(epiginóskein, gnósis)
Estos dos términos, utilizados masivamente por Pablo (ginóskó: 50 empleos en el corpus paulino entre 221 del Nuevo Testamento; gnósis: 23 empleos entre 29 del Nuevo Testamento), no pueden estudiarse por separado. Pertenecen al campo semántico del conocimiento, muy rico en Pablo (véase Revelación, Sabiduría, Misterio).
16
El conocimiento que describe Pablo se distingue del conocimiento del tipo gnóstico: no es un saber relacionado con una iniciación o con una competencia. Tampoco es una pretensión de saber (1 Cor 8,1), sino un don de Dios revelado gratuitamente (1 Cor 1; Ef 3). Por tanto, no está reservado a unos iniciados. Y, por consiguiente, implica en sí mismo la necesidad de su transmisión.
Tiene que ver con la concepción judía. Efectivamente, en la terminología del Antiguo Testamento, el tema del conocimiento expresa la diferencia entre judíos y paganos; los judíos son los que conocen a Dios, mientras que los paganos, presos de su ceguera, no tienen acceso a este conocimiento. En Jesucristo, el conocimiento suprime las barreras entre los que creen y conocen y los que, por no creer, no pueden conocer a Dios: todos tienen libre acceso al Padre, sin más mediación que la de la cruz. El conocimiento es universal, hasta el punto de que desaparecen no sólo las divisiones horizontales, sino también las divisiones verticales entre el cíelo y la tierra (según la cosmología judía) (Ef 3).
El conocimiento tiene un valor existencial. El conocer (ginóskein) y el conocimiento (epígnósis) se juntan para describir el movimiento de fe y de amor que conducen a Cristo. Este conocimiento del corazón implica una participación en la muerte-resurrección del Señor (Flp 3,8-11). Por otra parte, es el conocimiento de los dones de Dios lo que constituye el origen del despliegue de la alabanza, característico de las cartas de la cautividad.
Conviene señalar una evolución en los escritos paulinos. En Col y en Ef, las categorías del conocimiento se emplean masivamente para describir el ser cristiano. La reflexión sobre las relaciones de Cristo y de la Iglesia se convierte en una reflexión en términos de misterio. Todos los terrenos, el cris-tológico, el eclesiológico, el antropológico, tienen una dimensión cognoscitiva.
C. R.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas
(epiginóskein, gnósis)
Estos dos términos, utilizados masivamente por Pablo (ginóskó: 50 empleos en el corpus paulino entre 221 del Nuevo Testamento; gnósis: 23 empleos entre 29 del Nuevo Testamento), no pueden estudiarse por separado. Pertenecen al campo semántico del conocimiento, muy rico en Pablo (véase Revelación, Sabiduría, Misterio).
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El conocimiento que describe Pablo se distingue del conocimiento del tipo gnóstico: no es un saber relacionado con una iniciación o con una competencia. Tampoco es una pretensión de saber (1 Cor 8,1), sino un don de Dios revelado gratuitamente (1 Cor 1; Ef 3). Por tanto, no está reservado a unos iniciados. Y, por consiguiente, implica en sí mismo la necesidad de su transmisión.
Tiene que ver con la concepción judía. Efectivamente, en la terminología del Antiguo Testamento, el tema del conocimiento expresa la diferencia entre judíos y paganos; los judíos son los que conocen a Dios, mientras que los paganos, presos de su ceguera, no tienen acceso a este conocimiento. En Jesucristo, el conocimiento suprime las barreras entre los que creen y conocen y los que, por no creer, no pueden conocer a Dios: todos tienen libre acceso al Padre, sin más mediación que la de la cruz. El conocimiento es universal, hasta el punto de que desaparecen no sólo las divisiones horizontales, sino también las divisiones verticales entre el cíelo y la tierra (según la cosmología judía) (Ef 3).
El conocimiento tiene un valor existencial. El conocer (ginóskein) y el conocimiento (epígnósis) se juntan para describir el movimiento de fe y de amor que conducen a Cristo. Este conocimiento del corazón implica una participación en la muerte-resurrección del Señor (Flp 3,8-11). Por otra parte, es el conocimiento de los dones de Dios lo que constituye el origen del despliegue de la alabanza, característico de las cartas de la cautividad.
Conviene señalar una evolución en los escritos paulinos. En Col y en Ef, las categorías del conocimiento se emplean masivamente para describir el ser cristiano. La reflexión sobre las relaciones de Cristo y de la Iglesia se convierte en una reflexión en términos de misterio. Todos los terrenos, el cris-tológico, el eclesiológico, el antropológico, tienen una dimensión cognoscitiva.
C. R.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas