tip, LEYE COST
ver, APEDREAMIENTO, AHORCAMIENTO
vet, (a) En el AT. En el Antiguo Testamento los castigos se encuentran estrechamente relacionados con la mayor o menor gravedad del delito cometido, con su correspondiente graduación de penas. Muchos preceptos señalados en el código mosaico reflejan prescripciones ya existentes en los países paganos, modificadas según las exigencias de la vida del pueblo escogido en distintas épocas de su historia y selladas con la aprobación divina. Podemos clasificarlos como sigue: (A) Delitos contra Dios. En Dt. 28:15 ss se pronuncia una maldición general sobre toda infracción de las ordenanzas de Jehová. El pueblo de Israel mantenía relaciones especiales con Jehová, en virtud del pacto del Sinaí, el cual supone una fidelidad absoluta. Luego, el culto de dioses extraños merece la pena capital (Ex. 22:20; Lv. 20:1; Dt. 13:5, 12- 16). La adoración de los astros, la magia, la brujería y la evocación de espíritus son punibles de muerte por la misma razón (Dt. 4:19; 17:46; Ex. 22:18; Lv. 20:27). A la blasfemia se le impone la muerte por lapidación. La usurpación de la autoridad divina por un falso profeta también es digna de muerte (Lv. 24:13-16; Dt. 18:20). Por fin, la profanación del sábado, signo del pacto, acredita la pena suprema. (B) Delitos contra las personas. Los crímenes contra las personas, como sucede entre todos los pueblos orientales, se funda en la «ley del talión», formulada en Ex. 21:23-25, agravada por la vieja costumbre de la «venganza de sangre». Pero se establece una distinción clara entre el hombre libre y el esclavo. La pena por el homicidio intencionado es la muerte. En caso de los homicidios involuntarios, la ley mosaica proveía «ciudades de refugio», a las cuales el homicida podía acudir para escapar a la venganza de los parientes del occiso (Lv. 24:17, 21; Dt. 19:5-10; Nm. 35:6, 22-28). Pero la muerte de un esclavo era castigada con la ley del talión, o sea, pena de muerte para el amo, en el caso de que fuera instantánea; si le ha producido daños graves, tendrá que compensarle con la libertad. Los golpes y las heridas que causen daños permanentes exigen una compensación adecuada (Ex. 21:23-25, 28, 29, 30-32; Lv. 24:19). (C) Delitos contra la familia. Siendo la familia israelita la base de la organización social, todo atentado contra su integridad es severamente castigado. Lv. 18:6-18 prevé 17 casos de matrimonios consanguíneos. Dichos enlaces acarrean la excomunión (Lv. 18:29). El casamiento de la madre y la hija a la vez, con el mismo hombre, les condena a la hoguera. En caso de la seducción o el rapto de una joven, el culpable estará obligado a casarse con ella y pagar una dote de 50 siclos al padre. Pero si la joven está ya desposada, los dos serán lapidados (Ex. 22:16; Dt. 22:28). Por fin, el adulterio y el incesto exigen la muerte de los dos culpables (Lv. 20:10, 11; Dt. 22:2). (Véanse APEDREAMIENTO, AHORCAMIENTO). (b) En el NT. El Nuevo Testamento nos presenta un cuadro distinto. Las autoridades tienen la espada para castigar y los cristianos tienen el mandato de obedecerlas (Ro. 13:1-7). El papel del cristiano no es el de ejercer la autoridad temporal, sino, como peregrinos, actuar como embajadores de Aquel que está ofreciendo una amnistía universal a todos los que acepten al Señor Jesús como Salvador y Señor (2 Co. 5:14-6:10), y vivir para El (Tit. 2:11-15; 1 Ts. 1:9-10).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
El reino de Dios está bajo el signo de la *bienaventuranza y, sin embargo, la Biblia habla de castigos divinos; el *designio de Dios está ordenado a *reconciliar a toda criatura con Dios y, sin embargo, el *infierno separa de él definitivamente. Escándalo intolerable una vez que se pierde el sentido teologal de las tres realidades subyacentes al castigo: el *pecado, la *ira, el *juicio. Pero gracias a él, el creyente adora el misterio del *amor divino que, por su *paciencia y su *misericordia, obtiene del pecador la *conversión.
*Calamidades, *diluvio, *dispersión, *enemigos, *infierno, *guerra, *muerte, *sufrimiento: todos estos castigos revelan al hombre tres cosas: una situación, la del pecador; una lógica, la que conduce del pecado al castigo; un rostro personal, el de Dios que juzga y que salva.
1 El castigo, signo del pecado. La voluntad de la criatura pecadora, a través del castigo que sufre dolorosamente, se hace cargo de que está separada de Dios. El conjunto de la creación pasa por esta experiencia. La serpiente, seductora y homicida (Gén 3,14s; Jn 8,44; Ap 20, 9s); el hombre,, que descubre que «por un solo hombre entró el *pe-cado en el mundo, y por el pecado, la muerte», el sufrimiento, el *trabajo penoso (Rom 5,12; Gén 3, 16-19); las ciudades castigadas por su *incredulidad: Babel, Sodoma, Cafarnaúm, Jerusalén, Nínive; los enemigos del pueblo de Dios: faraón, Egipto, las *naciones, aun cuando Dios se sirva de ellas para castigar a su pueblo (Is 10,5); el mismo pueblo de Dios, en’ el que mejor debe aparecer la finalidad positiva del castigo (Bar 2,6-10.27-35); la *bestia y los adoradores de su imagen (Ap 14,9ss; 19,20); la *creación material finalmente, sujeta a la vanidad a consecuencia del pecado de Adán (Rom 8,20).
2. El castigo, fruto del pecado. Se pueden distinguir tres tiempos en la génesis del castigo. En el punto de partida hay a la vez el *don de Dios (creación, elección) y el *pecado. Luego, el llamamiento de Dios a la *conversión es rechazado por el pecador (Heb 12,25), que, sin embargo, percibe con frecuencia a través del llamamiento el anuncio del castigo (Is 8,5-8; Bar 2,22ss). Entonces, ante tal *endurecimiento, el *juicio decide castigar: «pues bien…» (Os 13,7; Is 1,5; Lc 13,34s).
El resultado del castigo es doble, según la abertura del *corazón: algunos castigos son «cerrados» y condenan (Satán, *Babel, Ananías y Safira), otros son «abiertos» e invitan a la *conversión (lCor 5,5; 2Cor 2,6). Así el castigo es un dique opuesto al pecado: para unos es el atolladero de la condenación; para otros, la invitación a «volver» a Dios(Os 2,8s; Lc 15,14-20). Pero aun entonces es condenación del pasado y anticipación de la condenación definitiva si el corazón no vuelve a su Dios.
No es, pues, el castigo el que separa de Dios, sino el pecado, cuya *retribución es. Marca con fuerza que el pecado es incompatible con la *santidad divina (Heb 10,29s). Si, pues, Cristo conoció el castigo no fue en razón de pecados que hubiera cometido, sino a causa de los pecados de los hombres, que lleva sobre sí y los quita (1Pe 2,24; 3,18; Is 53,4).
3. El castigo, revelación de Dios. El castigo, por su lógica interna, revela a Dios: es como la teofanía apropiada al pecador. El que no acoge la *gracia de la *visita divina, choca con la santidad y se encuentra con Dios mismo (Lc 19,41-44). Es lo que repite sin cesar el profeta : «Entonces sabréis que yo soy Yahveh» (Ez 11,10; 15,7). Como el castigo es revelación, el Verbo es quien lo ejecuta (Sab 18,14ss; Ap 19,11-16), y frente al crucificado es donde adopta sus verdaderas dimensiones (Jn 8,28).
El castigo, así ordenado al reconocimiento de Yahveh y de Jesús, es tanto más terrible cuanto que alcanza al que está más próximo a Dios (Lev 10,Iss; Ap 3,19). La misma *presencia, suave al corazón puro, resulta dolorosa, al que está endurecido, si bien no todo *sufrimiento es castigo.
Más aún: el castigo revela las profundidades del corazón de Dios: su intransigencia celosa una vez que uno ha entrado en su *alianza (Ex 20,5; 34,7), su *ira (Is 9,llss), su *venganza frente a sus *enemigos (Is 10,12), su *justicia (Ez 18), su voluntad de *perdón (Ez 18,31), su *misericordia (Os 11,9), finalmente su *amor apremiante: «y vosotros no habéis vuelto a mí…» (Am 4,6-11; Is 9,12; Jer 5,3).
Pero hay un castigo en el seno mismo de nuestra historia, en el que el tentador y el pecado fueron heridos de muerte: es la *cruz, en la que resplandece la *sabiduría de Dios (lCor 1,17-2,9). En la cruz coinciden la condenación «cerrada» de Satán, del pecado y de la muerte, y el sufrimiento «abierto», fuente de vida (1Pe 4,1; F1p 3,10).
Esta sabiduría había caminado a través de toda la antigua alianza (Dt 8,5s; Sab 10-12; Heb 12,5-13; la *educación de la libertad no pudo hacerse sin «corrección» (Jdt 8,27; lCor 11,32; Gál 3,23s). El castigo está así ligado con la *ley; históricamente está superada esta era, pero psicológicamente no pocos cristianos se mantienen todavía en ella : el castigo es entonces uno de los lazos que siguen uniendo al pecador con Dios. Pero el cristiano que vive del Espíritu está *liberado del castigo (Rom 8,1; lJn 4,18). Si todavía lo reconoce como permitido por el amor del *Padre, es con miras a la *conversión (ITim 1,20; 2Tim 2,25). Y en nuestro tiempo escatológico el verdadero y único castigo es el *endurecimiento final (2Tes 2,10s; Heb 10,26-29).
Esta proximidad del juicio decisivo, ya en acción, confiere al castigo del hombre «carnal» un valor de signo: anticipa la condenación de todo lo que no puede participar del *reino. Pero para el «espiritual» el juicio es *justificación: entonces el castigo viene a ser expiación en Cristo (Rom 3,25s; Gál 2,19; 2Cor 5,14); aceptado voluntariamente hace que muera la *carne para vivir según el *Espíritu (Rom 8,13; Col 3,5).
-> Calamidad – Ira – Educación – Infierno – Prueba – Exilio – Expiación – Juicio Pecado – Retribución – Visita.
LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas