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Décima parte de las marcaderías y de los productos agrícolas que se pagaban como tributo real en muchos pueblos antiguos. De hecho no era la «décima parte», sino que dependía de las exigencias y de los tiempos llegando en tiempos de guerra o en ciertos lugares a ser mucho más.
En la Edad Media se estableció la norma de pagar la décima parte a la Iglesia para contribuir a sus necesidades y al sostenimiento de las obras de caridad y de culto. Y en muchos lugares se entregaban también las «primicias» o primeros frutos de las cosechas en cantidades variables. Las demarcaciones eclesiásticas, obispados, catedrales y monasterios cuyo «señorío» era muy extenso por donaciones reales o adquisiciones propias, llegaron a acumular muchas riquezas con tales tributos. Pero la mayor parte de las entidades eclesiales, conventos y monasterios pequeños, parroquias y cofradías, hospicios y hospitales malvivían con las donaciones que con frecuencia eran usurpadas por los poderes civiles
Incluso se llegó a formular el quinto mandamiento de la Iglesia que duraría como fórmula hasta el siglo XX, y se explicita en catecismos como el de Gaspar Astete y el de Jerónimo Ripalda con la expresión de «pagar a la Iglesia los diezmos y primicias», expresión que muy recientemente se cambio por la de «ayudar a la Iglesia en sus necesidades»
Es importante educar a los cristianos en la colaboración con la comunidad creyente a la que se pertenece. Por eso la idea de los diezmos y primicias, al margen de su intenso sentido bíblico y de cualquier cuantificación porcentual, hay que saber inculcarla a todas las edades y soslayar las actitudes anticlericales que consideran la colaboración como un expolio y la comunidad como algo ajeno a uno que es creyente.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Las siguientes palabras expresan el concepto de un diezmo: ʿāśār (Gn. 28:22; Dt. 14:22; 26:12; 1 S. 8:15, 17; Neh. 10:37, 38); maʿăśēr (Gn. 14:20; Lv. 27:30, 31, 32; Nm. 18:21, 24, 26, 28; Dt. 12:6, 11, 17; 14:23, 28; 26:12; 2 Cr. 31:5, 6, 12; Neh. 10:37, 38; 12:44; 13:5, 12; Ez. 45:11, 14; Am. 4:4; Mal. 3:8, 10); dekatoō (Heb. 7:6, 9); apodekatoō (Mt. 23:23; Lc. 11:42; Heb. 7:5); apodekateuō (Lc. 18:12); y dekatē (Heb. 7:2, 4, 8–9).
Los hechos básicos del AT pueden resumirse así: (1) El diezmo fue reconocido en los tiempos patriarcales (Gn. 14:20; 28:22). (2) En la legislación mosaica, el diezmo pertenecía esencialmente al Señor (Lv. 27:30–33), se le entregaba a los levitas a causa de su servicio sacerdotal y en razón de que no tenían herencia en Israel (Nm. 18:21–32). Las modificaciones—aunque no contradicciones—de la ley aparecen en la legislación (Dt. 12:5–19; 14:22–29; 26:12–15) designadas para el establecimiento en Palestina. (3) En la historia subsiguiente, el diezmo es reconocido (2 Cr. 31:5s., 12; Neh. 10:37s.; 12:44; 13:5, 12); sin embargo, parece que esta ley fue pervertida cayendo en el legalismo (Am. 4:4) o cayó en el olvido (Mal. 3:7–12). (4) Significativamente, el diezmo no se introduce como una parte del templo y sacerdocio restaurado en la visión de Ezequiel (Ez. 40–48).
El NT guarda silencio acerca del diezmo. Cristo censuró a los fariseos por su observancia legalista de éste (Lc. 18:9–14) y por situarlo por sobre la justicia y el amor a Dios (Mt. 23:23). Una referencia final en Heb. 7:2–9 (citando los diezmos de Abraham a Melquisedec) concluye lo que el NT dice sobre el tema.
El silencio del NT y de sus escritores, particularmente Pablo, tocante a la validez presente del diezmo puede explicarse únicamente sobre la base que la dispensación de la gracia no existe un lugar para la ley del diezmo como tampoco existe una ley para la circuncisión. Los principios de la ofrenda cristiana están claramente establecidos en las cartas de Pablo a la iglesia de Corinto (1 Co. 16:1s.; 2 Co. 8–9). Estos no excluyen el diezmo como una base conveniente para una ofrenda proporcionada, ni limitan a la persona al diezmo.
BIBLIOGRAFÍA
Wick Broomall
Blunt Blunt’s Dictionary of Doctrinal and Historical Theology
HDAC Hastings’ Dictionary of the Apostolic Church
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Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (168). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología
La costumbre de contribuir con el diezmo no se originó con la ley mosaica (Gn. 14.17–20), ni era peculiar a los hebreos. Se practicaba en otros pueblos de la antigüedad también. Hay tres cuestiones principales a considerar.
1. ¿Qué era lo que debían diezmar los hebreos? La Torá establecía que “la simiente de la tierra” (cosechas), “el fruto de los árboles”, las vacas, y las ovejas (Lv. 27.30–32) se debían diezmar. La forma de dar el diezmo del ganado era así: el dueño contaba los animales cuando iban saliendo a pastar, y uno de cada diez era dado a Dios. De este modo no se daba la posibilidad de elegir los animales inferiores para el diezmo de las vacas y las ovejas (Lv. 27.32s). Si el hebreo prefería dedicar la décima parte de la cosecha de los cereales y la fruta en su valor monetario podía hacerlo, pero en ese caso tenía que agregar una quinta parte de ese valor al total. No se le permitía redimir la décima parte del ganado de esta forma (Lv. 27.31, 33).
2. ¿A quién se entregaban los diezmos? Había que dárselos a los levitas (Nm. 18.21ss). Pero en He. 7.5 se dice que los que de entre “los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos”. Este apartamiento de la ley puede haberse debido a la falta de voluntad de los levitas de cumplir su cometido en Jerusalén después del retorno bajo Esdras (Esd. 8.15ss). Los levitas, como consecuencia de la naturaleza de su posición y funciones en la comunidad, no tenían ingresos propios, medios de vida, ni herencia, para garantizar su sostén; por lo tanto, y como compensación “por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión”, debían recibir “todos los diezmos en Israel por heredad” (Nm. 18.21, 24). Este pasaje en Nm. 18 menciona solamente los diezmos de la cosecha de los cereales y la fruta (v. 27). Los levitas, empero, no debían guardar para sí todo el diezmo. Tenían instrucciones de presentar una “ofrenda mecida” que debía salir del diezmo, y que representaba “el diezmo de los diezmos” (Nm. 18.26). Este “diezmo de los diezmos” debía ser “de todo lo mejor de ellos” (v. 29), y debían dárselo a los sacerdotes (v. 28; Neh. 10.39).
3. ¿Dónde debían los hebreos ofrecer sus diezmos? Debían llevarlos al “lugar que Jehová vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre” (Dt. 12.5s, 17s);
Los diezmos que pagó Abraham, padre de Israel y, por lo tanto, del sacerdocio aarónico, a Melquisedec (Gn. 14.20), y la recepción por parte de él de la bendición de este rey-sacerdote (Gn. 14.19), significan en He. 7.1ss que el sacerdocio de Melquisedec era infinitamente superior al sacerdocio aarónico o levítico. No se explica en Gn. 14.18–20 por qué fue que Abraham le dio los diezmos a Melquisedec.
La referencia en el NT a diezmar “la menta y el eneldo y el comino” (Mt. 23.23; Lc. 11.42) ilustra la ampliación talmúdica de la ley mosaica, que aseguraba que “todo lo que se come … y que crece de la tierra” tiene que ser diezmado.
Bibliografía. J. A. Oliveira, El diezmo, 1979; S. Young, El diezmo es del Señor, 1975; W. BroomalI, “Diezmos”,
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico