Deuterocanónicos (gr. déuteros [«segundo», «posterior»] + kanonikós [«de (perteneciente a) una regla (canon)», «canónico»]; es decir, «de segunda [posterior] inspiración», «extracanónico», «segundo canon»). Nombre que se da a ciertos libros, o adiciones a libros, que desde su origen no fueron considerados por todos como inspirados, y que judíos y protestantes los rechazan del canon de la Biblia. Sin embargo, la Iglesia Católica -apoyándose en tradiciones apostólicas y patrísticas- los considera canónicos («verdadera y auténtica palabra de Dios»); fueron declarados libros inspirados por los concilios de Trento (1545-1563) y Vaticano I (1869, 1870). En las Biblias de edición católica, libros deuterocanónicos son: Tobías, Judit, 1 y 2 Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc, y las adiciones a Ester (véase BJ, p 541, al pie) y Daniel (BJ, p 993, 2a columna). Véanse Apócrifos; Seudoepigráficos. Deuteronomio, Libro de. Quinto de los 5 libros del Pentateuco. En las biblias hebreas lleva el título ‘íŠlleh haddebârîm, «Estas [son] las palabras», la frase inicial del libro. El nombre de nuestras versiones españolas nos llega, a través de la Vulgata Latina, del título en la LXX: Deuteronomion, «Segunda ley» o «Repetición de la ley», tal vez sacado del cp 17:18 (donde aparece la expresión «una copia de esta ley»). I.Autor. Antiguas tradiciones hebreas unánimemente atribuyen el libro a Moisés. Nuestro Señor y varios escritores del NT lo citan o aluden a él unas 100 veces, a menudo comenzando la cita con expresiones como «Moisés nos escribió» (Mar 12:19). Los eruditos críticos modernos niegan la autoría de Moisés y atribuyen el libro en su forma actual a diversos escritores y editores a través de varios siglos. Para un estudio de estas teorías y una refutación detallada, véase CBA 5: 150-176. II. Ambientación. Como se afirma en Deu 1:1-5, los 40 años de peregrinación* por el desierto están en el pasado, e Israel ha acampado al este del río Jordán frente a Jericó, en la tierra de Moab (cf Num 25:1). La conquista de la región al este del Jordán ya se ha completado (Deu 1:4), y por unos 2 meses (v 3; cf Jos 4:19) se hacen preparativos para la invasión de Canaán, al oeste del río. Durante ese tiempo Balaam intenta maldecir a Israel, por pedido de Balac, rey de Moab (Num_22-24); 24.000 personas mueren como resultado de la apostasía (cp 25); Josué es nombrado sucesor de Moisés (Num 27:18-23; Deu 1:38); y allí muere Moisés (Deu_34). Pero, lo más importante es que Moisés presenta 3 discursos resumiendo las experiencias y las enseñanzas del éxodo, repasa las leyes ya reveladas y en vigencia, y escribe esos discursos y leyes (31:24-26). La generación que salió de Egipto ha muerto en el desierto y ha surgido una nueva. Antes de entrar a la herencia prometida, la tierra de Canaán, y ante la ardua conquista, necesitan un concepto claro del propósito de Dios al darles la tierra y al echar a sus habitantes. También necesitan comprender claramente lo que Dios espera de ellos una vez que estén en posesión del país, y de las leyes que deben regular su conducta. Finalmente, el pueblo renueva el pacto hecho en el Sinaí con sus padres (Deu 5:1-3; 29:1). Mientras en Exodo, Levítico y Números es Dios el que entrega las leyes a Moisés en diversas ocasiones, aquí Moisés ocupa su lugar como legislador siguiendo las órdenes divinas (1:1-4; 5:1; 29:1). III. Tema. El propósito del libro es inspirar una lealtad inteligente a Dios, mediante el repaso de su conducción providencial en tiempos pasados y mediante una exposición de sus santos preceptos. El elevado tono espiritual del libro es evidente por el hecho de que cuando Jesús fue llamado a resumir los requerimientos divinos, citó como «el primero y 316 grande mandamiento» un pasaje de Deuteronomio (6:5). El principio presentado en este mandato se repite una y otra vez en el libro (10:12; 30:6). El código de leyes registrado en Deuteronomio aplica los principios del Decálogo -amor a Dios y amor por los semejantes- a las circunstancias bajo las cuales Israel habría de vivir en la tierra de Canaán. El tema del libro es la relación singular de Israel, como pueblo especial, con un Dios singular. Al seguir este tema, Moisés puso gran énfasis en el monoteísmo: es decir, en que hay un solo Dios verdadero (4:35, 39; 6:4; 10:17; 32:39); en la soberanía suprema de Dios en el cielo y en la tierra (7:19; 10:14); en su bondad y fidelidad (7:6-9; 28:58; 32:6); y en su demanda rigurosa de la adoración y servicio exclusivos (7:4; 29:24-26; 31:16, 17). La gran frase clave del pueblo judío a través de los siglos y milenios -«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es»- está tomada del cp 6:4. Además, Dios había escogido a Israel para «serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra» (7:6), y generosamente los invitó a entrar en una relación de pacto con él (vs 6-13). Mediante el pacto habrían de llegar a ser herederos de todas las promesas hechas anteriormente a sus padres (4:31; 7:12; 8:18-1; 29:13) y a establecerse como representantes especiales de Dios ante las naciones de la tierra (Deu 4:6-9; 28:1-14). Bendiciones sin precedentes serían derramadas sobre ellos -como resultado de su obediencia- con el propósito de demostrar la superioridad de la adoración y el servicio al verdadero Dios por sobre todos los dioses falsos (28:1-14), y maldiciones correspondientes si fracasaban en el cumplimiento de los requisitos del pacto en el que habían entrado voluntariamente (27:14-26; 28:15-68). Desde que fue escrito, el Deuteronomio ha sido considerado por el pueblo judío como la suprema revelación de la voluntad divina para ellos como nación, y recibió un lugar de honor especial junto al arca del pacto (31: 25, 26). IV.Contenido. Después de un breve prefacio histórico (Deu 1:1-5), Moisés presenta el 1o de los 3 discursos (cps 1:6-4:49). Este discurso es básicamente un repaso de los acontecimientos que ocurrieron desde la salida de Israel del monte Horeb, 38 años antes, y de instrucciones de naturaleza general previendo la entrada en Canaán. Repasa el mandato de dejar Horeb y salir hacia la tierra prometida (1:6-8), los arreglos administrativos para el viaje (vs 9-18) y el desastre de Cades-barnea que obligó a la peregrinación por el desierto (vs 19- 46). Luego cuenta, brevemente, los hechos que ocurrieron durante ese período de peregrinación por territorios que no habrían de ser su posesión, hasta que el pueblo llegó al río o arroyo de Arnón (2: 1-23). Después, con más detalles, relata la conquista de las regiones al este del Jordán que pertenecían a Sehón, rey de los amorreos, y a Og, rey de Basán (2:24-3:11). Esta tierra fué entregada a los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés (3:12-17), y se hizo provisión para que las tribus ya asentadas ayudaran a sus hermanos en la conquista de la tierra al oeste del Jordán (vs 18-20). Moisés también cuenta de su pedido para participar en la conquista de Canaán, y de la negativa de Dios a permitirlo (vs 21-29). Apropiadamente, entonces, exhorta al pueblo a ser fiel, puesto que muy pronto tendrán que seguir sin él (4:1-40). Luego continúa con un breve interludio que informa de la designación de 3 ciudades de refugio en la tierra ya dominada, y una declaración de la total posesión del territorio al este del Jordán (41-49). El 2o discurso, presentado en una ocasión posterior, ocupa los cps 5:1-26:19, la porción más grande del libro. Primero Moisés relata las majestuosas circunstancias en las que Dios entregó el Decálogo desde las alturas del Sinaí (5:1-5), lo repite (5:6-21) con ligeras variantes en las palabras con respecto a la versión registrada en Exo 20:3-17, y enfatiza la importancia de una estricta obediencia basada en el amor a Dios (Deu 5:22-33). A continuación, sigue una ferviente amonestación a observar todos los preceptos que está por presentar, que le habían sido revelados, y a aplicar los principios del Decálogo a las circunstancias bajo las cuales la gente tendría que vivir en la tierra de Canaán (6:1-25). Luego expone la singular relación de Israel con Dios como pueblo escogido, resumida en la relación de pacto, y sobre esta base prohibe estrictamente cualquier asociación con los pueblos paganos de Canaán y toda otra asociación que tienda a apartar a Israel de su privilegio especial y de su solemne responsabilidad de representar al verdadero Dios (7:1-15). Se bosquejan ciertos detalles con respecto a la conquista y el establecimiento, y se asegura el éxito, sujeto a la lealtad de parte de Israel (vs 16- 26). El cp 8 constituye una exhortación a mantener a Dios en 1er lugar en los afectos y en la vida diaria (8:1-20). Al contar repetidos incidentes de apostasía desde la salida de Egipto, Moisés amonesta al pueblo a la humildad y la lealtad (9:1-10:11). Enfatiza la apostasía en el monte Sinaí, con el becerro de oro, como un ejemplo de lo que Israel debe, a toda costa, evitar en lo futuro. Luego sigue otro llamamiento 317 fervoroso a amar a Dios y a obedecerlo con todo el corazón (10:12-11:32). En la siguiente sección del discurso, Moisés repasa y comenta los preceptos religiosos y las provisiones reveladas en el monte Sinaí (12:1-16:17). Israel debe destruir todo vestigio de adoración pagana y establecer un centro especial para la adoración del verdadero Dios, y los falsos profetas deben ser apedreados hasta morir (cps 12 y 13). La gente debe evitar las costumbres paganas (14:1-21), y ser fiel en sostener la adoración de Dios mediante sus diezmos y ofrendas (vs 22-29). Se hace provisión para el año sabático y para las grandes fiestas anuales (15:1-16:17). La sección final y más larga es un compendio de leyes civiles y sociales (16:18-26:19). Se debe designar jueces (16:18-17:13), y cuando eventualmente se establezca una monarquía, ésta actuará sobre la base de las leyes promulgadas y sobre los principios del pacto (17:14- 20). Se debe entregar el liderazgo a los levitas y a los profetas divinamente comisionados (cp 18). Se hace provisión para la prevención de la distorsión de la justicia (19:1-13), y se codifican diversas leyes sociales y civiles (19:14- 25:19). Como una especie de posdata, Moisés vuelve al pacto entre Dios y su pueblo, y a la lealtad de ellos hacia él (cp 26). El 3er discurso centra su atención en la conservación de la relación de pacto y en su inviolabilidad (cps 27:1-30:20). Se hacen provisiones para la lectura de la ley y la erección de un monumento permanente sobre el que se deben inscribir sus disposiciones (27:1-13). En una solemne ceremonia el pueblo debe renovar sus votos de obediencia al pacto y a sus estipulaciones (vs 14- 26). Se bosquejan en detalle las bendiciones que han de seguir a la obediencia (28:1-14) y las maldiciones que acompañan a la desobediencia (15- 68). Además, Moisés exhorta a la obediencia y cierra su discurso con un tributo a la bondad divina y una apelación a permanecer leales a Dios (cps 29 y 30). En la sección final del libro (cps 31-34) Moisés hace arreglos para la conservación de la ley y encarga a los dirigentes la responsabilidad de enseñar sus preceptos al pueblo (cp 31), y designa a Josué como su sucesor (v 23). Alaba a Dios por su misericordiosa bondad y su conducción (32:1-43), dispone las cosas para su propia muerte (vs 44-52) y pronuncia su bendición final sobre las tribus de Israel (cp 33). Sube al monte Nebo, ve la tierra prometida, muere y es reemplazado por Josué (cp 34; véase CBA 1:967, 968; y las pp 1090 y 1091 con respecto a la autoría de los versículos finales de Deuteronomio)
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
(De canon secundario). Denominación utilizada para señalar a varios libros que la Iglesia Católica incluye en la Biblia, especialmente a partir del Concilio de Trento (1546 a.C.). La expresión es atribuida a Sixto Senense (1569). Los protestantes los llaman †¢apócrifos y no los aceptan como inspirados ni los incluyen en el †¢canon. Estos libros nunca fueron reconocidos por los judíos como parte del AT. Pertenecen al período intertestamentario, después que se hubo cerrado el canon, y son: †¢Tobías, †¢Judit, †¢Sabiduría, †¢Eclesiástico, †¢Baruc, 2 †¢Esdras, 1 y 2 †¢Macabeos. También son d. varias adiciones hechas a los libros de Ester y Daniel. †¢Apócrifos y pseudoepigráficos del AT, Libros.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
tip, LIBR
ver, APí“CRIFOS, BIBLIA, CANON
vet, (del griego: «secundariamente canónicos»). Expresión usada por primera vez por Sixto Senense (1569) y que es el calificativo que los exegetas católicoromanos dan a aquellos libros que las versiones católicas tienen de más respecto del canon hebreo y protestante. Los protestantes los denominan apócrifos. El problema se presenta únicamente para el Antiguo Testamento, puesto que para el Nuevo todos los cristianos aceptan como inspirados solamente 27 libros. Webster define estos libros, que Roma ha puesto en el mismo nivel que el resto de las Escrituras a partir de Trento, como «un segundo canon de escritos eclesiásticos con menos autoridad que los Libros Sagrados». Estos libros deuterocanónicos son: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, 2 Esdras, 1 y 2 Macabeos. En el Nuevo Testamento la Iglesia de Etiopía llegó a contar como canónicos 35 libros, mientras la de Siria admitía solamente 22. Pero oficialmente hoy la aceptación de 27 en el Nuevo Testamento es unánime para los efectos canónicos. (Véanse APí“CRIFOS, BIBLIA, CANON)
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
«Canon» es el término ya técnico en los manuales bíblicos para indicar la lista oficial de los libros. De aquí los términos protocanónicos y deuterocanónicos, introducidos por Sixto de Siena(t 1569).
Los deuterocanónicos, cuyo reconocimiento por parte de la Iglesia como libros que tienen a Dios por autor no se hizo universalmente hasta que se superaron algunas incertidumbres surgidas en los siglos III-1V, son siete para el Antiguo Testamento y siete para el Nuevo. Del Antiguo Testamento son deuterocanónicos los libros siguientes: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 1.a y 2.A Macabeos; en el Nuevo Testamento son: la carta a los Hebreos, la carta de Santiago, la segunda carta de Pedro, la 2.A y 3.a carta de Juart, la carta de Judas y el Apocalipsis. Hay que añadir a ellos algunas perícopas veterotestamentarias: Est 10,4-16,24 (según la versión Vulgata), Dn 3,24-90; 13-14. La Iglesia recibió el catálogo de los libros del Antiguo Testamento de Jesús y de los apóstoles; sin embargo, tiene su importancia determinar cómo se formó el canon veterotestamentario judío y cómo lo aceptaron y transmitieron el mismo Jesús y los apóstoles.
Ladeterminación de los deuterocanónicos, a través de las citas de los Padres apostólicos y de los apologistas, es un acto de Magisterio y de fe de la misma Iglesia.
Desde finales del siglo 11 hasta finales del siglo y, nos encontramos en los Padres con un importante fenómeno doctrinal: algunos escritores negaron teóricamente la canonicidad de los deuterocartórticos del Antiguo Testamento. Recordemos en primer lugar a Melitón de Sardes (por el 170 d.C.), que, como refiere Eusebio (PG 20, 396), envió a un cierto obispo Onésimo un catálogo de los libros del Antiguo Testamento, en los que omitió el libro de Ester. En el siglo III, Orígenes (PG 11, 461) dice que los cristianos dudaban de Un pasaje de Daniel, que no estaba en el canon hebreo, mientras que los «judíos» rechazaban el libro de Tobías. En el Peri archón 4. 33 (PG 11, 407 B) distingue también Orígenes entre los libros reconocidos por todos y los que no todos aceptan. Principalmente en el siglo rv aumentan y se propagan las dudas. Entre los Padres orientales podemos recordar a Cirilo de Jerusalén, Atanasio, Epifanio y Gregorio Nacianceno; en Occidente tenemos a Hilario de Poitiers, que se inspira en Orígenes. Finalmente, en el siglo y tenemos al autor de los Canones apostolorum -obra que generalmente se coloca todavía a finales del siglo anterior (cf. F. X. Funk, Didascalia et constitutiones Apostolorum, 1, Paderbom 1905, 5091)-, al Pseudo-Dionisio, a Rufino y a Jerónimo. San Jerónimo merece una especial atención por su opinión personal dudosa y contraria a contar a los deuterocanónicos entre los libros reconocidos por la Iglesia (en el año 390, en el Prologus in libros Samuel et Malachiam: PL 28, 552-558).
La singularidad del testimonio de san Jerónimo nos permite recoger sintéticamente las razones de estas incertidumbres y de las dudas que tuvieron los mencionados Padres de estos tres siglos. Entre esas razones podemos citar: la polémica con los judíos, en la que los Padres Y particularmente los apologistas tenían que prescindir en sus escritos de los deuterocanónicos, que no admitían los adversarios; el temor de que los libros apócrifos entrasen en el canon y que hacía que en ciertos casos los Padres casi llegaran a identificar a los libros deuterocanónicos con los libros apócrifos; la falta de una definición eclesiástica que sirviera de orientación para todos los cristianos.
Para el Nuevo Testamento en particular hay que recordar la dificultad y la escasez de comunicación entre las diversas Iglesias locales, la difusión de libros apócrifos, la misma falta de una definición por parte del Magisterio eclesial. Además, hay otras causas concretas típicas para los libros deuterocanónicos neotestamentarios, como la brevedad y la importancia doctrinal irrelevante- de algunos escritos (cf. 2 y 3 Juan, Judas) y el abuso que algunas sectas heréticas hacían, sobre todo de Hebreos (los novacianos y montanistas se referían a 6,4-6 para négar la posibilidad de la reconciliación de los apóstatas: los arrianos citaban 3,2 y los milenaristas apelaban al texto de Ap 20,46). Para la carta de Santiago estaba el temor de que fuera falsa, mientras que la carta de Judas parecía querer exaltar el libro apócrifo de Henoc (Jds 14; cf Jerónimo, De viris illustribus, 2: PL 23, 646).
Nos parece superfluo recordar que muchos Padres y escritores eran favorables a los deuterocanónicos; hay otros que, aunque no los citan a todos, no manifiestan ninguna duda o perplejidad.
Después de la segunda mitad del siglo y se da una plena unanimidad entre los Padres y los escritores eclesiásticos, La Palabra de Dios escrita está cuantitativamente bien objetivada en su materialidad.
L. Pacomio
Bibl.: A. Paul, La inspiración y el canon de las Escrituras, Verbo Divino, Estella 1985; J M. Sánchez Caro, El canon de la Biblia, en A. M. Artola – J M, Sánchez Caro, Introducción al estudio de la Biblia, 11. Biblia y Palabra de Dios, Verbo Divino, Estella 41995, 59135; P. Neuenzeit, Canon bíblico y su história, en SM, 1, 636-645.
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico