CONSOLACION

v. Consuelo
Job 15:11 ¿en tan poco tienes la c de Dios, y las
Isa 66:11 maméis y os saciéis de los pechos de sus c
Jer 16:7 ni les darán a beber vaso de c por su
Mat 5:4 los que lloran, porque ellos recibirán c
Luk 2:25 Simeón .. piadoso, esperaba la c de Israel
Act 15:31 leído la cual, se regocijaron por la c
Rom 15:4 por la .. c de las Escrituras, tengamos
Rom 15:5 el Dios .. de la c os dé .. un mismo sentir
2Co 1:3 Padre de misericordias y Dios de toda c
2Co 1:5 abunda .. por el mismo Cristo nuestra c
2Co 7:4 mucho me glorío con .. lleno estoy de c
2Co 7:13 hemos sido consolados en vuestra c
Phi 2:1 por tanto, si hay alguna c en Cristo, si
2Th 2:16 y nos dio c eterna y buena esperanza
Phm 1:7 pues tenemos gran gozo y c en tu amor


(gr., paraklesis, consuelo, ánimo, exhortación). En el pensamiento detrás de esta palabra, la consolación de Israel, esperada por Simeón (Luk 2:25), se relaciona con el famoso consuelo asociado con el cumplimiento de las promesas (Isa 40:1 ss.). Sin embargo consolación es un concepto más amplio que †œconsuelo†, como se ve en la descripción del Espí­ritu Santo como el Consolador (Joh 14:16-17) y de Bernabé como hijo de consolación (Act 4:36).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Consolar al triste, aliviar la pena al afligido es una obra de misericordia (Jn 11,19-31). Hay penas tan profundas y amargas para las que difí­cilmente hay consuelo en esta vida (Mt 2,18). Hay lágrimas que serán consoladas y se convertirán en alegrí­a (Mt 5,4), y, por el contrario, hay personas que viven en la comodidad y en la riqueza, que han recibido ya el consuelo y la satisfacción en esta vida y no podrán recibirla en la otra (Lc 6,24; 16,25).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

En la *tristeza, en la *enfermedad, en el luto, en la *persecución tiene el hombre necesidad de consolación. Entonces son ciertamente numerosos los que se apartan de él como de un apestado. Por lo menos sus padres y sus amigos, movidos de compasión, acuden a visitarle para compartir su dolor y suavizárselo (Gén 37,35; 2Sa 10,2s; Jn 11,19.31); con sus palabras, con sus gestos rituales, se esfuerzan por consolar (Job 2,11ss; Jer 16,5ss). Pero no pocas veces estas buenas palabras son un peso más que un alivio (Job 16,2; 21,34; Is 22,4) y no pueden hacer que vuelva el que ha partido, por el que se llora (Gén 37,35; Mt 2,18). El hombre se queda solo con su dolor (Job 6,15.21; 19,13-19; Is 53,3); Dios mismo parece alejarse de él (Job; Sal 72,2s; Mt 27,46).

1. La espera del Dios consolador. Jerusalén pasó en su historia por la experiencia de este total abandono. Privada, en su ruina y en su *exilio, de toda consolación por parte de sus aliados de la ví­spera (Lam 1,19), piensa incluso haber sido olvidada por su Dios (Is 49,14; 54,6ss), sin *esperanza.

Pero en realidad Dios sólo la ha abandonado «un breve instante» (Is 54,7) para hacerle comprender que sólo él es el verdadero consolador. Y, en efecto, vuelve a Jerusalén: «Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios» (Is 40,1; 49,13…). Yahveh responde así­ a la queja de Jerusalén abandonada. Después del *castigo del *exilio intervendrá en su favor para cumplir las *promesas hechas por sus profetas (Jer 31,13-16; cf. Eclo 48,24). Esta intervención salví­fica es un proceder de *amor, que se expresa en diversas imágenes. Dios consuela a su pueblo con la bondad de un *pastor (Is 40,11; Sal 23,4), el afecto de un *padre, el ardor de un prometido, de un *esposo (Is 54), con la ternura de una *madre (Is 49,14s; 66,11 ss).

Así­, Israel expresará su esperanza de la *salud escatológica como la espera de la consolación definitiva (Zac 1,13).

Un enviado misterioso, el siervo, vendrá a realizar esta obra (Is 61,2), y la tradición judí­a, testimoniada por el Evangelio mismo, llamará al *Mesí­as Menahen, «consolación de Israel» (Is 2,25s). En espera de estos dí­as del Mesí­as, saben los *fieles que Dios no los ha dejado en la soledad: para consolarlos en su peregrinación terrena les ha dado su *promesa (Sal 119,50), su amor (119,76), la ley y los profetas (2Mac 15,9), las Escrituras (lMac 12,9; Rom 15,4); así­ animados en sus *pruebas viven en la esperanza.

2. Cristo, consolador de los afligidos. Y ahora viene en Jesús a los hombres el Dios que consuela. Jesús se presenta como el Siervo esperado: «El Espí­ritu del Señor está sobre mí­…» (Lc 4,18-21). Aporta a los afligidos, a los *pobres, el mensaje de consolación, el *Evangelio de la felicidad en el *reino de su Padre (Mt 5,5). Viene a dar ánimos a los que están abrumados por sus *peca-dos o por la *enfermedad, cuyo signo es (Mt 9,2.22). Ofrece el *reposo a los que penan y ceden bajo la carga (Mt 11,28ss).

Esta consolación no cesa al partir él para el Padre: Jesús no deja huérfanos a los suyos, sino que les enví­a el *Paráclito», el Espí­ritu de consolación, que los asistirá en la *persecución (Jn 14,16.26). Los cristianos viven, pues, en la consolación que Jesús les ha dado para siempre con el Espí­ritu Santo (Act 9,31). Los *milagros del Señor en favor de su Iglesia son también signos del Dios que consuela y hacen que nazca el *gozo en el corazón de los fieles (20,12).

El apóstol Pablo sentó las bases de una teologí­a de la consolación: a través de una prueba tan terrible como la muerte descubrió que la consolación brota de la desolación misma cuando ésta se une al *sufrimiento de Cristo (2Cor 1,8ss). Esta consolación rebota a su vez sobre los fieles (1,3-7), pues se alimenta de la fuente única, el *gozo del Resucitado.

Cristo es, en efecto, fuente de toda consolación (Flp 2,1), en particular para los que por la muerte se hallan separados de sus seres queridos (lTes 4,18). En la Iglesia es esencial la función de consolador, para mostrar que Dios consuela para siempre a los pobres y a los afligidos (ICor 14,3; Rom 15,5; 2Cor 7,6; cf. Eclo 48,24).

-> Bienaventuranza – Exhortar – Gozo – Paráclito – Soledad – Sufrimiento – Tristeza.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

Las palabras hebreas neḥāmāh y tanḥumim se traducen varias veces por «consolación», «confortar», «exhortación», «estimular» y la palabra griega equivalente es paraklēsis. De la raíz hebrea se derivan nombres propios tales como Nahum (consuelo) y Nehemías (el Señor ha confortado). La palabra griega tiene una forma personal paraklētos que es un título descriptivo del Espíritu Santo (Consolador, Paracleto) y significa «uno llamado (a ayudar)».

El verbo hebreo «cubre una gran esfera de acción; su uso reflexivo denota la aflicción de un hombre por el pasado, en tanto que en su forma intensiva hay un clamor por una consolación activa» (Ulrich Simon, A Theology of Salvation, p. 28). Cuando Dios consuela, lo hace invirtiendo las situaciones humanas y cambiando la tristeza en gozo. A escala nacional esto se apreció particularmente en la liberación de Israel del exilio (Is. 40:1; 49:13; 51:3, etc.).

En el NT, aunque se encuentra una aplicación nacional en Lc. 2:25, paraklēsis se usa en un sentido más personal. Se promete consuelo a los que lloran (Mt. 5:4). Las tres personas de la Divinidad están asociadas en el ministerio de la consolación (2 Co. 1:3, 5; Fil. 2:1; Hch. 9:31). Jesucristo por su encarnación se constituye en nuestro Consolador al haber compartido nuestros dolores y tentaciones (Lc. 7:13; Heb. 2:18).

Bernabé significa «hijo de consolación» (Hch. 4:36); la epístola a los Hebreos se describe como «palabra de exhortación» (Heb. 13:22); 2 Corintios se presenta preferentemente como la epístola de la consolación (paraklēsis en cada caso). La disposición a consolarse unos a otros en las tristezas y pruebas debería ser una característica de la comunión cristiana (véase 1 Ts. 2:11; Ro. 1:12; Col. 4:11).

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; AS; HDB; HDCG; H.H. Farmer, The Healing Cross, p. 133; N. Snaith, Distinctive Ideas of the Old Testament, p. 180.

L.E.H. StephensHodge

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

HDCG Hastings’ Dictionary of Christ and the Gospels

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (122). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología