El libro de José y Asenet constituye una novela apócrifa* judeohelenista, escrita (como Sab) en la comunidad de Alejandría, en los años de Jesús (siglo I d.C.), en un tiempo y contexto de fuerte apertura universal, con los problemas que ello implica en las relaciones de judíos y paganos (matrimonios*, comidas*). Asenet, hija virgen de un sacerdote pagano de Egipto, ha rehusado a sus pretendientes y vive en soledad; pero encuentra a José y quiere hacerlo su esposo. Pues bien, este José tiene los mismos rasgos del antiguo patriarca israelita, hijo de Jacob, visir supremo del faraón de Egipto que, conforme a su deber, inspecciona las riquezas del reino. En ese contexto evoca nuestro libro las relaciones entre judíos y gentiles en Egipto. José y Asenet representan lo mejor de los dos mundos culturales y religiosos. José es el buen israelita, verdaderamente virgen, porque, conforme a lo exigido por Esdras-Nehemías*, rechaza a toda mujer extranjera (José y Asenet 8,1). Ella, Asenet, es virgen porque sólo quiere casarse con el primogénito del rey de Egipto (cf. 4,15), rey divino de la tierra. Pues bien, en un momento dado, ella mira a José, queda prendada de su gracia y quiere besarle, pero él empieza rechazándole porque «Un varón piadoso que bendice con su boca al Dios vivo, que come el pan bendito de la vida, bebe la copa bendita de la inmortalidad, no puede besar a una mujer impura (extranjera) que bendice con su boca imágenes muertas y mudas, come carnes ahogadas, en la mesa de la idolatría, bebe la copa de traición de sus libaciones y se unge con unción de perdición» (8,5). A causa de esa negativa, ella llora y él ruega por ella: «Señor, Dios de mi padre Israel, Altísimo, Fuerte, que llamas de las tinieblas a la luz, del error a la verdad y de la muerte a la vida, vivifica y bendice a esta doncella… para que coma el pan de tu vida y beba la copa de tu bendición» (8,10-11). A partir de aquí, el libro va trazando los momentos básicos de un proceso de iniciación judía, que culmina en la conversión y nuevo nacimiento de Asenet; de manera que puede comer y beber con José y con los judíos. El judaismo se interpreta aquí en formas de vinculación alimenticia y esponsal. Lógicamente, Asenet tiene que abandonar sus costumbres paganas, simbolizadas por los vestidos lujosos, y destruir todos sus ídolos, dando a los pobres el oro y plata de su riqueza material y arrojando a los perros la comida de los ídolos (10,9-20). Este proceso de conversión queda ratificado por una teofanía: José aparece ante Asenet en su verdad sagrada, en forma de comandante del ejército de Dios (Miguel*, el más alto de los ángeles), diciéndole: «Ten ánimo, el Señor ha escuchado las palabras de tu confesión… A partir de hoy vas a ser renovada, remodelada y revivificada; vas a comer el pan de vida, a beber la copa de la inmortalidad, y serás ungida con la tinción de la incorruptibilidad. Ya no serás llamada Asenet, sino que tu nombre será Ciudad de Refugio, ya que en ti se refugiarán muchas naciones, y bajo tus alas se abrigarán muchos pueblos, y en tu muralla serán protegidos quienes se unan a Dios a través de la conversión» (15,17). Esta Asenet puede interpretarse como signo de todos aquellos egipcios que, en tiempos de Jesús, estaban dispuestos a integrarse en un tipo de judaismo helenista, deseoso de hacer prosélitos, abierto al conjunto de la humanidad. Ese fue por un tiempo un camino lleno de esperanza, pero acabó fracasando. Tras las crisis del siglo I-II d.C., el judaismo helenista perdió su importancia, siendo sustituido, en gran parte, en el mismo Egipto, por el cristianismo. El nuevo judaismo rabínico* tomaría otros caminos de identidad no misionera.
Texto castellano en A. DIez Macho (ed.), Apócrifos del Antiguo Testamento III, Cristiandad, Madrid 1982, 209-238.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra