CONOCIMIENTO (DE JESUS)

DJN
 
La postura conservadora no pone lí­mite alguno al conocimiento de Jesús. Partiendo de que Jesús es el Hijo de Dios, la segunda persona de la Stma. Trinidad, la Sabidurí­a de Dios, el Verbo o la Palabra es evidente la ilimitación de sus conocimientos. Por tanto, Jesús, incluso en cuanto hombre, conoce todo lo que Dios conoce. Por si el argumento fuese poco convincente se le añade otro que es tan contundente o más que el anterior. Su naturaleza es filosófica y procede así­: el sujeto del conocimiento es la persona; ahora bien, en Jesús, al no haber más que una sola persona y, naturalmente, ser ésta la persona divina, sus conocimientos deben coincidir con los que Dios posee.

Es difí­cil encontrar reunida en tan pocas lí­neas tanta fantasí­a teológica trasnochada. Ni siquiera el Catecismo de la Iglesia Católica ha logrado yuxtaponer tantas incongruencias juntas. Habla del «alma humana que el Hijo de Dios asumió y está dotada de un verdadero conocimiento humano. Como tal, éste no podí­a ser de por sí­ ilimitado: se desenvolví­a en las condiciones históricas de su existencia en el espacio y en el tiempo…» (n.° 472), y añade «El Hijo, en su conocimiento humano, demostraba también la penetración divina que tení­a de los pensamientos secretos del corazón de los hombres (n.° 473). Como siempre, el sí­ y el no, una de cal y otra de arena en el mejor de los casos, desconcierto para aquellas personas que se tomen en serio tales afirmaciones
Comencé el párrafo anterior hablando de la postura conservadora, no cientí­fica, por tanto. Estamos persuadidos de que este planteamiento sólo es aceptado por una «fides carbonaria», no por ninguna mente sana que se autocalifique de «teológica».

Antes de seguir adelante pido la licencia necesaria para citar una autoridad muy superior a la mí­a: «Jesús es persona única y a la vez persona humana», un «yo humano, psicológico y ontológico, un centro de conciencia, de decisión, de proyecto de vida». Es hombre, en sentido absoluto y pleno, y en este su ser hombre nos muestra un nuevo sentido cristiano de Dios, un sentido de Dios que en ningún momento puede abstraerse de su humanidad concreta e histórica sin morir inmediatamente, con la muerte del Dios de las religiones. (P. Schoonenberg, citado por M. Pardoni, , en Diccionario de Teologí­a, Cristiandad, Madrid, 1977, p. 833).

En cuanto al primer argumento, queremos recordar únicamente que ese concepto de la Stma. Trinidad ya no se lleva; que es necesario partir de Jesús, como persona humana, para llegar más arriba, hasta un concepto «económico», es decir, el expresado en la economí­a o en el plan o designio de la historia de la salvación; solamente entonces se puede hablar del Dios tridimensional, del Dios que, al hablar, se expresa y se concentra en una Palabra, que seguirá hablando si nosotros, sus destinatarios, no nos empeñamos en «sofocar o apagar el Espí­ritu» (1Tes 5, 19) de la Verdad.

El pensamiento teológico serio se desarrolla en otra dirección. «Si en Jesucristo no hay otro conocimiento que el divino, entonces no conoce nada. El conocimiento divino no es un acto del alma humana, pertenece a otra naturaleza» (Sto. Tomás). Para los escolásticos, el conocimiento se adquiere por la naturaleza, y Dios y el ser humano conocen por distintos medios; Dios conoce inmediatamente y no conceptualmente; el conocimiento humano se hace por abstracción y es conceptual. Por tanto, el conocimiento divino no es trasferible al ser humano. Precisamente por su limitación. Algunos escolásticos intentan «arreglarlo» -por lo que se refiere a Jesús- recurriendo a la visión beatí­fica, a un conocimiento infuso. K. Rahner, U. von Balthasar, J. Galot… lo niegan: Jesús no un conocimiento ilimitado.

Esta limitación pertenece a la esencia de la fe cristiana. La apelación al concilio de Calcedonia que, apoyándose en la carta a los Hebreos (4, 15) afirma que Jesús fue en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, sitúa la desigualdad en relación con el hombre en la ausencia de pecado, no en su ignorancia.

Cirilo de Alejandrí­a, el enemigo por antonomasia del nestorianismo (que admití­a la existencia de dos personas o de dos poderes en Cristo), dice de él: «Hemos admirado su bondad en que, por amor a nosotros, no rehusó descender a nuestra posición para participar en nuestra naturaleza, incluyendo en ella la ignorancia (PG, 74, 369).

Desde el punto de vista de la teologí­a o de la doctrina sistemática, el aceptar el conocimiento limitado de Cristo no significa negar su conciencia mesiánica ni tampoco que sea Dios… La negación de un conocimiento ilimitado le sitúa en la lí­nea de los seres plenamente humanos. Por tanto, no se queda en el terreno de la negación, sino que se dirige al campo de la afirmación. Nos sitúa, además, en la más pura lí­nea bí­blica:

– Jesús crecí­a y su persona se desarrollaba en todos los ámbitos del ser humano (Lc 2, 40. 52).

– Desconoce qué persona ha tocado su manto esperando por este medio recuperar la salud (Mc 5, 30-32).

– Afirma que nadie es bueno sino sólo Dios (Mc 10, 17-18).

– Reconoce su desconocimiento en relación con la pregunta que le hacen los discí­pulos sobre un «impreciso fin» del que está hablando: «Respecto de aquel dí­a y de aquella hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, únicamente el Padre» (Mc 13, 32).

– El evangelio de Juan pone frecuentemente en labios de Jesús la afirmación de que sus palabras y acciones no son suyas, proceden del Padre, él es el que las potencia y autoriza.

– La semejanza con los hombres en todo, menos en el pecado, y su aprendizaje de la obediencia a través del sufrimiento, nos orientan en la lí­nea de la limitación de la que estamos hablando (Heb 4, 15; 5, 8-9) -> .

Fernández Ramos

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret