epístola a los, esta es una de las cartas deuteropaulinas. La epístola parece una circular dirigida a las varias iglesias de la provincia romana de Asia, pues en los papiros más antiguos del epistolario paulino, que se conocen, no se encuentra el lugar de destino †œen Efeso†, Ef 1, 1, que traen algunas versiones de la Biblia, lo cual debe ser un añadido posterior, y de ahí su nombre. Por otra parte, el tono de la carta es impersonal desde el saludo inicial hasta los finales; no se tratan problemas de una iglesia concreta, como en otras epístolas suyas, ni se interpela a ninguno de sus miembros, y el autor escribe como si no conociera a los lectores, a pesar de que el Apóstol, como se lee en Hch 19, vivió en Efeso durante aproximadamente tres años, Ef 1, 15; 3, 2-4; 4, 21. Además, E. no es propiamente una carta, tiene más carácter de homilía, de un tratado teológico. Algunos críticos dudan de la autoría paulina de este texto, por el estilo, la técnica literaria, la construcción de las frases y el vocabulario empleado; además, existen muchas coincidencias con la epístola a los Colosenses, considerada, igualmente, deuteropaulina, entre las cuales hay trozos paralelos, como Ef 6, 21-22 y Col 4, 7-8; Ef 5, 19-20 y Col 3, 16-17; lo mismo acontece con los temas en ambas epístolas, por ejemplo, el de Cristo como cabeza de la Iglesia, Ef 1, 22-23 y Col 1, 18. Si esta epístola es de Pablo, debió escribirla en prisión, Ef 3, 1, y en Roma, donde estuvo cautivo del año 61 al 63, y no en Cesarea, pues no se podría explicar la presencia de Marcos y Onésimo allí. Después del saludo †œa los santos y fieles en Cristo Jesús†, 1, 1-2, la carta a los E. se divide en dos partes, la doctrinal, capítulos 1 al 3, y la exhortativa, capítulos 4 al 6.
Primera parte. El misterio de la salvación y de la Iglesia. El plan divino de la salvación, 1, 3-14. Triunfo y supremacía de Cristo, 1, 15-23. La salvación en Cristo, don gratuito, 2, 1-10. Judíos y gentiles reconciliados entre sí y con Dios, 2, 11-22. Pablo, ministro del Ministerio de Cristo, 3, 1-13. Súplica de Pablo, 3, 14-21.
Segunda parte. Exhortación. Llamamiento a la unidad 4, 1-16. La vida nueva en Cristo, 4, 17-32; 5, 1-20. Moral familiar, 5, 21-33; 6, 1-9. El combate espiritual, 6, 10-20. Noticias personales y saludo final, 6, 21-24.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
Libro del NT. Una carta apostólica.
Autor y fecha. Los manuscritos más antiguos no contienen el título de †œa los E.† para esta epístola. Para explicar esto se han dado varias teorías, siendo la más aceptada que probablemente se trata de una carta circular, enviada a varias iglesias, entre ellas la de †¢éfeso. Pero sucede también que algunos alegan que Pablo no fue el autor. Incluso se ha llegado a señalar que es posible que este escrito fuera de la época posapostólica. Se basa este pensamiento en muchos detalles. Es cierto que el lenguaje de E. difiere mucho del que Pablo utiliza en otras partes. Se utilizan en E. más de cuarenta palabras que no aparecen en ninguna otra de las cartas paulinas. El estilo no es tan argumentativo, sino más bien lírico. Incluso los paralelismos que existen entre E. y los escritos de Pablo, especialmente en el caso de †¢Colosenses, son utilizados para señalar que no fue él el autor de E., sino otra persona que estaba muy imbuida del pensamiento paulino.
Sin embargo, la conclusión de la mayoría de los estudiosos consiste en confirmar la autoría paulina de E., cosa en la cual concuerdan los llamados padres de la Iglesia, dando como fecha aproximada para la epístola los años 61-62 d. C., cuando Pablo estaba preso en Roma.
Características. Esta epístola del apóstol Pablo ha sido considerada como †œuna de las composiciones más divinas escritas por el hombre† a causa de la sublimidad de su contenido. Se distingue de las otras que escribió porque no se encuentran en ella alusiones personales, ni reminiscencias. Y no se colige del texto que tuviera por propósito reaccionar a alguna circunstancia o doctrina en particular. Es una epístola eminentemente doctrinaria.
Relación con Colosenses. Las similitudes entre ambas epístolas son evidentísimas, pero es casi unánime la opinión de que E. fue escrita después de Colosenses. El plan general, la estructura, es igual en ambos casos. Dos terceras partes de Colosenses (60 a 75 versículos) contienen la misma idea y una redacción parecida a E., que viene a ser, entonces, como una ampliación de la primera.
í, en Col 1:19 se lee: †œ… que en él habitase toda plenitud† y en Col 2:9 : †œ… porque en él habita … toda la plenitud de la Deidad. E. lo pone de esta manera en 1:23: †… la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo».
. 1:21: †œY a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente…† E. expresa en 2:12: †œEn aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel†.
. 4:5 dice: †œ… redimiendo el tiempo†. E. 5:16 lo expresa así: †œ… aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos†. Y así sucesivamente.
El sublime plan de Dios. Al igual que las otras epístolas de Pablo, es posible dividir a E. en una parte doctrinal y una parte práctica. El apóstol comienza tratando de dar a sus lectores una idea del sublime plan de Dios para todos los siglos. Dios escogió a los santos †œantes de la fundación del mundo† con un propósito: hacerles †œsantos y sin mancha delante de él†. Para ello los bendijo †œcon toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo†, porque Dios decidió †œreunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos†. Por esa razón, el apóstol ora para que el Señor dé a los hermanos †œespíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él†, a fin de que entiendan la dimensión de †œla esperanza a que él os ha llamado† (Efe 1:1-23).
Antecedentes de los redimidos. La grandeza del propósito de Dios se aprecia más cuando se tiene en cuenta la triste condición en que se encontraban los efesios antes de oír el evangelio (†œmuertos en vuestros delitos y pecados†). Estando así, †œDios que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó†, envió a su Hijo a morir por nuestros pecados, para resucitarnos con él y sentarnos †œen lugares celestiales con Cristo Jesús†. Todo eso, por la pura gracia de Dios (Efe 2:1-10). Además, les recuerda que, como gentiles, estaban antes †œsin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo†. Pero ahora, por la obra reconciliadora de Cristo, que es †œnuestra paz†, ya no eran †œextranjeros, ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios† (Efe 2:11-22).
El misterio develado. †œÂ¡Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo† era algo inusitado! El que esta obra magnífica fuera a alcanzarles era un †œmisterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu†. Dios encargó a Pablo †œla administración de esta gracia† por medio de una revelación. †œPor esta causa†, el apóstol ora para que el Señor les conceda †œel ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu†, para que sean †œplenamente capaces de comprender† la dimensión del †œamor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios† (Efe 3:1-21).
La iglesia: unidad y diversidad. El apóstol resalta el papel de la iglesia en el plan de Dios. Cristo fue dado †œpor cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo† (Efe 1:22-23). La sabiduría de Dios es dada a conocer †œpor medio de la iglesia† (Efe 3:10). Para que a Dios †œsea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades† (Efe 3:21). Los miembros de la iglesia deben ser †œsolícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu … un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos†. Recordando, además, la diversidad de dones y operaciones (†œapóstoles … profetas … evangelistas … pastores y maestros†) dados por Dios †œpara la edificación del cuerpo de Cristo† (Efe 4:1-16).
Consecuencias prácticas. Sacados de trágica situación y redimidos por Cristo, los creyentes, viendo el gran plan de Dios, deben reaccionar con un nuevo andar, diferente al de los gentiles †œque andan en la vanidad de su mente†. Los creyentes, †œen cuanto a la pasada manera de vivir†, deben despojarse †œdel viejo hombre† y renovarse †œen el espíritu† de su mente. Deben hablar la verdad; no dejarse dominar por la ira; no robar, sino trabajar para dar al necesitado; mantener un lenguaje limpio y, en fin, no contristar †œal Espíritu Santo de Dios†. Les anima a la diligencia, al buen uso del tiempo, a la sensatez y al dominio propio. †œHablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones†. Deben los creyentes evitar la embriaguez y procurar, al contrario, el ser †œllenos del Espíritu Santo†. Todos deben someterse unos a otros. Las casadas a sus maridos, los hijos a sus padres, los siervos a sus amos, etcétera (Efe 4:17 al 6:9).
La lucha celestial. Esa realidad que el apóstol describe con un lenguaje tan alto, que pone a los creyentes en los lugares celestiales, es equilibrado con el señalamiento de la necesidad de fortalecerse y capacitarse para la lucha espiritual que se desarrolla †œcontra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad† precisamente †œen las regiones celestes†. Para ello utiliza como ilustración el equipamiento de un soldado de su época. †œTomad toda la armadura de Dios†. Cinto, coraza, calzado, escudo, yelmo, espada, etcétera, †œOrando en todo tiempo†.
carta a los E. fue enviada con †¢Tíquico, †œhermano amado y fiel ministro en el Señor† (Efe 6:10-24).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
[017]
Comunidad cristiana establecida en la ciudad de Efeso, en la costa egea de la actual Turquía, a la que S. Pablo envió una carta doctrinal hermosa y muy instructiva. Desde el 133 a de C. fue capital de la provincia romana de Asia. Su población era de unos 30.000 habitantes en el siglo I.
Contaba con una colonia numerosa de judíos y pronto, a partir de ella, surgió la comunidad cristiana dinámica, culta y bastante fiel. Había un templo famoso a la diosa Artemis, llamada también Artemisa, cuando Pablo pasó por ella (Hech. 18. 19-21 y 19. 1-20). El Apóstol trabajó tres años entre sus gentes, ganándose el sustento con el trabajo de sus manos.
La carta que Pablo escribió es amplia y muy doctrinal, sistemática y llena de argumentos sólidos en favor del mensaje cristiano, como si los destinatarios tuvieran una clara conciencia de su valor de modelo para otras Iglesias y fueran especialmente cultos. Muy probablemente fue escrita durante la cautividad de Pablo entre el año 61 y el 62. (Ver. Pablo. San. Ver Paulinas. Epístolas)
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Carta del corpus paulino, del grupo de las «cartas de la cautividad» (Flp, Col, Ef Flm): es muy parecida a la de los Colosenses, de la que probablemente depende. Los indudables vínculos que tiene con Pablo no impiden poner en discusión su autenticidad con argumentos de peso. En los manuscritos más antiguos falta la mención de Efeso en la dirección. Después de la dirección (1 ,1 -2) encontramos un himno de bendición, aplicado a la situación de los destinatarios (1,3-14) y . una oración por ellos, que desemboca en un nuevo recuerdo de la obra de Dios en Jesucristo (1,15-23), Se trata luego de la salvación por la gracia y por la fe, realizada por Dios en Cristo -(2, 1 – 10), de la formación de un único cuerpo de paganos y judíos (2,1 1-12), del servicio del autor en favor de los paganos para la manifestación del misterio de Cristo (3,1 – 1 3). La parte «doctrinal» de la carta se cierra con una nueva oración (3,14-21).
La parte parenética se articula e n torno a los temas de la unidad multiforme (4,1 1-16) y – de la nueva conducta de vida, en general (4.17-5,20) y en particular por las diversas categorías de la domus (5,21-6,9): los esposos, los hijos y los padres, los esclavos y los amos.- El párrafo más amplio es el que se dedica a los esposos, que tienen’ modelar sus relaciones sobre las que existen entre Cristo y la 1glesia. Finalmente se desarrollan de manera especial las imágenes de la lucha contra las potencias negativas y de la armadura de Dios, que tiene que vestirse el creyente (6,10-20).
La carta se cierra con los saludos habituales (6,21-24).
El mensaje se centra en la obra del Padre en el misterio de Cristo, y en la 1glesia: la función de Cristo afecta a la Iglesia y al cosmos: la Iglesia es el cuerpo – de Cristo, unidad orgánica l ministerial, formada por judíos y paganos, La parénesis abarca una gran variedad de situaciones y comportamientos, presentados sintéticamente en 4, 17 -24 en la oposición entre el hombre viejo y el hombre nuevo.
F. Manini
Bibl.: H, Schlier. La carta a los Elésios, Sígueme, Salamanca 1991; J. M, González Ruiz, San Pablo. Cartas de la cautividad Marova, Roma 1956; H. Conzelmann – G, Friedrich, Epistolas de la cautividad, Elésios, Filipenses, Colosenses, Filemón, FAX, Madrid 1972.
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico
Introducción
La epístola a los Efesios es conmovedora por la forma en que capta teológicamente el alcance de los propósitos de Dios en Cristo para la iglesia. Es una carta pastoral cálida y espiritualmente sensible en sus consejos, de tono pacífico y que fácilmente se desborda en gozosa adoración. Pero también es muy diferente de las otras cartas de Pablo. Todas, excepto ésta, tratan situaciones muy específicas que se vivían en las iglesias a las cuales el Apóstol escribía. Es típico que las epístolas abunden en detalles de color local, que contengan enseñanzas bien razonadas y retóricamente convincentes sobre las dimensiones teológicas de algún problema central, y por lo general combinan esto con aplicaciones de las mismas, cuidadosamente entretejidas en la forma de apelaciones o ruegos a los lectores. A menudo, las frases del Apóstol son breves, mu chas veces bruscas.
En Ef., por el contrario, lo que por lo normal sería la parte de la †œenseñanza† está, en gran parte, dedicada a la alabanza a Dios (1:3–14) e incluye un co mentario de Pablo sobre su oración por los lectores (1:15–3:21, con importantes digresiones en 2:11–22 y 3:2–13). Esto lleva de inmediatamento a la exhortación (caps. 4–6). En toda la carta la construcción de las oraciones se destaca por su extensión, a la vez que estas tienen un tinte un tanto litúrgico. Lo que es aun más excepcional es que la carta dependa en grado sumo de Col.: pasaje tras pa saje pueden ser explicados como una reescritura de los temas claves de Col., y aprox. una tercera parte de lo escrito se toma directamente de esa carta. ¿Cómo puede explicarse esto?
PATERNIDAD LITERARIA
Aunque la iglesia primitiva apoyó en forma unánime la autoría paulina de Ef., muchos eruditos modernos (incluyendo los comentarios más importantes, de Schnackenburg y Lincoln) la han discutido. En cambio, han tratado de explicar la carta como la obra de un alumno y admirador de Pablo, que presentaba el evangelio a su propia generación posterior. Los argumentos se basan sobre todo en los puntos que ya hemos mencionado, y en aparentes cambios sutiles, de una perspectiva paulina a una posterior. Los temas son demasiado complejos para tratarlos en detalle aquí, pero se resumen en los comentarios de Caird (pp. 11–29) y Foulkes (pp. 19–49). Nuestra posición es que Pablo es verdaderamente el autor, y que las supuestas diferencias con el Pablo que escribió las otras cartas son, o bien malas interpretaciones de Ef. (algunas de las más importantes serán planteadas en este Comentario), o que deben ser explicadas en términos de la naturaleza y circunstancias especiales en que fue escrita la carta.
CIRCUNSTANCIAS
Mientras estaba prisionero en Roma (en algún momento entre los años 61 y 62 d. de J.C.d. de J.C. Después de Jesucristo), Pablo tuvo la ocasión de devolver un esclavo convertido al cristianismo, Onésimo, a su amo cristiano, Filemón, quien vivía en (o cerca de) Colosas. Para referirse a esta delicada situación, Pablo le escribió a Filemón. Envió tanto la carta como al esclavo, con uno de sus colaboradores, Tíquico (Col. 4:7–9), utilizando la ocasión para escribir también a toda la iglesia en Colosas, advirtiéndoles sobre las falsas enseñanzas que se avecinaban. Para llegar a Colosas, Tíquico y Onésimo naturalmente hubieran debido navegar hacia Efeso y luego dirigirse al este por el valle de Lico por la ruta principal romana hacia el Eufrates. Pablo mismo había basado su misión a la provincia de Asia (52–55 d. de J.C.d. de J.C. Después de Jesucristo) en la ciudad de Efeso, grande y pujante (Hech. 18:19–20:17; 1 Cor. 15:32; 16:8, 19; 2 Cor. 1:8–11). Por lo tanto sería natural que le escribiera una carta a la iglesia en esa ciudad y que también la enviara con Tíquico (cf.cf. Confer (lat.), compare Ef. 6:21, 22 y Col. 4:7–9).
Sin embargo, la carta que tenemos con el nombre de †œEfesios† no fue escrita primordialmente para los †œsantos †¦ en Efeso† (1:1). En realidad, las palabras †œen Efeso† no se encuentran en este versículo en los manuscritos más antiguos, y 1:15 y 3:1–3 hacen suponer que Pablo y la mayoría de sus lectores habían oído informes los unos de los otros, pero nada más. Además, la carta termina sin los acostumbrados saludos personales que uno esperaría en una carta dirigida a Efeso (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 16; Col. 4:10–17). Estas características han sugerido a muchos que la epístola, en realidad, fue escrita como carta circular para las iglesias de toda la provincia romana de Asia (incluyendo las siete iglesias que se mencionan en Apoc. 1–3). Quizá lo más plausible sea que haya sido escrita para las iglesias si tuadas a lo largo o cerca de la ruta que Tíquico habría tomado desde Efeso a Colosas, incluyendo Magnesia, Tralles, Hierápolis y Laodicea. (En ese sentido, Ef. podría ser la carta a la cual Col. 4:16 se refiere como †œla carta de Laodicea†.)
NATURALEZA Y PROPOSITO
La mayoría de las características poco comunes de esta carta pueden explicarse mejor si comprendemos sus circunstancias. Su propósito no es enfrentar alguna enseñanza falsa en particular, en una congregación específica, sino alentar a todas las iglesias (de mayoría gentil) de la zona por la que Tíquico pasaría. ¿Qué mejor manera de hacerlo para Pablo que celebrando el cumplimiento en Cristo de los grandes propósitos de Dios (1:3–14), e incluyendo un comentario respecto a cómo él estaba orando por quienes leerían la carta, intercediendo para que pu dieran captar gozosamente el mensaje central del evangelio y el maravilloso privilegio al cual habían sido admitidos (1:15–2:10; 3:1, 14–21)? No es muy realista argumentar que la carta no sea paulina porque pone a la oración en el lugar en que Pablo generalmente pone a la enseñanza; la verdad es que la carta enseña el corazón mismo del evangelio de Pablo en la forma de un llamado a la adoración y un informe sobre la oración (y las digresiones de 2:11–22 y 3:2–13, explican más en detalle la enseñanza implícita en éstas). La elección de un formato de adoración y oración para la mayor parte de la primera sección de la carta en sí determina el es tilo más †œelevado† y litúrgico, que luego se extiende de manera natural a toda la carta (y es similar al estilo de las oraciones de Pablo en otras cartas). Y si Pablo acabara de escribir la carta a los colosenses, y la tuviese aún a mano, ¿es de sorprenderse tanto que la reformara para hacerla apta para una lectura más general?
EL MENSAJE CENTRAL DE LA CARTA
Ef. hace que se destaque un tema que ya era importante en Col.: la reconciliación cósmica en Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Ef. 1:9, 10, 20–23; 2:10–22 y 3:6 con Col. 1:19, 20). El ATAT Antiguo Testamento sostenía que el universo era creación de Dios, quien era uno, sin par ni rival, y que en el principio todo estaba en armonía con él (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 6:4, que los judíos recitaban diariamente, y Gén. 1). Según el entendimiento judío, sin embargo, la sujeción voluntaria de todas las cosas a Dios se disolvió en una rebelión de reclamos de competencia. Las personas se fueron separando cada vez más de Dios y luego entre sí, lo cual era simboliza do por la exclusión del huerto del Edén, el asesinato de Abel y el fiasco de Babel. Dios seguía siendo el Señor del universo (como lo afirman todos desde Jos. 3:11 hasta Josefo [Ant. 14:24]), aun le daba unidad, y ella se expresaba en su forma más clara en la obediencia de Israel al único Dios, siguiendo una ley y adorando en un solo templo. †œLas naciones†, sin embargo, estaban separadas de Dios, y de Israel, por su adoración a los ídolos. Y aun Israel, llamada a expresar dentro de sí la unidad de la creación, estaba desfigurada por las facciones. Estaba dividida en sí misma. En la raíz de todo esto, en lo que al judaísmo concierne, estaba el conflicto entre el Señor Dios y los poderes de Satanás.
En contraste con lo que estaba sucediendo en ese momento, el día del Señor era considerado como ese día en que Dios sujetaría a sí mismo todos los poderes que competían contra él y restauraría así la armonía en el universo. Por eso, como lo dice Zac. 14:9: †œEntonces Jehovah será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehovah será único, y Unico será su nombre.† El Mesías es, por lo tanto, un Príncipe de Paz (Isa. 9:6) que hasta pacifica a la naturaleza (Isa. 11:1–9; 2 Baruc 73:1). Cuando él venga toda oposición será derribada, Israel será restaurado, todas las naciones vendrán y reverenciarán al único Dios (Tobías 14:6; Oráculos Sibilinos 3:808), y lo adorarán en el templo único de Jerusalén (Isa. 2:2–4; 56:6, 7; 60–62; Miq. 4:1–4; Zac. 8:20–23; 14:16–19; Jubileos 4:26).
Todo esto podría llamarse †œreconciliación cósmica†. Ef. enseña que este propósito ha sido comenzado en Cristo y será consumado en él. En él ha sido destruida la separación y ha comenzado la reunificación: la vieja división de la humanidad en judíos y gentiles ha sido superada (2:10–16); y la otra separación más antigua existente entre la humanidad y Dios también fue vencida (2:17, 18). Cristo ha comenzado a †œllenar† y a unir el universo (4:10), trayendo paz. Pero decir que estas cosas han comenzado en él es también decir que son experimentadas por quienes están unidos a él, es de cir, los creyentes. Esto lleva a una visión sobrecogedora y majestuosa de la iglesia. La iglesia universal de judíos y gentiles es el lugar que Jesús llena (1:23); es el lugar donde el mundo y los poderes verán la reconciliación cósmica que ya ha comenzado (3:6–10). Por su unión con Cristo, la iglesia ya es ese templo celestial único (2:19–21), y debe, por sobre todo, luchar para mantener esa unidad que es testimonio del propósito de Dios (4:1–6). El ruego de Pablo en los caps. 4–6 permite descubrir cómo vivir de un modo que refleje la nueva creación de Dios, una creación de unidad, armonía y paz.
Esta nota de unidad cósmica en Cristo ha sido confundida algunas veces con el universalismo (es decir, que finalmente Dios salvará a todas sus criaturas, aun a los poderes que le son hostiles). Eso no es lo que se indica aquí: 5:6 sigue anticipando la ira de Dios sobre los que persisten en la desobediencia, y 5:5 advierte de los pecados que excluyen del reino de Dios. Lo que se afirma es que la totalidad de la nueva creación estará unida en Cristo, pero que hay partes de la antigua creación que no participar án de la nueva.
Escritores posteriores, como Ignacio e Ireneo, dieron énfasis a la unidad institucional de la iglesia católica en la tierra, bajo un régimen de obispos, ancianos y diáconos. En contraste los énfasis que encontramos aquí son los paulinos comunes en una iglesia única, universal, de judíos y gentiles, como manifestación histórica del templo celestial, y la reunificación mundial (como veremos en el Comentario). Pablo estaba en prisión precisamente por haber intentado fortalecer la unidad entre las iglesias judías y gentiles (ver sobre 3:13).
Dos características de la carta, relacionadas con esto, resultan especialmente importantes: el énfasis en †œlos gobernantes de estas tinieblas† (6:12), y el hincapié en la salvación actual. C. Arnold ha demos trado que en Efeso y sus alrededores existían creencias mágicas dominantes, y temor a los pode res espirituales asociados con las mismas. Col. fue escrita en parte para contrarrestar tales temores (Col. 1:13, 16; 2:8, 15, 18, 20), por lo que no es de sorprenderse que Ef. contemple nuevamente el te ma. Arnold ha demostrado que hay en Ef. alusiones mucho mayores a tales temores, que lo que generalmente se supone, y que el propósito de la carta es, en gran parte, contrarrestar esos temores insistiendo en el mayor poder que hay en Cristo y en los creyentes unidos a él (ver sobre 1:19–23; 2:1–7; 3:9, 10; 15, 16, 20; 4:8; 6:10–17).
Muchos eruditos creen que Ef. distorsiona la tensión genuinamente paulina entre lo que recibiremos y seremos cuando se concrete la nueva era o la nueva creación, y lo que ya experimentamos de ella en Cristo. Ef., se dice, tiene demasiado poco so bre la salvación futura, quizá presumiendo que ya está virtualmente cumplida en forma total en Cristo. El hecho, sin embargo, es que los énfasis de Pablo difieren según el contexto. Para los corintios, demasiado seguros de sí mismos, subrayó el †œtodavía no†; para los gálatas, que dudaban sobre si adoptar la ley para asegurarse la salvación, subrayó el †œya†. Tanto Col. como Ef. subrayan el †œya† para alentar a los creyentes que tienden a temer a los poderes espirituales del universo. Si ya han sido salvos de esos poderes, es en el sentido limitado de que han sido unidos al victorioso Cristo en los lugares celestiales y, por lo tanto, están por cierto bajo la influencia de él (2:1–9). Los creyentes ahora son libres para contraatacar desde una posición segura. La batalla, no obstante, no ha terminado (6:10–20), aunque el resultado esté asegurado por nuestra unión con Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Col. 3:1–4). El presente es el día malo (6:12, 13, 16), y nuestra verdadera redención está en el futuro (4:30; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:14, 4:13); de allí el énfasis en que comprendamos (†œconozcamos†) nuestra esperanza (1:18).
EL DESAFIO PRINCIPAL DE EFESIOS
Esta carta es un desafío al individualismo pietista y su correspondiente doctrina débil de la iglesia que tantas veces encontramos en el ámbito evangélico. †œÂ¡No mires a la iglesia!†, decimos; †œÂ¡mira a Cristo!† Pero Pablo espera que el que viene de afuera vea el propósito unificador de Cristo y Dios para el mundo precisamente en la iglesia. El desafío pues to delante de un protestantismo actual fragmentado y en permanente división difícilmente podría ser más punzante: Ef. nos llama a construir puentes, no campos minados. También es un desafío a quienes pro ponen iglesias para blancos e iglesias para negros, iglesias para ricos, clase media y †œtrabajadores†, etc. Tales grupos homogéneos naturalmente pueden llevarse mejor entre sí, pero ¿cómo reflejarán el evangelio de la reconciliación? Ef. nos desafía a todos a encontrar mejores formas de convertir a nuestras iglesias en comunidades reales de personas, cuyas vidas y experiencias de adoración en unidad como iglesia, sean testimonios de la unidad cósmica iniciada en Cristo, y que estén profundamente imbuidas de su presencia.
Ver también el artículo †œLeyendo las epístolas†.
BOSQUEJO DEL CONTENIDO
1:1, 2 Destinatarios y saludo
1:3—3:21 Acción de gracias y oración de Pablo
1:3-14 Celebración del eterno plan de Dios
1:15—2:10 Pablo comienza su informe relacionado con su gratitud, y sus oraciones por los lectores de la carta
2:11-22 Una digresión: la iglesia, la reconciliación cósmica y la unidad; el nuevo templo
3:1 Pablo continúa hablando sobre sus oraciones por los lectores
3:2-13 Una digresión: el ministerio apostólico de Pablo
3:14-21 Pablo finaliza el informe sobre su oración. Doxología
4:1—6:20 Palabras de aliento para vivir en la práctica el evangelio de la reconciliación cósmica y unidad en Cristo
4:1-6 Apelación inicial a vivir una vida que evidencie la armonía de la nueva creación
4:7-16 Los dones de la victoria de Cristo y el crecimiento hacia Cristo
4:17—6:9 Apelación a abandonar la vida de la vieja humanidad y vivir según la nueva creación
6:10-20 Apelación final: ¡Luchemos juntos la batalla espiritual!
6:21-24 Posdata
Comentario
1:1, 2 DESTINATARIOS Y SALUDO
Esta parte sigue básicamente la forma de la introducción y los saludos de otras cartas paulinas. Las palabras en Efeso no aparecen en los mss.mss. Manuscritos más antiguos, pero la construcción gramatical que quedó en ellos sugiere que mss.mss. Manuscritos aun más antiguos incluían dos nombres de lugares. A. Van Room sugiere que el texto decía: †œA los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Hierápolis y Laodicea†, pero es más posible que la inclusión de los nombres Efeso y Laodicea (los dos extremos del viaje que realizaría Tíquico) sean la causa por la que la carta llegó a ser conocida como Ef. (ver Introducción).
1:3-3:21 ACCION DE GRACIAS Y ORACION DE PABLO
1:3-14 Celebración del eterno plan de Dios
Pablo abre el cuerpo de la carta con un panegírico a Dios (como en 2 Cor. 1:3, 4, cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Ped. 1:3–5). Este párrafo de gozosa celebración (que en gr. consiste de una única y extensa oración) no tiene el metro regular de los himnos gr., ni el paralelismo línea por línea de los salmos judíos, pero es una composición cuidadosamente estructurada en seis partes. Puede comprendérsela mejor, considerándola una oración imponente, o un llamado a la adoración, destinada a hacer elevar la mirada de los lectores de ellos mismos y sus temores hacia la majestad y el amor de Dios revelados en su plan en desarrollo, y al privilegio de participar en él. El contenido (como sucede con la acción de gracias de Pablo en otras cartas) está cuidadosamente seleccionado para presentar los temas principales de la carta; esta sección es, por lo tanto, una clave para comprender la carta como un todo.
Como en otras oraciones judías similares, este panegírico comienza declarando a Dios digno de ser bendecido (3a), y una descripción que justifica y amplía esa declaración. Esta descripción se divide en seis secciones (3b, 4; 5, 6; 7, 8; 9, 10; 11, 12; 13, 14), pero no todas tienen la misma importancia. El uso que Pablo hace del idioma gr. destaca tres cláusulas en particular, haciéndolas más im portantes en la composición. Dice que Dios nos ha bendecido †¦ con toda bendición espiritual (3b); nos predestinó †¦ para adopción como hijos (5); y nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad (9).
Las secciones armadas alrededor de estas cláusulas (3b, 4; 5, 6 y 9, 10) presentan la esencia de lo que Pablo está diciendo. En cada caso el centro de la atención está en el accionar del Padre (es decir, él es el sujeto del verbo), y el concepto es que Dios debe ser considerado digno de alabanza precisamente porque ha realizado las acciones señaladas. En las otras tres secciones Dios no es el sujeto de las acciones, sino que el énfasis está en lo que †œnosotros† (todos los cristianos) hemos recibido en el Hijo (7, 8; 11, 12), o en lo que los lectores han comenzado a experimentar a través del Espíritu (13, 14; nótese el cambio a †œvosotros†), como consecuencia del obrar de Dios.
La concentración de tiempos pretéritos ha llevado a que muchos intérpretes pensaran equivocadamente que en Ef. la salvación se ve como algo completo. Sin embargo, como veremos, sería más exacto decir que Pablo celebra el hecho de que la salvación futura ha sido inaugurada y asegurada en Cristo.
3, 4 Las palabras iniciales quizá puedan traducirse mejor como †œdigno de bendición es †¦ Dios†, en lugar del Bendito sea †¦ Dios con que traducen la mayoría de las versiones castellanas, o como †œAla bemos al †¦ Padre† (DHHDHH Dios Habla Hoy); y lo que sigue nos da la razón por la cual considerarlo digno de ser bendecido. No obstante, Pablo no está presentando un argumento; está exaltando a Dios e invita implícitamente a sus lectores a hacerlo también, por lo cual estas traducciones alternativas son las que reflejan el verdadero sentido. Pablo identifica luego a Dios como el Padre de nuestro Señor Jesucristo, ya que es precisamente en el Hijo (y en el evangelio de lo que el Padre llevó a cabo a través de él) que los lectores han llegado verdaderamente a conocer a Dios y han comenzado a reconocerlo como digno de ser alabado.
La primera razón para declarar que Dios es digno de ser alabado es que nos ha bendecido (3b) en forma muy especial. Pablo, naturalmente, sabe que ni él ni sus lectores han experimentado aún por sí mismos toda bendición espiritual; por ello agrega algunas condiciones. Hemos recibido esa bendición en los lugares celestiales y en Cristo. Es decir, que las bendiciones de la era que vendrá (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:21), o el reino de Dios, han sido decididamente entregadas a Cristo quien reina a la diestra de Dios (†œen los lugares celestiales†, 1:20, 21), y por lo tanto están aseguradas para nosotros, su pueblo, por medio de él. Más aun, al estar unidos con él (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:6), ya comenzamos a participar en algunas de estas bendiciones tan esperadas (veremos cuáles, y cómo, a medida que avancemos en la carta).
Esta bendición esencialmente futura, que hemos comenzado a experimentar en Cristo, se nos asegura aun más en base a la elección de Dios (4). Aun antes de la creación, Dios eligió un pueblo (en Cristo) que estaría delante de él, santo y sin mancha, en amor. Nótese que aquí el concepto no es principalmente la elección individual de cada persona para conformar la iglesia (aunque eso puede estar implícito), siendo santos y sin mancha delante de él en el mundo (como en Fil. 2:15). El concepto principal es, en cambio, que Dios eligió eternamente un pueblo en Cristo (nosotros, es decir, la iglesia) para ser santos y sin mancha delante de él en el juicio final (como en Col. 1:22, que Pa blo tiene en mente aquí) y, por tanto, entrar en la plenitud de las bendiciones de la era mesiánica y de la nueva creación.
5, 6 Esta sección explora con mayor profundidad el pensamiento expresado en el v. 4. La idea central es recordarnos que el beneplácito de la voluntad de Dios para su pueblo es nuestra futura adopción plena por medio de Jesucristo †¦ como hijos suyos (5). Pablo creía que en cierto sentido los creyentes ya disfrutan el ser hijos de Dios, esa obediencia filial por amor, inspirada por el Espíritu Santo (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 8:14, 15; Gál 4:6). No obstante, consideraba esto como un anticipo o una muestra de una adopción como hijos mucho más plena. Por eso dice que la creación aguarda la manifestación de los hijos de Dios (Rom. 8:19), y que nosotros aún aguar damos †œla adopción como hijos† (Rom. 8:23), que será producida por la resurrección y la nueva creación. Probablemente esté hablando aquí de esa adopción de la †œnueva creación†, si consideramos es te pasaje juntamente con Ef. 1:4 y 12–14. En otras palabras, Dios ha elegido a la iglesia para esa plena y gloriosa adopción como hijos suyos que resultará de nuestra resurrección-transformación a la semejanza de Jesús (en este sentido pleno, por medio de Jesucristo; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 15:42–49; Fil. 3:21; Col. 3:4).
Debido a que esta adopción como hijos es el resultado de la gracia y la voluntad de Dios, puestas en acción por medio de Jesucristo, redundará en alabanza a Dios (6a). Y dado que ya estamos unidos a Cristo por medio del Espíritu, puede decirse que esa gracia, incluyendo la adopción, ya nos es libremente otorgada; siempre que esto responda a la afirmación en el Amado (esto es, en Cristo; cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 1:11; 9:7; Col. 1:13).
7, 8 Esta sección subordinada desarrolla el v. 6b. En nuestra unión con Cristo ya participamos de los beneficios de la redención futura del mundo del mal que Dios aseguró por medio de la muerte expiatoria de Cristo (la sangre es una metáfora bíblica que representa la muerte de sacrificio para la expiación [fuera la muerte con pérdida de sangre, o no; cf.cf. Confer (lat.), compare Jon. 1:14], porque originalmente lo que se ofrecía en realidad era la sangre de los sacrificios de animales). El beneficio particular que Pablo destaca para mención especial aquí (como en Col. 1:14) es el perdón de nuestras transgresiones, no porque sea la única parte de la bendición futura que ya experimentamos ahora, sino porque es la raíz de las otras. Hasta que se haya solucionado el problema de los pecados, la humanidad está separada de Dios y de sus beneficios (ver 2:1–3; 11–22; 4:17–19; 5:8–14). En realidad, Pablo aclara que la gracia del perdón va acompañada de las otras gracias de sabiduría y entendimiento espirituales, que constituyen el centro de nuestro andar con Dios como Padre (y por la profundización de la cual ora en 1:15–23; 3:14–19).
9, 10 Esta sección vuelve a la afirmación de lo que Dios ha hecho y, por lo tanto, por qué es digno de ser alabado, y constituye el clímax de esa afirmación. Dios nos ha hecho conocer, tanto en entendi miento como en experiencia, el misterio que siempre ha estado en el centro de su voluntad. En Ef. †œmisterio† significa algo demasiado magnífico para ser comprendido en su totalidad. El misterio que Dios nos ha hecho conocer es la implicación central de lo que él †œse propuso en Cristo†, es decir, en su ministerio, muerte y resurrección-glorificación. Es un misterio relativo al cumplimiento de los tiempos, lo cual, ante todo, denota los tiempos que siguen al fin de esta era (el reino de Dios y la nueva creación). Pero Pablo cree que el cumplimiento de los tiempos ya está anticipado en que Cristo está en el trono en los lugares celestiales, y que los creyentes comparten eso con él. El contenido del misterio es la intención de Dios †œde reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra† (la expresión en la RVARVA Reina-Valera Actualizada [ver también BJBJ Biblia de Jerusalén], que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza †¦ , es el resultado de una mala etimología, aunque a la luz de los vv. 20–23, expresa bien cómo es que Pablo cree que Dios llevará a cabo esa unidad). Para comprender la significación teológica de esta unidad, y su importancia central en la carta, ver la Introducción. Esen cialmente, entonces, Dios es digno de ser alabado porque nos ha mostrado en Cristo y en la iglesia el comienzo de su plan maestro para restaurar al cosmos a sí mismo, y a la armonía perdida a causa de la rebelión y consiguiente separación.
11, 12 Al igual que la próxima sección, estos versículos ya no centran la atención en la actividad de Dios y, como los vv. 7, 8, exploran nuestra participación en todo esto en Cristo. En parte repiten la se guridad de que al unirnos con Cristo estamos predestinados a convertirnos en trofeos de la gracia de Dios que provocan alabanza a Dios por parte de la creación (cf.cf. Confer (lat.), compare 6a). Este énfasis en la ordenación previa no anula la realidad de la elección y responsabilidad humanas, como lo aclaran las apelaciones que se encuentran en el resto de la carta, sino que nos aseguran del poder soberano de Dios, que todo lo abarca, y su propósito directivo que actúa en el creyente (ver Carson). Tal énfasis habría sido particularmente apropiado para los lectores de la zona de Efeso que tenían una tendencia especial a temer a la influencia decisiva de otros poderes (ver Arnold).
Muchas traducciones (especialmente la BJBJ Biblia de Jerusalén) y comentaristas consideran que el v. 12 hace una distinción entre nosotros los judíos o cristianos judíos, que primero hemos esperado en Cristo, y vosotros (13), los cristianos gentiles que llegaron luego a la fe. Pero el †œnosotros† en los vv. 3–10 se refiere a todos los creyentes (no sólo a los judíos), y aquí también (ver Lincoln). Es correcto como traduce la RVARVA Reina-Valera Actualizada el v. 12: para que nosotros, que primero [es decir, ahora] hemos esperado en Cristo, seamos [entonces, en el juicio final] para la alabanza de su gloria.
13, 14 La sección final destaca la participación de los lectores en todo esto (así, el cambio a vosotros). En Cristo, habiendo creído el evangelio, ellos también fueron señalados como pueblo de Dios (p. ej.p. ej. Por ejemplo Eze. 9:4–6 y Apoc. 7:1–8, la idea de que Dios pone una marca de identificación en sus hijos). El sello utilizado para marcarlos era nada menos que el don prometido del Espíritu Santo. Co mo en Hech. 2, la promesa en cuestión es principalmente la de Joel 2:28, 29, pero comprendida en forma distintivamente cristiana. Por medio de este don ellos recibieron sabiduría e iluminación para comprender lo que el evangelio implica (1:17–20; cf.cf. Confer (lat.), compare 3:5); fortaleza interior en el evangelio (3:16; cf.cf. Confer (lat.), compare 6:17); acceso a Dios y a Cristo, y la presencia de la deidad habitando en ellos (2:18, 22; 3:16, 17); el comienzo de la unidad cósmica prometida (4:3, 4); inspiración para una vida piadosa y una adoración en gratitud (4:30; 5:18–20) y ayuda en la oración (6:18). Todas estas actividades marcan a los creyentes como pueblo de Dios y son indispen sables para la existencia cristiana continuada. El sello del Espíritu no es una especie de segunda bendición; el habiendo creído (13b) significa efectivamente †œcuando creísteis†, es decir, †œuna vez que pusisteis vuestra confianza en el evangelio† (DHHDHH Dios Habla Hoy, †œcuando creyeron en Cristo†). Estas actividades del Espíritu anticipan en tipo y calidad lo que él hará más plenamente en la nueva creación, de modo que el Espíritu con el que Dios nos marca como posesión suya es también correctamente llamado la garantía, las †œarras†, †œprenda†, o aun la †œprimera cuota† de nuestra herencia (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 8:23; 2 Cor. 1:22; 5:5). Pero las bendiciones que ahora recibimos sólo son una figura de lo que vendrá: según Pablo aún aguardamos nuestra herencia en la redención final y total del mundo que Dios llevará a cabo al final de los tiempos. En 4:30 Pablo nuevamente hace hincapié en esto, recordándonos que fuimos sellados con el Espíritu †œpara el día de la redención† que vendrá. Entonces el propósito de Dios, iniciado en Cristo, será llevado a su consumación, y viéndolo desde el comienzo hasta el final evocará la alabanza que la creación da a su Creador.
1:15-2:10 Pablo comienza su informe relacionado con su gratitud, y sus oraciones por los lectores de la carta
1:15–19a Palabras de acción de gracias. En las cartas griegas se acostumbraba comenzar con una declaración de agradecimiento a los dioses, y asegurando a los lectores que se estaba intercediendo por ellos. Pablo utilizó normalmente esta forma, aunque desarrollándola en una forma distintivamente cristiana. La acción de gracias en sí misma (15, 16), que es específicamente por lo que Dios está haciendo en los lectores y, por lo tanto, tiene un enfoque diferente de los temas más generales de un panegírico, es breve, comparada con sus otras cartas (aunque Gál. no tiene ninguna), y notablemente desprovista de detalles personales (cf.cf. Confer (lat.), compare Col. 1:3, 4 y Film. 4, 5, que siguen otro modelo). El †œinforme† sobre sus oraciones que sigue es, sin embargo, extraordinariamente largo, y mucho más en tretejido con enseñanzas que lo habitual. Se prolonga al menos hasta el v. 23 (en gr., los vv. 15–23 son, en realidad, una oración gramatical compuesta) o más probablemente hasta 2:10, y Pablo lo retoma en 3:1, 14–21. Estos fenómenos poco comunes probablemente se explican por el propósito general de la carta y por la intención de que fuera leída en varias congregaciones sin relación entre sí.
La oración habitual de Pablo por sus lectores es, dice él, para que reciban espíritu de sabiduría y de revelación (17), es decir que sean iluminados; que conozcan a Dios más profundamente, y que comprendan la naturaleza de la esperanza cristiana (18) y la naturaleza del poder de Dios que ya actúa en los cristianos (19a). Esta última afirmación la ejemplifica en dos formas diferentes: dice que ha sido revelada en la resurrección y exaltación de Cristo mismo (19b–23), y se revela en que nosotros hemos sido traídos de la †œmuerte† espiritual a la †œvida† en unión con Cristo (2:1–10).
15, 16 La expresión inicial, por esta razón, se retrotrae a 1:14, y por intermedio de este versículo a la totalidad de 1:3–14. Pablo da gracias por los lectores de la provincia romana de Asia porque Dios los ha llevado a participar de su salvación. Brevemente, da gracias también por lo que ha oído sobre su fe y su amor (como en Col. y Film.), indicando que ve estas características como frutos de la gracia de Dios. Estos versículos son claras evidencias de que Pablo no estaba escribiendo principalmente a Efeso (donde permaneció durante tres años); muestra un conocimiento más detallado de las congregaciones colosenses en las acciones de gracias de las cartas destinadas a ellas (y nos dice que nunca las visitó personalmente: Col. 2:1) de lo que muestra aquí.
17–19 Estos tres versículos centran la atención en el contenido de la oración de Pablo. La oración del v. 17 pidiendo espíritu de sabiduría y de revelación es representativa de una forma de hablar típicamente judía; significa que Pablo ora para que experimenten al Espíritu que ya han recibido, otorgándoles estas cosas. Nótese que el propósito de la petición no es que reciban una información especial, sino que tengan una percepción y un conocimiento más profundos de Dios mismo (tal como se ha revelado en Cristo). Sabiduría, iluminación y revelación eran los dones más típicos que un judío podía esperar del Espíritu. Se menciona poder con mucha menos frecuencia (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 31:3; Deut. 34:9; Isa. 11:2; 1 Enoc 49:3; 1QS 4:3–5).
La oración del v. 18 es igualmente una oración para pedir que les sean abiertos los ojos de su entendimiento espiritual. Algunas versiones traducen lit.lit. Literalmente †œcorazón† (BJBJ Biblia de Jerusalén; y ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada) que es un sinónimo parcial de mente, voluntad y espíritu, y significa el centro de percepción y decisión. Aunque Pablo, más que todos los escritores del NTNT Nuevo Testamento, deseaba explicar y argumentar su teología para el entendimiento racional, tenía en claro que ésta sólo es una parte de la tarea. El corazón de una persona no necesita solamente conceptos teológicos más refinados, sino la obra del Espíritu integrando estos con su percepción y así reestructurando su voluntad y su vida. Pablo ora para que sus lectores puedan conocer (comprender) la esperanza que los espera en este sentido más pleno. Si realmente comprenden que Dios desea hacer de ellos, junto con to dos los santos, una maravillosa herencia para sí mismo, ese conocimiento (†œpor su gracia, seré un príncipe, no una rana†) los transformará con gozo y amor. Israel es frecuentemente descripto como herencia de Dios en el ATAT Antiguo Testamento: ver, p. ej.p. ej. Por ejemplo Deut. 4:20; Sal. 33:12; Isa. 63:17; Jer. 10:16. Aquí Pablo lo aplica a la iglesia glorificada, y ora para que ellos comprendan la esperanza que domina su panegírico inicial (1:14, 5, 6, 12).
La tercera parte de la oración de Pablo (19a) es que los lectores comprendan la naturaleza y la potencia del poder de Dios que ya está actuando en ellos. Si los creyentes miran solamente lo que ven que Dios está haciendo en sus propias vidas ahora, fácilmente pueden subestimar el poder de Dios, sobre todo porque se manifestó en un amor con forma de cruz. Los lectores de Efeso, viniendo como venían de un ambiente plagado de creencias mági cas, quizá hayan considerado que el poder de Diana era más imponente y temible que el de Dios (Diana de los efesios era considerada la reina de los poderes celestiales, incluyendo los potentes poderes del zodíaco, y los dioses del mundo subterráneo; ver Arnold). Esto podría haber erosionado su confianza en Dios, y debilitado su determinación en el conflicto espiritual en el que estaban involucrados. Pablo sabía que las dimensiones especta culares del poder de Dios en su pueblo sólo serían plenamente reveladas al final de esta creación (por eso, lo que dice en 1:5, 6, 9, 10, 14), pero podía mostrar a los lectores dónde mirar en el presente para verlo (1:19b–2:10).
19b–23 El poder salvador de Dios revelado en la resurrección-exaltación de Cristo. Dado que Cristo es el Hombre verdaderamente representativo, su resurrección y glorificación son una figura de lo que Dios cumplirá en nosotros (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 15:45–49; Fil. 3:21). Existe, naturalmente, una diferencia: la autoridad con la cual fue investido Jesús en su exaltación es única, aunque hay un sentido en que la compartimos (ver 2:6). Pero es esta misma diferencia la que lleva a Pablo a otra forma de asegurar a los efesios del poder de Dios en ellos, ya que termina diciendo que Jesús, a quien le ha sido dado todo el poder, es dado por Dios a la iglesia, la cual él llena (22, 23). Eso, por supuesto, significa que la plena autoridad y poder con que ha sido investido Jesús están activos en la iglesia.
Las afirmaciones de que Jesús había resucitado y que estaba exaltado a la diestra de Dios (20) eran tradicionales en la iglesia, y la última es parafraseada en el lenguaje del Sal. 110:1 (cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 2:34–36; Rom. 8:34; Col. 3:1 y Heb. 1:3, 13). Habla de la entronización de Jesús como gobernador cósmico a quien le es dado el lugar de honor en el círculo celestial (de ahí, en los lugares celestiales). Jesús no ha perdido su influencia terrenal por la ascensión, precisamente lo opuesto: ha sido llevado al lugar donde tiene la máxima influencia sobre los asuntos de la tierra. Por ello, ningún otro poder o potestad, ni en la tierra ni en el cielo, bueno o malo, puede compararse a él; su autoridad, como aquel que está a la diestra de Dios, es sobre todo (21). Los lectores originales habrían comprendido el concepto: ninguno de los poderes que ellos tendían a temer podría compararse con Jesús.
Mientras que en el Sal. 110:1 Dios invita al Señor celestial a sentarse a su diestra †œhasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies†, el v. 22a aquí insiste en que Dios ya sometió †¦ todas las cosas bajo los pies de Jesús. Esto no significa dejar de ser realista acerca de la continuidad del mal, sino un pasar del lenguaje del Sal. 110 al del Sal. 8:6. (Pablo hace lo mismo en 1 Cor. 15:25–27.) Aquí, Jesús se ve como un segundo Adán a quien se le da la tarea de ejercer dominio sobre el cosmos. Como tal, él es cabeza sobre todas las cosas (22b), es decir, gobernante o dueño, un significado de †œcabeza† que ha sido bien comprobado en el gr. bíblico y en otros lugares. La esencia de lo que sigue en el v. 22b es, entonces, bien traducida por la RVARVA Reina-Valera Actualizada: Dios †¦ le puso a él por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia. Pablo difícilmente podría haber dado un retrato más dramático del poder que actúa en la iglesia pero, para enfatizarlo aun más, describe a la iglesia de dos maneras diferentes.
Primera, denomina a la iglesia cuerpo de Cristo (23a). En 1 Cor. la iglesia, como †œcuerpo† de Cristo, tiene sus propios oídos, ojos y cabeza (1 Cor. 12:16–21): es un cuerpo completo que pertenece a Jesús y está íntimamente unido a él (1 Cor. 6:15; 12:12). Probablemente, es lo que Pablo quiere decir aquí también, no que la iglesia sea apenas un torso sin cabeza, para la cual Jesús mismo es la cabeza; ya que el v. 22 describe a Jesús como cabeza del cosmos, no de la iglesia, y utiliza †œcabeza† en el sentido de †œgobernador†, no de parte anatómica. Pero describir a la iglesia como su †œcuerpo†, tan poco tiempo después de haber descripto a Jesús co mo †œcabeza†, casi inevitablemente destaca al menos la connotación de la unión entre ambos (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:16; 5:23, 28, y el más notable, †œél es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia† en Col. 1:18).
23 Continúa describiendo a Jesús como aquel que todo lo llena en todo (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:10). †œLlenar† es una metáfora de †œestar presente en, y activo en relación con†, o †œextender su influencia, o regir sobre†. Co mo †œcabeza† sobre todas las cosas, Jesús las †œllena†; así, entonces, comienza a cumplir el misterio del que se habla en los vv. 9 y 10, comienza la tarea de dominar la rebelión y traer todas las cosas a la unidad y la armonía en sí mismo. Pero, dice Pablo, la iglesia es, de manera suprema, su plenitud (es decir, aquello que él llena); y lo explicará más detalladamente en 2:1–22.
En suma, Pablo ora para que sus lectores comprendan que el poder que obra en la iglesia es el mismo poder que producirá la nueva creación, un nuevo universo en total armonía, unido bajo Cristo. En su unión con Cristo la iglesia ya ha recibido un anticipo de ese final.
2:1–10 El poder salvador de Dios revelado en la salvación de la iglesia. Es lamentable que se haya realizado una división para comenzar un nuevo capítulo aquí, ya que hay buenas razones para creer que esta sección forma un párrafo único con 1:15–23. Allí Pablo explicó el poder de Dios en la iglesia tal como se revela en la resurrección del Hombre representativo, que es el don que Dios ha dado a la iglesia para ser el gobernador exaltado del cosmos, a la iglesia. Aquí Pablo desea atraer la atención ha cia el mismo poder de Dios, pero ahora en la medida en que este se revela en la acción de Dios de sacarnos de la muerte e introducirnos en la vida. Co mienza en el v. 1 con el conectivo directo †œy† (que la RVARVA Reina-Valera Actualizada omite), y parece que quiso escribir †œy vosotros, estando muertos en vuestras transgresiones y pecados, os dio vida con Cristo †¦ † (en paralelo con Col. 2:12, 13; 3:1, 2). Sin embargo, de bió desviarse de esta afirmación directa para explicar eso de estar muertos en vuestros delitos y pecados. Y luego de pintar un panorama sombrío de la anterior condición de sus lectores (2), necesitaba dejar en claro en el v. 3 que no solamente vosotros, sino nosotros, fuimos los que estábamos en esa situación de la que Dios, misericordiosamente, nos salvó. Finalmente, en los vv. 5 y 6, Pablo vuelve al punto en que comenzó, pero ahora en la primera persona del plural: †œAun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo †¦ † Aquí se revela aun más la naturaleza del poder de Dios en la iglesia que Pablo ora para que sus lectores comprendan, porque ciertamente dará significado a sus vidas, gozo a sus corazones, adoración agradecida a sus labios y fortaleza a su lucha.
1–3 Estabais muertos en vuestros delitos es, nuevamente, una forma judía de expresión; su fuerza es hermosamente ilustrada por un midrash (comentario judío) sobre Ecl. 9:5 que habla de †œlos malvados que aún mientras viven son llamados muertos†. Aquellos que están atados al pecado están destinados a la muerte y, por lo tanto, ya pertenecen a su reino; aquello que consideran como la vida es nada más que un anticipo de la muerte, ya que no tiene a Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 5:24; 1 Jn. 3:14 y 1QH 11:10–14). Aunque en otros lugares Pablo enseña que este estado de cosas es el resultado del pecado, ése no es el concepto aquí; en cambio, la condición en vuestros delitos y pecados es lo que caracterizaba su existencia anterior. Estas cosas eran el fruto corrupto de su †œmuerte†. En el v. 2 Pablo atribuye es ta vida marcada por el pecado fundamentalmente a dos factores relacionados entre sí: la influencia de este mundo (es decir, la creación caída actual y las fuerzas que ésta genera en la sociedad, vistas como en rebelión a Dios y en contraste con la †œnueva creación† o †œnueva era† que se espera), y la influencia de Satanás, descripta aquí como el príncipe de la potestad del aire. El gr. aer denotaba los cielos más bajos, los más cercanos a la tierra y muchas veces se consideraba que eran el lugar donde habitaban los seres espirituales de maldad. La idea de que Satanás actúa en los hijos de desobediencia (BJBJ Biblia de Jerusalén, †œen los rebeldes†) se halla en otras partes de la literatura judía; p. ej.p. ej. Por ejemplo en La Ascensión de Isaías se dice que Satanás †œse regocijó en Jerusalén por causa de Manasés y lo fortaleció para que llevara a la apostasía y la falta de la ley que se difundió en Jerusalén† (2:2–4; cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 21; 2 Crón. 33). Esto podría sonar como un determinismo al mal por el cual no somos responsables, pero el v. 3 también culpa con igual justicia a nuestra propia naturaleza rebelde con sus deseos y pensamientos corruptos. Todo esto hizo que fuéramos lo que Pablo denomina †œhijos de ira† (como bien traducen la mayoría de las versiones castellanas; BJBJ Biblia de Jerusalén, †œdestinados a la cólera†); es decir, aquellos que son condenados a sufrir la santa ira de Dios dirigida al pecado.
4–7 Lo que Dios, entonces, en su amor y misericordia ha hecho concretamente por nosotros se presenta como un contraste directo y asombroso con la condenación que visualiza el v. 3, y así, de esta manera tan dramática, revela la naturaleza del poder de Dios que actúa en nosotros. El v. 5 lo muestra como un poder de resurrección que nos transfiere de la †œmuerte† a la †œvida†. Esto podría ser entendido sencillamente como la metáfora de una relación restaurada (como en Luc. 15:32), pero probablemente signifique algo más que eso. Decir que nos dio vida (la expresión se refiere comúnmente a la resurrección) juntamente con Cristo parece ser una forma abreviada de decir: †œSeremos resucitados juntamente con Cristo a una vida en la nueva creación, y podemos hablar de eso como si fuera algo ya logrado porque, primero, el hecho decisivo de la resurrección del Hombre representativo, Jesús, ya sucedió, y segundo, ya comenzamos a participar de algunos aspectos de esa vida en la nueva creación en nuestra actual unión con él.†
Lo mismo debe decirse para el v. 6, que habla de que hemos sido exaltados y sentados con Cristo en los lugares celestiales (es decir, con Cristo en su trono, a la diestra de Dios; el v. 6 sigue el modelo de 1:20). Aunque Pablo enseña que los creyentes participarán del juicio y del gobierno de la nueva creación (ver, p. ej.p. ej. Por ejemplo 1 Cor. 6:2; cf.cf. Confer (lat.), compare Apoc. 3:21), con igual firmeza insiste en que no es así todavía (1 Cor. 4:8). Estos versículos, en realidad, no dicen co sas demasiado diferentes entre sí.
Muchos comentaristas han instado a creer que Ef. aquí se separa del Pablo verdadero, enseñando que la salvación está completa, la batalla ha concluido, y que los creyentes ya reinan en los lugares celestiales. El escritor (que generalmente se cree es un discípulo de Pablo) es, entonces, acusado de ser triunfalista. Pero este concepto no toma en serio el énfasis en la esperanza de 1:3–23; y resta importancia a 4:20–5:15, 6:10–18 y en especial a 6:12, que ciertamente muestran la existencia cristiana actual como en conflicto con las conductas de nuestra vieja humanidad pecadora, y con los pode res de esta era. Los vv. 5, 6 pueden comprenderse mejor si se considera que apuntan hacia adelante: lo que dicen es ahora muy cierto sólo de Cristo, pero puede ser afirmado con respecto a nosotros en el sentido secundario de que él nos re presenta, de que él determina nuestro futuro y que estamos unidos a él ahora por el Espíritu. En forma similar, el tiempo presente perfecto con que traducen la BABA Biblia de las Américas y BJBJ Biblia de Jerusalén †œhabéis sido salvados† en el v. 5 (y v. 8) no significa que el escritor piense que nuestra salvación ya está completa, sino que nuestra completa salvación ya ha sido asegurada y revelada en Cristo, y se está produciendo en nosotros: realmente hemos comenzado a experimentar el ser transferidos del reino de la muerte al de la resurrección y la vida. Estos versículos deben ser entendidos como una elucidación más completa de la clase de afirmación que Pablo hace en Col. 1:13; 3:1–4. El v. 7 (como un eco de 1:6, 7, 18, 21) nos muestra que es el futuro el que revelará la salvación y la gracia que ahora sólo se conocen por fe.
8–10 Este resumen, en parte repite el lenguaje de los debates en Gál. y Rom. sobre la justificación por la fe sin compromiso con la ley mosaica. Lo que Pablo quiere destacar aquí, no obstante, es algo diferente, si bien complementario. Dice que la salvación que hemos experimentado ya, al ser transferidos de †œmuerte† a †œvida† en unión con Cristo, es una revelación dramática del poder de Dios, lle no de gracia, precisamente porque deriva por completo de él. No es producto de, ni recompensa dada por, nuestras obras; es el don de Dios para la fe (el gr. que usa Pablo no sugiere que esté diciendo que la fe también sea puramente gracia de Dios, aunque eso quede implícito a partir de otras consideraciones). Esto, aclara rápidamente Pablo, no significa que las obras carezcan de importancia. Pero nuestra vida y nuestras obras anteriores sólo contribu yeron a la condenación de la que necesitábamos ser liberados. En contraste con esto, el v. 10 presenta a nuestra salvación en términos de la nueva creación que Dios hace de nosotros en Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Cor. 3–5; 5:17; Gál. 6:15). De esta forma, con Jesús, somos primicias de la nueva creación y hemos sido transformados para que realmente podamos hacer verdaderas buenas obras. Esto será explicado en mayor detalle en 4:17–6:20.
2:11-22 Una digresión: la iglesia, la reconciliación cósmica y la unidad; el nuevo templo
Aquí Pablo deja de hablar de sus oraciones por los lectores de su carta y, por lo tanto, en términos formales, los vv. 11–22 constituyen una digresión. No obstante, en otro sentido, son el corazón teológico de la carta; porque las verdades contenidas en ellos subyacen y explican el panegírico y la oración de Pablo, y refuerzan su mensaje. Si Ef. es la corona de los escritos teológicos de Pablo, 2:11–22 es quizá la gema principal; pero como una piedra bellamente tallada tiene una profundidad y una sutileza que no son fáciles de resumir.
Estructuralmente, la sección es dominada por un contraste †œentonces-ahora† (que amplía el anterior, similar, en los vv. 1–7). Comienza en los vv. 11–13 que subrayan principalmente el †œentonces† (nótese en otro tiempo [v. 11], en aquel tiempo [v. 12], y el contrastante ahora en Cristo Jesús [v. 13]) y se resume en los vv. 19–22, que enfatizan el †œahora†. Los vv. 14–16 (con el resumen de los vv. 17, 18) presentan la parte central y la transición, dividiendo así la totalidad de los vv. 11–22 en tres partes.
El contraste entre el †œentonces† y el †œahora† que hace Pablo se presenta principalmente en términos del gran tema de la anterior separación (12, 19), exclusión (13) u hostilidad (16), y la actual reconciliación (16), unidad (15, 16) o paz (17). En resumen, el pasaje nos habla de cómo Dios ha comenzado la reconciliación cósmica que fue su plan eterno (1:9, 10). Existen dos importantes dimensiones en esto. Los vv. 11–15 se concentran primordialmente en cómo, en Cristo, la gran barrera que separaba a judíos y gentiles ha sido quitada, y los gentiles son unidos al Israel creyente. Podríamos llamar a esto †œreconciliación horizontal†. Pero los vv. 16–22 tienen un énfasis diferente; explican cómo tanto judíos como gentiles son reconciliados con Dios (16, 17), reciben acceso a él (18), y cómo entran al templo celestial en que él habita (19–22). Podemos llamar a esto †œreconciliación vertical†. Tendremos que observar cuidadosamente cómo estas dos reconciliaciones se relacionan (y cómo se llevan a cabo) en los comentarios más detallados sobre las secciones individuales.
11-13 La primera sección llama a los lectores, predominantemente cristianos gentiles, a recordar su anterior estado, apartados del pueblo de Dios. Ellos eran entonces lo que muchos judíos llamarían †œla incircuncisión†. La circuncisión era la señal del pacto con Israel y, por lo tanto, lo que distinguía a los judíos del resto del mundo. El judaísmo podía por tanto referirse a sí mismo como la circuncisión, es decir, †œel pueblo del pacto de Dios†, y despreciar al resto del mundo que estaba fuera del pacto, llamándolo la incircuncisión. El punto central no era que sólo los judíos practicaran esa operación quirúrgica menor (otros semitas también lo hacían), sino su significación como un rito de entrada al pacto mosaico.
Pablo comienza su descripción de la condición anterior de los gentiles, utilizando el lenguaje que cualquier judío usaría para referirse al estar †œfuera† del pacto. Igualmente claro, sin embargo, es que Pablo no estaba satisfecho con esta forma de llamar a las cosas, y siente que necesita aclararlo diciendo que únicamente los judíos son los de la llamada circuncisión. Para Pablo, la de ellos se trata de una circuncisión realizada meramente por hombres, ya que, para él, la mayoría de las veces la circuncisión de los judíos es nada más que una operación externa, y la relación con Dios que se supone que ésta simboliza no se ha convertido en una realidad interna obrada por Dios. Para Pablo es la familia de la fe y su relación con Dios la que realmente cumple lo que significa la circuncisión (ver Rom. 2:28, 29), y esto se aplica más profundamente a los cristianos (Fil. 3:3; Col. 2:11).
Pablo vuelve al punto principal en el v. 12. Anteriormente, como gentiles incrédulos, sus lectores no podrían haber tenido parte con Cristo, porque el Mesías es primero que nada rey de Israel (Rom. 9:5). Estaban separados de la ciudadanía de Israel: el pueblo de Dios que recibe su bendición. El hecho de que Pablo eligiera la palabra ciudadanía sugiere que no está pensando aquí en la nación de Israel, sino más particularmente en los fieles judíos vistos como viviendo una teocracia. La exclusión de los gentiles de la comunidad del pueblo de Dios significaba que no tenían parte en los pactos que prometían la salvación mesiánica. (El lenguaje aquí hace fuerte eco de Rom. 9:4.) Quizá hayan tenido muchas †œesperanzas† y †œdioses†, pero estos habrían resultado ser huecos, ya que los gentiles estaban sin el verdadero Dios y sin la esperanza que él daba, y que ahora estaba comenzando a cumplir.
Ahora en Cristo Jesús (13), la situación de ellos ha cambiado drásticamente, y Pablo elige una metáfora bíblica muy común para expresar el contraste. El concepto de estar acercados y lejos se origina en Isa. 57:19, y domina la descripción de Pablo en los vv. 17 y 18 (en los que, en realidad, usa las mismas palabras que Isa.). En el v. 13, sin embargo, utiliza el lenguaje en una forma que refleja más cercanamente el uso de esta metáfora en el judaísmo contemporáneo. El verbo †œacercar† se había convertido en un término común para significar el hecho de hacer que un no judío se hiciera prosélito, uniéndolo así a la congregación de Israel. Esto hacía que la persona estuviera †œcerca† en dos sentidos, ambos atestiguados en el judaísmo. La persona se †œacerca† al resto del pueblo de Dios y se †œacerca† al Dios del cual ese pueblo está †œcerca†. Tiene acceso al templo (el lugar especial de la presencia divina) y al Dios que estaba presente, en forma más general, en medio de su pueblo. Como veremos, Pablo está pensando en un pueblo de Dios transformado y en un templo celestial, pero por lo demás, las figuras utilizadas en el v. 13 son similares.
14–18 En estos versículos llegamos al corazón mismo de la manera en que Pablo entendía el evangelio de la reconciliación. Comienza en los vv. 14 y 15 con la dimensión horizontal. Se dice primero que Jesús es nuestra paz, en el sentido de que él unió las dos grandes partes en que estaba dividida la humanidad (la incircuncisión y la circuncisión). El (¡en principio!) destruyó la hostilidad entre judíos y gentiles, quitando la gran barrera que los separaba, y que inevitablemente se había convertido en ocasión de sospechas y animosidad mutuas. La barrera en cuestión era la ley mosaica, con su detallado código de santidad, que hacía imposible que los judíos fieles vivieran en estrecha proximidad con los gentiles.
En cuanto a estas reglas, la carta de Aristeas (c. 100 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) sostiene que †œel legislador [Moisés] nos rodeó de empalizadas firmes y muros de hierro para evitar que nos mezclemos con cualquiera de los otros pueblos en cualquier asunto, manteniéndonos así puros de cuerpo y alma †¦ adorando al único Dios todopoderoso† (139), o, nuevamente: †œY por lo tanto, para que no fuéramos contaminados por nadie, ni fuéramos infectados con perversiones al asociarnos con personas sin valor, él nos ha cercado por todos lados con purificaciones prescritas en asuntos de comida y bebida, de tocar y de escuchar y de ver† (149). La barrera material que en el templo prohibía el paso de los gentiles, so pena de muerte, a los atrios donde adoraba Israel, era apenas la expresión externa de los requisitos de la ley mosaica.
La enemistad que la ley de Moisés había causado entre la humanidad pecadora, se nos dice, fue derribada en su carne (14), una referencia a la muerte de Cristo en la cruz que Col. expresa como el despojarse del †œcuerpo pecaminoso carnal† (Col. 1:22; 2:11, 12; ver v. 16). Fue derribada cuando la ley mosaica, como una unidad y como un pacto indivisible con Israel, fue transcendida y reemplazada por las condiciones de la nueva creación y correspondiente pacto, inaugurado en Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Cor. 3:3–18). Que esto no significa que Pablo esté en contra de la ley debiera resultar claro en base al resto de la carta (ver el uso específico de la Torah en 5:31–6:3). En cambio, el buen propósito para el cual sirvió la ley mosaica, al preservar a Israel de la influencia impía de las otras naciones, dio lugar al propósito aun más elevado declarado en el v. 15 y que refleja el plan eterno de Dios (1:9, 10). Dios deseaba crear un solo hombre de judíos y gentiles. Para comprobar la importancia central de este concepto en la teología de Pablo véase, p. ej.p. ej. Por ejemplo 1 Cor. 12:13; Gál. 3:28 y Col. 3:11.
16 Nos hace volver ahora la atención a la dimensión vertical. Hasta aquí casi podríamos tener la impresión (reflejada en la forma en que Marcus Barth entiende el pasaje) de que el †œacontecimiento de Cristo† deja a la condición de Israel casi sin cambios: los gentiles son meramente agregados a él, y así benditos con él. Ese, sin embargo, no es el concepto que quiere dar Pablo, ya que continúa afirmando que ese solo cuerpo creado de judíos y gentiles fue reconciliado con Dios en la cruz. Esto presupone que Israel también sufrió una separación de Dios por el pecado (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:3) que debía ser superada en la cruz; y que sólo experimenta esa reconciliación en la medida que participa de la nueva humanidad, el cuerpo de Cristo, la iglesia compuesta de judíos y gentiles creyentes. Naturalmente, no debemos forzar nuestra interpretación de las palabras de Pablo para hacer significar que la iglesia universal de judíos y gentiles fuera creada primero, y sólo después de esto reconciliada con Dios en la cruz. Su concepto es, en cambio, que Jesús en la cruz representó no sólo a los judíos sino también a la humanidad gentil, como el postrer Adán (Rom. 5:12–21; 1 Cor. 15:45; Fil. 2:5–11). En primera instancia fue en forma única en sí mismo (15) que él hizo un solo hombre nuevo de los dos; y luego sólo al unirse a él en un cuerpo se experimenta la reconciliación cósmica. Esto significa que la iglesia en realidad es, para Pablo, una tercera entidad: ni judía, ni gentil, sino una nueva humanidad.
Detrás del lenguaje de crear una nueva humanidad yace la esperanza judía de que en el final Dios recreará el mundo en forma más maravillosa aun que su primera creación antes de la caída. Como parte de esto, el pueblo de Dios sería transformado, y recibiría cuerpos resucitados correspondientes al mundo en que vivirían, conformando así una nueva clase de humanidad que viviría en total armonía con Dios y entre sí. Para Pablo, eso es exactamente lo que comienza con la resurrección de Cristo, que es el modelo de la nuestra, e inclusive está comenzando en nosotros (ver Rom. 8; 1 Cor. 15:45–49; 2 Cor. 3–5; Gál. 6:15; Fil. 3:21). Pero observemos que todo esto es cierto únicamente en sí mismo, en Cristo; es sólo la iglesia que está en unión con Cristo la que realmente comienza a experimentar esta unidad cósmica.
17, 18 Recapitulan este concepto en términos de la cita modificada de Isa. 57:19 y una explicación más detallada. Las palabras y vino y anunció las buenas nuevas: paz †¦ no se refieren ni a la encarnación y el ministerio de Jesús ni al Cristo ascendido por medio de la predicación apostólica, sino que puede comprendérselas mejor considerándolas como un resumen de los vv. 14–16 que se refieren entonces específicamente a la cruz y la resurrección. Las palabras y anunció †¦ paz resuenan como Isa. 52:7, pero el resto sigue aprox. a Isa. 57:19. Originalmente este pasaje se aplicaba a la bendición de Dios sobre los judíos de Jerusalén (los de cerca) y los judíos de la Diáspora (los de lejos), pero aquí se lo aplica al haber alcanzado un nuevo nivel de cumplimiento en la †œpaz† mesiánica de reconciliación que Cristo trae entre creyentes judíos (los de cerca) y creyentes gentiles (los de lejos), y entre la nueva humanidad así creada y Dios. El v. 18 rescata este concepto, expresándolo en una metáfora tomada de las leyes del templo. En el ATAT Antiguo Testamento, sólo el sumo sacerdote, como representante de Israel, tenía acceso inmediato a Dios en el sentido de que era el único que podía entrar al lugar santísimo, y eso solamente en el día de la Expiación. Israel estaba a cierta distancia, y los gentiles un poco más lejos. Pero a través de la muerte y resurrección de Cristo ambos tienen ahora acceso inmediato a Dios por medio del don del Espíritu Santo, que trae la presencia consciente de Dios a cada persona.
En todo esto el apóstol Pablo no declara explícitamente cómo es que la cruz efectúa la reconciliación entre la humanidad y Dios. El mismo uso de la palabra implica una separación o enemistad entre ambos lados que ha sido sanada. Por parte de la humanidad, la hostilidad hacia Dios es provocada por nuestra reacción de rebeldía ante su amoroso y justo reclamo de nuestra obediencia filial. Por parte de Dios también podemos hablar de un cierto elemento de alejamiento de la humanidad; precisamente, de su santa y amorosa ira contra nuestro pecado (2:3; 4:17, 18; 5:3–6). Es esta última la que aquí Pablo, como siempre, cree que es nuestro problema fundamental y que ha sido solucionado en la cruz (es decir, antes de que cualquiera de nosotros creyera y se apropiara de esa reconciliación que se le ofrecía). Por esto continuamente destaca la rica †œmisericordia† (4) y †œgracia† (1:2, 6, 7, etc.) de Dios. Aquí sí nos dice cómo logra Dios esto: no dice que es por expiación sustitutiva (para lo cual puede verse, en este comentario, Rom. 3:25; 5:9–11; 2 Cor. 5:19–21; Gál. 3:13). Parece darlo por sabido (1:7; 5:2, 25, 26) y en esta carta parece más preocupado por hablar en detalle sobre sus consecuencias: la restauración de la relación con Dios, y particularmente el alcance universal de la unidad, armonía y paz que Dios se propone en Cristo.
19–22 Un concepto final subraya la gloria de lo que Dios ha logrado en Cristo para sus lectores gentiles que anteriormente eran †œlos de afuera† (retomando lo dicho en el v. 13). Han tenido el privilegio de llegar a ser conciudadanos de los santos, esto es, no de los judíos o de los cristianos judíos, sino del resto del pueblo de Dios y de ser miembros plenos de la familia [celestial] de Dios (su ciudad-templo). Ya en Gál. 4:26 Pablo había desairado a los judaizantes, diciendo que los creyentes en Cristo no pertenecen a la Jerusalén terrenal, sino a la celestial (cf.cf. Confer (lat.), compare Fil. 3:20). La fuerza teológica de esta afirmación deriva de la presunción de que la era que vendrá ya está hecha realidad en el cielo, y que Jerusalén, tal como será en la nueva creación, está esperando para †œdescender† (ver, p. ej.p. ej. Por ejemplo Apoc. 21:1–4 y 21:10:5). Decir que ya somos ciudadanos de esta ciudad-templo es decir que ahora, en unión con Cristo, participamos en esa ciudad celestial que irradia la gloria de Dios, y que será finalmente revelada y desplazará todo lo que conocemos como realidad en esta era. Puede verse un punto de vista similar, es decir, que la iglesia ahora participa en y manifiesta la adoración de la congregación glorificada de los santos de los últimos tiempos en la ciudad celestial, en Heb. 12:22–24. La idea de ser miembros de la ciudad-templo continúa el tema del acceso a Dios presentado en el v. 18, dado que la ciudad celestial está llena de la radiante presencia de Dios. Ciertamente, según Apoc. 22:5, él mismo es su luz, desplazando noche y día.
En los vv. 20–22 tenemos esencialmente el mismo mensaje, pero con un ligero cambio de conceptos. Los creyentes son ahora retratados como las piedras mismas con las que ese templo celestial está siendo construido gradualmente. Gran parte de los judíos esperaba un nuevo templo en la Jerusalén de la era venidera, y ya algunos de ellos habían llegado a pensar que el pueblo de Dios constituiría esa santa morada de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare la enseñanza de Jesús en Juan 2:19). Este es el punto de vista que se expresa aquí, y se dice que ya está cumpliéndose (como en 1 Cor. 3:16, 17; 2 Cor. 6:16, 17; 1 Ped. 2:4–10). Los lectores de Pablo están, dice el Apóstol, ahora mismo siendo edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas. La sintaxis gr. en esta expresión, en que un artículo rige a los dos sustantivos (como en 3:5), sugiere un grupo fundacional, los apóstoles funcionando como profetas (es decir, que traen revelación), y no dos (como sugiere aquí la RVARVA Reina-Valera Actualizada), aunque en 4:11 se habla de un grupo separado de profetas. Jesús mismo se identifica como la piedra angular, aquella a partir de la cual se construye el resto del fundamento hacia afuera, siguiendo la línea de lo que serán las paredes. El punto central aquí sería, entonces, que el templo se construye hacia arriba y hacia afuera a partir de la revelación dada en Cristo, por medio de la elaboración e implementación reveladora del misterio a través de las figuras profético-apostólicas (ver 3:4–11, en especial el v. 5). Pero todo está edificado sobre Cristo, sostenido por él, y la forma del edificio es determinada por Cristo, la piedra angular. Una interpretación alternativa hace de Cristo la †œpiedra clave† (la última que se agrega, la que mantiene unida a toda la estructura del edificio); pero esto depende de un sentido que sólo después tomó la expresión †œpiedra angular†, y no se presta verdaderamente para el concepto de un templo en construcción, ya que implicaría que Cristo aún no tiene lugar en él.
El último versículo del capítulo recuerda a los lectores el enorme privilegio que significa para ellos ser parte de toda esta construcción. Son incorporados a ese edificio, la iglesia única y universal, la cual Dios constituye en morada de él por medio del Espíritu. Y son incorporados a él precisamente al unirse con Cristo, en quien todas las cosas están siendo llevadas a la armonía y la paz cósmicas, que pueden existir gracias a la reconciliación iniciada en la cruz.
3:1 Pablo continúa hablando sobre sus oraciones por los lectores
Después de su importante digresión (2:11–22) Pablo retoma en el v. 1 el informe sobre su oración por las iglesias gentiles (1:15–2:10). Pero, habiéndose presentado a sí mismo como sujeto de la frase, se desvía hacia una segunda digresión, ¡aun antes de llegar al verbo principal! Todas las versiones castellanas respetan la interrupción, aunque la DHHDHH Dios Habla Hoy redondea este corte abrupto, traduciendo †œyo, Pablo, estoy preso por causa de Cristo Jesús †¦ †, pero Pablo mismo no termina la frase sino en el v. 14, en que repite las palabras iniciales. (Esto es prueba de que la carta es real, escrita con cierto apuro; no es una cuidadosa presentación actualizada de la teología de Pablo escrita por una generación posterior.)
3:2-13 Una digresión: el ministerio apostólico de Pablo
Pablo se aparta bruscamente de lo que estaba por decir, porque, luego de haberse presentado brevemente en el v. 1, siente que debe ampliar esa presentación antes de continuar (ver nota en la BABA Biblia de las Américas). Ha sostenido que es un hombre de Cristo Jesús que está preso (¡eso es lo que significa prisionero de Cristo Jesús, no que Jesús sea el carcelero!) a favor de vosotros los gentiles †¦ Este último concepto es el que necesita ser elaborado. Su apostolado a los gentiles es lo que domina los vv. 2–13, ampliando y reorganizando el contenido de Col. 1:23–29. La sección está compuesta por tres oraciones en gr. Los vv. 2–7 retoman el tema de la revelación del misterio de la reunificación cósmica en Cristo, introducido en 1:9, 10 y 2:20: una revelación en la que se destaca la inclusión de los gentiles (6). La segunda frase, vv. 8–12, centra la atención más particularmente en el propio papel de Pablo como Apóstol a los gentiles, y en la gracia admirable que lo hace (aunque es menos que el menor de todos los santos) el elegido para llevar el evangelio de reconciliación cósmica. Finalmente, en el v. 13, Pablo vuelve a sus sufrimientos por el evangelio, el tema que motivó la digresión.
2–7 La digresión comienza con la virtual certeza de Pablo de que sus lectores saben acerca de la comisión que Dios le ha dado. Es más que razonable que él pudiera esperar esto. El mismo había llevado el evangelio de la inclusión de los gentiles desde Jerusalén, alrededor del Mediterráneo y hasta Yugoslavia (el Ilírico mencionado en Rom 15:19), y tenía intenciones de ir a Roma y España (Rom. 15:14–24). Además, había estado estacionado en Efeso durante tres años, desde el 52 al 55 (Hech. 20:31), desde donde sus colaboradores habían llevado el evangelio al menos hasta Colosas y Laodicea en el este, y probablemente también hasta los otros centros del área. No obstante, la forma en que habla es una nueva indicación de que estaba escribiendo una carta general a las iglesias que no lo habían conocido, y no a los efesios únicamente, los cuales no habían meramente †œoído† acerca de su ministerio.
Aun cuando esté claro el sentido general de los vv. 2 y 3, el significado más preciso es difícil de asegurar (¡compárense las distintas traducciones!). Mucho depende de la frase que se traduce la administración de la gracia de Dios que me ha sido conferida en vuestro beneficio. La RVARVA Reina-Valera Actualizada conserva parte de la ambigüedad del gr. que usa Pablo. Pero ¿querrá decir: (a) †œla forma en que Dios me confió la gracia que me dio para ustedes†, es decir, que fue por revelación que hizo conocer el misterio; (b) †œla manera en que se expresa la gracia que él me dio† (según Caird); (c) †œla misión [o responsabilidad] de la gracia que Dios me encomendó en orden a vosotros† (BJBJ Biblia de Jerusalén); o (d) †œel plan o disposición de la gracia que Dios me dio†, es decir, el contenido conceptual del misterio? La argumentación de cada posición encuentra elementos para esta división, pero la sintaxis y la relación con los vv. 3 y 4 quizá pesen ligeramente a favor del primero. Pablo, entonces en los vv. 2–4, parece afirmar que Dios le confió la gracia del evangelio para los gentiles al revelarle a él el misterio sobre el cual el Apóstol ya ha escrito brevemente (¡es decir, los caps. 1 y 2!), y que los lectores pueden comenzar a captar el significado de la esencia del evangelio a partir de lo que él dice.
5, 6 Transfieren la atención hacia el nuevo contenido de la verdad revelada que aquí está en juego. Las palabras de Pablo sugieren que había insinuaciones del evangelio en el ATAT Antiguo Testamento, cosa que Pablo declara abiertamente, p. ej.p. ej. Por ejemplo en Rom. 4; cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 9:25–10:21. Pero que Dios hiciera a los gentiles coherederos, o cointegrantes del cuerpo (Pablo acuña una nueva palabra para explicar mejor el concepto) de un nuevo pueblo de Dios, y copartícipes de la promesa de la nueva creación en Cristo, era algo indiscutiblemente nuevo. Las tres expresiones que Pablo utiliza comienzan con el mismo prefijo (en gr.) que significa †œcon†, como aquí. Generalmente se interpretaba que pasajes como Isa. 2:1–4 significaban que los gentiles se unirían, llenos de admiración, al Israel restaurado, y se convertirían en prosélitos o judíos. La revelación decisiva del misterio de la plena bendición a los gentiles no se había producido sino ahora, y fue dada a los santos apóstoles y profetas de Dios. En el comentario sobre 2:20 indicamos la razón sintáctica por pensar que se referiría a †œapóstoles funcionando como profetas†, aunque la sintaxis permitiría el significado de †œapóstoles y profetas funcionando en unidad†. El argumento más fuerte en favor de la última interpretación es 4:11, pero debemos decir que no conocemos profetas en la iglesia primitiva (aparte de los apóstoles) que hubieran recibido tan importante revelación, y el contexto es específicamente lo que Pablo dice sobre su comisión apostólica. Si nos preguntamos cuándo fue que Pablo recibió la esencia de esa revelación, indudablemente fue en la misma experiencia en el camino a Damasco (cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 26:12–18; Gál 1:11, 12, 15, 16), pero el proceso por el cual fue revelado y establecido a un círculo más amplio de apóstoles (5) llevó más tiempo (cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 15; Gál. 2), y quizá en el mismo hayan participado profetas. Algunos creen que Hech. 15:28 sugiere esto.
6 Este versículo concluye con la afirmación de que los gentiles reciben su bendición en Cristo, a través del evangelio. El v. 7 es parte de la misma oración gramatical gr. que Pablo comenzó en el v. 2 y no una nueva oración, como en la RVARVA Reina-Valera Actualizada. Aquí Pablo da forma final al párrafo, volviendo al pensamiento de la gracia de Dios y el poder dado a Pablo para ser siervo de este evangelio.
Nota. El calificativo de santos dado a los apóstoles y profetas ha causado problemas. Algunos lo consideran una posterior restricción del catolicismo temprano a la expresión †œlos santos† que Pablo utiliza normalmente para referirse a todos los creyentes en Cristo. (La palabra gr. hagios puede ser un adjetivo que significa †œsanto, separado por Dios para algún uso en particular†, o un sustantivo que signifique †œsanto†, †œapartado†). Pero esto no es convincente, ya que Ef. usa el sentido más amplio en toda la carta (1:1, 4, 15, 18, etc.). Tampoco es obvio que Pablo venere aquí a los apóstoles en forma especial, comparados con otros creyentes †¦ ¡Por cierto, en el v. 8 él se describe a sí mismo como menos que el menor de todos los santos! La explicación puede encontrarse probablemente en la influencia de Col. 1:26, 27 donde las palabras son muy similares, pero se dice que el misterio ha sido revelado †œa los santos†. Cuando Pablo, habiendo releído el pasaje de Col., cambió el énfasis a que la revelación había sido hecha a los apóstoles, la palabra hagios simplemente permaneció, pero aquí con una fuerza diferente: ahora denota a los †œapóstoles y profetas† como †œapartados para Dios† para su función distintiva como receptores de la revelación central.
8–12 Estos versículos retoman y desarrollan el tema del servicio de Pablo para el evangelio. Su afirmación de ser menos que el menor de todos los santos va más allá que la anterior en que hablaba de ser el más insignificante de los apóstoles porque se había opuesto al evangelio y había perseguido a los seguidores de Jesús (ver 1 Cor. 15:9; pero cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Tim. 1:15 donde se llama a sí mismo †œel primero de los pecadores†). Aquí es una exageración deliberada para magnificar la maravilla de la gracia de Dios que lo hizo Apóstol a los gentiles, con un evangelio que habla del insondable tesoro de Cristo, con una importancia de proporciones cósmicas. Más específicamente, Pablo ha recibido la tarea de llevar a las personas a ver el misterio cósmico finalmente revelado, y cómo Dios ha elegido para desarrollar en la práctica su propósito eterno (9). El verbo que la RVARVA Reina-Valera Actualizada traduce como aclarar significa †œiluminar† (BABA Biblia de las Américas, VHA, †œsacar a luz†), y presume una niebla de oscuridad espiritual que debe ser dispersada. El lenguaje probablemente se refiera en forma principal a la conversión (cf.cf. Confer (lat.), compare 5:8–14; Hech. 26:17, 18; 2 Cor. 4:4–6; 1 Tes. 5:4, 5), pero Pablo tiene en mente un sentido continuo que se hace realidad en su propio ministerio de enseñanza y de oración intercesora por sus iglesias (ver, p. ej.p. ej. Por ejemplo 1:18; 3:18). La importancia de esta continua †œiluminación† se presenta en el v. 10, en que el propósito total de Dios para el ministerio de predicación, enseñanza y oración de Pablo es que la iglesia sea edificada para convertirse en la manifestación de la rica y multiforme (la palabra utilizada aquí significaba originalmente †œmulticolor†) sabiduría de Dios a los principados y las autoridades en los lugares celestiales.
¿Qué implica esto? Los principados en cuestión son probablemente la totalidad de los seres celestiales; no solamente los ángeles de Dios, ni solamente los poderes malignos de 6:12, sino ambos. Son los testigos reunidos, ante los cuales Dios demuestra su sabiduría, y lo hace a través de una iglesia que la expresa. Esa sabiduría es su propósito eterno en Cristo (11), que claramente no es otra cosa que su intención de unir todas las cosas en Cristo (1:9, 10). Se expresa en una iglesia universal donde judíos y gentiles viven y adoran en un cuerpo, en armonía con Dios y con los hermanos y hermanas en Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare 6; 2:11–22). La enseñanza y la oración de Pablo en Ef. 1–2 está, por tanto, dedicada a destacar y promover dicha unidad, al igual que su exhortación en los caps. 4–6. El cree que esto es un testimonio central, si no el testimonio central, para el evangelio. En esto sigue a Jesús, cuya oración testamentaria final en Juan 17 se centra en el pedido de que Dios mantenga a la iglesia en una unidad de amor que se corresponda y sea testimonio de la unidad de amor entre el Padre y el Hijo.
13 Nos trae nuevamente a la afirmación del v. 1, de que su encarcelamiento es †œa favor de vosotros los gentiles†. Sus lectores podrían sentirse desanimados porque Dios hubiera permitido esta aparente tribulación, pero Pablo desearía más bien que ellos la consideraran vuestra gloria. ¿Por qué, después de todo, había sido arrestado el Apóstol? Fue por defender la igualdad de los creyentes gentiles con los judíos en el pueblo único de la nueva creación de Dios, el cuerpo de Cristo. Esto enfureció a los judíos (¡y también a algunos cristianos judíos!), ya que era un golpe a su sensación de privilegio espiritual. Y fue ese violento antagonismo el que promovió las circunstancias del arresto, prisión y, finalmente, el martirio de Pablo (ver Hech. 21–28). Lo que es más, Pablo había ido a Jerusalén teniendo plena conciencia de los peligros (Rom. 15:30, 31), y llevando una ofrenda de las iglesias gentiles a la iglesia de Jerusalén, como muestra del amor y del sentir de deuda de aquéllas para con la iglesia madre, por la bendición espiritual del evangelio que habían recibido (Rom. 15:26, 27). Pablo esperaba que esto ayudara a sellar la unidad entre ambas iglesias, que constantemente habían estado bajo ataque. Los cristianos judíos habían acosado a las iglesias de Pablo durante todo el ministerio del Apóstol (ver, p. ej.p. ej. Por ejemplo 2 Cor. 10–13; Gál. 1–2; 6; Fil. 3), y un hombre de menor categoría simplemente se hubiera lavado las manos de todos ellos. Pero Pablo, no obstante, fue a Jerusalén como apóstol del evangelio a los gentiles y del evangelio de la reconciliación cósmica. El, un judío, había dedicado su vida a llevarles ese evangelio a los gentiles, y pensaba que valía la pena correr cualquier riesgo para promover la unidad con la iglesia judía. Por eso sus cadenas eran la gloria de los gentiles. Y si observamos cuál fue el resultado final para Pablo, entonces, realmente, †œno es exagerado decir que Pablo murió como mártir de la causa de la unión cristiana† (Findlay, The Acts of the Apostles, p. 32). Hay aquí un profundo desafío para nuestras iglesias protestantes hoy, que tan fácilmente se dividen y vuelven a dividirse, por temas relativos a †œla verdad†, muchas veces sin darse cuenta de que al hacerlo están comprometiendo la verdad central del evangelio de reconciliación y restauración de la unidad en Cristo.
3:14-21 Pablo finaliza el informe sobre su oración. Doxología
Pablo ahora retoma y completa la oración que dejara inconclusa en el v. 1, y nos lleva a la parte final del informe sobre su tarea intercesora, que comenzara en 1:17. El tema aquí complementa lo que se ha dicho hasta ahora. En 1:17–23 oraba básicamente para que sus lectores tuvieran un entendimiento espiritual más profundo del misterio central de la voluntad de Dios; específicamente, que pudieran captar con gozo la esperanza cristiana, y confiar en el poder salvador y reconciliador de Dios en ellos, que comenzaba ya a unir todas las cosas en Cristo. Aquí ora para que sus lectores lleguen a tener el poder para comprender (y conocer realmente) la plenitud del amor de Cristo. Cuanto más profundo sea ese conocimiento en la iglesia, más intensamente reflejará ésta la unidad, la armonía y la vibrante paz mesiánica que finalmente será restaurada por Dios en la nueva creación.
Esta parte final del informe de Pablo sobre su oración constituye el clímax del mismo. 14 Aquí vemos a Pablo postrándose ante Dios, de rodillas y con la cabeza inclinada hacia la tierra, como alguien que hace una reverencia y trae un asunto de suma urgencia a un rey poderoso (la posición más común para orar era de pie). Pablo ciertamente quería transmitir la impresión del poder de Dios. Si lo llamamos Padre (ver sobre Mar. 14:36; Luc. 11:2; Rom. 8:14–17), debemos recordar que esto no es solamente una expresión de intimidad. En el Oriente el padre es el que rige la familia, aquel a quien se participan todos los temas importantes, y a quien los hijos (no importa su edad) brindan, en obediencia, un trato deferente. Cuando los judíos hablaban de Dios como Padre, querían decir que gobernaba al mundo que le debía obediencia.
15 Este sentido del poder de Dios es reforzado por el agregado de de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra (correctamente traducido por la RVARVA Reina-Valera Actualizada y otras versiones en castellano). Por esto, el v. 15 es básicamente una afirmación de Dios como creador de todos los grupos de seres vivientes (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:9; 1 Cor. 8:6; Col. 1:15–18), y como aquel que soberanamente da a cada uno su †œforma† y papel individual. En la tradición hebrea el hecho de que Dios ponga nombres a sus criaturas no es solamente para darles una †œetiqueta† para reconocerlas, sino para determinar lo que son. El lector hispano puede preguntarse por qué Pablo usa aquí la palabra †œfamilia† (gr. patria), pero sería evidentemente apropiado para el lector gr. como un juego de palabras con pater, †œpadre†. La palabra significa todos aquellos que derivan de un mismo antepasado o, en el caso de los seres angélicos, todos los de una misma clase (véase la nota en BJBJ Biblia de Jerusalén).
16–19 La oración de Pablo está compuesta por dos (o quizá tres) peticiones. La primera, en los vv. 16, 17, es que Dios los fortalezca con el extraordinario poder del Espíritu en el hombre interior (los corazones del v. 17; ver 1:18). Esto se define, no en términos de carisma de una clase o de otra, sino como un habitar (más pleno) de Cristo en los lectores, de modo que estén arraigados y fundamentados en el amor. Al comenzar el v. 17 con las palabras para que, RVARVA Reina-Valera Actualizada y VHA dan la impresión de que Pablo dice que los lectores deben primero ser fortalecidos por el Espíritu para que luego (en consecuencia) Cristo pueda habitar en sus corazones; pero esta impresión es errónea. 17 Explica el pedido: †œEs decir, que Cristo habite en vuestros corazones.† Pablo no está orando para que tengan una experiencia mística; mucho menos, para que nuestras identidades humanas sean borradas y que nos convirtamos †œsólo en canales†. Pablo ora para que Cristo habite en nosotros por medio de la fe; es decir, que vivamos nuestras vidas con una confianza amorosa más plena en él, siendo cada vez más profundamente moldeados por †œel acontecimiento de Cristo† (como en Gál. 2:20; donde la primera parte del versículo se explica en la segunda). Es este habitar de Cristo el que fortalece la vida del creyente y lo mantiene sobre un fundamento firme, especialmente en tiempos de prueba (cf.cf. Confer (lat.), compare Col. 1:11; Fil. 4:12; y sobre todo en 2 Cor. 11:21b–12:10).
La segunda petición está en los vv. 18, 19a. Es una oración por comprensión espiritual profunda y un conocimiento real del amor de Cristo, que paradójicamente está más allá de lo que la experiencia humana permite conocer. Digno es de señalar que la frase junto con todos los santos es significativa. Pablo no busca un conocimiento †œsolista† del amor de Cristo, sino el amor que se conoce en forma corporativa y que une. Hablando estrictamente también, las palabras de Pablo en su oración del v. 18 no expresan en realidad el deseo de que captemos las cuatro dimensiones del amor de Cristo. Eso podrá ser en última instancia lo que quiere decir, pero también es una simplificación de lo que dice, de ser capaces de comprender †¦ cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y [o †œes decir†] de conocer el amor de Cristo. En el v. 18, Pablo en realidad no especifica a qué corresponden esas cuatro dimensiones que menciona. En el judaísmo, las dimensiones podían ser utilizadas al hablar de la insondable sabiduría de Dios (ver, p. ej.p. ej. Por ejemplo Job 11:5–9 para las cuatro, y cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 11:33, 34, donde lleva a una doxología como aquí; Col. 2:2, 3), y quizá esto sea lo que Pablo quiere decir (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:10). Pero aun siendo éste el caso, la sabiduría de Dios entra en la escena en relación con su amor que une en Cristo, por lo que la cercana conexión con el v. 19 es segura. Alternativamente (como lo presumen la RVARVA Reina-Valera Actualizada y otras), Pablo quizá no haya incluido las palabras †œdel amor de Cristo† en el v. 18 porque esta expresión se haría explícita por medio de la elaboración provista en el v. 19a.
El v. 19b, o bien presenta una tercera petición, o (más probablemente) el resultado de una comprensión plena del amor de Cristo. En cuanto al sentido de seáis llenos ver 1:23. Donde el amor de Cristo es conocido en profundidad, allí está él ejerciendo ya su gobierno, llevando a cabo en sí mismo la unión del cosmos, en una armonía con Dios que es el resultado de la nueva creación.
La doxología concluye formalmente y redondea la primera mitad de la carta con una invitación a la adoración agradecida, así como comenzó (1:13, 14). Ofrece una transición entre la oración de Pablo y la sección de enseñanzas y las consiguientes exhortaciones directas (caps. 4–6; cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 11:33–36 que tiene una función similar). Esta doxología sirve una vez más para recordar a los lectores de lo que es el poder de Dios, inmenso y lleno de gracia que actúa en ellos (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:19–2:6), que no es para satisfacer pedidos egoístas, sino para promover la esperanza plena de confianza en su nueva creación, y peticiones que se correspondan con la intención de Dios para la iglesia en esta era. La doxología es notablemente insólita al pedir que la gloria sea dada a Dios por medio de la iglesia (21); pero esto es lo apropiado, dada la visión de la iglesia en el plan cósmico de Dios que Pablo nos ha dado. Es también una invitación implícita a los lectores a que se aseguren (en cuanto de ellos dependa) de que la iglesia tenga un carácter tal que refleje la gloria de Dios.
4:1-6:20 PALABRAS DE ALIENTO PARA VIVIR EN LA PRACTICA EL EVANGELIO DE LA RECONCILIACION COSMICA Y UNIDAD EN CRISTO
La segunda parte de la carta explora la aplicación del evangelio de reconciliación y unidad en la vida de la iglesia. Gran parte de ella toma la forma de una apelación directa, pero está construida sobre la base de lo que se ha dicho en los capítulos anteriores , y el contenido se refiere constantemente a lo que Pablo dijera en las secciones iniciales de acción de gracias, oración y enseñanza. El tema recurrente de cómo †œvivir† (en realidad, Pablo usa la metáfora heb. de †œandar†) a la luz del evangelio es el hilo conductor de 4:1 en adelante (4:17; 5:2; 8, 15).
4:1-6 Apelación inicial a vivir una vida que evidencie la armonía de la nueva creación
Aquí Pablo habla de nuestro llamado como un llamado a vivir juntos en una forma que encarna la unidad cósmica que Dios ha introducido. De esta forma el pasaje dicta el tono del resto de la carta y sirve de vínculo con lo dicho anteriormente. Ese vínculo no sólo se materializa en el tema abarcador de la unidad en estos versículos, sino específicamente en el por eso del v. 1, el cual (como en Rom. 12:1) establece el fundamento para la apelación en las enseñanzas ya dadas. El pasaje consiste de dos partes: un llamado a la unidad (vv. 1–3, una ampliación parcial de Col. 3:12–15), y una confesión en siete partes que le agrega énfasis (4–6).
1–3 Presentándose aquí, una vez más, como prisionero en el Señor, Pablo apunta implícitamente al nivel de compromiso que espera de sí mismo y de otros. Sus lectores no habrán dejado de observar que él estaba en prisión precisamente por su celo en procurar esa clase de unidad que ahora pide de ellos (ver sobre 3:13). Pero primero su llamado es ese llamado más general a vivir en una forma que sea digna del llamado de Dios (ver 1 Tes. 2:12; Rom. 12:1; Col. 1:10). Es un llamado a participar del gobierno de Cristo sobre la nueva creación (1:20–22; 2:6), y a ser parte del templo celestial (2:19–22). Tal llamado conlleva sus propias responsabilidades. Barth lo resume así: †œLos príncipes de la realeza son tratados por sus educadores no con la vara, sino apelando a su rango y posición.† Quizá tenga razón, pero la apelación aquí no es a las cualidades aristocráticas de resolución imperiosa, tenacidad y autoridad. Es, más bien, un llamado a esa expresión corporativa de la humildad, la mansedumbre y el amor paciente y perdonador (VHA, †œlonganimidad†) que ejemplifica la reconciliación (2; cf.cf. Confer (lat.), compare Col. 3:12, 13). 3 (Cf. Col. 3:14, 15) clarifica luego que ésta es una apelación a vivir una vida que promueva la unidad.
La apelación está formulada en palabras que indican urgencia y que no son de fácil traducción al castellano: †œEl imperativo †¦ excluye la pasividad, el quietismo, la actitud de †™esperar a ver qué sucede†™ †¦ ¡La iniciativa es tuya! ¡Hazlo ahora! ¡Ponle tu convicción! †¦ ¡Eres tú quien debe hacerlo! Estos son los tonos sobresalientes en el v. 3† (Barth). No es un llamado a hombres y mujeres para que construyan el reino de Dios; es una advertencia para guardar, permanecer dentro de (¡mantener!) la unidad que Dios ya ha comenzado en Cristo (por los eventos de 2:11–22) y a la cual nos hace ingresar el Espíritu Santo que nos trae a Cristo y sus beneficios. El Espíritu nos da la paz mesiánica de la armonía dada por Dios como lazo de unión. Pero es un lazo que el autor sabe muy bien que puede ser cortado por la arrogancia, la falsedad, el orgullo y el dogmatismo egoísta de los que hablará en 4:17–5:14.
4–6 Nos recuerdan de la importancia central del llamado a la unidad con siete repeticiones de las palabras †œun, una†. El v. 4 tiene reminiscencias de Col. 3:15b, pero expresado de acuerdo con los temas más importantes de Ef. 2:14–17 (un cuerpo); 2:18–22 (un Espíritu) y 1:11–14; 18–23 (una esperanza). Esta tríada de unidades parece ir en progreso desde el †œcuerpo† visible (la iglesia única y universal que es la reconciliación de judíos y gentiles) al Espíritu invisible que le da armonía y paz en Cristo (3), y de allí a la futura esperanza de plena armonía cósmica, de la cual el Espíritu se recibe ahora apenas como †œla primera cuota† (1:13, 14). La segunda tríada (5) bien podría ser una declaración bautismal traída a colación por el pensamiento anterior. La fe en Jesús como el único Señor era, generalmente, el énfasis principal de la confesión bautismal (p. ej.p. ej. Por ejemplo Hech. 2:34–39; 19:5), aunque no hay razón para pensar que estuviera limitada a esa ocasión. Para un judío el confesar que Jesús era el único Señor era equivalente a confesar que era uno con el Padre, ya que los judíos oraban diariamente el Shema (Deut. 6:4; cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 10:9–12; 1 Cor. 8:4–6). El v. 6 llega naturalmente al clímax con la afirmación judeocristiana del Dios único totalmente soberano por sobre y en toda la creación. Sobre esta suposición se edifica toda esperanza de la unidad cósmica final (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 11:36; 1 Cor. 8:4b–6; Col. 1:15–20), y señala al Dios de 1:3–10.
Es importante destacar que todas estas palabras se refieren a la unidad tanto dentro de la congregación local como, más específicamente, de la iglesia universal. Muchos cristianos frecuentemente han estado más interesados en promover la armonía en amor de una sola congregación (¡y algunas veces, ay, de pequeñas camarillas dentro de ella!), que en enfrentar las divisiones entre iglesias.
4:7-16 Los dones de la victoria de Cristo y el crecimiento hacia Cristo
En esta bella sección la apelación es implícita más que explícita. Básicamente se presentan tres conceptos. Primero, la iglesia universal es llamada a crecer como cuerpo unificado (15, 16) a partir de la unión que ya ha sido dada en Cristo (2:11–22) hacia la unión total con Cristo, en armonía cósmica que caracterizará la finalización de esta era, y la aparición de la nueva creación (13, 15). Segundo, cada cristiano tiene una parte vital en esto (7, 16b), según la gracia que le ha sido otorgada por el Cristo ascendido y liberador (8–10). Tercero, Cristo ha dado ciertas clases de líderes (fundamentalmente aquellos que tienen diversos tipos de dones de enseñanza) para promover y dirigir tal crecimiento, y para asegurar que exista una unidad cohesiva (11–13; 16a). El flujo de pensamiento en los vv. 11–16 (en gr. forman una sola frase) es especialmente delicado.
7–10 El lenguaje y el concepto aquí son similares a los de 1 Cor. 12 y Rom. 12:1–8 (el v. 7 es especialmente cercano a 1 Cor. 12:4–7 y Rom. 12:6). Cuando Pablo habla de la gracia de Dios que ha sido conferida en diversas expresiones a cada uno de nosotros (†œtodos los creyentes†; de la misma forma que utiliza el †œnosotros† y †œnos† en otras partes de la carta), no está restringiendo el alcance de lo que dice a los ministros del v. 11. Esto lo lleva a dar una descripción de Cristo como el dador de todas esas gracias. El presenta la resurrección-exaltación de Cristo como un nuevo y mayor cumplimiento del Sal. 68:18. Jesús llevó cautivo precisamente al poder que nos ataba (cf.cf. Confer (lat.), compare Col. 2:15) y ahora derrama generosamente sobre nosotros los dones o regalos del vencedor (en vez de recibir dones, como dice el Salmo 68).
9, 10 Podrían interpretarse en una de tres maneras. Puede ser que el que ascendió a lo alto también descendiera al Hades; o que quien ascendió es aquel que anteriormente había descendido en la encarnación y la humillación de la cruz; o que quien ascendió volvió a descender luego (en el Espíritu) para traer sus dones a la humanidad. ¿Cómo saber cuál es la correcta?
La expresión las partes más bajas de la tierra probablemente esté bien interpretada por DHHDHH Dios Habla Hoy al traducir †œesta tierra† (como expresando el nivel más bajo del universo, visto desde el cielo; ver la segunda interpretación ofrecida por la BJBJ Biblia de Jerusalén en nota al pie de página), por lo que deberíamos descartar la primera alternativa. La tercera alternativa es posible, pero el v. 10 sugiere que Cristo asciende y llena el universo desde el cielo (ver sobre 1:23), en lugar de descender nuevamente desde allí para traer dones. La segunda opción es probablemente la que debamos elegir; el concepto sería que aquel que ascendió y ahora llena la tierra (y nos otorga las diferentes gracias), no es otro que aquel que primero descendió en humildad para encarnarse y morir por nosotros (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:14–17). Su venida (2:17) en la cruz y la resurrección nos trajo la paz, las bendiciones y las gracias mesiánicas que disfrutamos.
Nota. 8 En tanto que el Sal. 68:18 dice del que ascendió: †œTomaste tributos de los hombres†, Pablo cambia esta expresión por dio dones a los hombres y hay diferentes explicaciones para el porqué de este cambio. ¿Conocía Pablo una tradición textual que interpretaba chalaq (compartir, dividir) en lugar de laqach (recibir), una transposición de sólo una consonante en heb.? ¿Leyó laqach con el (plausible) significado de †œllevar, o recibir para una persona†, ya sea en términos generales o porque creía que el Sal. 68:18 era una referencia metafórica a los levitas, recibidos por Dios del pueblo (ver Núm. 18:6, 19)? ¿O refleja Pablo la interpretación rabínica y targúmica de Sal. 68:18, que dice que Moisés ascendió a lo alto (al cielo) para aprender las palabras de la ley que luego dio como dones a los hombres? No podemos estar seguros, pero es evidente que †œdio† era una interpretación tradicional, ya fuera del sentido del versículo en sí o al menos de las implicaciones de la acción de †œrecibir† por parte de quien ascendió, que el versículo describe; y esta última es lo único que se requiere, ya que debemos recordar que el énfasis de Pablo no está en la referencia histórica al Salmo, sino en su cumplimiento tipológico en Cristo y sus dones a la iglesia.
11–16 El v. 11 ejemplifica los dones de la victoria de Cristo, señalando ciertos tipos de líderes en la iglesia. Pablo no está restringiendo el cumplimiento del Sal. 68:18 a estos dones: el y con que se inicia la cita muestra que Pablo también considera a la totalidad de las diferentes gracias mencionadas en el v. 7 como dones de la victoria de Cristo. Pero el Apóstol los enfatiza deliberadamente por la forma en que éstos controlan y modelan el crecimiento unificado de la iglesia (12, 16).
Esta selección de líderes destaca particularmente a aquellos que revelan, declaran y enseñan el evangelio. La mención específica, primero, de que Cristo dio apóstoles y profetas se corresponde con la función reveladora fundacional de los †œapóstoles y profetas† en 2:20 y 3:5 (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 12:28, también con †œmaestros†, como aquí). Pablo desea que sus lectores comprendan que la revelación que han recibido del evangelio de la reconciliación cósmica es la que debe continuar unificando y modelando a la iglesia y a su enseñanza. Pero no estamos en libertad de deducir que Ef. enseñe que siempre se darán apóstoles y profetas a la iglesia (como sostienen las iglesias de la Restauración), ni que el escritor los considere meramente como figuras del pasado, a las que reemplazan los pastores y maestros (como dicen muchos comentaristas modernos). Estos últimos se mencionan, porque son la forma de obreros cristianos que conocen los lectores. Fue principalmente a través de los evangelistas colaboradores de Pablo, no del Apóstol mismo, que el evangelio les fue revelado a los lectores de fuera de Efeso. Y hacia el fin del ministerio de Pablo, la palabra †œpastor† se usaba, junto con †œsobreveedor/obispo/presbítero/supervisor† y †œanciano† como equivalentes aproximados de †œlíder de la iglesia† (cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 20:17, 28 donde los †œancianos† son llamados †œobispos† que †œpastorean† al rebaño; cf.cf. Confer (lat.), compare también diferentes traducciones). Los †œpastores† y †œmaestros† comparten aquí un mismo artículo definido en gr., y esto sugiere que son un mismo grupo (†œpastores que son también maestros†); pero en esta lista más extensa de diferentes ministerios, es más probable que Pablo tenga en vista dos grupos con funciones que se superponen (p. ej.p. ej. Por ejemplo la enseñanza; y los †œmaestros† eran un grupo distinto; 1 Cor. 12:28, 29; Gál. 6:6). Poco después de la época de Pablo el liderazgo de la iglesia se cristalizó en tres grupos: supervisor o sobreveedor/obispo, ancianos y diáconos. La ausencia de estos términos en Ef. 4:11 sigue siendo una clara evidencia de que la carta fue escrita en vida de Pablo, no más tarde.
12 Se dice que estos líderes han sido dados para cumplir tres propósitos coordinados. Cristo los dio para capacitar o completar a los santos, para servir a las necesidades de la iglesia y para edificar el cuerpo de Cristo. La interpretación protestante tradicional (ahora reflejada en todas las traducciones modernas) ha limitado la función de los líderes a la primera de estas tres, argumentando que los santos capacitados son quienes luego ministran a la iglesia y la edifican, no los líderes. Proponer que estos últimos son el sujeto de las tres frases, es visto como una interpretación †œcatólica† y †œclericalista†. Pero aunque cualquier interpretación †œclericalista† queda claramente excluida por los vv. 7 y 16 (donde los santos tienen, claramente, su parte en la edificación de la iglesia), es más probable que sean las funciones de los líderes aquellas de las que se habla en todo el v. 12.
Según el v. 13, los líderes son dados para lograr los objetivos detallados en el v. 12 †œhasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios†. Pablo no está describiendo algún período futuro en que la iglesia gradualmente alcan ce unidad de creencias y de organización, como parecerían sugerir casi todas las versiones españolas. En cambio, anticipa la venida de Cristo que consumará la unidad cósmica iniciada en la cruz (2:11–22). Por fe, y en nuestro conocimiento del Hijo, ya participamos en esta unidad (por cierto, se nos da para que la †œguardemos† [4:2]), pero aún seguimos esperando para ver su realización completa. A la venida de Cristo, y sólo entonces, nosotros, la iglesia total universal, llegaremos †œal estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo† (BJBJ Biblia de Jerusalén), o mejor aun, un hombre de plena madurez, hasta la medida de la plenitud de Cristo (RVARVA Reina-Valera Actualizada). El concepto aquí es esencialmente el mismo de Col. 3:4, pero con un mayor énfasis en la existencia corporativa de la iglesia universal como un cuerpo único. Los líderes son dados para cumplir las funciones del v. 12 †œhasta† que la venida de Cristo lleve a su iglesia a la madurez completa. Pero ese †œhasta† también tiene la implicación de †œhacia†. Lo que Cristo logrará plenamente al final es la meta hacia la cual, por la gracia de Dios, se ha dado a los líderes para que trabajen.
Algunos inician con el v. 14 un nuevo párrafo, y sugieren una era de oro futura para la iglesia histórica. Pero los vv. 14–16 son aún parte de la oración comenzada en el v. 11, y la línea del pensamiento es más sutil. Es que Cristo dio a los líderes durante este tiempo para brindar la dirección en que apuntan nuestra esperanza y el evangelio. Los dio para que ya no tengamos que estar atrapados por la inmadurez de la infancia (presa de toda presión), sino que comencemos a crecer hacia la madurez prevista, es decir, a la semejanza misma de Cristo. Mientras que los símbolos, hasta ahora, podrían casi sugerir que la iglesia crece hacia una adultez independiente como la de Cristo, el cambio de símbolos al final del v. 15 le recuerda al lector que Jesús es Señor (cabeza) de todo el proceso, y que el propósito para la iglesia es que crezca hacia una unión más íntima con él. Pablo cierra el párrafo con una forma revisada de Col. 2:19, que intenta resumir la totalidad de lo dicho hasta ahora. Todo el crecimiento del cuerpo proviene finalmente de Cristo, pero el cuerpo crece a medida que cada uno de los miembros cumple con la tarea de crecimiento que le corresponde en amor (reafirmando el v. 7, y aclarando que no son sólo los líderes quienes edifican la iglesia). Durante todo el proceso esa edificación y crecimiento se mantienen en unidad y cohesión por medio de todas las coyunturas (haciendo eco del papel de los líderes que enseñan). Todo esto presenta un desafío para el día de hoy: ¿Están nuestros líderes tratando de promover esta clase de crecimiento unido de la totalidad de la iglesia de Dios en conjunto? y, ¿queremos seguirlos?
4:17-6:9 Apelación a abandonar la vida de la vieja humanidad y vivir según la nueva creación
El material que sigue utiliza la apelación de Col. 3:5–4:2. En Col., Pablo redactó su descripción de la vida cristiana, principalmente en términos de un contraste entre buscar las cosas de arriba, y hacer morir la naturaleza terrenal (Col. 3:1–6: para corregir un interés diferente y enfermizo por las cosas celestiales). En Ef., el contraste dominante es el de 2:1–22, es decir, el †œentonces-ahora† de la separación anterior y la actual unidad y armonía de la nueva creación. Aunque el lenguaje utilizado aquí en el encabezamiento se encuentra únicamente en 2:15 y 4:22–24, nos brinda una metáfora principal muy apropiada para toda la sección. Pero las secciones subordinadas destacan diferentes énfasis dentro del tema de la vida en la nueva creación: 4:25–5:2 trata principalmente sobre pecados como el enojo y la mentira que podrían causar disensión y separación en la iglesia; 5:3–14 advierte a los creyentes sobre no dejarse atrapar por las tinieblas del mundo que los rodea (particularmente en el comportamiento sexual) que alguna vez los envolvieron; 5:15–20 hace un contraste entre la insensatez del mundo y la sabiduría de la nueva vida orientada hacia Dios; mientras que 5:21–6:9 examina la manera en que las relaciones esposo-esposa, padres-hijos y esclavo-amo, pueden reflejar la unidad cósmica que Dios ha iniciado en Cristo.
4:17–24 ¡Despojaos del viejo hombre y vestíos del nuevo! Luego de insistir en el comienzo en que los lectores dejen su anterior forma de vida como gentiles (17), ésta se describe en colores oscuros (18, 19; cf.cf. Confer (lat.), compare Col. 1:21; 3:7) a fin de ofrecer un agudo contraste con lo que han conocido de Cristo en el evangelio (20, 21). El es el modelo para la humanidad de la nueva creación, y Pablo recuerda a sus lectores que el evangelio, por esa razón, incluye la enseñanza sobre la necesidad de despojarse de la vieja humanidad pecaminosa, y vestirse de la nueva (22–24; cf.cf. Confer (lat.), compare Col. 3:8–10).
17–19 Comparemos estos versículos con aquellos muy similares en Rom. 1:18–32 (especialmente 1:21, 24). Podemos observar que aquí, como corresponde a una apelación o ruego, hay mayor énfasis en la responsabilidad humana de abandonar el pecado (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 1:24, 26, 28: †œDios los entregó †¦ † con el v. 19: se entregaron). Como en Rom., el problema se origina en el pensamiento idolátrico (la palabra vanidad en el v. 17 sugeriría inmediatamente esto a un lector judío), en la ignorancia consciente y culpable referente a Dios, y en la †œdureza de corazón†. En las Escrituras esta expresión significa franca rebeldía, no insensibilidad emocional (como sugiere DHHDHH Dios Habla Hoy; cf.cf. Confer (lat.), compare la promesa en Eze. 36:26, 27). Esto lleva a que el entendimiento se entenebrezca aun más, ya que Dios es desplazado de la posición central que debería ocupar. Esto, a su vez, lleva a que la conciencia humana falle, y hace caer a la persona en la espiral descendente del pecado (19). Todo se resume en una de las palabras clave de la carta: alejados (18; cf.cf. Confer (lat.), compare 2:12 y Col. 1:21).
20–24 Se presenta aquí un contraste entre la vida anterior de los lectores, como gentiles, con todo lo que se les ha enseñado acerca de Cristo, tanto en la proclamación inicial como en las enseñanzas posteriores. Nótese la manera en que los vv. 20 y 21 reflejan a Col. 2:6, 7, que aquí brinda el sentido básico. Lo que aprendieron sobre Cristo fue que él encarna la verdad (es decir, la realidad, la luz y la vida divinas) en contraste con el †œengaño† (ausencia de realidad divina, tinieblas y vanidad) que caracterizaba su existencia anterior (21, 22). El gr. que Pablo usa aquí no es fácil de seguir, y lit.lit. Literalmente dice: †œVosotros habéis sido enseñados en él, como [la] verdad está en Jesús, a despojaros del viejo hombre/la vieja humanidad correspondiente a vuestra anterior manera de vivir †¦ y a vestiros del nuevo hombre/la nueva humanidad.† En otras palabras, a los lectores se les había enseñado que Jesús encarna la verdad, y que si deseaban vivir en ella, debían despojarse de su vida anterior y adoptar una como la de él. Según Barth, este †œviejo hombre† del que deben despojarse es Adán, y el †œnuevo hombre† del que deben vestirse es Cristo (como en Rom. 6:6; 13:14; cf.cf. Confer (lat.), compare Gál. 3:27b). Hay un importante elemento de verdad aquí, pero tanto el pasaje paralelo en Col. (3:1–4 y 8–10) como 4:24b–32 sugieren algo diferente. Aquí, Pablo no está pensando tanto en las cabezas representativas de la vieja y la nueva creación, sino en la distinta clase de naturaleza humana que caracteriza a cada creación. El Apóstol alienta a sus lectores a renovarse en su mente (nótese el contraste con la mente vana y sus consecuencias en los vv. 17–19), y a vivir según la naturaleza de la nueva creación que Dios ya está haciendo en ellos. Según el v. 24, esa †œnueva naturaleza† (nuevo hombre) es †œcreada a semejanza de Dios†, ¡algo que Pablo seguramente no diría de Cristo! Se caracteriza por una santa justicia que surge de y refleja a la verdad.
La enseñanza original de Pablo probablemente estaba expresada en el modo indicativo: en unión con Cristo vuestra vieja naturaleza pecaminosa fue crucificada, y fuisteis levantados para la vida en la nueva creación (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 6; 2 Cor. 5:17; Col. 2:11, 12, y más obviamente aun, Col. 3:9, 10, el paralelo directo); pero tales indicativos implican correspondientes imperativos (como aquí; cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 6): somos responsables de vivir con toda seriedad y energía lo que Dios está haciendo en nosotros (cf.cf. Confer (lat.), compare Fil. 2:12, 13). El no hacerlo, sería precisamente vivir en el †œengaño† (22) de la vieja creación, en lugar de vivir en la †œverdad† de la nueva (24; cf.cf. Confer (lat.), compare 21).
4:25—5:2 ¡Vivid en la verdad cuyo modelo es Cristo Jesús! Si la humanidad de la nueva creación refleja †œla verdad† revelada en Jesús (21, 24), en lugar del †œengaño† de la antigua, inevitablemente requerirá que los cristianos hablen la verdad, y no engaño. Pero la verdad revelada se centra en la reconciliación y unidad cósmicas, y por ello Pablo agrega que debemos abstenernos de mentir, porque somos miembros los unos de los otros. Es decir, que ya no somos seres apartados e independientes, sino gente que ahora tiene un sentido de pertenencia, en unidad con otros a quienes no debemos robarles la verdad según la cual ellos habrán de decidir y actuar. La enseñanza que sigue en esta sección se concentra especialmente en el pecado del enojo y su efecto separador (26), y los pecados relacionados con él (29–31). En lugar de éstos, los creyentes son llamados a seguir el modelo de la verdad de Dios revelada en Jesús (4:32–5:2). Toda la sección es, en esencia, una reescritura de Col. 3:8–12.
26 Introduce el tema principal del pasaje: el enojo. La traducción que encontramos en la mayoría de las versiones castellanas, enojaos, pero no pequéis pierde por completo la fuerza del original. No es un estímulo para la ira justificada (por cierto, toda clase de ira es condenada en 4:31); es una advertencia: †œSi te enojas, ¡ten cuidado! ¡Estás a las puertas del pecado!† En Occidente el enojo es considerado señal de masculinidad, pero la tradición judía era más consciente de su poder divisivo, satánico y corruptor (ver la incisiva crítica sobre el enojo y sus peligros en el Testamento de Daniel 1:18–5:2). El enojo y los pecados relacionados con él, mencionados en los vv. 29 y 31, son el epítome de los pecados socialmente destructivos y alienantes, tan característicos de la antigua creación. El robo (28) es otro de ellos; ya que se lo experimenta no sólo como la privación de la propiedad (que es similar a la pérdida accidental), sino como un ataque que mancha la esfera privada personal, y como un destructor de la confianza en el seno de la comunidad. Estas cosas y otras similares †œentristecen† al Espíritu Santo (una reveladora alusión a Isa. 63:10) en el sentido de que se oponen a la dirección misma del Espíritu en su obra reconciliadora, unificadora y de llevar a cabo la nueva creación en el creyente. En lugar de estas actividades socialmente destructivas, Pablo aboga por otras correspondientes que son cohesivas, edificantes y marcan las características de la existencia de la nueva creación, resumida y hecha realidad en Cristo: el que antes robaba, debe volverse filántropo (28); la capacidad de hablar no debe usarse para destruir y maldecir, sino para el bien (29); en lugar de ira, el creyente debe mostrar el carácter perdonador de Dios (32; 5:1) y el amor sacrificado de Cristo que murió para expiar nuestros pecados (5:2).
5:3–14 ¡Vivid en la luz que brota de Cristo! Esta sección se divide en dos partes: los vv. 3–7, advirtiendo a los creyentes que se aparten de la liviandad sexual, la promiscuidad y la avaricia propias del mundo gentil; y los vv. 8–14, caracterizando a estos pecados como pertenecientes a las tinieblas en que antes vivían los lectores, de las que han sido convertidos, y que ahora, como luz, ellos dejan al descubierto. La realidad divina a la que se refiriera anteriormente como †œla verdad† en contraste con †œel engaño† es ahora llamada †œluz† en contraste con las †œtinieblas† (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 27:1; Isa. 9:2; 42:6; 60:1–3; 2 Cor. 6:14). Un dualismo ético-religioso similar se desarrolló firmemente en Qumrán (y en los Testamentos de los Doce Patriarcas). En Pablo, la †œluz† generalmente representa en forma específica las realidades de la salvación y la nueva creación ya iniciadas pero que aún no se han revelado totalmente (ver especialmente Rom. 13:11–14 y 1 Tes. 5:4–8 que son pasajes cercanamente paralelos a éste; también 2 Cor. 4:6; Col. 1:12).
3–7 La sección anterior advierte principalmente sobre pecados que se expresan en el habla, y lo mismo se aplica aquí; no se debe permitir el hablar sobre los pecados sexuales, no se nombren más entre vosotros, mucho menos bromear en cuanto a ellos (4). Esto no es una invitación a ser mojigatos, o a evitar la genuina honestidad pastoral, sino una advertencia contra el caer en una fascinación de palabras que casi inevitablemente lleva a las obras. Quizá ninguna generación ha sufrido sus efectos destructivos con tanta fuerza como la cultura occidental actual. Y Pablo advierte que estas cosas pertenecen a la vieja humanidad que está sujeta a la ira de Dios (6; cf.cf. Confer (lat.), compare Col. 3:6) y están excluidas de la nueva creación (5; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 6:9).
8–14 Nótese la fluidez con que se presenta aquí el lenguaje simbólico de †œluz† y †œtinieblas†: esencialmente, brota de Cristo (14b) como vida divina transformadora, vida de la que puede decirse que produce el fruto de verdad y santidad (9; cf.cf. Confer (lat.), compare Gál. 5:22, 23). Pero las personas transformadas por ella también pueden ser llamadas luz (8), y sus acciones (cuando verdaderamente corresponden a la humanidad de la nueva creación) también son luz, ya que denuncian las pautas por las que vivían los gentiles como pertenecientes a las tinieblas (11, 13). El v. 14b parece ser un himno cristiano bautismal, basado en Isa. 26:19 y 60:1, 2. Se agrega, no para justificar el v. 14a, sino para resumir todo el llamado (2–14) a dejar atrás el reino de las tinieblas y de la muerte.
5:15—6:9 ¡Vivid en la sabiduría que da el Espíritu! Al llamado a dejar el engaño por la verdad en Jesús (4:17–5:2), y a dejar las tinieblas por la luz que brota de él (5:3–14), Pablo agrega ahora el llamado a dejar la insensatez para abrazar la sabiduría que da el Espíritu. Esa sabiduría se expresa especialmente en el sabio uso del tiempo, en una adoración y gratitud sinceras y en el respeto y la sumisión mutuos (15–21).
18–24 Gramaticalmente, estos versículos conforman una sola frase (algo que ninguna traducción refleja). Esto significa que la exhortación a las esposas y los esposos en los vv. 22–33 (junto con las palabras semejantes que encontramos en 6:1–9) son presentadas como un ejemplo típico de la sabiduría respetuosa y sumisa que debería caracterizar a los creyentes. Por cierto, el verbo †œestén sujetas†, que la mayoría de las traducciones introducen en el v. 22, no tiene equivalente (no existe) en el gr. de la oración original de Pablo, sino que se lo da por entendido por aparecer en la proposición subordinada con gerundio †œsometiéndoos unos a otros† del v. 21 (en consecuencia, la BJBJ Biblia de Jerusalén traduce, iniciando el párrafo con el v. 21: †œSed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor.†).
Aunque 5:22–6:9 está en estrecha unidad con 5:15–21, tiene independencia de forma y origen. Lutero se refirió a este material como las †œnormas para el hogar†, y es obvio que tenían amplia circulación en la iglesia (ver Col. 3:18–4:1; 1 Ped. 2:18–3:7). Normas similares se encuentran en el judaísmo y las discusiones éticas de los filósofos griegos. Las palabras y el contenido de la presentación más simple (que se preserva en Col.) sugieren que tuvo su origen en el cristianismo judío de habla gr. Mientras las normas griegas hablaban sólo a los hombres libres respecto de la manera en que debían tratar a esposa, hijos y esclavos; estas normas hablan y protegen, al estilo judío, a las partes más débiles también. El contenido específicamente cristiano de las normas escritas en Col., emerge principalmente en la repetición de †œen el Señor† (Col. 3:18), †œagradable en el Señor† (Col. 3:20), †œtemiendo a Dios† (Col. 3:22) (ver también Col. 3:23, 24). Están más elaboradas en el texto de Ef., que es una reedición y ampliación de la enseñanza de Col. 3:15–4:1. La reelaboración más dramática es la del consejo a los esposos y esposas, a quienes Pablo utiliza para ejemplificar la unión de Cristo y la iglesia. ¡Aquí, las 22 palabras de Col. 3:18, 19 se han convertido en 200!
Muchos comentaristas sostienen que la ética de estas normas era socialmente revolucionaria, y encuentran evidencias de esto en el pedido de sumisión mutua (21), que interpretan como significando que los esposos deben someterse a las esposas, los padres a los hijos, y los amos a los esclavos, y viceversa. Pero las normas son, cuando más, socialmente conservadoras, patriarcales, y dadas para confirmar que los cristianos no debían socavar la comprensión generalizada del orden social (ver Lincoln). La norma de Col. (escrita quizá sólo pocos días antes que la de Ef.) demanda exactamente las mismas clases de sumisión y obediencia externa que podrían encontrarse casi en cualquier otro escrito del mundo antiguo. No debe considerarse que el v. 21 anule a aquélla, sino que es un llamado a la sumisión mutua dentro de cada nivel jerárquico, y de los hijos a los padres y esclavos; los esclavos a los amos (¿y sus esposas?); y las esposas a los esposos. Si Pablo realmente hubiera querido hablar de una sumisión totalmente recíproca (que hubiera sido completamente inesperada en el mundo antiguo), debería haber aclarado al menos una vez, y en forma explícita, p. ej.p. ej. Por ejemplo que los padres deben someterse a los hijos.
Afirmar que estas normas eran socialmente más conformistas, en el aspecto social, que revolucionarias sería, no obstante, erróneo; dentro del orden jerárquico social que respetan eran radicales y profundamente liberadoras. Hablan específicamente a los esclavos, las esposas y los hijos (algo inusual en el mundo antiguo); a ellos se les declara su propio llamado a vivir delante del Señor, lo cual es tan responsable, honorable e importante como el llamado a vivir como amo, padre y esposo. Estos últimos pueden ser papeles diferentes, que conllevan mayor autoridad social y mayor responsabilidad, pero no son papeles mejores. Esto lo afirma la venida del Hijo en total sumisión al Padre y para servir a la iglesia dándose a sí mismo por ella. Por cierto, las mismas jerarquías sociales que la norma reconoce se consideran efímeras y de importancia secundaria ante Dios que es imparcial (9), y bajo el Señor para quien deben hacerse todas las cosas, y ante quien tanto el amo como el esclavo son igualmente responsables. Estas normas por tanto confirman también Gál. 3:28 y Col. 3:11; y Ef. brinda una nueva visión cristiana particularmente radical sobre el matrimonio (ver sobre 5:22, 23).
15–21 El llamado a una vida que refleje sabiduría, no imprudencia, se especifica de tres maneras relacionadas entre sí. La primera, se expresa bien en la traducción de la DHHDHH Dios Habla Hoy y otras versiones: †œAprovechando bien el tiempo (presente), porque los días son malos† (16); y esto probablemente debe ser interpretado como que los poderes del mal tienen fuertemente atrapada a la humanidad en esta era, llevándola a una desobediencia autoindulgente (ver 2:1–3), pero los cristianos deben ordenar sus vidas y prioridades para la gloria de Dios. 17 Ofrece entonces una segunda especificación relacionada con la primera: la vida de insensatez debe ser abandonada en favor de una que desee descubrir y vivir la voluntad de Dios.
18 Presenta la tercera especificación, estableciendo el contraste entre una vida de embriaguez y una vida llena del Espíritu. No se presenta aquí un contraste entre dos formas de embriaguez: ésta era simplemente una expresión normal, verdaderamente proverbial de la insensatez en la literatura sapiencial judía, y se la contrasta con el Espíritu que (en forma igualmente proverbial) era considerado fuente de sabiduría y entendimiento (como en 1:17; 3:16–18). Ser llenos del Espíritu no debe entenderse aquí en un sentido distintivamente carismático (aunque puede incluirlo), sino a la luz del sentido dado a †œllenar† y †œplenitud† en otras partes de la carta (1:23; 3:19b; 4:10) como una presencia continua y activa del Espíritu que comunica a Cristo y la vida de la nueva creación. 19 Continúa la frase iniciada en el v. 18 y se detalla lo que significa ser llenos del Espíritu: se expresa en la adoración corporativa (19a), la canción de adoración (19b), el agradecimiento a Dios (20; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:3–14; 15, 16; 3:20, 21) y la sumisión mutua (21). Eclesiástico (un ejemplo de la literatura sapiencial del siglo II a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) ofrece un buen paralelo con el pensamiento de Pablo aquí: †œSi el gran Señor lo quiere, del espíritu de inteligencia será lleno: El mismo derramará como lluvia las palabras de su sabiduría, y en la oración dará gracias al Señor† (Eclesiástico 39:6, BJBJ Biblia de Jerusalén).
22–24 El llamado a que las esposas obedezcan a sus esposos (y esto es aprox. lo que el verbo †œestar sujetas† significa en este contexto; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Ped. 3:5, 6) era virtualmente una convención universal en todo el mundo paulino. Pero el Apóstol refuerza esta convención con la afirmación de que el esposo es cabeza de la esposa, lo cual en 1 Cor. 11 está basado en el relato de Adán y Eva en Gén. †œCabeza† significa amo (ver sobre 1:22); contrariamente a lo que muchos afirman, la palabra nunca significó †œorigen† en el gr. bíblico. Entonces, el llamado es reforzado (trascendiendo a la convención) por la analogía que Pablo hace entre el matrimonio y la relación de Cristo con la iglesia, en la que se pide a la esposa que se sujete a Cristo en la misma forma que la iglesia se somete a su cabeza, Cristo (es decir, respondiendo a su amor, con gozo, y por un deseo de su corazón, no a regañadientes o bajo compulsión).
25–29 El encargo a los esposos de amar a sus esposas también está bien reflejado en las mejores convenciones de su época, pero Pablo le da aquí un contenido radicalmente nuevo por medio de la analogía Cristo-iglesia. Cristo se dio a sí mismo por la iglesia en amor, y en amor la perfecciona (habiéndola purificado †¦ con la palabra) para el día en que se unirá más plenamente con ella. (La referencia del v. 26 no es al bautismo.) Pablo no cree que la analogía sea aplicable en todos sus detalles, sino que así como Cristo considera que la iglesia se ha convertido en su propio cuerpo, por medio del compromiso a unirse en matrimonio, y hace todo con amor y por su bien, así debería hacerlo el es- poso por su esposa (28). Debería reconocer que al amarla se ama a sí mismo; porque ella está unida a él en una sola carne (28, 29; cf.cf. Confer (lat.), compare 31).
30–33 Pablo conocía perfectamente el significado lit.lit. Literalmente de Gén. 2:24, pero consideraba al misterio de la unidad cósmica en Cristo, y especialmente la unión entre Cristo y su cuerpo, prefigurados en cierto sentido en el lazo matrimonial. Para él hay una relación tipológica entre la creación en unidad con Dios y la redención que nos lleva a la unidad con Dios. Esa unidad original nunca estuvo mejor representada que en la unión de Adán con Eva anterior a la caída, y Pablo sostiene que la unión de Cristo con su iglesia es su contraparte redentora. El paralelo no era accidental: como observa Lincoln: †œCristo ya había sido considerado en términos adámicos en Ef. 1:2 †¦ y por lo tanto un texto que se refiera a la unión física de Adán puede ahora ser utilizado para referirse a la unión de Cristo con la iglesia† (Lincoln, p. 382). Pero si Pablo ve al matrimonio como una ilustración de la unión de la nueva creación, debe tenerse en cuenta que también interpreta al matrimonio a la luz de esa unión Cristo-iglesia; y, por lo tanto, transforma el concepto de la relación del matrimonio, y le da al mundo el más alto ideal de matrimonio que éste haya conocido.
6:1–4 Las normas que siguen, relativas a la relación entre padres e hijos, repiten en forma bastante clara las expresiones de Col. 3:20, 21. Pablo sólo agrega el mandamiento con una forma modificada de su promesa correspondiente (2; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 20:12) y la orden positiva de que los padres (en el original se refiere al varón) instruyan y disciplinen a sus hijos en el Señor.
5–9 Aquí Pablo sigue de cerca a Col. 3:22–4:1 (ver comentario de ese pasaje).
6:10-20 Apelación final: ¡Luchemos juntos la batalla espiritual!
Era común que el autor terminara su carta con una apelación que rescatara su mensaje central e hiciera hincapié en él para impresionar los corazones de los lectores y su voluntad de apoyarlo. Esto es lo que Pablo hace aquí. Esta sección debe leerse a la luz de toda la epístola de Ef., como un llamado a vivir en la práctica el evangelio de la reconciliación cósmica, no como un apéndice para aquellos que tienen un interés especial en demonología y guerra espiritual. Obsérvese que Pablo ha elegido reformular su mensaje como un llamado a la batalla: eso es, se dirige a toda la iglesia en forma corporativa como a un ejército, no a cada santo en particular. ¡Los soldados que andan solos son fáciles de eliminar! Obsérvese también que Pablo tiene en mente una clase de batalla en particular: la batalla por defender una plaza fuerte. Su exhortación no prepara a los soldados para efectuar un ataque de movilización rápida (faltan las dos armas clave de ataque de los soldados romanos, las jabalinas gemelas), sino para hacer frente (11), resistir (13), y permanecer firmes (14). Es como si ellos controlaran la parte alta de la colina, y el enemigo debe cansarse atacando constantemente colina arriba. La fortaleza que Pablo tiene en mente será clara para el lector: es nuestra unión con Cristo (2:5, 6), la cabeza de todas las cosas (1:22, 23), por encima de todos los principados y poderes (1:21), y el poder de Dios que operó en la resurrección que actúa en nosotros (1:19–2:7). Aun la armadura y las armas son una mezcla de las de Dios mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 59:17) con las de su Mesías (Isa. 11:4, 5). Y, sin embargo, Pablo no muestra triunfalismo aquí. La victoria decisiva ganada por Cristo ya es historia y el mismo hecho de que los creyentes ahora luchan del lado de Cristo es claro testimonio de esto (ver 2:1–6); pero la victoria total es todavía un acontecimiento futuro. Mientras tanto, es el día malo (13) el que parece dominar la escena.
El pasaje se divide en tres partes: el llamado a colocarse la armadura de Dios para la batalla (10–13); los detalles de la armadura (14–17) y la necesidad de vigilar, orar e interceder (18–20).
10–13 Fortaleceos quizá no exprese plenamente la fuerza del verbo en tiempo pasivo (†œsed fortalecidos†). La DHHDHH Dios Habla Hoy se acerca más al sentido al traducir †œháganse fuertes en unión con el Señor†; y la VHA, †œllenaos de poder en el Señor†. El énfasis, por cierto, está puesto en el gran poder de Dios para esta lucha y, por lo tanto, Pablo ya había hecho comprender esta verdad central a sus lectores anteriormente en su oración por ellos (1:19–2:10). Además de la fuerza divina de Dios, necesitarán la armadura completa (defensiva y ofensiva) que Dios provee, pero esta armadura resultará ser de Dios en el sentido adicional de que es la armadura que él viste al salir en juicio y salvación (Isa. 59:17). Sólo esta clase de armadura podrá ser útil, dada la naturaleza de la oposición: el diablo y sus poderes (11).
Al escribir a una región en que la magia tenía una gran influencia (ver la Introducción y el comentario sobre 1:19a), y donde se conocían centenares de nombres de los poderes malignos, es notable que Pablo no se embarque en una demonología detallada y especulativa. En cambio, utiliza tres términos generales, y uno de ellos (gobernantes de estas tinieblas) posiblemente tuviera, en su forma original, un significado astrológico más específico. Los dos primeros términos son tomados deliberadamente de 1:21, 22, y por lo tanto el lector es reanimado ante la seguridad de que Cristo tiene mucho más poder y autoridad que ellos.
Quien lea cuidadosamente esta carta no tendrá problemas en identificar la naturaleza de la lucha contra estos poderes, ni el contenido de las intrigas del diablo (11). Este quiere separar de Dios a la humanidad por medio de la desobediencia (2:1–3; 4:18b, 19) y por medio de la ignorancia y el pensamiento corrompido (4:17b, 18). Trata de separar a las personas entre sí utilizando aquellos pecados que las apartan como la codicia (4:22, 23), la mentira (4:25), el enojo (que es especialmente relacionado con el diablo en 4:27) y los pecados vinculados con él (4:25–31). Al referirse a los gobernantes como siendo †œde estas tinieblas [presentes]†, Pablo hace referencia nuevamente a 5:7–14; y muestra a los poderes como la influencia que lleva al pecado, que es característica de esta era y esta creación, en contraste con la †œluz† de la nueva creación venidera. Puede parecernos extraño que estos poderes estén ubicados en los lugares celestiales, pero la expresión se refiere a toda la dimensión espiritual, desde lo que 2:2 llama †œel aire† hasta el trono de Dios (y de Cristo) en el †œmás alto† cielo.
13 Reitera la necesidad de la armadura divina, si es que el creyente en Cristo ha de permanecer firme ante estos poderes en el día malo. Traducir la expresión como †œcuando llegue el día malo† sugeriría el levantamiento final del mal y la tribulación que los escritos apocalípticos judíos esperaban que se produjera inmediatamente antes del día del Señor. Ese concepto, sin duda, colorea la expresión, aunque para Pablo el día ya es malo (5:16); la lucha ya ha comenzado; para permanecer firme, el creyente necesita la armadura ahora. Por eso, en el día malo probablemente incluye el presente, pero particularmente, esos períodos que para nosotros más parecieran compartir la terrible cualidad de ser †œel día malo [final]†.
14–17 Con una repetición de †œPermaneced †¦ firmes [juntos]†, Pablo inicia la descripción de la armadura en sí. Los lectores gentiles sin duda habrían pensado en el soldado romano, pero Pablo (como en 1 Tes. 5:8) ha formado su descripción principalmente en términos de la armadura de Dios en Isa. 59:17 (y la descripción de Dios en Sabiduría de Salomón 5:17–20 es aun más cercana). No obstante, aquí se agregan el cinturón de la verdad y la coraza de justicia del Mesías, junto con su poderosa palabra que trae juicio (Isa. 11:4, 5). Todo esto fortalece la afirmación de Pablo en el sentido de que es el Señor el que provee de esta necesaria armadura, a la que da forma su gracia en nosotros. Obsérvese que las metáforas no son rígidas: en 1 Tes. 5:8 la †œcoraza† es la fe y el amor, mientras que aquí es la justicia.
14 Comienza con dos términos éticos: ceñidos con el cinturón de la verdad, vestidos con la coraza de la justicia. A juzgar por el orden en que se coloca la armadura, la primera parte del equipo es probablemente una referencia a un delantal de cuero, que se ataba primero bajo la armadura (para asegurar las ropas) en lugar del cinto que cerraba la armadura o el cinto de la espada. La verdad y la justicia frecuentemente se toman como referencia al evangelio y a su ofrecimiento de justicia por fe. Pero las palabras utilizadas aquí (como en Isa. 11:5; 59:17) denotan cualidades de carácter y, por lo tanto, van juntas con la †œsantidad† en 4:24, 25 y †œbondad† en 5:8, 9. Pablo dice que el equipo básico de la iglesia para la batalla espiritual es una vida justa e íntegra, y que estas cualidades son efectivas porque llevan la marca de Jesús y de la nueva creación que él trae (ver sobre 4:17–24).
15 Lit., calzados vuestros pies con la preparación del evangelio de la paz (obsérvese la alusión a Isa. 52:7). Lo que Pablo quiere destacar, aparentemente, es que el calzado prepara o deja listo al soldado para la batalla. Lo que los soldados necesitan en una batalla cuerpo a cuerpo es aferrarse bien, cosa que logran con los clavos que atraviesan la suela, para que las líneas de la vanguardia no sean rechazadas resbalando y tambaleándose, ante el ataque del enemigo. Paradójicamente, es una comprensión profunda y espiritual del evangelio de paz (ver sobre 2:14, 17) la que provee a la iglesia este pie firme que es la †œpreparación† o la †œdisposición† para la batalla que Pablo tiene en mente.
16 Presenta el gran escudo de madera y cuero con forma de puerta. En la batalla este escudo podía trabarse con otros para formar una pared en el frente y un techo sobre las cabezas. El cuero se empapaba en agua antes de la batalla, y eso tendía a apagar las flechas encendidas. Los escudos hechos puramente de madera se incendiaban y ardían, hasta que quienes los portaban los dejaban caer, presas del pánico. Los dardos de fuego del maligno que Pablo tiene en mente incluirían cualquier tipo de ataque, desde el ataque directo de lo oculto hasta la persecución demoníaca, pero por sobre todo la constante lluvia de tentaciones al miedo, la amargura, el enojo y la división que podían quebrar la unidad de la iglesia. Estos dardos deben ser contrarrestados con fe. La fe en esta carta es esa total apertura a Dios que permite a Cristo habitar plenamente en nosotros, y que produce una más profunda comprensión de su insondable amor (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:17). Armarse con el escudo de la fe sugiere un aferrarse deliberada y firmemente al Dios revelado en el evangelio; una dependencia firme y resuelta en el Señor que apaga los terribles intentos del enemigo que desea dañarnos y provocar el pánico.
17 Tomar el casco de la salvación (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 59:17), en el contexto de esta carta, es asegurar a nuestros corazones que estamos unidos a Cristo: que ya estamos sentados con él y absolutamente seguros en él (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:5–8). Nosotros dominamos la plaza fuerte; sólo se nos pide que estemos †œfirmes†. La última pieza de la armadura que se menciona es la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Esta también parece ser una alusión a Isa. 11:4, donde la poderosa palabra del Mesías lleva a cabo el juicio (y la Sabiduría de Salomón 5:20 [haciéndose eco de Isa. 16:4, 5 y 59:17] habla de la †œcólera inexorable† de la †œespada† del Señor). Aquí, entonces, se le da a la iglesia un arma que no es meramente para su defensa, sino para contraatacar a los poderes que atacan. Para contraatacar con la verdad cuando somos tentados personalmente al mal; para contraatacar con la verdad cuando la iglesia es atacada por falsas enseñanzas; para contraatacar con la verdad cuando los poderes tratan de penetrar en el mundo que nos rodea con filosofías y enseñanzas éticas extrañas; y, finalmente, para atacar vigorosamente en pro de la libertad con la valerosa proclamación de la verdad cristiana que Pablo alienta en los vv. 19 y 20. Pero por sobre todo, hay algo que debemos recordar respecto de esta †œarma de ataque†: la palabra de ira de Isa. 11:4 se ha convertido en el evangelio de paz y amor unificador en Cristo. Y estamos luchando con los poderes espirituales, no con enemigos humanos (12). Nuestro uso de la espada del Espíritu debe reflejar esto, o se convertirá en un arma de las tinieblas, causando en su lugar enemistad y división.
18–20 Técnicamente esta no es una oración gramatical separada, sino una serie de proposiciones construidas alrededor de los dos gerundios, †œorando† y †œvigilando†, junto con sus proposiciones subordinadas. Toda la construcción califica al permaneced, pues, firmes del v. 14. No debería interpretarse que la oración sea la séptima pieza de la armadura, ni que es la manera en que nos vestimos de las seis piezas, sino que está estrechamente ligada a ellas. La comprensión teológica del evangelio (14–17) que no produce oración, como la de Pablo por los lectores en 1:15–23 y 3:14–21, es un cadáver. Los guerreros de oración que no tienen una verdadera comprensión respecto de lo que se trata en realidad el evangelio (el evangelio de paz y restauración cósmica en Cristo), pueden tener mucho ímpetu, pero en el campo de batalla son tan útiles como un soldado sin armas. La comprensión espiritual del evangelio, combinada con una actitud de oración alerta, es la combinación que Pablo está buscando. Tal oración será guiada por el Espíritu que da acceso a Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare el v. 18 recuerda a 2:18), y quien así ora no orará solamente por sí mismo, sino por los santos y por el valiente progreso del evangelio (19).
6:21-24 POSDATA
21, 22 Son virtualmente, palabra por palabra, iguales a Col. 4:7, 8 (ver sobre aquéllos). Las palabras finales son un deseo expresado en oración que vuelve a centrar la atención en el tema principal de toda la carta: que la †œpaz† mesiánica, expresada en amor y fe, alcance a toda la comunidad, y que se profundice en la gracia.
Max Turner
Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia