DIDACHE

(ensenanza de los 12).

Un libro del siglo I, escrito antes del año 100, antes que el Evangelio de S. Juan. No pertenece a la Biblia, pero es muy documentativo, para ver la ensenanza y vida de los primeros cristianos.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

DicEc
 
Aunque era conocido por los Padres, generalmente bajo el nombre de La doctrina de los doce apóstoles, el texto de la Didaché no se descubrió hasta 1873, con el tí­tulo de La instrucción del Señor a los gentiles a través de los doce apóstoles. Se trata probablemente de una obra de recopilación que puede datarse casi con seguridad en el siglo 1; en cualquier caso, no puede ser posterior al 150. En algunas Iglesias fue considerada durante algún tiempo como perteneciente al canon de las Escrituras. Lo más probable es que proceda de Siria, aunque también Egipto se ha señalado como posible lugar de origen. La Didaché es de la mayor importancia para el estudio de la Iglesia subapostólica, corno testimonia la gran cantidad de estudios que de ella se han hecho.

El texto, que comprende dieciséis breves capí­tulos, comienza con una catequesis prebautismal: el camino de la vida y el camino de la muerte (1-6), tema frecuente en los escritos judeocristianos. Su presencia también en la Carta de >Bernahé y en la antiquí­sima Doctrina de los apóstoles parece apuntar a testimonios independientes de una compleja doctrina de origen judí­o sobre «los dos caminos» (cf Dt 30,15-20). Los capí­tulos 7-10 tratan de normas litúrgicas, empezando por el bautismo (7), cuya forma sacramental recuerda Mt 28,19. Se prescribe el ayuno los miércoles y viernes, al parecer en contra de los cristianos judaizantes (>Iglesia primitiva), que, según parece, ayunaban, como los judí­os piadosos, los lunes y los jueves. Se manda rezar tres veces al dí­a el padrenuestro (con una doxologí­a: «porque tuyo es el poder y la gloria», 8). La reconciliación se considera muy importante: la reconciliación vertical, a través de la reconciliación comunitaria del pecado ante Dios, y la reconciliación horizontal, con la persona ofendida. Hay en la obra el germen de lo que podrí­a llamarse una disciplina penitencial (4,6; 8,2-3; 14; 15).

El capí­tulo noveno plantea muchos problemas de interpretación. Empieza: «Respecto a la eucaristí­a…», pero las opiniones de los entendidos se dividen entre quienes piensan que se trata de la eucaristí­a, quienes piensan más bien que se habla de un «ágape» y quienes consideran que se trata de una mezcla de ambos. La interpretación eucarí­stica es más común, especialmente entre los autores católicos, aunque no todos ven clara la dimensión sacrificial. La «viña de David» puede referirse a la Iglesia, cuya unidad está simbolizada en el pan partido: «Como este pan partido estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así­ sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino» (9,4). En una oración posterior se pide: «Acuérdate, Señor, de tu Iglesia para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu amor, y reúnela de los cuatro vientos, santificada, en el reino tuyo, que has preparado» (10,5). Existe pues conciencia al mismo tiempo de que la Iglesia ha sido enriquecida con multitud de dones y de que está a la espera de la perfección escatológica. Los capí­tulos siguientes contienen algunas normas disciplinares que plantean nuevas cuestiones eclesiológicas. Se habla de los apóstoles; pero más que de los doce, se trata de predicadores itinerantes que van extendiendo el mensaje cristiano; como la destinataria de la Didaché es una comunidad establecida, no hay razón para que estos se queden más de un dí­a (11,5). El papel de los >profetas es más complejo: los apóstoles pueden ser también profetas (11,3); hay profetas estables que dan gracias en la eucaristí­a (10,7) y, como los sumos sacerdotes, son mantenidos por la comunidad; hay también profetas itinerantes; la comunidad puede también no tener ningún profeta (13).

El hecho de que los profetas presidan la eucaristí­a, sin ninguna referencia a la ordenación, puede plantear dificultades. Parece necesario indagar en la ordenación para descubrir su sentido: la elección divina de una persona designada por la Iglesia institucional, guiada por el Espí­ritu. En un primer perí­odo el Espí­ritu elige a los jefes carismáticamente, por lo que los profetas son en esta época los ministros adecuados de la eucaristí­a. Si no hubiera profetas, habrí­a que designar a alguien para desempeñar este oficio (véase más abajo). Esto no significa que el ordenamiento de transición de la época subapostólica pueda implantarse de nuevo por libre decisión humana.

Los profetas han de ser probados más por su forma de vida que por su enseñanza (11). Junto a los profetas, se mencionan además los maestros (didaskaloi; >Maestros; 13,2: 15,1-2). por lo que toda la instrucción no recaí­a, al parecer, sobre los primeros.

Los capí­tulos 14 y 15 son considerados por muchos como un texto distinto. La reunión el dí­a del Señor para partir el pan, casi con toda seguridad la eucaristí­a, va acompañada por un reconocimiento de los pecados y una reconciliación entre los miembros de la asamblea (14). El capí­tulo 15 trata de la elección de los ministros: la comunidad debe pues (oun) elegir obispos y diáconos (episkopoi kai diakonoi; cf Flp 1,1), ya que se trata aquí­ del culto (leitourgia). El texto no menciona a los presbí­teros (preshyteroi), que son más bien propios de Iglesias establecidas en ambientes judí­os, mientras que el de episkopos era un oficio civil griego adoptado por el lenguaje cristiano: la literatura de Qumrán, no obstante, es una advertencia en contra de hacer esta distinción demasiado tajante (>obispos). Los obispos y diáconos se equiparan con los apóstoles y maestros (15,2).

No está claro, sin embargo, que los primeros sean elegidos sólo en caso de ausencia de apóstoles y maestros. Se prescribe la corrección fraterna, así­ como la exclusión de la comunidad por ofensas que no se especifican (15). El capí­tulo final (16) es una exhortación a permanecer firmes en la fe y estar vigilantes ante el Mentiroso en los tiempos finales; por último se fija en la parusí­a, la gloriosa venida del Señor.

La Didaché es por tanto un precioso testimonio de la vida de la Iglesia antes de que se establecieran las instituciones que encontramos en >Ignacio de Antioquí­a. La situación se asemeja en cierto modo a la de la Iglesia de Corinto cuando se dirige a ella >Clemente. La Didaché tiene además afinidades con el evangelio de Mateo en contenido y en estilo; quizá también en el medio al que va dirigido.

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología