La “consagración” veterotestamentaria (heb. ḥerem) denota en la práctica “exterminar, consagrar a Dios, excluir”. Por lo tanto debían destruirse los pueblos, como los *cananeos (Ex. 23.31; 34.13; Dt. 7.2; 20.10–17), o lugares (Jericó, Jos. 6.17–21; cf. Dt. 2.34s; Jos. 11.14), dedicados a la idolatría. La práctica alcanzó también a una familia israelita (Acán, Jos. 7.24–26; cf.. Dt. 20.10ss), e Israel fue amenazada con la misma suerte por su idolatría (Dt. 8.19; Jos. 23.15). La exigencia incluye un aspecto de tabú que prohibía el contacto con la abominación (Dt. 7.26), o la cosa sagrada (Lv. 27.28). En Israel era una cuestión primariamente religiosa, relativa a objetos dedicados al Señor y a su servicio (Nm. 18.14).
Por fuentes extrabíblicas procedentes de *Mari, y por la piedra *moabita, se conocen similares imposiciones de prohibición sobre botines de guerra que debían dedicarse a la deidad. Parece que esta práctica fue descuidada después de la monarquía, aunque los profetas exigían su cumplimiento (1 S. 15.9; 1 R. 20.31, 42; Mi. 4.13; Is. 34.5). En Esd. 2.62; 10.8 y otros pasajes de °vrv2 la idea es la de excomunión o expulsión. Así, los cristianos eran expulsados de las sinagogas (Jn. 9.22; 12.42; 16.2; cf. Hch. 28.16–22). Los casos que presenta el NT refuerzan la idea de que tal expulsión, o exclusión, se hacía también para el beneficio último de la persona excluida (1 Co. 5.1–5). (Véase * Anatema )
Bibliografía. A Malamat, “The Ban in Mari and the Bible”, Biblical Essays (Sud Africa), 1966, pp. 40–49.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico