El mandamiento de Jesús a los once de predicar el evangelio a todo el mundo queda relegado para el período posterior a la resurrección. Esto no quiere decir que haya una carencia de indicaciones del propósito divino antes de este período (Mr. 14:9). Pero existe un innegable propósito en ocultar las instrucciones precisas hasta que los eventos que constituyen la base del evangelio hayan tenido lugar.
Cada uno de los evangelios tiene su propia declaración de la Gran Comisión, la que, sin lugar a dudas fue repetida en varias ocasiones por nuestro Señor. En la discutida parte final del relato de Marcos (16:15), se enfatiza la obligación de ir a cada criatura con el mensaje. Lucas enfatiza la evangelización de las naciones como el cumplimiento del propósito de Dios en las Escrituras del AT. Ésta es una parte del programa divino tan definitivo como la muerte y resurrección de Cristo (Lc. 24:46–48). En Juan, las palabras de Jesús le imparten dignidad a esta tarea. Así como el Padre lo ha enviado, el Salvador envía a los apóstoles. La mención del Espíritu sugiere la necesidad de una fuente de poder para esta misión, y la expresión acerca del perdón de los pecados apunta a la efectividad de la aplicación del evangelio ante las necesidades del hombre pecador (Jn. 20:21–23).
La característica de Hch. 1:8 se basa en su especificación de las áreas en las que debe darse testimonio. Se omite Galilea, quizá entendiéndose que los discípulos al ser galileos no descuidarían su propia región. Cada uno de los lugares mencionados tiene sus propias razones para este énfasis. Jerusalén no debe evitarse debido a la antipatía que sentían por sus habitantes ante la crucifixión del Señor. Tales personas evidenciaban su necesidad del evangelio. Judea es probablemente el hogar del traidor, pero no por eso debe ser dejada de lado. Samaria levanta sentimientos de animosidad, pero esto no debe detener a los apóstoles de ministrar allí. Jesús mismo dio el ejemplo (Jn. 4). Lo último de la tierra sugiere la masa de paganos con su idolatría e inmoralidad. Ellos debían ser alcanzados sin que significara un obstáculo que el Maestro limitara su labor a los judíos.
En Mt. 28:19 el énfasis de la frase está en haced discípulos y no en id. Esto significa hacer convertidos, tal como ocurre en Hch. 14:21. El evangelismo debe ser seguido por bautizándoles y enseñándoles. El mandamiento se basa en la autoridad universal de Jesús (v. 18) y se complementa por su promesa de presencia y apoyo (v. 20).
Everett F. Harrison
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (111). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología