiendo en esa lí­nea, el evangelio de Mateo añade que «todo escriba instruido en el reino de los cielos es como un dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas» (Mt 13,52). Más aún, el mismo Jesús pascual de ese evangelio añade que enviará «profetas, sabios y escribas» (Mt 23,34), indicando así­ de alguna forma los primeros ministerios de una iglesia donde, al lado de los profetas y sabios (más vinculados a la experiencia personal) están los escribas, capaces de entender en sentido cristiano las Escrituras. Esto significa que en la Iglesia de Mateo han surgido escribas instruidos en el Reino. No son especialistas, de un libro cerrado, en la lí­nea del judaismo nacional, ni investigadores teóricos, sino personas que, tenien do una experiencia personal de Jesús, saben situarla a la luz de las cosas viejas, es decir, de la tradición israelita.

(3) Pedro, escriba de una Iglesia sin escribas. El buen escriba de la Iglesia de Mateo (cf. Mt 13,52), equivalente a Esdras, que era escriba de la ley del Dios del cielo (Esd 7,12), ha sido Pedro (como supone Mt 16,16-18): hombre capaz de abrir y cerrar, de interpretar las Escrituras. Pero hay una diferencia. En la lí­nea de Esdras, los escribas siguen discutiendo sobre interpretaciones concretas de la ley, dentro de la misma ley, en proceso hermenéutico sin fin. Por el contrario, el buen escriba cristiano, como Pedro, interpreta la ley para libertar del yugo de la ley a los cristianos. Ciertamente, se ha podido decir que el evangelio de Mateo es obra de una escuela de escribas, hombres y/o mujeres que han sabido leer y actualizar la Biblia israelita desde la nueva experiencia de Jesús, anticipando la autoridad de futuros teólogos dentro de la Iglesia; pero ellos no han querido crear ni han creado una casta de letrados: no ha entendido la Iglesia a partir de un libro, sino desde Jesús y al servicio de los necesitados. Por eso, en el lugar culminante del evangelio de Mateo se dice «no llaméis a nadie maestro, ni dirigente, ni padre…» porque sólo Dios es Padre, sólo Cristo es verdadero dirigente y todos vosotros sois hermanos (cf. Mt 23,8-12). Mateo y Pedro han sido escribas que han liberado a la Iglesia de Jesús de la posible esclavitud de los escribas, para situarla sobre la roca firme de la libertad y del amor a los necesitados (Mt 25,31-46). Pero después, reinterpretando el evangelio de Mt en lí­nea rabí­nica, han surgido también en la Iglesia cristiana muchos escribas como los que Mt 23 habí­a criticado.

Cf. D. C. ALIISON, The New Aloses: A Matthean Typology, Fortress, Mineápolis 1993; W. ROTHFUCHS, Die Erfüüungszitate des Matthausevangeliums, BWANT, Stuttgart 1969; K. STENDHAL, The School of St. Matthew, ASNU 20, Gleerup, Lund 1968; J. L. SEGUNDO, El caso Mateo. Los comienzos de una ética judeocristiana, Sal Terrae, Santander 1994.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Una clase de eruditos profesionales entendidos en la ley. En el NT se les llama generalmente grammateis, «conocedores de las Escrituras» (Mt. 2:4; Mr. 1:22, etc.), mientras que la palabra hebrea correspondiente es sōp̄әrîm.

Otras designaciones del NT son nomikoi, «expertos legales» (Lc. 7:30; 14:3, etc.) y nomodidaskaloi «maestros de la ley» (Lc. 5:17; Hch. 5:34).

Dado que la ley tiene que ver en gran parte con el culto, los escribas más antiguos eran también sacerdotes (p. ej., Esdras). No obstante, en el tiempo intertestamentario, la creciente importancia de la ley y la sinagoga produjo una clase separada de eruditos bíblicos laicos. Su función no sólo era la de la elaboración de la ley, esto es, hacer explícito lo que estaba implícito, pero también la enseñanza de sus requerimientos para la gente y la transmisión de decisiones legales. En tiempos posteriores, los escribas tuvieron la responsabilidad adicional de la preservación cuidadosa del texto sagrado.

Al enfrentarse con la amenaza del helenismo, los escribas vinieron a ser los celosos defensores de la ley y ganaron popularidad e influencia entre el pueblo. La estima en la que eran tenidos se refleja en la palabra rabbi, «mi señor», con la cual se les llamaba.

Mt. 23 registra la poderosa denuncia que nuestro Señor hizo de la hipocresía, orgullo y dureza espiritual de ellos.

BIBLIOGRAFÍA

  1. Moore, Judaism, I, pp. 37–47; E. Schuerer, Geschitchte des Juedischen Volkes, 4th ed., II, pp. 372–389.

Walter W. Wessel

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (223). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

(heb. sôferı̂m; gr. grammateis, nomikoi (abogados), y nomodidaskaloi (maestros de la ley). Los escribas eran expertos en el estudio de la ley de Moisés (Torá). Al principio esta ocupación pertenecía a los sacerdotes. Esdras era sacerdote y escriba (Neh. 8.9); estas ocupaciones no eran necesariamente independientes una de otra. La principal actividad del escriba era el estudio que nada debía distraer (Ecl. 38.24). La aparición de los escribas puede fecharse después del exilio babilónico. 1 Cr. 2.55 posiblemente sugiere que los escribas se agrupaban en familias y gremios. Probablemente no formaban un partido político definido en la época de Ben-Sirá (comienzos del ss. II a.C.), sino que se convirtieron en partido como consecuencia de las medidas represivas de Antíoco Epífanes. Hubo escribas en Roma a fines del período imperial, y en la Babilonia de los ss. V y VI d.C. Hasta el año 70 d.C. no hay datos detallados sobre escribas individuales. Fueron de influencia principalmente en Judea hasta el año 70 d.C., pero también se los encontraba en Galilea (Lc. 5.17), y en la dispersión.

Los escribas fueron los que iniciaron el servicio de la sinagoga. Algunos fueron miembros del Sanedrín (Mt. 16.21; 26.3). Después del año 70 d.C. la importancia de los escribas aumentó. Preservaron en forma escrita la ley oral, y transmitieron fielmente las Escrituras hebreas. Esperaban de sus pupilos una reverencia mayor que la que se debía a los padres (Aboth 4.12).

La función de los escribas era triple.

1. Preservaban la ley. Fueron los estudiosos profesionales de la ley, como también sus defensores, especialmente en el período helenístico, cuando el sacerdocio se había vuelto corrupto. Trasmitían decisiones legales no escritas que habían aparecido como resultado de sus esfuerzos por aplicar la ley mosaica a la vida diaria. Insistían en que esta ley oral era más importante que la escrita (Mr. 7.5ss). Merced a sus esfuerzos la religión corría el riesgo de transformarse en formalismo frío y duro.

2. Reunían alrededor de sí muchos alumnos y los instruían en la ley. Se esperaba que los alumnos retuviesen lo que se les había enseñado, y que lo transmitirían sin variaciones. Exponían en el templo (Lc. 2.46; Jn. 18.20). Su enseñanza debía ser gratuita (así el rabí Sadoc, Hillel, y otros), pero probablemente recibían paga (Mt. 10.10; 1 Co. 9.3–18, para los argumentos de Pablo sobre sus derechos), e, incluso, se aprovechaban de su honorable posición (Mr. 12.40; Lc. 20.47).

3. Se los mencionaba como “abogados” y “maestros (o intérpretes) de la ley”, debido a que tenían a su cargo la administración de la ley como jueces en el sanedrín (cf. Mt. 22.35; Mr. 14.43, 53; Lc. 22.66; Hch. 4.5; Jos., Ant. 18.16s). “Abogado” y “escriba” son sinónimos, por lo cual nunca se une ambos términos en el NT. Por sus servicios en el sanedrín no recibían paga. Por lo tanto, estaban obligados de ganarse la vida por otros medios si no poseían riquezas.

Los libros apócrifos del AT y los seudoepigráficos nos ilustran sobre el origen del partido de los escribas. Los libros de Esdras, Nehemías, Daniel, Crónicas, y Ester también indican algo de los comienzos del movimiento, mientras que Josefo y el NT hablan de este grupo en un estado más avanzado de formación. No hay mención de los escribas en el cuarto evangelio. Pertenecían principalmente al partido de los fariseos, pero como cuerpo eran distintos de ellos. En cuanto a la resurrección hicieron causa común con Pablo en contra de los saduceos (Hch. 23.9). Se opusieron a Cristo porque enseñaba con autoridad (Mt. 7:28–29), y el Señor condenó el formalismo externo que estimulaban. Persiguieron a Pedro y a Juan (Hch. 4.5), y tuvieron que ver con el martirio de Esteban (Hch. 6.12). Sin embargo, aunque la mayor parte se opuso a Cristo (Mt. 21.15), algunos creyeron (Mt. 8.19).

Bibliografía. °J. Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús, 1977; °E. Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, 1985, 2 t(t).; R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985; A. C. Bouquet, La vida cotidiana en tiempos de Cristo, 1962; C. Guignebert, El mundo judío hacia los tiempos de Jesús, 1959.

G. F. Moore, Judaism, 1, 1927, pp. 37–47; G. H. Box en EBr, eds. 1948; J. D. Prince en EBi; D. Eaton en HDB; E. Schürer, HJP, 2, 1978; W. Robertson Smith, The Old Testament in the Jewish Church, 1892, pp. 42–72 (con bibliografía en pp. 42); A. Finkel, The Pharisees and the Teacher of Nazareth², 1974; J. W. Bowker, Jesús and the Pharisees, 1973; N. Hillyer, NIDNTT 3, pp. 477–482; J. Jeremias, TDNT 1, pp. 740–742; id., Jerusalem in the Time of Jesus, 1969, cap(s). 10; EJ (s.v. “Scribes”).

C.L.F.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(En hebreo SPRYM; en griego, grammateis, nomodidaschaloi, maestros de la ley).

En la época del Nuevo Testamento los escribas eran los intérpretes profesionales de la Ley en las sinagogas judías. El origen de la profesión se remonta al regreso del Cautiverio, y su posterior crecimiento e importancia resultaron naturalmente de la tendencia formal y legalista de la piedad judía durante el período posterior al exilio. La Ley fue reverenciada como la expresión precisa de la voluntad de Dios, y por sus múltiples prescripciones la vida cotidiana de cada judío piadoso estaba regulada en todos sus más insignificantes detalles. El amor a la Ley era la esencia de la piedad, y los justos o rectos eran ellos los que “caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor» (Lc. 1,6). Pero como estos mandamientos y preceptos eran extremadamente numerosos, complicados y a menudo oscuros, la necesidad de orientación popular llamó a la existencia una clase especial de hombres cuya ocupación era estudiar y exponer la Ley.

La primera mención del título aparece en Esdras 7,6, donde se describe a Esdras como un «escriba versado en la Ley de Moisés». El significado de esto se establece en el versículo 10: «Porque Esdras había aplicado su corazón a escrutar la Ley de Yahveh, a ponerla en práctica y a enseñar en Israel los preceptos y las normas.” Esta descripción, sin duda, se aplica a los escribas posteriores de esa época. Eran hombres piadosos, que a través del amor a la Ley Divina se ocuparon en la recopilación, edición y estudio de la literatura sagrada de los hebreos y a explicarla al pueblo. Los primeros escribas, como Esdras mismo, pertenecían a la clase de los sacerdotes y levitas (Esd. 7,12; Neh. 8,7.13, 2 Cró. 34,13), que originalmente eran los intérpretes oficiales de la Ley, pero a diferencia de otros deberes sacerdotales, el estudio y la exposición de la Sagrada Escritura podían ser realizados por laicos piadosos, y así poco a poco la profesión de escriba se diferenció del sacerdocio, mientras que el segundo se mantuvo principalmente ocupado con las cada vez más numerosas funciones rituales y de los sacrificios.

Cuando, bajo Antíoco Epífanes, el helenismo amenazó con derrocar a la religión judía, los escribas se unieron al partido de los celosos asideos (1 Mac. 7,12.13 ), que estaban dispuestos a morir por su fe (ver relato del martirio del escriba Eleazar, 2 Mac. 6,18-31), mientras que no pocos miembros de la aristocracia del sacerdocio favorecían las tendencias helenísticas. Esto dio lugar a una cierta oposición entre las dos clases: los escribas, a través de su devoción a la Ley, adquirieron una gran influencia con la gente, mientras que el sacerdocio perdió mucho de su prestigio. Como consecuencia natural, la clase de los escribas se volvió estrecha, arrogante y excluyente. Bajo el gobierno asmoneo se convirtieron en los líderes del nuevo partido de los fariseos, y es con estos últimos que los encontramos asociados en los registros del Nuevo Testamento. Nunca ejercieron ningún poder político, pero fueron admitidos al Sanedrín a la par con los sumos sacerdotes y los ancianos y así disfrutaron del reconocimiento oficial. Con el creciente formalismo, que su influencia, sin duda, les ayudó a desarrollar, el carácter de los escribas y sus actividades sufrieron un cambio marcado. Descuidaron los aspectos más profundos y espirituales de la Ley, y de ser hombres de letras sagradas se convirtieron principalmente en juristas que dedicaban la mayor parte de su atención a meras sutilezas y casuística rara. Junto con los fariseos, se les representa en los Evangelios como muy ambiciosos de honor (Mt. 23,2-7; Mc. 12,38-40; Lc. 11,43.45.46; 20,46), y como invalidando los preceptos de más peso de la Ley por sus perversas interpretaciones, por medio de las cuales habían establecido poco a poco una carga más pesada sobre las personas. Cristo también les reprendió a causa de la excesiva importancia que le atribuían a las «tradiciones de los ancianos».

Sus enseñanzas sobre este punto eran que Moisés mismo le había entregado a Israel una Ley tanto oral como escrita. Esta ley oral, de acuerdo con su teoría, había sido transmitida de una forma auténtica a través de los profetas a Esdras, el primer y más grande de los escribas, y descansaba prácticamente sobre la misma autoridad divina que la Palabra escrita. A través de esta concepción de la ley oral a la que se referían todas sus costumbres e interpretaciones tradicionales, por recientes que fuesen, los escribas fueron llevados a muchas desviaciones del espíritu de la Ley escrita (Mc. 7,13), e incluso con respecto a estas últimas, su enseñanza se caracterizó por una exactitud literal servil. La cada vez más acumulativa masa de tradiciones jurídicas y decisiones judiciales fue designada con el nombre halajáh (el camino). Junto con los preceptos escritos constituían la perfecta regla de conducta que debía seguir cada judío. Pero mientras los escribas dedicaron su atención principal a la Ley, tanto escrita como oral, también elaboraron de modo fantástico y arbitrario enseñanzas de carácter edificante a partir del contenido histórico y didáctico del Antiguo Testamento. Estas enseñanzas homiléticas fueron llamadas hagadá, y constaban de advertencias doctrinales y prácticas mezcladas con parábolas ilustrativas y leyendas.

Bibliografía: GIGOT, Outlines of New Testament History (Nueva York, 1902), 81 sq.

Fuente: Driscoll, James F. «Scribes.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912. 14 Jan. 2012
http://www.newadvent.org/cathen/13634a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica