CORINTIOS, EPISTOLAS A LOS

Cartas escritas por el apóstol Pablo a los hermanos de la ciudad de Corinto.

Circunstancias. Después de predicar en †¢Atenas, el apóstol Pablo visitó †¢Corinto. Allí­ conoció a †¢Aquila y †¢Priscila, que como él, hací­an tiendas. Se alojó con ellos y comenzó a predicar en la sinagoga. Los judí­os rechazaron su mensaje, por lo cual Pablo se mudó a la casa de al lado, donde viví­a un recién convertido llamado †¢Justo, y se dedicó a predicar a los gentiles. †œMuchos de los corintios, oyendo, creí­an y eran bautizados† (Hch 18:8). †œEl Señor dijo a Pablo en visión† que prosiguiera, porque él tení­a †œmucho pueblo en esta ciudad†.
í­ pasaron dieciocho meses. Los judí­os locales, llenos de celo, tomaron a Pablo †œy le llevaron al tribunal†, acusándole de revoltoso, pero el procónsul †¢Galión no les hizo caso, al darse cuenta de que se trataba de un problema religioso.
después, Pablo †œnavegó a Siria†, acompañado por †¢Aquila y †¢Priscila. Estos últimos permanecieron en éfeso mientras Pablo visitaba otras regiones. Entonces llegó a éfeso †œun judí­o llamado †¢Apolos† que †œhabí­a sido instruido en el camino del Señor … aunque solamente conocí­a el bautismo de Juan†, pero predicaba fervorosamente y con diligencia. A éste le tomaron los esposos mencionados y †œle expusieron más exactamente el camino de Dios† y le animaron cuando quiso †œpasar a Acaya†. Así­ que fue a Corinto, donde †œcon gran vehemencia† predicaba †œque Jesús era el Cristo† (Hch 18:1-28).
no podí­a estar en todas partes al mismo tiempo, pero procuraba consolidar las iglesias que fundaba por cuantas ví­as pudiera. Una de ellas era la correspondencia. Las cartas que conocemos de él no son todas las que escribió, pues algunas no llegaron hasta nosotros. Una de esas se menciona en 1Co 5:9, donde dice: †œOs he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios†. Después de escribir esta epí­stola, hoy perdida, Pablo fue informado (1Co 1:11) de que la misma no habí­a sido lo efectiva que se deseaba y que todaví­a habí­a problemas en la iglesia de Corinto. Incluso le llegó una correspondencia de la misma iglesia (1Co 7:1) en la cual le planteaban muchas preguntas.
resultado fue que el apóstol les contestó con la epí­stola que hoy conocemos como Primera a los Corintios, en la cual les dice que pronto les visitarí­a (1Co 4:19). Antes de mandarla ya habí­a enviado a †¢Timoteo para ver si podí­an arreglarse las cosas.
a los Corintios. Los problemas principales que motivan la carta podrí­an resumirse así­:

a) Habí­a división entre los hermanos, que usaban el nombre de Pablo, Apolos, Cefas y hasta el de Cristo como excusa;
) Habí­a una situación de mundanalidad y pecado en la iglesia, incluso se daba el caso de un incesto; y
) Habí­a un espí­ritu de pleito entre los hermanos, y se acusaban algunos entre sí­ ante los tribunales de los paganos.

Antes de contestar las preguntas que le hací­an por carta, Pablo, que se habí­a enterado de estos otros problemas por otra ví­a, los trató en primer lugar. Luego pasó a dar respuesta a sus inquietudes, que versaban sobre:

a) Asuntos relacionados con el matrimonio y el celibato;
) El tratamiento a los alimentos ofrecidos a í­dolos;
) El orden en los cultos o reuniones;
) El ejercicio de los dones espirituales; y
) El tema de la resurrección.

En cuanto al asunto de las divisiones entre los hermanos, aparentemente ellas se producí­an por discusiones relacionadas con la sabidurí­a atribuida a uno u otro apóstol o lí­der. Pablo les recuerda su bautismo. †œ¿Fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?† (1Co 1:13). También les aclara †œque el mundo no conoció a Dios mediante la sabidurí­a†, sino que †œagradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación† (1Co 1:21), la cual está centrada en la proclamación de †œCristo crucificado† (1Co 1:23). Que ellos mismos, los corintios, no eran †œmuchos sabios según la carne† y, sin embargo, †œlo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios … a fin de que nadie se jacte en su presencia†. Por lo cual †œel que se glorí­a, glorí­ese en el Señor†, y no en hombres (1Co 1:26-31). Además, en cuanto a él, les habí­a predicado con sencillez, pero †œcon demostración del Espí­ritu y de poder, para que† su fe †œno esté fundada en la sabidurí­a de los hombres, sino en el poder de Dios† (1Co 2:5). Pablo habí­a recibido †œsabidurí­a de Dios†, pero sólo la podí­a hablar †œentre los que han alcanzado madurez† (1Co 2:6-13). Esto no lo pudo hacer con los corintios (†œNo pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche† [1Co 3:1-2]). La mejor prueba de su infantilismo espiritual eran las divisiones (1Co 3:3-5). Los hermanos debí­an aprender †œa no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros† (1Co 4:6).
cuanto a la mundanalidad y el incesto que habí­a en la iglesia, cosas que Pablo habí­a oí­do, les señala que deberí­an avergonzarse y lamentarse †œpara que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción† (1Co 5:2). Inmediatamente hace un juicio en el cual él, y ellos reunidos en espí­ritu, deciden †œen el nombre de nuestro Señor Jesucristo† que †œel tal sea entregado a Satanás† (1Co 5:3-5). Les recuerda que en la carta anterior les habí­a hablado acerca de no juntarse con los fornicarios, aclarándoles ahora que eso no significaba salir de entre los gentiles, sino que no se juntaran †œcon ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón†. Que, por lo tanto, debí­an excomulgar al incestuoso (†œQuitad, pues, a ese perverso de entre vosotros† [1Co 5:9-13]).
tratar el tema de los pleitos entre creyentes ante tribunales paganos, les saca a la luz †œque los santos han de juzgar al mundo†, así­ como †œa los ángeles† (1Co 6:1-2). Si eso es así­, ¿cómo no aparecí­a entre ellos alguien que juzgara las †œcosas de esta vida?† (1Co 6:4-6). Se estaban dando en la iglesia casos en que los hermanos defraudaban a los hermanos. Y al parecer se trataba de asuntos en los cuales estaban envueltos diversos pecados. Pablo les recuerda que †œni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios† (1Co 6:9-10). Algunos de ellos, en el pasado, podí­an caber en alguna de estas categorí­as, pero ahora habí­an †œsido santificados … justificados en el nombre del Señor Jesús† (1Co 6:11). Sobre todo, debí­an huir †œde la fornicación†, porque se trata de una ofensa contra el cuerpo, que es †œtemplo del Espí­ritu Santo† (1Co 6:15-20).
a las preguntas que le habí­an hecho, les dice que serí­a †œbueno … al hombre no tocar mujer†, como algunos proponí­an, †œpero a causa de las fornicaciones† lo mejor era casarse (1Co 7:1-2). En el matrimonio los cónyuges no son dueños cada uno de su propio cuerpo, sino que el cuerpo de la mujer es del marido y viceversa. Ambos tienen que cumplir el deber conyugal de dar satisfacción sexual al otro. Sin embargo, es indudable que para poder actuar con más libertad en la obra, el estado de solterí­a era más cómodo, pero eso está reservado para los que †œtienen don de continencia†. Los que no lo tienen, deben casarse, pues mejor es hacerlo †œque estarse quemando† (1Co 7:3-9). Siguió luego con diversos consejos sobre matrimonios en los cuales uno de los cónyuges es cristiano y el otro no, así­ como sobre las decisiones que debí­an adoptar los padres en cuanto al casamiento de sus hijas solteras.

†œEn cuanto a lo sacrificado a los í­dolos† (1Co 8:1) les explica que muchos de ellos sabí­an que †œun í­dolo nada es† y que †œsólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas…. Pero no en todos hay este conocimiento†, es decir, que algunos tení­an una †œdébil conciencia†. La actitud de los que entendí­an debí­a ser amorosa, evitando †œponer tropiezo† a sus hermanos más débiles. Pablo se pone como ejemplo, pues siendo apóstol, y aunque el Señor ordenó †œa los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio† (1Co 9:14), él no habí­a †œusado de este derecho† (1Co 9:12) y se hací­a †œdébil a los débiles† (1Co 9:1-27). Trae a su memoria el incidente de †¢Baal-peor y la hecatombe que trajo al pueblo, para concluir diciéndoles: †œHuid de la idolatrí­a† (1Co 10:1-14). Y en cuanto a comer o beber, que lo hagan todo †œpara la gloria de Dios† (1Co 10:31-33).

El orden en los cultos o reuniones estaba relacionado con el papel de la mujer en las actividades públicas, sobre lo cual describe las costumbres que existí­an en †œlas iglesias de Dios†. Luego trata sobre la †¢Cena del Señor, a fin de eliminar algunas irregularidades que se presentaban. Para ello, separó claramente esa cena de la que los hermanos traí­an para comer, recordándoles la sencillez del acto que el Señor habí­a instituido y, a la vez, su profundo significado espiritual (1Co 11:1-34).
continuación trata el tema del ejercicio de los dones espirituales. Dos cosas de manera especial quiere comunicarles. Por un lado, que †œhay diversidad de dones, pero el Espí­ritu es el mismo† (1Co 12:4). Con esto enfatiza la necesidad de la unidad, que ilustra con la figura del cuerpo, en el cual hay muchos miembros, pero todos colaboran entre sí­ (1Co 12:12-27). Así­, †œPuso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros…† (1Co 12:28-31). Por otro lado, les señala que por encima de los dones está el amor, sobre el cual escribe las famosas palabras que forman el cap. 13. Luego da preferencia a la profecí­a por encima del hablar en lenguas e instruye poniendo orden en cuanto a la forma en que este último don debe ejercerse. Termina diciendo: †œHágase todo decentemente y con orden† (1Co 14:1-40).
entonces a explicar doctrinalmente el tema de la resurrección de los muertos, que considera fundamental para la fe cristiana, pues †œsi los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados…. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho† (1Co 15:16-20). Todo el capí­tulo 15 trata de esta doctrina con una gran elocuencia. Al final dice que gracias a esa verdad de que hay resurrección, los corintios debí­an estar †œfirmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano† (1Co 15:1-58).
la epí­stola, Pablo da algunos detalles sobre sus planes futuros y se despide de los hermanos (1Co 16:1-24).
a los Corintios. Aparentemente la visita de Timoteo y 1 Co. no resolvieron el problema, así­ que Pablo fue a la ciudad. El libro de los Hchhos no narra esta segunda visita, pero parece que Pablo tuvo que hablar muy fuertemente a los corintios, aunque su propósito fue darles †œuna segunda gracia† (2Co 1:15). Fue una experiencia dolorosa. Los problemas persistieron y Pablo volvió a †¢éfeso profundamente perturbado, sintiéndose obligado a enviarles otra carta (la tercera que les enviaba), la cual escribió †œcon muchas lágrimas† (2Co 2:1-4), pues tení­a que tratarles con severidad. Esta carta #3, al igual que la #1, se ha perdido. Algunos sugieren que parte de su contenido aparece en 2 Co., pero es dudoso. Más tarde, el apóstol recibió noticias por ví­a de †¢Tito de que las cosas habí­an mejorado en Corinto, pues Tito les hizo saber la reacción de los hermanos (†œVuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestra solicitud por mí­† [2Co 7:7]).
Pablo decide hacer una tercera visita a Corinto. Para preparar a los hermanos para ese evento les escribe otra carta: la que hoy conocemos como 2da. a los Corintios. Por eso les dice: †œHe aquí­ por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros† (2Co 12:14) y †œesta es la tercera vez que voy a vosotros† (2Co 13:1). Les habla principalmente de:

a) Sus peripecias en Asia. Agradece las oraciones;
) El arrepentimiento de los corintios;
) La sinceridad de su ministerio en Cristo y sus sufrimientos por él;
) Los planes para la ofrenda que se deseaba recoger para los santos; y
) Su autoridad, ejercida en mansedumbre.

Ciertamente, Pablo habí­a experimentado muchas dificultades en Asia, llegando al punto de perder †œla esperanza de conservar la vida† (2Co 1:8), pero Dios, †œque resucita a los muertos† le libró (2Co 1:9-10). Los corintios habí­an cooperado para ello †œcon la oración† (2Co 1:11), siendo así­ †œcompañeros en las aflicciones† y †œen la consolación† (2Co 1:7).
apóstol les habí­a escrito antes porque no querí­a †œir otra vez … con tristeza† (2Co 2:1). Al parecer, en su visita anterior le habí­an entristecido mucho, quizá le habí­an ofendido. Pero al saber que los hermanos habí­an arreglado el asunto, reprendiendo al culpable, lo que se imponí­a ahora era †œperdonarle y consolarle† (2Co 2:3-11). Dice que al principio le dolió escribirles la carta †œdolorosa†, pero que ahora se gozaba porque veí­a que ésta habí­a producido contrición en ellos (†œHabéis sido contristados según Dios…. la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento† [2Co 7:8-10]). Ellos habí­an reaccionado satisfactoriamente (†œÂ¡Qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación!† [2Co 7:11]).
no tení­a necesidad de presentar credenciales como ministro frente a los corintios. Ellos mismos eran †œcarta de Cristo†, testimonio vivo del ministerio que le habí­a encomendado el Señor (2Co 3:1-3). Para ese ministerio Dios le habí­a hecho competente y †œsegún la misericordia† recibida de él, no desmayaba, sino que proseguí­a, renunciando †œa lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino … recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios† (2Co 3:4-18; 2Co 4:1-2). Pero reconoce que se trata de un †œtesoro en vasos de barro†, lo cual demuestra con alusiones a sus sufrimientos (2Co 4:3-18) y sus tensiones, que le llevaban a extremos difí­ciles (†œ…quisiéramos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor† [2Co 5:8]). Se recomienda como ministro de Dios, †œen mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espí­ritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios…† (2Co 6:4-10).
cuanto a los planes para la ofrenda que se recogerí­a para los santos de Judea, les pone como ejemplo a los hermanos de †¢Macedonia, que de †œla abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad† y †œse dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios† (2Co 8:1-5). Pero el ejemplo supremo es el Señor Jesús, †œque por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico† (2Co 8:9). Les anima en el propósito de ofrendar y explica que la administración de esos fondos debí­a hacerse †œhonradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres† (2Co 8:21). Debí­an preparar su generosidad de antemano y hacerlo recordando †œque el que siembra escasamente, también segará escasamente† (2Co 9:1-6). Pedí­a al Señor que estuvieran †œenriquecidos en todo para toda liberalidad† (2Co 9:10-15).
ruega a los corintios †œpor la mansedumbre y ternura de Cristo†, que no le obligaran a usar de osadí­a con ellos. No los querí­a †œamedrentar por cartas†, pero debí­an saber †œque así­ como somos en la palabra por cartas, estando ausentes, lo seremos también en hechos, estando presentes†. Les recuerda que él fue el primero †œen llegar hasta vosotros con el evangelio de Cristo†, por lo cual no tiene que gloriarse en trabajos ajenos. Aunque él era †œtosco en la palabra†, no lo era †œen el conocimiento†. Habí­a trabajado entre ellos sin recibir un centavo, despojando a †œotras iglesias, recibiendo salario† para servirles. Otros, sin embargo, †œse glorí­an según la carne†. él se ve obligado a hablarles como †œcon locura†, de sus privilegios como judí­o, sus sufrimientos y sus †œvisiones y revelaciones†. Pero Dios le habí­a dado la gracia de †œun aguijón† en la carne, que le hací­a mantenerse humilde (2Co 10:1-18; 2Co 11:1-33; 2Co 12:1-21).
advirtiendo que en esta tercera visita no serí­a indulgente. Que debí­an tener cuidado (†œExaminaos a vosotros mismos si estáis en la fe† [2Co 13:5]). Que no era su deseo †œusar de severidad cuando esté presente, conforme a la autoridad que el Señor me ha dado para edificación, y no para destrucción† (2Co 13:10).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

I. Bosquejo del contenido

1 Corintios

a. Salutaciones y oración por los destinatarios (1.1–9).

b. La sabiduría cristiana y la unidad de la iglesia (1.10–4.21):

(i)      Indicación del problema (1.10–16): los corintios están haciendo peligrar la unidad de la iglesia por inclinarse hacia una diversidad de líderes.

(ii)      La “sabiduría” y el evangelio (1.17–2.5): la sabiduría del mundo es necedad para Dios; los corintios no fueron elegidos por Dios debido a su sabiduría; Pablo no predicaba la sabiduría sino a Cristo crucificado, con demostración del Espíritu y poder.

(iii)      La verdadera sabiduría (2.6–13): la sabiduría verdadera de Dios se imparte sólo a aquellos en los cuales obra su Espíritu: ellos entienden los planes de Dios (2.9) y sus dones (2.12).

(iv)      La posición de los corintios (2.14–3.4): pero el Espíritu no puede obrar de este modo en la iglesia de Corinto debido a sus actitudes no espirituales.

(v)      Los apóstoles y la iglesia (3.5–4.5): Pablo explica cómo debían los corintios considerar a sus apóstoles, y les advierte que deben edificar bien sobre el fundamento provisto por él.

(vi)      Conclusiones (4.6–21): deben comprender que no reinan todavía en el reino de la nueva era, y aprender la humildad.

c. Problemas en la vida eclesiástica de los corintios (5.1–6.20) :

(i)      Un hombre y la mujer de su padre (5.1–13): la iglesia está dando consentimiento a un pecado atroz, tal vez hasta jactándose de esta expresión de la “libertad cristiana”.

(ii)      Juicios tribunalicios (6.1–11): tal vez un comentario sobre algún caso notorio.

(iii)      La prostitución (6.12–20).

d. Respuestas a consultas (7.1–14.40):

(i)      ¿Es el celibato el ideal cristiano? (7.1–40): los principios de Pablo (7.1–7, 17–24); aplicación a diversos casos (7.8–16, 25–40).

(ii)      Carne ofrecida a los ídolos (8.1–11.1): los principios que comprende (8.1–13); el conflicto con la libertad cristiana (9.1–27); un terrible ejemplo basado en la historia de Israel (10.1–13), y conclusiones (10.14–11.1)

(iii)      El comportamiento en la asamblea cristiana (11.2–14.40): autoridad matrimonial (11.2–16); actitudes entre los hermanos en la comida comunitaria (11.17–34); los principios que gobiernan los dones del Espíritu: no contradicen el evangelio (12.1–3); son todos igualmente importantes (12.4–30); lo más importante no es cual de los dones se posee sino si se lo usa con amor (12.31–13.13); consideraciones prácticas que gobiernan el uso de dichos dones: deben servir para ayudar a toda la iglesia (14.1–25); conclusiones (14.26–40).

e. Consideración de un problema fundamental (15.1–58):

(i)      La resurrección de Jesús como parte esencial del evangelio (15.1–11).

(ii)      Lo que implica esto: nosotros también resucitaremos cuando el “postrer enemigo” haya sido destruido en forma definitiva (15.12–34).

(iii)      La relación entre el reino natural y el espiritual (15.35–50): hay diversos tipos de cuerpos (15.35–41); el cuerpo resucitado es muy diferente del cuerpo actual (15.42–50).

(iv)      La esencia de la *escatología (15.51–58): todavía tenemos que “vestir” dicho cuerpo nuevo (ya sea mediante muerte y resurrección, o excepcionalmente mediante transformación) antes de heredar el reino (cf. 4.8).

f. La ofrenda, y consideraciones finales (16.1–24).

2 Corintios

a. Salutaciones y oración de acción de gracias (1.1–7).

b. Explicación del proceder aparentemente inconsecuente de Pablo (1.8–2.13): Pablo hace una relación de lo que ha experimentado en cuanto a sufrimientos, y el consiguiente consuelo de Dios (1.8–11); y explica que sus cambios de planes fueron hechos de buena fe y por el bien de los propios corintios (1.12–2.13).

c. No la gloria nuestra, sino la de Dios (2.14–4.12):

(i)      Himno de alabanza por la victoria en Cristo (2.14–17).

(ii)      La gloria del nuevo pacto (3.1–4.6): Pablo no se recomienda a sí mismo (3.1–6) sino el glorioso pacto del Espíritu (3.7–11), que lo capacita para proclamar el evangelio osadamente, pero con transparente honestidad (3.12–4.6).

(iii)      Comparación entre el tesoro del evangelio y el vaso que lo contiene (4.7–12).

d. La base de la confianza de Pablo (4.13–5.10): La confianza de Pablo está en el Dios que puede levantar los muertos, de modo que incluso la posibilidad de la muerte no puede reducir su confianza.

e. La motivación del apóstol (5.11–21):

(i)      El amor de Cristo (5.11–15).

(ii)      Las buenas noticias de la reconciliación (5.16–21).

f. Exhortación a responder (6.1–7.4):

(i)      Positivamente ante Pablo mismo (6.1–13; 7.2–4).

(ii)      Con pureza en la vida de la iglesia (6.14–7.1).

g. El gozo y la confianza de Pablo en su iglesia de Corinto (7.5–16): su carta ha tenido el efecto deseado (7.5–13), y la confianza de Pablo en la iglesia ha sido ratificada (7.14–16).

h. La ofrenda (8.1–9.15):

(i)      Una referencia discreta al hecho de que los corintios no han cumplido todavía el ofrecimiento original de ayuda financiera (8.1–7).

(ii)      La base del dar cristiano (8.8–15).

(iii)      El celo de Tito en este servicio (8.16–24).

(iv)      Aliento a los corintios para que justifiquen la jactancia de Pablo (9.1–15).

i. Advertencia contra los falsos apóstoles (10.1–13.10) :

(i)      Exhortación a la obediencia completa (10.1–6).

(ii)      El desafío de Pablo a los perturbadores (10.7–18): Pablo no necesita realmente defender su autoridad en Corinto, puesto que fue el primero en llevar el evangelio a dicha ciudad; pero estos hombres se glorían “en trabajos ajenos” (10.15).

(iii)      Las credenciales de Pablo mismo (11.1–12.13): si los corintios insisten en conocerlas, las credenciales de Pablo son tan buenas como las de cualquier otro (11.1–29); pero él preferiría más bien gloriarse en su debilidad que en su fortaleza (11.30–12.10). Pero esto es todo necedad; el único hecho de significación es el de que la iglesia había experimentado las verdaderas señales de apóstol que él exhibía (12.11–13).

(iv)      La defensa de Pablo contra la acusación de haber engañado a la iglesia (12.14–18): tal vez ante una acusación de que el dinero de las ofrendas había ido a parar al bolsillo del propio Pablo.

(v)      La preocupación final de Pablo (12.19–13.10): no la de que su propio nombre quedara limpio, sino que su amada iglesia pudiese mejorar y crecer.

j. Saludos finales (13.11–14).

II. La iglesia en Corinto

a. Su medio ambiente

La *Corinto que Pablo evangelizó ca. 50 d.C. era una ciudad relativamente nueva. En la literatura antigua Corinto tiene reputación por los vicios de todo tipo; pero se trata de una reputación que legó a la vieja Corinto su rival comercial Atenas. Por consiguiente no es pertinente para nuestro entendimiento de la situación en la época de Pablo. Ocurre lo mismo con la tradición, sin fundamento alguno, de que la ciudad era centro de la prostitución cúltica en honor de la diosa Afrodita. La moral de la Corinto laica no debe haber sido ni mejor ni peor que la de cualquier otro puerto mediterráneo. Hch. 18.4 demuestra que había una comunidad judía en la ciudad. En 1898 se excavó en Corinto un dintel de puerta perteneciente a una sinagoga (probablemente algo posterior a la época de Pablo).

b. Su fundación

Poco dice Pablo acerca de la fundación de la iglesia, pero se encontrará un breve relato de la misma en Hch. 18. Pablo se hospedó con una pareja judía de nombre *Aquila y Priscila, que probablemente ya eran cristianos, y que poco antes habían sido expulsados de Roma. Como era su costumbre, Pablo predicaba en la sinagoga y persuadía a “judíos y a griegos” (Hch. 18.4); es decir, judíos y prosélitos o “temerosos de Dios” (frase que incluye judíos, prosélitos, y gentiles que habían adoptado la mayor parte de la religión judía sin dar el paso final de la circuncisión). Quizá como resultado de la llegada de otros dos miembros de esta secta no ortodoxa del Nazareno (Hch. 18.5), las autoridades judías comenzaron a oponerse al uso de la sinagoga por parte de Pablo para su predicación. Pablo se retiró, llevándose una cantidad de convertidos judíos, entre ellos al principal de la sinagoga, y se trasladó a la casa vecina de un “temeroso de Dios” (¿convertido?) de nombre Ticio *Justo. Este grupo constituyó el núcleo de la iglesia de Corinto, la que creció rápidamente (Hch. 18.8, 10). Las relaciones entre estos dos grupos de vecinos tienen que haberse mantenido tensas, y los judíos aprovecharon la ocasión del cambio de procónsul (* Galión) para atacar a Pablo en los tribunales; pero este intento fracasó y el resultado fue que la iglesia pudo seguir creciendo sin tropiezo mientras Pablo se quedó allí por un período (para él) inusualmente largo de 18 meses, antes de partir hacia Siria por mar en compañía de Aquila y Priscila.

c. Su composición

Además de los judíos y prosélitos que acompañaron a Pablo cuando se alejó de la sinagoga, la iglesia estaba compuesta por conversos posteriores, probablemente de origen tanto judío como pagano. Todavía se debate la cuestión de si la iglesia era predominantemente judeocristiana o predominantemente de paganos convertidos en su constitución: no existen razones convincentes para que fuese de uno o de otro modo.

Socialmente la iglesia abarcaba un amplio espectro, incluyendo bajo su égida al acaudalado tesorero de la ciudad, *Erasto; a un anterior presidente de la sinagoga; al refugiado judío Aquila, talabartero de ocupación, y los esclavos domésticos (si es que lo eran) de *Cloé. Si bien en general no eran personas de gran alcurnia o educación (1 Co. 1.26), la iglesia probablemente ostentaba un aire de pretensión intelectual (cf. E. A. Judge, The Social Pattern of Christian Groups in the First Century, 1960, pp. 59–61).

d. Su fondo intelectual

A fin de explicar la aparición sorprendentemente rápida de tantos errores tan pronto, en una iglesia donde Pablo había enseñado durante tanto tiempo, muchos entendidos han sugerido que se debería buscar una única causa subyacente, y se han propuesto una gran cantidad de posibles influencias, desde una situación predominantemente judaica (así J. M. Ford, “The First Epistle to the Corinthians or the First Epistle to the Hebrews?”, CBQ 28, 1966, pp. 402–416) hasta el ingreso de un *gnosticismo poco menos que pleno (así W. Schmithals, Gnosticism in Corinth, 1971). Antes de considerar este asunto, resulta pertinente hacer algunos comentarios acerca del mundo del pensamiento en esa época.

Por cierto que había un grupo judío significativo en la iglesia. El judaísmo de la *dispersión estaba fuertemente influido por muchas otras corrientes de pensamiento, incluyendo las de las escuelas filosóficas griegas, y las ideas esotéricas “proto-gnósticas”; pero seguía, por supuesto, basándose en la Torá, por lo menos en lo que esto resultaba posible. Si bien los sacrificios sólo podían ofrecerse en Jerusalén (lo cual requería un peregrinaje muy superior a las posibilidades de la mayoría), los judíos de la diáspora eran renombrados en el mundo griego por su cumplimiento riguroso de la circuncisión y el día de reposo, y por negarse a comer carne porcina. En muchos círculos, empero, la Torá se interpretaba alegóricamente antes que literalmente (* dispersión). Los judíos, con frecuencia, si bien esto no era regla fija, vivían juntos en “barrios judíos”, y disfrutaban de ciertos derechos civiles, tales como sus propios tribunales.

Puede haber habido convertidos gentiles que ya fueran prosélitos o “temerosos de Dios”; otros pueden haber salido directamente del paganismo. Estos últimos indudablemente estarían familiarizados con el panteón y las formas de culto helenísticas usuales, posiblemente incluida la prostitución cúltica. El éxtasis, incluso el hablar en *lenguas, era un fenómeno común en las religiones grecoorientales, y esto podría servir para explicar el mal uso que los corintios hacían de los *dones cristianos, y posiblemente también la blasfemia pronunciada bajo éxtasis en 1 Co. 12.2s.

Los templos paganos representaban un papel significativo en la vida religiosa, y por ende en la vida diaria: funcionaban como restaurantes y centros sociales, además de ser centros importantes (si bien no los únicos) de aprovisionamiento para los carniceros (* Ídolos, Carne ofrecida a los; * Carnicería).

Además de los elementos emocionales y cúlticos, las religiones helenísticas apelaban también al intelecto, y el *gnosticismo encontró allí un semillero fértil. Muchas de estas religiones adquirieron una perspectiva fuertemente dualista, para la que la materia era algo ilusorio y malo, mientras que sólo los objetos del pensamiento, en el reino del alma, eran concretos y buenos. Esto conducía fácilmente a un fomento del conocimiento; a la creencia (que también aparece en el judaísmo helenístico) en la inmortalidad del alma más bien que en la resurrección del cuerpo; y, quizá algo extrañamente, tanto al ascetismo (en el que sencillamente se rechaza el mundo “malo”) como al libertinaje (en el que el alma “buena” se considera sin mancha, haga lo que hiciere el cuerpo ilusorio).

Todos estos factores sin duda contribuyeron a la creación de los problemas particulares que surgieron en la iglesia.

e. La(ss) fuente(ss) de sus problemas

Varios factores individuales se han sugerido como la causa subyacente de los errores de los corintios:

(i)      El *gnosticismo. Ya se ha mencionado la sugestión de Schmithals de que este es el origen de los problemas de los corintios. Adolece, sin embargo, de graves problemas, especialmente porque no existen pruebas de que el gnosticismo como sistema pueda fecharse tan temprano. Además, Schmithals se ve obligado a suponer que Pablo entendió mal la situación, por cuanto no responde efectivamente a las enseñanzas gnósticas (véase C. K. Barrett, “Christianity at Corinth”, BJRL 46, 1963–64, pp. 269–297).

(ii)      Un cambio en la propia enseñanza de Pablo. J. C. Hurd, The Origin of 1 Corinthians, 1965, ha formulado la compleja tesis de que Pablo se vio obligado, en vista del concilio de Jerusalén (Hch. 15), a cambiar su mensaje radicalmente, ante la perplejidad de los corintios, que se mantenían fieles a su predicación original de libertad, *sabiduría, y entusiasmo. Es imposible tratar adecuadamente la tesis de Hurd aquí, pero tres puntos merecen comentario. La reconstrucción que hace Hurd de los acontecimientos lo obliga a tratar la cronología y la historia del libro de Hechos sin miramientos, y a postular que en un lapso de dos años Pablo predicó en Corinto, experimentó su “media vuelta”, y luego formuló la posición “madura” expresada en 1 Co. No obstante, parecería un tiempo demasiado corto para la realización de dichos pasos. Segundo, es notable que Pablo no menciona el decreto apostólico, si es que ahora está interesado en recomendárselo a sus iglesias. Tercero, la tesis de Hurd no proporciona una exégesis satisfactoria de la carta. Para una crítica más detallada, véase J. W. Drane, Paul: Libertine or Legalist?, 1975, pp. 97s.

(iii)      Una presentación no paulina de la predicación de Pablo. A. C. Thiselton (“Realized Eschatology at Corinth”, NTS 24, 1977–78, pp. 510–526) ha sugerido recientemente que los corintios elaboraron la *escatología del propio Pablo llevándola mucho más alla de su propia posición, y llegaron a pensar que se encontraban ya reinando en el reino de la nueva era en la que “todas las cosas … son lícitas” (1 Co. 4.8; 6.12; 10.23). Thiselton cree que puede interpretar la mayor parte de la carta apoyándose en esta perspectiva, aun cuando ella plantea ciertas dificultades en relación con algunos problemas tales como los litigios del cap(s). 6.

Otros entendidos han buscado la solución en una combinación de factores: Drane (op. cit.), por ejemplo, sugiere que los corintios pueden haber sufrido la influencia de ideas gnósticas, si es que no las de un gnosticismo plenamente formulado, y la de una mala interpretación de la carta de Pablo a los *Gálatas. Esta posición no es incompatible con la de Thiselton, y alguna combinación de estos factores quizá proporcione la mejor base para una interpretación de la carta.

En 2 Co. el problema parecería ser algo diferente: aquí Pablo se ve ante un ataque personal (2 Co. 10.10) urdido por ciertas personas a quienes él a su vez denomina “falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo” (2 Co. 11.13–15). La forma en que Pablo recalca su propia falta de habilidad retórica, su negativa a insistir en su autoridad apostólica, y su debilidad (11.6–7, 30), nos llevan a suponer que dichas personas destacaban su propia capacidad retórica, autoridad espiritual, y fuerza. Son hebreos (11.22), y presumiblemente invocan la autoridad de la iglesia madre en Jerusalén. Más aun, se ha sugerido sobre la base de la frase “grandes apóstoles” (11.5; 12.11) que estos hombres no eran sino los apóstoles de Jerusalén en persona, y que tenemos aquí el principio de la división que Pablo menciona en Ga. 2.11s. Pero no es probable que Pablo se comparase, en igualdad de condiciones, con hombres a los que considera satánicos, de modo que parecería más razonable considerar a los “grandes apóstoles” como un grupo diferente de los “falsos apóstoles”. Por consiguiente parecería que estamos ante tres grupos:

(i)      Los “grandes apóstoles” de Jerusalén, cuya autoridad está siendo invocada por oposición a la de Pablo, pero ante quienes Pablo se considera igual, no inferior.

(ii)      Los “falsos apóstoles”, quizá enviados por los apóstoles de Jerusalén, pero que sobrepasan los límites del acuerdo de Gá. 2.9; y que tal vez intencionalmente ignoran los deseos de los apóstoles de Jerusalén.

(iii)      Los corintios mismos, en peligro de ser desviados, pero todavía no enfrentados a Pablo (véase C. F. Barrett, “Paul’s Opponents in II Corinthians”, NTS 17, 1970–71, pp. 233–254).

III. La integridad de las cartas

Es virtualmente cierto que Pablo tuvo más correspondencia con la iglesia de Corinto que la que se ha conservado en la Escritura. 1 Co. 5.9–13 probablemente.(si bien el verbo en 5.9 podría traducirse “estoy escribiendo”) se refiere a una carta anterior en la que advierte a la iglesia que debe apartarse de la inmoralidad (es decir, de los cristianos inmorales, pero esto fue interpretado mal). Denominaremos a esta carta “Co. A”.

2 Co. 2.3–11; 7.8–13a también se refieren a una carta anterior. Es dudoso que se trate de 1 Co., por las siguientes razones:

(i)      el tono de esta carta (véase 2 Co. 2.4; 7.8) no es el tono en que fue escrita 1 Co.

(ii)      esta carta es posterior a la visita “con tristeza” (2 Co. 2.1–3; 12.14; 13.1–3), lo cual no parecería corresponder a 1 Co.

(iii)      a pesar de la semejanza superficial, 2 Co. 2.5ss no parece estar refiriéndose a la misma situación de 1 Co. 5.5, puesto que en 2 Co. el ofensor parecería haber ofendido a Pablo personalmente.

De modo que si a nuestra 1 Co. la denominamos “Co. B”, parecería que hubo una “Co. C” (e. d., la carta mencionada en 2 Co.) anterior a nuestra 2 Co. (“Co. D”). Por consiguiente, parecería que hubo por lo menos cuatro epístolas de Pablo a los corintios. ¿Qué pasó con las otras? Hay dos posibilidades: o han desaparecido, o subsisten como fragmentos en nuestras 1 y 2 Co. Esta segunda posibilidad no se menciona simplemente en el supuesto de que debemos poseer todo lo que Pablo jamás escribiera: existen algunos indicios en las cartas mismas de que podrían ser compuestas.

(i)      2 Co. 10–13 parecería ser “Co. E”. Aun antes de que alguien sugiriese que 2 Co. podría ser mixta, hubo quienes notaron el nítido cambio de tono a partir del cap(s). 10; y el contenido también encuadra adecuadamente (véase Barrett para detalles). Se afirma, más aun, que dichos capítulos se entienden mejor si se considera que fueron escritos antes de 1–11: cf. las referencias a la visita de Pablo en 10.6; 13.2 y 10 con las de 1.23; 2.3 y 9; o las referencias a la jactancia en 10.7s; 11.18 y 12.1 con las de 3.1 y 5.12.

(ii)      2 Co. 6.14–7.1 parecería ser “Co. A”. Nuevamente el contenido se adapta a esta interpretación, y si se elimina esta sección de 2 Co. los “bordes se unen en forma bastante notable.

(iii)      También se afirma que 1 Co. 8–10 se entiende más fácilmente como dos (o más) cartas. Quizá el intento más completo de analizar la correspondencia de Pablo con Corinto como compuesta de varias partes es el de W. Schmithals, “Die Korintherbriefe als Briefsammlung”, ZNW 64, 1973, pp. 263–288, donde se postulan no menos de nueve cartas independientes. Sobre toda esta cuestión, cf. C. K. Barrett, 1 Corinthians, pp. 12–17 y 2 Corinthians, pp. 11–21.

Pero en el mejor de los casos las teorías de partición son interpretaciones que llevan a la desesperación: plantean tantos problemas como los que resuelven, especialmente en cuanto al funcionamiento de la mente del redactor final. Si es posible encontrarle sentido a las cartas tal como las tenemos, tales teorías deben ser rechazadas.

IV. Las relaciones de Pablo con la iglesia de Corinto

Lo que sigue es un intento de ofrecer una reconstrucción razonable de los acontecimientos probables en la historia de la iglesia de Corinto de los que tenemos algún conocimiento.

a. Inmediatamente después de la partida de Pablo

Otros predicadores y maestros habían estado allí y se habían ido: especialmente Apolos (Hch. 19.1), y muy posiblemente Pedro, o tal vez emisarios de parte suya (cf. 1 Co. 1.12). Ya en esta etapa parecería haber habido algo malo, y Pablo debe haber recibido informes sobre la inmoralidad, ya sea real o inminente, en la iglesia.

b. “Co. A”

Pablo reaccionó ante este problema con una carta, advirtiendo a la iglesia que no debía tener nada que ver con los inmorales (cf. 1 Co. 5.9). No podemos decir más acerca de la carta que esto, excepto que puede haber sido escrita ignorando la verdadera gravedad de la situación, y que parece haber sido mal interpretada.

c. Pablo recibe noticias acerca de Corinto

Pablo estaba en posesión de noticias recibidas de tres fuentes antes de escribir 1 Co.:

(i)      Los de *Cloé visitaron a Pablo y le informaron que la iglesia se había dividido siguiendo a diversos líderes. Estos pueden haber sido simplemente figuras en torno a las cuales se reunieron grupos de personas básicamente con las mismas creencias, o pueden haber representado diferencias reales de credo (si bien Pablo no da ninguna idea en su carta de que se esté dirigiendo a grupos profundamente divididos). Incluso es posible que, si los de Cloé fueron portadores de la carta de los corintios, las divisiones hayan sido ocasionadas por el hecho mismo de haberse escrito la carta, por la razón de que los diversos grupos pueden haber querido mandar la carta a diferentes autoridades.

(ii)      Estéfanas, Fortunato, y Acaico (1 Co. 16.17) probablemente informaron acerca de las situaciones que impulsaron a Pablo a escribir los cap(s). 5 y 6 de su carta.

(iii)      Los corintios también le habían escrito una carta a Pablo, planteándole una diversidad de cuestiones, a las que responde en 1 Co. 7.1–16.4. En su respuesta Pablo cita varias veces esa carta de ellos; cf. “bueno le sería al hombre no tocar mujer” (7.1); “todos tenemos conocimiento” (8.1), y “todo me es lícito” (10.23). Parece que la carta preguntaba, entre otras cosas, si el celibato es el ideal cristiano (asunto que se considera en el cap(s). 7 de la respuesta de Pablo); por qué no podían los cristianos sentirse libres para participar en sacrificios a los ídolos y comer la carne sacrificada a los mismos, ya que sabemos que los ídolos no son nada (asunto considerado en los cap(s). 8–10); si sus prácticas (presumiblemente las describían en forma bastante detallada) en los momentos del culto de adoración eran correctas (considerado en los cap(s). 11–14); si no habían conocido ya la única *“resurrección” que iban a experimentar con su nueva vida en Cristo (considerado en el cap(s). 15); y qué debía hacerse en cuanto a la ofrenda (considerado en el cap(s). 16).

d. Pablo contesta: “Co. B”

La respuesta de Pablo es nuestra carta de 1 Co. Su longitud, y las emociones generadas por las cuestiones planteadas, son más que suficientes para explicar la forma ocasionalmente inconexa de la carta. Sin embargo, parecería que la carta no logró su objetivo: leemos en 2 Co. 2.1 y 13.2 acerca de la necesidad de que se tomaran medidas adicionales.

e. La visita “con tristeza”

Esas medidas adicionales consistieron en otra visita a Corinto, visita que también parece haber sido un fracaso: la iglesia sigue desgarrada por las contiendas, y Pablo es contrariado por un individuo que lo ofende personalmente.

f. “Co. C”

Pablo vuelve a intentar conseguir por carta lo que no pudo lograr en la carne: le dirige a su grey una severa reprensión. Esta carta fue entregada por Tito (2 Co. 7.5–8), y ya no existe. Después de haberla escrito, Pablo se arrepintió amargamente, y la cuestión le preocupó tanto que no pudo cornpletar su trabajo, a pesar de las oportunidades; finalmente dejó la tarea que tenía por delante y fue en busca de Tito para averiguar cómo había sido recibida la carta (2 Co. 2.12s). Cuando se encontró con Tito, empero, le produjo gran gozo saber que su carta había sido justamente lo que hacía falta; los corintios se habían arrepentido y ahora apoyaban firmemente a Pablo; el informe de Tito resultaba sumamente alentador.

g. “Co. D”

Encantado con el restablecimiento de las relaciones de amistad entre él y su iglesia, Pablo volvió a escribir de inmediato, esta vez una carta de alabanza y gozo (nuestra 2 Co. 1–9).

h. Llegan más noticias

Antes de que Pablo hubiese podido despachar su carta (o tal vez incluso inmediatamente después) pareren haber llegado noticias de que esta victoria en Corinto no había sido completa después de todo. O Tito había sido excesivamente optimista, o se había operado un cambio posterior; unos extraños, titulándose “apóstoles”, y portando las mejores credenciales, habían desafiado la *autoridad de Pablo y habían comenzado a desviar a su grey.

Alternativamente, podemos suponer que Pablo sabía de la existencia de este “foco de resistencia” desde el principio, pero se reservó su censura para el final. Este parecer, sin embargo, hace más difícil entender el cambio de tono, y no explica el hecho de que Pablo no dé ninguna indicación de que ha pasado, de dirigirse a toda la iglesia, a dirigirse a una minoría en su seno.

i. “Co. E”

Pablo respondió con un ataque devastador contra los “falsos apóstoles”, y volvió a insistir en su propia autoridad en otra carta o en un apéndice a “Co. D”. Esta es nuestra 2 Co. 10–13. ¿Tuvo éxito? Sólo podemos especular. No existe ninguna otra carta de Pablo a esta iglesia, si bien alrededor del 96 d.C. Clemente, obispo de Roma, se vio obligado una vez más a ocuparse de esta iglesia rebelde. La iglesia volvió a dividirse, esta vez porque algunos de los hombres más jóvenes habían desplazado a sus presbíteros. Clemente consideró que se trataba de un problema de orgullo (cuestión que no está totalmente ausente de las cartas de Pablo), y que las luchas eran más bien personales que doctrinales. De modo que tal vez en las cuestiones principales Pablo obtuvo la victoria, aun cuando esa victoria puede no haber sido tan completa como le hubiese gustado.

V. Autenticidad y fechas

Sea como fuere la cuestión de su integridad, no puede haber dudas en cuanto a la autenticidad de estas dos epístolas; siempre se las ha considerado como parte del indiscutido corpus paulino. Para el fechamiento de las cartas podemos comenzar en el momento fijo que nos ofrece el proconsulado de *Galión, que nos permite fechar los acontecimientos de Hch. 18.12 a mediados del 51 ó 52 d.C. (los procónsules se hacían cargo de sus funciones en julio). Después de esto Pablo se quedó “muchos días” (Hch. 18.18), partiendo de allí posiblemente hacia fines de ese mismo año. Hch. 19 registra sus actividades subsiguientes: una breve visita a Éfeso, luego a Jerusalén, y nuevamente a Éfeso, donde se quedó más de dos años. Aquí es donde es más razonable ubicar la redacción de 1 Co., de modo que puede fechársela en algún momento del 53 ó 54 d.C. 2 Co. tendría una fecha ligeramente posterior, no más allá del 55 d.C.

Bibliografía. E. Harrison, Introducción al Nuevo Testamento, 1980; G. Bornkamm, El Nuevo Testamento y la historia del cristianismo primitivo, 1975; F. C. Eiselen, El cristiano y su Biblia, s/f, 2 t(t).; J. C. Fernandes, Orígenes del Nuevo Testamento, 1952; H. I. Hester, Introducción al Nuevo Testamento, 1975; C. F. Digby Moule, El nacimiento del Nuevo Testamento, 1974; varios autores, Introducción al Nuevo Testamento, 1976, 2 t(t).; A. Wikenhauser, Introducción al Nuevo Testamento, 1960; C. Hodge, Comentario sobre la Primera epístola a los Corintios, 1969; K. Schelkle, Segunda carta a los Corintios, 1969; J. Leipoldt, W. Grundmann, El mundo del Nuevo Testamento, 1975, 2 t(t).; varios autores, Diálogo teológico Nº 22, 1983.

Comentarios: Quizás los mejores comentarios sobre las dos cartas sean los de C. K Barrett en la serie Black (1968 y 1973). Otros incluyen: Sobre 1 Co.: Calvino; F. Godet, 1886; A. Robertson y A. Plummer, ICC, 1911 (texto gr.); L. Morris, TNTC, 1958; J. Héring, 1962 eds. francesa 1948); H. Conzelmann, Hermeneia, 1975.

Sobre 2 Co.: Calvino; A. Plummer, ICC, 1915 (texto gr.); R. V. G. Tasker, TNTC, 1958; P. E. Hughes, 1962.

Otros estudios: F. F. Bruce, Paul: Apostle of the Free Spirit, 1977, cap(s). 23 y 24; D. Georgi, Die Gegner des Paulus im 2. Korintherbrief, 1964.

D.R. de L.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico