DINERO

v. Moneda, Oro, Plata, Riqueza
Gen 42:25 devolviesen el d de cada uno de ellos
Gen 47:14 recogió José todo el d que había en la
Exo 30:16 tomarás de .. el d de las expiaciones
2Ki 12:11 daban el d .. a los que .. reparaban
2Ki 22:4 dile que recoja el d que han traído a la
2Ch 24:11 cuando veían que había mucho d
Ecc 5:10 el que ama el d, no se saciará de d; y el
Ecc 7:12 escudo es el d; mas la sabiduría excede
Ecc 10:19 alegra a los vivos; y el d sirve para todo
Isa 55:1 los que no tienen d .. Venid, comprad sin d
Mat 25:18 cavó en la .. y escondió el d de su señor
Mat 28:12 consejo, dieron mucho d a los soldados
Mar 6:8 no .. ni alforja, ni pan, ni d en el cinto
Mar 14:11; Luk 22:5 ellos .. prometieron darle d
Act 8:20 Pedro le dijo: Tu d perezca contigo
Act 24:26 esperaba .. que Pablo le diera d para
1Ti 6:10 raíz de todos los males es el amor al d


Ver monedas.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Dinero en el sentido de monedas timbradas, que se sepa, no existió en Israel hasta después del exilio. Anteriormente el intercambio de valores se hací­a por medio de trueque. La primera vez que se mencionan riquezas en la Biblia es en relación con Abraham (Gen 12:5; compararGen 12:16, Gen 12:20), quien poseí­a los tres elementos principales de riqueza en la antigüedad: ganado, plata y oro (Gen 13:2). Entre los romanos la palabra dinero era pecunia, que deriva de pecus, la palabra en lat. para vaca o ganado vacuno. Los perfumes y ungüentos también tení­an mucho valor.

En el primer intercambio de metales, éstos eran crudos, frecuentemente sin ninguna forma. Se fijaba el precio de los metales por peso ya que estaban tratando de aproximarse al valor del artí­culo en comparación a cuanto pesaba.

El comprador generalmente pesaba su dinero para el vendedor (shekel o siclo significa peso). Entre los judí­os el siclo era usado para el impuesto del templo, el impuesto al peaje y el rescate del sacerdocio (Exo 30:11-16; Exo 13:13; Num 3:44-51). Ya que Jesús era hijo primogénito no de la tribu de Leví­, sus padres lo rescataron del sacerdocio (Luk 2:21 ss.) por medio del pago de un siclo, que en esos dí­as equivalí­a al salario de un dí­a. Otros pesos mencionados en la Biblia son: talento, maneh (parte), gerah (grano), y beqa†™ (medio siclo). Tomaba 3.000 siclos para llegar a un talento de plata, lo cual revela que los 10.000 talentos que el siervo malvado debí­a a su patrón (Mat 18:23-25) eran una deuda extraordinaria. La mina (Luk 19:13) es la traducción del peso antiguo mina o maneh (gr., mna). Ya que un talento correspondí­a a 60 minas, una mina era equivalente a 50 siclos en peso adriático y a 100 siclos en peso del AT, lo cual quiere decir que en la parábola el regalo del Señor a su pueblo es un don muy precioso, es decir, el evangelio.

La mayorí­a de los historiadores creen que las primeras piezas de dinero fueron hechas alrededor de 700 a. de J.C. en el pequeño reino de Lidia en Asia Menor. Estas primeras monedas de Lidia eran pedazos de metal toscos cortados en pequeños trozos de peso determinado y sellados con una marca oficial para garantizar el valor.

Animales, objetos naturales y los dioses griegos se usaban como sí­mbolos en monedas griegas. Cada moneda se hací­a individualmente a martillo, punzón y cuño troquel. Los griegos llamaban a estas monedas dracmas (drachma significa puñado). Más tarde los términos dracma y siclo (shekel) se utilizaron intercambiablemente. La moneda perdida (Luk 15:8) era una dracma de plata equivalente a un denario romano, el salario de un dí­a. El impuesto del templo o el medio siclo (Mat 17:24) era un didracma.

La moneda que Pedro encontró en la boca del pez era un estatero griego (Mat 17:27). Como el impuesto del templo era un medio siclo el estatero pagarí­a por dos personas. Se cree que las 30 piezas de plata (Mat 26:15; Mat 27:3-5) que compraron la traición más grande de la historia fueron tetradracmas; 30 siclos era el precio de un esclavo (Exo 21:32).

El asarión griego se menciona dos veces en el NT (Mat 10:29; Luk 12:6), como moneda pequeña tanto en tamaño como en valor. La blanca, una moneda chiquita de bronce o cobre, fue la ofrenda de la viuda (Mar 12:42; Luk 21:2). Lepton representa la moneda de menos valor por eso es que en algunas traducciones se ve hasta el último centavo (Luk 12:59).

La moneda más interesante de la Biblia es el denario romano (gr., denarion), a la que los coleccionistas llaman el centavo de la Biblia. Esta moneda de plata era la moneda romana más común durante los dí­as de Jesús y los apóstoles. El verdadero valor del denario se puede ver en la parábola de los obreros de la viña que nuestro Señor contó (Mat 20:2, Mat 20:10; comparar Luk 10:35; Joh 6:7). La acción tan generosa de Marí­a valí­a 300 denarios, prácticamente el salario de un año (Joh 12:3-5; comparar Rev 6:6). El denario fue el impuesto demandado del pueblo judí­o por los romanos. La imagen del denario que le dieron a Jesús en Mat 22:19 era la cara de Augusto César (43 a. de J.C. a 14 d. de J.C.) o la de Tiberio César (14-39 d. de J.C.).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Como en todas las sociedades antiguas, el comercio en Israel se hací­a primeramente por medio del trueque o permuta. Ya en tiempos de Abraham, se nos dice que éste era †œriquí­simo en ganado, en plata y en oro† (Gen 13:2). De manera que la riqueza se medí­a por la abundancia de estas tres mercancí­as. Cuando Abraham hizo pacto con †¢Abimelec, le hizo un pago en ganado para certificar la compra de un pozo (Gen 21:27-32). Más tarde, cuando adquiere la cueva de †¢Macpela, †œpesó Abraham a Efrón el d. que dijo … cuatrocientos siclos de plata† (Gen 23:16). Todo esto parece apuntar a que el patriarca vivió en una época en que todaví­a se utilizaban animales, así­ como metales preciosos, especialmente la plata, como medios de pago.

En Gen 33:19 se lee que Jacob †œcompró una parte del campo … por cien monedas†. La moneda que se menciona aquí­ es el término hebreo kesita, probablemente el valor equivalente a una oveja. En esa época todaví­a no se acuñaban monedas propiamente dichas. Una antigua traducción lee †œcien ovejas†. Todaví­a hoy queda un recuerdo del uso del ganado como medio de pago en el término †œpecunia†, que viene directamente del latí­n, donde significa †œoveja†.
próximo paso, pues, en el desarrollo del concepto de d. fue el uso de metales preciosos. éstos se guardaban en varias formas (lingotes, anillos, etcétera), y se valuaban por su peso. Un siclo equivalí­a a unos 11.4 gramos. †¢Eleazar, el siervo de Abraham, dio a †¢Rebeca †œun pendiente de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez† (Gen 24:22). Estos objetos, además de su uso ornamental, serví­an también como d.
d. se portaba colgado del cuerpo, o en bolsas, o envuelto en un paño. Los hermanos de José tuvieron gran temor cuando sus sacos fueron vaciados y se encontró en ellos †œlos atados de su d.† (Gen 42:35; Pro 7:20). †¢Acán tomó en Jericó †œun manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos† (Jos 7:21). Todaví­a después de establecido el reino de Israel se continuaba utilizando el siclo de plata para realizar pagos (2Sa 18:11). Cuando Jeremí­as compra una heredad en Anatot, dice: †œ… le pesé el dinero; diecisiete siclos de plata† (Jer 32:9). El siclo se dividí­a en mitades (heb. beka, el medio siclo -Gen 24:22) y en geras. †œEl siclo es de veinte geras† (Exo 30:13).
monedas más antiguas que los arqueólogos han encontrado en Israel son de los siglos VI y V a.C., mayormente griegas. †¢Moneda. †¢Pesos y medidas de la Biblia.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, MEDI

vet, Se hace mención del dinero ya en época tan temprana como Gn. 17:12, 13, donde se habla de personas compradas «por dinero». De Génesis a Zacarí­as se menciona como no contado, sino pesado. Ello daba el verdadero valor de los metales preciosos en forma de anillos o en trozos pequeños de oro o plata. Las cantidades de dinero que se usaban en el AT corresponden con Gera, Beka, Siclo, Maneh y Talento. Al volver los judí­os del exilio en el año 536 a.C., se usaba entonces dinero persa. Ello fue seguido del dinero griego. Antí­oco VII, alrededor del año 140 a.C., dio permiso a Simón Macabeo para acuñar dinero judí­o. Los siclos se acuñaban con el grabado de un vaso de maná y una vara de almendro. Bajo los romanos, se usaba dinero romano.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[370]
Término que procede de «denario» en latí­n, que era moneda usual en Roma. Se convierte en algo genérico que indica cualquier medio de cambio usado para el pago de bienes, servicios y remisión de deudas. El dinero sirve para tasar el precio de las cosas. Se concreta en la moneda, que es instrumento para calcular la cuantí­a. El número de monedas requeridas para comprar un bien se denomina precio o costo.

Sin la utilización del dinero, el comercio se reduce a trueque directo de un bien por otro que se usaba de las economí­as primitivas. El progreso de la sociedad surgió cuando se descubrió ese bien y las relaciones comerciales se hicieron ágiles. El dinero en moneda puede ser de dos tipos: en forma de un material que se estima e intercambia: oro, plata, cobre, marfil al que se le da un valor por el peso, la pureza, el tamaño. Y el fiduciario, que es un documento (billete) que acredita la posesión de ese valor.

Las primeras monedas circularon en China hacia el 1100 a.C. en forma de miniaturas de cuchillos de bronce, hachas y otras. Las monedas de oro y plata aparecieron en el siglo VI a.C. en Lidia, en Asia Menor. Los reyes, las ciudades, algunos templos o comerciantes acuñaron monedas con su sello.

El papel moneda fue inventado en China en el siglo IX, para evitar transportes de metal y bajo la autoridad del Estado para todo el Imperio. Otras formas de pago, como la letra de cambio o recibos avalados, se inventaron en Castilla, en Medina del Campo, en el siglo XIV.

En los tiempos actuales existe el dinero electrónico que es pago con datos en clave y consignas informáticas sin necesidad de usar ningún elemento intermediario, sino sólo la fiabilidad de quien paga y la confianza de quien recibe la consigna y la acumula para a su vez realizar transacciones y pagos.

El dinero, y su forma de moneda o billete, en sí­ no es más que medio de comercio. No es malo ni bueno. Lo que es moral o inmoral es el uso que se hace de él. A la hora de valorar el dinero como riqueza o la carencia de él como pobreza, hay que ver el uso o abuso que se hace y sus consecuencias
Cuando en el Evangelio se recuerda lo que decí­a Jesús de las riquezas (mammona) y se traduce el texto por dinero: Mt. 6.24 y Lc. 16.13, término recogido del Antiguo Testamento (Tob. 4.7; Eclo. 4.1 y 14.13), hay que entenderlo en sentido general de apego a las posesiones por encima otras adhesiones más valiosas.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

El dinero en sí­ mismo es un valor que se necesita para la vida, que lo exigen las relaciones sociales y las obligaciones ciudadanas, indiferente desde el punto de vista moral (Mt 22,19-21; Mc 12,15-17; Lc 20,24-25). Pero el tráfico injusto de los publicanos (Lc 3,13) y de los cambistas (Jn 2,1415) lo convierte en instrumento de corrupción moral, hasta el punto que el dinero se sitúa en claro antagonismo con Dios (Mt 6,24; Lc 16,13). Lo que se condena, en realidad, es la avaricia, el deseo desmesurado de dinero (Lc 16,14), el dinero injusto (Lc 16,9-11). El hombre no debe afanarse por atesorar dinero corruptible (Mt 6,19; 10,9; Lc 9,3), sino en adquirir un tesoro incorruptible en el cielo, porque donde tiene su tesoro, allí­ tiene su corazón (Mt 6,20-21; Lc 12,33-34). -> ; riqueza.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(Mateo, denario, economí­a, riqueza, mamona, pobres). La Biblia ha dado gran importancia a las mediaciones económicas que, debiendo haber sido un medio de comunicación, se han vuelto muchas veces signos de imposición. Jesús acepta la función del dinerocapital (denario), pero lo sitúa en el nivel del césar, es decir, de la organización polí­tica de la vida, separándolo de «las cosas de Dios». En esa misma lí­nea se sitúa Pablo en Rom 13, aunque insistiendo en el poder-espada más que en el dinero. Pues bien, el dinero convertido en Mamona o poder supremo constituye el objeto central de la idolatrí­a, de manera que aparece como lo contrario a Dios (cf. Col 3,5; Mt 6,24). En esa lí­nea, la Biblia termina diciendo que en el fondo del asesinato* de Jesús hay un problema de dinero (Judas*). De todas formas, el Nuevo Testamento no ha satanizado el dinero, como veremos evocando desde esa perspectiva algunos textos de Mateo.

(1) Mt 2,11. Primer dinero: el oro de los magos. Ellos llevaron a Jesús los dones más preciados de la tierra: «abrieron sus tesoros y le ofrecieron oro (riqueza), incienso (honor), mirra (perfume)». Son dones simbólicos, más en la lí­nea del honor y la gloria personal que de la economí­a. En principio, el oro que aparece aquí­ no es dinero de trueque, ni medio para comprar o conquistar el mundo, sino un sí­mbolo de realeza y gozo, de disfrute placentero y plenitud vital, en la lí­nea del incienso y de la mirra. Jesús no emplea el oro como medio mesiánico (para comprar comida, espadas, servidores), pero está inserto dentro de un mundo donde el oro es ya dinero, donde judí­os y romanos compran y venden por oro, queriendo conquistar de esa manera el mundo. Quizá podemos afirmar que todo el evangelio de Mt ha de entenderse como proceso de interpretación del oro mesiánico que puede tomar estos sentidos: es oro de magos (no de comerciantes), oro de la vida que se pone al servicio de los otros, oro que es objeto de conquista, oro de los pobres perseguidos, pues en todo el resto de la escena (Mt 2,1-23) este mismo Jesús que ha recibido el oro aparece perseguido por Herodes, rey rico, teniendo que exiliarse.

(2) Mt 4,1-8. Segundo dinero: el pan del Diablo. Los magos ofrecieron a Jesús (a sus creyentes) una forma originaria del dinero: el oro más bello y hermoso, vinculado a la gloria de perfumes y de aromas. Pero al lado de ese regalo innecesario (se puede vivir sin oro->ncienso/mirra) están las cosas necesarias de la vida, y la primera es la comida. Aquí­ es donde interviene el Diablo, que interpreta la comida, que debí­a ser regalo compartido, como principio de sumisión o demonización universal, como señalan los textos de las tentaciones (Mt 4 y Lc 4), que empiezan por el pan. Mt y Lc (ambos dependientes de Q) han cambiado el orden de las dos siguientes tentaciones (poder y milagro), pero han puesto en el principio el pan, como punto de partida en el proceso de satanización del mundo. El pan (como antes el oro) es un sí­mbolo universal: ciertamente, es con el oro el principio de todo dinero, expresado hasta hace poco, en casi todos los pueblos, con sí­mbolos de comida (la moneda equivalí­a a una medida de trigo o de un número de ovejas o cabras). El Diablo quiere aprovecharse de bienes necesarios (pan) para esclavizar a los demás y dominar la tierra, controlando la palabra, convirtiendo la religión (templo) en autoridad mágica y dominando sobre todos los hombres. El Diablo representa el mesianismo del pan/dinero, como principio y signo de sometimiento universal. Jesús, en cambio, representa el mesianismo de la palabra gratuita.

(3) Mt 4,18-22. Tercer dinero: el trabajo de los pescadores. Del patrón oro (magos) y del patrón pan (Diablo) pasamos significativamente al patrón trabajo, representado y recreado en la escena de la vocación al discipulado, que de algún modo nos sitúa ante la palabra originaria de Gn 3,17: «con el sudor de tu frente comerás…». Las grandes revoluciones anarquistas y comunistas de los siglos XIX y XX nos han recordado, con éxito sólo limitado, que el único capital verdadero del hombre es su trabajo. Es evidente que Jesús no rechaza el trabajo, pero su mesianismo no consiste en enseñar a los demás a trabajar: no ha planeado y construido una cooperativa agraria o industrial, un buen falansterio, ni tomado a los hombres como hormigas, productores mesiánicos de una gran empresa universal, sino como personas que pueden y deben prepararse para el reino de la gracia y gozo de la vida. En ese contexto se sitúa la llamada a los cuatro trabajadores del lago (Pedro, Andrés y los dos zebedeos). La riqueza mayor que ellos tení­an no es el oro, ni un almacén de pan, sino el buen trabajo, en medio de una buena familia. Jesús les llama y ellos dejan redes y padre, trabajo y familia, para ponerse el servicio del Evangelio. Ellos sabí­an «producir», pero no sabí­an compartir en gratuidad, al servicio del reino de Dios, y eso es lo que Jesús quiere enseñarles, haciéndoles pescadores de hombres.

(4) Mt 18,23-35. Primera parábola del dinero: el perdón. Nada debemos a Dios, nada tenemos que pagarle en plano religioso, pues es Padre y nos perdona todo, si algo le debiéramos. Pero en un nivel social, en nuestras relaciones con el prójimo, tenemos que expresar el perdón de Dios en forma de perdón y gratuidad interhumana. Así­ lo indica el Rey de esta parábola que perdona la deuda incalculable de su ministro injusto y ladrón, porque éste se lo pide, revelando de esa forma el poder de la misericordia que está por encima de toda ley del mundo. Pero su ministro no quiere perdonar a un consiervo que le debe una pequeña suma de dinero. ¿Qué hará al rey? ¿Seguirá ofreciendo perdón a quien lo ha recibido sólo para aprovecharse de ello? La parábola nos sitúa en el lugar donde se cruzan y fecundan dos lenguajes: la gratuidad suprajudicial del rey, reflejada en el perdón de una suma incalculable de dinero (diez mil talentos), y la justicia inmisericorde del criado que no quiere perdonar a quien le debe una modesta suma (cien denarios). Esta parábola supone que podemos emplear dinero; pero supone que debemos hacerlo desde una perspectiva de perdón y gratuidad, no sólo en plano espiritual, sino también económico. El Evangelio apuesta por una economí­a convertida en signo de perdón y reconciliación interhumana. Por eso ha tenido que contar esta parábola del perdón en claves monetarias, porque es en ese nivel donde resulta más difí­cil conseguirlo.

(5) Mt 20,1-16. Segunda parábola: el dinero (= denario) de la gratuidad. Conforme a la simbologí­a bí­blica, un denario es el jornal del dí­a. Por un dí­a ha comenzado a contratar el amo a los primeros jornaleros, ajustándose con ellos a un denario. Pero el amo ha vuelto a salir a la plaza, una y otra vez, contratando nuevos jornaleros, hasta la hora undécima, cercano ya el fin del trabajo. Evidentemente, los trabajadores han calculado el jornal en términos de equivalencia: recibirá más dinero quien más ha trabajado. Pues bien, con gran escándalo de algunos, el amo paga a todos el mismo salario. En el fondo del relato se plantea el problema de la equivalencia y justicia laboral. Quizá hay también una disputa entre judeocristianos (obreros del dí­a entero) y paganocristianos (de la última hora). ¿Es justo que todos reciban lo mismo? En términos de salario no es justo. Pero Jesús, con esta parábola y con toda su conducta, ha superado el nivel de la justicia legal, para situarnos en un plano de gratuidad, donde la vida es don para todos. De esa forma, el mismo denario, que ha empezado siendo un dinero material, se ha podido convertir: gratuitamente han de trabajar los viñadores; gratuitamente ha de darles su dinero el amo, que ya no es patrono, sino amigo.

(6) Mt 25,1-46. Las tres parábolas de la gratuidad comprometida. El pasaje empieza con la parábola de las diez ví­rgenes necias (Mt 25,1-13). La riqueza máxima de las muchachas que esperan al esposo es el aceite de la lámpara: es la fe, las buenas obras. Con ella pueden entrar en las bodas, tras la noche larga de la muerte y de la historia. Pues bien, hay algunas, que el texto presenta como necias, que han dejado gastar el aceite y no tienen dispuesta la lámpara en la hora de las bodas. Irónicamente se les dice que vayan a comprarlo, pero llegan tarde: éste es un aceite que no puede comprarse ni venderse, es la gracia. La segunda parábola trata del dinero que sirve para producir dinero (los talentos: Mt 25,14-30). De la luz de la lámpara que Dios ha ofrecido a los humanos para que la cuiden pasamos a los talentos que recibe cada uno, para administrarlos, al servicio del amo. Externamente hablando, la vida es como un capital (un dinero) que se nos ha confiado y debemos ponerlo en rendimiento. En un primer nivel, da la impresión de que el Dios de esta parábola sigue estando en la lí­nea de un duro talión, es un Dios del éxito y de la misericordia. Pero no olvidemos que se trata de una parábola para hacernos pensar y descubrir que en la vida hay otro tipo de ganancia, vinculada a la generosidad y a la confianza. En esa lí­nea avanza la parábola de las ovejas y las cabras, que nos sitúa más allá del dinero (Mt 25,3146). Mateo ya no habla de dinero, sino de solidaridad y de ayuda a los necesitados, superando todos los principios del éxito económico. Ciertamente no condena la riqueza y posesiones (es bueno tener pan y casa, libertad y sa lud); lo que condena es el uso de esas riquezas para servicio propio en exclusiva, dejando en necesidad (con hambre, sin casa) a los que están viviendo a nuestro lado. Dinero o no dinero es secundario, secundaria también la riqueza en cuanto tal… Lo que importa es la solidaridad: el hecho de que hombres y mujeres puedan ayudarse, alimentarse, acogerse, visitarse… El dinero es medio que puede servir para el encuentro interhumano y en ese aspecto es bueno. Pero también puede convertirse en signo de poder, en expresión de egoí­smo de algunos, y en ese aspecto es malo. Culmina con esto la trama del Evangelio. Más allá de las grandes parábolas sobre las ví­rgenes y los talentos, retraducidas por Mt 25,31-46 como exigencia de ayuda mutua (dar de comer, acoger/vestir, visitas a los expulsados de la sociedad) no puede haber ya nada. Nos hemos situado en el lí­mite, al final de los tiempos. El tema del dinero queda integrado en la gran tarea de la realización solidaria de la vida.

Cf. P. Bonnard, El evangelio según san Mateo, Cristiandad, Madrid 1976; I. Gomá, El evangelio según san Mateo I-II, Facultad de Teologí­a, Barcelona 1980; U. Luz, El evangelio según san Mateo I-IV, Sí­gueme, Salamanca 2001-2005.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Medio de cambio. En la antigüedad se solí­a utilizar el ganado en las operaciones de trueque, es decir, en el cambio de un artí­culo por otro, y puede que este fuera el método más antiguo de realizar una transacción comercial. Así­ parece indicarlo el que la palabra latina para dinero (pecunia) venga de pecus, que significa †œganado†. Sin embargo, el ganado (Gé 47:17) y los comestibles (1Re 5:10, 11) no eran siempre los medios de cambio más convenientes, de modo que empezaron a emplearse algunos metales, por ejemplo, el oro y la plata. Ya en el tiempo de Abrahán los metales preciosos serví­an de dinero. No obstante, este no era dinero de curso legal. En realidad era plata y oro, probablemente moldeado para mayor comodidad en barras, anillos, brazaletes u otras formas con un peso especí­fico. (Compárese con Gé 24:22; Jos 7:21.) De hecho, el significado literal del término hebreo que se suele traducir por †œdinero† es †œplata†. (Gé 17:12, nota.) Era frecuente que los que participaban en la transacción pesasen los objetos de metal a la hora de efectuar el pago. (Gé 23:15, 16; Jer 32:10.)
Como en las transacciones comerciales habí­a que pesar objetos, se comprende que los términos que correspondí­an a los pesos sirviesen a menudo para designar valores monetarios. (Véase PESOS Y MEDIDAS.) Los israelitas tení­an cinco divisiones principales: la guerá, el medio siclo (beka), el siclo, la mina (mané) y el talento. (Ex 25:39; 30:13; 38:25, 26; 1Re 10:17; Eze 45:12; véanse GUERí, II; MINA, I; SICLO; TALENTO.) La siguiente tabla muestra la correspondencia entre las diversas unidades monetarias y su valor actual respecto al precio del oro y de la plata. (En años recientes el precio del oro y de la plata ha variado. En consecuencia, en esta publicación se ha hecho un cálculo moderado de 350 dólares [E.U.A.] por onza troy de oro y de 6 dólares [E.U.A.] por la de plata. Sin embargo, se calcula que antiguamente la proporción del valor del oro con relación al de la plata era de 13 a 1.)
Oro Plata
1 guerá = 1/20 siclo $ (E.U.A.) 6,42 $ (E.U.A.) 0,11
1 beka = 10 guerás 64,23 1,10
1 siclo = 2 bekas 128,45 2,20
1 mina = 50 siclos 6.422,50 110,10
1 talento = 60 minas 385.350,00 6.606,00
El valor de las †œpiezas de moneda† (heb. qesi·táh) mencionadas en Génesis 33:19, Josué 24:32 y Job 42:11 no se puede precisar con exactitud. De igual manera, el valor del pim es incierto. Podrí­a equivaler a unas dos terceras partes de un siclo. (1Sa 13:21; véase PIM.)

Las monedas en las Escrituras Hebreas. Se cree que las primeras monedas se acuñaron alrededor del año 700 a. E.C. Los israelitas probablemente usaron monedas por primera vez en su tierra natal después de regresar del exilio en Babilonia. Los libros bí­blicos posteriores al exilio hacen referencia al dárico persa (1Cr 29:7; Esd 8:27) y al dracma (heb. dar·kemoh·ní­m), y por lo general este último se equipara al dárico. (Esd 2:69; Ne 7:70-72.) El dárico persa de oro pesaba 8,4 g., por lo que su valor actual se calcula en 94,50 dólares (E.U.A.). (Véanse DíRICO; DRACMA.)

El dinero en las Escrituras Griegas Cristianas. En las Escrituras Griegas Cristianas se hace mención especí­fica de las siguientes monedas: el leptón (moneda judí­a), el cuadrante (moneda romana), el as o asarion (moneda romana provincial), el denario (moneda romana), el dracma (moneda griega), el didracma (moneda griega) y el estater (moneda griega, que muchos creen que es el tetradracma de Antioquí­a o Tiro). (Mt 5:26; 10:29; 17:24, 27; 20:10; Mr 12:42; Lu 12:6, 59; 15:8; 21:2, NM, notas; véanse DENARIO; ESTATER.) Los valores más altos —las minas y los talentos— eran pesos, no monedas. (Mt 18:24; Lu 19:13-25.) La siguiente tabla muestra la correspondencia entre las diversas unidades monetarias y su valor actual aproximado.
Valor actual
1 leptón (de cobre = 1/2 cuadrante $ (E.U.A.) 0,006
o bronce)
1 cuadrante (de cobre = 2 leptones 0,012
o bronce)
1 as (asarion) (de = 4 cuadrantes 0,046
cobre o bronce)
1 denario (de plata) = 16 ases 0,74
1 dracma (de plata) = 0,65
1 didracma (de plata) = 2 dracmas 1,31
1 tetradracma = 4 dracmas 2,62
1 mina (de plata) = 100 dracmas 65,40
1 talento (de plata) = 60 minas 3.924,00
1 talento (de oro) = 228.900,00

[Nota a pie del recuadro]
Se cree que equivalí­a al estater (de plata)

Poder adquisitivo. Los valores que se dan en la actualidad a las monedas antiguas no ofrecen una idea real de su valor. No obstante, la Biblia provee algunas referencias con respecto a su poder adquisitivo, lo que sirve de ayuda para calcular su valor real en la antigüedad. En el tiempo del ministerio terrestre de Jesús, los jornaleros agrí­colas solí­an recibir un denario por un dí­a de trabajo de doce horas. (Mt 20:2.) Se puede decir que en las Escrituras Hebreas los salarios por jornada de trabajo eran más o menos los mismos. En ese caso, un siclo de plata equivaldrí­a al salario de tres dí­as.
El precio de un esclavo era 30 siclos de plata (tal vez el salario de noventa dí­as). (Ex 21:32; compárese con Le 27:2-7.) El profeta Oseas compró una mujer por 15 monedas de plata y un homer y medio (15 efás) de cebada. Tal vez este pago correspondí­a al precio total de un esclavo. De ser así­, un efá (22 l.) de cebada valí­a un siclo. (Os 3:2.)
En tiempos de escasez los precios subí­an de repente. En tiempo de sitio, con 80 monedas de plata (el salario de unos doscientos cuarenta dí­as), con las que en otra época se podí­an haber comprado ocho homeres (1.760 l.) de cebada, solo se podrí­a conseguir la cabeza, casi sin carne, de un asno, un animal no apto para alimento según la ley mosaica. (2Re 6:25; compárese con Os 3:2.)
En el siglo I E.C., dos gorriones costaban un asarion (el salario de cuarenta y cinco minutos) y cinco gorriones se podí­an obtener por el doble. (Mt 10:29; Lu 12:6.) La contribución que depositó en el templo la viuda necesitada a la que Jesús hizo referencia era aún menor: dos leptones (1 cuadrante), o una sesentaicuatroava parte del salario de un dí­a. Sin embargo, Cristo Jesús encomió su dádiva como mayor que la de aquellos que habí­an hecho grandes donativos, pues habí­a contribuido no de lo que le sobraba, sino †œcuanto poseí­a, todo lo que tení­a para vivir†. (Mr 12:42-44; Lu 21:2-4.) El impuesto anual para el templo que pagaban los judí­os era de dos dracmas o un didracma (el salario de unos dos dí­as). (Mt 17:24.) Como un dracma era el equivalente de aproximadamente el salario de un dí­a, era lógico que una mujer barriera toda su casa y buscara con diligencia una moneda de dracma que se le hubiera perdido. (Lu 15:8, 9.)
Judas Iscariote traicionó a Jesús por 30 piezas de plata, es decir, el precio de un esclavo. (Mt 26:14-16, 47-50.) Estas monedas de plata podí­an ser siclos u otras monedas de valor similar, pero en el relato no se especifica el tipo de moneda, solo se dice que era de plata.

El dinero puede ser tanto beneficioso como perjudicial. El dinero protege de la pobreza y de los problemas que esta comporta, permitiendo que las personas consigan tanto artí­culos de primera necesidad como cosas superfluas. (Compárese con Ec 7:12; 10:19.) Por esta razón, existe la posibilidad de que una persona empiece a confiar en el dinero como protección y olvide a su Creador. (Compárese con Dt 8:10-14.) †œEl amor al dinero [literalmente, †œcariño a la plata†] es raí­z de toda suerte de cosas perjudiciales, y, procurando realizar este amor, algunos han sido descarriados de la fe y se han acribillado con muchos dolores.† (1Ti 6:10.) Por dinero, hay quien ha pervertido la justicia, se ha prostituido, ha asesinado, ha traicionado a otros y ha falsificado la verdad. (Dt 16:19; 23:18; 27:25; Eze 22:12; Mt 26:14, 15; 28:11-15.)
Por otro lado, Dios aprueba el buen uso del dinero. (Lu 16:1-9.) En este uso se incluye el contribuir para el adelanto de la adoración pura y la ayuda material a los necesitados. (Compárese con 2Cr 24:4-14; Ro 12:13; 1Jn 3:17, 18; véanse CONTRIBUCIí“N; DíDIVAS DE MISERICORDIA.) A pesar de que con el dinero se puede hacer mucho bien en este sentido, las cosas más valiosas —comida y bebida espiritual e incluso la propia vida eterna— se pueden obtener sin él. (Isa 55:1, 2; Rev 22:17.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

1. argurion (ajrguvrion, 694), propiamente, una pieza de plata. Denota: (a) plata (p.ej., Act 3:6); (b) una moneda de plata, a menudo en forma plural, «piezas de plata» (p.ej., Mat 26:15); igualmente en 28.12, donde el significado es «muchas (jikanos) piezas de plata»; (c) dinero; tiene este significado en Mat 25:18,28; 28.15; Mc 14.11; Luk 9:3; 19.15,23; 22.5; Act 8:20: Véanse PIEZA, PLATA. 2. crema (crh`ma, 5536), lit.: una cosa que uno usa; similar a craomai, usar; de ahí­: (a) riquezas (Mc 10.23,24; Luk 18:24); (b) dinero (Act 4:37, traducido «precio»), del singular usado aquí­, una suma de dinero; plural en 8.18,20; 24.26, y por consiguiente traducido dinero.¶ Cf. con el término castellano, crematí­stico. Véanse PRECIO, RIQUEZAS. 3. calkos (calkov», 5475), cobre. Se usa, por metonimia, de monedas de cobre, y se traduce dinero en Mc 6.8; 12.41. Cf. el término técnico castellano, calcolí­tico, que denota lo perteneciente al cobre. Véanse asimismo COBRE, METAL.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

I. En el Antiguo Testamento

Antes de que comenzara la acuñación de monedas a fines del ss. VIII a.C. (véase c, inf.), el medio de intercambio en las transacciones comerciales era una forma modificada de trueque. En todo el antiguo Cercano Oriente hacían las veces de “productos intercambiables” todos los productos corrientes, tanto los perecederos, como la lana, la cebada, el trigo, y los dátiles, como también los no perecederos, entre los que estaban los metales, la madera, el vino, la miel, y el ganado. Los textos muestran que desde los tiempos más remotos periódicamente se trató de estabilizar los valores de cada uno de estos productos con respecto a los demás. Así, la riqueza se medía por la posesión de ganado (Job 13) y metales preciosos. Abraham era “riquísimo en ganado, en plata y en oro” (Gn. 13.2).

a. Los metales como producto de intercambio

Como la plata (heb. kesef) era el metal precioso más común de que se disponía en Palestina (al igual que en Asiria y Babilonia), aparece como el que se usó con mayor frecuencia (°vrv2 a menudo traduce kesef como dinero”, p. ej. Gn. 17.13). Así en transacciones comunes el término plata se omite con frecuencia porque se sobrentiende; Salomón compró carros por 600 (piezas de plata) y caballos por 150 (1 R. 10.29; cf. Lv. 5.15. Su renta se calculaba en plata por talentos (1 R. 10.4; * Pesos y Medidas), porque la plata era tan común en Palestina como las piedras (1 R. 10.27). Hasta la época posexílica, el “siclo” lleva su significado literal de un determinado *peso más bien que el de una moneda.

Se utilizaba la plata para la compra de tierras, como el campo que compró Jeremías en Anatot por 17 siclos de plata (Jer. 32.9), la cueva que Abraham compró en Macpela por 400 siclos de plata (Gn. 23.15–16), la aldea y el monte en Samaria que adquirió Omri por 2 talentos de plata (1 R. 16.24), o la era de Arauna que compró David por 50 siclos (2 S. 24.24). La plata era también la base de la dote (Ex. 22.17) o el precio que se debía pagar por una novia (Os. 3.2).

Como el oro era más difícil de obtener, a menudo figura después de la plata como instrumento de pago del tributo. Así vemos que Ezequías pagó a Senaquerib en 701 a.C. 300 talentos de plata y 30 talentos de oro (2 R. 18.14), y que Manahem sobornó a los asirios por 1.000 talentos de plata (2 R. 15.19). El oro desempeñaba un papel prominente en las transacciones fronterizas entre los diferentes estados; Hiram pagó a Salomón 120 talentos de oro por las aldeas que este le cedió (1 R. 9.10–14). En muchas transacciones podía convenirse un pago en especie como complemento o sustituto del metal precioso. Mesa de Moab ofreció ovejas y lana (2 R. 3.4); Senaquerib recibió piedras preciosas, además de oro y plata, de Ezequías, según los anales as., y el tributo de Jehú a Salmanasar III incluía bloques de antimonio, plomo, vasos de oro, y frutas exóticas. Productos como la cebada (Os. 3.2), las especias (2 R. 20.13), o ropas podían ser parte del precio u obsequio convenido (2 R. 5.23). El cobre (°vrv2 “bronce”, °vrv1 “metal”) era otro metal en uso como moneda (Ex. 35.5; 2 S. 21.16), aunque de menor valor que el oro (Is. 60.17). Para controlar el uso de metales como moneda el comprador tenía que pesarlo (heb. šql, de donde “siclo”) y el vendedor verificarlo en presencia de testigos (Gn. 23.16; Jer. 32.9–10). El patrón de peso convenido era el que se utilizaba localmente, llamado “plata de la ciudad tal o cual” o “(de buena ley) entre mercaderes” (Gn. 23.16; bab. kaspum ša tamqarim). Este patrón convenido también está implícito en el pago “en su justo peso” (Gn. 43.21). Por esta razón los comerciantes eran “pesadores de plata”. Se llevaba a cabo otro control en relación con la calidad del metal, estampándole el sello del lugar de origen. El oro de Ofir (1 R. 10.11) o Parvaim (2 Cr. 3.6) era muy codiciado, mientras que a veces se clasificaba el oro o la plata como “refinados”, “puros”, o “purificados”.

b. Tipos de moneda

A fin de que los usuarios del metal que servía de moneda pudieran transportarlo se guardaba en forma de joyas (a menudo como brazaletes), objetos de uso diario o de formas características. Abraham dio a Rebeca un anillo de oro (que pesaba) medio siclo, y brazaletes de 10 siclos (Gn. 24.22). A menudo se transportaba el oro en delgadas barras o cuñas (heb. “lengua”), como la que pesaba 50 siclos y encontró Acán en Jericó (Jos. 7.21), o la “cuña de oro de Ofir” (Is. 13.12). También se guardaba oro y plata en forma de lingotes, vasijas, polvo (Job 28.6), o en pequeños fragmentos, y podía fundirse y usarse inmediatamente para diferentes fines. En estas formas José aumentó el tesoro de Egipto (Gn. 47.14).

Durante los viajes se llevaba los pequeños trozos de metal en un bolso o cartera de cuero o paño (“atado de … dinero”, Gn. 42.35; Pr. 7.20) que, si se agujereaba, fácilmente podía producir la pérdida del contenido (Hag. 1.6). Parecería que para guardar un talento de plata era necesario disponer de dos bolsas (2 R. 5.23). Para protegerse contra la pérdida de estas bolsas a menudo se las colocaba dentro de otras bolsas o receptáculos (Gn. 42.35). También se moldeaba la plata en pequeñas gotas o cuentas (1 S. 2.36, ˒aḡōrâ) o terrones. Es probable que el medio siclo que se utilizaba para los pagos en el santuario fuese un terrón de plata no acuñada (Ex. 30.13; 2 R. 12.9–16), aunque normalmente esas ofrendas o impuestos del templo podían pagarse en plata o en especie (Dt. 26; Neh. 5.10).

Como el cobre tenía menos valor que el oro y la plata, se lo transportaba en discos circulares chatos, de donde proviene el término kikkār (‘redondel’, ‘trozo redondo y chato de pan’; as. kakkāru) que se empleaba para el “talento”, el peso más grande.

c. El comienzo de la acuñación de monedas

La moneda acuñada, trozo de metal sobre el que se imprimía un sello que autenticaba su título y peso, de modo que pudiera ser aceptado a la vista, aparece por primera vez en Asia Menor a mediados del ss. VII a.C. Aunque Senaquerib (ca. 701 a.C.) se refiere a la “acuñación de piezas de medio siclo”, no hay pruebas de que se refiera a otra cosa que una técnica de forjar el bronce, ya que todavía no se han encontrado monedas de tan temprana época en Asiria, como tampoco en Siria o Palestina. Las primeras monedas que se conocen fueron acuñadas en electro (aleación natural de oro y plata) en Lidia. Herodoto (1.94) atribuye la introducción de la acuñación de monedas a Creso de Lidia (561–546 a.C.), y se llamaba “crésidas” a sus monedas de oro. Parecería que Darío I (521–486 a.C.) introdujo la acuñación en Persia; se utilizó el nombre de este rey para las monedas de oro gruesas, o dárico, que llevaban el retrato del rey (medio cuerpo o arrodillado, con arco y flecha), con la impresión de la acuñación en reverso (véase Herodoto 4.166). Esta moneda dárica pesaba 130 gr., el siclos o siclo de plata, 86½ gr. Se ha sugerido (PEQ 87, 1955, pp. 141) que Hag. 1.6 (520 a.C.) representa la alusión bíblica mas primitiva a la moneda acuñada.

Los judíos en el exilio (Esd. 2.69; 8.27; Neh. 7.70–71) conocían el dárico (°vm; °vrv2 “dracma”) y la referencia a un dárico en los días de David (1 Cr. 29.7) muestra que en este punto el texto da el término equivalente en la época en que fue compilada dicha historia. La adopción de moneda como pago a los obreros, en lugar de hacerlo en especie, está corroborado por los textos del tesoro de Persépolis (ca. 450 a.C.), que confirman una proporción de 13:1 entre el oro y la plata. Parecería que el uso de moneda acuñada entró lentamente en Judá, quizás a causa de las imágenes que llevaban. Por lo tanto, es difícil saber si los siclos de plata de Neh. 5.15; 10.32 eran pesos como en el período anterior, o moneda acuñada.

Los comerciantes fenicios rápidamente adoptaron el uso de monedas, y las casas de acuñación de moneda estuvieron activas entre los ss. V-IV a.C. en Arados, Biblos, Tiro, y Sidón. Las monedas de diversas ciudades en Asia Menor y Grecia, y de los reyes del Egipto tolemaico y la Siria seléucida, entraron en Judá y circularon allí junto con monedas de los reyes persas. Los gobernadores judíos aprobados por los persas evidentemente fueron autorizados a acuñar pequeñas monedas de plata a partir de ca. 400 a.C. Los diseños de la media docena de ejemplares hallados muestran diseños atenienses, pero incluyen la palabra yhd, ‘Judá’. Una de ellas tiene estampado también el nombre de Ezequías, quizás el sumo sacerdote de la época de Alejandro Magno.

Después del establecimiento del estado judío independiente, Simón Macabeo recibió el derecho de acuñar monedas (1 Mac. 15.6), pero aparentemente no lo utilizó (se ha comprobado que las monedas que en una época se le atribuyeron pertenecían a la primera y segunda revueltas, 67–70, 132–135 d.C.). Probablemente Alejandro Janeo (103–76 a.C.) fue el primer gobernante judío que acuñó moneda. Se trataba de pequeñas piezas de bronce con diferentes diseños, con su nombre en gr. y en heb., y a veces las palabras “Yonatán sumo sacerdote y la comunidad de los judíos”. Los reyes siguientes continuaron acuñando pequeñas monedas de bronce, y sus amos romanos mantuvieron la prerrogativa de acuñar las de plata. Solamente durante las revueltas judías se acuñó localmente monedas de plata.

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R. de Vaux, Ancient Israel, 1961, pp. 206–209; E. S. G. Robinson, “The Beginnings of Achaemenid Coinage” en Numismatic Chronicle (6th Series) 18, 1958, pp. 187–193; Y. Meshorer, Jewish Coins of the Second Temple Period, 1967.

D.J.W.

II. En el Nuevo Testamento

En la época del NT circulaba en Palestina dinero procedente de tres fuentes distintas. Estaba el dinero imperial oficial acuñado según normas romanas; monedas provinciales acuñadas en Antioquía y Tiro, que respondían principalmente a las normas gr. y circulaban especialmente entre los habitantes del Asia Menor; y el dinero judío local, acuñado quizá en Cesarea. Ciertas ciudades y reyes dependientes tenían autorización para hacer sus propias monedas de bronce. Con tantas monedas diferentes en circulación resulta obvio que hacían falta cambiadores de dinero en Jerusalén, especialmente en las fiestas, cuando venían judíos de todas partes a pagar la capitación a la tesorería del templo. En tales ocasiones los cambistas trasladaban sus puestos al patio de los gentiles, de donde los expulsó Jesús (Jn. 2.15; Mt. 21.12; Mr. 11.15; Lc. 19.45s) debido a sus prácticas avarientas.

Mt. 10.9 sirve como útil recordatorio de que en esos días, como hoy, el dinero se acuñaba en tres metales principales: oro, plata y cobre, bronce o latón. El bronce (gr. jalkos) se usa como palabra general para dinero en Mr. 6.8 y en 12.41, pero como únicamente las monedas de menor valor, el as romano (gr. assarion) y el lepton judaico se acuñaban en bronce, el término general más común para el dinero en el NT es plata (gr. argyrion; véase Lc. 9.3; Hch. 8.20; etc.). Las monedas de plata más comunes que se mencionan en el NT son la tetradracma ática y el denarius romano. El gr. jrysos, oro, se usa más frecuentemente para hacer referencia al metal mismo, excepto en Mt. 10.9, Hch. 3.6, posiblemente también en Hch. 20.33; 1 P. 1.18; Stg. 5.3; Mt. 23.16s, aunque dichas menciones podrían igualmente referirse a recipientes y adornos de oro.

Otros términos generales usados en el NT para hacer referencia al dinero son la palabra gr. común jrēma, con el significado de propiedad o riqueza, como también dinero (Hch. 4.37; 8.18, 20; 24.26) ; kerma, cambio menudo (del gr. keirō, ‘desmenuzo’), que se usa en Jn. 2.15, y que casi siempre denota monedas de cobre; y nomisma, o dinero librado al uso común por ley (nomos). Este último término se encuentra únicamente en Mt. 22.19, donde la frase nomisma tou kēnsou significa la moneda legal para el pago del impuesto.

a. Monedas judías

En 141–140 a.C. Antíoco VII otorgó permiso a Simón Macabeo “[sumo] sacerdote y etnarca de los judíos … a acuñar moneda propia de curso legal en tu país” (2 Mac. 15.6), y desde esa época se acuñaron monedas judías, principalmente en bronce, mientras ciudades vecinas producían una abundancia de monedas de plata. Las monedas judaicas primitivas tenían en cuenta el segundo mandamiento, y por ello sus diseños se ajustaban estrictamente a los motivos hortícolas y a los objetos inanimados. Las monedas acuñadas bajo los Herodes evidencian que en algunos casos se quebró este regla, ya que a veces mostraban la cabeza del emperador reinante, y a veces la del propio Herodes, en el anverso (véase Wiseman, IBA, pp. 86). Durante la época de la primera rebelión (66–70 d.C.) los judíos arrogantemente acuñaron su propia plata por primera vez, emitiendo siclos de plata y monedas de cuarto y medio siclo, como también sus propias monedas de bronce. A continuación de esta rebelión los tesoros del templo fueron tomados, y por consiguiente los judíos ya no contaban con el metal necesario para acuñar sus propias monedas de plata durante la segunda rebelión (132–135 d.C.). Por lo tanto celebraron su independencia cubriendo monedas extranjeras antiguas con matrices judaicas que decían “liberación de Jerusalén”.

La única moneda judía que se menciona en el NT es el lepton de bronce (del gr. leptos, ‘pequeño, fino’). Esta es la “blanca” de la viuda en Mr. 12.42; Lc. 21.2, llamada también “maravedí” en Lc. 12.59 (°vm), donde representa la moneda más insignificante que se pueda imaginar. Era equivalente a la mitad del quadrans romano, y por lo tanto la octava parte del assarion (véase inf.). Dichas monedas eran acunadas localmente por el procurador o tetrarca, y *Pilato aparentemente ideó para sus monedas diseños que tenían como fin ofender a los judíos.

b. Monedas griegas

La moneda griega básica era la drajmē de plata, de la que 100 hacían una mna, o mina, y 6.000 un talento. Alrededor del 300 a.C. la dracma era el precio de una oveja; un buey costaba 5 dracmas (Demetrio Falereo).

La drajmē se menciona únicamente en Lc. 15.8s (°vm mg “monedas”; °ba “monedas de plata”), y se piensa que la mujer de la parábola puede haberla usado como adorno. Se la consideraba aproximadamente equivalente al denarius romano (véase inf.).

El didrajmon, o moneda de 2 dracmas, se usaba entre los judíos para el medio siclo que se requería para el impuesto anual del templo (Mt. 17.24). Esta disposición derivaba del dinero de la expiación establecido en Ex. 30.11–16, que, según Maimónides, posteriormente se transformó en capitación anual permanente (véase Jos., Ant. 16.160). Después de la caída de Jerusalén y la destrucción del templo, este impuesto iba a la tesorería romana (Jos., GJ 7. 217). Lo más probable es que las monedas usadas para este impuesto fueran las de Tiro, porque la ley talmúdica prohibía el uso del dinero antioquino para la tesorería del templo, no por razones religiosas, sino porque no tenía suficiente contenido de plata.

El statēr, tetradrajmon, o moneda de 4 dracmas, se menciona únicamente en Mt. 17.27, donde es la moneda que había de servir para pagar el impuesto del templo tanto para Jesús como para Pedro. Ya que era una moneda más común que el didracma, parecería que los judíos con frecuencia se unían para pagar el impuesto del templo de a dos utilizando el tetradracma. Se acuñaba en Antioquía, en Cesarea de Capadocia, y en Tiro. Pompeyo fijó el régimen de cambio del tetradracma de Antioquía y Tiro en 4 denarii (ca. 65 a.C.), y Josefo se refiere al mismo cambio para el tetradracma tirio en su época (GJ 2. 592). El tetradracma antioquino lo fijaba el gobierno imperial en 3 denarii únicamente. La mayoría de los numismáticos está de acuerdo en que esta fue la moneda en la que Judas recibió sus treinta piezas de plata (Mt. 26.15). El uso del término argyria hikana, ‘dinero grande de plata’, en Mt. 28.12–13 ha hecho pensar a algunos que las monedas con las que el sanedrín sobornó a la guardia de la tumba eran los grandes estateros de plata y no las dracmas o denarios que eran más pequeños, aunque cabe la posibilidad de que en este caso el adjetivo se refiera a la cantidad más que al tamaño.

La mna, “mina”, aparece en la parábola de Lc. 19.11–27.

El “talento” no era una moneda, sino una unidad para los cálculos monetarios. Su valor era siempre alto, si bien variaba según los metales empleados y las diversas normas monetarias. El talento romano-ático era equivalente a 240 aurei (véase inf.). Lo mencionó Jesús en dos de sus parábolas: en Mt. 18.24 los “diez mil talentos” es figura de una suma muy grande de dinero, y en la parábola de los talentos en Mt. 25.15–28 se lo menciona en el vv. 18 como argyrion, lo cual puede indicar que nuestro Señor estaba pensando en el talento de plata.

c. Monedas romanas

La moneda romana básica, mencionada arriba, era el denarius de plata. Había 25 denurii en el aureuos de oro, cuyo peso lo fijó Julio César en el 49 a.C. en 126, 3 gr., aunque posteriormente la devaluación de la moneda bajo Augusto y sus sucesores hizo descender el peso a 115 gr. en la época de Nerón.

El quadrans (gr. kodrantēs) equivalía a la cuarta parte del as de cobre (véase inf.). Tanto Horacio (Sátiras 2. 3. 93) como Juvenal (7. 8) hacen referencia al mismo como la moneda romana más pequeña; Mr. 12.42 dice que los dos lepta de la viuda (véase a, sup.) equivalían a un quadrans. Mt. 5.26 usa quadrans para la moneda más pequeña, que debe pagarse para saldar completamente una deuda, mientras que el relato en Lucas (12.59) tiene lepton, excepto en el texto occidental, que concuerda con Mateo.

El as de cobre (gr. assarion) equivalía a la cuarta parte del sestertius de bronce y a una decimosexta parte del denarius de plata. Aparece en Mt. 10.29 y Lc. 12.6, donde °vrv2 traduce “cuarto”, o sea el precio que se pagaba por dos gorriones (Lc. dice cinco pajarillos por dos cuartos).

El denarius (gr. dēnarion) obtuvo su nombre (deni = diez a la vez) del hecho de que al principio era equivalente en plata a diez asas de cobre. Desde el 217 a.C. valía 16 asas, cuando el peso de esta última moneda se fijó en 28 gr. Parecería, por la parábola de Mt. 20.1–16, que era equivalente al salario diario del obrero, y dos denarios es la suma que el buen samaritano le pagó al mesonero (Lc. 10.35); esto último puede dar una idea de su poder adquisitivo. En Ap. 6.6, “dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario” es indicación de los precios en épocas de escasez (* Pesos y medidas).

Por Mt. 22.19; Mr. 12.15; Lc. 20.24 sabemos que esta fue la moneda empleada para intentar hacer caer a Jesús con la cuestión relativa al pago del tributo. Denarios de plata de esa época han sido descubiertos con la cabeza laureada del emperador Tiberio en el anverso, con su madre, Livia, en el papel de Pax, sosteniendo un ramo y un cetro, en el reverso (véase IBA, pp. 87, fig(s). 90).

El aureus, o denarius aureus (denario de oro), es una moneda de oro acuñada por Julio César durante sus reformas financieras del 49 a.C. No se la menciona en la Biblia, pero hay referencias a ella en Jos., Ant. 14.147; podría ser el “oro” de Mt. 10.9.

Bibliografía. A. Spijkerman, “Monedas”, °EBDM, t(t). V, cols. 288–300; W. Keller, Y la Biblia tenía razón, 1958, pp. 320, 370; K. H. Schelkle, Teología del Nuevo Testamento, 1974, t(t). III, pp. 426–445; E. Beyreuther, F. Selter, L. Coenen, “Riqueza”, °DTNT, t(t). IV, pp. 107–116; J. Leipoldt, W. Grundmann, El mundo del Nuevo Testamento, 1973, t(t). I, pp. 150s, 197ss.

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D.H.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico