EFESO

Act 18:19 llegó a E, y los dejó allí; y entrando
Act 19:1 Pablo .. vino a E, y hallando a ciertos
Act 19:26 este Pablo, no solamente en E, sino en
Act 20:17 enviando, pues, desde Mileto a E, hizo
1Co 15:32 si como .. batallé en E contra fieras
1Co 16:8 pero estaré en E hasta Pentecostés
1Ti 1:3 como te rogué que te quedases en E
2Ti 1:18 cuánto nos ayudó en E, tú lo sabes
Rev 2:1 escribe al ángel de la iglesia en E: El


Efeso (gr. Efesos, «permitido»). Ciudad del Asia Menor occidental, cerca de la desembocadura del rí­o Cayster. Estaba situada en la unión de varias rutas de intercambio dentro del mundo griego, y sobre el camino principal de Roma hacia el Oriente. Adquirió importancia por su posición estratégica; su gran templo, el centro del culto a Diana* (Artemisa); sus famosos libros de magia, los Efesia grammata (cf Act 19:19); y el poder económico de su asociación bancaria. Mapa XX, B-4. 174. Vista aérea de las columnas del teatro de Efeso, con laVí­a Arcadia, un camino que conducí­a hacia el puertoantiguo (ahora cubierto de sedimentos, visible como un área oscura en la parte superior). Fue fundada por los griegos jónicos (s XI a.C.), y llegó a ser la capital de la confederación jónica de 12 ciudades. En el s VI a.C. el rey Creso de Lidia la conquistó. Después de su caí­da ante Ciro, se integró al Imperio Persa. Dos siglos más tarde cayó ante Alejandro Magno, y luego cambió de dueño varias veces 348 durante los primeros años de sus sucesores. Después estuvo en manos seléucidas, de quienes los romanos la tomaron luego de derrotar a Antí­oco el Grande, en Magnesia (190 a.C.). La ciudad pasó entonces al reino de Pérgamo. Cuando Atalo III de ese reino la legó a Roma (133 a.C.), Efeso se convirtió en el centro más importante de la provincia romana de Asia. Como en la mayorí­a de las grandes ciudades del Imperio Romano, en Efeso habí­a una comunidad judí­a con su sinagoga (Act 18:19; 19:8, 17). Pablo, como de costumbre, al llegar comenzó su predicación en ella. La primera vez lo hizo brevemente (en viaje de Corinto hacia Jerusalén, durante su 2o viaje misionero), y otra vez durante 3 meses en su 3er viaje (Act 18:18; 19:8). Después de ser expulsado de la sinagoga, Pablo tuvo reuniones en una escuela por más de 2 años (vs 9, 10) hasta que el tumulto, incitado por el platero Demetrio, hizo aconsejable que saliera de la ciudad (20:1). Para ese entonces, habí­a estado 3 años en Efeso (v 31), y probablemente habí­a establecido un sólido centro cristiano desde donde se podí­a proclamar el mensaje a otras ciudades de la provincia de Asia. Esto parece evidente por el hecho de que, sólo unos pocos años más tarde, habí­a iglesias cristianas en la mayorí­a de las grandes ciudades de esa provincia (Col 4:13-16; Rev 2:1-3:22). A su regreso a Jerusalén, como un año después de haber salido de Efeso, Pablo fue visitado por dirigentes de esa iglesia en Mileto (Act 0:16-38). Durante su 1er encarcelamiento en Roma, Pablo escribió la Epí­stola a los Efesios, y probablemente hizo otra visita a la iglesia después de su liberación (1 Tit 1:3). Efeso sufrió mucho por un terremoto (29 d.C.), pero fue reconstruida por Tiberio. A esta ciudad reconstruida llegaron Pablo y Juan. Durante el s III d.C. sufrió una invasión de los godos, quienes destruyeron el famoso templo de Diana. Sin embargo, se recuperó, y en el 431 d.C. fue el asiento del 3er concilio general de la Iglesia. En él se hicieron declaraciones importantes con respecto a la naturaleza de Cristo, y Marí­a fue oficialmente declarada la «madre de Dios». Gradualmente la ciudad perdió su importancia por causa del constante relleno del puerto con el limo del rí­o Cayster, y se convirtió en ruinas. Cerca de ellas hay una aldea insignificante. Las primeras excavaciones fueron hechas por una expedición británica bajo la dirección de J. T. Wood (1863 a 1874), que tuvo éxito en descubrir los restos del antiguo templo de Diana. Los alemanes, con J. Keil a la cabeza (1926 a 1935), sacaron a luz las iglesias y el gimnasio de Efeso, y desde 1954 una expedición austro-germana estuvo trabajando en el lugar. Una de las ruinas más impresionantes es el gran teatro construido en la falda occidental del monte Pión. Su auditorio semicircular tiene un diámetro de unos 150 m, y el foso de la orquesta unos 33 m. El escenario tení­a un ancho de casi 7 m, y gradas con 66 hileras de asientos con una capacidad para 24.500 personas. Este fue el escenario del tumulto contra Pablo y sus enseñanzas registrado en Act 19:23-41 La calle principal que conectaba el teatro con el puerto se llamaba Arcadiana. Su extensión de 530 m estaba pavimentada con losa de mármol, y a ambos lados habí­a locales comerciales con columnatas. De noche, la calle estaba iluminada, algo poco común en una ciudad antigua. Otras zonas de Efeso que fueron expuestas incluyen el ágora, la biblioteca de Celso, gimnasios, baños, varias iglesias del perí­odo cristiano (entre ellas la gran iglesia doble en la que se celebró el concilio del año 431) y la iglesia monumental que se construyó en honor del apóstol Juan (de acuerdo con una fuerte tradición, el apóstol pasó muchos años de su vida en Efeso y fue un dirigente reconocido por las iglesias del Asia Menor occidental; la 1a de las 7 cartas escritas durante su exilio en la isla de Patmos fue dirigida a la iglesia de Efeso [Rev 3:1-7; véase CBA 7:93-96, 759-762]). 175. Sitio del gran templo de Diana (Artemisa) en Efeso, hoy simplemente una depresión en el terreno, llena de agua que también cubre los antiguos fundamentos. Nada queda del gran templo de Diana* (Artemisa), sino una depresión que en la estación seca revela algunas de las piedras que formaron su fundamento (fig 175). Tení­a 4 veces el tamaño del Partenón de Atenas, y estaba entre las 7 maravillas del mundo. Dentro de la estructura del templo habí­a 117 columnas (Plinio equivocadamente dice 127), de unos 20 m de altura, 36 de las cuales tení­an esculturas de tamaño natural en su parte inferior. Era el centro de grandes festividades que atraí­an a muchos visitantes, especialmente durante el mes artemisios (marzo-abril), mes en que se habrí­a producido el tumulto contra Pablo. 349 También era el lugar donde se guardaban los tesoros de la gran asociación bancaria que hací­a famosa a Efeso. Su objeto principal de culto era una imagen de la diosa Diana hecha de madera negra de olivo, de acuerdo con ciertos eruditos, o de hierro meteórico según otros (cf Act 19:35). Como se la consideraba una diosa de la fertilidad, su imagen mostraba muchos pechos (fig 163). El templo estuvo originalmente en el centro de la ciudad, construida sobre el suelo aluvial de la ribera del rí­o Cayster. Sin embargo, como con frecuencia la ciudad se inundaba por las crecidas del rí­o, Lisí­maco la trasladó a un lugar más alto, libre de inundaciones y fuera del alcance de las crecidas (286 a.C.). El templo de Diana no se trasladó -quedó fuera de los muros de la ciudad- y fue destruido por los godos (c 260 d. C.); nunca fue completamente reconstruido. Sus columnas se usaron para decorar iglesias cristianas en sitios tan lejanos como Constantinopla (Estambul), y las ruinas del templo fueron una cantera de la que se extrajeron materiales de construcción hasta no quedar nada de él. Bib.: M. M. Parvis y F. V. Filson, BA 8 (1945):62-80.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

ciudad fundada por los griegos jonios, ca. siglo XI a. C., en la costa occidental de Asia Menor, en la desembocadura del rí­o Caí­stro, punto estratégico para las rutas comerciales entre Oriente y Occidente.

En el siglo VII a. C. fue conquistada por los cimerios. En el siglo VI a.C., la tomó el rey lidio Creso, y al poco tiempo la ocupó el rey persa Ciro el Grande. Fue aliada de Esparta contra Atenas en la guerra del Peloponeso, 431-404 a. C. Esparta la entregó a los persas, que en época de Alejandro Magno fueron echados de allí­, en el año 333 a. C. Muerto Alejandro, quedó en manos de los soberanos seléucidas, cuando la ciudad de E. tuvo su esplendor y se le llamó Arsinoeia. En el año 133 a. C., E. se convirtió en parte del Imperio romano y continuó su esplendor e importancia comercial. La ciudad de E. fue famosa en la antigüedad por el santuario en honor de la diosa Artemisa, que los romanos llamaban templo de Diana, objeto de peregrinaciones desde otras regiones de la época. Este monumento era el orgullo de los efesios, quienes se preciaban de que su ciudad fuera †œla guardiana del templo de la gran Artemisa y de su estatua caí­da del cielo†, Hch 19, 35.

En el siglo I el apóstol Pablo fundó en E. una comunidad cristiana. San Pablo estuvo en E. en dos ocasiones. La primera visita del Apóstol a la ciudad fue breve y terminando su segundo viaje apostólico, cuando ya se dirigí­a a Jerusalén, Hch 18, 19-21. En la segunda, en su tercer viaje misionero, la estancia de Pablo en E. se prolongó por casi tres años, Hch 19, 20-31. En la sinagoga de E., donde habí­a una colonia judí­a, el Apóstol predicó durante tres meses acerca del Reino de Dios, pero los incrédulos, que hablaban mal del Camino, hicieron que Pablo trasladara su predicación a la escuela de Tirano, Hch 19, 8-10. Su acción se extendió a las siete iglesias de E., a las que se dirige el apóstol Juan en Ap 1, 11; Ap 2, 1-7. Igualmente, por medio de sus colaboradores, el apostolado de San Pablo, desde E., dio como fruto la evangelización de Colosas, que fue confiada al colosense Epafras, quien llevó su misión hasta Laodicea y Hierápolis, Col 1, 7; 4, 12-13; igualmente, Timoteo y Erasto, enviados a Macedonia, Hch 19, 22; Gayo y Aristarco, Hch 19, 29; y Tito, 2 Co 12, 18. En E. Pablo llevó a cabo milagros extraordinarios, curó enfermos y poseí­dos de espí­ritus malos, ante lo cual muchos del lugar se convirtieron, Hch 19, 11-12. En E., habí­a un grupo de artesanos que trabajaban en plata réplicas del templete de la diosa Artemisa, los cuales vendí­an a los peregrinos venidos al santuario. Los plateros vieron en la prédica del apóstol Pablo una amenaza a su lucrativo negocio, lo que originó una revuelta en su contra, liderada por Demetrio, y el Apóstol debió salir de E. rumbo a Macedonia, Hch 19, 21-40; 20, 1, habiendo dejado al frente de esta Iglesia a Timoteo, Tm 1, 3. Durante su permanencia en E., San Pablo escribió las epí­stolas primera a los Corintios, a los Gálatas, y, tal vez, la carta a los Filipenses.

Existe una tradición según la cual en la ciudad de E. murieron la Virgen Marí­a y el apóstol Juan. La importancia de E. en la historia del cristianismo se prolongó hasta el siglo VII, cuando fue invadida por los árabes. En el año 431, se reunió en esta ciudad el tercer concilio ecuménico de la Iglesia cristiana, convocado por Teodocio II, emperador de Oriente, y Valentiniano III, emperador de Occidente, para resolver el problema de la herejí­a de Nestorio, obispo de Costantinopla, según la cual Marí­a no era madre de Dios, pues separaba lo divino de lo humano en Cristo, y, por tanto, Marí­a era tenida por madre de Cristo en cuanto hombre. El nestorianismo fue condenado en este concilio, y Marí­a fue declarada †œMadre de Dios†, en griego Theotokos, †œportadora de Dios†. Las excavaciones en la ciudad de E. datan de 1863, y se han encontrado edificios públicos, comercios, casas, calles, un teatro, templos e iglesias, la biblioteca de Celso, así­ como obras escultóricas de los griegos Fidias y Policleto. Efes Dammim, sitio donde acamparon las tropas filisteas, entre Soko y Azeca, cuando David venció al gigante Goliat, 1 S 17, 1; en 1 Cro 11, 13, este lugar se denomina Pas Dammim.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(gr., Ephesos, deseable). Efeso era un puerto orgulloso, rico y activo, rival de Alejandrí­a y Antioquí­a de Siria. Construido cerca del santuario de una antigua diosa anatoliana de la fertilidad, Efeso se convirtió en el centro de un culto oriental. La deidad anatoliana habí­a sido asumida por los griegos bajo el nombre de Artemisa, la Diana de los romanos. Representada grotescamente con cabeza torreteada y muchos pechos, la diosa y su culto hallaron expresión en el famoso templo servido, como la de Afrodita en Corinto, por una hueste de sacerdotisas cortesanas.

Habí­a mucho comercio centrado en el culto. Efeso se convirtió en un lugar de peregrinaje para los adoradores-turistas, todos ansiosos por llevarse talismanes y recuerdos; de ahí­ el próspero gremio de plateros que viví­a de la fabricación de altares e imágenes de plata de la piedra meteórica que se suponí­a ser la imagen de Diana caí­da del cielo. Efeso se apoyaba cada vez más en el comercio que seguí­a el culto y decayó el comercio en su encenagado puerto.

En el primer siglo Efeso era una ciudad moribunda, viviendo, como Atenas, de su reputación, un curioso lugar donde se reuní­an las antiguas y nuevas religiones de Oriente y Occidente (Hechos 19). La decadencia de Efeso era una enfermedad mortal y es posible detectar en la epí­stola a Efeso en el Apocalipsis un toque del cansancio que caracterizaba a la comunidad decadente.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

La ciudad tuvo un gran papel en la acción misionera del apóstol Pablo. Con su viaje a éfeso, el Apóstol conectaba con una ciudad de la mayor tradición cultural. Aquella ciudad jónica del Asia Menor era la ciudad de Hornero, de Heraclito y de Pitágoras, la ciudad de Heródoto y de Tales de Mileto. También en tiempos de Pablo era éfeso una avanzadilla de la filosofí­a, el arte y el comercio, además de centro de los cultos paganos. Casi frente al puerto se alzaban los edificios del ágora (el mercado), las termas, el gimnasio (o sala de deportes) y el teatro (con 24 000 asientos). Las laderas de los montes que se alzan detrás estaban salpicadas de las villas de los ricos.
Es seguro que, desde su primera época romana (133 a.C.) éfeso albergó una fuerte colonia judí­a con muchos privilegios (autoadministración, libertad religiosa garantizada); pero entre la población griega ese alto porcentaje de población judí­a fue causa de animosidad contra los judí­os, en la que ocasionalmente participó también el procónsul romano, porque contaba con el apoyo de la población griega.
La ciudad de éfeso del tiempo de Pablo se debí­a en parte al rey Lisí­maco (s. IV a.C.), el sucesor de Alejandro Magno en el Asia Menor, que la edificó como una ciudad internacional a la que afluí­an las riquezas de todo el mundo (cf. Ap 18).
Otro dato importante es que éfeso constituí­a un centro de peregrinación, como lugar de culto a Artemisa. El templo de la diosa, el Artemisium, era un lugar de culto a una diosa de la fecundidad, al igual que en Canaán se la veneraba como Astarté; el nombre de Artemisa (los romanos la llamaban Diana) no era sino la designación griega de la diosa naturista de la fertilidad y la vegetación, cuya esencia se reflejaba en sus innumerables pechos. El templo de la diosa, cuya imagen negra de ébano estaba cubierta de exvotos, tení­a unas dimensiones extraordinarias para su tiempo, cubriendo más de 5000 m2. Por su templo de Artemisa, éfeso era conocida con el nombre glorioso de neokoros o guardiana del templo (Hch 19:35), y demuestra que en la ciudad las representaciones sagradas se habí­an trocado en homenajes al emperador.
En el perí­odo paulino la comunidad cristiana de aquella metrópoli estuvo dirigida por Timoteo (2Ti 1:18). Según tradiciones posteriores, desde aproximadamente el 60 d.C. fue también la sede del apóstol Juan. En esa época, junto al culto de Artemisa, se fue intensificando el culto del emperador. En el Apocalipsis las representaciones efesinas en honor del emperador de Roma constituyen el modelo del teatro del anuncio apocalí­ptico.

Fuente: Diccionario de Geografía de la Biblia

Efeso es especialmente significativa para el estudiante de la Biblia como la ciudad donde el apóstol Pablo llevó a cabo su ministerio más extenso (2 años y 3 meses, Hch. 19:8, 10) y desde la cual evangelizó buena parte del Asia. Fue también el lugar de residencia del apóstol Juan durante los últimos años de su vida.
Efeso fue una de las grandes ciudades del mundo Mediterráneo durante los tiempos del Nuevo Testamento. Historiadores y arqueólogos dignos de confianza han estimado su población máxima durante el siglo II entre los 200.000 y los 500.000 habitantes. Las razones por las cuales la ciudad atraí­a tanta gente a sus centros fueron por lo menos tres: polí­ticas, económicas y religiosas. El gobernador romano residí­a allí­ y Efeso prácticamente vino a ser la capital de Asia, aunque se discute si la capital fue oficialmente transferida allí­ durante los tiempos del Nuevo Testamento. Sus hazañas económicas residí­an en el hecho de que Efeso estaba en el gran camino que iba del norte al sur en el Asia Menor occidental y controlaba el comercio que fluí­a hacia el interior del Asia Menor a lo largo de los valles Meander y Lycus. Religiosamente, fue un gran centro de culto para la adoración de Diana o Artemisa.
Efeso estaba ubicada a 6 kms. del Egeo y poseí­a un puerto de entrada que conectaba con el rí­o Cayster. El puerto era mantenido suficientemente grande y profundo sólo dragándolo constantemente. La ciudad sintió la declinación económica general del imperio. Durante el siglo III, y después de las incursiones de los godos en el 263, fue incapaz de efectuar el esfuerzo necesario para mantener el puerto. Para el siglo IV el puerto fue obstruido rápidamente por sedimentos, y para el siglo X la próspera ciudad de los tiempos romanos estaba completamente desierta e invadida por ciénagas. Desde luego que lo inevitable sucedió: Efeso sirvió como una cantera de primera clase para las comunidades vecinas.
Los arqueólogos no empezaron a levantar el velo de las ruinas de Efeso sino hasta 1863. En ese año John T. Wood, un arquitecto inglés, empezó su larga búsqueda del templo de Diana, una de las maravillas del mundo antiguo. Finalmente llegó a sus ruinas el 31 de diciembre de 1869 y entonces empleó 5 años más trabajando en el sitio del templo. D. G. Hogarth excavó allí­ en 1904–5. Los excavadores encontraron que el templo habí­a pasado a través de 5 fases de construcción (la primera comenzó ca. 600 a. de J.C. ) y la del edificio que Pablo y Juan debieron conocer fue iniciada ca. 350 a. de J.C. , y destruida por los godos durante la invasión del siglo III. El templo mismo tení­a 55 mts. de ancho y 115 mts. de largo. El techo estaba sostenido por 117 columnas de 18 mts. Estas columnas tení­an 2 mts. de diámetro y 36 fueron esculpidas en su base con figuras de tamaño normal. El templo se edificó sobre una plataforma de 73 mts. de ancho y 127 mts. de largo. El lugar santí­simo era aparentemente abierto al cielo y contení­a un altar de 38 mts. 2, detrás del cual estaba sin duda la estatua de Artemisa. Artemisa o Diana era comparada con la Cibeles de Asia Menor, la diosa madre. Como se le adoraba en Efeso, la diosa era una deidad de la fertilidad considerablemente orientalizada. Su estatua era una figura de muchos pechos (o como algunos piensan, con una fachada de huevos de avestruz que significaban fertilidad). Durante el Artemisón (marzo-abril) un mes dedicado a la adoración de la diosa, los devotos vení­an desde muchas provincias a participar de las festividades religiosas.
Wood, al buscar el templo de Diana, despejó el teatro de Efeso, especí­ficamente conectado con el ministerio de Pablo (Hch. 19:31). La estructura, ubicada en la falda occidental del monte Pion, medí­a ca. 151 mts. de diámetro y tení­a una capacidad para unos 25.000 espectadores. El arreglo de los asientos estaba dividido en 3 secciones de 24 hileras de asientos en cada una.
Entre las 2 etapas de la excavación británica en el templo de Diana, el Instituto Arqueológico Austrí­aco empezó su trabajo en la ciudad propiamente dicha. Empezando en 1897, excavaron allí­ continuamente por 16 años. Trabajaron en Efeso de nuevo en 1926–35 bajo la dirección de Joseph Keil. Keil reasumió la excavación en 1954 y continuó hasta su muerte en 1959. Desde entonces F. Miltner ha estado encargado.
En los tiempos apostólicos una calle de 529 mts. de largo conducí­a desde el teatro hasta el puerto. Esta fue grandemente hermoseada durante el segundo siglo. A la derecha (norte) de esta calle fue construida el ágora romana en los dí­as de Pablo y Juan. Y durante la época de Juan, Domiciano construyó baños y gimnasios en el mismo lugar. Hacia la esquina suroccidental del teatro estaba la antigua ágora helení­stica, centro principal de la ciudad en los tiempos apostólicos, de un total de 12.000 mts. 2, y limitada por los pórticos detrás de los cuales habí­a pequeños almacenes. A la fecha la mayorí­a de los almacenes, así­ como la parte central del ágora no han sido excavados. Pero Miltner encontró allí­ almacenes de plateros.
Otras estructuras excavadas en Efeso, y que datan de los tiempos del Nuevo Testamento, incluyen el edificio de la administración, un estadio y la puerta Magnesia al sureste de la ciudad. La mayorí­a de las impresionantes ruinas desenterradas por los austrí­acos datan del siglo II d. de J.C. , cuando la ciudad estaba en su cenit.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

(deseable).

Gran ciudad provincial de Asia, famosa por su templo a la diosa Diana.

Pablo fundó una iglesia, y le escribió la «Carta a los Efesios»: La reina de las epí­stolas, porque presenta a Cristo como el instrumento de Dios para la reconciliación universal, no sólo de los hombres, sino del cosmos entero, y la Iglesia es el instrumento de Cristo para esta reconciliación.

Cristo le escribe a Efeso una de las 7 cartas del Apocalipsis: (2:1-7).

En Efeso vivió la Virgen con S. Juan.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Ciudad en la costa occidental de la pení­nsula de Anatolia, Turquí­a. Quedaba a orillas del rí­o Caistro, cerca de su desembocadura, pero ésta se fue segando hasta cerrarse como puerto. Fue fundada por tribus de origen asiático que formaron pequeñas comunidades en sus planicies, estableciendo un santuario a cierta deidad relacionada con la fertilidad que luego se convertirí­a en el culto a la famosa †¢Diana o Artemisa. Los griegos llegaron allí­ aproximadamente en el año 1100 a.C. y cayó en manos romanas en el año 190 a.C. En los tiempos del NT era un centro importantí­simo de las rutas del Oriente Medio hacia Roma. Allí­ se juntaban tres de las grandes carreteras romanas y varios caminos más. Era un verdadero emporio por donde pasaba el comercio de Roma y Grecia con las provincias más orientales del Imperio. Tení­a un teatro con capacidad para 25.000 personas. Es posible que fuera allí­, si se habilitó como estadio, donde Pablo dice que luchó contra fieras (1Co 15:32), a menos que se trate de una alusión figurada al famoso conflicto con la turba.

El más grande orgullo de é. era el templo de Diana. Esta diosa era considerada hija de †¢Zeus y hermana gemela de †¢Apolo. La representaban como una doncella cazadora, armada de arco y flecha, que enviaba plagas a mujeres y animales. Se permití­a libertad sexual en su culto. En é. la estatua de Diana se decí­a que habí­a †œvenido de Júpiter† (†œcaí­do del cielo† -probablemente un meteorito) (Hch 19:35) y se presentaba con una gran cantidad de senos en su torso. Por eso se le llamaba Artemisa Polimastros (†œArtemisa la de muchos senos†). Se desconoce el proceso mediante el cual el ideal griego de pureza que acompañaba a Diana tomó aquí­ esta forma.
templo de Diana, una de las siete maravillas del mundo, era cuatro veces más grande que el Partenón de Atenas. Fue destruido y reconstruido unas siete veces. Es posible que Pablo tuviera esto en mente cuando escribe desde é. a los Corintios hablando en términos de arquitectura (1Co 3:10-17). El servicio del templo estaba a cargo de sacerdotes, eunucos y sacerdotisas. La prostitución femenina y masculina se ejercí­a en sus recintos. Funcionaba allí­ un banco, quizás el primero en el mundo. El sacerdote principal supervisaba las operaciones y la gente llevaba allí­ grandes cantidades de dinero. Muy pronto obtuvo la fama de †œbanco de Asia†. La ciudad era famosa por la gran cantidad de magos y hechiceros que tení­a. Se vendí­an pequeños documentos que aseguraban que podí­an resguardar de peligros a sus poseedores.
estuvo de paso en é., camino a Jerusalén (Hch 18:19-21). Pero cuando regresó, encontró allí­ a personas que habí­an creí­do el mensaje de †¢Juan el Bautista. éstos, después de oí­r el evangelio, recibieron el Espí­ritu Santo (Hch 19:1-7). El apóstol se quedó allí­ hablando †œcon denuedo por espacio de tres meses† en la sinagoga, pero los judí­os lo rechazaron, por lo cual se mudó a una †œescuela de uno llamado Tiranno†, donde permaneció dos años (Hch 19:8-10). Pablo hizo muchos milagros allí­. Ciertos exorcistas judí­os quisieron imitarlo, pero fracasaron, siendo atacados por los mismos demonios que querí­an sacar (Hch 19:11-17). Entonces muchos magos de é. se convirtieron y quemaron sus libros. Pero un platero llamado †¢Demetrio, viendo que la gente se apartaba de la idolatrí­a y perdí­a así­ el negocio que tení­a vendiendo †œtemplecillos de Diana†, levantó una turba que maltrató a algunos creyentes. Pablo fue impedido de acudir al sitio por intervención de algunas autoridades de la ciudad que eran sus amigos. éstas, finalmente, disolvieron la multitud con razonamientos (Hch 19:18-41).
estancia de Pablo en é. sirvió para propagar el evangelio en las regiones circundantes, incluyendo †¢Colosas. Desde é. Pablo escribió a los Corintios respondiendo a una carta que recibió de ellos (1Co 16:8). Cuando se fue de é., Pablo dejó allí­ a Timoteo (1Ti 1:3). Aunque Pablo no regresó una tercera vez a é., llamó a los ancianos de la iglesia a †¢Mileto y se reunió con ellos en la playa, dándoles un cálido mensaje antes de su partida hacia Jerusalén (Hch 20:16-38). Más tarde les escribirí­a una epí­stola estando preso en Roma, que envió por mano de †¢Tí­quico (Efe 6:21). Distintos testimonios extrabí­blicos dicen que é. fue centro de actividades del apóstol †¢Juan, y que murió allí­. Lo mismo se dice de †¢Marí­a, la madre del Señor. La primera de las cartas del Apocalipsis se dirige a é., que es presentada como una iglesia floreciente, aunque sin su primer amor, que tiene que hacer frente a la doctrina de los †¢nicolaí­tas (Apo 2:1-7).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CIUD HIST IGLE

fot, dib00074, dib00067, dib00218, dib00312

ver, DIVINIDADES PAGANAS

sit, a9, 350, 213

vet, Ciudad de Lidia, en la costa occidental de Asia Menor, a mitad de camino entre Mileto al sur y Esmirna al norte. Efeso estaba situada en la encrucijada de caminos comerciales naturales, sobre la arteria principal que iba de Roma a Oriente. Poseí­a el célebre templo de Artemisa (Diana), que representaba a una diosa madre cuyo torso estaba totalmente cubierto de pechos. (Véase DIVINIDADES PAGANAS). En el siglo II a.C. los jonios de raza griega se apoderaron de la ciudad. Efeso vino a ser una de las 12 ciudades de la confederación jónica, y posteriormente la capital. Hacia el año 555 a.C., Creso, rey de Lidia, cuya capital era Sardis, tomó Efeso, pero poco después cayó bajo el yugo persa. Bajo Alejandro Magno vino a formar parte del imperio greco-macedónico. En el año 190 a.C. los romanos, al vencer a Antí­oco el Grande en Magnesia, le arrebataron Efeso, dándola a Eumeno II, rey de Pérgamo. A la muerte de Atalo III, rey de Pérgamo, en el año 133 a.C., Efeso volvió a manos romanas, que hicieron de ella la capital de la provincia romana de Asia. Tiberio la reconstruyó después del terremoto sufrido en el año 29 d.C. Numerosos judí­os que poseí­an el tí­tulo de ciudadanos romanos residí­an en Efeso, manteniendo allí­ una sinagoga (Hch. 18:19; 19:17; Ant. 14:10, 11 y 13). Al finalizar su segundo viaje misionero, Pablo, de camino hacia Jerusalén, hizo una breve visita a Efeso, y predicó en su sinagoga. Dejó a Aquila y a Priscila en esta ciudad, para que ellos prosiguieran con la obra (Hch. 18:18-21). En la época de su tercer viaje, Pablo estuvo trabajando en Efeso por lo menos 2 años y 3 meses. Dejó la ciudad después del motí­n provocado por Demetrio, el platero fabricante de templecilIos de plata de Diana, que vio disminuir sus beneficios debido a la predicación del apóstol (Hch. 19; cp. 1 Co. 15:32; 16:8; 2 Ti. 1:1-18). Pablo dejó a Timoteo en Efeso, a fin de que impidiera que la iglesia quedara corrompida por las falsas doctrinas (1 Ti. 1:3). Más tarde, no pudiendo pasar por Efeso al volver de Europa, Pablo llamó a los ancianos de Efeso a Mileto (Hch. 20:15, 16, 17). Tí­quico, portador de la epí­stola a los Efesios, fue después enviado a Efeso (Ef. 1:1; 6:21; 2 Ti. 4:12). La iglesia de Efeso es una de las 7 iglesias de Asia a las que se dirigieron las cartas del Apocalipsis de Juan (Ap. 1:11; 2:1-7). Según la tradición, el apóstol Juan pasó los últimos años de su vida en Efeso. En la actualidad, el mar se ha retirado de la ciudad debido a depósitos aluviales del rí­o Caí­stro, que desembocaba junto a ella. Sólo quedan ruinas de lo que fuera una gran ciudad.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

La contraposición entre la orientación de la escuela teológica alejandrina, que acentuaba la unidad de Cristo, y la orientación divisionista de la escuela antioquena, más sensible a la humanidad de Cristo, tení­a que llegar más pronto o más tarde a una confrontación directa y de grandes proporciones. Es lo que ocurrió en Efeso, el año 431, con ocasión del concilio ecuménico que convocó allí­ el emperador Teodosio 11. El motivo para ello lo ofreció el antioqueno Nestorio, patriarca de Constantinopla (428) que – en contra de lo que se habí­a hecho hasta entonces- criticó el tí­tulo de «madre de Dios» (theotokos).

Las reacciones, especialmente en el frente alejandrino, fueron inmediatas, Cirilo, patriarca de Alejandrí­a, transmitió a Nestorio una carta del papa Celestino en la que le invitaba a desdecirse de sus errores. El obispo alejandrino añadió a esta carta 12 anatematismos, que presentaban la cristologí­a alejandrina más radical y que ningún antioqueno habrí­a podido firmar.

Para suavizar las tensiones que surgieron, el emperador, a petición de Nestorio, convocó un concilio en la ciudad de Efeso, elegida por su posición geográfica accesible, por la facilidad de aprovisionamiento y quizás también, porque la 1glesia catedral estaba dedicada a la Madre de Dios, En la apertura del concilio (21 de junio de 431) estaban presentes unos 150 obispos. Faltaba la delegación de Palestina-Siria, guiada por el patriarca Juan de Antioquí­a. Después de dos semanas de espera, Cirilo -en contra de algunas opiniones discordantes- dio comienzo a las sesiones conciliares, que culminaron en la condenación y deposición de Nestorio, Fueron unos 200 obispos los que firmaron la sentencia.

El vencedor de Efeso fue sin duda Cirilo, pero fue también una victoria de la «Madre de Dios», dado que este tí­tulo obtuvo finalmente un reconocimiento oficial e indiscutible. Dieciocho afios más tarde tuvo lugar en Efeso otro concilio (449), convocado para juzgar al monje Eutiques, promotor de la herejí­a monofisita.

Apoyado por el patriarca Dióscoro de Alejandrí­a, presidente de la asamblea, Eutiques obtuvo la rehabilitación. Por el contrario, fueron depuestos y condenados como «nestorianos» todos sus acusadores. Se les impidió hablar a los delegados papales, y otros obispos se vieron obligados a firmar las decisiones tomadas, Dos años más tarde (451), en una tercera carta del papa León a la emperatriz Pulqueria, leemos que este concilio de Efeso no fue un «iudicium», sino un «latrocinium «. precisamente por eso, esta asambíea no obtuvo el reconocimiento de concilio ecuménico.

L, Padovese

Bibl.: M. Simonetti, Efeso, en DPAC, 1, 682695; P T Camelot, Efeso y Calcedonia, ESET , Vitoria 1971 L, Perrone De Efeso (341) A Calcedonia (451), en G, Alberigo (ed,) História de los concilios ecuménicos, Sí­gueme, Salamanca 1993, 67-103.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

Efeso era una ciudad de las provincias romanas de Asia, cerca de la desembocadura del rí­o Cayster, y como a 5 kms. costa arriba. La isla de Samos está al lado
opuesto. Era fácilmente accesible tanto por tierra como por mar, por causa de los buenos caminos y un buen puerto. Su localidad era propicia para su desarrollo religioso, polí­tico y comercial, y era una gran oportunidad misionera en el tiempo de Pablo. El clima era muy bueno, y el terreno era extraordinariamente fértil.
Una tradición griega da a Efeso una historia larga, bajo varios nombres antes de que llegara a ser una ciudad de Grecia. Otra tradición dice que fue fundada por los griegos, bajo un prí­ncipe de Atenas. De todos modos la civilización griega gradualmente prevaleció. En el perí­odo histórico temprano era una de la confederación de doce ciudades jónicas. En 560 a. de J.C. cayó en manos de los lidios, solamente para ser tomada tres años más tarde por los persas. Por mucho tiempo los griegos y los persas se disputaban su posesión y, finalmente, Alejandro la tomó. Lisí­maco, heredándola, le dio el nombre de Arsino, de su segunda esposa. Más tarde entró al Imperio Romano como una parte de la provincia de Asia Menor. Efeso y Pérgamo eran las ciudades rivales de la provincia. Efeso era más accesible, el centro comercial y el hogar de Diana, la diosa del paí­s, rica y bien situada. Siete veces el templo de Diana habí­a sido destruido por fuego y siete veces lo habí­an reedificado, y siempre en una escala más grande. Era uno de los edificios más notables de todo el mundo, de 130 ms. por 67 ms., el techo era sostenido por un bosque de 127 columnas de 18 ms. de alto, todas hechas de mármol brillante; duraron 220 años en edificar el edificio. Vino a dominar tierras y pesqueras; y sus sacerdotes eran banqueros de grandes rentas públicas. El templo también vino a ser una clase de museo y galerí­a de arte, y también una ciudad de refugio. Empleaba un gentí­o innumerable aparte de los sacerdotes y las sacerdotisasr, entre ellos un gran grupo de artesanos para manufacturar imágenes de la dios Diana, o altares para vender a los extranjeros que visitaban. Aquí­ estaba la estatua de Diana, el cuerpo de la cual estaba cubierto de hileras de muchos pechos, mostrando la creencia de ellos de que ella daba fertilidad a la tierra y sostení­a toda la vida.
Cerca de las ruinas antiguas hoy está la aldea de Ayasaluk. Las ruinas abarcan el acueducto, los muros caí­dos de la ciudad, lo que dicen es la iglesia de San Juan, los baños, la fortaleza turca (o la prisión de Pablo), y el teatro enorme, escenario del motí­n en el tiempo de Pablo. Se ha descubierto que el muro de la ciudad tiene una longitud de 11 kms. Y que encierra 416 hectáreas. El espesor era de más de 3 ms. y tení­a una torre de más de 30 ms. Las seis puertas originales están marcadas por montí­culos de desechos.
Después de Roma, Efeso fue la ciudad más importante que Pablo visitó. Siendo el centro de su trabajo en Asia por el cual fueron fundadas todas las iglesias de Asia y, especialmente, aquellas a las que Jesús mandó los mensajes del Apocalipsis
(Apocalipsis 2-3), ha sido llamada la tercera capital del cristianismo. Jerusalén, el lugar de nacimiento y poder, era la primera, y Antioquí­a, el centro de trabajo misionero, fue la segunda capital.
El apóstol Pablo está relacionado con Efeso antes de su destierro a Patmos. El templo de Diana finalmente fue destruido en 262 d. de J. C. y nunca más fue reedificado. En 341 un concilio eclesiástico se tuvo en Efeso. La ciudad poco a poco perdió su importancia, y disminuyó en población. En 1308 los turcos la tomaron, y deportaron o mataron a sus habitantes.
Las referencias en las Escrituras concernientes a Efeso y al trabajo allí­ son muchas; algunas tienen que ver con las experiencias de Pablo y algunas con la condición de la iglesia allí­. Se ha dicho que la carta de Pablo a los Efesios contiene la verdad más profunda revelada a los hombres; la estancia larga de Pablo allí­ los pudo haber preparado para oí­r y comprender tal revelación.
Pablo visitó allí­ en su segundo viaje misionero, Hechos 18:19-21.
Apolos predicó allí­, Hechos 18:24; 19:1
Pablo pasó tres años allí­ en su tercer viaje, Hechos 19-20 (vea Hechos 20:31). Muchos diferentes tópicos aquí­ –diferentes lugares donde Pablo predicó, los hijos de Esceva, la quemada de los libros del mago, Demetrio y los demás, el discurso de los ancianos, hombres que fueron rebautizados.
Pablo luchó con «bestias de Efeso», 1 Corintios 15:29-34. Timoteo fue dejado aquí­, 1 Timoteo 1:3, 4.
La bondad de Onesí­foro, 2 Timoteo 1:16.
Jesús mandó una carta a la iglesia, Apocalipsis 2:1-7. Pablo escribió una carta a ellos, el libro de Efesios.

Fuente: Diccionario Geográfico de la Biblia

Centro religioso y comercial de la antigüedad, rico e importante, situado en la costa occidental de Asia Menor, casi enfrente de la isla de Samos. Efeso estaba edificada en las laderas y al pie de varias colinas, las principales de las cuales eran el monte Pion y el monte Koressos. Este puerto se encontraba en la ruta comercial principal que iba de Roma al Oriente, y en él confluí­an también las rutas comerciales terrestres de Asia Menor debido a su proximidad a la desembocadura del rí­o Caistro y las cuencas de los rí­os Gediz (antiguo Hermos) y Menderes (antiguo Meandro). Habí­a carreteras que enlazaban Efeso con las principales ciudades del distrito de Asia.
Los escritos de Plinio el Viejo, autor romano del primer siglo, y del geógrafo griego Estrabón, han dado origen a la suposición de que en un tiempo un golfo del mar Egeo llegaba hasta Efeso, pero que poco a poco el litoral fue ganando terreno al mar, ya que en la actualidad las ruinas de la ciudad están a varios kilómetros de la costa. Sin embargo, el excavador J. T. Wood, concluyó en base a sus hallazgos que en la antigüedad Efeso estaba situada a unos 6,5 Km. del mar Egeo. En tal caso, es posible que en el tiempo de Pablo los barcos subiesen por la desembocadura del rí­o Caistro hasta un puerto fluvial que se mantení­a navegable por medio de un dragado constante. No obstante, con el transcurso de los siglos, tanto el puerto como la desembocadura del rí­o se han llenado del cieno depositado por el rí­o Caistro.

Templo de írtemis. El edificio más sobresaliente de la ciudad era el templo de írtemis, considerado como una de las siete maravillas del mundo antiguo. El templo que existí­a en el siglo I E.C., cuando el apóstol Pablo visitó Efeso, se habí­a reedificado según el diseño de un templo jónico anterior, que según se dice fue incendiado por Eróstrato en el año 356 a. E.C.
Las excavaciones que se hicieron en ese lugar durante la última mitad del siglo XIX revelaron que el templo se erigió sobre una plataforma que medí­a alrededor de 73 m. de ancho por 127 m. de largo. El templo mismo tení­a unos 50 m. de ancho por 105 m. de largo. Contaba con 100 columnas de mármol de unos 17 m. de altura cada una y un diámetro en la base de 1,8 m. Algunas de ellas tení­an esculpidos los 6 m. inferiores. En el lugar santí­simo, que medí­a unos 21 m. de ancho por 32 m. de largo, habí­a un altar de unos 6 m. de lado, y detrás de él posiblemente se erigí­a la imagen de írtemis.
Los fragmentos hallados permiten suponer que el templo estaba adornado con colores brillantes y esculturas. Grandes losas de mármol blanco cubrí­an el techo, y se dice que entre las juntas de los bloques de mármol se empleó oro en lugar de mortero.

Estadio; teatro. A unos 2 Km. al SO. del templo de írtemis se encontraba un estadio que fue reedificado en tiempos de Nerón (54-68 E.C.). Quizás era allí­ donde se celebraban las competiciones atléticas y posiblemente también los combates de gladiadores. Si Pablo hablaba literalmente cuando dijo que habí­a peleado con bestias salvajes en Efeso (1Co 15:32), es posible que el suceso tuviera lugar en este estadio.
El teatro donde los efesios se amotinaron instigados por Demetrio estaba a menos de 800 m. al S. del estadio, dentro de la hondonada del monte Pion. (Hch 19:23-41.) La fachada estaba decorada con columnas, hornacinas y hermosas esculturas. Tení­a sesenta y seis hileras de asientos de mármol, en forma de semicí­rculo, con una capacidad total para unas 25.000 personas. Su acústica era excelente. Aún hoy puede oí­rse desde los últimos asientos una palabra pronunciada en voz baja en el escenario. (GRABADO, vol. 2, pág. 748.)
Frente al teatro habí­a una calle ancha y pavimentada con mármol que conducí­a hasta el puerto. Tení­a casi 500 m. de longitud y unos 11 m. de anchura. La calle estaba flanqueada por columnatas de unos 4,5 m. de ancho, detrás de las cuales habí­a tiendas y otros edificios. Al principio y al final de la calle se habí­an construido dos puertas monumentales.

El ministerio de Pablo en Efeso. Probablemente en el año 52 E.C. el apóstol Pablo se dirigió a Efeso, la encrucijada del mundo antiguo, acompañado de íquila y Priscila, y sin demora predicó en la sinagoga judí­a. Aunque se le pidió que permaneciese más tiempo, el apóstol partió de Efeso diciendo que volverí­a si era la voluntad de Jehová. (Hch 18:18-21.) íquila y Priscila permanecieron allí­ y conocieron a Apolos, un judí­o de Alejandrí­a (Egipto) que solo sabí­a del bautismo de Juan, y †œle expusieron con mayor exactitud el camino de Dios†. (Hch 18:24-26.)
Cuando Pablo volvió a Efeso, probablemente para el invierno de 52-53 E.C., halló a varios hombres que habí­an sido bautizados con el bautismo de Juan. Después de aclararles el tema del bautismo, se les bautizó de nuevo. (Hch 19:1-7.) En esta ocasión Pablo enseñó en la sinagoga judí­a por tres meses. Cuando surgió oposición, dirigió a los que se habí­an hecho creyentes a la sala de conferencias de la escuela de Tirano, donde pronunció discursos diariamente durante dos años. (Hch 19:8-10.) Además, predicó extensamente de casa en casa. (Hch 20:20, 21.)
La predicación de Pablo, apoyada por los milagros de curación y expulsión de demonios, consiguió que muchos efesios se hicieran creyentes. También impresionó mucho a la gente el vano intento de exorcizar de los siete hijos de cierto sacerdote principal judí­o llamado Esceva. Por otra parte, algunos que habí­an practicado artes mágicas quemaron públicamente sus libros, cuyo valor ascendí­a en total a 50.000 piezas de plata (si eran denarios, 37.200 dólares [E.U.A.]). (Hch 19:11-20.) Efeso era tan famosa por las artes mágicas, que los escritores griegos y romanos llamaron †œletras efesias† a cualquier libro o rollo de fórmulas mágicas y encantamientos.
Debido a que muchos efesios abandonaron la adoración de írtemis, el platero Demetrio hizo notar a sus compañeros artí­fices que la predicación de Pablo era una amenaza para su profesión, y que también poní­a en peligro la adoración a aquella diosa. Los encolerizados plateros gritaron: †œÂ¡Grande es írtemis de los efesios!†. La ciudad se sumió en un alboroto que culminó en una tumultuosa asamblea de dos horas en el teatro, cuyo aforo era de 25.000 espectadores. (Hch 19:23-41.)
Después de estos incidentes, Pablo partió de Efeso. Más tarde, desde Mileto mandó llamar a los ancianos de la congregación de Efeso, repasó el ministerio que habí­a efectuado entre ellos y les dio instrucciones para que atendieran sus responsabilidades. (Hch 20:1, 17-38.) Aunque en aquella ocasión dijo que habí­a pasado †œtres años† en Efeso, debe entenderse como un número redondo. (Hch 20:31; compárese con Hch 19:8, 10.)
Con el transcurso de los años, los cristianos de Efeso aguantaron mucho. Sin embargo, algunos perdieron el amor que tení­an al principio. (Rev 2:1-6; véanse íRTEMIS; DEMETRIO núm. 1; EFESIOS, CARTA A LOS.)

[Fotografí­a en la página 761]
Relieve que muestra a hombres luchando con fieras, tal vez en el estadio de Efeso

Fuente: Diccionario de la Biblia

(véase el mapa que acompaña al art. sobre *Colosas). La ciudad más importante de la provincia romana de Asia, en la costa occidental de lo que es ahora la Turquía asiática. Estaba situada en la desembocadura del río Caistro, entre la cadena montañosa de Coreso y el mar. Una magnífica calle de 11 m de ancho, flanqueada por columnas, atravesaba la ciudad hasta el excelente puerto, que servía tanto como gran centro de exportación en el extremo de la ruta de caravanas, como también de punto natural de desembarco de naves procedentes de Roma. La ciudad, ahora deshabitada, se viene excavando desde hace muchos años, y probablemente sea el sitio arqueológico más extenso e imponente del Asia Menor. El mar se encuentra ahora a unos 10 km de distancia, debido a la sedimentación que se viene produciendo desde hace siglos. El puerto tuvo que sufrir amplias operaciones de limpieza en diversas épocas a partir del ss. II a.C.; ¿será por eso, tal vez, que Pablo tuvo que detenerse en Mileto (Hch. 20.15–16)? La parte principal de la ciudad, con su teatro, baños, biblioteca, ágora, y calles pavimentadas, estaba ubicada entre el Coreso y el Caistro, pero el templo que le dio fama se encontraba a más de 2 km hacia el NE. Este sitio era sagrado para la adoración de la diosa anatolia de la fertilidad, posteriormente identificada como la Artemisa de Grecia y la Diana latina. Justiniano construyó una iglesia a San Juan en la colina próxima (por ello el nombre posterior Ayasoluk, que es corrupción de hagios theologos), la que posteriormente fue remplazada por una mezquita selyúcida. El asentamiento vecino se llama ahora Selcuk.

El asentamiento anatolio original fue aumentado, antes del ss. X a.C., por colonos jónicos, y se erigió una ciudad compartida. La diosa de Éfeso adoptó un nombre griego, pero evidentemente retuvo sus anteriores características, porque repetidas veces se la representó, en períodos posteriores, coma una figura con muchos senos. Éfeso fue conquistada por Creso poco después de su ascenso en ca. 560 a.C., y debió parte de sus glorias artísticas a la munificencia de dicho gobernante. Después de su caída en 546 Éfeso pasó al dominio persa. Creso modificó el sitio de la ciudad antigua para centrarla en el templo de *Artemisa: Lisímaco, uno de los sucesores de Alejandro, la reubicó por la fuerza alrededor del puerto a comienzos del ss. III a.C. Posteriormente Éfeso formó parte del reino de Pérgamo, que Atalo III legó a Roma en el 133 a.C. Se convirtió en la ciudad comercial más grande de la provincia romana de Asia. Entonces ocupaba una vasta superficie y su población puede haber llegado al tercio de millón. Se calcula que el gran teatro construido en el monte Pión en el centro de la ciudad tenía capacidad para unas 25.000 personas.

Éfeso retuvo también su importancia religiosa durante la dominación romana. Se convirtió en centro del culto imperial y llegó a poseer tres templos oficiales, mereciendo triplemente por lo tanto el arrogante título de neōkoros (‘guardiana del templo’) de los emperadores, además de ser neōkoros de Artemisa (Hch. 19.35). Es notable que Pablo tuviese amigos entre los asiarcas (Asiarjai, Hch. 19.31; * Asia, Autoridades de), que eran oficiales de la “comuna” de Asia, cuya función primaria era justamente la de promover el culto imperial.

El templo de Artemisa fue reedificado después de un gran incendio en 356 a.C., y constituía una de las siete maravillas del mundo hasta que fue destruido por los godos en el 263 d.C. Tras años de paciente búsqueda J. T. Wood en 1870 desenterró sus ruinas en el pantano al pie del mte. Ayasoluk. Había sido el edificio más grande del mundo griego. Tenía una imagen de la diosa que, según se afirmaba, había caído del cielo (cf. Hch. 19.35). En realidad es posible que originalmente haya sido un meteorito. Monedas de plata de muchos lugares evidencian la validez de la afirmación de que la diosa de Éfeso era reverenciada en todo el mundo (Hch. 19.27). Llevan la inscripción Diana efesia (cf. Hch. 19.34).

Hubo una gran colonia de judíos en Éfeso, que había disfrutado durante mucho tiempo de una posición privilegiada bajo el imperio romano (Jos., Ant.14.225ss; 14.262ss). La primera referencia a la llegada del cristianismo es de ca. del 52 d.C., cuando Pablo hizo una breve visita y dejó a Aquila y a Priscila allí (Hch. 18.18–21). El tercer viaje misionero de Pablo tuvo Éfeso como su meta, y se quedó allí más de dos años (Hch. 19.8, 10), atraído, indudablemente, por su importancia estratégica como centro comercial, religioso, y político. Su actividad tuvo como base primero la sinagoga; luego disputó en la sala de conferencias de Tiranno, tomando Éfeso como base para la evangelización de toda la provincia de Asia. La propagación del cristianismo, que rechazaba el sincretismo, comenzó a provocar la hostilidad de los intereses creados de los religiosos. Afectaba no sólo los cultos mágicos que florecían allí (Hch. 19.13ss; un tipo de fórmula mágica se llamaba justamente Efesia grammata) sino también el culto de Artemisa (Hch. 19.27), ocasionando daño al comercio de los objetos cúlticos, actividad que constituía una de las fuentes de prosperidad de la ciudad. Sobrevino el celebrado alboroto descripto en Hch. 19. Hay inscripciones que muestran que el grammateus (“secretario del ayuntamiento”) que logró controlar la asamblea en esta ocasión era el oficial cívico principal, directamente responsable ante los romanos por perturbaciones del orden público tales como las asambleas ilícitas (Hch. 19.40). Se ha sugerido que su afirmación de que “procónsules hay” (19.38), de no ser un plural generalizador, puede servir para fijar la fecha con cierta precisión. Cuando ascendió Nerón en el 54 d.C., M. Junio Silvano, procónsul de Asia, fue envenenado por sus subordinados Helio y Celer, quienes actuaron como procónsules hasta la llegada de un sucesor legítimo.

Evidentemente el cristianismo se extendió a *Colosas y las otras ciudades del valle del Lico en la época de la permanencia de Pablo en Éfeso (cf. Col. 1.6–7; 2.1). Fue el centro de las actividades de Pablo durante la mayor parte del tiempo que duró la controversia y la correspondencia con los corintios (1 Co. 16.8), y la experiencia descripta por él como que “batallé en Éfeso contra fieras” ocurrió allí (1 Co. 15.32). Esto parecería ser una alusión metafórica a algo ya conocido por los corintios, quizá un ataque por una multitud. (No había anfiteatro en la ciudad, aun cuando el estadio fue adaptado más tarde para posibilitar la lucha con bestias.) G. S. Duncan (St Paul’s Ephesian Ministry, 1929) ha sostenido que Pablo fue encarcelado dos o tres veces en Éfeso, y que todas las epístolas del cautiverio fueron escritas desde allí, y no desde Roma. E.J. Goodspeed (INT, 1937), seguido por C. L. Mitton y J. Knox, han ubicado en Éfeso la reunión del corpus epistolario paulino. Hay dificultades para la aceptación de la hipótesis de un encarcelamiento en Éfeso que encuadre en el caso, y si bien B. Reicke y J.A.T. Robinson han vuelto a dar vigencia recientemente a la idea de que todas o algunas de las epístolas del cautiverio fueron escritas en Cesarea, sigue siendo preferible ubicarlas en Roma (véase C. H. Dodd, BJRL 18, 1934, pp. 72–92).

Después de la partida de Pablo, Timoteo quedó en Éfeso (1 Ti. 1.3). Las epístolas pastorales ofrecen un panorama del período de consolidación allí. Muchos han pensado que Ro. 16 estaba dirigida originalmente a Éfeso.

Esta ciudad fue posteriormente el centro de operaciones de Juan, que tenía jurisdicción sobre las siete iglesias principales de Asia mencionadas en Apocalipsis. La iglesia de Éfeso es la primera de las siete que se menciona (Ap. 2.1–7), como la iglesia más importante en la capital de facto, y como lugar más adecuado para la llegada de un mensajero de Patmos, como también por encontrarse al comienzo de un camino circular que unía las siete ciudades en orden. Se trata de una iglesia floreciente, pero que está siendo perturbada por maestros falsos, y ha perdido su “primer amor”. Los falsos apóstoles (2.2) son con toda probabilidad como los *nicolaítas, que parecieran haber apoyado la idea de una componenda con el poder del paganismo para el cristiano sometido a presiones. Los efesios se mantuvieron firmes, pero eran deficientes en amor. Ramsay caracterizó a Éfeso como la “ciudad del cambio”. Sus problemas eran los problemas de una iglesia exitosa haciendo frente a circunstancias cambiantes; la ciudad misma había conocido una larga historia de ubicaciones cambiantes (cf. 2.5b). La promesa de comer del árbol de la vida aparece aquí probablemente contra el fondo de la datilera sagrada de Artemisa, que aparece en monedas efesias.

Según Ireneo y Eusebio, Éfeso fue adoptada por Juan el apóstol como residencia permanente. Una generacion después de su época Ignacio escribió sobre la invariable fama y fidelidad de la iglesia de Éfeso (Efesios 8–9). El tercer concilio general tuvo lugar allí en el 431 d.C. para condenar la cristología nestoriana, y se reunió en la iglesia doble de Sta. María, cuyas ruinas pueden verse hasta hoy. La ciudad declinó, y la progresiva sedimentación de su golfo terminó por separarla completamente del mar.

Bibliografía. G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975, pp. 370–373; G. Bornkamm, Pablo de Tarso, 1978, pp. 123–134; C. F. Pfeiffer, °DBA, pp. 231–233.

W. M. Ramsay, The Letters to the Seven Churches, 1904; J. T. Wood, Modern Discoveries on the Site of Ancient Ephesus, 1890; D. G. Hogarth, Excavations at Ephesus: the Archaic Artemisia, 1908; RE, “Ephesos”; G. E. Bean, Aegean Turkey. An Archaeological Guide, 1966; E. Akurgal, The Ancient Ruins and Civilisations of Turkey, 1973.

E.M.B.G., C.J.H.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Una sede arzobispal titular ubicada en Asia Menor, se dice que fue fundada en el siglo XI A.C. por Androclo, hijo del rey ateniense Codros, con la ayuda de colonos jónicos. Su moneda data de antes del años 700 A.C., el periodo durante el cual se acuñaron las primeras monedas. Después de pertenecer sucesivamente a reyes de Lidia, a los persas y a los descendientes sirios de Alejandro Magno, pasó, luego de la batalla de Magnesia (190 A.C.), a los reyes de Pérgamo, el último de los cuales, Attalus III, legó su reino al pueblo romano (133 A.C.). Fue en Éfeso donde Mitrídates (88 A.C.) firmó el decreto ordenando la muerte de todos los romanos de Asia, en dicha masacre murieron 100 mil personas. Cuatro años más tarde, Sula, de nuevo dueño del territorio, asesinó en Éfeso a todos los líderes de la rebelión. Desde el año 27 A.C. hasta poco después del año 297 D.C., Éfeso fue la capital de la provincia proconsular de Asia, una dependencia directa del Senado Romano. Aunque de escasa importancia política, Éfeso fue conocida por su amplio comercio.
Muchos personajes ilustres nacieron en Éfeso, por ejemplo los filósofos Heráclito y Hermodoro, el poeta Hiponax, el pintor Parrasius (todos en el siglo VI o V B.C.), el geógrafo Artemidoro, y otro Artemidoro, astrónomo y charlatán, ambos en el segundo siglo de la era cristiana, y el historiador y ensayista, Jenofonte. Éfeso debía su gran renombre al templo de Artemisa (Diana en la mitología romana), el cual atraía multitud de visitantes. Su primer arquitecto fue el cretense Kersifrón (siglos VII a VI A.C.) pero fue ampliado más adelante. Estaba situado a orillas del río Selino y los habitantes de sus alrededores tenían derecho de asilo. Este edificio, que fue visto como una de las siete maravillas del mundo antiguo, fue incendiado por Heróstratos (356 A.C.) la misma noche en la que nació Alejandro Magno, y fue reconstruido después, casi en las mismas proporciones, por el arquitecto Dinócrates. Se dice que su construcción duró 120 años, pero de acuerdo con algunos historiadores, pudieron haber sido 220. Tenía más de 120 metros de largo y 60 de ancho y descansaba sobre 128 pilares de 18 metros de altura. Fue despojado de sus riquezas por Nerón y finalmente destruido por los godos (262 D.C.)

A través de los judíos fue como el cristianismo se introdujo inicialmente en Éfeso. La comunidad original estaba bajo el liderazgo de Apolo (I Cor., i, 12). Eran discípulos de San Juan Bautista y habían sido convertidos por Aquila y Priscila. Luego llegó san Pablo, quien estuvo en Éfeso durante tres años para establecer y organizar la nueva iglesia; acostumbraba enseñar en la escuela o sala de lectura del retórico Tirano (Hch, xix, 9) y allí realizó muchos milagros. Eventualmente se vio obligado a partir, como consecuencia de la sedición provocada por el orfebre Demetrio y otros fabricantes de exvotos para el templo de Diana (Hch, xv111, 24 sgs.; xix, 1 sgs.).

Un poco más tarde, de camino a Jerusalén, san Pablo envió por los ancianos de la comunidad de Éfeso para que fueran a Mileto, donde les brindó una conmovedora despedida (Hch, xx, 17-35). La iglesia de Éfeso fue encomendada a su discípulo san Timoteo, un nativo de la ciudad (I Tim, 1, 3; II Tim, 1, 18; iv, 12). La epístola de san Pablo a los Efesios probablemente no fue dirigida sólo a ellos; pudo haber sido una circular enviada por él a diferentes iglesias. La permanencia y muerte del apóstol san Juan en Éfeso no son mencionadas en el Nuevo Testamento, pero son atestiguadas tan pronto como a finales del siglo II por San Ireneo (Adv. Haer., III, iii, 4), Polícrates, Obispo de Éfeso (Eusebio, Hist. Eccl., V, xxi), Clemente de Alejandría, el “acta Joannis”, y un poco más adelante por Justino y los montanistas. La tradición bizantina siempre ha señalado a Éfeso como la ciudad donde se encuentra la tumba del profeta. Otra tradición, que puede ser confiable, aunque más antigua, hace de Éfeso el escenario de la muerte de santa María Magdalena. Por otro lado, la opinión de que la Santísima Virgen murió allí no tiene fundamento en ningún testimonio antiguo; el texto citado con frecuencia es un escrito ambiguo del Concilio de Éfeso (431), que quiere decir simplemente que en Éfeso había una iglesia de la Virgen en aquella época. (Ver Rancia en “Expositor”, Junio de 1905, también sus “Siete Ciudades de Asia”). Más aún, se ha sabido por Eusebio (Hist. Eccl. V, xxiv) que las tres hijas del apóstol san Felipe fueron sepultadas en Éfeso.

Cerca del año 110 san Ignacio de Antioquía, habiendo sido recibido por mensajeros de la Iglesia de Éfeso en Esmirna, envió una de sus famosas siete epístolas a esa ciudad. Durante los primeros tres siglos Éfeso fue, junto con Antioquía, el principal centro de la cristiandad en Asia Menor. En el año 190 su obispo, San Polícrates, convocó a un concilio para considerar la controversia pascual y se declaró a favor de la práctica Cuartodecimal; sin embargo, la Iglesia de Éfeso pronto estuvo de acuerdo en este particular a la práctica de todas las otras iglesias. Parece cierto que el sexto canon del Concilio de Nicea (325), confirmó para Éfeso su jurisdicción eclesiástica sobre toda la “diócesis” o el territorio civil de Asia Menor y, por lo tanto, sobre las once provincias eclesiásticas; en todo caso, el segundo canon del Concilio de Constantinopla (381) reconoció formalmente esta autoridad. Pero Constantinopla ya estaba reclamando la primacía sobre las iglesias del Este y trataba de anexar las iglesias de Tracia, Asía y El Ponto. Para resistir estos abusos, Éfeso hizo causa común con Alejandría. De esta manera, encontramos al obispo Memnon de Éfeso aliándose con San Cirilo en el Tercer Concilio Ecuménico, sostenido en Éfeso el año 431 en condenación al nestorianismo, y otro obispo, Esteban, apoyando a Dióscoro en el llamado “concilio ladrón” (Latrocinium Ephisinum) de 149, el cual aprobó la herejía de Eutiques. Pero la resistencia de Éfeso se sobre impuso en el Concilio de Caicedonia (451), cuyos famosos 28 cánones colocaban a las 28 provincias eclesiásticas de El Ponto, Asia y Tracia bajo la jurisdicción del Patriarca de Constantinopla. De aquí en adelante, Éfeso fue la segunda metrópoli del Patriarcado de Constantinopla, nunca recobró su pasada posición, a pesar del concilio de 474 en donde Pablo, el Patriarca Monofisita de Constantinopla restauró sus antiguos derechos. La influencia egipcia fue la responsable de la fortaleza ganada por el monofisismo en Éfeso duran el siglo sexto; el famoso cronista eclesiástico, Juan de Asia, era entonces uno de sus obispos. En aquellos días, la ciudad de Éfeso gobernaba sobre 36 obispados. Justiniano, quien imitó a Constantino al despojar a la ciudad de muchas obras de arte para adornar Constantinopla, construyó allí una magnífica iglesia consagrada a san Juan; la cual se convirtió muy pronto en lugar de peregrinaje.

Éfeso fue tomada por los árabes en los años 655 y 717. Más tarde se convirtió en la capital de los tracios. Durante el periodo iconoclasta dos obispos de Éfeso sufrieron martirio, Hypatius en el 735 y Teófilo en el siglo noveno. En la misma ciudad el fiero general Lacanodracon ejecutó 38 monjes del monasterio de Pelecete en Bitinia y a otros partidarios de las santas imágenes. En 899 Leon el Sabio transfirió las reliquias de santa María Magdalena a Constantinopla. La ciudad fue capturada en 1090 y destruida por los turcos selyúcidas, pero los bizantinos lograron recuperarla y reconstruirla en las montañas cercanas alrededor de la iglesia de san Juan. A partir de entonces fue llamada Hagios Theologos (el teólogo santo, es decir san Juan el Divino), o, en turco, Aya Solouk (para los griegos, el apóstol san Juan es “el teólogo”); los franceses llaman a la ciudad Altelot y los italianos Alto Luogo.

A comienzos del siglo XIII su arzobispo, Nicolás Mesarites, tuvo un papel muy importante en la conferencia entre los griegos y los latinos. La ciudad fue nuevamente saqueada por los turcos en los primeros años del siglo XIV, luego por los mercenarios catalanes pagados por los bizantinos, y de nuevo por los turcos. La iglesia de san Juan fue transformada en mezquita, y la ciudad fue gobernada por un emir turco, quien sostuvo un pequeño comercio con occidente, pero no pudo mantener más al obispo griego. Una serie de obispos latinos gobernaron la sede desde 1318 hasta 1411. La ruina de Éfeso fue completada por Tamerlán en el año 1403 y por cerca de medio siglo de guerras civiles entre sus líderes turcos. Cuando en el concilio de Florencia de 1439 Marco de Éfeso (Marcus Eugenicus) se mostró tan altanero hacia los latinos, él era pastor de una villa miserable, todo lo que quedaba de la gran ciudad, a la cual llamó Plinio alterum lumen Asiae, o el segundo ojo de Asia (Hist. Nat., V, xxix; también Apoc., ii, 5; cf. W. Brockhoff, “Ephesus vom vierten christlich. Jhdt. bis seinem Untergang:, Jena, 1906).

Actualmente, Ayasoluk tiene tres mil habitantes, todos griegos. Está situada en caza de Koush Adassi , en el vilayato de Aiden o Esmirna, aproximadamente a 80 kilómetros al sur de Esmirna, sobre la vía férrea Esmirna-Aidin . Las ruinas de Éfeso en la planicie pantanosa e insalubre abajo de la villa. Existen las ruinas del templo de Artemisa , el anfiteatro, con capacidad para 25 mil espectadores, el estadio, el gran gimnasio, y la “Iglesia Doble”, probablemente la antigua catedral, una de cuyas naves fue dedicada a la Santísima Virgen, la otra a san Juan, donde tuvieron lugar los concilios de 431 y 449. EL Arzobispo griego reside en Manisa, la antigua Magnasia.

Bibliografía: Wood, On the Antiquities of Ephesus having relation to Christianity in Transactions of the Society of Biblical Archeology, VI, 328; Idem, Discoveries at Ephesus (London, 1877); Falkener, Ephesus and the Temple of Diana (London, 1862); Arundell, Discoveries in Asia Minor (London, 1834), II, 247-272; Barclay-Head, History of the Coinage of Ephesus (London, 1880); Guhl, Ephesiaca (Berlin, 1843); Curtius, Ephesos (Berlin, 1874); Benndorf, Forschungen in Ephesos (Vienna, 1905); Chapot, La province Romaine proconsulaire d’Asie (Paris, 1904); Gude, De ecclesiae ephesinae statu aevo apostolorum (Paris, 1732); Cruse-Blicher, De statu Ephesiorum ad quos scripsit Paulus (Hanover, 1733); Le Camus in Vig., Dict. de la Bible, s.v. Ephese; Zimmermann, Ephesos im ersten christl. Jhdt. (Berlin, 1894): Lequien, Oriens christianus (Paris, 1740), I, 671-694; Brockhoff, Studien zur Gesch. der Stadt Ephesos (Jena, 1905); Weber, Le guide du voyageur a Ephese (Smyrna, 1891); Buerchner, Ephesos in Pauly-Wissowa, Real-Encyc., s.v.; Ramsey, The Seven Cities of Asia (London, 1907).

Fuente: Vailhé, Siméon. «Ephesus.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. 2 Jan. 2011 http://www.newadvent.org/cathen/05490a.htm

Traducido por Mauricio Acosta Rojas

Fuente: Enciclopedia Católica