ELISEO

Llamado, 1Ki 19:19-21; sucede a Elías, 2Ki 2:1-15; sana las aguas, 2Ki 2:19-22; maldice a los muchachos, 2Ki 2:23-25; multiplica el aceite de la viuda, 2Ki 4:1-7; revive al hijo de la sunamita, 2Ki 4:8-37; purifica la olla, 2Ki 4:38-41; alimenta a los profetas, 2Ki 4:42-44; sana la lepra de Naamán, 2Ki 5:1-27; Eliseo y los sirios, 2Ki 6:8-23; promete alimentos en tiempo de sitio, 2Ki 6:24-7:2; predice la victoria sobre Siria, 2Ki 13:14-19; muere y es enterrado, 2Ki 13:20; los huesos de Eliseo, 2Ki 13:21.


Eliseo (heb. ‘Elîshâ’, tal vez «Dios es salvación»; aparece en un sello heb. y en un trozo de cerámica aram. encontrado en Nimrúd; gr. Elisáios). Profeta que sucedió a Elí­as como enviado especial de Dios al reino norteño de Israel; era hijo de Safat, de Abel-mehola. Su ministerio como pastor-profeta abarcó los reinados de Joram, Jehú, Joacaz y Joás (del reino del norte), desde por lo menos el 852 a.C. hasta aproximadamente el 798 a.C. (un poco más de medio siglo). En lo nacional, completó la erradicación del culto a Baal comenzado por Elí­as, aconsejó al rey de Israel acerca de la polí­tica nacional, y tomó un intenso interés personal en los problemas y las necesidades de las personas con quienes su ministerio lo puso en contacto. Supervisó las así­ llamadas «escuelas de los profetas», fundadas 2 siglos antes por Samuel, y de ese modo hizo quizá su mayor contribución a la vida espiritual de la nación. Ante las necesidades era solí­cito y de gran corazón; ante una comprensión limitada de la voluntad divina era tolerante y paciente; ante el peligro manifestaba un valor firme y sin vacilaciones; ante el mal era severo y decidido sin ser vengativo. Mientras Elí­as tendí­a a ser ascético en su forma de vestir y en su alimentación en el lugar donde viví­a y en sus limitados contactos con la gente (por lo menos según el registro que nos queda)-, Eliseo viví­a cerca de las personas a las que serví­a, y le gustaba la vida social. A diferencia de la existencia de Elí­as, que aparece en el escenario de la historia bí­blica en unas pocas ocasiones dramáticas, la de Eliseo está ligada a un ministerio constante: atendió las necesidades temporales de sus semejantes como individuos, y también las de la vida espiritual de la nación como un todo. Aunque por un tiempo pareció haber una respuesta animadora de parte de la nación a su liderazgo como profeta, las reformas que puso en movimiento tuvieron corta duración y no impidieron la disolución completa del reino unos 75 años después de su muerte. 187. La «Fuente de Eliseo» en Jericó. El relato de la vida del profeta Eliseo casi parece una sucesión ininterrumpida de milagros, algunos de los cuales son en esencia informes obtenidos sobrenaturalmente y otros de control sobrenatural sobre los hombres y las fuerzas de la naturaleza. En una era de apostasí­a y de adoración a Baal, estos milagros daban un testimonio continuo en favor de Yahweh como el verdadero Dios, y de Eliseo como su mensajero. Se distingue a Eliseo en los anales de la historia sagrada como el mayor profeta realizador de milagros de todos los tiempos, después de Jesucristo. Abel-mehola, un pueblo en el valle superior del Jordán, era su hogar hasta que fue llamado al cargo profético, que ocurrió cuando estaba arando (1Ki 19:19- 21). Por un tiempo no especificado fue el asistente personal de Elí­as (2Ki 3:11). Su respuesta inmediata al llamado del profeta y su persistencia en acompañarlo al lugar de su traslación, hablan del fervor con que Eliseo aceptó la obra que le fue encomendada (2:1-12). Al volver de la ascensión de Elí­as, Eliseo milagrosamente endulzó las aguas salobres de un manantial en Jericó (vs 19- 22), y en camino desde allí­ a Bet-el pronunció una maldición sobre un grupo de jovencitos impí­os que se burlaban de él como mensajero de Dios (vs 23-25). Más tarde, proveyó milagrosamente de agua a una expedición de los reyes Joram de Israel y Josafat de Judá para reprimir una rebelión de Moab, y les anticipó el éxito de su campaña (3:6-27). Proporcionó ayuda a la viuda de uno de los hijos de los profetas cuando se encontró en dificultades financieras (4:1-7), y en otra ocasión predijo el nacimiento de un hijo a la sunamita que le daba albergue cuando pasaba por el lugar, y más tarde lo resucitó (vs 8-37). Durante un hambre proporcionó el antí­doto para unas calabazas venenosas mientras un grupo de hijos de los profetas estaba sentado a la mesa (vs 38-41), y milagrosamente satisfizo el apetito de 100 hombres con 20 panes de cebada y unas pocas espigas de grano maduro (42-44). Sanó de la lepra a Naamán (5:1-19) y predijo la suerte de Giezi como leproso cuando éste deshonró el oficio profético (vs 20-27). 373 Recuperó la valiosa hacha que se habí­a caí­do al Jordán (6:1-7). Aconsejó al rey de Israel a que defendiera a la nación contra una invasión siria (vs. 8-12), y cuando él mismo estuvo rodeado en Dotán, dirigió a un grupo de soldados sirios hasta Samaria, los presentó ante el rey y luego los dejó ir a casa (6:13-23). En otra ocasión, cuando las fuerzas sirias habí­an sitiado Samaria hasta casi reducirla por el hambre, predijo una abundancia de comida para el dí­a siguiente, con lo que implicaba el levantamiento del sitio (6:24-31; 7:1-20). Predijo el arribo de un mensajero enviado para arrestarlo (6:32, 33). Declaró la destrucción de la casa de Acab por causa de la apostasí­a, e hizo los arreglos para ungir a Jehú como rey (9:1-10:28). El último acto registrado fue el estí­mulo al rey Josafat a defender Israel contra los sirios (13:14-19). Después de su muerte, otro hombre apresuradamente enterrado en la misma tumba fue milagrosamente restaurado a la vida cuando su cuerpo tocó los huesos de Eliseo (vs 20, 21).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Dios ha ayudado. Profeta, hijo Safat, de Abel Mejolá. Ejerció el ministerio profético, a mediados del siglo IX a. C., en el reino de Israel.

Fue servidor y discí­pulo del profeta Elí­as quien lo ungió para este ministerio por mandato de Yahvéh, 1 R 19, 15-16 y 19-21. Estando en Jericó, a orillas del rí­o Jordán, cuando el profeta Elí­as fue arrebatado al cielo en un carro de fuego, E. recibió de él dos tercios de su espí­ritu. Los discí­pulos de los profetas, que estaban allí­, dijeron entonces: †œEl espí­ritu de Elí­as se ha posado sobre E.†, 2 R 2, 9-15, y aquí­ comenzó su labor profética. E. tuvo mucha influencia en la polí­tica de las cortes de su tiempo. Predijo la victoria de Joram, rey de Israel, y de Josafat , rey de Judá, contra Mesá, rey de Moab, quien se habí­a rebelado contra Israel, tras la muerte de Ajab, padre de Joram, 2 R 3, 4-27. E., en la guerra de Israel contra el reino de Aram, mantení­a informado al rey de Israel sobre todos los movimientos de su enemigo y lo que se hablaba en su cámara, 2 R 6, 8-12. El rey de Aram, enterado de esta situación, envió a Dotán un destacamento para prender a E., pero éste capturó a todos los soldados en Samaria, 2 R 6, 13-23. Cuando Ben Hadad, rey de Aram, puso sitio a Samarí­a, E. predijo la conclusión del asedio, 2 R 7, 1-2. Vaticinó también los siete años de hambruna en Canaán, 2 R 8, 1. Igualmente, en Damasco, pronosticó la muerte de Ben Hadad, rey de Aram, cuando éste envió a Jazael para que le consultara al profeta sobre su enfermedad, y a este mismo le anunció que serí­a el rey de Aram, en lugar de Ben Hadad, y que harí­a muchos males a los israelitas, 2 R 8, 7-15. E. envió a uno de los discí­pulos de los profetas, a Ramot de Galaad, para ungir como rey de Israel a Jehú, hijo de Josafat, 2 R 9, 1-3. E., antes de morir, le predijo a Joás, rey de Israel, su victoria sobre Aram, 2 R 13, 14-19. E. realizó muchas acciones milagrosas. E. separó, como Elí­as, las aguas del rí­o Jordán, golpeándolas con el manto del profeta, cuyo espí­ritu habí­a recibido, y pasó por el lecho seco del rí­o, 2 R 2, 14. Saneó las aguas de la ciudad de Jericó, 2 R 2, 19, 22. E. socorrió a una viuda, cuyos hijos se iba a llevar un acreedor, le llenó, milagrosamente, las vasijas vací­as de aceite, con cuya venta pagaron la deuda y les quedó para vivir, 2 R 4, 1-7. E. volvió a la vida al hijo de una mujer principal de Sunem, 2 R 4, 18-37.

En Guilgal en una hambruna, los discí­pulos de los profetas prepararon una comida con calabazas silvestres venenosas, y E. milagrosamente, le quitó el efecto ponzoñoso, y todos comieron, 2 R 4, 38-41. E. multiplicó unos pocos panes y dio de comer a cien hombres, 2 R 4, 42-44. Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, enfermó de lepra y E. le mandó lavarse siete veces en las aguas del Jordán, y el militar quedó limpio, 2 R 5, 14.

Cuando los discí­pulos de los profetas posiblemente en Guilgal, cortaban árboles con un hacha para hacerse una casa, a orillas del rí­o Jordán, el hierro del hacha cayó a las aguas del rí­o, y E. lo hizo flotar, 2 R 6, 1-7. E. hizo que su siervo viera los ejércitos del cielo, caballos y carros de fuego en torno del profeta, cuando el destacamento de soldados del rey de Aram iba en su persecución para prenderlo, a los cuales encegueció el profeta, 2 R 6, 16-18. Ya muerto E., un hombre resucitó al ser arrojado en la tumba del profeta y entrar en contacto con sus huesos, 2 R 13, 20-21. E. murió siendo rey de Israel Joás, 798-783 a. C., 2 R 13, 14-20. Sirácida, en el Elogio de los antepasados, hace el elogio del profeta E., Si 48, 12 14. En el N. T., es mencionado con respecto al episodio de la curación de Naamán, Lc 25, 27.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(llamado Eliseus, la forma gr. del heb. †™elisha†™ en Luk 4:27).

Dios dirigió a Elí­as a ungir a Eliseo como su sucesor (1Ki 19:16-21).

Elí­as encontró a Eliseo (1Ki 19:16) arando con la última de 12 yuntas de bueyes. El número de bueyes indica la riqueza de la familia. Elí­as puso su manto sobre Eliseo para indicar la sucesión. La próxima vez que aparece Eliseo es en conexión con la traslación de Elí­as (2 Reyes 2). Insistió en seguir a Elí­as hasta que éste fuera llevado al cielo. Porque lo vio irse, se le dio una doble porción del espí­ritu de Elí­as. Tomando el manto de Elí­as, lo usó para hacer un sendero seco sobre el Jordán, como lo habí­a hecho su maestro. Entonces curó las aguas en Jericó y maldijo el populacho en Betel (2Ki 2:19-25).

Eliseo tuvo un largo ministerio durante los reinados de Joram, Jehú, Joacaz y Joás, reyes de Israel. Eliseo salvó a una viuda pobre del sufrimiento económico con la multiplicación milagrosa de su provisión de aceite (2Ki 4:1-7).

Una mujer de buena posición y su esposo en Sunem hospedaron a Eliseo con frecuencia. A su vez se les concedió el pedido de un hijo. Cuando el muchacho sufrió un ataque fatal, la madre buscó a Eliseo, que lo volvió a la vida. Durante una escasez en Gilgal (2Ki 4:38-41) Eliseo salvó a una compañí­a de profetas de la muerte por comer verduras venenosas. Cuando se le dio un regalo de alimento, Eliseo lo puso ante 100 hombres y el Señor aumentó la provisión para satisfacerlos (2Ki 4:42-44). Eliseo curó a Naamán de la lepra (cap. 5) y rescató el hacha prestada de un joven profeta (2Ki 6:1-7). Dio avisos oportunos, salvando repetidamente a Israel de la derrota por los arameos (2Ki 6:23). Cuando los arameos fueron a Dotán a capturar a Eliseo, oró y su siervo vio las huestes de Dios que protegí­an a la ciudad. Los arameos fueron atacados por ceguera y Eliseo los condujo a Samaria y persuadió al rey de Israel que los alimentara y los liberara.

Un hombre enterrado apresuradamente en el sepulcro de Eliseo tocó los huesos de Eliseo y revivió (2Ki 13:20-21). El ministerio de Eliseo estaba lleno de milagros, muchos de los cuales aliviaron necesidades particulares, algunos de los cuales estaban relacionados con asuntos del estado.

Terminó la obra de Elí­as, destruyendo el sistema de adoración de Baal, completó las tareas asignadas a Elí­as de ungir a Hazael y Jehú y vio la ruina final de la casa de Acab y Jezabel. La mención de la limpieza del sirio Naamán de la lepra en Luk 4:27 tal vez indique que fue el logro culminante de su carrera, dándole a Eliseo una influencia con el rey sirio que le permitió ayudar a
Israel.

(Ver mapa en la p. 252.)

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Dios es salvación). Profeta israelita que ministró en los dí­as de los reyes †¢Acab, †¢Jehú, †¢Joacaz y †¢Joás. Dios instruyó a Elí­as para que ordenara a E. como su sucesor. Al encontrarlo en su trabajo, cuando éste araba, Elí­as †œechó sobre él su manto†. E. mató los bueyes, quemó el arado, asó allí­ la carne y †œla dio al pueblo para que comiesen†. Inmediatamente siguió a Elí­as (1Re 19:16-21). Viniendo con él de †¢Gilgal un dí­a, Elí­as trató de deshacerse de E., pero éste insistió en acompañarle a †¢Bet-el, y a †¢Jericó y al †¢Jordán. E. sabí­a que se avecinaba el momento en que su maestro serí­a llevado al cielo. Antes que esto sucediera, Elí­as le dijo que pidiera lo que quisiera. La respuesta de E. fue: †œTe ruego que una doble porción de tu espí­ritu sea sobre mí­† (2Re 2:9). La expresión †œdoble porción† está relacionada con las leyes de la herencia, según las cuales el primogénito debí­a recibir †œel doble de lo que correspondiere a cada uno de los demás† (Deu 21:17). Cuando Elí­as †œsubió al cielo en un torbellino†, E. tomó su capa, golpeó con ella las aguas del Jordán, que se abrieron y se reunió con los hijos de los profetas (2Re 2:1-18). Se cuentan varios milagros realizados por E. Purificó unas aguas que no se podí­an tomar ni usar para la agricultura (2Re 2:19-22). Por una maldición suya murieron cuarenta y dos muchachos que se burlaban de él por su calvicie (2Re 19:23-24). Consultado por los reyes †¢Joram, †¢Josafat y el rey de Edom en un momento en que se habí­an quedado sin agua en medio de una campaña contra †¢Moab, E. les profetizó que milagrosamente vendrí­an aguas, lo cual sucedió (2Re 3:9-20). Multiplicó el aceite en las vasijas de una viuda, para mantenerla a ella y a sus hijos (2Re 4:1-7). Una mujer de †¢Sunem, que le construyó una habitación en su casa para que se hospedara, no tení­a hijos. E. le anunció que tendrí­a uno. Cuando el niño creció, enfermó gravemente y murió, pero E. lo revivió (2Re 4:8-37).

E. purificó un potaje que alguien inadvertidamente habí­a envenenado con †œcalabazas silvestres† (2Re 4:38-41). Multiplicó una pequeña cantidad de panes de cebada y trigo, y pudieron comer cien hombres de ello (2Re 4:42-44). Sanó a †¢Naamán el sirio de su lepra (2Re 5:1-15). Castigó con lepra a su siervo †¢Giezi (2Re 5:27). Hizo flotar el hierro de un hacha que habí­a caí­do en el rí­o (2Re 6:1-7). Advertí­a al rey de Israel los lugares donde acamparí­an los sirios (2Re 6:8-12). Abrió los ojos a su ayudante e hirió con ceguera a los sirios que lo sitiaron en †¢Dotán (2Re 6:17-23). Anunció una gran abundancia cuando en Samaria habí­a gran hambre, estando la ciudad sitiada (2Re 7:1-2). Anunció siete años de hambre sobre la tierra de Israel (2Re 8:1). Profetizó la victoria de †¢Joás sobre los sirios (2Re 13:14-19). Un hombre cuyo cadáver fue lanzado en el sepulcro de E., revivió al entrar en contacto con los huesos de éste (2Re 13:20-21).
Elí­as se le habí­a encomendado ungir a †¢Hazael como rey de Siria. En su condición de sucesor de Elí­as, E. cumplió con esa labor yendo a †¢Damasco (2Re 8:7-15). Otra encomienda que se le habí­a hecho a Elí­as era ungir a †¢Jehú. E. cumplió con ello enviando a uno de los hijos de los profetas a †¢Ramot de Galaad (2Re 9:1-10). A veces se comparan las personalidades de Elí­as y E. diciendo que el primero era un luchador y predicador, mientras que el segundo tení­a caracterí­sticas más de un hombre de estado que de un hombre de acción. Es interesante también observar las reacciones internas de E. ante el conocimiento profético. Cuando unge a Hazael se siente abrumado por lo que sabe que éste va a hacer. Y no pudiendo evitarlo, se pone a llorar. Este dolor y frustración ante el conocimiento del futuro es una experiencia que comparte con muchos de los profetas hebreos.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG PROF HOMB HOAT ESCA MILA

ver, MILAGROS, ARREBATAMIENTO

vet, = «Dios es salvación» (la forma castellana se deriva del griego «Elisaios» de Lc. 4:27, no del hebreo «Elicha»). Sucesor del profeta Elí­as en el reino del norte. Hijo de Safat; viví­a en Abel-Mehola, en el valle del Jordán, y pertenecí­a a una familia de buena posición económica; eran propietarios de 12 pares de bueyes que laboraban en sus campos. Dios lo designó como sucesor de Elí­as que, al encontrarlo tras el arado, echó sobre él su manto (1 R. 19:16, 19). Eliseo comprendió el significado de este gesto simbólico. Volviendo a los suyos, ofreció un sacrificio y dio a su gente un festí­n de despedida, y después siguió a Elí­as y le sirvió (1 R. 19:19-21). Elí­as, antes de ser arrebatado, cruzó el Jordán, y Eliseo rehusó separarse de él. Elí­as le dijo que pidiera lo que quisiera. Entonces Eliseo tuvo la sabidurí­a de solicitar una doble porción de la sabidurí­a de Elí­as. Vio cómo el carro de fuego arrebataba a su amo; tomó el manto que Elí­as habí­a dejado caer, y con él golpeó el Jordán, el cual se abrió. Eliseo atravesó el rí­o, y pasó a la ribera occidental (2 R. 2:1-18). Una serie de hechos sobrenaturales marca la carrera de su ministerio: milagros de conocimiento, o milagros de poder, todos ellos cumplidos expresamente en nombre del Señor. En la historia de la redención, forma parte del segundo grupo de milagros. (Véase MILAGROS). Los milagros de Eliseo tuvieron lugar en una época en que la religión de Jehová estaba enfrentada de una manera total contra el culto a Baal. De la misma manera que los milagros de Elí­as, los de Eliseo tení­an el propósito de manifestar la autoridad del profeta y de presentar al Dios viviente. Este poder sobrenatural de Eliseo era de tal manera que podí­a usarlo libremente; de la misma manera que Cristo lo empleó frecuentemente en sencillos actos de misericordia. En nombre del Señor: sanó con sal las aguas de la fuente de Jericó (2 R. 2:19-22). Unos muchachos que se burlaban de la persona del profeta del eterno recibieron una maldición de Eliseo en nombre del Señor. Dos osos descuartizaron a 42 de estos jóvenes (2 R. 2:23-25). Predijo el éxito de la expedición en contra de Moab (2 R. 3:11-27); multiplicó el aceite de una viuda (2 R. 4:1-7); anunció el nacimiento de un hijo a una sunamita; cuando este hijo murió, la oración de Eliseo lo reclamó a la vida (2 R. 4:8-37). El indicó un antí­doto contra la planta venenosa que estaba en el alimento de los profetas (2 R. 4:38-41). Durante una hambre, el profeta alimentó a 100 hombres con 20 panes de cebada y algunas espigas nuevas (2 R. 4:42-44). Ordenó a Naamán que se bañara en el Jordán para sanarse de la lepra (2 R. 5:1-19), y anunció a Gizei que esta lepra se quedarí­a pegada siempre a él debido a su codicia (2 R. 5:20-27). Hizo flotar a la superficie del Jordán el hierro de un hacha que habí­a caí­do al rí­o (2 R. 6:1-7), y reveló al rey de Israel los movimientos e intenciones de sus enemigos, los sirios (2 R. 6:8-12). En respuesta a la oración de Eliseo, el Señor abrió los ojos de su siervo para que viera los carros y caballos de fuego que los protegí­an (2 R. 6:13-17). Eliseo hirió de ceguera a los hombres que el rey de Siria habí­a enviado para que lo detuvieran (2 R. 6:18-23). Declaró, antes de que se lo dijera nadie, que un emisario del rey de Israel estaba a la puerta para quitarle la vida (2 R. 6:32, 33). Durante el hambre del cerco de Samaria, predijo que al dí­a siguiente los ví­veres serí­an abundantes y baratos, añadiendo que el oficial incrédulo, que se burló de esta profecí­a, lo verí­a pero no lo disfrutarí­a. Una multitud aplastó a este oficial, que murió ante la puerta de Samaria (2 R. 7). Eliseo hizo saber que Ben-adad, rey de Siria, morirí­a (2 R. 8:7-15). Anunció la destrucción de Acab y de toda su casa; envió a un joven profeta a que ungiera a Jehú, que deberí­a ejecutar el juicio predicho (2 R. 9:1-10:28). Eliseo reveló por adelantado que habrí­a 3 victorias sobre los sirios (2 R. 13:14-19). Finalmente, un cadáver que habí­a sido arrojado apresuradamente en la tumba de Eliseo volvió a la vida al tocar los huesos de Eliseo (2 R. 13:20, 21). Todo este poder milagroso no impidió a este gran servidor de Dios que un dí­a «quedara Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió» (2 R. 13:14). Por cuanto el creyente debe un dí­a abandonar este mundo, bien puede que llegue a tener una enfermedad de la que no cure. Será muy distinto para los que vivan en el dí­a del arrebatamiento de la iglesia. (Véase ARREBATAMIENTO). Entonces, tanto creyentes vivos como los muertos, que resucitarán, recibirán «la adopción, la redención de nuestro cuerpo» en una maravillosa transformación (Ro. 8:23) por el poder de la vida que está en Cristo.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

También profeta predicador, sucesor de Elí­as, en la segunda mitad del siglo IX. Fue también muy milagrero y un personaje muy popular y casi legendario (cf. 1 Re 19, 19-21; 2 Re 2, 138, 15). En el N. T. se le cita sólo una vez (Lc 4, 27).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(Dios Es Salvación).
Hijo de Safat y profeta de Jehová durante los siglos IX y X a. E.C. Fue el sucesor del profeta Elí­as. Jehová dirigió a Elí­as para ungir a Eliseo de Abel-meholá. Elí­as halló a este arando y echó sobre él su prenda de vestir oficial como señal de su nombramiento. (1Re 19:16.) Eliseo estaba arando detrás de doce yuntas de toros, †œy él con la duodécima†. Es de interés que en el siglo XIX William Thomson (The Land and the Book, 1887, pág. 144) informó que los labradores árabes tení­an la costumbre de trabajar juntos con sus pequeños arados, de modo que era fácil que un sembrador sembrase lo que araban en un dí­a. Como se hallaba detrás del grupo, Eliseo podí­a pararse sin interrumpir el trabajo de los demás. El hecho de que sacrificase una yunta de toros y usase los aparejos como combustible habla en favor de la prontitud, resolución y aprecio de Eliseo por la llamada de Jehová. Después de preparar una comida, Eliseo partió sin dilación para seguir a Elí­as. (1Re 19:19-21.)
Es posible que Eliseo sirviese a Elí­as por unos seis años. Elí­as era el profeta principal y Eliseo trabajaba estrechamente con él, conociéndosele como el que †œderramaba agua sobre las manos de Elí­as† cuando este se las lavaba. (2Re 2:3-5; 3:11.)
Desde que empezó a seguir a Elí­as, Eliseo sirvió de profeta en Israel durante los reinados de los reyes Acab, Ocozí­as, Jehoram, Jehú y Jehoás. Durante ese tiempo gobernaron en Judá Jehosafat, Jehoram, Ocozí­as, Atalí­a, Jehoás y quizás Amasí­as. Eliseo desempeñó solo el ministerio de profeta por unos sesenta años después de la partida de Elí­as. (MAPA, vol. 1, pág. 949.)
El registro de la actividad profética de Eliseo en Segundo de los Reyes no parece guardar un total orden cronológico. Por ejemplo, en el capí­tulo 5 se dice que Guehazí­ fue herido de lepra, enfermedad que habrí­a de apartarle del resto de la comunidad. Sin embargo, en el capí­tulo 8 aparece hablando de manera amistosa con Jehoram, el rey de Israel. Asimismo, en el capí­tulo 13 se registra la muerte de Jehoás, rey de Israel, pero después se hace mención de su última entrevista con Eliseo. (2Re 13:12-21.) En algunos pasajes las obras y milagros de Eliseo parecen estar agrupados según su naturaleza o semejanza; por ejemplo: 1) los que fueron para el bien de los profetas y de otras personas (2Re 4:1–6:7) y 2) los que tení­an que ver con la nación y el rey. (2Re 6:8–7:20.)

Sucede a Elí­as. La actividad de Eliseo como sucesor de Elí­as comienza alrededor de 917 a. E.C. o poco después, cuando Elí­as ascendió a los cielos en una tempestad. (2Re 1:17; 2:1, 11, 12.) Antes de partir Elí­as, Eliseo le pide †œdos partes de [su] espí­ritu†, es decir, una porción doble, como le correspondí­a al hijo primogénito. Esta posición la ocupaba debido a su nombramiento oficial como sucesor de Elí­as, cuando este echó sobre él su prenda de vestir oficial. (2Re 2:9.) Sabedor de que esto no era algo que él pudiera conceder, Elí­as le dijo: †œSi me ves cuando sea quitado de ti, te sucederá así­†. Jehová confirmó esta declaración al permitir que Eliseo viese a Elí­as ascender hacia el cielo en una tempestad de viento. Cuando Elí­as partió, su manto de pelo, o vestidura oficial, se le cayó. Eliseo lo recogió, y así­ se identificó como sucesor de Elí­as. En la orilla del rí­o Jordán, Jehová le mostró que estaba con él, pues cuando golpeó las aguas con su vestidura, estas se dividieron milagrosamente. (2Re 2:9-15.)
Una vez que cruzó el Jordán, Eliseo se reunió en Jericó con el grupo de hijos de los profetas. Allí­ se vino a confirmar la posición de Eliseo como cabeza del grupo de los profetas de Dios, pues sanó el agua de Jericó, que era mala y causaba abortos. Yendo a la fuente, arrojó en ella sal de una pequeña escudilla nueva, y †œel agua continúa saneada hasta el dí­a de hoy†. (2Re 2:19-22.)
Desde Jericó Eliseo subió a Betel, a unos 900 m. sobre el nivel del mar, adonde habí­a ido con Elí­as a visitar a un grupo de los hijos de los profetas. (2Re 2:3.) En el camino aparece un grupo de jóvenes delincuentes que muestran una gran falta de respeto, tanto a él como a su cargo de profeta. Se mofan, diciendo: †œÂ¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!†. Con estas palabras querí­an decir que siguiese subiendo a Betel o bien que se marchase de la Tierra de la misma manera que suponí­an que habí­a hecho su predecesor. (2Re 2:11.) Para enseñar a estos muchachos, así­ como a sus padres, respeto al profeta de Jehová, Eliseo se volvió e invocó el mal sobre ellos en el nombre de Jehová. De repente, dos osas salieron del bosque y despedazaron a cuarenta y dos de ellos. (2Re 2:23, 24.)
En el transcurso de una expedición para reprimir una sublevación del rey Mesá de Moab (quien erigió lo que se conoce como la Piedra Moabita), el rey Jehoram de Israel, el rey Jehosafat de Judá y el rey de Edom quedaron atrapados en un desierto sin agua. El rey Jehosafat pidió un profeta de Dios. Eliseo solicitó un tañedor de instrumento de cuerdas, a fin de recibir inspiración de Jehová bajo la influencia de la música, pero no lo hizo para beneficio de Jehoram, sino por respeto a Jehosafat, que gozaba del favor de Jehová. (Compárese con 1Sa 10:5, 6.) Eliseo hizo que el pueblo cavara zanjas, que a la mañana siguiente estaban llenas de agua. Cuando el primer sol de la mañana brilló sobre el agua de las zanjas, a los moabitas les pareció que era sangre. Pensando que Israel y sus aliados habí­an muerto violentamente al luchar entre ellos mismos en confusión, los moabitas irrumpieron para llevarse el botí­n; pero para sorpresa suya, Israel se levantó y los derrotó. (2Re 3:4-27.) Este acontecimiento ocurrió entre 917 y 913 a. E.C.
Una serie de milagros de naturaleza doméstica figuran a continuación en el registro de Eliseo. La viuda de uno de los hijos de los profetas está en extrema necesidad. Eliseo multiplica milagrosamente su escaso suministro de aceite, y así­ salva a sus hijos de caer en esclavitud a su acreedor. (2Re 4:1-7.) Este milagro es similar al segundo que hizo Elí­as, en el que multiplicó la harina y el aceite de la viuda de Sarepta. (1Re 17:8-16.)
En Sunem, en el valle de Jezreel, una mujer prominente muestra hospitalidad poco común a Eliseo debido a que le reconoce como un †œsanto hombre de Dios†, y hasta le proporciona una habitación, ya que Eliseo pasa con frecuencia por su casa. Debido a la bondad de esta mujer, Eliseo le promete un hijo, aunque su esposo ya es viejo. Conforme a su promesa, alrededor de un año más tarde le nace un hijo, pero muere siendo aún un niño. Eliseo lleva a cabo entonces su primera resurrección, trayendo al niño de nuevo a la vida, así­ como Elí­as habí­a levantado de manera similar al hijo de la viuda de Sarepta. (2Re 4:8-37; 1Re 17:17-24.) Por haber mostrado bondad a un profeta de Dios, es recompensada con creces. (Compárese con Mt 10:41.)
Eliseo vuelve a Guilgal, al N. de Betel, en las montañas, donde están los hijos de los profetas. Allí­ hay hambre. Mientras se prepara un guisado, alguien añade unas calabazas sin saber que eran venenosas, y tan pronto como prueban el guisado, gritan: †œHay muerte en la olla, oh hombre del Dios verdadero†. Como no convení­a que se desperdiciase la comida en aquella época de hambre, Eliseo pidió harina y la echó en la olla, y esto hizo que el guisado fuese comestible, de manera que †œno resultó haber nada dañino en la olla†. (2Re 4:38-41.)
Durante los tiempos crí­ticos del hambre, un resto fiel de adoradores israelitas que no se habí­an arrodillado ante Baal aprecian los esfuerzos de los profetas de Jehová y les suministran alimento. Cuando un hombre les lleva veinte panes de cebada y algo de grano, Eliseo da órdenes de que esta pequeña provisión sirva de alimento para todos. No obstante, hay que alimentar a cien hombres de los †œhijos de los profetas†. A pesar de las dudas del que sirve el alimento, todos comen hasta quedar satisfechos, e incluso sobra. (2Re 4:42-44; compárese con Mr 6:35-44.)

Cura a Naamán. Durante su reinado, el rey Ben-hadad II de Siria enví­a a Naamán, jefe de su ejército y hombre muy respetado, al rey de Israel para que le cure de su lepra. A pesar de su enfermedad, este hombre valiente habí­a salvado a Siria. Al parecer, su lepra no le impedí­a ostentar este alto cargo en Siria, como hubiera sido el caso en Israel. (Le 13:46.) El rey Ben-hadad enví­a a Naamán a Israel debido al testimonio de una joven israelita cautiva que sirve en la casa de Naamán. Esta joven confí­a en Jehová y habla a su ama sobre Eliseo, el profeta de Dios. El rey de Israel piensa que Ben-hadad intenta provocarle, pues, como él dice: †œ¿Soy yo Dios, para dar muerte y conservar vivo?†. Cuando Eliseo se entera de la angustia del rey, le pide: †œPermite que venga a mí­, por favor, para que él sepa que existe profeta en Israel†. (2Re 5:1-8.)
Eliseo no sale a recibir a Naamán, sino que por medio de su siervo le manda que se bañe siete veces en el rí­o Jordán. Al principio Naamán se encoleriza, pero por fin se humilla, se somete a este simple procedimiento y se cura. Luego Naamán vuelve a Eliseo y se compromete a servir fielmente a Jehová, el Dios de Israel, a partir de entonces. Se lleva consigo tierra israelita, †œla carga de un par de mulos†, sobre la cual hacer sacrificios a Jehová, seguramente mirando hacia el templo de Jerusalén. Como oficial del rey de Siria, seguirá cumpliendo con su deber, como entrar con el rey en la casa del dios falso Rimón, pero dice que ya no adorará a ese dios. Lo que llevará a cabo no será un deber religioso, sino sus obligaciones para con el rey. Ofrece a Eliseo un regalo que este rechaza, pues el milagro se debe al poder de Jehová, no al suyo, y no va a aprovecharse del cargo que Dios le ha dado. (2Re 5:9-19; compárese con Mt 10:8.)
El siervo de Eliseo, Guehazí­, deseoso de ganancia egoí­sta, alcanza a Naamán y le pide alguno de los regalos que Eliseo habí­a rechazado. Intenta ocultarle el asunto a Eliseo con mentiras, pero este le anuncia el merecido castigo: †œLa lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu prole hasta tiempo indefinido†. (2Re 5:20-27.)
Se hace necesario que los hijos de los profetas con los que Eliseo se encuentra se trasladen a un alojamiento más espacioso. Están junto al rí­o Jordán, cortando vigas para su nueva vivienda. Uno de los profetas está usando un hacha prestada; la cabeza del hacha se sale y cae en el agua. Eliseo, al parecer preocupado porque no cayese ningún reproche sobre los profetas, arroja un pedazo de madera en el agua, donde habí­a caí­do la cabeza del hacha, y esta sube a la superficie. De este modo Jehová prueba que respalda a sus profetas. (2Re 6:1-7.)

Israel librado de Siria. Durante el reinado del rey Jehoram de Israel, Siria planeó un ataque sorpresa sobre este paí­s. En varias ocasiones las maniobras de Ben-hadad II quedaron frustradas por la acción de Eliseo, quien le reveló al rey Jehoram todos los movimientos de los sirios. Al principio Ben-hadad creí­a que habí­a un traidor en su propio campamento, pero cuando se enteró de cuál era la verdadera causa de su problema, envió una fuerza militar a Dotán, rodeándola con caballos y carros de guerra, para capturar a Eliseo. (GRABADO, vol. 1, pág. 950.) El servidor de Eliseo se sobrecogió de temor, pero el profeta oró a Dios para que le abriera los ojos: †œY, ¡mire!, la región montañosa estaba llena de caballos y carros de guerra de fuego todo en derredor de Eliseo†. Al acercarse las huestes sirias, Eliseo oró para que se efectuase un milagro opuesto al anterior: †œPor favor, hiere a esta nación con ceguera†. Luego Eliseo dijo a los sirios: †œSí­ganme†; pero no los llevó de la mano, lo que indica que se trataba de una ceguera mental y no fí­sica. Ellos no reconocieron a Eliseo, a quien habí­an ido a prender, ni tampoco sabí­an adónde los llevaba. (2Re 6:8-19.)

¿Con qué clase de ceguera hirió Jehová a los sirios que intentaban capturar a Eliseo?
William James dice en su obra Principles of Psychology (1981, vol. 1, pág. 59) con respecto a esta clase de ceguera: †œUn efecto sumamente interesante del desorden cortical es la ceguera mental. Esta no supone tanto la insensibilidad a las impresiones ópticas como la incapacidad de entenderlas. Psicológicamente, se interpreta como la pérdida de asociación entre las sensaciones ópticas y su significado. Puede producirla cualquier interrupción entre los centros ópticos y los centros del intelecto†.
Después de llevar a los sirios hasta Samaria, Eliseo oró para que Jehová les abriese los ojos; los sirios se encontraron justo en medio de Samaria, ante el mismo rey Jehoram. Eliseo manifestó fe en el poder de Jehová y demostró que no era vengativo al impedir que el rey de Israel matase a los sirios, pues, según dijo, eran como cautivos de guerra. Le mandó al rey que les diese de comer, así­ que se preparó un gran banquete y luego se les envió a casa. El resultado fue el siguiente: †œNi una sola vez volvieron a entrar las partidas merodeadoras de los sirios en la tierra de Israel†. (2Re 6:20-23.)
Sin embargo, más tarde, Ben-hadad II hizo una incursión, pero entonces no con saqueos esporádicos, sino con una gran fuerza, y llegó a poner sitio a Samaria. El sitio fue tan severo, que al rey se le informó por lo menos de un caso en el que una mujer se habí­a comido a su propio hijo. Como prole de Acab, †œhijo de un asesino†, el rey Jehoram jura matar a Eliseo, pero ese juramento irreflexivo no se lleva a cabo. Cuando llega a la casa del profeta con su adjutor, Jehoram le dice que ha perdido toda esperanza de recibir la ayuda de Jehová. Eliseo le asegura al rey que habrá abundancia de alimento al dí­a siguiente. El adjutor del rey se mofa de esta predicción, por lo que Eliseo tiene que decirle: †œMira que lo vas a ver con tus propios ojos, pero de ello no comerás†. Un ruido que Jehová hace que se oiga en el campamento de los sirios les hace creer que un gran ejército de naciones combinadas avanza contra ellos, y huyen dejando el campamento intacto con todas las provisiones de alimento. Cuando el rey se entera de la deserción de los sirios, encomienda al adjutor guardar la puerta, y allí­, en el paso de entrada de Samaria, es atropellado y muere cuando la muchedumbre hambrienta sale de forma precipitada para saquear el campamento. Ve el alimento, pero no come de él. (2Re 6:24–7:20.)

Hazael y Jehú nombrados reyes. Nuestra atención se dirige ahora a Damasco (Siria), donde el rey Ben-hadad II yace a punto de morir. Hazael, el enviado del rey, se encuentra con Eliseo e inquiere si su amo se recuperará. El espí­ritu de Jehová actúa y permite que Eliseo vea un cuadro amargo que le entristece: Hazael va a suplantar a Ben-hadad y con el tiempo causará un enorme daño a Israel como justo castigo de Jehová por los pecados de los israelitas. Eliseo le dice a Hazael que le haga saber a Ben-hadad: †œ†˜Positivamente revivirás†™, y Jehová me ha mostrado que positivamente morirᆝ. Hazael le informa de palabra la primera parte, pero pone por obra la segunda, ahogando al rey bajo una sobrecama mojada y tomando el trono de Siria. (2Re 8:7-15.)
Todaví­a hay un trabajo de Elí­as que Eliseo debe llevar a cabo: el ungimiento de Jehú como ejecutor de Dios contra la inicua casa de Acab. (2Re 9:1-10.) Lo realiza más de dieciocho años después de haberle dado Jehová el mandato a Elí­as. Eliseo es testigo presencial del cumplimiento de las profecí­as de 1 Reyes 19:15-17 y 21:21-24.
Cuando se unge a Jehú, Jehoram gobierna en Israel, y Ocozí­as, su sobrino, en Judá. El rey sirio Hazael castiga con severidad a Israel durante su reinado y hiere a Jehoram en una batalla en Ramot-galaad. (2Re 9:15.) Jehú no pierde tiempo en llevar a cabo su comisión de acabar con la inicua casa de Acab, y no deja a ningún superviviente. (2Re 10:11.) Primero va en pos del rey Jehoram de Israel, que se está recuperando de sus heridas en Jezreel. En cumplimiento de la profecí­a de Elí­as, se encuentra a Jehoram fuera de la ciudad, le da muerte y lo arroja en la porción del campo de Nabot el jezreelita. (2Re 9:16, 21-26.) Una vez que entra en Jezreel, Jehú mata a la inicua Jezabel, madre de Jehoram de Israel y abuela de Ocozí­as de Judá. Jehú quiere enterrarla, pero Jehová hace que los perros se coman su carne tal como habí­a predicho el profeta Elí­as, a fin de que no se la entierre en ninguna tumba conmemorativa. (2Re 9:30-37.) Más tarde se decapita a los 70 hijos de Acab, se da muerte a Ocozí­as, el nieto de Acab (2Re 10:1-9; 9:27, 28), y la espada de ejecución de Jehú pone fin a la vida de 42 hermanos de Ocozí­as. (2Re 10:12-14; 1Re 21:17-24.)

Destruida la adoración de Baal. En camino a Samaria, la capital, Jehú se encuentra con Jehonadab, quien apoya incondicionalmente el exterminio del baalismo, y los dos prosiguen hasta Samaria para ver el golpe final que erradicará por completo el baalismo de Israel. Jehú sigue la estrategia de reunir a todos los adoradores de Baal en su templo y darles una vestidura distintiva. La casa se llena de bote en bote, y no hay entre ellos ningún adorador de Jehová. Jehú da la orden, y sus hombres derriban a todos los adoradores de Baal, demuelen sus postes sagrados y la casa de Baal, y apartan ese recinto para excusado público. (2Re 10:15-27.)
De este modo Eliseo completa la obra que inició Elí­as. Se aniquila la adoración de Baal de Israel. Eliseo no tiene la experiencia de ser llevado en una tempestad a los cielos para ser transportado a otro lugar antes de su muerte, como le habí­a ocurrido a Elí­as, sino que durante el reinado de Jehoás de Israel, muere de muerte natural. Mientras está en el lecho de muerte, Israel tiene que hacer frente otra vez a los problemas que le causa Siria. El rey Jehoás se dirige a Eliseo al parecer con una solicitud de ayuda militar contra los sirios, pues le dice: †œÂ¡Padre mí­o, padre mí­o, el carro de guerra de Israel y sus hombres de a caballo!†. Por petición de Eliseo, Jehoás hiere la tierra con sus flechas; pero debido a que lo hace con falta de celo verdadero, solo tres veces, Eliseo le dice que como consecuencia tan solo se le concederán tres victorias sobre Siria, y así­ sucede. (2Re 13:14-19, 25.)

Trabajo realizado. Gracias al espí­ritu de Dios que estaba sobre él, Eliseo habí­a realizado hasta ese momento quince milagros; pero incluso después de su muerte, Jehová lo usó para otro milagro. Eliseo habí­a permanecido fiel hasta la muerte, y Dios lo habí­a aprobado. El registro bí­blico relata que después del entierro de Eliseo, se estaba enterrando a otro hombre, cuando una partida merodeadora de moabitas hizo que el cortejo fúnebre le arrojase en la sepultura de Eliseo y huyese. Al tocar los huesos de Eliseo, el hombre muerto †œllegó a vivir, y se levantó sobre sus pies†. (2Re 13:20, 21.)
Jesús llama a Eliseo profeta en Lucas 4:27, y Hebreos 11:35 debe aludir a él y a Elí­as, ya que ambos llevaron a cabo resurrecciones. Elí­as empezó su obra profética en un tiempo en el que Israel estaba saturado de baalismo, lo que requerí­a celo por la adoración verdadera. Realizó una gran labor al volver el corazón de muchas personas a Jehová. Eliseo siguió la obra donde Elí­as la habí­a dejado, y aunque su ministerio fue más tranquilo, se esforzó para que el trabajo que habí­a empezado Elí­as se efectuara completamente, y vivió para verlo realizado. Se le atribuyen dieciséis milagros, en comparación con los ocho de Elí­as. Al igual que este último, mostró un gran celo por el nombre de Jehová y por la adoración verdadera. Manifestó paciencia, amor y bondad, y, sin embargo, fue muy firme cuando el nombre de Jehová estaba en juego, no dudando en expresar el juicio de Dios contra los inicuos. Por ello, se ganó un lugar entre la gran †œnube de testigos† mencionada en Hebreos 12:1.
Como la obra que realizó Elí­as era un modelo profético de cosas que habrí­an de suceder durante el ministerio terrestre de Jesús, y también en tiempos posteriores, es razonable suponer lo mismo de la obra de Eliseo, que en realidad completó la que empezó Elí­as, llevando a término la comisión que este habí­a recibido.

Fuente: Diccionario de la Biblia

Profeta de Israel en el ss. IX. Su nombre aparece en el AT heb. como ˒elı̂šā˓, en el AT gr. como Eleisaie, en Josefo como Elissaios, y en el NT como Elisaios. Significa “Dios es salvación”. Su padre se llamaba Safat.

Todo lo que puede saberse sobre el origen de Eliseo se encuentra en 1 R. 19.16, 19–21. No se nos dice su edad ni su lugar de nacimiento, pero podemos suponer que había nacido en Abelmehola (Tell Abu Sifri [?]), en el valle del Jordán, y que todavía era joven cuando Elías lo buscó. También se desprende que provenía de una familia de ciertos medios.

Su ministerio, si nos guiamos por la fecha de su llamamiento, abarcó los reinados de Acab, Ocozías, Joram, Jehú, Joás, y Joacaz, en total un período de más de 50 años. El ministerio de Eliseo se narra en 1 R. 19; 2 R. 2–9; 13, y comprende una serie de aproximadamente 18 episodios. No es posible saber con certeza su orden cronológico a causa de evidentes brechas en la secuencia de los acontecimientos (p. ej., cf. 2 R. 6.23 con 6.24; 5.27 con 8.4–5; 13.13 con 13.14ss). Estos episodios no muestran la misma tensión entre los cultos de Yahvéh y Baal, como ocurre en el ciclo de *Elías. Es un ministerio llevado acabo al frente de las escuelas proféticas, que consiste en demostraciones con señales y prodigios tanto a nivel personal como nacional. Eliseo aparece como un tipo de vidente de la tradición de Samuel, a quien acuden en busca de ayuda tanto campesinos como reyes por igual.

Del examen de estos episodios en el orden en que aparecen en la Biblia surgen las siguientes observaciones. (1) El llamamiento de Eliseo (1 R. 19.19–21) no fue tanto un ungimiento (cf.1 R. 19.16), sino más bien una ordenación por investidura con el manto profético de Elías. Hasta el arrebatamiento de Elías, Eliseo fue su sirviente (1 R. 19.21; 2 R. 3.11). (2) 2 R. 2.1–18 narra la adopción de la función de Elías por Eliseo. La doble porción del espíritu sobre Eliseo recuerda el lenguaje y el pensamiento de Dt. 21.17, mientras que el episodio en su totalidad lleva a pensar en el remplazo de Moisés por Josué como jefe de Israel. (3) El saneamiento de las aguas malas en 2 R. 2.19–22 también encuentra paralelo en las hechos del éxodo (Ex. 15.22–25). (4) El incidente de 2 R. 2.23–25 debe entenderse como un juicio sobre la deliberada burla de que se hacía objeto al nuevo jefe de la escuela de los profetas de Yahvéh. Algunos eruditos se inclinan a pensar que la calvicie de Eliseo era, en realidad, una tonsura profética.

(5) En la historia de la parte que le correspondió a Eliseo en la campaña de los tres reyes contra *Moab (2 R. 3.1–27) vemos su pedido de música cuando recibe un oráculo de Yahvéh (v. 15). Hay aquí una fuerte sugerencia de profecía extática, como en 1 S. 10.5–13 (cf. 1 Cr. 25.1). (6) 2 R. 4.1–7 traza un paralelo con el milagro de Elías en 1 R. 17.8–16, y sirve de introducción a (7), la versión más extensa de las relaciones de Eliseo con la mujer sunamita (2 R. 4.8–37), que tiene muchos puntos de semejanza con 1 R. 17.8–24. (8) 2 R. 4.38–41 y (9) 4.42–44, que transcurren durante las sesiones con la fraternidad de los profetas en Gilgal, probablemente durante el período de hambre que se menciona en 2 R. 8.1. El segundo de estos milagros anticipa el milagro de Jesús que narra Mr. 6.35–44.

(10) La fecha de la historia de Naamán (2 R. 5.1–27) no puede fijarse con exactitud. Debe de haber ocurrido durante una de las temporarias pausas en las hostilidades entre Israel y Siria. El comentario editorial en el v.1, que atribuye las victorias sirias a Yahvéh, debe compararse con Am. 9.7. Naamán reconoce esta visión cósmica de Yahvéh (v. 15), y no debe suponerse, necesariamente, que su pedido de tierra israelita (v. 17) significa que creía que la influencia de Yahvéh estaba limitada al territorio de Israel. Sobre esto Eliseo no hace ningún comentario y se limita a mandarlo de vuelta (v. 19). Si a la mayoría de los israelitas no les parecía que tuviera nada de malo incluir otros dioses en el culto prostituido de Yahvéh, no podía esperarse que un sirio que no aceptó de inmediato el monoteísmo procediese de otra forma (* Rimón).

(11) 2 R. 6.1–7 narra un hecho milagroso de Eliseo y, de paso, ilustra sobre el tamaño y las características de las moradas de las fraternidades proféticas (cf. 2 R. 4.38–44). (12) 2 R. 6.8–23 y (13) 6.24–7.20, muestran a Eliseo como consejero de reyes y salvador de la nación ante el desastre nacional (cf. 2 R. 3.1–27). Se dice que el segundo de estos episodios comprende a *Benadad de Aram y al “rey de Israel”. Lamentablemente esto es oscuro. (14) Se ve claramente que 2 R. 8.1–6 tendría que ir antes de 5.1–27. Es una continuación de la historia de la sunamita (2 R. 4.8–37).

(15) 2 R. 8.7–15, (16) 9.1–13, y (17) 13.14–19, muestran todos a Eliseo ocupado en asuntos de estado. El primero describe la ascensión de *Hazael al trono de Damasco (cf. 1 R. 19.15). De la respuesta de Eliseo (v. 10) puede interpretarse como que el rey se va a recuperar de su enfermedad, pero que morirá por otras causas, o puede ser la respuesta espontánea del profeta posteriormente corregida por una visión de Yahvéh cf. 2 S. 7.1–17; 2 R. 4.26–36). Con la unción de Jehú se cumple la última de las tareas encomendadas a Eliseo (1 R. 19.15–16) y se precipita el derrocamiento de la dinastía de Omri como estaba predicho (1 R. 21.21–24). Esta revuelta inspirada proféticamente contrasta con la correspondiente revuelta sacerdotal en el S que sacó a Atalía del trono (2 R. 11). Si Eliseo vivió durante el reinado de Joacaz de Israel, debe de haber tenido alrededor de 80 años de edad cuando murió. Eliseo aparece como un favorito del rey, que reconoció su valor político (v. 14). Las acciones imitativas o que expresan simpatía y que acompañan a los oráculos proféticos no son infrecuentes en el AT.

Aunque Eliseo es un yrofeta del ss. IX y pertenece a la tradición profética que produjo a los rapsodistas, o profetas escritores, del ss. VIII, tiene mas afinidad con los profetas extáticos del ss. XI. Se asemeja mucho a Samuel, con sus dones de conocimiento y predicción, y su capacidad de hacer milagros. Figura a la cabeza de las escuelas proféticas, y se lo busca constantemente por sus singulares dones. Aunque se menciona un hogar en Samaria (2 R. 6.32), al igual que Samuel, viaja continuamente por el país y tiene fácil acceso a las cortes reales y a los hogares de los campesinos. Si bien su relación con *Elías sugiere claramente la relación similar entre Josué y Moisés, el hecho de que el ministerio de Elías se reproduzca en Juan el Bautista y que el de Eliseo anticipe el aspecto milagroso del ministerio de Jesús es aun más significativo. Hay una sola mención de Eliseo en el NT (Lc. 4.27).

Bibliografía. M. Noth, Historia de Israel, 1966; S. Herrmann, Historia de Israel, 1979, pp. 275–277; J. Bright, Historia de Israel, 1966, pp. 256.

R. S. Wallace, Elijah and Elisha, 1957; J. A. Montgomery y H. S. Gehman, The Books of Kings, ICC, 1951; J. Gray, I and 2 Kings, OTL, 1970; F. James, Personalities of the Old Testament, 1939, cap(s). 10.

B.L.S.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(Elisha; Heb. ‘lysh’, Dios es salvación)

Un Profeta de Israel. Después de conocer, sobre el Monte Sinaí, que Eliseo, el hijo de Saphat, había sido seleccionado por Dios como su sucesor en la tarea profética, Elías se propuso dar a conocer la voluntad Divina. Lo hizo depositando su manto sobre los hombros de Eliseo al que encontró como “uno de aquellos que estaban arando con doce yuntas de bueyes”. Eliseo solo se tomo el tiempo suficiente para matar la yunta de bueyes, cuya carne coció con la mismísima madera de su arado. Después que hubiera compartido esta comida de adiós con su padre, madre y amigos, el recientemente elegido profeta “siguió a Elías y lo atendió”. (III Reyes, xix, 8-21.) Fue con su maestro desde Galagal a Bethel, a Jericó, y de allí a la ribera este del Jordán, cuyas aguas, tocadas por el manto, se dividieron para permitirles a los dos pasar sobre terreno seco. Entonces Eliseo observó cómo Elías era subido al cielo por un torbellino sobre un carro encendido.

Por medio del manto dejado caer por Elías, Eliseo milagrosamente volvió a cruzar el Jordán, y así ganó de los profetas de Jericó el reconocimiento de que “el espíritu de Elías descansaba sobre Eliseo”. (IV Reyes, ii, 1-15.) Se ganó la gratitud de la gente de Jericó curando con sal sus terrenos improductivos y sus aguas. Eliseo también supo como infundir un temor saludable a los adoradores del becerro en Bethel, desde que cuarenta y dos pequeños niños, probablemente alentados a burlarse del profeta, maldecidos en nombre del Señor, fueron arrojados con fuerza “fuera del bosque por dos osos”. (IV Reyes, ii, 19-24) Antes de que se estableciera en Samaria, el Profeta pasó algún tiempo en el Monte Carmel (IV Reyes, ii, 25). Cuando los ejércitos de Juda, e Israel, y Edom, entonces aliados contra Mesa, el rey Moabita, estaban siendo torturados por la sequía en el desierto de Idumæan, Eliseo consintió en intervenir. Su doble predicción relacionada con el alivio de la sequía y la victoria sobre los Moabitas se cumplió a la mañana siguiente. (IV Reyes, iii, 4-24.)

Durante todo el curso de su vida queda demostrado que Eliseo heredó de Elías sus poderes maravillosos. Para aliviar a una viuda importunada por un duro acreedor, Eliseo multiplicó de tal manera un poquito de aceite como para permitirle, no solamente pagar su deuda, sino para proveer a las necesidades de su familia (IV Reyes, iv, 1-7). Para recompensar a una rica dama de Sunam por su hospitalidad, obtuvo para ella de Dios, primero el nacimiento de un hijo, y luego, la resurrección de su niño (IV Reyes, iv, 8-37). Para nutrir a los hijos de los profetas presos del hambre, Eliseo tornó en saludable comida un potaje hecho de calabazas venenosas (IV Reyes, iv, 38-41). Mediante la cura de Naaman, que padecía de lepra, Eliseo, poco impresionado por las posesiones del general Sirio, mientras deseaba liberar al Rey Joram de su perplejidad, principalmente intentó mostrar “que hay un profeta en Israel”. Naaman, al principio a regañadientes, obedeció al Profeta, y se lavó siete veces en el Jordán. Sintiendo su cuerpo “restaurado como el cuerpo de un niño”, el general estuvo tan impresionado por esta evidencia del poder de Dios, y por el desinterés de Su Profeta, como para expresar su profunda convicción de que “no hay otro Dios en toda la tierra, sino solamente en Israel». (IV Reyes, v, 1-19.) Es a esto a lo que se refirió Cristo cuando Él dijo “Y había muchos leprosos en Israel en el tiempo de Eliseo el profeta y ninguno de ellos fue limpiado excepto Naaman el Sirio” (Lucas, iv, 27). Castigando la avaricia de su siervo Giezi (IV Reyes, v, 20-27), protegiendo “no una ni dos veces” al Rey Joram de las emboscadas planeadas por Benadad (IV Reyes, vi, 8-23), ordenando a los ancianos cerrarle la puerta al mensajero del desagradecido rey de Israel (IV Reyes, vi, 25-32), confundiendo con una extraña ceguera a los soldados del rey Sirio (IV Reyes, vi, 13-23), haciendo flotar el hierro para evitar la vergüenza al hijo de un profeta (IV Reyes, vi, 1-7), prediciendo confidencialmente la repentina retirada del enemigo y la consecuente cesación de la hambruna (IV Reyes, vii, 1-20), desenmascarando la traición de Ásale (IV Reyes, viii, 7-15), Eliseo probó por si mismo su Divina designación como Profeta del único Dios verdadero, Cuya sabiduría y poder había sido privilegiado a compartir.

Observador de la orden dada a Elías (III Reyes, xix, 16), Eliseo delegó al hijo de uno de los profetas para que discretamente ungiera a Jehu Rey de Israel, y para encomendarle cortar la casa de Achab (IV Reyes, ix, 1-10). La muerte de Joram, atravesado por una flecha del arco de Jehu, el ignominioso final de Jezabel, la masacre de los setenta hijos de Achab, probaron cuan fielmente fue ejecutada la orden Divina (IV Reyes, ix, 11-x, 30). Después de predecir a Joas su victoria sobre los Sirios en Aphec, así como otras tres victorias consecutivas, siempre altivo ante los reyes, siempre bondadoso hacia los pequeños, “Eliseo murió, y ellos lo enterraron” (IV Reyes, xiii, 14-20). El solo toque de su cadáver sirvió para resucitar a un muerto (IV Reyes, xiii, 20-21). “En su vida hizo grandes maravillas, y muerto obró milagros” (Ecclus., xlviii, 15).

MANGENOT in VIG., Dict. de la Bible (Paris, 1898), s. v. Elisée; STRACHAN in HAST., Dict. of the Bible (New York, 1898); FARRAR, Books of Kings (London, 1894); MEIGNAN, Les Prophètes d’Israel (Paris, 1892).

DANIEL P. DUFFY

Transcripto por WGKofron

Con agradecimiento a St. Mary’s Church, Akron, Ohio

Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi

Fuente: Enciclopedia Católica