(Del griego dokein, que significa parecer, aparentar.)
Herejía cristiana. Con orígenes helenísticos y orientales, el docetismo sostiene que Jesús no era real como ser humano, sino que parecía serlo. Según algunos historiadores, esta herejía puede proceder de Alejandría, pero hay evidencias de que ya había partidarios de esa teoría en el primer siglo y puede encontrarse en grupos gnósticos y pregnósticos. Cierto grado de docetismo se encuentra en herejías como el ® APOLINARISMO, el ® MONOFISISMO y el ® EUTIQUIANISMO.
Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas
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Herejía temprana en la Iglesia, a finales del siglo I, que sostenía o «enseñaba» que Jesús había padecido sólo aparentemente pues, por ser Dios, no podía sufrir. La idea fue luego desarrollada por los gnósticos del siglo II.
San Ignacio de Antioquía hacia el 107 escribe contra esta corriente y más tarde la condenan y combaten S. Ireneo hacia el 202 y Tertuliano poco después.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
El docetismo representa la primera crítica seria hecha a la fe de la joven comunidad cristiana que entraba en contacto y, por fuerza de las circunstancias, el conflicto con el mundo cultural y religioso extrajudío. Esta teoría herética, vinculada en muchos aspectos a aquella corriente tan compleja y fragmentaria de pensamiento que suele calificarse con el nombre de gnosticismo y que se difundió sobre todo en el siglo 11, viene a minar en sus raíces el misterio de Cristo, en cuanto que, negando la verdad y por tanto la concreción de la condición humana del Hijo de Dios, excluve de hecho la posibilidad de la encarnación. La negación es la otra cara de una teoría orientada a asignar al Verbo tan sólo una existencia humana aparente (del substantivo griego dokesis, apariencia), prácticamente deshistorizada y por tanto sin ninguna influencia en orden a la revelación y a la salvación realizada por él.
La razón de esta posición tiene que atribuirse al «escándalo» que suscitaba en el ambiente pagano el anuncio de Cristo crucificado y resucitado. Era simplemente absurdo pensar que Dios hubiera podido compartir la suerte de los hombres, hasta hacerse en todo semejante a ellos; y no sólo eso, sino incluso morir en el patíbulo infamante de la cruz. Una afirmación de este tipo parecía totalmente blasfema. A la nueva concepción de Dios propagada por los cristianos, los adversarios oponen la concepción tradicional, con la que, si por un lado se intenta mantener intactas la trascendencia, la inmutabilidad y la impasibilidad de la divinidad, por otro quedan prisioneros de una ideología religiosa desfavorable en definitiva al hombre, incapaz como era de admitir la más pequeña implicación de Dios en las vicisitudes humanas.
De los escritos del apóstol Juan se deduce que ya dentro de las primeras comunidades cristianas se habían insinuado ciertas ideas bastante parecidas a las que sostenían los docetas: «si reconocen que Jesucristo es verdaderamente hombre, son de Dios; pero si no lo reconocen, no son de Dios» (1 Jn 4, 2-3; cf. también 2 Jn 7). Aquí aparece dictada con claridad la «regla» de la fe:
Dios que, mientras que se hizo «carne» (cf. Jn 1,14), es decir, hombre totalmente semejante a nosotros, sigue siendo Dios. Se confiesa, por tanto, que en él Dios se reveló y comunicó definitivamente al hombre en su realidad trinitaria.
El apóstol Pablo hace eco a la intervención de Juan cuando proclama:
«Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. Mas, para los que han sido llamados, sean judíos o griegos, se trata de un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Cor 1,23-24).
La defensa de la verdad de la encarnación, de la que dependen tanto la consistencia como la eficacia universal y eterna del valor revelativo-salvífico correspondiente, vio empeñados a los Padres apostólicos y sobre todo a Ireneo de Lyón y – a Tertuliano.
Y Battaglia
Bibl.: E. Fabra, Docetismo, en SM, 11, 373375; B. Studer, Docetismo, en DPAC, 1, 624625; A. Orbe, Cristología gnóstica, Madñd 1976; R. Kuntzmann – J D. Duboi5, Nag Hammadi, Textos gnósticos de los orígenes del cristianismo. Verbo Divino, Estella 1988.
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico
Es el error cristológico que atribuye a Cristo un cuerpo aparente (dokeo = parecer o aparecer) y niega por tanto diversos dogmas relativos a la encarnación. Más que una secta, es una consecuencia de las doctrinas de sectas gnósticas. Apoyado en antiguas enseñanzas del oriente medio, el dualismo espiritualista de la -> gnosis dominaba el mundo griego del oriente cuando apareció el cristianismo. Del choque entre ambos surgió una serie de herejías que pretendían explicar racionalmente el misterio de Cristo. Una tesis fundamental de la gnosis está en la afirmación de que la materia es radicalmente mala: Como consecuencia inmediata, es imposible que Dios, espíritu purísimo, se contamine realmente con ella. Aplicado esto a Cristo, se dan diversas variantes: desde las más extremas que no admiten en él ninguna realidad verdaderamente humana, pasando por los que aceptan la encarnación pero no los sufrimientos de la cruz, hasta los que atribuyen a jesús un cuerpo privilegiado, libre de toda miseria.
I. Historia y doctrinas
1. Epoca apostólica
Algunos relatos del Evangelio (Mc 6, 45ss; Mt 14, 22ss; Jn 20, 24ss) favorecieron las primeras interpretaciones docetas. Con la desaparición del Señor, y luego con la muerte de los últimos testigos, la tentación doceta se robusteció. Se ha querido ver alusiones antidocetas en la carta a los Colosenses y en las cartas pastorales. Esto es inexacto, pues allí se combate más bien a judaizantes. Parece más probable que Juan haga alusión a los Bocetas: 1 Jn 4, 2; 2 Jn 7. Hay que relacionar esto con 1 Jn lss, que insiste en la realidad corpórea del Señor. La exégesis actual llega a la conclusión de que Juan ataca a varios grupos heréticos. Todos ellos sostienen un error cristológico unido a errores morales, y sus representantes generalmente son paganos convertidos que luego se apartaron del cristianismo.
2. Ignacio de Antioquía combate claramente el d. Afirma con energía que Jesús desciende de David y es hijo de María; que verdaderamente (15 veces) nació, comió y bebió; fue perseguido y crucificado, murió y luego resucitó. Nada de esto fue mera apariencia (Soxe`sv), como dicen los herejes. En ese Cristo, tan real como las cadenas que llevan a Ignacio al martirio, se funda nuestra salvación.
3. Ireneo se dirige contra varios herejes gnósticos y docetas. Entre ellos, Valentín y sus secuaces, para quienes Cristo pasó por María como el agua a través de un canal; en el bautismo se unió al Cristo pneumático, que en la pasión volvió a apartarse. Ptolemeo seguía con pocos cambios la misma doctrina. Esa distinción entre un jesús pasible y un Cristo impasible era propugnada entre otros por el judaizante Cerinto y los Ofitas, que en realidad no pertenecen estrictamente al d. Basílides se halla más cerca de este sistema al proponer un burdo engaño como explicación: el Cireneo sustituyó a Cristo en la cruz, mientras éste subió al cielo.
4. Tertuliano, en De carne Christi, defiende la realidad humana del Señor y refuta además a Valentín y a Marción. Este último, discípulo del gnóstico Cerdón, sostuvo que Cristo no nació de María sino que apareció ya adulto en Cafarnaúm.
5. Clemente de Alejandría menciona a unos encratitas y a su jefe, julio Casiano, adepto a un d. pleno. Clemente mismo tiene algunas expresiones de sabor doceta, e igualmente Orígenes.
6. Hipólito de Roma es uno de los que más nos hablan de la herejía doceta, que él presenta como una secta. En sus Philosophumena la describe y refuta.
7. Agustín, sobre todo en su Contra Faustum, ataca las doctrinas gnósticas y Bocetas que habían asumido los maniqueos.
8. Docetismo ulterior. Estos errores resurgen entre los –> Cátaros y albigenses y, más tarde, en el racionalismo de la ilustración, que con B. Bauer llega hasta negar toda historicidad a Cristo. Para él el cristianismo es producto del espíritu griego.
II. Importancia y proyecciones pastorales
Inicialmente el d. tuvo graves consecuencias morales (encratitas). Pero mayor es su importancia doctrinal, ya que desvirtúa dos
dogmas cristianos primordiales: la encarnación y la redención. También quedan afectadas la maternidad de María, la realidad de la Iglesia y el valor de los sacramentos. En la predicación cristiana está siempre presente el peligro de exagerar la trascendencia divina, hasta hacerla incompatible con la inmanencia implicada en la -> encarnación.
Las tendencias de la espiritualidad y la ascética cristianas históricamente se han bifurcado así: a) imitación de Cristo, b) divinización del cristiano. La primera pone su acento en el Cristo histórico. La segunda puede tener dos sentidos: divinización por Cristo y en él, o divinización simplemente. En este último caso es fácil desviarse hacia doctrinas docetas, por el de no centrarse tanto en el Dios encarnado, cuanto en la unión directa con Dios. Esta tentación es de las más peligrosas por disfrazarse con visos de piedad y misticismo. Toda negación o atenuación de la importancia salvífica de la humanidad de Cristo en principio tiene un matiz doceta.
Enrique Fabri
K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972
Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica
Éste es un término teológico que se deriva del verbo griego dokeō, «aparecer». El docetismo era la doctrina que enseñaba que Cristo no había venido en la carne (encarnación) sino que únicamente tenía la apariencia de un hombre. Éste fue uno de los primeros errores teológicos que apareció en la historia de la iglesia, por la advertencia que puede observarse en 1 Jn. 4:2, 3: «Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene y que ahora ya está en el mundo».
El primer defensor conocido de esta doctrina fue Cerinto (aproximadamente en el año 85 d.C.) un alejandrino tradicional, que fue discípulo de Filón. Él sostenía que Jesús difería de otros hombres únicamente en que era más bueno y más sabio que lo que eran los demás, y que la divinidad de Cristo descendió sobre él en el bautismo y le abandonó en la cruz. El efecto de este razonamiento fue hacer de la encarnación una ilusión. Así, no había realmente un Jesús humano, sino únicamente una aparición, o que el hijo de Dios real simplemente usaba al Jesús humano como un vehículo de expresión, pero que no había una unión real con él.
Marción a fines del siglo segundo estaba dispuesto a conceder la realidad del sufrimiento de Cristo, pero no la realidad de su nacimiento. En su versión del evangelio de Lucas, Marción afirma que Cristo simplemente apareció en el reinado de Tiberio, por lo cual entendemos que descendió desde los cielos.
El docetismo fue atacado por Ignacio e Ireneo, quienes criticaron extensivamente sus variadas formas, y por Tertuliano quien escribió cinco libros contra Marción. La esencia de esta herejía que influyó en Mahoma ha sobrevivido en algunas de las doctrinas del Islam que tienen relación con Jesús, y en los cultos modernos que miran la materia como mala.
BIBLIOGRAFÍA
Harnack, History of Dogma, I, pp. 194, 258; II, pp. 276ss., 370; Smith and Wace, Dictionary of Christian Biography, I, pp. 865–870.
Merrill C. Tenney
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (189). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología