Estos términos se derivan del griego episcopos, que significa «obispo». Estas palabras se refieren a aquel sistema de gobierno eclesiástico donde el oficio principal es el del obispo. En tiempos recientes ha aparecido el metodismo episcopal con obispos como sus principales oficiales, pero sin ninguna conexión con el ministerio «histórico», por ejemplo, con aquel ministerio que se remonta a tiempos antiquísimos en una línea directa de ordenación de obispo a obispo. Ellos no derivan del episcopado en un sentido tradicional.
La antigüedad del episcopado es una materia en disputa. Algunos afirman que era la forma primitiva del gobierno de la iglesia, y que puede discernirse en el NT. La evidencia para esto, sin embargo, no es convincente. De hecho, hizo su aparición en el siglo II y con el tiempo prácticamente llegó a ser universal.
La característica del episcopado es la presencia de un obispo (aunque él puede tener ayudantes que son llamados sufraganos o coadjutores) en cada diócesis. Él es el que desempeña el oficio supremo, pero se espera que no gobierne sin tomar en cuenta las funciones especiales de los demás. No es un déspota. El obispo es el encargado de la ordenación. El celebra todas las ordenaciones aunque los presbíteros también se unen a él en la ordenación del presbiterado. La labor actual de un obispo ha variado considerablemente a través de la historia. En un tiempo era muy semejante al ministerio parroquial, luego encontramos el ministerio evangelístico o misionero, el consejero real, el noble feudal, el político, el administrador en los tiempos modernos y otros. Pero su labor esencial es la del pastor de su rebaño. Él es el supervisor de su diócesis. Es un «padre en Dios» para su pueblo. Realiza los ritos tales como la confirmación y la ordenación. Es en esto y no en cualquier otra cosa en lo que consiste la esencia del episcopado.
Leon Morris
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (211). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología