EL HIJO DE DIOS

En este tí­tulo, la palabra Hijo se usa en ocasiones (a) de relación, en ocasiones (b) de la expresión del carácter. «Así­, p.ej., cuando los discí­pulos se dirigieron a El de este modo (Mat 14:33; 16.16; Joh 1:49), cuando el centurión se refirió a El de esta manera (Mat 27:54), probablemente querí­an decir que (b) El era una manifestación de Dios en forma humana. Pero en pasajes como Luk 1:32, 35; Act 13:33, que se refieren a la humanidad del Señor Jesús †¦ la palabra se usa en el sentido (a). «El mismo Señor Jesús usaba el tí­tulo í­ntegro en ocasiones (Joh 5:25; 9.35; 11.4), y en las más frecuentes ocasiones en que se referí­a a sí­ mismo como «el Hijo», se debe entender esta apelación como una abreviación de «el Hijo de Dios», no de «el Hijo del Hombre». Este último tí­tulo siempre es expresado í­ntegramente (véase Luk 10:22; Joh 5:19, etc). «Juan utiliza tanto la forma larga como la corta del tí­tulo en su Evangelio (véase 3.16-18; 20.31, p.ej.) y en sus Epí­stolas; cf. Rev 2:18: Lo mismo hace el escritor de Hebreos (1.2; 4.14; 6.6, etc.). Se debe entender con ello la existencia de una relación eterna entre el Hijo y el Padre en la Deidad. Es decir, el Hijo de Dios, en su relación eterna con el Padre, no posee este tí­tulo porque hubiera empezado en algún punto en el tiempo a derivar su ser del Padre (en cuyo caso no podrí­a ser co-eterno con El), sino debido a que El es y siempre ha sido la expresión de lo que el Padre es; cf. Joh 14:9, «el que me ha visto a mí­, ha visto al Padre». Las palabras de Heb 1:3, «el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia (la de Dios)», constituyen una definición de lo que se expresa con el tí­tulo «Hijo de Dios». Así­, con este tí­tulo lo que se expresa es la Deidad absoluta, no la Deidad en ningún sentido secundario ni derivado» (de Notes on Galatians, por Hogg y Vine, pp. 99-100). Otros tí­tulos de Cristo como Hijo de Dios son: «su Hijo» (1Th 1:10; en Act 3:13,26: «su Hijo» es traducción de pais, véase Nº 3); «su propio Hijo» (Rom 8:32); «mi Hijo amado» (Mat 3:17); «su Hijo unigénito» (Joh 3:16); «el Hijo de su amor» (Col 1:23, VM). «El Hijo es el objeto eterno del amor del Padre (Joh 17:24), y el único Revelador del carácter del Padre (Joh 1:14; Heb 1:3). Las palabras «Padre» e «Hijo» nunca se usan en el NT como sugerentes de que el Padre existiera antes que el Hijo; el prólogo al Evangelio según Juan afirma de una manera distintiva que el Verbo era ya «en el principio», y que este Verbo es el Hijo, que «fue hecho carne, y habitó entre nosotros»» (de Notes on Thessalonians, por Hogg y Vine, pp. 46-47). Al dirigirse al Padre en su oración en Juan 17, dice: «Me has amado desde antes de la fundación del mundo». Así­, en el pasado intemporal el Padre y el Hijo existí­an en esta relación, una relación de amor, así­ como de absoluta Deidad. En este pasaje el Hijo da evidencia de que no habí­a una mejor alegación en la estimación del Padre que la del amor coeterno existente entre el Padre y El mismo. La declaración «Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy» (Psa 2:7, citada en Act 13:33; Heb 1:5; 5.5), se refiere al nacimiento de Cristo, no a su resurrección. En Act 13:33, el verbo traducido «resucitar» se usa de suscitar a una persona para ocupar una posición especial en la nación, como de David en el v. 22 (y lo mismo de Cristo como profeta en 3.22 y 7.37). En el v. 34 la afirmación en cuanto a la resurrección de Cristo recibe la mayor fuerza a este respecto por medio del contraste enfático con la del v. 33 en cuanto a haber sido levantado en la nación, fuerza impartida por las palabras añadidas «de los muertos». Así­, el v. 33 habla de su encarnación, el v. 34, de su resurrección. En Heb 1:5 se confirma que la declaración se refiere a su nacimiento por el contraste con el v. 6, donde «otra vez» se refiere a la introducción del Primogénito en el mundo: «Y cuando introduce otra vez al Primogénito en el mundo». Esto señala a su Segunda Venida, que se contrasta así­ con la primera, cuando Dios introdujo al Primogénito por primera vez (véase PRIMOGENITO). (El texto «occidental» de Luk 3:22 dice: «Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy», en lugar de: «Tú eres mi hijo amado; en ti tengo complacencia». Es probable que haya alguna relación entre este texto «occidental» y las tempranas herejí­as que enseñaban que la deidad de nuestro Señor tuvo origen en su bautismo.) Así­ también sucede con Heb 5:5, donde se muestra como el sumo sacerdocio de Cristo cumple todo lo que estaba tipificado en el sacerdocio leví­tico, acentuándose en este pasaje el hecho de su humanidad, los dí­as de su carne, su perfecta obediencia y sus padecimientos.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento