CIENCIA Y FE

El concepto y los contenidos de la «ciencia»

La ciencia es el conjunto de conocimientos humanos que son fruto de una reflexión, investigación o experiencia. Ordinariamente se sigue una metodologí­a, según el ramo del saber, que puede ser más deductiva (partiendo de principios) o inductiva (partiendo de la realidad o de la experiencia). Los conocimientos adquiridos se presentan sistematizados, con espí­ritu de constatar, mejorar, profundizar.

El entendimiento humano busca siempre la verdad y se pregunta continuamente sobre la realidad de las cosas, sobre la naturaleza del mismo hombre y sobre la trascendencia (Dios). Por la ciencia, el hombre «puede contribuir sobrema¬nera a que la familia humana se eleve a los conceptos más altos de la verdad, el bien y la belleza» (GS 57).

El hombre ha ido elaborando análisis y sí­ntesis cientí­ficos sobre diversos campos del saber la naturaleza constatable por la experiencia (ciencias naturales), la matemática (ciencias abstractas o exactas), el ser o naturaleza de las cosas (ciencias filosóficas), la técnica, las formas y expresiones artí­sticas, el ser humano con su origen y destino (en todos sus componentes psicológicos, culturales, etc.), la historia, la realidad sociológica y etnológica, el pensamiento humano y sus escuelas filosóficas, etc.

La capacidad cientí­fica de la razón humana

Hay que reconocer la capacidad de la razón humana para alcanzar la verdad y discernirla en sus diversos aspectos (también en el campo moral), aunque también hay que constatar la posibilidad y el hecho de su limitación, concretada en errores, inexactitudes y exclusivismos. Pero, de hecho, toda ciencia está dentro de la búsqueda de un «proyecto» sobre el hombre y sobre la sociedad. Por esto, no existe la neutralidad moral en el campo de la investigación cientí­fica. La ciencia debe asumir responsablemente sus afirmaciones y sus logros, teniendo en cuenta la dignidad de la persona y de la comunidad humana.

En todo campo cientí­fico, el hombre se siente, al mismo tiempo, satisfecho de unas conquistas y ansioso de alcanzar un horizonte que parece infinito. «El espí­ritu cientí­fico modifica profundamente el ambiente cultural y las maneras de pensar. La técnica con sus avances está transformando la faz de la tierra e intenta ya la conquista de los espacios interplanetarios… Los progresos de las ciencias biológicas, psicoló¬gicas y sociales permiten al hombre no sólo conocerse mejor, sino aun influir directamente sobre la vida de las sociedades por medio de métodos técnicos» (GS 5).

Encuentro y «disenso» entre la fe y la ciencia

La fe cristiana es un don de Dios, a modo de respuesta a su Palabra o revelación. Gracias a esta fe, el hombre se adentra en el misterio de Dios uno y trino, y de Cristo el Verbo encarnado, centro de la creación y de la historia (Col 1,16-17). Esta fe respeta el campo de la ciencia, abriéndolo a una perspectiva nueva («sobrenatural») que la misma ciencia no podí­a sospechar. «Porque la cultura, por dimanar inmediatamente de la natura¬leza racional y social del hombre, tiene siempre necesidad de una justa libertad para desarrollarse y de una legí­tima autonomí­a en el obrar según sus propios principios. Tiene, por tanto, derecho al respeto y goza de una cierta inviolabilidad» (GS 59).

El «laicismo» filosófico es una actitud de oposición entre ciencia y fe, como temiendo que la verdad revelada pudiera impedir las afirmaciones cientí­ficas y los avances de la razón. A veces ha llegado al enfrentamiento entre el Estado y la Iglesia o también entre pueblo e institución. No debe confundirse con la «laicidad» del Estado, que indica más bien una neutralidad respecto a las creencias religiosas (no necesariamente rechazo de los valores religiosos).

El racionalismo es propiamente la afirmación del valor absoluto y autónomo de la razón, que puede concretarse en los principios del conocer humano (autonomí­a absoluta de las propias reflexiones) o en el campo moral (autonomí­a por encima de toda ley divina o humana). La ilustración fue una de sus formas radicales (desde el siglo XVII), como autonomí­a de toda autoridad civil o religiosa; su máxima expresión fue la entronización de la diosa «Razón» en el altar de Nôtre Dame (1793). Se llama también iluminismo, en el sentido de hacer prevalecer la razón (o los métodos empí­ricos) por encima de la autoridad y de la tradición (en el campo religioso y bí­blico, niega la revelación propiamente dicha y los milagros).

La fuerza de la razón humana es válida si respeta sus propios lí­mites, en su propio campo especializado. Los datos cientí­ficos son válidos cuando respetan la dignidad humana y la solidaridad de la humanidad entera. Manteniendo «la libertad propia de la investigación cientí­fica» (GAe 10), la fe cristiana puede «dinamizar» las ciencias, proponiendo nuevas singladuras del conocimiento humano (sobre el Misterio de Cristo), sin herirlas en su autonomí­a, en el mismo sentido en que «la gracia respeta la naturaleza, la cura de las heridas del pecado, la fortalece y la eleva» (Santo Tomás, I, q.1,8; II, q.2,2).

Dimensión misionera de la colaboración entre fe y ciencia

Los avances de la ciencia puede ser una «preparación para recibir el mensaje del Evangelio» (GS 57). Al mismo tiempo, los contenidos de fe ayudarán a ampliar la perspectiva sobre el misterio del hombre y de su historia. Jesús es «la luz verdadera que ilumina a todo hombre» (Jn 1,9). Por esto, la ciencia teológica, que busca la verdad revelada, no puede perder el contacto con la ciencia, «a fin de facilitar a los hombres cultos en los diversos ramos del saber un más pleno conocimiento de la fe». Así­ «podrán presentar a nuestros contemporáneos la doctrina de la Iglesia acerca de Dios, del hombre y del mundo, de forma más adaptada al hombre contemporáneo y a la vez más gustosamente aceptable por parte de ellos» (GS 62).

El encuentro del evangelio con las ciencias tiene lugar en unas realidades que son comunes a la fe y a la ciencia la verdad, el bien, la justicia, la libertad, la dignidad del hombre, la familia, la comunidad, Dios… Pero la fe cristiana aporta lo inesperado, abriendo el horizonte al infinito Dios Amor, la «vida nueva» en Cristo, enviado por el Padre con la fuerza salví­fica de su Espí­ritu (Rom 6,4; 8,11)).

El respeto y colaboración mutua entre la fe y la ciencia, por proceder ambas de Dios Creador y Redentor, puede llegar a «una sí­ntesis creativa entre evangelio y vida», para «dar un alma a la sociedad moderna» (Juan Pablo II, Disc. 11.10.85). La actitud cientí­fica y cultural respeta las aportaciones de otros ramos del saber, porque cada sector se centra sólo en un aspecto de la verdad. Los contenidos de la fe se insertarán en la cultura de un pueblo («inculturación»), en la medida en que sepan expresarse por medio de los verdaderos valores culturales y cientí­ficos.

El misterio de Cristo, que es siempre «más allá de toda expectativa humana» (TMA 6), abrirá nuevas perspectivas a las conquistas de la ciencia, recordando los valores fundamentales del hombre y de los pueblos. La pasión por la verdad cientí­fica (o por una cultura concreta) aceptará honestamente la posibilidad de una nueva sorpresa de Dios sobre el hombre y sobre la sociedad.

Referencias Agnosticismo, arte, ateí­smo, conocimiento de Dios, cultura, educación, escuela, fe, filosofí­a, formación intelectual, hombre, inculturación, moral, revelación, signos de los tiempos, teologí­a, verdad, vida.

Lectura de documentos GS 5, 15, 36, 44, 52, 56-59, 62; GAe 10; VS 42; CEC 2292-2296.

Bibliografí­a AA.VV., El hombre y Dios ( BAC, Madrid, 1995); AA.VV., La fe interpelada. Jornadas de estudios y diálogo entre profesores universitarios (Univ. Pont. Comillas, Univ. Pont. Salamanca, Col. Español de Roma, 1993); J. ALFARO, Revelación cristiana, fe y teologí­a (Salamanca, Sí­gueme, 1985); Y. CONGAR, La fe y la teologí­a (Barcelona, Herder, 1970); M. CUYAS, El progreso biomédico interpela a la teologí­a moral, en Vaticano II. Balance y perspectivas (Salamanca, Sí­gueme, 1989) 1121-1140; P.E. CHARBONNEAU, El hombre en busca de Dios (Barcelona 1985); R. FISICHELLA, Introducción a la teologí­a fundamental (Estella, Verbo Divino, 1993); K. HECKER, Racionalismo, en Sacramentum Mundi (Barcelona, Herder, 1972ss) V, 740-746; J.H. NEWMAN, La fe y la razón (Madrid, Edic. Encuentro, 1993); H. RAAB, Ilustración, ibí­dem, III, 843-848; J.Mª ROVIRA BELLOSO J.Mª, Revelación, fe y teologí­a, en Introducción a la teologí­a ( BAC, Madrid, 1996) cap. I; C. VALVERDE, Génesis, estructura y crisis de la modernidad ( BAC, Madrid, 1996).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización