COMERCIO

los puntos importantes del intercambio comercial del antiguo Oriente estaban en los grandes centros culturales. Las mercaderí­as se transportaban en asnos y camélidos, así­ como carros para el traslado de materiales pesados, la madera, por ejemplo, a la vez que se fue desarrollando el sistema marí­timo. Las transacciones comerciales se hací­an con metales preciosos como medio de pago, oro y plata. El c.

inicialmente comprendí­a metales, maderas preciosas, textiles y caballos, y, posteriormente, aceite, cereales, dátiles, aceitunas, vino, ganado y esclavos. Israel no desarrolló el c. ni la navegación comercial como su vecina Fenicia, pero por Palestina contaba con rutas para las caravanas comerciales, como, por ejemplo, el †œcamino real† Nm 20, 17, que a través del lí­mite oriental de la cuenca del Jordán, llevaba de Damasco, hasta Petra y Arabia, seguí­a luego por la costa egipcia a Fenicia y luego, una ruta transversal, que a través de Meguiddó y Betsán, daba en Damasco.

Inicialmente el c. estaba en manos de las ciudades-estado de Canaán de ahí­ que el término cananeo tomó el sentido de mercader. Durante el reinado salomónico, Israel entró al c. internacional, dependiendo éste del Estado, 1 R 5, 9; 10. Al debilitarse Salomón, tomaron fuerza comercial los árabes y los fenicios. Aquí­ la actividad privada del c. inició su desarrollo y se hizo necesario legislar al respecto, Dt 25, 13-16, pues se presentaban abusos y arbitrariedades, contra los cuales se pronunciaron duramente los profetas, Am 8, 5-6.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

La tierra de Canaán era escasa en recursos naturales y materias primas, por lo cual sus exportaciones eran mayormente de productos agrí­colas. Los israelitas, tras invadirla, no se convirtieron en comerciantes. Se piensa que la estructura tribal de Israel y sus costumbres autárquicas no contribuí­a al fomento de una tradición comercial entre los miembros de su sociedad. La Ley (Torá) no contiene muchas disposiciones relacionadas con el c. A lo más, se limita a ordenar que se debí­an utilizar †œbalanzas justas, pesas justas y medidas justas† (Lev 19:36; Deu 25:13-16) y a evitar los abusos de la usura. Además, los principales puertos quedaron en manos de cananeos. Los primitivos habitantes de Canaán, en cambio, se distinguí­an por su habilidad para el c. hasta tal punto, que la palabra †œcananeo† vino a ser sinónima de mercader y así­ es traducida muchas veces (Pro 31:24, Isa 23:8; Zac 14:21; Ose 12:8).

La posición geográfica de Canaán la favorecí­a grandemente en términos comerciales, puesto que al encontrarse colocada entre los continentes, su territorio serví­a de ruta para las caravanas entre ellos. Los fenicios, desde su costa, llevaban el intercambio a los lugares más remotos por ví­a marí­tima. Ezequiel nos proporciona una descripción bastante detallada de ese c., que incluí­a el tráfico †œcon plata, hierro, estaño y plomo†, así­ como †œcon utensilios de bronce…. caballos y corceles de guerra y mulos…. colmillos de marfil y ébano…. perlas, púrpura, vestidos bordados, linos finos, corales y rubí­es…. trigos … miel, aceite y resina…. vino … lana blanca…. hierro labrado, mirra destilada y caña aromática…. paños preciosos para carros…. corderos y carneros y machos cabrí­os…. especierí­a, y toda piedra preciosa, y oro…. mantos de azul y bordados … cajas de ropas preciosas, enlazadas con cordones, y en madera de cedro etcétera† (Eze 27:12-24).
se constituyó el reino de Israel, las actividades comerciales internacionales se incrementaron grandemente. La ampliación del mercado y el control que se logró de importantes rutas comerciales, sirvió de acicate al intercambio. Fue entonces natural que se estrecharan las relaciones con los fenicios, especialmente con Tiro, comenzando con David y Salomón. Para las obras públicas que se desarrollaban en Israel se necesitaban materiales que no estaban a su disposición. Por eso los intercambiaron con los fenicios, pagándoles con productos agrí­colas. Salomón pidió a Hiram mano de obra especializada y †œmadera del Lí­bano: cedro, ciprés y sándalo†, proporcionando al rey fenicio †œveinte mil coros de trigo en grano, veinte mil coros de cebada, veinte mil batos de vino y veinte mil batos de aceite† (2Cr 2:8-10). Las crónicas del reinado de Salomón resaltan la intensa actividad comercial que lo caracterizó. Como Israel controlaba las rutas de las caravanas, esto le permití­a dirigirlas a los puertos de su interés que se beneficiaban del tráfico terrestre. Los fenicios controlaban las rutas marí­timas del Mediterráneo, por lo cual Salomón quiso explotar las que iban hacia el E utilizando el puerto de †¢Ezión-geber. Para ello, consiguió tecnologí­a marinera de los fenicios, con los cuales se asoció (1Re 9:26-28). Los viajes que se hací­an por Arabia, la costa de ífrica y posiblemente hasta la India, eran muy provechosos, pues traí­an †œmucha madera de sándalo, y piedras preciosas†, así­ como †œoro, plata, marfil, monos y pavos reales†, etcétera (1Re 10:11, 1Re 10:22). El c. por tierra incluí­a el enví­o de mercaderes reales que †œtraí­an de Egipto caballos y lienzos† que eran revendidos a otros paí­ses, (†œ…el carro por seiscientas piezas de plata, y el caballo por ciento cincuenta; y así­ los adquirí­an … todos los reyes de los heteos, y de Siria† [1Re 10:28-29]).
visita de la reina de Sabá puede ser considerada desde el punto de vista del c., pues ésta gobernante vino †œcon un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y oro en abundancia, y piedras preciosas† (1Re 10:1-2), una verdadera delegación comercial. Al parecer, los comerciantes de Salomón y sus expediciones hasta Ofir afectaban el área de influencia de esta reina, lo cual pudo haberle movido a buscar un entendimiento con el rey israelita con fines de intercambio.
después de la división del reino de Israel, los gobernantes israelitas prosiguieron sus esfuerzos por fortalecer el c. de sus respectivas jurisdicciones. Para ello era imprescindible tener buenas relaciones con los fenicios. †¢Omri hizo alianza con el rey de Tiro mediante el matrimonio de su hijo †¢Acab con la hija de éste, †¢Jezabel. Más tarde se formarí­a una alianza entre Judá (Josafat), Israel (†¢Ocosí­as, hijo de Acab) y el rey de Tiro que propició una época de gran prosperidad comercial. Fue en esos dí­as que Josafat intentó reiniciar los viajes desde Ezión-geber, para lo cual de seguro contó con la ayuda de la técnica fenicia. Aparentemente el profeta †¢Eliezer se opuso a la participación de Ocozí­as en la empresa marí­tima, a lo cual Josafat quiso atender a última hora, pero de todas maneras †œlas naves se rompieron y no pudieron ir a Tarsis† (1Re 22:48-49; 2Cr 20:35-37).
otra parte, los comerciantes sirios tení­an una †œdelegación† en Samaria, que operaba como una †œplaza† comercial, mientras que los israelitas tení­an lo mismo en Damasco. Cuando Acab derrotó al rey sirio †¢Ben-adad, entre las condiciones de paz que se lograron fue el restablecimiento del intercambio comercial. Así­ deben interpretarse las palabras de 1Re 20:34 : †œY le dijo Ben-adad: Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré; y haz plazas en Damasco para ti, como mi padre las hizo en Samaria. Y yo, dijo Acab, te dejaré partir con este pacto†.
actividad comercial interna de Israel y Judá se hací­a en plazas, mercados y calles, mayormente a base de trueques. Usualmente se preferí­a como sitio para el intercambio las zonas aledañas a las puertas de las ciudades. Leemos en la Biblia que habí­a compraventa de animales (2Sa 12:3; Esd 7:17), harina (2Re 7:16), granos, trigo (Neh 5:3; Amo 8:5-6), vino, uva, higos (Neh 13:15), artí­culos de vestir (Jer 13:2), enseres del hogar, generalmente de cerámica (Jer 19:1), leña (Lam 5:4), aceite (2Re 4:7), etcétera.
el NT no se describen actividades comerciales que se diferencien mucho de lo que se hací­a en tiempos del AT. Hay que resaltar, sin embargo, que el Imperio Romano proporcionaba una atmósfera general de seguridad internacional. Las carreteras construidas por los romanos y la protección de las rutas marí­timas y terrestres facilitaba grandemente los intercambios. Además, la eliminación de muchas fronteras representaba un mercado muy ampliado y demandante. Todo eso propició un gran auge en el c. mundial del cual el Oriente Medio, y en especial †¢Palestina, participaba con intensidad. Los viajes de Pablo ofrecen detalles muy sugestivos de la forma activa en que se empleaban las ví­as de comunicación, lo que le permitió moverse con relativa facilidad en un área bastante grande. Véase, por ejemplo, que para su viaje a Roma tomó †œuna nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia† (Hch 27:2) y luego, después del naufragio en Malta, †œuna nave alejandrina† que iba hacia la capital del imperio (Hch 28:11). Ello nos habla de la intensidad del tráfico marí­timo y comercial. El c. del Imperio Romano llegaba en aquella época hasta la India y China.
mencionan en el NT compras y ventas de aceite (Mat 25:9-10), aves (Mat 10:29), pan (Mar 6:37), tejidos (Mar 15:46), etcétera. En Apocalipsis aparece una lista de mercancí­as que incluye: †œoro … plata … piedras preciosas … perlas … lino fino … púrpura … seda … escarlata … madera olorosa … objeto[s] de marfil … cobre … hierro … mármol … canela, especias aromáticas, incienso, mirra, olí­bano, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos y carros…† (Apo 18:12-13).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

vet, La primera mención que se hace en la Biblia de una transacción comercial es la compra de un campo por Abraham a Efrón heteo (Gn. 23:3-20). En el v. 16 se menciona el dinero a peso, el siclo, de curso aceptado entre los mercaderes. Canaán era una encrucijada de las rutas mercantiles, uniendo Mesopotamia con Egipto (cp. también Gn. 37:25, 28). De ello sacó gran partido Salomón, al controlar esta ruta (1 R. 10:14-29; 1 Cr. 9:13-28). Posteriormente, Judá se dedicó a comerciar con Egipto (Os. 12:1), mientras Israel traficaba con sus vecinos del norte (1 R. 20:34). Después del exilio se hace mención de los feriantes que iban a Jerusalén (Neh. 13:16 ss.). Los judí­os exportaban trigo, miel, aceite y resina (Ez. 27:17), entre otras cosas. Se hace mención del comercio de Tiro (Ez. 27:5-24). En el NT se cita a Lidia como vendedora de púrpura (Hch. 16:14); se dan advertencias en cuanto al engreimiento (Stg. 4:13), y se menciona en relación con la gran Babilonia (Ap. 18:1-23), entre otras menciones.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

I. En el Antiguo Testamento

*Palestina ha sido siempre el único puente natural entre Europa y Asia en el N y África en el S. Esto explica el hecho de que, a pesar de ser un país pobre, se vio constantemente enriquecido por el comercio que pasaba por su tierra. Ez. 27.12–25 ofrece un corte transversal del comercio mundial que pasaba por su territorio.

La contribución principal de la Palestina al comercio de la época del AT estaba constituida por los productos agrícolas y los metales. Fenicia, inmediatamente al N, era una zona manufacturera que estaba obligada a importar alimentos. Israel le suministraba granos, aceite, y vino. Egipto, al S, tenía un excedente de granos, pero le faltaba aceite de oliva y vino. Cuando los pueblos del desierto al E adquirieron mayor influencia, después de la época de David, ellos también absorbieron los productos agrícolas de Palestina.

El hierro, que fue introducido inicialmente por los filisteos, apareció en tal cantidad después de las amplias conquistas de David en Siria que fue posible cederlo también a Egipto, que lo requería desesperadamente. Salomón comerció por el mar Rojo con los pueblos atrasados de Arabia y África. Dichos países enviaban a cambio incienso, especias, y oro al Mediterráneo vía Palestina tanto como Egipto. Este comercio árabe en Palestina alcanzó su punto máximo en la época nabatea. Durante el período intertestamentario el tráfico en asfalto del mar Muerto fue tan importante que esa masa de agua adquirió el nombre de mar del Asfalto, y participó de la política internacional. Los perfumes y las especias constituyeron siempre artículos de un intercambio en el que algunas variedades se importaban y otras se exportaban. Ambos productos eran más importantes en la antigüedad que en la actualidad. Las especias, por ejemplo, constituían un método común de diversificar un menú más bien monótono.

Las majadas de Palestina producían un excedente de lana, que probablemente se exportaba tanto a granel como en productos manufacturados. Moab fue una de las principales productoras de lana. Las excavaciones en Tell beit Mirsín han demostrado que esta se trataba de una ciudad manufacturera dedicada exclusivamente a la tejeduría y al teñido de telas. El lino también se usaba para la confección de ropa. Si se lo exportaba era enviado a Fenicia, ya que Egipto era gran productor de lienzo. La amplia distribución de las vestimentas costosas se ve en el descubrimiento de una prenda babilónica de la época de la conquista de Jericó por Josué, si bien esta ciudad tenía ella misma poca importancia. El valor de la buena vestimenta se ve en el hecho de que se la incluía generalmente en la lista del botín tomado en guerra.

*Egipto fue la nación manufacturera principal alrededor del Mediterráneo en los tiempos antiguos, pero Fenicia comenzó a minar su actividad comercial imitando y modificando la artesanía egipcia. Con la expansión de la industria manufacturera y la navegación fenicias, Israel tuvo un mercado constantemente creciente para su producción agrícola. La Palestina misma ingresó en el campo manufacturero aproximadamente en la época en que escribían los profetas. Más aun, buena parte de su crítica social tiene que ver con las inevitables crisis económicas que se producen cuando un pueblo agrícola opta por dedicarse plenamente a la industria manufacturera. La fecha temprana de las leyes del Pentateuco está demostrada por la ausencia de códigos manufactureros. Palestina usaba técnicas modernas de fabricación en serie y de normalización de las formas y tamaños. Lo que producía en masa era de buena calidad, aun cuando a menudo usaba materiales más pobres y mano de obra barata. Los productos manufacturados, no obstante, parecen haber sido principalmente para el consumo local. Los gremios de artesanos surgieron en esta época, y los fabricantes de artículos de alfarería usaban marcas de fábrica para sus productos (* Egipto). En la época del AT los impuestos agrícolas se pagaban generalmente en especie, y el gobierno tenía sus propios talleres de alfarería que fabricaban recipientes normalizados con el sello del gobierno estampado en las manijas.

El *dinero acuñado entró en Palestina hacia fines de la época del AT. Anteriormente se usaron los lingotes, las barras, y los anillos de oro y plata que se estimaban por su peso. Las joyas ofrecían un método más conveniente y seguro que las barras de oro o plata para las inversiones y para el transporte de sumas grandes. Después de Alejandro Magno las monedas acuñadas se hicieron comunes. Durante el período intertestamentario los banqueros judíos adquirieron prominencia, y las sinagogas de Asia Menor en la época del NT se deben en parte a la influencia judía en la banca y el comercio. Durante este mismo período Alejandría, que se había convertido probablemente en la ciudad manufacturera más importante del mundo, atrajo una población judía considerable.

El comercio marítimo adquirió importancia en Palestina únicamente en los días de Salomón y Josafat, y ambos experimentos fueron de corta duración. El comercio marítimo estaba predominantemente en manos extranjeras, primero de los filisteos y otros pueblos marinos, y posteriormente de los fenicios y los griegos.

Para los viajes por tierra el asno fue la bestia de carga hasta la época de David aproximadamente, cuando el camello, que anteriormente se usó principalmente para la guerra, se comenzó a usar igualmente para el comercio en caravanas. Parte de la riqueza comercial de Palestina provenía de dichas caravanas, que compraban lo que necesitaban a los granjeros y artesanos cuando pasaban por el país. En el mercado local la población obtenía noticias del exterior, y la eficacia de este medio noticioso puede comprobarse en los sermones de Amós, con su amplio panorama de asuntos mundiales. Los ismaelitas y los madianitas tuvieron a su cargo buena parte del comercio primitivo en la frontera con el desierto. Posteriormente los amonitas se hicieron cargo de esta actividad, y se convirtieron en los principales poseedores de camellos, antes que los nabateos, que llevaron el comercio del desierto a su punto culminante en el aspecto financiero.

Ben-adad y la dinastía de Omri poseyeron almacenes comerciales cada uno en la ciudad capital del otro, y esta práctica probablemente fuera común entre naciones vecinas. Israel y Fenicia normalmente se llevaban mucho mejor entre sí que Israel con Siria. Una buena fuente de ingresos para el gobierno lo constituía el impuesto sobre el comercio que ingresaba en el país. Esta fuente de riqueza, desde luego, alcanzó su apogeo en los días de David y Salomón. Pero hubo un segundo pico de prosperidad bajo Jeroboam II en Israel y Uzías en Judá.

Las principales rutas comerciales de Palestina corrían de N a S. La más importante salía de Egipto, cruzaba la llanura filistea, continuaba a lo largo del lado E de la llanura de Sarón, cruzaba la cresta del Carmelo a la altura de Meguido, y luego en dirección a Dan ya vía Hazor de Galilea o vía Bet-sán y el camino de meseta inmediatamente al N del río Yarmuk. El camino de cumbres altas vía Beerseba, Hebrón, Jerusalén, Siquem, y Bet-sán se usaba más para el tráfico local que para el comercio de larga distancia. Al E del valle del Jordán se encontraba el camino real que salía del golfo de Ácaba y tocaba las ciudades claves de Kir, Dibón, Medeba, etc., a lo largo del centro de las zonas pobladas. Un segundo camino seguía una ruta paralela al E del camino real inmediatamente por dentro del borde de la zona desértica. En la actualidad una moderna carretera sigue a la primera, y el ferrocarril a la segunda. Estas rutas se encargaban del comercio árabe en puntos tales como Petra, Ammán, y Edrei.

Los caminos hacia el E y el O eran menos productivos, excepto el que se encontraba más al S, donde el comercio árabe llegaba vía la Petra nabatea a Gaza. También había actividad comercial procedente de la ciudad de Ammán, punto para las caravanas, bajando luego por el valle del Jaboc, siguiendo hacia Siquem, y encaminándose al Mediterráneo. Sin embargo, es probable que haya habido más actividad comercial por Haurán, bajando a Bet-sán y subiendo a la llanura de Esdraelón y el Mediterráneo. Los grandes campos de trigo del Haurán vendían su producción siguiendo esta ruta. Un camino más corto cortaba por Galilea desde el mar de Galilea a Aco. Los puertos marítimos principales que se usaban en la época del AT eran Jope, Dor, y Aco. Ascalón era el puerto marítimo filisteo, y Gaza era la salida mediterránea para el comercio nabateo.

Bibliografía. R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985, pp. 212ss; M. Noth, El mundo del Antiguo Testamento, 1976; E. W. Heaton, La vida cotidiana en tiempos del Antiguo Testamento, 1961; C. Gancho, “Comercio”, °EBDM, t(t). II, cols. 432–436.

D. Baly, The Geography of the Bible², 1974; información acerca del antiguo Cercano Oriente: cf. W. F. Leemans, H. Hirsch, en D. O. Edzard (eds.), Real-lexikon der Assyriologie, 4, 1973, pp. 76–97; sobre Egipto: W. Helck, en Helck y Otto (eds.), Lexikon der ǧgyptologie, 2, 1976, cols. 943–948.

J.L.K.

II. En el Nuevo Testamento

Las actividades comerciales no ocupan un lugar muy destacado en el NT. La costa de Palestina no tiene puertos, y es barrida por la marejada; no había ningún puerto natural que ofreciese un punto de confluencia para el comercio. El mar en las metáforas heb. es una barrera, no una senda, y una actitud así era natural en una tierra que se enfrentaba al borde ininterrumpido de las aguas. Las ruinas de puertos artificiales son bastante comunes, y sugieren más bien la futilidad, antes que el éxito, de los intentos del hombre por dominar el extremo oriental del Mediterráneo (véase G. A. Smith, The Historical Geography of the Holy Land25, 1931, pp. 127–144; trad. cast. °GHTS, 1960).

Las rutas de las caravanas, por otra parte, naturalmente convergían en Palestina, y el NT toma conciencia de las actividades del mercader. Parábolas tales como las de los talentos y el mercader que encontró “una perla de gran precio” obviamente tenían que ser entendidas por el auditorio al que estaban dirigidas. Pero se trataba del comercio menor de un país pequeño y pobre, que no contaba con las ventajas de otros.

Las actividades principales en lo comercial, a lo largo de la época del NT, estaban en manos de los romanos y los italianos. La injerencia estatal en las actividades comerciales, que se convirtió en un rasgo sombrío de los últimos tiempos del imperio, ya se vislumbraba en el ss. I. La maquinaria legal por la que “una marca en la mano derecha, o en la frente” podría llegar a impedir que el no conformista compre o venda (Ap. 13.16–17) se hizo aparente muy temprano. El comercio exterior del imperio fue extenso y variado. También hay pruebas de que se trataba de un comercio desequilibrado, porque la acumulación de monedas romanas encontradas comúnmente en la India constituye una clara indicación de un peligroso drenaje de metálico, y una de las causas de la creciente parálisis inflacionaria.

Las palabras lat. y gr. en las formas primitivas del irlandés, el alemán, el iraní, el indio, e incluso el mongólico, constituyen pruebas de la gran influencia del comercio romano. La arqueología, especialmente en la costa S de la India, habla en forma igualmente elocuente. Una excavación en Pondichéry ha puesto de manifiesto el hecho de la existencia de un gran comercio romano con la India en el ss. I. Los mercaderes romanos eran, en efecto, ubicuos. Había un mercado romano, los restos del cual todavía pueden verse, en la parte exterior del recinto sagrado de Delfos. Indudablemente había un intenso comercio relacionado con amuletos y artículos para viajeros o turistas, que pueden haber sido típicos de la iniciativa comercial italiana en pequeña escala en el exterior, dondequiera que se reunían las multitudes. Una actividad similar en el templo de Jerusalén quedó sagazmente restringida a los sumos sacerdotes saduceos.

A partir del ss. II a.C. hubo una ciudad romana en Delos, el centro del comercio de esclavos del Egeo, y cuando Mitrídates, en el 88 a.C., asesinó a los residentes italianos de Asia Menor y las islas del Egeo, 25.000 cayeron en Delos solamente, de un total de 100.000 víctimas. Deben haber sido en su mayoría comerciantes y agentes de comercio. La capital misma, cuya población en el ss. I era algo así como de un millón, era un vasto mercado, y un capítulo sombrío y satírico en Apocalipsis (cap. 18), concebido a la manera de las “canciones sarcásticas” del AT, y en imitación de Ez. 27, habla de la riqueza y el volumen del comercio suntuario de Roma, y del desastre económico que habría de suceder a la pérdida de un mercado tan rico. Ostia, el puerto de Roma, está llena de almacenes o depósitos.

El comercio romano se extendía mucho más allá de las fronteras del imperio. El “lejos” de Mt. 25.14 tiene que entenderse literalmente (cf. °vm, “al extranjero”). Los mercaderes de Italia llevaban sus productos alimenticios a las regiones no subyugadas de Alemania, a lo largo de la “ruta del ámbar” al Báltico, a la India, y quizá a China. Toda esta actividad era resultado de la posición dominante de Roma, de la paz que ella aseguraba, y por sobre todo de la ausencia de fronteras políticas en áreas significativas del globo. Trimalción, el personaje de Petronio, el “nuevo rico” del Satiricón, podía hacer fortunas y perderlas, y volver a hacerlas. De Augusto los mercaderes decían que “por él navegaban los mares sin riesgos, por él podían hacer su riqueza, y por él eran felices”.

El relato del último viaje de Pablo a Roma, tan hábilmente relatado por Lucas, primero en un barco adramiteno del Asia Menor, y luego en un buque de carga alejandrino, probablemente alquilado al gobierno romano para el transporte de trigo egipcio, ofrece un gráfico cuadro de los peligros del comercio y la navegación.

Aparte de la lista en Ap. 18, que puede haber sido elegida deliberadamente de conformidad con el propósito polémico y satírico del pasaje, los artículos del comercio de exportación no se conocen muy bien. No existen listas de las cargas transportadas. Las ostras llegaban de las islas británicas en barriles con agua marina. El latón córnico venía, indudablemente, por la misma ruta marítima. La Galia septentrional parece haber tenido los rudimentos de una industria textil de exportación, y por cierto que desde la Galia se exportaba alfarería samia. La arqueología subacuática en barros hundidos ha revelado que se transportaban grandes cargas de vino. El diseño de un monograma en un tridente, consistente en una doble S, parece indicar que un carguero de este tipo, hundido cerca de Marsella, era propiedad de un tal Severo Sestio, que ocupaba “la casa del Tridente” en Delos.

Sobre el tema de la producción en masa para dicho comercio hay poca información, y ninguna sobre la organización comercial que necesariamente comprendía. Ciertas localidades, no obstante, se hicieron famosas por productos especiales, y seguramente el comercio resultante estaba en estos casos bajo el control de mercaderes especializados que creaban y manejaban sus propios mercados. Un ejemplo notable es Lidia, “vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira” en el Asia Menor (Hch. 16.14), que se encontró con el grupo de Pablo en Filipos de Macedonia. El bronce corintio, en ornamentos y espejos (1 Co. 13.12), y el cilicium o tela de pelo de cabras, que constituía ya sea el producto o la materia prima de la actividad de Pablo de hacer tiendas (Hch. 18.3), probablemente se distribuían por medio de la actividad privada similar a la mencionada. Las imágenes de la carta de Juan a Laodicea (Ap. 3.14–18) se derivan en parte del comercio de la ciudad. Ramsay ha comprobado la existencia de un comercio laodicense en valiosos artículos de vestir de lana de color negro. Laodicea y Colosas producían vellones negros, las pruebas de lo cual son todavía genéticamente evidentes, según se dice, en las ovejas de la zona hoy en día. Había también un comercio laodicense en colirio para los ojos, basado probablemente en el caolín de la zona termal en Hierápolis, a 10 km de distancia. De allí el criterio acerca de las “vestiduras blancas” y el “colirio” (véase W. M. Ramsay, The Letters to the Seven Churches of Asia, cap(s). 29–30).

*Tiatira, destinataria de una de las cartas anteriores, fue también un centro comercial, si bien probablemente sin el carácter exportador de Laodicea. Lidia ya ha sido mencionada, y los restos arqueológicos hablan de la existencia de personas dedicadas a la lana y al lienzo, a teñir, a trabajar el cuero, a curtir, a la alfarería, al comercio de esclavos, y a labrar el bronce. Los teñidores, de los cuales Lidia probablemente era una, comerciaban con un tinte de púrpura hecho de la raíz de la rubia, que reducía el precio en comparación con el costoso tinte marino del múrice.

Resulta curioso notar que, al escribir la carta a Tiatira, Juan usa la figura de Jezabel, señal y símbolo del comercio comprometedor de Israel en sociedad con Fenicia, para describir a un “nicolaíta” local. “Jezabel” de Tiatira sin duda había enseñado algún tipo de entendimiento con el mundo pagano que los rodeaba. En una ciudad con una vigorosa actividad comercial, alguna adaptación de este tipo seguramente aparecería como urgentemente necesaria debido al poder de los sindicatos.

Estas organizaciones eran fuente de muchos problemas para los cristianos, que procuraban, en su contacto diario con el mundo pagano que los rodeaba, mantener la conciencia limpia. Los sindicatos o collegia aparecen en Hch. 19 como fuerza de oposición organizada contra el cristianismo. Una actividad comercial importante de Éfeso, ya que el puerto se estaba llenando de sedimento y el comercio se estaba encaminando hacia Esmirna, estaba constituida por la manufactura de objetos de plata y los objetos del culto a Artemisa, destinados a los peregrinos que visitaban el famoso santuario. Éfeso fue testigo de que los sindicatos afectados ejercieran suficiente presión como para interrumpir el ministerio de Pablo. Una famosa carta de Plinio (Ep. 10. 96), que describe gráficamente la supresión de una vigorosa iglesia en Bitinia en el 112 d.C., constituye también una indicación clara de tal influencia. El sindicato de carniceros, alarmado ante la decreciente venta de carne destinada a los sacrificios, logró exitosamente incitar la acción oficial contra la iglesia. Les resultaba difícil a los cristianos, cuyo comercio dependía de una medida de buena voluntad, proseguir con sus actividades diarias si se abstenían abiertamente de confraternizar con sus colegas. Por otra parte, ya que todos los oficios u ocupaciones relacionados con el comercio estaban bajo el patrocinio de deidades paganas, la confraternización, e incluso el carácter de miembro de un collegium mercantil, significaba aceptar el acto comprometedor de la libación o sacrificio en las comidas del sindicato. Existen informes de la existencia de un considerable número de tales organizaciones, y las severas críticas de Judas, Pedro, y Juan contra los “nicolaítas”, los “seguidores de Balaam”, y “Jezabel”, sugieren que las simples actividades comerciales pueden haber sido una fuente de gran división en la iglesia primitiva.

Bibliografía. °M. Rostovtzeff, Historia social y económica del imperio romano, 1972; J. Leipoldt, W. Grundmann, El mundo del Nuevo Testamento, 1973, t(t). I; C. Gancho, “Comercio”, °EBDM, t(t). II, cols. 432–436.

G. A. Smith en EBi (s.v. “Trade”); BC, 1, pp. 218ss; M. Rostovtzeff, The Social and Economic History of the Roman Empire, 1926.

E.M.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico