ENEMIGO, AMAR AL

(Lc 6,27-36) (-> amor, juicio, perdón, economí­a). La revelación y mandato del amor al enemigo constituye el centro del Evangelio, como lo han puesto de relieve tanto Mt 5,43-48 como Lc 6,27-36 (cf. Rom 13,8-10: deseo*). Esos testimonios suponen que la ley que rige la sociedad no es la del amor: estamos en un mundo domina do por la enemistad y el odio, la maldición y la calumnia, un mundo de violencia donde cada uno parece que se quiere imponer sobre los otros en el plano de la opresión fí­sica (herir en la mejilla) o económica (quitar la capa, robar), utilizando la ley para ello. Pues bien, sobre ese mundo ha revelado el Mesí­as cristiano su palabra.

(1) Texto básico. «Pero a vosotros los que oí­s, os digo. [Principio]: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, no le niegues ni la túnica. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. [Razonamiento] Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así­ también haced vosotros con ellos. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto. [Conclusión] Amad, pues, a vuestros enemigos, haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altí­simo, porque él es benigno para con los ingratos y malos» (Lc 2,27-36). El principio ofrece cuatro ejemplos de inversión o ruptura del esquema de ley o comercio que domina sobre el mundo: amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos odian, bendecir a los que maldicen, orar a favor de los que calumnian. Pero el razonamiento y la conclusión omiten los dos últimos casos (bendecir y orar), poniendo en su lugar un ejemplo de tipo comercial: prestar sin exigir devolución.

(2) Los niveles del amor al enemigo. Mirado en su conjunto, el tema del amor al enemigo se puede condensar en tres planos, (a) Hay un nivel básico, que se expresa en forma de generosidad activa en relación con los «enemigos», superando así­ los esquemas de retribución (de mérito y provecho egoí­sta). No basta la cordialidad o amor interno; es necesario que el amor se exprese en el gesto de la ayuda diri gida hacia los otros. No basta con decir que quiero a los demás, debo mostrarlo actuando bien con ellos, (b) El amor se manifiesta en un nivel religioso, que se manifiesta en la oración a favor de los enemigos, a quienes se debe desear y ofrecer bendición, en contra de algunas oraciones de la misma Biblia israelita (y de la liturgia cristiana) que han pedido la derrota y destrucción de los enemigos, (c) El amor al enemigo tiene un aspecto económico (dar, prestar a fondo perdido) que se expresa en las conclusiones del texto. No basta amar con el corazón y orar con la mente; hay que ayudar económicamente a los enemigos a través de unas «prácticas de gratuidad», que no pueden legislarse en plano de juicio, pero que pueden y deben presentarse como principio de conducta: «Al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra, y al que te quite el manto, no le impidas (que tome) la túnica. A todo el que te pide dale, y al que te quite lo tuyo, no se lo pidas de nuevo». Vivimos sobre un mundo definido por la violencia (golpear en la mejilla, robar) y por un tipo de necesidad (hay gente que no tiene más remedio que pedir). Pues bien, para evitar que la espiral de los deseos se desboque, el texto nos invita a realizar una renuncia creadora que se expresa en tres gestos. No responder a la violencia con violencia (poner la otra mejilla). No impedir el robo con medios coactivos. Ser generoso con aquellos que nos piden algo, no exigí­rselo de nuevo. Esos gestos implican una transparencia económica y un desprendimiento activo que nos permiten superar el nivel de una ley entendida como medio de autodefensa (incluso violenta), para situarnos en un plano de generosidad.

Cf. A. Nygren, Erosy ígape, Sagitario, Barcelona 1969.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra