Ciudad de las Aguas (heb. îr hammâyim). Otro nombre para Rabá* 1 (2Sa 12:26, 27). Ciudad de las Palmeras (heb. îr hatmârîm). Otro nombre para Jericó* (Deu 34:3; etc.). Ciudades de almacenaje (heb. miskênoth, «lugares de almacenaje»). Ciudades construidas en la antigüedad con edificios adecuados para guardar grandes cantidades de granos y otros productos (ejemplos son Pitón* y Ramesés* en Egipto; Exo 1:11). En 2 templos de la antigua Tebas de la época de las dinastías 19ª y 20ª -el Ramesseum y el templo de Medînet Habu- se desenterraron numerosas habitaciones abovedadas, de ladrillo. Gracias a antiguos relieves y pinturas se sabe ahora que 236 esos almacenes de granos se abrían sólo en la parte superior, a la que se llegaba por medio de rampas. El grano se introducía por es abertura, y también por ella se lo extraía. En Tell Jemmeh, cerca de Gaza, se excavaron muchos grandes depósitos de granos del período persa, de unos 6 a 10 m de diámetro, lo que demuestra que esa población, que todavía no ha podido ser identificada, era una importante ciudad de almacenaje en los días de Esdras y Nehemías. Salomón fundó varias de ellas (1Ki 9:19; 2Ch 8:4); al parecer estaban convenientemente distribuidas en diversas partes del país (véase 2Ch 16:4; 17:12). Ciudades de refugio. Cada una de 6 ciudades designadas en Canaán, 3 de cada lado del Jordán, donde la persona culpable de una muerte no intencional recibía asilo (Num 35:9-34). Las 6 ciudades: Bezer, Ramot de Galaad y Golán (al este del Jordán; Deu 4:41-43), y Hebrón (Quiriat-arba), Siquem y Cedes de Neftalí (al oeste; Jos 20:7), fueron seleccionadas para facilitar la huida de la persona perseguida en su esfuerzo por alcanzar un lugar seguro. Dondequiera que viviera, nadie tenía que viajar más de unos 50 km para llegar a una ciudad de refugio. Generalmente la distancia era mucho menor. Las 6 eran ciudades levíticas; es decir, asignadas a los levitas, quienes supervisaban la administración de justicia. En una sociedad comparativamente primitiva, donde prevalecía la ley del «ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe» (Exo 21:24, 25), donde la maquinaria de la justicia no se había desarrollado plenamente ni era accesible en todo lugar, los hombres que habían quitado la vida a una persona por accidente estarían a merced de los parientes del muerto, que, en el calor de la pasión, podrían no distinguir entre una muerte intencional y una no intencional. La así llamada ley del vengador requería que el pariente masculino de más edad del muerto la vengara. Un fugitivo que pretendía la protección de una de las ciudades de refugio recibía un juicio justo, y, si se lo encontraba inocente, debía permanecer en ella hasta la muerte del sumo sacerdote. Aparentemente, el ascenso de un nuevo sumo sacerdote iniciaba una nueva era que borraba cualquier reclamo legal de la precedente (Num 35:28, 32), una provisión sabia que impedía que los pleitos entre familias continuaran de generación en generación.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico