(soma, kephalé, melos)
El uso eclesiológico de estos tres términos es exclusivamente paulino y, como tal, no tiene ningún antecedente en los Setenta. La comparación de un conjunto ordenado con la imagen del cuerpo (soma) era familiar a los griegos (ya en Platón, «el cuerpo del kosmos»); en los estoicos constituye una verdadera analogía cosmológica.
La primera Carta a los Corintios compara la unidad de los bautizados con la de un cuerpo. La dimensión teológica de esta unidad se indica por su relación con la pertenencia bautismal a Cristo (1 Cor 12,13). Si se trata de apurar la comparación diciendo que los bautizados son miembros unos de otros (1 Cor 12,27), la teología la atraviesa de nuevo para precisar que son cuerpo de Cristo (Ibíd.). La ausencia de artículo mantiene a «cuerpo», más allá de la elaboración teológica, en términos de «misterio», como ocurrirá en las cartas de la cautividad.
En 1 Cor, «cuerpo» recibe su consistencia teológica de la eucaristía. Como son parte de un mismo y único pan, los bautizados son un solo y mismo cuerpo (10,17). Según la tradición paulina. Cristo dijo de este pan: Esto es mi cuerpo por vosotros (11,24). Este «por vosotros» del paso a la gloria a través de la muerte es lo que une en cuerpo de Cristo (12,27) a los que celebran la eucaristía. Si «cuerpo» significa ante todo la existencia concreta del bautizado (cf. Rom 12,1), «cuerpo de Cristo» es apto para significar la existencia concreta de la comunidad de los bautizados en la unidad de su pertenencia a Cristo.
En su teología de la relación Cristo-Iglesia, las cartas de la cautividad organizan e interpretan de forma profundamente nueva los términos de «cuerpo», de «cabeza» y de «miembro». Más elaborada y más coherente que la teología de Colo-senses, la de Efesios quedará solamente esbozada. «Cabeza» no es simplemente, como en 1 Cor 12,21, una parte más del cuerpo entre las otras; y «cuerpo» no es ya un todo para significar metafóricamente la unidad de los bautizados en Cristo. En Efesios, esta unidad tiene por principio a Cristo, cabeza de la Iglesia que es su cuerpo (5,23). «Cabeza» significa no tanto la superioridad de Cristo respecto a la Iglesia, como la dependencia de ésta respecto a su principio de unidad y de vida.
Los bautizados son siempre miembros los unos de los otros (Ef 4,25), pero siendo miembros de un cuerpo cuya cabeza es Cristo (Ef 5,10). Gn 2,24 permite evocar el amor con que Cristo se entregó por la Iglesia (Ef 5,25) en términos de desposorio. El amor que sienten los hombres por sus propias mujeres, como si fueran sus propios cuerpos, siendo una sola carne con ellas (Ef 5,28), no es más que el reflejo del «misterio» manifestado en la unión de Cristo y de la Iglesia. En Cristo se ha manifestado el designio de salvación oculto en la Sabiduría divina: Cristo comunica a su cuerpo, que es la Iglesia, la plenitud (pleróma) de Dios, que habita en él (Ef 1,23; 3,19; 4,13).
M. G.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas