(-> lecturas bíblicas, métodos, formas, redacción, estructuralismo). La palabra crítica, del griego krinein, juzgar, toma actualmente el significado general de investigación, estudio científico, y, en ese sentido, se distingue de los métodos exegéticos antiguos, más vinculados a un tipo de estudio asociativo y alegórico de los textos, tal como aparece en la exégesis rabínica y en la elaboración cristiana de los sentidos* de la Biblia. Estrictamente hablando, la crítica bíblica se ha desarrollado en Europa y en el mundo occidental a partir de la aplicación de las diversas ciencias al estudio de los libros sagrados, sobre todo desde la Ilustración. Siguiendo los modelos de las tres críticas de Kant (sobre el pensamiento puro, sobre la actividad práctica y sobre la estética), los investigadores han querido penetrar en los textos bíblicos, para discernir y valorar su contenido histórico y práctico, utilizando con ese fin los diversos métodos y formas de la ciencia y del razonamiento humano.
(1) Estudio histórico-literario. Este tipo de estudio se ha desarrollado fundamentalmente a lo largo del siglo XIX, aplicándose de un modo especial al Pentateuco (donde ha puesto de re lieve la posible existencia de estratos o documentos previos: J, E, D, P) y a los evangelios (donde ha formulado algunas hipótesis muy significativas sobre la relación entre los sinópticos). En esta línea de investigación han venido dominando unos supuestos históricos de tipo evolutivo (lo más complicado proviene de lo más simple) y de carácter literario (se ha supuesto que la Biblia ha surgido a través de un despliegue y desarrollo de textos, que se han ido juntando y desarrollando). Si tomamos como ejemplo los evangelios, este tipo de crítica suele entender la formación de los textos actuales como sigue: al comienzo había pequeñas unidades (breves sentencias y relatos cortos, desligados entre sí) que, a través de fusiones y reforzamientos sucesivos, han ido convirtiéndose en conjuntos literarios o temáticos más amplios y complejos. Partiendo de ese presupuesto y aplicando unos métodos de análisis muy finos, los críticos de esta escuela histórico-literaria fijaron con bastante nitidez los momentos de la génesis y evolución eclesial de las diversas tradiciones de Jesús, atreviéndose a delimitar las unidades subyacentes en el fondo de los textos actuales. Algunas de las viejas formas de entender ese proceso de avance evangélico ya han sido superadas. Sin embargo, muchos elementos del método se emplean todavía y nos parecen confirmados, como aspectos de un primer acercamiento científico al estudio de los textos, distinguiendo matices y momentos en su crecimiento. Desde esta perspectiva, los críticos han fijado los rasgos y la importancia creadora de la primera comunidad judeopalestina, de las comunidades judeohelenistas y de la iglesia posterior de tipo pagano-helenista, en un proceso que ocupa los cien primeros años de la historia cristiana. Situados dentro de ese gran proceso de la Iglesia, los evangelios conservan elementos que han sido precisados en diversos tiempos y lugares, ofreciendo así maneras diferentes de entender al Cristo. Dando un paso más, con la ayuda de este método ha sido posible distinguir, al menos hipotéticamente, diversos documentos escritos, es decir, unos textos antiguos que se encuentran asumidos y reelaborados por nuestros evangelios actuales: la primera redacción de Mt, un posible Proto-Mc, Q o la fuente de los logia de Jesús… Un análisis de este tipo sigue siendo primordial en nuestro estudio de los evangelios, tanto en perspectiva histórica (etapas de despliegue de los textos actuales) como en perspectiva literaria (fijación y distinción de documentos previos). Algo semejante sucede en el estudio de las tradiciones y posibles documentos (J, E, D, P) que se pueden encontrar en el fondo del Pentateuco, aunque en este campo no se ha logrado todavía un consenso general entre los investigadores: algunos defienden la existencia de documentos antiguos (el J o Yahvista sería del siglo IX a.C.); otros, en cambio, afirman que no se puede hablar de documentos, sino de tradiciones (sobre todo la deuteronomista y la sacerdotal) que han sido fijadas en tiempos relativamente tardíos.
Cf. L. ALONSO SCHí“KEL, La palabra inspirada. La Biblia a la luz de la ciencia del lenguaje, Cristiandad, Madrid 1985; A. ARTOLA, De la revelación a la inspiración, Monografías, Verbo Divino, Estella 1983; J. P. GRELOT, La Biblia, palabra de Dios, Herder, Barcelona 1968; V. MANNUCCI, La Biblia como palabra de Dios, Desclée de Brouwer, Bilbao 1985; J. TREBOLLE, La Biblia judía y la Biblia cristiana. Introducción a la historia de la Biblia, Trotta, Madrid 1998. (2) Historia de las formas*. La crítica de las formas (Fonngeschichte) ha significado un avance decisivo dentro del campo de la crítica histórico-literaria. Comenzó a principios del siglo XX, por influjo de los nuevos estudios sociales y por el descubrimiento del sentido y función de las pequeñas unidades literarias del Pentateuco y de los evangelios, en los que nos fijaremos de un modo especial. Las antiguas hipótesis históricas dejaban lagunas en el estudio de las tradiciones de Jesús y en el proceso de la historia primitiva. Insuficiente se mostraba también la aportación de los llamados documentos previos (Q, Proto-Mt, Me, etc.). Era preciso utilizar unos supuestos históricos de tipo más preciso. En esa línea, los evangelios se empezaron a tomar como expresión de la creatividad de unas comunidades cristianas que, asumiendo las aportaciones de un Jesús más o menos lejano pero siempre activo y creador, iban formando y conformando ese recuerdo en pequeñas unidades (formas), empleadas en la misión, la catcquesis o la misma liturgia de la Iglesia. Por eso, el método empezó a llamarse historia de las formas, pues estudiaba, organizaba de manera progresiva y valoraba las diversas unidades religiosoliterarias que se encuentran en la base de los actuales evangelios, distinguiendo así apotegmas, sentencias sapienciales, reglas de vida, anuncios escatológicos, palabras proféticas, parábolas, relatos de milagros, etc. Por medio de esas unidades, empleadas en la predicación, el culto o la enseñanza, los cristianos reflejaban su experiencia de Jesús y la expresaban de manera creadora ante los hombres de su tiempo. Estos presupuestos se expresaron y aplicaron a través de unos métodos de investigación que fueron definidos básicamente por H. Gunkel (1862-1923), M. Dibelius (1883-1947) y R. Bultmann (1884-1976), que fueron capaces de trazar unas líneas de continuidad y un orden de conjunto dentro del gran mundo de los redactores del Pentateuco (Gunkel) y de los transmisores del Evangelio en la Iglesia primitiva (Dibelius, Bultmann). Apelaron para eso a la multiplicidad creadora de las comunidades antiguas, que vinieron a mostrarse como verdaderas forjadoras de los evangelios. En esta línea, para seguir insistiendo en los temas del cristianismo primitivo, la figura de Jesús seguía situándose en el origen y en el fondo de la historia de los evangelios, pero acabó corriendo el riesgo de difuminarse o diluirse bajo el peso de las tradiciones posteriores. Más que como testimonio y actualidad pascual de la historia de Jesús, el Evangelio venía a presentarse como signo y resultado de la vida y la misión de las comunidades cristianas primitivas. Por eso, ha sido lógico que algunos investigadores más recientes hayan protestado, buscando los rasgos básicos del Jesús* de la historia, en el fondo de las tradiciones evangélicas.
Cf. M. DIBELIUS, La historia de las formas evangélicas, Edicep, Valencia 1984: R. BULTMANN, Historia de la tradición sinóptica, Sígueme, Salamanca 1999. (3) Historia de la redacción. A partir de los años 50 del siglo XX, por agotamiento de la misma crítica formal y por urgencias de la nueva investigación teológico-literaria, ha venido a desarrollarse un nuevo método que pone de relieve la actuación creadora de los re dactores de los evangelios (y de los autores de los libros básicos del Antiguo Testamento). A juicio de esta nueva perspectiva, Marcos y Mateo, Lucas y Juan eran más que unos sencillos recopiladores de unidades o formas literarias precedentes. Ellos fueron escritores: verdaderos creadores que, partiendo de unos datos previos, en parte ya fijados por la misma historia de Jesús y por la historia de la tradición comunitaria, crearon unas obras literarias nuevas, de un estilo (o género) que era aún desconocido, suscitando así los evangelios. Los evangelios son escritos peculiares donde el mensaje y vida de Jesús, que aparecía como disperso (quizá difuminado) en las pequeñas unidades anteriores (de la historia de las formas), viene a perfilarse a modo de conjunto, como una buena nueva de salvación para los hombres. Destacando ese nivel, los investigadores de la historia de la redacción han puesto de relieve algo que nosotros juzgamos muy importante: la misma presentación del camino y de la vida de Jesús hizo necesario el surgimiento y despliegue de una forma de literatura nueva que llamamos evangelio. El evangelio es un escrito de recuerdo que traduce y actualiza el camino de Jesús, presentándolo a manera de historia salvadora y de presencia de Dios entre los hombres. Pero el evangelio es también un escrito de acción, de exigencia, una llamada al compromiso de los fieles en el seguimiento de Jesús, dentro de la Iglesia. Para escribirlos era necesaria la experiencia creyente de la misma Iglesia. Pero, al mismo tiempo, resultaba imprescindible la creatividad de unos redactores que fijaran de manera unitaria su visión total de Jesucristo en cada uno de los evangelios. Así lo han destacado autores muy representativos, católicos y protestantes.
Cf. H. CONZELMANN, El centro del tiempo. La teología de Lucas, Fax, Madrid 1974; W. MARXSEN, El evangelista Marcos. Estudio sobre la historia de la redacción del evangelio, Sígueme, Salamanca 1981; W. TRILLING, El verdadero Israel. La teología de Mateo, Actualidad Bíblica, Fax, Madrid 1974. (4) Estudio estructural y narratológico (estructuralismo*, narratología*). Tomando como evidente la función de los redactores, muchos críticos del último tercio del siglo XX han destacado más la importancia de la estructura formal de los evangelios como escritos de literatura. Está surgiendo así un estudio nuevo de los textos donde se acentúa la unidad y sentido de los libros (su significado) partiendo del estudio de sus significantes. Basándonos en esos presupuestos y de forma puramente indicativa distinguimos dos modelos de lectura estructural. (a) Hay un modelo más estructural, que es propio de aquellos que resaltan la unidad formal del texto evangélico, partiendo de eso que pudiéramos llamar significantes literarios, de tipo estilístico y verbal, como pueden ser las palabras repetidas, las inclusiones, las rupturas textuales, los quiasmos, etc. De ese modo consiguen precisar mejor las claves de unidad del mismo texto que viene a presentarse en forma de conjunto dotado de sentido. Sólo dentro de ese conjunto pueden entenderse cada una de sus partes. Eso significa que el conjunto del texto forma un tipo de unidad en la que puede ponerse de relieve el aspecto narrativo o discursivo, pero destacando siempre la conexiones formales de sus diversos significantes. Se supone así que el redactor posee unas ideas y quiere transmitirlas, de manera ordenada, en forma de conjunto significativo. La labor del crítico consiste en descubrir y explicitar el orden y sentido interior de ese conjunto. Desde esa perspectiva el evangelio puede presentarse como texto progresivo (las ideas se explicitan a medida que avanzan), como texto circular (las ideas retoman una y otra vez) o como un conjunto ondulatorio (se van modulando), etc. Evidentemente, en esta línea se destaca el aspecto más teórico (teológico) del texto, concebido como documento significativo para un gmpo de creyentes. El análisis estructural ha puesto de relieve las referencias formales y discursivas del texto, (b) Hay un método más narratológico. Pero sucede que muchos textos de la Biblia son narraciones y, por eso, la última exégesis ha tenido que elaborar unos métodos más finos de narratología. Eso significa que los textos bíblicos deben estudiarse con los métodos y técnicas que suelen emplearse al estudiar los libros narrativos, lo mismo que otros textos más cercanos a la creatividad literaria (parábolas, himnos, historias de milagros, etc.). Habrá que precisar los simbolismos poéticos, los ritmos de la acción, el papel de los agentes, sus funciones a lo largo del conjunto, etc. La crítica bíblica había estado en manos de personas con formación teórica, de tipo filosófico y teológico; por eso habían puesto más de relieve los aspectos ideológicos del texto. Pero sucede que los autores de la Biblia han sido, sobre todo, narradores, de manera que para comprender lo que ellos quieren decir hay que tener más en cuenta los métodos narrativos, que han sido más elaborados en el campo de los estudios literarios.
Cf. J. BARTON (ed.), La interpretación bíblica, Sal Terrae, Santander 2001; C. CHABROL y L. MARíN, Semiótica narrativa: relatos bíblicos, Narcea, Madrid 1979; GRUPO DE ENTREVERNES, Signos y parábolas. Semiótica y texto bíblico, Cristiandad, Madrid 1979; V. MORLA, La Biblia por dentro y por fuera. Literatura y exégesis, Verbo Divino, Estella 2004; M. NAVARRO, Cuando la Biblia cuenta: claves de la narrativa bíblica, SM, Madrid 2003.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
es la aplicación a los escritos bíblicos de ciertas técnicas que se usan en el examen de muchos tipos de literatura con el fin de establecer, hasta donde sea posible, su forma original, el modo y la fecha de su composición, sus fuentes, autores, y demás.
I. La crítica textual
Crítica textual es la disciplina por la que se intenta determinar la redacción original de un documento en los casos en que el mismo ha sido modificado al ser copiado repetidas veces. Hasta con los métodos modernos de impresión, en los que repetidas lecturas de las pruebas por vanos correctores reducen a un mínimo las posibilidades de error, no es muy frecuente que el trabajo impreso reproduzca la copia original hasta en los menores detalles. Era mucho más fácil todavía que se deslizaran errores en las copias antes de la invención de la imprenta, cuando cada copia tenía que escribirse a mano. Cuando se cuenta con la copia autógrafa del autor, los errores del copista pueden corregirse comparando con el original. Cuando ha desaparecido la copia autógrafa, sin embargo, y las copias que existen difieren entre sí en diversos detalles, la redacción original sólo puede reconstruirse mediante el estudio cuidadoso y la comparación de dichas copias. Se deben tener en cuenta los hábitos de trabajo de tal o cual copista, y el grado de alejamiento o proximidad en el tiempo de tal o cual copia con respecto al original. Deben tenerse en cuenta, también, los tipos de errores más comunes que se cometen. La crítica textual no es una técnica que pueda aprenderse de un día para el otro; la pericia correspondiente se adquiere tras largos estudios y mucha práctica, aun cuando algunos expertos parecen tener además una habilidad especial para adivinar el texto original, incluso cuando las copias de que se dispone se han corrompido hasta un grado casi desesperante.
Como no existe ningún autógrafo o documento original (“protógrafo”) de ningún libro de la Biblia, la crítica textual representa un papel importante en el estudio de la misma. El material sobre el que trabajan los críticos textuales de la Biblia incluye no sólo copias manuscritas de los libros que la componen, en sus lenguas originales, sino también traducciones antiguas a otras lenguas, y transcripciones de trozos bíblicos hechas por autores antiguos. En vista de que es importante contar con un texto fidedigno antes de proceder a estudios posteriores, a la crítica textual solía llamársela “baja crítica”, como si ella representase el nivel más bajo y primario en la estructura del examen crítico. Para mayores detalles acerca de la crítica textual bíblica, véase * Textos y Versiones.
II. La crítica literaria
Para distinguirla de la crítica textual o “baja”, a la crítica literaria de los documentos se la llamaba anteriormente “alta” crítica, porque representaba los niveles superiores de la estructura crítica, que no podía encararse mientras no se hubiesen puesto en orden los niveles inferiores planteados por la crítica textual. La expresión “alta crítica” se aplicó a la literatura bíblica por primera vez por J. G. Eichhorn, en el prefacio a la segunda edición de su Old Testament Introduction (1787): “Me he visto obligado a dedicar la mayor parte del esfuerzo a un campo hasta aquí enteramente desatendido, o sea la investigación de la constitución interna de los libros individuales del AT con el auxilio de la alta crítica, nombre que no es nuevo para ningún humanista.” Por “constitución interna” de un libro quería decir su estructura, incluyendo el estudio de las fuentes usadas por su autor, y la forma en que dichas fuentes fueron utilizadas o combinadas por él. Este último aspecto de dichos estudios se denomina comúnmente “crítica de las fuentes”. La crítica literaria de los documentos incluye también asuntos tales como la determinación de fecha y autor.
La crítica de las fuentes puede llevarse a cabo con mayor certidumbre cuando la fuente documental de una obra posterior todavía existe a la par de la obra que se valió de ella. En el AT esta es la situación que se da con respecto a los libros de Crónicas. Lugar prominente entre las fuentes del Cronista ocupan los libros de Samuel y de Reyes, y como estos últimos todavía existen podemos arribar a conclusiones bastante claras acerca del uso que de ellos hizo el Cronista. En el NT, se cree generalmente que el Evangelio de Marcos fue la fuente principal de los otros dos evangelios sinópticos; aquí, también, la fuente permanece al lado de las obras posteriores que incorporaron buena parte de su material, de modo que podemos estudiar la forma en que Mateo y Lucas usaron el material de Marcos.
Donde ya no existen las fuentes, la crítica se torna mucho más precaria. Si, por ejemplo, nuestros cuatro evangelios en su forma independiente hubiesen desaparecido, y tuviésemos que depender del Diatesarón de Taciano (compilación del ss. II que desarmó el contenido de los evangelios y los entretejió para formar un relato continuo), hubiera sido imposible reconstruirlos basándonos en él. Por cierto que podríamos darnos cuenta de que el Diatesarón no es una obra unitaria, y quizás no fuera difícil distinguir entre el material joanino y el de los sinópticos incorporados en el mismo; pero nos resultaría imposible reconstruir los tres relatos sinópticos, tanto más por el hecho de que una proporción considerable del material es común a los tres, o a dos de ellos. De esta naturaleza es la situación con la que nos enfrentamos al considerar la crítica de las fuentes en relación con el Pentateuco. En general hay acuerdo en que una cantidad de fuentes sirvieron de base al Pentateuco que nos ha llegado, pero cuáles puedan ser esas fuentes, cuáles puedan ser las fechas de composición de las mismas, y las relaciones que puedan existir entre ellas, y cómo y cuándo fueron utilizadas en la composición final del Pentateuco: estas son todas cuestiones en las que los eruditos no se ponen de acuerdo, y menos hoy que al comienzo del ss. XX.
Los criterios para fijarle fecha a una obra antigua son en parte internos, y en parte externos. Si alude a una obra o es citada por una autoridad digna de confianza y de fecha conocida, llegamos a la conclusión de que dicha obra tiene que haber sido compuesta anteriormente. Puede referirse a acontecimientos a los que se les puede asigar fecha sobre la base de otros documentos; así, algunas partes del AT pueden fecharse porque hacen referencia a personas o incidentes de la historia egipcia o mesopotámica. Desde luego que la fecha puede aparecer en la misma obra; así, algunos de los libros proféticos del AT indican el año preciso en que se dio a conocer tal o cual oráculo, o el reinado o los reinados en que profetizó un profeta determinado. Siendo que el antiguo Cercano Oriente se viene reconstruyendo en forma crecientemente detallada, se hace cada vez más factible ubicar una obra antigua en el marco histórico que le corresponde.
Sin embargo, el elemento predictivo en la profecía bíblica requiere cierta modificación de los criterios comunes de fechamiento. Interpretar todas las predicciones cumplidas como vaticina ex eventu es metodología acrítica. Cuando intentamos fechar una pieza genuina de profecía predictiva, la consideraremos como anterior a los hechos que predice, pero no anterior a aquellos hechos a que se refiere como ya producidos, o que presupone como fondo histórico. Sobre esta base deberíamos fechar la profecía de Nahúm antes de la caída de Nínive en el 612 a.C., por cuanto la predice, pero después de la caída de Tebas en el 663 a.C., a la que se refiere como un acontecimiento pasado (Nah. 3.8s). La ubicación precisa de dicha profecía dentro de ese medio siglo ha de decidirse mediante un cuidadoso examen de la redacción del texto, y de un cálculo de probabilidades.
Para la crítica literaria del AT resulta fundamental la crítica del *Pentateuco. La historia moderna y sostenida de la crítica del Pentateuco comienza con la obra de H. B. Witter (1711) y J. Astruc (1753), quienes distinguieron dos fuentes documentales en la primera parte del Pentateuco, utilizando como criterio el empleo alternado de los nombres divinos Yahvéh y ˒êlōhı̂m. J. G. Eichhorn (1780) correlacionó las variaciones estilísticas con el análisis basado en la distribución de los nombres divinos. A esta etapa preliminar en el desenvolvimiento de la crítica de las fuentes siguió el análisis del Pentateuco en un gran número de unidades más pequeñas (A Geddes, 1792, y J. S. Vater, 1802–05). Esto, a su vez, fue seguido por la “hipótesis complementaria” (H. Ewald, 1843), que concebía un documento básico (el “elohísta”), complementado por unos cuantos documentos más breves. H. Hupfeld (1853) distinguió dos fuentes independientes, que empleaban ambas el nombre divino ˒êlōhı̂m en Génesis (las fuentes posteriormente conocidas como
Al análisis puramente literario una nueva generación de críticos (notablemente J. Wellhausen, 1876–77) le agregó un criterio nuevo. Las fuentes documentales fueron correlacionadas con la historia religiosa de Israel de un modo tan persuasivo que por mucho tiempo la construcción wellhauseniana conquistó a una mayoría de los eruditos veterotestamentarios. El conocimiento vastamente ampliado de la historia religiosa y literaria del Cercano Oriente, especialmente para el período 2000–800 a.C., ha puesto ahora al descubierto en forma creciente las debilidades del wellhausenismo, pero de las construcciones rivales que se han propuesto ninguna ha recibido la medida de aceptación que en su momento tuvo el wellhausenismo. El interés ha girado de las fuentes literarias hacia la ininterrumpida historia de la tradición creciente en la vida de Israel.
En lo que respecta al NT, un problema crítico dominante en el estudio de los evangelios ha sido la interrelación de los evangelios sinópticos. Aquí el paso progresivo más notable lo dio C. Lachmann (1835) cuando argumentó que Marcos era el más antiguo de los sinópticos y que sirvió de fuente a los otros dos. La crítica de las fuentes en relación con el cuarto evangelio (cf. R. Bultmann,
La escuela de Tubinga iniciada por F. C. Baur (1831) y sus colegas correlacionó las epístolas paulinas con la historia primitiva de la iglesia, interpretada siguiendo líneas similares a las que estableció Hegel en su filosofía de la historia. Pablo (de cuyas epístolas únicamente Romanos, 1 y 2 Corintios, y Gálatas se consideraban genuinas) aparecía en marcado contraste con el partido petrino judaizante con respecto al modo de la salvación; escritos neotestamentarios posteriores (principalmente Hechos) reflejan una síntesis de esas dos posiciones antagónicas. Más radical todavía fue la crítica de W. C. van Manen (1890), que consideraba que todas las epístolas paulinas eran seudoepigráficas. En general su posición fue rechazada; la posición de Tubinga ha sido sometida a severas críticas (en Inglaterra principalmente por J. B. Lightfoot, B. F. Westcott, y W. Sanday) y drásticas modificaciones, pero su influencia puede comprobarse hasta el día de hoy en los estudios neotestamentarios.
III. Crítica de las formas y de las tradiciones
Mientras que las principales escuelas de crítica de las fuentes bíblicas han sido predominantemente literarias en sus intereses, otras han insistido en la importancia de determinar la prehistoria oral de las fuentes escritas, y en clasificar el material de las fuentes según sus “formas” o categorías de narración, expresión, etc.
En el AT esta metodología ha dado resultados sumamente provechosos en el estudio de los *Salmos; su clasificación según sus tipos principales (Gattungen), especialmente por H. Gunkel (1904), en la que cada tipo se relaciona con un marco vital característico, ha contribuido más a la comprensión del salterio que cualquier otro método en el ss. XX.
De Escandinavia procede, en épocas más recientes, un desafio más radical a los principios básicos de la crítica veterotestamentaria clásica con el “método histórico-tradicional” de I. Engnell y la “escuela de Uppsala”. Este método acuerda mucho más lugar a la transmisión oral junto a las fuentes documentales, y realza la gran confiabilidad del material transmitido oralmente.
En el NT la crítica de las formas se ha aplicado intensamente a los evangelios a partir de 1919. Clasificando el material de los evangelios según su “forma” se ha intentado llegar más allá que las fuentes documentales postuladas, a fin de verificar el estado de la tradición en la etapa preliteraria. Tanto los relatos como los dichos se han clasificado según su “forma”; pero tales clasificaciones arrojan poca luz sobre la historicidad de los incidentes o de los dichos.
La asociación corriente de la crítica de las formas con una estimación muy escéptica en cuanto a la veracidad histórica de los evangelios se debe principalmente a la orientación teológica de muchos de los críticos formales, y no a la crírica formal en sí. Una buena proporción de la crítica de las formas ha procurado determinar el marco vital de las diversas unidades de la tradición de los evangelios, y dicho marco vital se descubre generalmente en el culto y el testimonio de la iglesia primitiva. Pero un marco vital de un tipo determinado en la iglesia primitiva no excluye necesariamente un marco vital original en el ministerio de Jesús. La crítica formal de los evangelios nos recuerda lo inadecuado que resulta el análisis literario solo, como medio para dar cuenta de su composición, y destaca el hecho de que ningún estrato de tradición evangélica, por más que retrocedamos en el tiempo en nuestras investigaciones, representa a ningún otro Jesús que no sea el Mesías divinamente comisionado, el Hijo de Dios.
Una de las tareas principales en la actualidad consiste en determinar por medios críticos, de ser posible, la continuidad entre la forma de la tradición más temprana que pueda obtenerse y el Jesús histórico.
IV. La crítica de la redacción
El autor de un libro de la Biblia puede haber recibido material transmitido por la tradición, pero no lo reproducía tal como lo recibía. No era un mero transmisor; era un autor con su propio marco vital y su propia perspectiva, y le daba forma a su material de conformidad con estos factores. El estudio de la contribución personal del autor a la composición de su obra es la tarea que le compete a la crítica de la redacción.
Por ejemplo, los libros de Josué, Jueces, Samuel, y Reyes contienen mucho material antiguo, parte de él prácticamente contemporáneo de los acontecimientos que describe. Pero estos libros, tal como los conocemos, constituyen un corpus histórico continuado, compilado bajo la influencia de la reforma de Josías y completado ca. 562 a.C. Además, buena parte de la tradición recogida por el Cronista ha sido preservada en forma separada en Samuel y en Reyes; también puede haber utilizado otras fuentes, de las que ya no disponemos. Pero en todo su material el autor dejó las marcas de su propio punto de vista. En forma semejante, en los evangelios podemos distinguir entre la tradición que recibieron los evangelistas (en muchos casos común a dos o más de ellos) y la obra distintiva de cada uno de los cuatro. Si a crítica de la tradición de los evangelios es en buena medida cuestión de “redescubrir la enseñanza de Jesús”, la crítica de la redacción tiene que ver con el “redescubrimiento de la enseñanza de los evangelistas”.
Bibliografía. K. Rahner, “Biblia”, Sacramentum mundi, t(t). I, 530–534.
W. R. Smith, The Old Testament in the Jewish Church², 1892; T. K. Cheyne, Founders of Old Testament Criticism, 1893; C. H. Dodd, New Testament Studies, 1953; id., More New Testament Studies, 1968; J. Knox, Criticism and Faith, 1953; P. E. Kahle, The Cairo Geniza², 1959; I. Engnell, “Methodological Aspects of Old Testament Study”,
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico
Contenido
- 1 Visión general
- 2 Historia
- 3 Antes del siglo XVIII
- 4 Desde el siglo dieciocho
- 5 Critica del Antiguo Testamento fuera de la Iglesia
- 6 La reacción contra la Critica
- 7 Critica del Nuevo Testamento fuera de la Iglesia
- 8 Los Evangelios Sinópticos
- 9 Los Hechos de los Apóstoles
- 10 Epístolas de S. Pablo
- 11 Los escritos de D. Juan
- 12 El Movimiento Crítico dentro de la Iglesia
- 13 Crítica del Antiguo Testamento.
- 14 Crítica del Nuevo Testamento
- 15 Fuentes
Visión general
La crítica bíblica en su más completa comprensión es el examen de los orígenes literarios y valores históricos de los libros que componen la Biblia, junto con el estado en que están en el presente.
Puesto que las sagradas escrituras no shan llegado en gran variedad de copias y versiones antiguas, que muestras más o menos divergencias en los textos, la crítica bíblica, llamada textual o más baja, tiene como finalidad estudiar estos documentos para llegar al texto más puro posible de los libros sagrados.
El nombre “Alta Crítica” la empleó por primera vez el especialista bíblico alemán por Eichhorn, en la segunda edición de su “Einleitung” (Introducción) que apareció en 1787. No es, como supusieron algunos, una denominación arrogante, como si asumiera una sabiduría superior, pero ha llegado a usarse porque este tipo de crítica trata de los aspectos más universales de la Biblia, es decir, la autoría, fecha, composición y autoridad de libros completos o grandes secciones, para distinguirla de la discusión de minucias textuales que es el campo de la crítica baja o textual (ver el artículo CRITICA TEXTUAL)
Tomada en este sentido limitado, la crítica bíblica, a la luz de las modernas ciencias filológicas, históricas y arqueológicas y de métodos de desarrollo reciente, somete a severas pruebas las posturas tradicionalmente aceptadas y tradicionales sobre la autoría humana, el tiempo y manera de la composición de los libros sagrados y hace distinciones sobre su valor histórico.
Para alcanzar los resultados da más valor a las pruebas internas de los libros que en las tradiciones externas o testimonios y su innegable efecto es en gran medida la depreciación de la tradición de manera que hay una clara línea divisoria entre los exégetas críticos y los de la escuela tradicional. En el proceso que lleva a los críticos a sus conclusiones hay divergencia de actitud hacia lo sobrenatural en las sagradas escrituras. Los del ala racionalista ignoran, y tácitamente niegan, la inspiración en el sentido teológico del término y si preocupaciones doctrinales, excepto animosidad hacia lo sobrenatural, proceden a aplicar los tests críticos a la Escritura de la misma manera que se aplica a las producciones humanas.
Los críticos moderados de procedencia protestante – escuela dominante en Gran Bretaña – mantiene la inspiración y revelación pero con una libertad incompatible con la ortodoxia católica. Los críticos bíblicos católicos mientras que admiten como postulados la inspiración plenaria y la inerrancia de la Sagrada Escritura, admiten en gran medida las conclusiones históricas y literarias a las que llegan los no-católicos que trabajan en estos campos y mantiene que no están excluidas por la fe católica.. Con excepción del Abbé Loisy y sus seguidores, ningún investigador católico ha reclamado autonomía o completa independencia para la crítica, porque todos tienen en cuenta el principio de que no se puede valida y puede que ni legalmente contradecir las enseñanzas dogmáticas establecidas en la doctrina de la Iglesia. Los investigadores cristianos insisten en que una crítica reverente entra dentro de su derecho está dentro de su derecho a comprobar los elementos que entran en los aspectos humanos de la Biblia, como medios para entender mejor la palabra escrita, puesto que las partes componentes recibieron su forma de hombres que vivían en ciertos ambientes históricos y bajo las limitaciones de su época y lugar y más aún, la inspiración no renuencia al esfuerzo de los métodos y conocimientos humanos de la composición literaria ( Ver INSPIRACION).
La Alta Critica puede ser llamada ciencia, aunque su proceso y resultados no admitan las sutilezas del control y demostración, ya que sus principios son más de orden moral-psicológico. De aquí que las conclusiones, hasta en las circunstancias más favorables, no tienen a más fuerza que la que surge de la convergencia de probabilidades, produciendo una convicción moral.
Mientras que se ha intentado para elaborar un sistema de normas para la alta crítica, no se ha definido, ni probablemente se haga, un código de principios y reglas estrictamente definido y generalmente aceptado. Algunos principios generales, sin embargo son aceptados por los críticos. Uno de los fundamentales es que la obra literaria siempre refleja la impronta de la edad y del ambiente en el que se produjo; otro, es que la pluralidad de autores se demuestra por las diferencias de dicción y estilo bien marcadas, al menos cuando coinciden con distinciones en los puntos de vista o discrepancias en el doble tratamiento del mismo tema; y un tercer principio mantiene la disimilitud radical entre los métodos semíticos de composición antiguos y los modernos occidentales o arios.
Historia
Antes del siglo XVIII
Los primeros escritores eclesiásticos no eran conscientes de casi ninguno de los problemas que ha suscitado la crítica. Su atención estaba concentrada en el contenido teológico y en la autoridad de la Escritura, mirando casi exclusivamente a la parte teológica, consideraban sin importancia las cuestiones sobre el autor, fecha de composición, aceptando sin reservas las tradiciones tales como fueron trasmitidas por el judaísmo y la iglesia, teniendo en cuenta que el mismo Cristo había dado a varias de estas tradiciones su confirmación suprema.
Respecto Nuevo Testamento, la tradición fue el factor determinante. Como excepciones podemos anotar que Orígenes excluyó, en parte por evidencia interna, que S. Pablo difícilmente pudo escribir la Epístola a los Hebreos y que su discípulo Dionisio aportó adujo bases lingüísticas para rechazar el Apocalipsis como obra de S. Juan.
Los Padres vieron en cada frase de la Escritura un preñado oráculo divino. Las aparentes contradicciones y otras dificultades se solucionaban teniendo en cuenta las posibles imperfecciones humanas. Solo unos pocos y asilados pasajes de S. Jerónimo, en cuanto tales, parecen apuntar en esa dirección, en conexión con la historia. Excepto sobre la conservación del texto sagrado nada permitía emitir una crítica sobre la Biblia en tiempos de los Padres y esto se aplica también al período escolástico.
Ni siquiera el espíritu humanista que precedió la Reforma dio impulso al espíritu crítico más allá de promover el estudio de la Escritura en los idiomas originales. Y no fue un reformador humanista, sino algo más errático, Carlstadio, quien rompió en primer lugar con la tradición sobre la autoría de un libro inspirado declarando que Moisés no pudo haber escrito el Pentateuco, porque la narración de su muerte es del mismo estilo que el resto del libro. Aunque Carlstadio adujo un argumento crítico, no puede ser considerado como crítico. Hobbes (1651), Pereyre (1655), Espinosa (1670) atacaron la autoría mosaica pero incidentalmente, en obras en las una crítica sistemática no tiene lugar.
Richard Simon (1638-1712), un cura francés, fue el primero en someter las preguntas generales sobre al Biblia a un tratamiento comprensivo y metódico. Simón es el adelantado de la crítica bíblica moderna. La ampliación de las oportunidades para estudiar las lenguas orientales, una aguda y metódica mente, y también probablemente una reacción contra las rígidas posturas que dominaban a católicos y protestantes de su época fueron los factores que llevaron a que Simón produjera su primera gran obra «Histoire critique du Vieux Testament”, publicada en 1678. En ella llama la atención a las dobles narrativas y a las variaciones en el estilo del Pentateuco de lo que dedujo que , aparte de la parte legal, que Moisés mismo habría puesto por escrito, mucho del resto era obra de varios analistas inspirados, un grupo al que se deben los últimos libros históricos y que en las generaciones siguientes añadieron toques a las historias inspiradas de sus predecesores.
La teoría no sobrevivió a su autor pero el uso de pruebas internas que Simón utilizó de merece el título de padre e la crítica bíblica moderna. Su novedosa visión de los sobros mosaicos excitó condenas solamente y su obra crítica, siendo un esfuerzo aislado que no tuvo el apoyo de una escuela, solamente fue apreciado mucho después. La Alta Critica no se iba a desarrollar hasta mediado el siglo XVIII.
Pero hay que hacer una distinción cuando se aplica al Antiguo y al Nuevo Testamento. En ambos casos han seguido diferentes caminos. La crítica del A.T. se ha desarrollado a lo largo de las líneas de las investigación lingüística –histórica. Los prejuicios filosófico –religiosos se han dejado en a un lado. Pero con respecto al N.T., la crítica comenzó como un resultado de especulaciones filosóficas de carácter anti-cristiano y cuando es ejercida por los protestantes racionalistas y liberales, aun no se ha librado de esos principios apriori, aunque haya tendido a ser más positiva – es decir más genuinamente crítica – en sus métodos
Desde el siglo dieciocho
Critica del Antiguo Testamento fuera de la Iglesia
En 1753 Jean Astruc, un médico francés muy notable publicó un librito «Conjectures sur les mémoires originaux dont il paraît que Moïse s’est servi pour composer le livre de la Genèse», en el que conjeturaba, por el uso alternativo de los nombres de Dios en el Génesis hebreo, que Moisés había incorporado allí dos documentos preexistentes, uno de los cuales empleaba Elohim y el otro Jehovah. La idea no llamó la atención hasta que la tomó un investigador alemán, que sin embargo, dice que se le ocurrió a él independientemente. Era Johann Gottfried Eichhorn, el autor de la Introducción al A.T. publicada en 1780-83, que se distinguió por su vigor y acumen científico. Eichorn debía no poco a su amigo Herder, el notable littérateur alemán y ambos conjuntamente dieron origen al hábito de mirar el A.T. como una colección de literatura oriental cuyas diferentes partes deben ser leídas como los productos del genio semítico. Eichhorn desarrollo ampliamente las hipótesis de Astruc observando que las secciones Elohim y Jehová del Génesis tienen otras características y extendiendo el análisis a todo el Pentateuco. Pero el sabio alemán no era tan ortodoxo y convencido de la autoría mosaica como Astruc, puesto que le dejó al legislador hebreo solo un parte incierta de la obra.
Cuando Eichorn compuso su “Introducción” estaba algo influido por las posturas del librepensamiento que después aún se acentuaron. Su crítica, por consiguiente, tiene sus antecedentes no solo en la fértil conjetura de Astruc y la visión poética de Herder sobre la literatura oriental sino también por el racionalismo alemán del siglo XVIII. Este era el terreno natural en el que crecía y consiguió mucha nutrición de las ideas de los Deístas ingleses y de los Escépticos que florecían a finales del siglo XVII y en la primera parte del XVIII. Autores como Blunt (1654-93) y de los escritos del A. T. El punto de vista del orientalista alemán Reimarus era el de los Deístas ingleses. Todo el significado de su «Wolfenbüttel Fragments», (1774-78) es el antagonismo contra lo sobrenatural.
Lessing (1729-81), sin separase tan ofensivamente del camino de la ortodoxia defendió la mayor libertad de discusión en las cuestiones teológicas. Contemporáneo de Lessing era J. S. Semler, que rechazaba la inspiración, atribuía un carácter mítico a los episodios de los libros históricos del A.T y en paralelo a la filosofía de la religión de Lessing distinguía en la Escritura elementos de valor permanente y otros de valor transitorio y poco importante.
Eichhorn es el primer y típico representante de la moderna crítica bíblica, cuya hogar especial ha sido Alemania. El dio el primer impulso para el análisis literario de las Escrituras aplicándolo no solo al Pentateuco sino también a Isaías y otras partes del A.T. Fuera de Alemania los puntos de vista de Eichorn y su escuela no fueron muy seguidos.
Y sin embargo fue un cura católico de origen escocés, Alexander Geddes (1737-1802), quien introdujo una teoría sobre el origen del los Cinco Libros (a los que unió Josué) que excedía en atrevimiento tanto a Simón como a Eichorn. Fue la bien conocida hipótesis del “Fragmento”, que reducía el Pentateuco a una colección de secciones fragmentarias parte de origen mosaico, pero reunidos durante el reino de Salomón. La opinión de Geddes fue introducida en Alemania en 1805 por Vater. Para una información más extensa sobre el desarrollo de la crítica y el Pentateuco, ver arriba.
La Crítica Histórica de la Biblia comenzó con algunos ensayos del joven De Wette, publicados en 1805 – 07. De Wette añadió a las pruebas proporcionadas por el vocabulario y el estilo (es decir, las de la crítica literaria) argumentos sacados de la historia, contenidas en las narraciones sagradas mismas y en los descubrimientos de la investigación de los anticuarios. Rehusó encontrar otra cosa que leyendas y poesía en el Pentateuco, aunque concedía que había en un plan unificador y un desarrollo de acuerdo con su concepción de la historia de Israel, con lo que puso los fundamentos de la hipótesis principal de su época. Las ideas de De Wette proporcionaron también la base para la Hipótesis Suplementaria, sistematizada más tarde por Bleek y otros. Fue el primero en atacar el carácter histórico del libro de los Paralipómenos o Crónicas. Bleek (1793-1859), Ewald (1803-75), y los “Catholic Movers” (1806-56), aunque que seguían métodos críticos, se oponían a la pura crítica negativa de De Wette y su escuela, buscando salvar la autenticidad de alguno libros mosaicos y salmos davídicos, sacrificando la de los otros. Bleek revivió y atrajo la atención sobre la conclusión de Geddes de que el libro de Josué está en una cercana conexión con los cinco primero libros de la Biblia y por consiguiente la idea de un Haxateuco, u obra de seis libros, ha sido mantenida por exégetas avanzados. Hupfeld en 1853 halló cuatro, en vez de tres documentos en el Pentateuco, es decir el primero el Elohista, que comprendía la ley sacerdotal, un segundo Elohista (hasta entonces no sospechado por nadie excepto por el investigador Ilgen), El Yahvista y el Deuteronomista. A ninguno de ellos les atribuía origen mosaico. Con los puntos de vista de Hupfeld, comenzó a tomar cuerpo la idea de una gran fuente o Grundschrift, suplementada por otras más pequeñas, es decir comenzó a dejar paso a la hipótesis del “Documento”.
Mientras tanto , estas conclusiones tan subversivas de las antiguas tradiciones sobre los Cinco Libros hallaron la oposición contante de varios especialistas alemanes, entre los que sobresalen Ranke, Hävernick, Hengstenberg y Keil, entre los protestantes y Jahn, Hug, Herbst y Welte, entre los católicos. Estos al mismo tiempo que trataban de impedir que se desechara el testimonio de la tradición judía, se vieron obligados a usar los métodos de su adversarios pera defender los puntos de vista de la tradición. Estas cuestiones se agitaban solo en los países donde dominaba el protestantismo, entre ellos Inglaterra donde las tradiciones conservadores se habían atrincherado fuertemente.
La disección crítica de los libros se realiza entonces y ahora por la diversidad de vocabulario y estilo, por el fenómeno de las narraciones dobles sobre el mismo suceso que variaban unas de otras, se decía, hasta el punto de discrepar y por las diferencias de las concepciones religiosas. Los críticos apelaban para confirma este análisis literario a los libros históricos. Por ejemplo, Moisés no pudo crear una legislación ritual para un pueblo que vivía como nómada en el desierto, especialmente porque (dicen los críticos) no encontramos traza de su observancia en los primeros periodos de la vida de Israel ya asentado. Este y otros tests parecido se aplican a todos los libros del A, T y producen conclusiones que, si se siguen, modifican profundamente las creencias tradicionales sobre los autores e integridad de estas Escrituras y son incompatibles con cualquier noción estricta de su inerrancia.
El principio hegeliano de la evolución ha influido sin duda en la crítica alemana e indirectamente en la crítica bíblica en general. Aplicado a la religión, ha ayudado poderosamente a crear la tendencia a mirar la religión de Israel como resultado evolutivo de procesos que no transcienden la naturaleza, desde una adoración politeísta de los elementos a un monoteísmo ético espiritual. Esta teoría fue elaborada por primera vez por Abram Kuenen, un teólogo holandés en su «Religion of Israel» (1869-70). Sin esencial, está en armonía con la crítica del Pentateuco, a veces llamada “Hipótesis del desarrollo “pero más conocida como “Grafian”, aceptada por la gran parte de los eruditos no católicos. Hace del Pentateuco algo que ha surgido formado por piezas e interrelaciones de documentos de distintas épocas, de las que la más antigua es la Jahvista o J, que data del siglo nueve a.C. ; E, de Elohista, compuesto más tarde. Estos elementos son proféticos en su espíritu en la narrativa y en la materia; D, el código Deuteronomista que fue el órgano de la reforma profética bajo Josías y que apareció en 621 a.C ; P el gran documento que contiene el código sacerdotal redactado después del Exilio de Babilonia y es el resultado del formalismo sacerdotal y ritual que distinguía a la comunidad judía restaurada; data del siglo quinto a.C.
Esta ingeniosa y coherente hipótesis fue formulada por primera vez por E. Reuss de la universidad de Estrasburgo pero fue presentada en público muchos años después (1886) por su discípulo H. K. Graf. Fue hábilmente elaborada por Julius Wellhausen, profesor de Göttingen (en 1908) en obras publicadas en 1883 y 1889 («Prolegómenos a la Historia de Israel y «Composición del Hexateuco y los libros Históricos del A. T”), y que durante mucho tiempo dominó el tratamiento crítico del Hexateuco.
El cambio del Código Sacerdotal (antes llamado Primer Elohista) desde los antiguos a los más modernos tiempos, una características del sistema de Grafian, ha tenido un notable influencia el curso de la crítica del A. T en general y sobre todo respecto a los Paralipómenos. Ha invertido el orden cronológico de los elementos sacerdotales y proféticos de la mayor parte del A.T.
En las tierras de habla inglesa la crítica ha tardado en progresar y eso ha sido posible por la moderación de su portavoz allí. Entre estos semi-ortodoxos críticos el más sobresaliente era el profesor Driver de Oxford cuya «Introduction to the Literature of the Old Testament» apareció en 1891.
W. Robertson Smithen «The Old Testament and the Jewish Church» ya había presentado la hipótesis Grafian al mundo angloparlante. El resultado de la crítica británica conservadora se pueden ver en el “Diccionario e la Biblia “de Hastings, mientras que el ala radical está representada por la «Encyclopædia Biblica» editada por los profesores Cheyne y Black.
In America la mayoría de las conclusiones de la crítica alemana han tenido defensores en los profesores C.H. Briggs («The Bible, the Church and Reason», 1892; «Higher Criticism of the Hexateuch», 1893), H.P. Smith, y C.H. Toy.
La crítica Alta afirma que ha logrado discernir grandes desigualdades en el valor de las partes de A.T. escritas en forma histórica. En el mismo libro podemos encontrar, dicen mitos leyendas y material de verdadero valor histórico, que abunda en Jueces, Reyes aunque hay que cribar muy fino. En partes del Hexateuco, especialmente en el documento sacerdotal y en Paralipómenos, la historia es idealizada libremente y las instituciones existentes en ese momento son proyectadas artificialmente al pasado remoto. Ester, Tobías, Judit, Jonás y partes de II Macabeos pertenecen a la clase de Haggadah judío, o ficciones moralizantes. Los Salmos tiene pocos, en caso de que haya alguno, compuesto por David: son la poesía religiosa de Israel. Isaías es una amalgama que contiene mensajes de los profetas muy separados en el tiempo y circunstancias. Los profetas hablaban y escribían en primer lugar a la vista de una situación contemporánea definida. Job es una obra épica y el Cantar un drama pastoral. El Libro de Daniel es un Apocalipsis del período Macabeo que describe la historia del pasado y presente bajo la semejanza de visón del futuro. Y para concluir esta exposición de los resultados de la crítica, al elemento humano en la Escritura se le da preeminencia y se representa vestido con olas limitaciones, imperfecciones y errores de los tiempos de su origen. Muchos libros se presentan como el resultado de acumulaciones literarias, excluyendo la unidad de autor. De hecho, para la mayoría de las historias los desconocidos autores se retiran a la sombra para dejar paso a los trabajos unificadores de los igualmente desconocidos “redactor” o “redactores”.
La reacción contra la Critica
Esta reacción ha recibido la ayuda de la antítesis entre las conclusiones de ciertos asiriólogos conocidos (como A. H. Sayce y F. Hommel) y la escuela principal de la crítica. Los descubrimientos en Egipto, Mesopotamia y Persia demuestran que existía una civilización desarrollada en Asia occidental en tiempos contemporáneos de Abraham y anteriores (Ver BABILONIA; ASIRIA.). La conclusión que sacan los científicos citados (Sayce, «Higher Criticism and the Verdict of the Monuments», 1895; Hommel, «Ancient Hebrew Tradition», tr., 1897) es que el elaborado ritual y código legal de los Israelitas pudo haber sido haber sido hecho por Moisés. Afirman que no se han tenido en cuenta suficientemente los descubrimientos orientales y arguyen que, puesto que los monumentos confirman la verdad sustancial de algunos de los libros históricos, se debe presumirse a favor de la veracidad de la literatura hebrea en general. El carácter histórico de las narraciones se mantiene por otras consideraciones de naturaleza más precisa y técnica. En América las antiguas posturas sobre la Biblia eran defendidas con gran celo y conocimiento por le Dr. William H. Green, de Princeton, autor de una serie de obras bíblicas que se extienden desde 1863 a 1899; también E.C. Bissel y W. L. Baxter. En gran Bretaña los conservadores estuvieron representados por Alfred Cave, J.J. Lias, y otros. En Alemania J. K. F. Keil, fallecido en 1888, exégeta de fama internacional que defendió la tradición sin compromisos.
Pero un grupo de protestantes alemanes, teólogos y orientalistas han defendido las afirmaciones de que el Antiguo Testamento es literatura divinamente inspirada, cuyas narraciones, como un todo, son dignas de fe. Entre ellos sobresale el Dr. F. E. König de Bonn («Neue Prinzipien der alttestamentlichen Kritik», 1902, «Bibel-Babel Frage und die wissenschaftliche Methode», 1904); Julius Böhm, pastor; Dr. Samuel Oettli, profesor en Greifswald.
La resistencia a la llamada crítica científica en Alemania fue estimulada por las posturas radicales de los asiriólogos, comenzando por una conferencia que dio en 1902 ante la corte alemana Friedrich Delitzsch. La discusión que provocó se conoce como la controversia Biblia-Babel. Delitzsch, Jensen, y sus seguidores defienden que las historias bíblicas de la creación, la Caída, el Diluvio etc., fueron copiadas por los hebreos de Babilonia donde existían en su forma pura y original. Esta escuela relega a todos los personajes y sucesos del Génesis a la región de los mitos y atribuye un origen caldeo a la concepción judía del Paraíso y el Sheol, Ángeles y demonios.
Aun son más extravagantes las teorías de los mitos astrales defendida por Stucken, Winckler y Jeremias, según la cual las narraciones no solo del Pentateuco sino de grandes partes de otros libros representan en forma humana la naturaleza y movimientos de los cuerpos celestes.
En su réplica a los sistemas de crítica, los conservadores, tanto católicos como protestantes refuerzan sus argumentos con la tradición judía y cristiana y con métodos tomados de sus oponentes: a las distinciones lingüísticas oponen argumentos lingüísticos. Los tradicionalistas también emplean el proceso de comparación de datos de un libro con otro en un intento de armonizarlo todo.
No se está contra los métodos sino contra las concusiones. La diferencia está en la interpretación. Sin embargo los conservadores se quejan de que los críticos desechan arbitrariamente como interpolaciones o comentarios tardíos los pasajes que son desfavorables a sus hipótesis. Los defensores de la tradición también acusan a la escuela opuesta que se dejan llevar por imaginaciones puramente subjetivas y en el caso de críticas más avanzadas, por prejuicios filosófico –religiosos. Más aún afirman que la formación de un libro por sucesivos estratos, como se dice para muchas partes del A.T. no tiene parangón en la historia de la literatura. La crítica católica del A.T. se describirá en una sección separada de este artículo.
Critica del Nuevo Testamento fuera de la Iglesia
Antes del siglo dieciocho la crítica del Nuevo Testamento no iba más allá de los textos latinos y griegos, si exceptuamos las antiguas reticencias ya mencionadas sobre la autoria la Epístola a los Hebreos y el Apocalipsis. Cuando el racionalismo alemán del siglo dieciocho, imitando al Deísmo inglés del diecisiete, descartó lo sobrenatural, el Nuevo testamento se convirtió en objeto de ataque sistemático. Reimarus (1694-1768) atacó los motivos de sus autores y arrojó dudas sobre la honestidad del mismo Jesús. J.S. Semler (1725-91) usó la más grande libertad en discutir el origen y credibilidad de las Escrituras arguyendo que estos temas debieran ser tratados sin tener en cuenta ningún contenido divino Samler fue el primero en cuestionar la autenticidad de los libros del N.T. desde un punto de vista crítico. Si se admitían sus principios exegéticos, la autoridad de los Evangelios quedaría muy demolida. Paulus (1761-1851), profesor en Jena Heidelberg, concedió que los Evangelios eran genuinos y que el propósito de sus autores era honesto, pero enseñó que al narrar los episodios milagrosos, sobrenaturales, los Apóstoles y Evangelistas narraban sus fantasías y que todos los sucesos sobrehumanos deben ser explicados meramente por causas naturales. Eichhorn, el pionero de la moderna crítica alemana llevó sus investigaciones al terreno del Nuevo Testamento y , ya en 1794, propuso una teoría para explicar las similitudes uy diferencias de los Evangelios Sinópticos, es decir, de Mateo, Marcos y Lucas.
Algunas de las fases de lo que se conoce como “El problema sinóptico” fueron examinadas por Griesbach ya en 1776 y de nuevo en 1781 en un ensayo póstumo de Lessing que trataba de los evangelistas “considerados simplemente como historiadores humanos”. Lachmann formuló el problema por primera vez de forma clara en 1835. Y las peligrosas tendencias del os escritores racionalistas fueron hábilmente combatidas por J. L. Hug, exégeta católico, cuya “Introducción al Nuevo Testamento” fue terminada en 1808.
Schleiermacher (1768-1834) fue el primero de los teólogos alemanes que reconocieron la fuerza religiosa de los escritos sagrados, pero puso en peligro su autoridad por el tratamiento libre e independiente de su origen y contenidos históricos. Su visión de N.T. estaba influenciada por la crítica de Samler. Parecida a la actitud de Schleiermacher fue la de De Wette, pero sus conclusiones son con frecuencia negativas y dudosas.
La escuela evangelista de comentadores protestantes alemanes anteriormente representada por Guericke, Olshausen, Neander y Bleek, fueron los principales defensores de que los evangelios eran genuinos y veraces, aunque estaban influidos por las tendencias conciliadoras o mítico-racionalistas de Schleiermacher. Son los especialistas de N.T de 1823 a 1859.
La “Vida de Jesús” de David Friedrich Strauss, que apareció en 1835, marca un Nuevo punto de vista respecto al Nuevo Testamento. Causó una gran sensación Strauss era hegeliano y uno de aquellos para los que las “ideas” obscurecen los hechos objetivos, mientras se apoyaba en ellos. Mantenía que la concepción ortodoxa de Cristo era creación de las ardientes esperanzas mesiánicas de los judeo-cristianos de la primitiva Iglesia que imaginaron que Jesús cumplía las profecías del A.T. y que, después de su muerte, invistieron su personalidad y todo el tenor de su vida con cualidades místicas en la que no había apenas un ápice de verdad., es decir la existencia de un rabí llamado Jesús, hombre de extraordinario poder espiritual y de convicción que reunió en torno a sí un grupo de discípulos. Ecos de estas ideas se hallan en la “vida de Jesús “de Renan. La relativamente refinada filosofía de la religión de Strauss, estaba más en el espíritu de la época que el moribundo y crudo naturalismo de Paulus, aunque solo sustituía una forma de racionalismo por otra.
La “Vida de Jesús” enseguida provocó refutaciones, pero en los avanzados círculos del pensamiento alemán el golpe final no fue se dio hasta que, en 1845, Ferdinand Christian Baur, el fundador de la “Tendencia” de Tübingen, escuela de exégesis y crítica, publicó el fruto maduro de sus especulaciones bajo el título «Paulus der Apostel Jesu Christi».
Baur, como Strauss, era discípulo de Hegel, pero había tomado de él una clave diferente respecto al significado del N.T., es decir, el principio de la evolución de toda verdad por medio de la conciliación de las contradicciones. Enseñó que el N.T. es el resultado del antagonismo entre las tendencias judías, o petrinas, y paulinas en la primitiva Iglesia. El concepto paulino de la cristiandad – de orden filosófico y universal –está representado por las Epístolas a los Romanos, Corintios y Gálatas que Baur admite como las únicas obras ciertamente auténticas de Pablo. El Apocalipsis fue compuesto en directa oposición al espíritu de los escritos paulinos.
Estas obras fueron escritas antes del año 70. Entre el 70 y el 140 apareció el evangelio de S. Mateo, de carácter petrino, el de S. Lucas, paulino, aunque retocado con espíritu conciliador; Los Hechos, adaptados como S. Lucas, y por fin el evangelio de S. Marcos, también de tipo irenista. El segundo período es de transición entre el antagonismo y la reconciliación completa, que es la característica del tercer período que llega hasta el 170 d.C. y en él se produjeron el Evangelio y las Epístolas que llevan el nombre de S. Juan y las Epístolas pastorales, que, por ende, no pueden ser de S. Pablo. Este esquema excluía la autenticidad de todos los Evangelios. La teoría de Bauer no ha subsistido, excepto en la forma mitigada que se refleja en las obras de Hilgenfeld y Pfleiderer. Sin embargo, dejando aparte sus posturas filosóficas, los principios de Bauer han dejado una profunda impresión en la crítica posterior del N.T. Primero practicó con un consistente y desarrollado plan el hábito de escudriñar los documentos sagrados mismos buscando pruebas de los tiempos en los que nacieron y abrió camino en las tendencias críticas hacia una división del Nuevo Testamento en elementos judaicos, paulinos y juaninos.
Las ideas de Tübingen produjeron una reacción contra sus destructivas conclusiones puramente racionalistas Este movimiento ha sido doble: por una parte los protestantes ortodoxos, aunque críticos en el método, que es la continuación natural de las anteriores exégesis evangélicas y tiene como representantes a Zahn, B. Weiss y Godet; la otra rama es en parte producto de la escuela de Schleiermacher y reconoce como su fundador a Albert Ritschl, cuyo alejamiento del grupo de Tubinga (1857) fue un serio golpe contra el sistema de Baur. La teología de Ritschl insiste en el valor religioso del N.T., especialmente en la impresión que hace en el alma individual su descripción Cristo y por otra parte da rienda suelta a la más atrevida y penetrante crítica sobre el origen y valor histórico de los libros del N.T., en una ciega confianza mística de manera que nada que la crítica haga podrá dañar su valor religioso.
La indiferencia de los seguidores de Ritsch respecto a las consecuencia s del la crítica se muestra también sobre los elementos milagrosos de la vida del Señor y en general del N.T. Esta tendencia es muy clara en otros críticos alemanes que aunque influidos por Ritschl pertenecen más bien a la escuela “científica” y evolucionista. Holtzmann, Bousset, Jülicher, Harnack, Schmiedel eliminan de los Evangelios o al menos dudan con sus métodos críticos de todos los elementos milagrosos y reducen la divinidad de cristo a una filiación moral preeminente de Dios y , por una extraña inconsecuencia, ensalzan el poder salvador e iluminador de su personalidad. Esta escuela, sin embargo, admite fechas que se aproximan más a las tradicionales que a las de Baur.
Harnack, además de afirmar que las cartas de S. Pablo son genuinas, excepto las pastorales, así como los evangelios de Marcos y Lucas, coloca los sinópticos entre el 65 d.C. y el 93 y fija el 110 como e límite más tardío para los Evangelios y Epístolas de S. Juan y el Apocalipsis.
En Gran Bretaña la crítica ha sido, con pocas excepciones, moderada y en conjunto, conservadora. Los teólogos J. B. Lightfoot, B. F. Westcott, W. H. Sanday u otros han hecho un excelente servicio en defensa de libros discutidos.
Holanda ha producido un pequeño grupo de críticos radicales, Van Manen, Pierson, Loman, quien con Steck en Alemania han revivido la total negación de autenticidad de Bruno Bauer sobre las cartas de S. Pablo. En Francia y la Suiza francesa lo clave ha sido el conservadurismo de los investigadores protestantes Pressensé y Godet; Sabatier mantiene un evolucionismo racionalizante y sobre la obra del Abbé Loisy hablaremos más abajo.
Sigue un sumario breve de la situación de algunos libros particulares en la crítica no-católica.
Los Evangelios Sinópticos
La idea dominante de la solución más general es la hipótesis de dos-documentos” que explica lo que es común en todos ellos suponiendo que Mateo y Lucas se inspiraron del primer evangelio que llevaba el nombre de Marcos o de un documento apostólico anterior en el que se basa marcos y refiere el material que es común a Mateo y Lucas a una fuente primitiva aramea compilada por un o más de los discípulos inmediatos de Cristo, posiblemente S. Mateo. El evangelio de S. Lucas se reconoce como auténtico. Y el marcos canónico, al menos virtualmente también.
Los Hechos de los Apóstoles
También la integridad y autoria de los Hechos de los Apóstoles ha sido abordada por la crítica: Hilgenfeld, Spitta, Clemen, que aunque no están de acuerdo en los detalles, consideran que la obra está compuesta de ciertas secciones de diferentes autores, incluido S. Lucas, que ha sido arreglada por sucesivos editores y que contiene materiales de distinto valor. No se utilizaron falsificaciones conscientemente pero aún así lograron entrar subrepticiamente narraciones legendarias.
Epístolas de S. Pablo
Romanos, Corintios y Gálatas son reconocidos por los investigadores serios como auténticas obras del Apóstol de los Gentiles. Hay distintas opiniones sobre Efesios, Colosenses, Filipenses, Tesalonicenses y Filemón. 1 Tesalonicenses se admite en general como genuina, pero la autoría paulina de la segunda es muy contestada. El peso de las opiniones críticas protestantes está contra la autenticidad de las epístolas pastorales, es decir, las dos a Timoteo y una a Tito. La Epístola a los Hebreos se atribuye a un judío alejandrino converso, contemporáneo, o casi, de S. Pablo y discípulo suyo por las doctrinas. También piensa lo mismo los exégetas católicos de la nueva escuela.
La Primera de Pedro en general se acepta como genuina pero la composición de la Segunda de Pedro se pospone al siglo segundo,; algunos católicos también se inclinan por esta fecha.
La cuestión de si las epístolas de Santiago y S. Judas son genuinas de ambos apóstoles tiene opiniones para todos los gustos fuera de la Iglesia.
The question whether the Epistles of St. James and St. Jude are from the pens of the Apostles of those names is variously answered outside the Church.
Los escritos de D. Juan
La autenticidad y autoría del evangelio de S. Juan fue la gran batalla de la Crítica del N. T. Ya en 1792 un tal Evanson se manifestó en contra. La mayoría se inclina a la postura de Harnack, es decir, el Cuarto Evangelio fue compuesto por Juan el Presbítero o “el mayor”, al que se refiere un fragmento de Papías y que los seguidores de Harnack distinguen del Apóstol, del que fue discípulo, y que escribió a principios del siglo segundo. Loisy lo atribuye a un escritor desconocido del siglo Segundo que nada tenía que ver con S. Juan.
Pero la cuestión vital de este evangelio es el valor histórico. La escuela alemana de Crítica caracteriza este evangelio como teología y simbolismo, no como historia. Loisy está de acuerdo con ellos. La autoría apostólica y la historicidad del Cuarto Evangelio ha sido reivindicada por otros críticos como Sanday, Stanton y Drummond en Inglaterra, Zahn y B. Weiss en Alemania. Los exégetas católicos ortodoxos, aunque mantiene la tradición católica de la autoría de S. Juan y de su calidad histórica, admiten sin embargo que la teología de S. Juan indica reflexión y desarrollo sobre y más allá de los sinópticos.
La Primera Epístola de S. Juan es universalmente admitida como del mismo autor que el Evangelio.
La crítica del Apocalipsis aún no está del todo definida. Hay mucha diversidad de puntos de vista sobre el autor. La escuela anglicana se inclina a S. Juan. Vischer y Harnack dicen que el libro es un Apocalipsis judío retocado por u cristiano. Casi todos los críticos admiten que hay mucho Apocalipsis en él admitiendo que algunas de las visiones dibujan de forma velada situaciones históricas bajo el disfraz de sucesos futuros.
El Movimiento Crítico dentro de la Iglesia
Crítica del Antiguo Testamento.
Francia, el país de Richard Simon y Astruc, ha sido también donde ha comenzado la Crítica católica contemporánea. François Lenormant, distinguido orientalista católico en el prefacio a su «Origines de l’histoire d’après la Bible et les traditions des peuples Orientaux» (1880-84), declaraba que ya no se puede sostener la unidad de autor del Pentateuco y daba por probado que las fuentes fundamentales de los primeros cuatro libros eran un documento Yahvista y un Elohista, cada uno inspirado u unido por “redactor final”. Existe entre ellos discrepancias menores. Los primeros capítulos de Génesis contiene elementos míticos y legendarios comunes a los pueblos semíticos que en manos de los escritores inspirados se convirtieron “vestimentas figuradas de verdades eternas”. Este mismo prefacio reclama entera libertad para el crítico en materia de fechas y autores. Pero la obra de Lenormant acabó en el Índice, el 19 de diciembre de 1887. La base de su análisis literario fue suministrada por las conclusiones de la alta crítica, por entonces no aceptada, al menos públicamente, por ningún especialista católico. E. Reuss, un profesor protestante liberal de la universidad de Estrasburgo había publicado en partís, en 1879 «L’Histoire Sainte et la Loi; Pentateuque et Josué». En 1883 apareció la influyente obra de Wellhausen «Prolegómenos a la Historia de Israel», re-editada en 1889 bajo el título, «Composición del Hexateuco y los Libros Históricos del A.T.”
Alfred Loisy, entonces profesor de Sagrada Escritura en el Institut Catholique de París, en la lección inaugural del curso 1892-3 hizo una clara petición de libertad en el ejercicio de la crítica en el estudio de la parte humana de la Biblia («Enseignement Biblique», Nov.-Dec., 1892; reimpreso en «Les études bibliques», 1894). En u ensayo que apareció en 1893, Loisy discutía la “Cuestión Bíblica” afirmando el derecho de la ciencia católica de tratar críticamente los aspectos generales de la Sagrada escritura y también sus interpretaciones, rechazando la inerrancia absoluta inerrancia, mientras que mantenía la inspiración total. Las partes histórica ofrecen datos que tienen una verdad relativa, es decir, respecto a la época en que fueron escritos. El autor enumeraba conclusiones de la crítica que consideraba fijos, como la no-autoría mosaica del Pentateuco, el carácter ahistóricos de los primeros capítulos del Génesis y el desarrollo de la doctrina bíblica,
A principios de ese mismo año Monseñor. d’Hulst, rector del Institut Catholique de Paris, había llamado la atención al progreso de las ideas críticas en los círculos católicos científicos, en un artículo en el «Correspondant» de 25 de enero, 1893, titulado «La Question Biblique», en el que expresaba la opinión de que la admisión de inexactitudes en la Escritura es teológicamente sostenible.
La discusión de estos temas fue la ocasión de la encíclica «Providentissimus Deus», de León XIII, del 18 noviembre, 1893, en la que se declaraba que la inerrancia total de la Biblia era la consecuencia necesaria de su inspiración. Las concesiones gratuitas de los escritores católicos a la crítica racionalista y el exclusive uso de argumentos internos contra la autoridad histórica se condenaban como contrarios a los correctos principios de la crítica. Se recomendaba una crítica sana. Recomendaciones similares se daban en la Carta Apostólica «Vigilantiæ», al establecer la Comisión Bíblica, el 30 de octubre de 1902.
El P. M. J. Lagrange, superior de la Escuela Dominicana de Estudios Bíblicos de Jerusalén en un artículo leído ante el Congreso de Científicos Católicos de Friburgo en 1897 (Revue Biblique, enero, 1898), defendía un análisis literario y la evolución del Pentateuco sustancialmente idéntico con los de la hipótesis Graf-Wellhausen. Distinguía entre la tradición de Moisés como autor histórico o fundador del Pentateuco, que él mantenía, y la tradición de la autoría literario mosaica, que abandonó. Como Loisy, el sabio dominico mantenía que los métodos literarios del antiguo oriente son muy diferentes de los de nuestra civilización. Muchos especialistas bíblicos católicos se han unido a la que se ha llamado escuela ”progresiva” y en sustancia, aunque no estén de acuerdo en los detalles, mantienen:
• la textura compuesta y la progresiva formación de algunos libros sagrados y abandonando por consiguiente su tradicional unidad de autor;
• permitir el desarrollo teológico y moral en el Antiguo Testamento;
• admitir una extensa y tácita inserción de tradiciones populares y fuentes escritas que contiene afirmaciones ahistóricas.
Sin embargo, estos exégetas mantienen firmemente la verdad objetiva de las líneas esenciales y largas de la historia de Antiguo Pacto tal cual se refleja en la Biblia. Afirman en general que la cuestión del procedimiento literario de los escritores bíblicos no es una cuestión de fe. Esta postura ha sido atacada frecuentemente por católicos que se adhieren a la escuela conservadora, que presentan argumentos sacados principalmente de que creen irreconciliables los nuevos puntos de vista con la tradición dogmática católica de la inspiración e inerrancia, como se testifica, dicen, en el Nuevo Testamento, los Padres, las enseñanzas de los Concilios de Trento y Vaticano I y particularmente la encíclica de León XIII (ver INSPIRACION). Los principales adversarios de las conclusiones avanzadas son los jesuitas Delattre (Autour de la question biblique, 1904), Brucker (contribuciones a «Etudes» entre 1894 y 1905), Fontaine, Fonck, Pesch, (De Inspiratione Sac. Scrip., 1906), Murillo, Billot; también el profesor Hoberg y el Abbé Mangenot (L’Authenticité du Pentateuque, 1907).
La Comisión Bíblica , cuyas decisiones tiene la fuerza de leyes de las Congregaciones Romanas, declaró el 13 de febrero de 1905 que la falibilidad de citas implícitas en la Biblia puede ser admitida, siempre que argumentos sólidos demuestren que son citas reales y que el escritor sagrado no las adopta como suyas. La Comisión concedió el 23 de junio de 1903 que algunos pasajes pueden ser históricos solo en apariencia, salvando siempre el juicio y sentido de la iglesia. El 27 de junio de 1906 la comisión declaró que los argumentos aportados por los críticos no refutan la autoria mosaica sustancial del Pentateuco. Esta decisión ha modificado necesariamente la actitud de los escritores católicos y profesores que apoyaban en mayor o menor grado las conclusiones de la hipótesis Graf-Wellhausen. El decreto de la Inquisición «Lamentabili» (3 julio, 1907) y la encíclica «Pascendi Dominici Gregis» (8 septiembre, 1907) reafirmaba contra los Modernistas los sanos principios católicos que hay que seguir en el estudio de la Sagrada Escritura.
Crítica del Nuevo Testamento
Los investigadores católicos que querían aceptar algunas de las teorías críticas han trazado una línea para distinguir la Critica del Antiguo Testamento y la del Nuevo testamento, no solo por la mayor delicadeza de éste ultimo sino porque reconocen que los documentos del Antiguo y del Nuevo Testamento se produjeron en condiciones muy diferentes.
En la alta crítica del N.T. los católicos han defendido la autenticidad, integridad y veracidad tradicionales de los libros en cuestión. Algunos exégetas admiten de alguna manera ligeras divergencias en las narraciones evangélicas y el uso de documentos más antiguos por al menos dos de los escritores sinópticos. Respecto al “Problema Sinóptico” se concede que al menos S. Lucas utilizó el evangelio de S. marcos; así Batiffol, Minocchi, Lagrange, Loisy, Bonaccorsi, Gigot.
Loisy, demasiado influido por la crítica alemana contemporánea rompió con las tradiciones ortodoxas de la exégesis del N.T. En una réplica al libro de Harnack “¿Qué es el Cristianismo?” defendió el dogma católico como evolución con sus raíces en la Primitiva Iglesia, pero hizo concesiones peligrosas respecto a la afirmación de la divinidad de Cristo, su vocación mesiánica, conocimiento, milagros y resurrección («L’Evangile et l’Eglise», 1902; «Autour d’un petit livre», 1903). En «Le Quatrième Evangile» (1903) Loisy rechaza la autoría de S. Juan y la historicidad del Cuarto Evangelio, mientras que la Comisión Bíblica afirmaba ambas cosas (29 de mayo 1907). Su sistema separa virtualmente la fe católica de sus credenciales históricas como se hallan en el N.T. y estas obras han sido condenadas por la Congregación del Índice. Han extraído varias refutaciones de los apologistas cristianos, como del «Jésus Messie et Fils de Dieu» (1904) del Abbé Lepin. Después Loisy publicó una obra sobre los Evangelios Sinópticos (Les évangiles synoptiques, 1908) en la que sigue la más extravagante crítica racionalista. Loisy fue excomulgado el 7 de marzo de 1908.
Como se ha advertido la Iglesia recomienda encarecidamente el ejercicio de la crítica según los sólidos principios no desviados por las presuposiciones racionalistas, pero debe condenar la referencia indebida a escritores heterodoxos y las conclusiones que se desvían de la verdad revelada. Cuando surge la duda sobre si una hipótesis está permitida la autoridad eclesiástica ha de decidir hasta donde es coincidente con el depósito de la fe o conviene a la seguridad de la religión.
Fuentes
(Los autores católicos llevan un asterisco.) Desde un punto de vista conservador : VIGOUROUX*, Les livres saints et la critique rationaliste (Paris, 1886); LIAS, Elements of Biblical Criticism (Londres 1893); BLOMFIELD, The Old Testament and the New Criticism (Londres,1893); BEATTIE Radical Criticism (Chicago, 1895); ANDERSON, The Bible and Modern Criticism (Londres 1902); HÖPFL*, Die höhere Bibelkritik (2ª ed., Paderborn, 1905); art. Criticism en HASTING, Dict. of Christ and the Gospels.
Desde un punto de vista radical: CHEYNE, Founders of O. T. Criticism (New York, 1893); ZENOS, Elements of the Higher Criticism (New York, 1895); NASH, Hist. of the Higher Criticism of the N. T. (New York, 1900); CARPENTER, The Bible in the Nineteenth Century (Londres 1903); DRIVER AND KIRKPATRICK, The Higher Criticism (Londres 1905); GIGOT*, Higher Criticism of the Bible, en New York Review, March, 1906-April, 1907.
Irenistas: RANNAN*, Higher Criticism and the Bible, e Am. Cath. Quart. Rev., July. 1894; MCFAYDEN, O. T. Criticism and the Christian Church (New York, 1903); PETERS*, Die grundsätzliche Stellung der katholische Kirche zur Bibelforschung (Paderborn, 1905).
Reid, George
Transcrito por J. Potter. Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.
Traducido por Pedro Royo.
(N. del T.) Este interesente artículo necesita ser actualizado con todo lo que ha sucedido en el s.XX sobre este tema.
Fuente: Enciclopedia Católica