(-> amor, carismas, autoridad). Tanto Jesús como Pablo buscaron una comunidad igualitaria de hombres y mujeres, donde el mismo amor* (servicio) mutuo fuera creando estructuras de convivencia no jerárquica, como aparece con toda claridad en Gal 3,28 y 1 Cor 12-14. Pero la Iglesia posterior, movida por la exigencia de adaptación al entorno social y por la misma dinámica de las comunidades, que sintieron la necesidad de organizarse de un modo estable, ha optado por traducir el Evangelio en unas formas jerárquicas de vida y estructura social. Esta opción es comprensible y quizá necesaria, siempre que el amor mesiánico sea capaz de transformar por dentro las estructuras sociales. De esa forma surgieron unos códigos domésticos que trazan las obligaciones y modos de comportamiento de los diversos grupos cristianos.
(1) Textos. Ellos aparecen ya en las cartas a los Colosenses y Efesios, anticipando un desarrollo que culminará en las cartas pastorales: «Mujeres, someteos a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto es agradable al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. Siervos, obedeced en todo a vuestros señores en la tierra, no para ser vistos, como queriendo agradar a los hombres, sino con sinceridad de corazón, temiendo al Señor. Señores, comportaos de manera justa y moderada con vuestro siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Señor en el Cielo» (Col 3,18-4,1). «Someteos unos a otros con temor de Cristo. Las mujeres a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, siendo Salvador del cuerpo… Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella… Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Padres, no irritéis a vuestros hijos, criadlos en disciplina e instrucción del Señor. Siervos, obedeced a vuestros señores en la tierra, con temor y temblor, con la sinceridad de vuestro corazón, como a Cristo… Señores, haced lo mismo con los siervos» (Ef 5,21-6,9). Estos códigos, que provienen del entorno cultural helenista, asumen una tradición jerárquica, que los herederos de Pablo han aceptado de hecho, en gesto que marcará la historia posterior de la iglesia.
(2) Patriarcalismo* del amor. Ellos suponen y aceptan, al menos de manera provisional, un tipo de patriarcalismo del amor donde se distinguen dos niveles: (1) En su raíz, el Evangelio es amor mutuo en igualdad y gracia, sin sometimiento ni supremacía de unos sobre otros, de manera que cada uno tiene que entregarse plenamente al otro. (2) En un plano social, la Iglesia asume, y quizá acentúa, la estructura jerárquica del entorno, de manera que el varón se sitúa sobre la mujer, el padre sobre el hijo, en una línea que (en tiempos posteriores) llevará a la sacra lización de la jerarquía. Esta opción, que quizá fue necesaria para ajustar el Evangelio al entorno cultural grecorromano, marcado por la diferencia entre el varón (vida social) y la mujer (espacio interior, casa), pudo haber sido valiosa por un tiempo, pero después ha resultado contraproducente. Ella ha servido para introducir en la Iglesia unas diferencias de género y unas jerarquías que resultan contrarias al Evangelio y a la misma inspiración de fondo de Colosenses y Efesios.
Cf. E. Schüssler Fiorenza, En memoria de ella, Desclée de Brouwer, Bilbao 1988; M. Y. Macdonald, Las comunidades paulinas. Estudio socio-histórico de la institucionalización en los escritos paulinos y deuteropaulinos, Sígueme, Salamanca 1994.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra