AVATARA

(-> encamación, Jesús). Avatara es un nombre hindú que indica la manifestación de lo divino en las religiones mí­sticas. Lo divino, lo búdico, el tao se expresan en ciertas figuras especiales y de un modo particular en las personas de los grandes iniciados o reveladores del misterio. No es decisivo que esas personas (Krisna o Rama, Buda, los Bhodisatvas…) hayan existido en un tiempo concreto, pues ellos no son importantes por su camino personal y bien datado dentro de la historia, sino por la verdad que manifiestan.

(1) Avataras y dioses. Más que personas en el sentido occidental, los dioses son sí­mbolos, figura excelsa de aquello que pudiéramos llamar la hondura sa grada de lo humano. Una y otra vez se manifiestan. Siempre que el mundo corre el riesgo de perderse en el vací­o y el olvido, el poder divino vuelve a manifestarse a través de nuevos avataras, como afirma sin cesar la tradición hindú; cambian las figuras, permanece el poder de lo divino y su revelación. A diferencia de eso, los cristianos piensan que Dios no se ha limitado a manifestarse simbólicamente en una figura espiritual como Krisna, sino que se ha encarnado (humanizado), una vez y para siempre (ephapax: Heb 7,27; 9,12; 10,10), en la vida histórica de Jesús, revelándose a través de su mensaje, entrega fiel (muerte) y resurrección. Más aún, ellos creen que los evangelios contienen el núcleo histórico de las palabras de Jesús, a quien confiesan como Cristo: Mesí­as universal e Hijo de Dios. Ciertamente, es importante el mensaje de Jesús, pero ese mensaje, que podrí­a interpretarse en sentido espiritualista, como expresión de la verdad intemporal de Dios (en la lí­nea de la Bagavad Gita), está encarnado en la historia entera de la vida y muerte de Jesús, que los cristianos interpretan como revelación y presencia total de Dios. La misma vida (la muerte y mensaje pascual) constituye la verdadera teofaní­a o manifestación de Dios dentro de la historia.

(2) División de religiones. En este contexto podemos introducir el tema de la profecí­a, para así­ fijar las tres formas principales de teofaní­a en las grandes religiones modernas, (a) Hindúes, budistas e incluso taoí­stas se sitúan a un nivel de avatara: lo divino y/o sagrado se revela a través de mediadores animales o humanos, de seres diversos que realizan una función iluminadora y pueden repetirse sin cesar; son signo de la salvación supramundana, desbordan el plano de la historia, (b) Judí­os y musulmanes se mantienen en el ámbito de la profecí­a*, aunque la interpretan en clave de Ley nacional (judaismo) o de Corán (islam): los hombres de Dios son portadores de una palabra que les desborda; nunca son presencia divina total en el mundo, (c) Sólo el cristianismo es religión de encarnación: el mediador de Dios, el hombre religioso por excelencia, es el mismo Hijo divino; de esa forma ha vinculado mesianismo (culminación de la vida humana) y revelación o despliegue de Dios. De todas formas, una interpretación gnóstica* del cristianismo puede convertir a Jesús en un tipo de avatara intemporal de Dios, al lado de otras, destruyendo así­ la novedad del Evangelio.

Cf. G. Parrinder, Avatar y Encamación. Un estudio comparativo de las creencias hindúes y cristianas, Paidós, Barcelona 1993.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra