v. Benignidad, Bondad, Misericordia, Piedad
Exo 2:6 teniendo c de él, dijo: De los niños de
Deu 13:17 Jehová tenga c de ti, y te multiplique
2Sa 12:22 ¿quién sabe si Dios tendrá c de mí
Job 19:21 amigos, tened c de mí, tened c de mí!
Hos 13:14 oh Seol; la c será escondida de mi vista
Jon 1:6 tu Dios; quizá él tendrá c de nosotros
Mat 9:36 y al ver a las multitudes, tuvo c de ellas
Mat 14:14 tuvo c de ellos, y sanó a .. enfermos
Mat 15:32; Mar 8:2 tengo c de la gente, porque ya
Mar 6:34 salió Jesús y .. tuvo c de ellos, porque
Compadecerse.
Sentimiento de ternura y consideración por los demás, que va desde la clemencia en el juicio (Deu 7:16 [RVA:
lástima]) pasando por la bondad (Job 6:14 [BA, BJ: compasión]; Pro 19:17 [BA, BJ: se apiada]; Pro 28:8 [RVA: se apiada, otras versiones: se compadece]) y la misericordia (Mat 18:33) a la piedad (Lam 4:10 [RVR-1960: piadosas; BJ: tiernas; RVA:
compasivas]). Puede referirse a la preocupación por un objeto (Jon 4:10 [RVA: te preocupas; RVR-1960:
tuviste lástima]) o por algo muy deseado (Eze 24:21). Puede ser el dolor de Dios por su santo nombre profanado (Eze 36:21). La compasión por los propios hijos es la esencia de la paternidad, ya sea humana o divina (Psa 103:13), inherente en la actividad redentora de Dios (Psa 72:13 [BA: compasión; RVA:
piedad; RVR-1960: misericordia]).
En el NT, la palabra splanenizomai se utiliza para expresar compasión (Luk 10:33 [RVA, RVR-1960: misericordia]). Hay tres palabras gr. que se utilizan una vez cada una: eleeo, tener misericordia (Mat 18:33); eusplancnos, misericordiosos (1Pe 3:8); polusplancnos, misericordioso (Jam 5:11), referida a Dios.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
(Padecer con otro).
– Del Padre: Mat 18:27, Luc 15:20.
– De Cristo: Mat 9:36, Mat 14:14, Mat 15:32, Mat 20:34, Mar 1:41, Mar 9:22, Luc 7:13, : – Del Hombre: Luc 6:36, Luc 10:33.
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
Con esta palabra se traducen términos que en diferentes lugares de las Escrituras quieren expresar el tener o sentir piedad. Se apunta a un sentimiento profundo de conmiseración que nace de un amor que siente pena por el otro. La hija de Faraón tuvo c. del niño que encontró en el río (Exo 2:6). Job pedía a sus amigos que tuvieran c. de él (Job 19:21). Dios le dice a Israel: †œMi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi c.† (Ose 11:8) y se inclina al perdón. De la misma manera, el Señor Jesús †œal ver las multitudes, tuvo c. de ellas† (Mat 9:36). †œEl Señor es muy misericordioso y compasivo† (Stg 5:11). Así también deben ser los creyentes (1Pe 3:8).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
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Virtud humana que lleva a sentir pena por los sufrimientos o dificultades ajenas y en general por todas las situaciones del prójimo ante las cuales se reaciona con afecto, tolerancia, simpatía y deseos de ayudar y compartir.
Es virtud eminentemente cristiana repetidamente reflejada en los textos bíblicos, sobre todo evangélicos. El termino «compasión», en griego «oixteiro», ,aparece 12 veces en el Nuevo Testamento. «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.» (Lc. 6.36). «¿?No era justo que tuvieras compasión de tu hermano como yo la tuve de ti?» (Mt. 18.33)
Y los paralelos de «lástima» (19 veces), «pena» (6) y, sobre todo, «misericordia» (eleos en griego, 78 veces), completan un panorama abundante de referencias a una actitud profunda de los seguidores de Jesús, en la cual es imprescindible iniciar a los creyentes con experiencias de fraternidad más que con recomendaciones de benevolencia.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
(v. Buen Pastor, caridad, caridad pastoral, obras de misericordia)
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
(-> misericordia, amor). Es la capacidad de asumir como propio el sufrimiento* de los demás. Se relaciona con la debilidad del hombre. Tiene una gran importancia en la historia de las religiones. En el principio del budismo está la compasión universal, entendida en forma de solidaridad quizá más pasiva. La religión bíblica ha puesto de relieve la exigencia de una compasión más activa, que se expresa en la ayuda a los necesitados.
(1) Antiguo Testamento. El signo básico de la compasión es el éxodo: Dios «ve y conoce» el sufrimiento de los hebreos, se compadece de los hebreos oprimidos en Egipto y «baja» a liberarles por medio de Moisés (cf. Ex 2,23-25; 3,7). La fórmula básica de la compasión de Dios se encuentra en Ex 34: «Â¡Yahvé, Yahvé, Dios compasivo y clemente, lento a la ira y rico en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado». Yahvé ha sido para Israel un Dios compasivo que perdona a su pueblo, aunque corrige y castiga sus culpas hasta la tercera y cuarta generación, es decir, por unos setenta años, como fueron simbólicamente los años del exilio. Partiendo de la misma experiencia del Exodo, el libro de la Sabiduría ha retomado de un modo sistemático este motivo, hasta elaborar una especie de tratado de la compasión activa de Dios, cuyo poder no tiene límite y que, precisamente porque puede todo (crear y aniquilar, destruir y perdonar), quiere perdonar y perdona todo: «Te compadeces de todo (eleeis de pautas) porque todo lo puedes (= panta dynasai)». Dentro del orden del mundo resulta imposible la absoluta compasión, porque las cosas están hechas de polaridades limitadas. Por eso, tanto la compasión como el amor o la ternura son siempre finitas. Pero Dios rompe ese nivel de polaridades. No está limitado por nada y así lo puede todo, pero no lo hace todo, sino sólo aquello que va en línea de perdón y compasión: no necesita de nadie y, sin embargo, se compadece de todos; es infinito y sin embargo se encuentra cerca de los necesitados. De esa forma aparece no sólo como creador, sino como recreador de los hombres, que forman parte de su misterio de amor: «A todos perdonas porque todos son tuyos, Señor, amigo de los hombres» (Sab 11,26). El despliegue consecuente de esta visión de Dios constituye la tarea de la interpretación bíblica.
(2) Jesús, el Nuevo Testamento. Los evangelios presentan a Jesús como «Mesías compasivo»: «Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y cuando vio las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban acosadas y desamparadas como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,35-36; cf. Mt 14,14; 15,32). La palabra que emplea el texto (esplagklinisté) alude a un movimiento interior, que brota de la misma entraña o, mejor dicho, de las entrañas de un hombre o mujer. Esta compasión es como un movimiento del útero maternal, que siente como propios los sufrimientos de los demás. Jesús no se detiene ante el sufrimiento ajeno, de forma pasiva o contemplativa. No medita sobre los males del mundo, sino que, de un modo intenso y comprometido, inicia un movimiento de curación y solidaridad. El Nuevo Testamento en su conjunto acepta y desarrolla la experiencia israelita de la compasión de Dios, entendida en forma de consuelo, y, sobre todo, el gesto de Jesús, Mesías compasivo, como ha puesto de relieve Pablo: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones. De esta manera, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios, también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación» (cf. 2 Cor 1,2-4).
(3) Compassio Patris. La tradición cristiana ha relacionado la compasión suprema con la muerte de Jesús (que entrega su vida por fidelidad hacia los hombres), y de un modo especial, con el gesto de aquellos que le han acompañado en el dolor, especialmente María, su madre. De manera normal, la muerte despierta un movimiento de intensa solidaridad. Ante un difunto cesan los recelos, las envidias, las luchas y queda la compasión. Ciertamente, la muerte de Jesús ha suscitado la compasión de unos amigos, el dolor de unas mujeres. «Vino José de Arimatea… y comprando una sábana bajó a Jesús (de la cruz), lo envolvió en la sábana y lo colocó en una tumba que estaba excavada en la roca. Y María Magdalena y María la de José miraban dónde lo ponía» (Mc 15,46-47). Así ha descrito Marcos el signo final de la compasión de los hombres: a Jesús le han quedado unos amigos tras la muerte (por encima de la muerte). En este contexto, y partiendo sobre todo de Jn 19,25-27 (presencia de la madre y el discípulo amado bajo la cruz), la Iglesia ha descubierto y ha desarrollado el tema de la compasión de María que aparece recibiendo en sus rodillas y en sus brazos a Jesús, el hijo muerto; de esa forma se cumplen en ellas las mismas palabras de Lc 2,35: «Y a ti misma una espada debe atravesarte el alma»; María aparece de esa forma como símbolo y compendio de todos los que se compadecen por los otros. Pero la Iglesia ha dado un paso más, reinterpretando las últimas palabras de Jesús en Lucas («Â¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!»: Lc 23,46) desde la perspectiva de la compasión de Dios Padre. En manos del Padre ha muerto Jesús y así lo representan las imágenes y cuadros de la piedad medieval que suelen titularse, como este apartado: Compasión del Padre (compassio Patris). El Padre Dios está representado como Pontífice dolorido, sacerdote del Antiguo Testamento con la tiara de su autoridad en la cabeza. No tiene el cuchillo en la derecha como Abrahán cuando ha venido a ofrecer en la montaña al hijo prometido (cf. Gn 22,10), ni como los sacerdotes que matan el toro, cordero o cabrito de los sacrificios. Tampoco lleva en sus manos poderosas la bola del mundo, como suelen representarle los pensadores, sino que acoge en sus rodillas y manos compasivas a Jesús, el hombre muerto, de manera que más que padre fuerte ahora parece madre abnegada y compasiva. En esa línea, la piedad tradicional ha unido la «compasión de María», mujer-madre, que ha recibido al hijo muerto entre los brazos, con la compasión del Padre-Dios, que le recibe en el seno de su amor. Por eso, los motivos decompassio Matris etPatris (compasión de la madre y del Padre) vienen a cruzarse y se intercambian muchas veces en la visión y en los iconos de la Iglesia. El Padre Dios recibe así rasgos de madre dolorida. Ser Padre-Madre no consiste sólo en procrear al hijo cuando nace, para abandonarle. El Padre verdadero acompaña al Hijo en el camino, le sostiene y le recibe ciándole su vida. Este Padre, sacerdote compasivo que recibe en amor fuerte al Hijo muerto, no es ya principio de ley, sino total misericordia*.
Cf. Germán de Pamplona, Iconografía de la Santísima Trinidad en el arte medieval español, CSIC, Madrid 1970; X. Pikaza, La Biblia de los pobres, Desclée de Brouwer, Bilbao 1982.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
La actitud interior de paz florece en la compasión. Este término tiene varios significados; en la tradición clásica, retomada del budismo, significa ternura y apertura hacia todas las criaturas. De la paz interior nace esa delicadeza, esa atención, esa disponibilidad —hacia toda forma viviente— que se convierte en una razón de vida, en una costumbre adquirida. Es una costumbre de respeto, de cortesía, de escucha. La compasión tiene una profunda raíz metafísica y religiosa, no es sólo un voluntarismo (queremos ser así). Dicha raíz, que los hindúes expresan a su modo, es la unidad del todo y la presencia de Dios en todo. Desde el punto de vista cristiano, podemos expresarla de forma más incisiva mediante la centralidad de Cristo que atrae hacia sí y hace suyas, en un diálogo de alianza, a todas las criaturas, a todos los hombres y mujeres de este mundo. No se trata simplemente de una fraternidad por semejanza, sino de una fraternidad de solidaridad, de una comunión ontológlca más fuerte que la comunión física. En efecto, la comunión ontológica que hay entre nosotros en Cristo es más fuerte que la comunión física; y cuando es integrada en la persona, se refleja en actitudes de respeto, de un amor que llega hasta el perdón. Por tanto, la solidaridad cristiana, la sensación de estar todos en comunión con el cuerpo de Cristo, es la raíz última, teológica, de esta actitud.
Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997
Fuente: Diccionario Espiritual
Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias, unido a un deseo de aliviarlas. Una de las palabras hebreas que comunican la idea de compasión es el verbo ja·mál, que significa †œsentir (mostrar o tener) compasión†. (Ex 2:6; Mal 3:17.) El verbo griego oi·ktéi·ro significa †œmostrar compasión†, mientras que el nombre oi·ktir·mós alude al sentimiento interno de compasión o tierna misericordia. (Ro 9:15; 12:1; 2Co 1:3; Flp 2:1; Col 3:12; Heb 10:28.) La palabra griega splág·kjna (intestinos) puede tener el sentido de tiernas compasiones. (1Jn 3:17.)
El ejemplo más sobresaliente de compasión es Jehová mismo, como quedó bien ilustrado en sus relaciones con los israelitas. No solo sintió compasión por ellos mientras sufrían en Egipto, sino que por fin los rescató de las manos de sus opresores y los cuidó amorosamente en el desierto. (Isa 63:7-9.) A pesar de que cuando se establecieron en la Tierra Prometida, en repetidas ocasiones cayeron en la infidelidad, Dios respondió a sus clamores por auxilio y los libró una y otra vez de la mano de sus enemigos. (Jue 2:11-19.)
No obstante, con el tiempo llegaron a tal extremo, que no había ya posibilidad de arrepentimiento. Practicaron la idolatría a gran escala e incluso contaminaron el santuario de Jehová introduciendo ídolos en él. La gente siguió mofándose de los profetas y despreciando la palabra de Jehová. El Altísimo ya no podía sentir compasión por ellos, de modo que los abandonó en las manos del rey Nabucodonosor, y de ese modo cumplió el juicio que había anunciado de antemano por medio de los profetas. (2Cr 36:15-17; Jer 13:14; 21:7; Eze 5:11; 8:17, 18.)
Cuándo no debe mostrarse. En imitación de Jehová, todos los que verdaderamente han llegado a conocerlo se esfuerzan por ser compasivos. (Ef 4:32–5:1.) No obstante, en algunas ocasiones la compasión está fuera de lugar. En el caso de personas que persisten en el pecado y se ponen deliberadamente en contra de los caminos justos de Jehová, sería impropio eximirlos por compasión de la pena que su proceder merece. (Dt 13:6-11; Heb 10:28.)
El ceder a la presión de ser compasivo cuando es contrario a la voluntad divina puede acarrear serias consecuencias. Lo que le pasó al rey Saúl es aleccionador. Había llegado el tiempo para la ejecución del juicio divino contra los amalequitas, el primer pueblo que había atacado sin provocación a los israelitas después de su salida de Egipto. A Saúl se le ordenó que no tuviera compasión de ellos, pero cedió a la presión de sus súbditos y no cumplió a cabalidad el mandato de Jehová. Como consecuencia, Jehová lo rechazó de ser rey. (1Sa 15:2-24.) El que una persona cultive un profundo aprecio por la rectitud de los caminos de Jehová y ponga en primer lugar la lealtad a El puede impedir que yerre como Saúl y pierda la aprobación divina.
Fuente: Diccionario de la Biblia
COMPASIí“N
Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento
Denotando un «sufrimiento con otro», la compasión puede describirse como un toque piadoso con un interés motivado por amor. Los principales términos de la Escritura son el hebreo raḥămîm, que tiene relación con «vientre» y el griego splanchna, «entrañas». Metafóricamente, nos dan la idea de interés por otro con gran sentimiento. La Biblia muestra una preferencia por el uso de la forma verbal en vez del sustantivo. Nuestro Señor sintió compasión por las multitudes desorientadas (Mt. 9:36) y también por los individuos que sufrían y lloraban (Lc. 7:13). La importancia que él le da a este rasgo en su enseñanza parabólica (Lc. 10:33; Mt. 18:27; Lc. 15:20) refleja una característica dominante en su propio carácter. Mediante ejemplos él mostró al Dios del Antiguo Testamento como un padre piadoso (Sal. 103:13) como algo real (en vez de una mera ilustración). Aunque él mostró gran compasión por otros, Jesús no pidió nada para él mismo, ni en la agonía del huerto, ni ante los sufrimientos de la cruz. El no manifestó autocompasión.
Cuando Cristo es entronizado en el corazón de su pueblo, el mostrar compasión los unos por los otros resulta natural y practicable (Fil. 2:1; 1 P. 3:8).
A la vez que la compasión tiene un fuerte colorido emocional, su sinónimo, misericordia, (véase también) está conectado más a menudo con la idea de ayuda o socorro (Ro. 12:8).
Everett F. Harrison
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (111). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología
En la Biblia es una cualidad divina y a la vez humana. Este vocablo es traducción de los vocablos heb. ḥāmal y raḥamı̂m, que también se traducen “piedad”, “perdonar”, “apiadar”, “misericordia”, etc. De manera que compasión, piedad, y misericordia pueden considerarse como sinónimos. En el NT los vocablos más frecuentes son eleeō (y cognados), trad. “tener compasión”, “tener misericordia”, y eleos, que siempre se traduce “misericordia”. oikteirō aparece dos veces y se traduce “tener misericordia”, y oiktirmōn tres veces con el significado “misericordioso” y “compasivo”.
Los profetas y otros hombres de Dios eran profundamente conscientes de la maravilla de la *misericordia de Dios para con los hombres pecadores. Enseñaban que cualquiera que hubiese experimentado esto se sentiría obligado a tener compasión de sus semejantes, en especial del “huérfano, la viuda, y el extranjero” (frecuentemente mencionados juntos, como en Dt. 10.18; 14.29; 16.11; 24.19; Jer. 22.3, etc.), y también de aquellos que se encuentran en la *pobreza o sufriendo aflicción (Sal. 146.9; Job 6.14; Pr. 19.17; Zac. 7.9–10; Mi. 6.8). No cabe duda, según las frecuentes referencias en Deuteronomio, que Dios esperaba que su pueblo mostrase compasión no solamente el uno para con el otro, sino también a los extranjeros que vivían entre ellos. En las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, especialmente en la parábola del buen samaritano (Lc. 10), se ve claramente que la compasión han de demostrarla sus discípulos hacia cualquiera que necesite de su ayuda. Ha de ser semejante a la de él, no solamente al no hacer diferencias entre personas, sino también en que se expresará en acciones (1 Jn. 3.17) que incluso pueden representar un sacrificio personal.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico