AVARICIA

v. Codicia
1Sa 8:3 antes se volvieron tras la a .. sobornar
Psa 119:36 inclina mi corazón .. y no a la a
Jer 6:13; 8:10


Avaricia (heb. betsa%, «ganancia», «lucro [ganancia ilí­cita, rapiña]»; gr. pleonexí­a, «codicia», «avaricia»; también pleonékt’s, «codicioso [ávido]», «avaro»; filargurí­a, «amor al dinero»; filárguros, «amigo del dinero [avaro]»; aisjrokerdes, «ávido de ganancias sórdidas»). Deseo desorbitado de tener más, generalmente de lo que pertenece a otros (Pro 27:20; etc.). La avaricia, aunque en sí­ misma no es un acto externo, es uno de los pecados más graves (Eph 5:3), junto con la idolatrí­a (Col 3:5). En un sentido, el 10º mandamiento resume la 2a sección del Decálogo (Exo 20:17), ya que de una u otra manera la codicia o avaricia conduce a los demás pecados contra los semejantes. La codicia o avaricia lleva a los hombres a abandonar la fe (1 Tit 6:9, 10) y oportunamente los excluirá del cielo (1Co 6:10). Véase Deseo.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

apego desordenado a las riquezas, que conduce al atropello de los derechos ajenos, al robo, al soborno y al asesinato y, por lo tanto, al alejamiento de Dios, Ex 23, 8; Dt 16, 19 y 27, 25; y a la utilización del prójimo, como sucede con la usura Lv 25, 35-37, para aumentar el propio caudal de riquezas Jr 6, 13; 8, 10; 22, 17; Ez 22, 12 y 27; Pr 1, 19; 15, 27.

En el N. T. en la discusión sobre lo impuro y lo impuro, sobre las tradiciones de los fariseos, se dice que del corazón nacen las intenciones malas, que contaminan el corazón, como los robos, Mt 15, 29. En los comienzos del cristianismo, encontramos un hecho proverbial sobre la a., el fraude cometido por Ananí­as y su mujer Safira Hch 5, 1-11. San Pablo condena en sus cartas vicios como la codicia, la envidia, Ro 1, 29; 1 Co 5, 10-11; 6, 9-10; Ga 5, 19-21; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 6, 4; 2 Tm 3, 2-5; Tt 3, 3.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Deseo desordenado de riquezas, honores, poder, fama.

– Hay que guardarse de ella, Mat 6:19.

– Para nada aprovecha: Luc 12:15-34, Mat 16:26, Mar 8:36.

– A Judas lo perdió la avaricia, Mat 26:14-16, Jua 12:4-6.

– Es la raí­z de todos los males, 1Ti 6:10.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Apego desordenado a las riquezas. Avaro es la persona que ama el dinero, que lo codicia todo el tiempo y no escatima el uso de medios ilí­citos para conseguirlo. En el AT se utiliza el término betsá, que significa †œlucro† o †œganancia† con sentido deshonesto, lo cual se prefirió traducir como a. en castellano.

El décimo mandamiento dice: †œNo codiciarás† (Exo 20:17). Hay que evitar el ansia de enriquecerse rápidamente, porque †œse apresura a ser rico el avaro, y no sabe que le ha de venir pobreza† (Pro 28:22). Los gobernantes deben evitar la a., porque se nos dice que †œel prí­ncipe falto de entendimiento multiplicará la extorsión; mas el que aborrece la a. prolongará sus dí­as† (Pro 28:16). David pedí­a que Dios inclinara su corazón a sus †œtestimonios, y no a la a.† (Sal 119:36). Los jueces deben ser personas †œque aborrezcan la a.† (Exo 18:21), porque †œlas dádivas corrompen el corazón† (Ecl 7:7).
el NT se declara que †œraí­z de todos los males es el amor al dinero† (1Ti 6:10). El avaro es idólatra (Efe 5:5) y no entrará en el reino de los cielos (1Co 6:10). Por lo tanto, la a. es algo que no debe ni siquiera nombrarse entre cristianos (Efe 5:3). Hay que cuidarse de los falsos maestros que por a. †œharán mercaderí­a de vosotros con palabras fingidas† (2Pe 2:2-3). El verdadero siervo de Dios no encubre a. en su ministerio (1Te 2:5). Las costumbres de los creyentes deben ser sin a. (Heb 13:5).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

vet, Amor desordenado de las riquezas. No hay en hebreo bí­blico una palabra especí­fica para expresar esta pasión, pero en muchos pasajes se la designa con la palabra, «besa», que significa «latrocinio» o «rapiña», como también «ganancia ilí­cita». En el griego del Nuevo Testamento se denomina con las expresiones «amigo del dinero», «codicioso» o «ávido de ganancias sórdidas». La avaricia es un vicio que daña al hombre y le impide usar de los bienes que posee (Pr. 15:16), lo hace insensato y duro para con sus semejantes (1 S. 25:11), lo hace esclavo del dinero (Pr. 30:8-9; Mt. 16:26), lo hace caer en la idolatrí­a, apartándole del cumplimiento de sus deberes para con Dios y para con el prójimo (Ef. 5:5; Mt. 6:24; Lc. 16:13). El avaro vive atormentado por el deseo de aumentar sus riquezas (Pr. 27:20; Is. 56:11) y se apodera injustamente de lo ajeno, dejándose corromper en la administración pública; es traidor de los suyos, opresor de los débiles, y escatima la paga a los subalternos y jornaleros (Ex. 18:21; 1 S. 8:3; Sal. 15:5; Pr. 22:7; Ez. 18:12- 13; Ez. 22:12-13; 30:14; Am. 8:4-6; Stg. 5:1-5). Dios reprueba la avaricia y Cristo la fustiga en los fariseos con palabras duras (Lc. 16:14). En el Nuevo Testamento se mencionan además otros casos de avaricia: el gobernador romano Félix y el de algunos herejes (Hch. 24:26; Tit. 1:11). Es uno de los vicios que excluyen del reino de Dios (Ro. 1:29; 1 Co. 5:10-11; Ef. 4:19). Pablo pone un cuidado especial en mantener toda sombra de codicia alejada de su predicación (1 Ts. 2:5; 2 Co. 7:2; 11:8-10; 12:17-18). La avaricia y el amor a las riquezas es uno de los mayores obstáculos para aceptar el mensaje de Cristo (Mt. 6:24; Lc. 16:13).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(v. pobreza, vicios capitales)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

DJN
 
La avaricia es un vicio detestable no sólo en el AT y judaí­smo, sino también en el mundo griego y latino: el avaro es un ser despreciable y servil, mientras que la persona generosa muestra tener un alma libre. En el NT no podí­a ser menos, pero las razones por las que el NT y, especialmente, Jesús rechazan la avaricia y ensalzan el desprendimiento de las riquezas y bienes terrenos son distintas, y están en relación con el anuncio del Reino: su venida relativiza todos los valores terrenos, más aún, trastoca los ya existentes, de tal manera que los pobres son ahora los preferidos de Dios (Mt 5,3; Lc 6,20; cf. también 1,51-53), la confianza absoluta e ilimitada en Dios, «que es bueno con los desagradecidos y malvados» (Lc 6,35), y la igualdad de todos los hombres ante Dios, por lo cual nadie debe poseer más de lo debido, como hace el avaro, que perjudica a los demás y en especial a los pobres.

La avaricia, afán desordenado de poseer y atesorar riquezas, aparece mencionada explí­citamente en los evangelios por boca de Jesús sólo dos veces con el nombre griego í­a, es decir, afán de más de lo . Mientras que en el catálogo de Mc 7,2 aparece sólo como uno de los vicios que envilecen al hombre, en Lc 12,15 previene Jesús «contoda forma de avaricia, ya que en la abundancia de los bienes materiales no está asegurada» ni siquiera la vida del hombre en este mundo. A continuación ilustra Jesús esta verdad con la parábola del labrador rico, que muere cuando estaba haciendo planes para almacenar su gran cosecha. Jesús pide que no se atesoren bienes materiales en la tierra, sino obras de caridad en el cielo, dando todo lo superfluo a los pobres (v. 16-21).

Implí­citamente pone Jesús una y otra vez en guardia contra el peligro de la avaricia, o sea, el afán de atesorar riquezas. A sus discí­pulos les prohibe que en su misión apostólica traten de procurar o llevar oro, plata o dinero en sus fajas (Mt 10,9; Mc 6,8; Lc 9,3). El avaro se afana inútilmente, pues lo conseguido a costa de trabajo lo puede perder fácilmente (Mt, 19-20; Lc 12,33), y carece de paz por temor de perderlo (Mt 6,21; Lc 12,34). Al labrador avaro le llama Jesús, por esta razón, insensato e infeliz (Lc 12,20), porque ni disfruta ni goza de paz, y al final pierde su vida y alma: «¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?» (Mt 16,226; Mc 8,36; Lc 9,25; Jn 12,25). Con el sí­mil de los cuervos y lirios, que ni trabajan ni hilan y, no obstante, son alimentados y vestidos de balde por Dios, inculca Jesús la confianza absoluta en el Padre, caracterí­stica de los que esperan y buscan el Reino de Dios: su corazón y pensamiento no están apegados a los bienes terrenos, sino que están puestos en el tesoro celestial (Lc 12,22-34).

El avaro, en cuanto amigo del dinero, es materialista, carece de esperanza y aspiraciones elevadas respecto a la otra vida y, al final, la muerte sella su insensatez y desgracia eterna (Lc 12,35-40). En la parábola del administrador infiel advierte Jesús, en cambio, que con el buen uso de las riquezas, o sea, ayudando a los pobres, se consigue el cielo (Lc 16,1-12). Más aún, el juicio definitivo versará fundamentalmente sobre el uso del dinero: los benditos del Padre celestial se salvarán por haber empleado su dinero en ayudar a los necesitados, mientras que los malvados se condenarán, porque fueron avaros y no ayudaron al necesitado (Mt 25,34-40. 41-46).

El culto al dinero, cual es la avaricia (Mt 6,24; Lc 16,13), y el apego a las riquezas hacen al hombre insensible para escuchar la palabra de Jesús e incapaz de conseguir el Reino de Dios: «los fariseos, que eran amigos del dinero…, se burlaban» de Jesús (v. 13-14). El engaño y fascinación del dinero ahoga todo buen germen de la palabra de Dios (Mt 13,22; Mc 4,19; Lc 8,14). Con razón dice Pablo que «el apego al dinero es la raí­z de todos los males y algunos arrastrados por el amor al dinero se han apartado de la fe…» (1 Tim 6,10).

Lucas recalca la preferencia de Dios por los pobres, que son «los poseedores del Reino de Dios» (Lc 6,20; cf. 1,53), mientras que los ricos, apegados a sus riquezas, difí­cilmente entrarán en el Reino de Dios (Mt 19,23; Mc 10,23; Lc 18,24-25; cf. también 6,24-25). Jesús es modelo de desprendimiento de las riquezas, al rechazar la oferta del diablo, que se referí­a no sólo a la gloria mundana del poder, sino también a la riqueza, cuando le ofrecí­a a Jesús todos los reinos de la tierra, si le adoraba. Dado que no se puede dar culto a dos señores, a Dios y al dinero, Jesús le responde que sólo se debe adorar a Dios (Mt 4,8-10; Lc 4,5-8).

Jesús ha escogido la pobreza radical, ya que «no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8,20; Lc 9,58). También sus discí­pulos más allegados, «los doce», son ejemplos de seguimiento de Jesús, al dejar todo (Mt 19,27; Mc 10,28; Lc 18,28). Zaqueo es el publicano avaro, que se convierte, «da la mitad de sus riquezas a los pobres y restituye el cuádruplo de lo estafado» (Lc 19,8). Un contraejemplo es el de Judas, que por dinero entrega a Jesús (Mt 26,14-16; Mc 14,10; Lc 22,3-6). El evangelio de Juan subraya de modo especial que Judas «era un ladrón, guardaba la bolsa y robaba lo que habí­a en ella» (12,6; 13,29). La gravedad del pecado de la avaricia y apego al dinero se pone de manifiesto en el castigo de Ananí­as y Safira en He 5,1-11, mientras que el ejemplo de la comunidad primitiva, mencionado inmediatamente antes, destaca la generosidad y desprendimiento (4,32-36).

Pablo denomina frecuentemente la avaricia con el término sinónimo «aprovecharse de alguien» y la coloca entre los vicios que impiden entrar en el Reino de Dios (Rom 1,29; 1 Cor 5,10. 11; 6,10; 2Cor 7,2; 9,5; 12,17-18; 1Tes 2,5; 4,6). Otros escritos del NT se refieren también a este pecado detestable (Ef 4,19; Col 3,5; 2Pe 2,3. 14). En las cartas pastorales se llama a los avaros «amigos del dinero» (1Tim 6,10; 2Tim 3,2) y se pone en guardia contra la avaricia, porque «los que quieren enriquecerse caen en la tentación y la trampa de deseos insensatos que hunden a los hombres en la ruina y perdición. Porque el amor al dinero es la raí­z de todos los males. Algunos, arrastrados por ese amor al dinero, se han apartado de la fe…» (1Tim 6,9-10). > ricos/riqueza.

Rodrí­guez Ruiz

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Véase Codicia.

Fuente: Diccionario de Teología

Avaricia (del latín avarus, «codicioso», «ansiar») es el amor desordenado por la riqueza. Su especial malicia, en términos generales, consiste en que hace de la obtención y mantenimiento de dinero, posesiones, etc., un fin en sí mismo por el cual vivir. No ve que estas cosas son valiosas sólo como instrumentos para la realización de una vida racional y armoniosa, teniendo debidamente en cuenta, por supuesto, la condición social especial en la que cada uno se coloca. Se le llama vicio capital porque tiene por objeto la obtención o conservación, de las que se cometen muchos otros pecados. Es mucho más temible porque a menudo se esconde como una virtud o se insinúa bajo el pretexto de hacer una provisión decente para el futuro. En la medida en que la avaricia es un incentivo para la injusticia en la adquisición y retención de la riqueza, es a menudo un pecado grave. Sin embargo, en sí misma, y en la medida en que implica simplemente un deseo excesivo de, o placer en, las riquezas, no es comúnmente un pecado mortal.

Fuente: Delany, Joseph. «Avarice.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New York: Robert Appleton Company, 1907.
http://www.newadvent.org/cathen/02148b.htm

Traducido por Virginia Guillinta. rc

Selección de Imágenes: José Gálvez Krüger

Fuente: Enciclopedia Católica