ECCEMA

Eccema (heb. b^haq, «erupción benigna de la piel»). Palabra que aparece una sola vez (Lev 13:39, BJ). La RVR dice «empeine»; la DHH, «simple erupción de la piel»; la NBE, «leucodermia». Aparentemente, b^haq era una afección algo parecida a la lepra, pero se la podí­a distinguir de ésta. Eclesiastés, Libro de. Tratado de filosofí­a moral. El tí­tulo «Eclesiastés» se originó en la LXX, que llama al autor un ekkl’siast’s, «oficial que preside» u «orador» en una asamblea pública. En hebreo se lo llama Q^heleth, «Orador [predicador]». En la Biblia hebrea es tanto el nombre del libro como el tí­tulo con que el autor se identifica en los vs 1 y 12. I. Autor. Tradicionalmente atribuido a Salomón, Q^heleth es forma femenina, lo que implica que por medio del «predicador» habla la Sabidurí­a personificada. Como hombre de una experiencia desusadamente amplia (1:1, 16; 2:7, 9), Q^heleth se dirige al pueblo de Dios, en especial a los jóvenes (12:1). El ha explorado todas las áreas de la actividad humana, tanto intelectuales como materiales, lo que implica una ancianidad con mente y cuerpo debilitados (12:1-7). En forma figurada, los jóvenes (o el joven) están reunidos alrededor de él mientras plantea ante ellos el contraste entre la falsa y la verdadera filosofí­a de la vida. Q^heleth se presenta como «hijo de David, rey de Jerusalén» (1:1). Se «habí­a engrandecido», «crecido en sabidurí­a» y habí­a «percibido mucha sabidurí­a y ciencia» (1:16), como también mucha riqueza (2:7, 9). Ningún «hijo de David, rey de Jerusalén» fuera de Salomón podrí­a honestamente presentar estas experiencias, aun cuando una antigua tradición judí­a atribuye el libro a Ezequí­as. II. Ambientación y Canonicidad. En la Biblia hebrea, el Eclesiastés aparece como el 60 libro a partir del último; los 5 libros finales son, en este orden: Crónicas, Esdras-Nehemí­as, Daniel, Ester y Lamentaciones. Desde el punto de vista literario, se lo clasifica con Cantares, Rut, Ester y Lamentaciones, los 5 «rollos» misceláneas conocidos como los Megill^th. Estas 2 consideraciones parecen indicar que el Eclesiastés fue aceptado en el canon hacia el fin de los tiempos del AT. Su derecho a un lugar en el canon ha sido desafiado repetidamente desde los tiempos antiguos, sobre la base de la cualidad evidentemente 342 agnóstica de ciertos sentimientos expresados en él. Sin embargo, un examen cada vez más, detenido vindicó su derecho a estar allí­. III. Tema. En el Eclesiastés, Salomón presenta su filosofí­a de la vida sobre la base de su propia experiencia. Sucesivamente habí­a buscado la felicidad total mediante el conocimiento, los placeres sensoriales, el lujo, y la realización de proyectos de construcción magní­ficos y de empresas importantes (cps 1 y 2). Como un poderoso monarca joven bendecido con singular riqueza y sabidurí­a, no le faltaba nada en su búsqueda de la felicidad. Pero al final, cuando tení­a todo lo que el ingenio humano podí­a proporcionarle en cada uno de los caminos que se habí­a propuesto, descubrió que sólo eran «vanidad y aflicción de espí­ritu» y llegó a la conclusión de que en ninguno de ellos habí­a «provecho debajo del sol» (2:11). Sin embargo, lo que más lo angustiaba era que al fin de una vida de trabajo el hombre sabio y diligente no estaba en mejores condiciones que un necio, ya que ambos eran iguales en la muerte, y lo que habí­a aprendido y reunido y producido debí­a ser dejado a hombres que podí­an ser mentecatos e ignorantes (vs.14-23). Por tanto, perdió las esperanzas acerca de sus trabajos y llegó a odiarse a sí­ mismo (vs 20, 17). En vez de felicidad sólo habí­a encontrado fatiga de corazón (v 22). Una actitud cí­nica oscureció su perspectiva de la vida y, a los propósitos prácticos, se convirtió en agnóstico. Al perder de vista a Dios, sus tendencias naturales dominaron la razón, y con la razón cada vez más debilitada su sensibilidad moral decreció, su conciencia se insensibilizó y su juicio se pervirtió. Al fin de su dí­as se dio cuenta de que una vida entera dedicada a la vacuidad lo habí­a convertido en un «rey viejo y necio» (4:13). La conciencia se despertó y vio la insensatez en su verdadera dimensión. Estimulado por un sincero arrepentimiento, procuró volver sobre sus descarriados pasos, de la mejor manera posible, y con su espí­ritu depurado se volvió finalmente, cansado y sediento, de las cisternas rotas del mundo a la fuente de la vida para beber otra vez allí­. Al aprender la gran lección de la existencia de la manera más difí­cil, Salomón quiso contrarrestar los años en que ejerció una mala influencia, y conducir a otros a lo largo del sendero de la fe en Dios. Guiado por la inspiración, registró la historia de sus años dilapidados para dar lecciones de advertencia, presentar una sólida filosofí­a de la vida y clarificar el propósito de la existencia del hombre. En esta vida los hombres deben contentarse con las oportunidades y los privilegios que Dios les ha concedido (Ecc 2:24; 3:12, 22; 5:18), aprovechándolos al máximo, cooperando con el Creador. En realidad, «el fin de todo el discurso oí­do» es que «el todo del hombre» se puede resumir en la advertencia: «Teme a Dios y guarda sus mandamientos» (12:13), en vista de que cuando acabe la vida el hombre debe estar listo para afrontar el juicio delante de Dios (11:9). IV. Contenido. En el prólogo, Salomón habla de la inutilidad de la vida (Ecc 1:1-11). Luego relata su propia experiencia en la inútil búsqueda de felicidad (1:12-2:26). Sin embargo, afirma que hay un sentido para la existencia, un tiempo apropiado para todo, y que aun las aparentes injusticias de la vida no dejan de tener su propósito (3:1-4:8). Luego establece un contraste entre el valor del compañerismo, la sabidurí­a, la reverencia y la justicia (4:9-5:9) con la necedad del materialismo, lo incomprensible del sufrimiento y la aparente futilidad del esfuerzo humano (5:10-6:12). Las cosas que vale la pena buscar son el buen carácter, la comprensión de cómo trata Dios a los hombres y una perspectiva equilibrada de la vida (7:1-22). Los capí­tulos finales del libro resumen el chasco y los conflictos que encontró en su búsqueda de sabidurí­a (7:23-8:15). A menudo los caminos de Dios son inescrutables, pero podemos estar contentos en medio de las vicisitudes de la vida con el conocimiento certero de que cada acto tendrá su recompensa adecuada (8:16-12:14; véase CBA 3:1075-1079).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico