Abraham vino de un puerto comercial, Ur de los Caldeos, ubicado en aquel entonces a la cabeza del golfo Pérsico. La ruta más comercial entre el Este y el Oeste pasaba por aquí. Abraham era rico en oro y plata tanto como en la riqueza nómada de rebaños y ganado (Gen 13:3; Gen 24:22-53).
El tráfico de esclavos daba un margen lucrativo, y es significativo que José fuera vendido a una caravana de ismaelitas que llevaban mirra a Egipto (Gen 37:25). Las ricas exportaciones de la tierra eran equilibradas por un negocio de exportación de granos, y por dinero de los tributos de las zonas vecinas bajo dominio egipcio. Los granos se pagaban con plata pesada (Gen 41:57; Gen 42:3, Gen 42:25, Gen 42:35; Gen 43:11).
El primer comercio organizado de los hebreos fue bajo Salomón, cuyas aventuras comerciales perspicaces fueron inspiradas por las ciudades mercantiles Tiro y Sidón, de Fenicia. Es posible que la edificación del templo haya hecho conscientes a los fenicios por primera vez del mercado que se hallaba en su propia región interior, y del provecho a obtenerse mediante una asociación con el pueblo que dominaba la ruta terrestre al golfo de Acaba. En Tiro se acopió el cedro para los proyectos arquitectónicos de David y Salomón (1Ki 5:6, 1Ki 5:9; 2Ch 2:16). La sociedad que comenzó así se extendió a una aventura conjunta de Ezión-geber, a la cabeza del golfo de Acaba, a través del mar Rojo hasta Ofir en la India. Hiram, rey de Tiro, proporcionaba los pilotos (1Ki 9:27-28; 1Ki 10:11). Ofir estaba con toda probabilidad en Arabia del Sur, pero los cargamentos mencionados en 1Ki 10:22 sugieren una conexión comercial con la India. Para este comercio océanico se utilizaba un tipo más grande de naves, la flota de Tarsis (1Ki 10:22). Tarsis era probablemente Tartesos, en España, y para viajes tan distantes y exigentes los fenicios habían desarrollado un tipo fuerte de naves que llevaban ese nombre. Una nave de comercio con la India, o un cliper chino en días más recientes de comercio océanico, no viajaban necesariamente a las tierras mencionadas en el título. El texto citado parece implicar que los negociantes de Salomón estaban rápidamente librándose del tutelaje de Tiro y aventurándo se por su cuenta. Judea proporcionaba trigo, miel, aceite y bálsamo (1Ki 5:11).
Los comerciantes tirios traían pescado a Jerusalén y apenaban a Nehemías por comerciar en sábado (Neh 13:16). El comercio en madera también continuaba en los días después de la cautividad, y Esdras hizo arreglos similares a los de Salomón para asegurar su abastecimiento de madera libanesa (1Ki 5:6, 1Ki 5:9; 2Ch 2:16; Ezr 3:7). También se exportaba aceite a Egipto (Hos 12:1); en Pro 31:24 parece implicarse un pequeño comercio de exportación de artículos tejidos de Judea.
Cuando se dividió la monarquía hebrea después de la muerte de Salomón, es posible que haya surgido una situación comercial interesante. Israel, el reino del norte, ha de haber heredado la provechosa pero seductora alianza con los pueblos fenicios de comercio. Jezabel, hija del príncipe de Sidón, se casó con Acab para sellar esta asociación. El reino del sur, sin embargo, estaba situado cruzando las líneas de comunicación de Acaba y el mar Rojo, y hay total evidencia que Judá se había vuelto, después de Salomón, una economía agraria con nada más que un pequeño comercio. Aparte de un débil intento de Josafat para reavivarlo (1Ki 22:48), el comercio oriental parece haber desaparecido con el rey que lo inspiró y lo ordenó. Puede haber sido para este tiempo que los fenicios, despojados de la ruta conveniente por el mar Rojo, hayan descubierto la ruta marítima a la India vía el cabo de Buena Esperanza.
Un pasaje en Herodoto (1Ki 4:42) parece implicar que los intrépidos mercaderes tuvieron éxito en este asombroso logro. La prosperidad de las ciudades fenicias ciertamente continuó, y Ezequiel 27 es una crónica elocuente de las amplias e incansables actividades comerciales de Tiro. La prosperidad de Acab está también atestiguada por la confirmación de los arqueólogos de la casa de marfil del rey (1Ki 22:39).
Las consecuencias comerciales de la ruptura con la adoración de Baal y la muerte de Jezabel constituyen una especulación interesante. Tiro podía estrangular la vida económica de Israel sin mayores dificultades. La dependencia de Tiro para materias primas del interior proporcionaría un fuerte disuasivo pero no hay duda que la elección con que Elías confrontó al pueblo en el monte Carmelo involucraba consideraciones económicas tanto como teológicas. Los reinos hebreos de aquí en adelante pasaron a una posición subordinada en lo concerniente al comercio. La cautividad trajo una vasta despoblación, y el Israel restaurado fue una economía mayormente agraria. El intercambio interior de bienes fue suficientemente vigoroso desde los primeros tiempos, y provisiones de la ley recalcaban justicia en los tratos y honestidad en pesas y medidas (Lev 19:35-36; Deu 25:13-16). El pequeño comercio en el templo, castigado por Cristo, era un ejemplo de este comercio interior; pero el comercio foráneo que invitaba a la inversión (Ecc 11:1) y traía gran riqueza ya no existía. Al final del AT y en tiempos de Cristo, Palestina era una tierra pobre.
El fascinante relato del último viaje de Pablo a Roma (Hechos 27), primero en una nave adramiteña y luego en un carguero alejandrino, probablemente contratado por el gobierno romano para el transporte de trigo egipcio a la capital, presenta un cuadro de primera mano en cuanto a los riesgos del comercio y de la navegación, los barcos y la administración del comercio en el Mediterráneo.
Ciertas localidades se hicieron famosas por comodidades especiales. Lidia (Act 16:14), vendedora de púrpura en la ciudad de Tiatira en Asia Menor, fue hallada en Filipos, ciudad en Macedonia, en prosecución de su comercio. Bronce de Corinto y géneros de Cilicia, materia prima del oficio de Pablo de hacer tiendas, eran distribuidos probablemente por empresas privadas similares, local o exteriormente (Act 18:3). Las imágenes de la carta apocalíptica de Juan a Laodicea (Rev 3:14-18) están basadas en parte en el comercio e industria de la rica población asiática. Un artículo importante del comercio en Efeso, ahora que el puerto estaba obstruido por sedimentos y perdiendo su comercio y prosperidad a Esmirna, era la fabricación de templecillos de plata de Artemisa para vender a los peregrinos y turistas que visitaban el famoso templo (Act 19:24).
La investigación esclarecedora de Ramsay reveló un comercio laodicense en valiosas prendas de vestir de lana de varias clases. Hay evidencias también de un ungüento laodicense para los ojos, probablemente basado en los barros termales de la vecina Hierápolis. De aquí el sarcasmo en la carta acerca de vestiduras blancas y el ungimiento de los ojos del espíritu con una medicina más efectiva. Otra de las siete iglesias del Apocalipsis era un centro de intercambio y comercio. En los registros de Tiatira se mencionan más gremios de comercio que en los de ninguna otra ciudad asiática. El negocio de Lidia (Act 16:14) posiblemente estaba incluido en la categoría de teñidos. Ellos fabricaban una tinta roja, tal vez el moderno rojo turco, de la raíz de la rubia, que crece abundantemente en el distrito. Esta púrpura se acercaba más en color al escarlata que al azul, y la presencia de Lidia en Macedonia a 833 km. de distancia sugiere que el artículo era una importante exportación.
En Efeso el gremio de los plateros y comercios afines ejercieron suficiente presión sobre las autoridades y la opinión pública como para frenar las actividades libres de Pablo en la ciudad. La famosa carta de Plinio (Ep. 10.96), en la que se describe vívidamente la represión de actividades cristianas vigorosas en Bitinia en el año 112 d. de J.C., es una indicación bastante clara de que el gremio de los matarifes, alarmados por la caída de la venta de carne para los sacrificios, fue el aliado de los sacerdocios paganos para levantar la persecución oficial sobre la creciente iglesia. Tampoco era fácil para un creyente prosperar en su oficio o negocio si intentaba evitar ser miembro del gremio apropiado, o la participación en sus actividades. Como éstas incluían fiestas periódicas en el templo del dios o diosa cuyo patrocinio era tradicionalmente reconocido por el oficio o vocación correspondiente, ¿qué debía hacer el creyente fiel? De allí que las actividades de los nicolaítas, los seguidores de Balaam y de Jezabel de Tiatira sean castigadas por Judas, Pedro y Juan. Las simples funciones y operaciones de los oficios y el comercio pueden haber llegado así a ser una fuente de perturbación, controversia y división en la iglesia primitiva.
Comerciar implicaba viajar, y muchos de los grandes viajes del mundo antiguo eran hechos con fines comerciales, y permanecen sin haber sido registrados.
Los pioneros de las rutas comerciales del Eufrates y el golfo Pérsico a la civilización del Indico y Ceilán, han de haber sido intrépidos viajeros. Otros motivos para viajar incluían colonizar, explorar, migrar, peregrinajes, servicio de correo y exilio.
Las necesidades de predicar y enseñar causaron extensos viajes en tiempos de los griegos y los romanos, muy notablemente ilustrado en los viajes de Pablo.
Es tradicional la creencia de que Tomás viajó a la India, y un gran número de creyentes en ese subcontinente creen descender de los cimientos originales echados por él. Apolos (Act 18:24-28) anduvo en viajes entre Alejandría, Corinto y Efeso, sin duda en misión de enseñanza.
Viajar no dejaba de ser riesgoso. Pablo (2Co 11:25-27) habló de los peligros en los caminos y en el mar. El grandioso relato de Lucas del viaje y naufragio del carguero alejandrino es una ilustración más (Hechos 27). En los tiempos del NT, sin embargo, viajar por tierra era más seguro que en la mayoría de los períodos de la historia.
Los caminos fueron la gran contribución de los romanos a la civilización del Mediterráneo y promovieron el movimiento rápido de viajeros, contribuyendo substancialmente a su seguridad al facilitar el rápido movimiento de tropas.
Los servicios regulares de pasajeros por tierra o mar eran desconocidos; no hay evidencias de que la norma de procedimientos cambiara de los días del AT al NT. Evidentemente los viajeros hacían sus propios arreglos, se agregaban a grupos oficiales, acompañaban caravanas y coordinaban sus movimientos con los del intercambio y el comercio.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano