De las muchas ocasiones en que se usa este verbo en las Escrituras, la gran mayoría tiene el sentido estrictamente literal de desplazarse o encaminarse hacia alguna parte. Era la actividad normal de los hombres, pero en los casos en que se había perdido la capacidad para caminar, la misma podía serle devuelta a la persona por Cristo. Esta curación exterior correspondía a una renovación interior que Jesús afirmaba estar en condiciones de efectuar (Mr. 2.9). Más aun, en los evangelios se lo representa a Jesús en la actitud de caminar y de hacer caminar a otros bajo condiciones que normalmente no se le permite al hombre (Mr. 6.48). Aquí, también, como lo indica claramente el Evangelio de Mateo, el acto físico tenía significación espiritual (Mt. 14.31). El acto de caminar puede representar toda la diversidad de actividades humanas para las que el hombre impotente recibe restauración (Hch. 3.6).
Este término se usa en sentido antropomórfico de Dios, el que camina en el jardín en el aire fresco de la tarde (Gn. 3.8; °vrv2, ”se paseaba”), y metafóricamente se aplica al corazón (Job 31.7), a la luna (Job 31.26), a la lengua del malo (Sal. 73.9), y a la pestilencia (Sal. 91.6). Más frecuentemente representa la actitud total de la vida y conducta del hombre, y la actitud que Dios adopta hacia él, de modo que Dios puede decir: “Si … anduviereis conmigo en oposición, yo también procederé (°vm “andaré”) en contra de vosotros” (Lv. 26.23–24).
A veces el término puede usarse en un sentido más literal, para referirse a leyes y observancias específicas que se imponen al hombre (Hch. 21.21, °vm; cf. heb. halāēâ, ‘regla’, lit. ‘andar’), mientras que en el Evangelio de Juan a veces asume la connotación de actividad incansable (Jn. 11.9), y a veces de aparición pública (Jn. 7.1). Metafóricamente denota una estudiada observancia de la nueva regla de vida, y este es el sentido que domina el uso de todas las formas en las epístolas, donde hay un frecuente contraste entre el caminar o andar que era característico de los creyentes en sus días no regenerados, y aquel al que han sido llamados por la fe en Cristo. El bautismo debe marcar decididamente la línea divisoria entre ambos modos de andar (Ro. 6.4), lo cual es tan claro como la diferencia entre la vida de Cristo antes y después de su resurrección. Esta renovación de la vida puede en forma igualmente adecuada expresarse como el andar en el espíritu por contraste con el andar según la carne. La palabra stoijeō, que aparece una vez en Hch. y cuatro veces en las epístolas paulinas, se usa al hablar de la ubicación de las plantas en hileras, y de los soldados que marchan en fila, pero la elección del verbo parece no tener ninguna significación especial.
Bibliografía. G. Ebel, “Camino, comportamiento”, °DTNT, t(t). I, pp. 208–218; K. Ward, El camino cristiano, 1978.
G. Ebel, NIDNTT 3, pp. 933–947.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico