Castigar con azotes era una práctica común en la antigüedad. La ley judía lo autorizaba para ciertas ofensas eclesiásticas (Deu 25:2-3). Entre los judíos se utilizaba un azote que tenía tres correas, y el número de azotes variaba de unos pocos hasta 39 (para asegurar que no se excediera el límite legal de 40). Cuando el castigo tenía lugar en la sinagoga lo aplicaba el principal, pero también el Sanedrín aplicaba este castigo (Act 5:40).
Los látigos romanos tenían trozos de metal o huesos incrustados en sus correas.
Se desnudaba a la víctima hasta la cintura y se la sujetaba en una posición encorvada. El cuerpo era lacerado horriblemente, tanto que a menudo las entrañas quedaban expuestas.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano