BIBLIOTECA

No se mencionan b. en la Biblia, si bien que distintas civilizaciones antiguas, como los sumerios y los egipcios, llegaron a tener abundantes colecciones de libros, ordenados de alguna forma. Quizás las más famosas fueran las de Alejandrí­a y Pérgamo, que contení­an centenares de miles de volúmenes, especialmente papiros. Pero se tienen noticias también de b. en tablillas de arcilla con documentos escritos en caracteres cuneiformes, como la del famoso †¢Hammurabi. En el NT Pablo solicita a Timoteo que le traiga a †¢Troas †œlos libros, mayormente los pergaminos† (2Ti 4:13), lo cual hace suponer una especial preocupación del Apóstol por su b. particular.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CONS MANU

ver, ALEJANDRíA, MARDIKH, NUZU, UGARIT

vet, Las bibliotecas del Antiguo Oriente dependí­an de los templos o de los palacios. Aun cuando nada se sabe sobre los principios de la clasificación de los libros, es evidente que existí­an catálogos, ya que se conocen bibliotecas sumerias, hititas y egipcias que conservaban libros escritos en ladrillo cocido. Después, cuando el descubrimiento del papiro, los datos necesarios figuran al principio del rollo con el tí­tulo y autor, pero en los escritos cuneiformes están al final de la tablilla. Las pequeñas colecciones de escritos se guardaban en una jarra o cesto. Las grandes bibliotecas, que contení­an el conjunto de ciencias conocidas por entonces: Textos religiosos, lexicográficos, adivinatorios, matemáticos, médicos, etc., comprendí­an también listas cronológicas, y aun copias de los anales reales, los documentos, las fundaciones y los tratados internacionales. Se tomaban medidas especialí­simas para completar las colecciones y reemplazar los textos desaparecidos: este esfuerzo se manifiesta de manera especial en la Biblioteca de Assurbanipal en su palacio de Ní­nive, en el siglo VII, cuya biblioteca contení­a uno o varios textos acadios y sumerios conocidos en la época. Paralelamente a las bibliotecas generales existí­an las especializadas, y así­ los magistrados podí­an encontrar todos los textos jurí­dicos en un lugar contiguo al tribunal. También los templos conservaban los libros sagrados. (Véanse ALEJANDRíA, MARDIKH, NUZU, UGARIT, etc.).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[070]

Conjunto de libros reunidos en una extensión variable de espacio y con mobiliario adecuado. Si es grande y significativa, conviene conocer la ordenación de los libros y las normas de funcionamiento. La ordenación suele conservarse según la CDU (Clasificación Decimal Universal). En ese esquema la pedagogí­a usa el número 37 y la religión el ocupa el número 2. Son las claves para entrar en los libros de catequesis o de educación religiosa en sus diversos campos.

Si la biblioteca tiene fondos abundantes y posee registros informáticos de sus existencias, la búsqueda de libros o temas dependerá de cómo ofrezca los archivos y la accesibilidad a los programas en los que se basa el registro y la localización de los fondos.

En los tiempos venideros los libros quedarán con frecuencia grabados en soportes magnéticos e informáticos y no sólo en papel, como ha sido tradicional editar los libros. Con todo todaví­a el libro convencional resulta imprescindible para la formación personal del educador.

Un buen catequista sabe ir configurando su Biblioteca de consulta en la que guarda las fuentes de documentación y de información que puede necesitar para el ejercicio de su tarea educadora.

Lo importante para el educador de la fe no es poseer muchos libros, sino los suficientes y las más selectos para su tarea. Por eso hay que superar la vanidad en la posesión de estos instrumentos culturales y poseer y usar los que son precisos para el trabajo apostólico en cada momento.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa